·Página Cuatro - Capítulo Nueve - Ena Shinonome Hitachiin·
Ena se revolvía en su cama, leyendo y releyendo los mensajes con Mizuki, alegrándose de tenerla a su lado.
Como, según su hermano, 'cualquier adolescente enamorada, idealizaba a su persona amada', en este caso, la pelirrosa princesa de Satralis.
Suspiró, extasiada.
Ojalá pudiese escapar de aquí... de mi padre, de mis obligaciones- de que no puedo hacer nada bien, de todo- ojalá pudiese dejarlo todo atrás, y fugarme con Mizuki...
Siguió fantaseando con su tan ansiada libertad durante varios minutos. Se imaginó una casa, junto a la costa, donde ambas podían vivir juntas. Se imaginó un perro, uno marrón como su pelo, con dorados ojos bonachones que de alguna forma sonreían.
Se imaginó una vida idílica que llevaría junto a Mizuki, una vida de la cual disfrutaría cada instante.
Mas, sabía, y demasiado bien, que sus sueños eran imposibles.
Para empezar, somos dos chicas... y la gente- una de las tantas cosas que detestaba la humanidad: la homosexualidad. Y no solo eso. Somos dos personas presentes en la vida de dos países enteros. No podríamos desaparecer sin más.
"Enanan y sus pensamientos profundos... nunca cambias, y nunca dejas de- preocuparte por todo? No sé como definirlo..." un leve suspiro siguió la frase, la cual Ena se tomó a crítica.
"Porfavor, Akito, si no sabes de lo que hablas, te callas." cortó la conversación, tajante.
Akito sonrió.
"Siento tener que decírtelo, pero otros tenemos esos mismos 'problemillas', y no eres solo tú." sonrió, su ojos en blanco. En fin, pareciendo un idiota, para variar. "Yo también quisiera escaparme de aquí con Toya. Quisiera vivir con él, solos. Quisiera poder vivir una vida idealizada que me monté en mi cabeza, pero no puedo."
Ena pareció entre asombrada y asustada.
"Como demonios sab-" se dió cuenta de lo que había pasado. "Hablé en alto de nuevo, no, Akito?"
Unas risas, nada más.
Akito se despidió, y marchó.
Ena se levantó de la cama, sentándose en cambio sobre ella.
"Y qué hago ahora...?"
Hablaba en alto frecuentemente, para oír una voz humana, aunque fuese la suya. Solo que eso solía acabar perjudicándola, ya que hablaba en alto sin darse cuenta.
Una de las razones por las que Akito era el único al que le permitía entrar en su habitación, para no desvelar el hecho de que estaba en una relación homosexual. Dudaba que a sus padres les hiciera demasiada gracia.
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