·Página Cinco - Capítulo Seis - Emu Otori·


Frente a ella, una silla.

Una silla azul marina, de una tela parecida al terciopelo.

Una silla ocupada por una persona que miraba a la pared, sin girarse aún hacia Emu.

"Ma-madame Shiraishi?" preguntó Emu, sintiéndose, por una vez en su vida, asustada. "Acaso es tan mala mi idea...?" trató de bromear, pero no obtuvo respuesta.

Sin saber qué hacer, miró a su alrededor, estudiando el despacho que se le estaba destinado en algún momento.

A diferencia de los hiper-iluminados y decorados, con plantas, y maderas de ébano, y otras maderas nobles, inmensos pasillos de afuera, este despacho, a parte de inmenso, no tenía nada que ver.

Era oscuro, con paneles de madera de teca, y un zócalo de madera púramente negra, esculpida con figuras vegetales como flores, y diversos animales fantásticos.

La sala apenas estaba iluminada por algunas velas posadas en candelabros adheridos a la pared, de un metal oscuro, que Emu, a pesar de haber pasado días enteros seguidos en el despacho, seguía sin saber exactamente qué era el material.

Una alfombra túpida, oscura, cubría la parte del suelo que había bajo el escritorio y su alrededor.

No había ventanas, o las rendijas que tanto ayudaban a la pelirrosa. La única vía de escape era la puerta.
En ese momento, la silla empezó a tornarse hacia Emu.

Una mujer bellísima lo ocupaba.

Su largo y negro cabello salía ondeante de un sombrero de ala ancha azul cían que lo cubría, junto a un lazo de tartán de azules-verdosos.

Sus ojos de color ámbar relucían en la habitación oscura, destacando entre la penumbra en la que se encontraban sumidos.

Su cuerpo, delgado y esbelto, se encontraba posado cómodamente en la silla, con una pierna cruzada sobre la otra, y un cigarrillo aún humeante sostenido en la mano izquierda.

Sus labios, carnosos y de un color melocotón, se torcían en una mueca entre el asco y la frustración.

"Por el amor de Kish, Emu..." murmuró, con una voz rasposa para alguien tan joven. "Acaso no puedo ni acabar un puto cigarrillo de mierda sin que vengas a mí con una nueva estupidez?"

Emu se revolvió, tensa.

"Lo siento mucho, Madame Shiraishi..." se disculpó, su voz, habitualmente clara y alta, ahora un mero susurro. "Pero... qué le parece el concepto de los gatos bomba...?"

"Hacer que seres inocentes mueran, pero acaben con los asesinos de Azusawa...?" Madame Shiraishi sonrió siniestramente. "Me encanta, Emu..." 

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