·Página Cuatro - Capítulo Dos - Rui Kamui Megurine·


Rui se acercó al holograma, e hizo como si lo besara.

Ni él ni Tsukasa notaron nada tangible, realmente, pero sí que sintieron el simbolismo que podía cargar la acción.

"Tsukasa... lo siento, era solo una idea, haz lo que creas conveniente. Pero, porfavor, por lo que más quieras, es urgente, y necesito que vengas, esta noche, sí o sí, a Salzberg... a mi casa de Verano. No debería haber nadie, y si los hay, les diré que les necesitamos en palacio, y que vayan inmediatamente."
Tsukasa empezó a saltar, aparentemente empezando a emocionarse por por fin poder ver a Rui otra vez. Este, sin embargo, se sentía contento tan solo con ver a Tsukasa feliz.

"Pues entonces, ya encontraré la forma de salir de aquí. Te veo esta noche, pues, en Salzberg, no?" Tsukasa mostró una sonrisa seductora, y Rui empezó a sentir como algo se le erguía.

"Sí, sí, hasta luego!" colgó, sin darle a Tsukasa la oportunidad de despedirse.

Miró su entrepierna, y sintió vergüenza ante el bulto que ahora allí había.

"Maldita sea, Tsukasa porqué tienes que resulatrme tan atractivo?" masculló, y cerró los ojos.

Rápidamente, se durmió, exhausto por todo el ajetreo del día.

Se encontró, tumbado, a medio vestir, en una plazuela, sobre un banco. Miró a su alrededor, pero no vió nada. O, más bien, no vió que quedara nada. Dudó entre si levantarse, o quedarse allí y morir.

Las ruinas del gran palacio se erguían, tratando de mantener su antigua figura imponente y aterradora. Las partes de madera que quedaban seguían en llamas, destruyendo los edificios y pabellones palaciegos minuto a minuto, metro a metro. El suelo de los pisos superiores se caía a pedazos, solo para caer en las llamas y ser consumido.

El resto de la ciudad estaba igual, excepto que también estaba plagado de cuerpos. Cuerpos de personas que no se movían, tanto infantes como ancianos, todos agolpados en las calles.

Rui se levantó, y empezó a recorrer las calles, en busca de alguien. Aún se oía alguna alarma de bombardeos aéreos en la distancia, pero mientras las bombas iban cayendo por esa zona, silenciándolas poco a poco.

Veía que, además de bombas, también la gente se había matado entre sí. La mayoría mostraban señales de haber sido disparados, probablemente por un regimiento de soldados que habría pasado por allí, eliminando a los moribundos y salvándolos de sufrir más.

Rui buscó una callejuela vacía, y empezó a tener arcadas. Los flujos gastrointestinales se agruparon en su boca, poniéndose de acuerdo para salir por su boca cada vez que caía una nueva bomba, creando más caos y más muerte.

Un solo pensamiento vino a la mente de Rui.

Y Tsukasa...?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top