Mi señor
KING OF MINE
Para Kim...
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Acostumbrarse a la vida en medio de aquel aire refrescante no podía ser tan difícil... Desde que llegó dos días atrás, se había ubicado en los recorridos de las zonas aledañas y en los de su propia casa. Y con ello se había sorprendido de lo muy distantes que pueden localizarse los implementos más elementales y como su amada diosa se había sometido a tales labores durante ese tiempo en el que no estuvo a su lado.
No dejaba de sentirse extraño cuando al tomarla de las manos, las mismas que tanto había besado y acariciado antes, al tacto tan tersas y lizas, ahora parecían carrasposas y dañadas. La evolución que había tenido era abrumadora, no podía dejar que ella se desempeñara en ese tipo de labores más que él, no solo por el mandato a su hombría, sino por la propia salud de su amada, que, con aquel vientre a cuestas, le mostró la lejanía del pozo, el aserradero de leña, el molino... Y, por si fuera poco, las mil y una semillas, que debía sembrar para cultivar antes del invierno.
Anteriormente la había encontrado desyerbando el lugar, para la realización del arado, en lo que ahora, veía por fin la oportunidad de trabajar. Y es que nunca había hecho algo como eso en su vida... pero debía asumir su papel, aquel que esperaba que se le trajera servido ya no existía. Si quería comer debería hacer las cosas por sí mismo.
Pensaba en el recorrido mientras subían del aserradero con los trozos de leña, cortados en el mismo lugar, Stacia no poseía un hacha para hacerlo ella misma, situación que tendrían que solucionar.
—¿En verdad no necesitas que te ayude?... —lo mirada divertida, mientras su marido, sostenía contra su pecho y bajo sus brazos hasta el último trozo que cortaron.
—Tranquila mi diosa... —sonrío tratando de parecer tranquilo, cuando en realidad, unas cuantas astillas se habían incrustado en las yemas de sus dedos y pequeños picos salientes de los troncos, chocaban contra sus costillas.
Pero quería transmitirle confianza... era lo más importante, que notara... que pasara lo que pasara... no estaba sola, ni desamparada. Sus pensamientos de camuflaban con el hecho de buscar su lugar de pertenencia y lo entendía, si no ponía de su parte por entender todo lo más pronto posible, terminaría por ser un estorbo para ella.
La noche esta por caer, con lo que los colores del cielo cambiaban a matices rosas y naranjas, mientras más lejanos, más profundos, por lo que el antiguo rey detuvo el paso, observando el horizonte.
—¿Ya ves que si necesitas mi ayuda? —llegó a pararse frente a él, su amada, pero más fue su sorpresa, al verlo soltar todos los troncos al suelo. —¿Eh?...
—Antes que diga nada, mi diosa, cierre los ojos. —sonrió, demostrándole que no había nada por qué preocuparse.
—Oh mo... ya vas a empezar con tus cosas...
—Mis cosas que son sus cosas también, vamos... cierre los ojos.
—Está bien... —sonrió, mostrándole la complicidad acostumbrada.
—Ahora voy a moverla... no se espante. —la tomó por los hombros y la giró despacio, quedando sosteniéndola por las pequeñas articulaciones entre brazos y clavícula, que tanto adoraba de ella.
—¿Ya?...
—Ya... —le susurró al oído, casi al instante en que los ojos ambarinos se abrieron en temblores de emoción. ¿Cuántas veces había subido por la misma colina?... Y nunca había notado tal majestuosidad... los colores que parecían danzar sobre sus cabezas la maravillaron al punto de aguarle los ojos. Sólo con él... pudo sentirse finalmente relajada para apreciar el nuevo mundo que la rodeaba.
—Ali...
—¿No es hermoso?... —bajó sus manos de los pequeños hombros de su amada, a rodearla con el izquierdo sobre el pecho y el derecho sobre su vientre, envolviéndola contra él, en medio de las oleadas pequeñas ventiscas que empezaban en el campo.
—¿Puedes creer que nunca me había percatado?... —posó sus manos sobre los agarres de él sobre sí. Para buscar su rostro, volteando ligeramente la cabeza, encontrándolo justo al lado del suyo. —Es como... si con tu llegada... todo hubiera adquirido un nuevo color... El pasto es más verde, la leña es más pulcra y el sol...
—El sol nunca cambió... —respondió suave. —¿Cómo podría desear el sol cambiar?... Si el atardecer representa su color... mi diosa. —Hundió su nariz en los cabellos de su esposa.
—No me huelas... —contradijo sus intenciones abrumada.
—Me encanta tu olor Stacia... —dijo al empezar dejándose llevar por la situación, misma que los condujo a buscarse en los labios del otro, beso que terminó por hacerla voltear hacia él, pero que terminó al sentir la dificultad por parte de ambos para acercarse completamente, por el evidente avance de la espera de su hija. Al acabar el beso, el antiguo rey le colocó ambas manos sobre los lados del vientre, ya le había acariciado y besado antes... pero... era la primera vez que lo tenía tan cerca despertando su curiosidad.
—Ali... —la vergüenza no podía faltar en el estado anímico de la diosa, quien se pasó un mechón tras la oreja, sin saber más que decir.
—Mi diosa... quiero que me deje verla... —pronunció suave pero audible y contundente.
—¿Cómo?... ¿Verme?... —no comprendía... o más bien no quería darle sentido a sus palabras.
—Es decir... no quiero sentirme ajeno... quiero compartir todo esto con usted... quiero ver lo hermosa que es su maternidad.
—¿Qué?... no... —se sintió invadida por unos segundos, por lo que se volteó, dejándolo expectante, para luego perder las esperanzas de ver aceptadas sus peticiones.
—Era solo un deseo, mi diosa... no es una obligación y yo estoy consciente que a estas alturas puede resultarle incómodo... por favor pierda cuidado. —se agachó para empezar a recoger los troncos.
—No es eso, solo... déjame hacerme a la idea... porque... el cuerpo... que una vez viste... —tomó las orillas de su vestido, sin notarlo y las apretó. Al notarlo, Alistair se levantó rápido, dejando los troncos de lado y llegando hasta ella, parecía que estaba por abrazarla, cuando se improvisto cayó arrodillado contra su abdomen.
—Lo sé, mi diosa... —cerró los ojos al hablar, al apoyar la cabeza contra su vientre. —¿Cómo podría molestarme por algo así... Cuándo a la que lleva dentro suyo, es mi hija? El capullo de nuestra unión y esperanza...
Mientras lo escuchaba, empezó a agacharse poco a poco, hasta quedar a su altura de rodillas, para perderse nuevamente entre sus brazos y sus labios.
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Esa noche la observó despojarse de la última prenda y él con ella... se besaron como nunca antes, por un largo periodo de la noche.
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El sol quemaba su espalda desnuda, rastros de sudor por su rostro que por momentos parecían evaporarse antes de continuar con su trayecto y en otros simplemente eran borrados por su antebrazo, dejando rastros de suciedad debido al trabajo que realizaba en esos instantes, mantenía los pies descalzos y el pantalón doblado por sobre sus rodillas, cada golpe a la tierra provocaba a cada músculo de su cuerpo mostrarse, y a pesar del barro esparcido por todos lados, era posible notar cada marca que los azotes habían dejado en su espalda, y algo más, rastros de su recién perfeccionada habilidad para ocultar sus alas, símbolo en un momento de penurias y pérdida de su ser, ahora muestra del amor divino de su diosa, sin embargo, no era posible para él olvidar que una de ellas permanecía aún manchada con el frío color de la noche...
Detuvo su labor para contemplar el ardiente sol de esa calurosa tarde de verano, con su brazo trataba de cubrir en algo el brillo para seguir mirándolo, su ligera camisa cubría su cabello con el fin de protegerlo, había decidido hace unas horas que era mejor cubrir su cabeza que sus hombros, pero en esos breves momentos de descanso que se permitía, se preguntaba si había sido la mejor opción, sus hombros ardían, su piel blanca tostada ahora parecía enrojecer, estaba seguro que por la noche eso le dolería... se encontraba perdido en sus pensamientos cuando la escuchó...
—Ali, Ali... —Su bella diosa se acercaba con un enorme vaso con limonada fresca, sonriéndole y mostrando bajo el simple vestido claro su crecido vientre, antes de responder a su llamado, le fue imposible no pensar que no era digno de esa felicidad al verla...
—Ali, por los dioses, esto te dolerá, ¿por qué te has expuesto así a este abrazador calor? —sus manos aun sosteniendo el vaso se pegaron a su pecho, para estirar una de ellas hasta acariciar con cuidado la mejilla del que una vez había sido coronado como rey de Overworld, mas en ese instante, no era más que sólo un campesino y la pequeña punzada de culpa al ver a su divinidad enfrentada a esta vida se volvía con el paso de esos pocos días más abrumante... Pero su egoísta corazón saltaba en alegría de verla a su lado...
—Esto... —apuntando con la mirada sus enrojecidas zonas —no es nada mi diosa, mañana ni se sentirán —volvió sus ojos a los de Stacia con una sonrisa despreocupada que provocó que la mirada miel de ella se emocionara....
—Stacia, en serio no duele... —se inquietó al pensar que algo estuviera perturbando a la diosa.
—Ali... —le entregó para que sostuviera el vaso que llevaba y tomó su rostro con ambas palmas, obligándole a mirar sus ojos —es sólo que no puedo sentirme más feliz de tenerte aquí... con nosotras —Fue su turno de quebrarse, el burbujeante sentimiento de ser feliz inundaba su pecho, no importando sí tenía algo más que ofrecer que no fuera sólo su amor y compañía...
—Te amo Stacia... —el dorso de su mano rozó suavemente la mejilla de la diosa y viajó hasta su vientre que se encontraba lleno como una media luna en noches de cielo limpio y puro, sus pies embarrados y sus mismas manos le hacían sentir que cada vez que la tocara provocaría ensuciarla, por lo que cerrando su puño e imponiéndose un control que a estas alturas y ante los hechos recientes le costaba mantener... —estoy todo embarrado... —ella soltó una risa ligera que flotó en el aire posándose en los oídos de él, quien levantando su rostro se fue contagiando de su humor, ambos sonrientes, cual si el mundo no existiera, pero ese era su efecto sobre él, lo liberaba de sus pecados, devolviendo el pequeño niño enamorado de la niña de ojos color de la miel que lo encontraba en medio de dos reinos enemigos llevando consigo moras, sonrisas y felicidad...
—Vamos... termina aquí pronto para que no te conviertas en carboncillo...
—Que mi piel se vuelva negra no es un gran problema, mi diosa... —respondió con una sonrisa, mientras reservaba para si mismo, el verdadero significado de sus palabras.
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La noche llegó e inevitablemente las quemaduras dolían, o eso es lo que pensaba que era, el dolor lo había despertado, ardor profundo que necesitaba aliviar. Pero girarse y ver dormir con tanta calma a su diosa le daba la sensación analgésica que su cansado cuerpo, y también su alma, necesitaba, se separó de manera suave y silenciosa de su esposa, quien lo envolvía con su brazo y una de sus piernas enredada a la suya, sin mencionar su vientre el cual podía sentir a plenitud en su costilla, sonrío antes de levantarse, se acomodó en la orilla, empezando a sudar frío, el dolor solo se incrementaba, por lo que trató de tocar su espalda alta con su mano derecha, pero le fue imposible, al sentir emerger su ala negra y junto a ella los cuernos, por lo que llevando sus manos a su cabeza, aún era posible para él sentir sus protuberancias, eran mucho más pequeñas, pero no para él. —No he dejado de ser una bestia... —murmuró en voz baja, para cerrar los ojos y concentrarse, desapareciendo así, su ala oscura.
Se levantó, caminando hasta el pequeño recipiente con agua, con ambas manos sosteniendo su cansada existencia, miró el reflejo de su rostro en el cristalino líquido, cerró los ojos y al volver a ver, por un instante creyó divisar un espeso tono carmesí, se agitó asustado, casi cayendo sobre su espalda ante la pequeña visión, el olor metálico se coló en su nariz, obligándolo a restregarla para evitar seguir percibiéndolo, la noche dejaba colar la luz de la luna llena, se impuso serenidad y respiró, el olor ya no lo sentía y al acercarse para cerciorarse de su reflejo, notó que estaba normal, no había nada en él, suspiró cansado hablando en voz alta —¿Cuánto más...? —lágrimas gruesas se acumularon nublando su visión, tomando una pequeña tela para sumergirla en el agua y limpiar sus brazos y rostro. —No más...— repitiendo el proceso una y otra vez —Perdóname... —cada zona por la que pasaba se irritaba por la rudeza de sus movimientos —No las merezco, soy una bestia, un demonio... —Las lágrimas retenidas se le soltaron al recordar el haber despertado en aquella tina sangrienta, los recuerdos de las gotas espesas recorriéndolo, aún permanecían como fantasmas sobre su piel, que por más que raspaba era imposible de quitar.
—No Ali... basta... —el abrazo desde su espalda, con sus manos deteniendo el ritmo frenético de la tela en su piel lo hizo temblar... —no eres ni una bestia ni mucho menos un demonio, no hay nada que perdonar...
—Mi diosa... yo... lo soy... —su voz quebrada no la podía evitar, ¿cuánto más podría ocultar de ella su horroroso pecado? Se había jurado a si mismo mostrar fortaleza... pero... eso ya era insoportable.
—Ali... te amo, no me importa nada, sé que tú corazón guarda una pesada carga, y estoy aquí, para cargarla contigo... te amo — Ante sus ojos, su amado se dejó caer de rodillas al suelo, llorando amargamente en silencio, ¿cómo podría decirle lo que hizo?, pudo sentir que ella se arrodillaba a su lado, provocando que el volteara a mirarla, aún con sus ojos cuajados en lágrimas, pudo notar lo hermosa que era su diosa, lo bella que lucía en gestación, acunando la creación de nueva vida, parte de él, parte de ella, del profundo amor que se tenían, un sentimiento del cual se sentía indigno...
—No mi diosa, no se ponga de rodillas... yo no la merezco, a ninguna... —un beso calló en sus labios las palabras que le ahogaban.
—Creo tanto en ti Ali... —su voz, cual bálsamo calmando sus demonios internos... —Nada podría hacer que te deje de amar, no podrá hacerlo el tiempo, la vida misma... incluso la muerte, son nuestras almas las que se conectan a través del universo, aún si eso nos llevara donde nadie pudiese alcanzarnos jamás, iría ciegamente tras de ti... ¿sabes por qué? —sus palabras captaban su curiosidad aún en ese estado vulnerable que se había prometido no mostrar – Porque tú irías tras de mí del mismo modo...amándome como yo te amo...
Una suave brisa se coló por la ventana, encontrando su espalda y sus manos frente a su diosa, removiendo suavemente sus cabellos, tan sutil que no pareció siquiera percatarse del pequeño cambio, pero a los ojos de él, como si fuesen susurros supo que, aunque se sintiera culpable, podría descansar siempre en ella, tan fuerte, tan pura, limpiando su alma... y sonrió, mostrando a ella sus miedos, sus debilidades, pero también su profundo amor y confianza, jamás volvería a estar solo, aunque no pueda ver a nadie a su lado, en su corazón siempre estaría ella, cruzando los años y los tiempos...
Se limpió las lágrimas con los dedos y sonrió auténtico.
—¿Va a decirme que es lo que le preocupaba, mi señor?... —trató de animarlo, llamándole como solía hacerlo, pero no tuvo el efecto que esperaba, la mirada plata decayó un poco.
—No es necesario que me llames así... sabes que entre nosotros nunca ha habido ese tipo de jerarquías... y no hay nadie observando tampoco.
—El problema aquí... es que eres un hombre... —se cruzó de brazos divertida.
—¿Eh?... ¿Cuál es el problema con eso?... No me digas... que tú... —separó los labios aterrado. —¿Ya no te gustan los hombres?... —preguntó suave pero perturbado.
—¡Baka! No seas tonto... —negó con la cabeza para luego reír de sus ocurrencias, lo mismo que él, al ver que con su broma, había disipado la atmósfera dramática que él mismo había creado.
—¿Por qué lo dice, mi diosa?...
—Porque para los hombres... todos sus juguetitos son lo más importante... sus espaditas... sus catapultitas... —ante sus menciones, los ojos de perla, no dejaban de verla. —Sus coronas... —mencionó al final, haciéndole entender de qué hablaba.
—Stacia... —pareció molesto por el rumbo de la conversación.
—Escúchame... yo te vi convertirte en rey... luchar contra todo ese Clero que siempre te odio y luego me odió a mí... Y todo eso... lo hiciste siempre con una sonrisa... Porque te importaba tu pueblo... el reino...
—Ya nada de eso importa...
—No imagino lo duro... horrible que tuvo que haber sido... ser llevado a la plaza central... y... sufrir todo lo que sucedió ahí... de solo pensarlo... siento que el corazón podría partirse dentro de mi pecho...
—No te mortifiques por eso...
—Y es precisamente por eso que debemos hablarlo... al perder espadas... o coronas... puede que la ausencia de todo ese poder material... no deje ver más allá... —le tomó la mano, llevándola hasta un poco más arriba de uno de sus pechos, a sentir el palpitar de su corazón. —Ahora este será tu reino... —pronunció entre lágrimas que estaban por brotar.
—Stacia... —su rostro pareció arrugarse junto a su mano que se hizo puño sobre el corazón de su esposa. Para entonces atraerla y abrazarla contra su pecho, estrujándola contra él.
—Eres el rey de mi ser... Ali...
—Y tú mi reina... mi diosa... mi vida... —lo abrazo de igual manera, sintiéndolo temblar entre sollozos. Sabía desde que lo volvió a encontrar... que había algo... que le costaba decir... que por su manera de ser iba a sonreírle aunque por dentro estuviera quebrado, y finalmente había logrado conectar con ese rey... que perdido y solo, pareció tomarla de la mano.
—Stacia... cásate conmigo...
—Ali... ya lo estamos... —respondió, aún estrujada entre sus brazos.
—No... La diosa Stacia se casó con el príncipe Alistair... ahora... somos esto... Stacia y Alistair... simple... sencillo... maravilloso.
—Sí... me casaría mil veces contigo... —cerró los párpados para recibirlo en el beso que le propició. Su unión los hacía fuertes... los hacía felices... pero sobre todo... los hacía ellos mismos...
—Ven... —se levantó para ayudarla a ella a estar en pie.
—¿A dónde?... Pero si es más de media noche... —se dejó guiar por el pasillo que conducía de la recámara a la puerta de la entrada de la cabaña.
—Por eso creo es este es el momento propicio... —sonrió y se alejó unos cuantos pasos. —Solo dame un segundo... —inspiró y cerró los ojos para concentrarse. Al hacerlo, el par de alas de colores contrarios afloró en su espalda, mientras los ojos plata brillaron cual diamantes.
—¿Cómo?... —lo miró incrédula, para luego caminar la distancia que los separaba.
—Fue después de ese día... cuando me rescató mi diosa... —tomó una de sus manos y le besó nudillos. —Puedo controlarlo... aunque... miró de reojo su ala negra. —Aún hay ciertas partes que no...
—Para eso estoy yo aquí... —pasó suavemente la mano sobre el borde de la negra.
—Entonces... Vámonos...
—¿Vámonos...? —no terminó de salir de su sorpresa, cuando se sintió elevar sobre los brazos de su amado, al que se aferró del cuello con fuerza.
—¡No! ¡No Ali! ¡No!
Su grito quedó flotando en el pasto frente a su hogar.
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¡Hola! Jaja pues... cómo empiezo... ¡Feliz Cumpleaños querida Kim! Súper atrasado xDDD.
Pero con todo nuestro amor y admiración, viene este Fic colaboración, traído por Yosii_90 y yo Saku jaja.
La verdad que las ideas van y vienen y tras la plática que tuvimos ayer, finalmente salió esto. La idea casi entera es de Yosii xDD, yo solo metí mi cuchara por aquí y por allá xD.
Te lo dedicamos con nuestra alma ama Alistair xDDD y ama Stacia, osea ama AlisCia jajajaja, porque sabemos cuanto te encanta!!!
Y hasta tu idea de que volara con sus propias alas salió xDD.
GRACIAS POR TODO!! Por siempre ser tan linda y tan correcta!!
Feliz cumple atrasado, de nuevo xDD.
Yosii y Saku.
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