·Página Tres - Capítulo Siete - Tsukasa Tenma Kagamine·



Emu parecía, por una vez, ciertamente sorprendida.

Al cabo de unos instantes, comprendió el porqué de su petición.

"Qué mono que eres, Tsukasa... Quieres asegurarte de que nada le sucederá a Rui..."

Tsukasa se encogió de hombros, sin llegar a admitir o a negar que esa fuera la razón tras el 'favor'.

"Oh... no lo niegas, pues? Qué ador-"
"Lo harás o no, cosa rosa?" siseó, cansándose de sus sandeces.

"No prometo nada, pero lo intentaré. Eso sí, si mañana no sigo con vida, ya sabes porqué."
Antes de que Tsukasa pudiese preguntarñe o decirle nada más, la pelirrosa colgó.

"Maldita sea..."

Se sentó en uno de los bancos de la fuente. Era uno de los únicos que quedaban en la ciudad aún hechos de madera y hierro. La mayoría habían sido reemplazados hacía años por otros bancos FH, o Físicos-Holográficos, que no consumían recursos para su frabricación, y no denían ser mantenidos. Otros de los bancos de madera habían acabado tanto en los museos de Ingeniería Civil de Akuninaru, o en el de Antigüedades del Siglo XXI, entre otros, junto a muchísimos otros muebles y objetos exteriores que había poseído la capital.

"Es una psicópata..." se dijo a sí mismo. Dudaba de que ella fuera capaz de hacer algo, o siquiera intentase hacer lo que él le había pedido, pero deseaba con toda su alma equivocarse.

"Tsukasa?"
El rubio se levantó de golpe, sacándose la pistola de la bolsa que llevaba, y apuntándola hacia quién había pronunciado su nombre.

No le fue posible ver su rostro, que se encontraba cubierto por una capucha azul marino con remates dorados y plateados.

Una capa se unía a la susodicha capucha, cubriéndole la espalda. Llevaba una túnica de un blanco nuclear, que casi cegaba a Tsukasa. La túnica estaba acordonada por unos pendones, también del color del oro, y botones del mismo color.

Se acercó a Tsukasa, lentamente, con las manos en alto.

Tsukasa, en cambio, retrocedió, aún sujetando la pistola, aunque temblando.

"Si te acercas más, di-disparo." quiso añadir su 'falta de miedo', pero no fue capaz.

El encapuchado se detuvo, y con la misma parsimonia que había demostrado anteriormente, se quitó la tela que cubría sus facciones, revelándolas al brillante sol del verano.

"Pa-Padre?" tartamudeó Tsukasa. "Saliste del palacio? No es segur-"
Kaito se abalanzó sobre él, cogiéndole del cuello de la camisa, y le abofeteó.

"Mocoso malcriado... quién te enseñó a comportarte así?" le gritó.

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