King Nothing
Un día brillante, tranquilo.
Como cualquier otro día bajo la sombra del árbol sagrado, rayos de luz entre las hojas de un perfecto almuerzo con té.
La hierba bajo las suelas de sus zapatos es suave, el corto camino de terracería dónde llevaba el carrito de té cargado con pequeñas golosinas y las tacitas.
Su Maestro Gowas sentado en la silla con los ojos cerrados, meditando.
Con cuidado coloca el plato base seguido de la taza de porcelana blanca con pequeñas decoraciones azules, repitiendo la misma acción de siempre. Tomó la humeante tetera entre sus manos con cuidado para después verter el líquido hasta casi llenar la taza.
–Aquí tiene –ofreció–: espero le agrade.
Acercó el té hasta las manos de Gowas, quien miraba en silencio prestando mucha atención en los movimientos del joven aprendiz.
Su semblante serio y recto cambio por uno más afable, incluso dibujando una leve sonrisa al percibir el aroma del té.
–Sabes tiene un aroma dulce, agradable a mis sentidos –tomo la taza, llevándolo hasta la altura de sus labios.
Dio un largo trago.
Zamas observó atento, esperando una respuesta positiva (como siempre) con una leve sonrisa pues nunca fallaba en esa labor.
–El té que ha sido preparado por un corazón puro, es cristalino y delicioso.
Como siempre, era bueno.
Inclinó la cabeza en señal de humildad, agradeciendo las palabras de su Maestro.
Si su Maestro le dedicaba tales palabras entonces era digno para poder sentarse y comer junto a él.
Era hora del almuerzo después de todo, los minutos que pasaban juntos tomando los sagrados alimentos, mientras recibía el sermón de siempre.
–El deber de un Kaiosama y un Supremo Kaioshin es crear.
Las palabras del mayor eran suaves murmullos de viento que Zamas no escuchaba ni escucharía, no comprendería nunca su significado.
–Nosotros no ideamos ni efectuamos los castigos –continuó, desviando la mirada hacia los verdes prados que rodeaban el árbol sagrado–. Espero puedas entenderlo.
Desde hacía ya muchos años atrás su joven discípulo había manifestado algunos comportamientos... erróneos sobre los mortales que habitaban su universo.
Pero Gowas sabia –o al menos creía– que Zamas gradualmente comprendería la verdadera labor de un Supremo Kaioshin.
–Entonces Maestro... –apretó los labios, las palabras salían con decepción de sus labios–: ¿usted quiere que ignoremos los errores de los mortales?
El mayor se levantó, invitándolo a caminar junto a él. Por respeto o por simple costumbre, dejaba que el Supremo Kaioshin caminara unos pasos adelante suyo.
Ambos seguían el sendero de terracería en silencio, tal vez creyendo que con unos minutos de reflexión silenciosa Zamas comprendería su cuestionamiento.
–No se trata de ignorarlos
Miraba con desgano la espalda levemente encorvada de su Maestro y la manera en la que se arrugaba cuando este caminaba ¿es que siempre estaría mirando? ¿qué sentido había en eso?
–Sino de observar y aconsejarlos.
Su deber era hacerlo entender su lugar, el trabajo que haría por cientos de años hasta que su cuerpo decaiga, así como lo hacía el propio y estaba seguro que ese joven shinjin lograría ser el adecuado Supremo Kaioshin del Universo 10.
–Eso es lo único que tenemos permitido hacer, para consumar un castigo solo existe un ser capaz –hizo una pausa, dándole algo de tensión al ambiente–: el dios de la destrucción.
Zamas levanto la mirada, interesado por las palabras de su Maestro.
Sin embargo aún era muy joven.
De pensamientos vírgenes, aun sin una pizca de maldad en el corazón; aún era libre de pecados, sirviendo a las encomiendas de un decrépito Kaioshin indulgente y ciego.
Cerró los ojos, deteniendo su andar.
Pensando en un quizás ¿y sí...?.
–Zamas.
Si hubiera abierto los ojos hubiera notado que su Maestro también se había detenido y lo miraba por encima del hombro. La mirada filosa, de esas que no admitían errores.
–Quiero que me pongas atención, necesito que entiendas tu lugar y aprendas más sobre los mortales.
Apretó los labios ¿cómo es que su Maestro podía pedirle tal cosa? Ya había aprendido todo sobre ellos.
Sus costumbres egoístas, sus doctrinas falsas, las culturas violentas, sociedad hechas en bases de mentiras y dolor.
–¿Me oíste? –levantó la voz al no recibir respuesta.
Su única respuesta fue un simple movimiento de cabeza junto a su vaga respuesta afirmativa.
Pero no cambiaría sus ideales de un segundo a otro.
No después de que a penas un segundo después aparecería el mortal que envenenaría el corazón del próximo Kaioshin.
I.
–¡Zamas!
Aunque grite su nombre, el joven aprendiz no lo escuchó.
Tan solo se dio la vuelta a tiempo para ver una de esas bestias (babariano) gruñendo y agitando un prehistórico mazo hacia ellos.
Y siente un extraño impulso, sin darse cuenta se pone frente a su Maestro pero aunque eso parecía un acto de protección no podría estar más equivocado.
Es cuando ese sucio mortal levanta el mazo amenazante y con claras intenciones de herir.
Pero Zamas siente adrenalina en las venas.
Con su ki logra hacerlo retroceder bruscamente haciendo que se estrelle contra el muro rocoso; el babariano ruge como la asquerosa bestia que es, violento y sin sentido.
Se levanta nuevamente para atacar.
Instintos primitivos, no tiene intelecto... Es solo un desperdicio.
Ya está harto.
No hay porque consentir a una especie tan...
Acumula el ki en su mano, esperando el momento en que la bestia intente embestirlo y aunque Gowas le pide que se detenga Zamas no puede escucharlo.
En su cabeza no hay nada.
No hay rabia.
No hay molestia.
Solo paz.
–¡Detente Zamas!
Pero ya es muy tarde.
Un corte limpio de arriba hacia abajo.
El enorme cuerpo del babarian se detuvo y un aullido de dolor se extiende por unos segundos más.
Una sensación de tranquilidad inundo su cuerpo, como si todo su rencor por los mortales hubiese encontrado un sosiego al asesinar a ese babarian... aunque no se sentía para nada a él mismo.
–Pero... Pero ¿qué has hecho?
La voz de su Maestro quien se mostraba sereno, recto, imparcial y siempre a la altura de la situación... estaba quebradiza, nunca espero que algo así ocurriera.
Entrando en un estado de shock cuando vio ambas partes del cuerpo caer en cámara lenta –al menos para él– salpicando su ropa con sangre.
Aunque Gowas no se percató de eso hasta que lo tomó del hombro con impotencia decidido a castigar a su discípulo.
Estaba decepcionado ¿¡cómo se le ocurrió a Zamas hacer eso?! Lo sacudió repetidas veces llamándolo mientras alzaba su brazo dispuesto a golpearlo para que pudiese sentir al menos una minúscula parte del dolor de una muerte.
Cuando por fin el ex Kaiosama del Norte pudo darle la cara a su Maestro, el rostro que revelo denotaba su shock.
Una verdadera sorpresa para ambos.
Zamas se atrevió, lo hizo.
Lo hice, pensaba para sí como si aquellas palabras solo sirvieran de consuelo ante sus actos.
Gowas por su parte, bajo el brazo con lentitud, el más joven notó el amago sin parpadear, todo él parecía ido.
Sus hermosos ojos plata miraban al vacío con las pupilas dilatadas, la boca entre abierta sin embargo su labio inferior temblaba.
Lo que pareció una eternidad fueron tan solo segundos.
Era la expresión horrorizada de su maestro contra la de Zamas.
Pronto se recompuso, mostrando seriedad.
No había pecado, no tenía por qué sentirse así.
Cambió el futuro para bien.
II.
Pétalos de framboyán rojizo revoloteaban por el aire.
Meciéndose con el viento, esparciéndose por todo el tempo y cubriendo algunas de las baldosas.
Zamas suspiro mientras empujaba el carrito en dirección a la cocina.
Mirando el cielo amarillento de medio día, el viento cálido y los pétalos que lo rodeaban o se estrellaban contra sus ropas.
La tranquilidad del planeta, con la naturaleza reinando sin intromisiones, solo con la perfecta marca de dioses.
–Su Excelencia Gowas...
Los mortales eran una enfermedad que sufrían los mundos.
Estaba seguro de poder encontrar una forma de hacer cambiar de parecer a su Maestro, que entendiese que la justicia (su justicia) era la mejor manera de regir al Universo.
–... Observar solamente está mal.
Pensaría en algo.
Se prometió a si mismo que lo haría.
Tenía que hacer algo contra los pecados de los mortales.
III.
Estaba sentado, bebiendo té.
Mirando con asombro lo que ese sucio mortal hacía.
¿Por qué podía manejar a su gusto el ki de los dioses?
Cada vez sentía más y más repudio hacía Son Goku.
No podía aceptarlo.
No comprendía porque su Maestro se veía tan animado viendo esos combates sin sentido, en especial al ver como esos dioses de la destrucción depositaban toda su confianza en los mortales que estaban simplemente peleando un premio que iba más allá de su entendimiento.
Las Súper Esferas del Dragón.
Mientras veía como Son Goku le daba la paliza de su vida al sicario del Universo 6, su mente estaba maquilando lo que sería un preludio al plan cero mortales.
Sí, deseaba poder.
Deseaba someter a cualquier maldito mortal con su magnificencia pero...
Entrecerró los ojos, mordiéndose el labio cuando la cámara enfocó los bíceps del sayayin escuchando las estupideces del comentarista que solo estaba adulando de forma muy conveniente el verdadero poder y fuerza de Goku.
Al desviar la mirado también notó la fascinación de Gowas hacia el mortal.
Apretó los dientes, lo odiaba.
Su corazón duro como oro, brillante claro, pero era solo eso.
Hermoso a la vista pero lleno de rencor y maldad.
Por eso bebió un té amargo, insatisfecho.
No había nada que pudiera calmar el fuego de su interior ahora.
IV.
–... tienen entre una y siete figuras en forma de estrellas color rojo las cuales...
Lanzó un ataque de advertencia al inexistente cuello del sabio, Zunoh temblaba de miedo pues ya sabía de lo que era capaz alguien que expedía un céfiro violento el cuál percibió desde que forzó la entrada y golpeo a sus asistentes.
–Para tu información pertenezco al clan de los Kaio –lo miro con desprecio, no estaba de humor para los juegos del sabio–: así que si lo deseo puedo aniquilar a cualquiera en un instante.
Era la primera vez que amenazaba a alguien.
Asesinar.
Un retorcido sentimiento nació desde lo más profundo de su ser. Sí, deseaba matar a ese mortal, creía que podía burlarse de él con su palabrería enredada y lingüística absurda diseñada para confundir las mentes débiles de otros mortales tan ingenuos como el mismo Zunoh.
–Pe-pero usted me pidió to-todos mis conocimientos acerca de las Súper Esferas –tartamudeó, nunca antes había tratado con un Kaio y aún menos con uno tan agresivo.
–¡No seas estúpido! Yo me refería a su uso –un golpe de aura directo a su enorme cabeza o apuñalarle el cuerpo ¿cuál sería su final?
–¿Cómo... Cómo utilizarlas? –trago duro, abanicándose con una mano–. Bu-bueno sí es así primero se reúnen las 7 esferas de los deseos que han sido entre el universo 6 y 7 tal y como lo mencioné, de esta forma como lo mencionan los dioses se hace esta invocación –alzo ambos brazos regordetes y con un grandiculente tono habló–. "Sal de ahí dios de los dragones no seas malo y concédeme mi deseo, Chonmage."
–¿Debo decir Chonmage? –lucía desconcertado, calmando un poco sus ansías de muerte.
–Así es, Chonmage sip –réplica rápidamente, ya no quiere tener cerca a ese demente.
Zamas gruñe, sabe que ahí no ha acabado su "plática".
Zunoh vuelve alzar los brazos.
–Y después el Dios Dragón aparecerá frente a usted y le cumplirá cualquier deseo que pida al finalizar cada una de las esferas se volverá a repartir por cada rincón de los dos universos y esperarán a otra alma con un deseo sin cumplir.
–¿Y en donde encuentro esas orbes mágicas?
–Esas fueron todas sus preguntas –dice con firmeza, es un invitado indeseado y sabe que no debe pasar más tiempo en su presencia.
El aprendiz de Kaioshin lo toma del cuello con una mano y la otra lo amenaza con su cuchilla de ki, pensando en que tal vez Zunoh tenga más ganas de hablar si le corta alguna extremidad.
Pero detiene esa línea de pensamientos.
No es él.
Con amenazarlo un poco basta.
–Ya me harte de tu actitud –escupe con molestia, afianzando su agarre.
–E-es que aún no puede utilizarlas hace poco alguien hizo uso de ellas y se han vuelto oscuras y perdieron prácticamente todo su poder.
–¿Cuánto tiempo tardan en volverse útiles? –su paciencia estaba llegando al límite, teniendo que rebajarse y hablar con un mortal.
–El tiempo que vive una cucaracha.
Zamas acerca más su mano en amenaza, otro truco con palabras y no vivirá para contarlo.
–Como... Como... Como en un año entero –casi se está orinando encima
–¿Un año entero dijiste?
–Yo le recomendaría... ser paciente –esta vez lo dice sin afán de ofender o hacerlo enojar (si es que era posible) aún más, pues bien sabe que no puede hacer nada más que esperar.
Zamas lo suelta, gruñendo con molestia para poder retomar su compostura carraspeando.
–Quiero saber dónde está cada esfera.
Zunoh se balancea hacia adelante de su asiento con un semblante de pánico que pronto se vuelve sorpresa, los cambios tan repentinos y absurdos le irritan. Especialmente por como abre los ojos parpadeando incrédulo.
–¿¡Cómo dijo?!
–Y también quiero –desvía un poco la mirada, un dios preguntando por un mortal era un mal chiste–; que me digas todo lo que sabes acerca sobre un hombre llamado Son Goku.
El sabio ya no puede esconder más sus volátiles emociones, en especial después de esa revelación.
–¿¡Son Goku?!
Zamas frunce el ceño, está a punto de perder la paciencia.
V.
El futuro es un Infierno.
La vista deprimente, los edificios destruidos y el cielo gris.
Aunque claro, nada le parece más retorcido y enfermo que el cuerpo de su rival bañado en un aura rosa púrpura, expidiendo violencia pura; su deseo de poder y pelea eran distintos al que poseía Kakaroto.
Goku Black nació de un deseo egoísta y sádico, la oscuridad de su corazón devoró todo a su alrededor.
Y este era el resultado.
Estaba herido frente a su hijo y ante su rival, la patada de Black lo dejo de rodillas pero esa transformación le lleno de un sabor amargo la boca, aun peor que el de su sangre y bilis subiendo por su garganta.
Asqueado mientras escuchaba como se regocijaba de sí mismo en una escena que parecía más de celos y envidia hacía el estúpido de Kakaroto, parecía que Black deseara superar el poder del sayayin de la Tierra a cualquier costo.
–Goku deberías alegrarte a través de mi ser alcanzaras la cima de la magnificencia –los miraba desde el cielo, eran tan solo manchas que debían ser borradas de la tierra.
Demostraba su magnificencia, se volvió arrogante no es que hubiera nada (ni nadie) por encima de él, solo había mortales asquerosos que fueron erradicados y próximamente también se desharía de esos sayayines también.
Sin embargo ninguno parecía entender que su mísera existencia acababa ahí, en especial Son Goku y esa mirada confundida.
–¿De qué hablas? No entiendo nada de lo que estás diciendo –su expresión era un deleite, no podía esperar a ver el dolor y el sufrimiento.
–Que se puede esperar de un mortal –uno con el que estaban obsesionados–; solo puedo decirte que la grandeza de mis palabras esta fuera de tu entendimiento.
Apretó su puño, peleó con incontables guerreros a lo largo de su travesía por limpiar los Universos y especialmente la Tierra estaba siendo un problema pues ya era un año entero lo que llevaban peleando contra Trunks, al principio lo que le pareció un divertido reto ahora se volvió una carrera contra reloj y era tiempo de terminar con la repugnante vida del medio sayayin y su padre.
–Todas mis ambiciones, mi perfección –continuó, sí, sí, todo lo hizo por él–. Así es... Todo lo que conforma este ser ¡es absolutamente divino!
Vegeta chirrío los dientes, no podía creer que semejante trastornado tuviese el mismo rostro que Kakaroto y se estuviera proclamando "la perfección".
–No lo sé –Goku parecía pensárselo un poco, haciendo una mueca con la boca al encontrar su respuesta–. Me suena a que está loco de remate.
–¿¡Oye Black con quién diablos hablas?!
Se puso de pie, puede que el imbécil de Kakaroto no entendiera el trasfondo ni el tono de voz que usaba Black cuándo le hablaba a él, pero por la rápida mirada que le dio a su hijo pudo notar que no era el único incómodo entre la "conversación" de Goku Black y el sayayin de ropas anaranjadas.
No le gustaba para nada como se expresaba, en particular con ese tono engreído que ocultaba algo.
–Gracias al aperitivo me he vuelto más fuerte es hora de deleitarme con el plato principal –Black se relamió los labios, con la mirada fija en Goku–; y así poder ascender a un nuevo horizonte.
No tenía ni la más mínima idea sobre lo que "un nuevo horizonte significaba" pero estaba claro que no era nada bueno.
En especial cuando a media batalla el famoso Zamas hizo su aparición.
Vegeta nunca había sentido tanta repulsión; ¿o sí lo hizo? Lánguidos recuerdos sobre su infancia y parte de su adolescencia en el ejército de Freezer asaltaron su cabeza cuando lo escuchó hablar.
–Ya fue suficiente.
Aunque sus palabras eran duras, su tono no lo era en absoluto, claro que estaba regañando a Black.
Pero era más como un jugueteo enfermo entre ambos, el príncipe herido y sangrante intentaba razonar por lo crítica que era la situación –¡maldita sea! Esa sabandija enferma lo llamo aperitivo minutos atrás– pero no podía si el Kaio seguía hablando.
–No voy a permitir que sigas haciendo lo que te plazca.
Pero Black sonreía, inclusive detuvo su ataque viendo a Zamas acercársele a Kakaroto quien seguía intentando levantarse a pesar del dolor.
–Teníamos un trato –frunció el ceño, no era un pacificador, era otro verdugo–: sería yo quien acabe contigo.
VI.
Zamas tomaba una ducha.
Había estado distante y molesto cuando los tres sayayines regresaron al pasado, no había un culpable claro, pero el resentimiento y la ira seguían presentes.
Lo que resto de la tarde había sido un sepulcral silencio; hizo té para ambos, estuvo leyendo afuera a pesar de las nubes grises que avisaban de una fuerte lluvia y unos minutos atrás le informo con frialdad que se daría un baño.
El Zamas que habitaba el cuerpo de Son Goku estaba sentado en el sofá de la sala, no consideraba una rabieta como algo "divino".
Pero justo ahora, no podía clasificar sus emociones sin que cayeran en la categoría de "rabieta".
Trunks fue una piedra en el zapato.
Vegeta en cambio le pareció un verdadero estorbo.
Tenía un buen nivel como dijo antes, pero sabía que era más fuerte que ese príncipe sayayin. Ya había aprendido todos los trucos y necesidades que le exigía su cuerpo pero esto... Era algo inaudito.
Gruñó.
Vegeta era volátil, para nada entendía cómo alguien así guardaba un tesoro.
Bebió el té que le preparo su alma gemela, sabia terrible, insípido y estaba frío por las horas que paso afuera.
Pero no tenía ni la más mínima importancia.
Su mente solo tenía la figura golpeada y sangrante de Son Goku.
Humillado.
Solo un golpe para destruirlo.
Sentía el llamado.
Cerró los ojos, dando un largo trago al té.
Suspiró con pesadez.
Zamas siempre se encargaba de eso sin embargo ahora estaban... distantes, Son Goku era un tema por el cuál aun discutían. Nunca nada serio, sabía que su otro yo era racional y después se reencontrarían.
Disculpándose uno con el otro.
Pero ahora...
Apretó la mandíbula, tocando su miembro por sobre la ropa.
En su cabeza solo sonaba los gemidos de dolor del sayayin, gritos de agonía y sufrimiento como una sinfonía.
Los huesos crujiendo, la sangre derramada.
Pero no quería asesinarlo.
Quería hacerlo sufrir.
–Ngh...
Metió una mano para tomar su pene, sintiendo como estaba duro con solo esos pensamientos.
Dándose unas suaves caricias.
La excitación.
El dolor.
El placer.
La divinidad.
Zamas jadeo, pensando en cómo deseaba a Goku. En como tenía una necesidad que le parecía insaciable.
Su justicia no tenía sentido si el más grande pecador no estaba ahí para recibir su castigo; aunque esa era solo una idea que nunca le compartió al otro Zamas, no podía dejarle saber eso, se suponía que sabían todo acerca uno del otro.
Pero el falso sayayin tenía una preferencia por Goku, era para él solamente.
Amaba a Zamas del futuro.
Lo amaba, todos sus actos demostraban su fiel afecto hacia la causa.
Las intensas noches de pasión entre ellos.
Todas las muertes que provocaron juntos.
Había amor ahí.
Una mano no es suficiente.
Furioso, rompe la taza.
El líquido cae en la mesita de madera y los trozos de cerámica barata se esparcen por todos lados, se promete limpiarlos al acabar.
Pero esto no lo detiene.
Exhala por la nariz con fuerza.
Esta jadeando el nombre del pecador, sí, un dios pidiendo por Son Goku.
Deja de bombear y juega con sus testículos, manoseándose sin pena alguna, las yemas de sus dedos frotan sus bolas peludas como si fuera una pelota anti estrés.
–Ah...
Cierra la mano libre, incrustándose algunos pedazos de cerámica.
No es como si le importara.
Su mente está en otro lado, el dolor no es nada.
En un principio lo hacía solo pero al ver como Zamas aceptaba este cuerpo, sus necesidades se volvieron algo de dos.
De nuevo toma su verga y la sostiene desde la base para después subirla hasta el glande, frotándolo con movimientos circulares, notando como el pre semen le mancha los dedos, una agradable sensación de electricidad le recorre el cuerpo.
Volvió a bombear, gimiendo el nombre del único mortal que lo hizo sentir libre.
–Son Goku...
La presión en su ingle le abrumaba estaba a punto de eyacular, segundos después sus músculos se tensan y...
–¡Mmh~!
Ha manchado sus manos y su ropa con semen, pensando en todo lo que desearía hacerle al cuerpo del sayayin.
Su respiración es lenta y pesada, deja caer su espalda en el cómodo cojín del sofá.
Ni siquiera notó que estaba sudando.
–¿Acabaste?
Cuestiona el Kaio mirándolo con ojos acusadores desde el pasillo, tenía el cabello mojado aún pero estaba vestido con sus ropas de siempre.
–Sí –respondió con naturalidad.
–Entonces limpia tu desastre.
Se da media vuelta y sin hacer ningún ruido volvió a su dormitorio.
Originalmente solo bebería un poco de té pero se había quedado viendo toda la escena.
¿Es que a Zamas ya no le bastaba?
Son almas gemelas.
Esperaba que recordará eso cuando tuvieran un segundo encuentro con ese despreciable sayayin.
VII.
Era de madrugada y ambos estaban acostados, sin dormir pero con los ojos cerrados –al menos Black– y la respiración lenta, en calma.
Juntos.
Zamas –quién recostó su cabeza contra el pecho del falso sayayin– miraba el techo de la cabaña, horas atrás se reconcilió con su otra mitad; siempre juntos, siempre pensando lo mismo, siempre una misma esencia.
Sin embargo había una espinita que no lo dejaba descansar.
Son Goku.
Ese asqueroso mortal que habitaba los más profundos deseos y pensamientos de su par, desde un principio lo supo, no hubo mentiras en la relación de ambos Zamas por eso lo sabía.
Recuerda perfectamente sus palabras.
Fue un día lluvioso en un planeta muy lejos de la tierra, el clima feroz los obligo a refugiarse cerca de unos peñascos y aunque él decidió continuar (le echó en cara como es que la inmortalidad era un mejor deseo) ver como Zamas se negaba en silencio a seguir decidió quedarse a su lado también.
La torrencial lluvia de carbonos y otros elementos que al contacto con la piel era una sensación de fuego; los mortales que residían en ese planeta eran similares a los babarianos –inútiles, toscos, violentos– con la única diferencia que evolucionaron su cuerpo el cual ahora más que escamas era una piel de roca a la cuál no le afectaba en lo más mínimo el clima hostil.
Ciertamente el cuerpo de Zamas era imparable, luchó con decenas de guerreros que querían proteger en vano a otros mortales y obtuvo victoria proclamándose invencible ante cualquier otro luchador.
¿Entonces por qué se detenía?
El dolor de la lluvia no debía ser un impedimento en su plan, ambos odiaban dejar a medias una zona marcada. Dejar vivo aunque fuera a una de esas asquerosas alimañas significaba un contratiempo al cuidadoso plan que habían trazados juntos.
Los ojos oscuros de su otro yo parecían tener la respuesta.
Miraban con atención su brazo izquierdo pues parte de su traje se había roto al contacto inmediato dejando una marca rojiza, su piel un poco inflamada y sensible.
Zamas solo miraba en silencio pero todo su ser destilaba rabia contenida, apretaba la mandíbula con fuerza, se notaba tenso y hasta la manera en la que estaba erguido sobre las rocosidades.
El silencio le parecía ensordecedor a pesar de escuchar la estruendosa lluvia que se estaba volviendo una tormenta conforme pasaban los minutos, el Kai sintió la necesidad de escuchar la voz de su par. No solamente para distraerse sino por qué sentía que necesitaba una explicación sobre el que estaban haciendo ahí.
Lo más obvio era que estaban refugiándose.
¿Pero era eso cierto?
Esta era la primera vez que su otra mitad se detenía en seco para buscar algún lugar para resguardarse.
Bien pudo teletransportarse a la ubicación que tenían como guarida pero no fue así, solo se escondió.
No tuvo ni siquiera la molestia en decirle que estaba huyendo del clima tan cambiante, solo lo vio alejarse con rapidez y él tuvo que seguirlo hasta ese peñasco. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido ¿¡qué es lo que hacen aquí?!
Preguntas asaltan su cabeza sin dar tregua, se cuestionándose si el otro se siente bien.
Debe calmarse, solo piensa cosas sin sentido.
Son una misma persona, sabe perfectamente que no se detendría por mero capricho... hay una razón lógica sobre el por qué está haciendo esto. Zamas no haría nada "solo porque sí".
Lo sabe, él lo sabe también.
Por ello deja que falso sayayin recupere su estado de ánimo anterior y solo así fue que la rabia y el resentimiento fueron mermando conforme pasaban los minutos.
Su mal temperamento no era nada ya.
Solo quietud en su alma.
O al menos así lo sentía, puesto que la tormenta estaba tomando una fuerza casi incontrolable aunque parecía que ningún dios le daba la importancia.
El de cabellos oscuros resoplo, moviéndose por fin para sacudir su brazo y mirar a su par.
–¿Te sientes mejor? –cuestionó serio, su expresión afable era genuina por lo que conmovió por completo el corazón de piedra del Zamas.
–Sí –respondió con un movimiento de cabeza–: lamento haberte hecho venir hasta aquí, puedes continuar. No me moveré de aquí.
Esas palabras lo desconcertaron.
–Tampoco me iré –dio unos pasos en su dirección–. No está en mis planes abandonarte.
Zamas se mantuvo serio al escuchar las palabras del Kai, sería una pérdida de tiempo intentar convencerlo de que siguiera con su plan original –el asentamiento que devastaban anteriormente quizás el triple de grande de lo que estaban acostumbrado a destruir, por ello es que ambos estaban ahí– seria en vano por lo que decidió aceptarlo en silencio.
La mirada de plata se desvío de nuevo al brazo herido de su otro yo, aventurándose a encontrar una respuesta.
–¿Te duele? –alargó una mano para tocarlo–. Puedo curarte, solo necesitam...
–No es necesario –interrumpió, alejándose como si su toque fuera a empeorarle la herida–. Lo limpiaré cuando se detenga la lluvia.
Esta vez fue el turno de Zamas de apretar la mandíbula, con su mirada filosa y su tono mordaz.
–¿Qué está pasando Zamas? ¿Qué hacemos aquí? –hizo énfasis en la última palabra.
No perdía los estribos con él, no podía hacerlo.
Es solo que ver una expresión de aversión en el rostro del azabache le hizo un corto circuito, se alejó como si lo que tuviera en frente le diera repelús.
Siempre juntos.
El falso sayayin bufó, notando la reacción que había desencadenado en su otra mitad sintiéndose un poco culpable por eso puesto que el Kaioshin no tenía la culpa de su malhumor ni de su actitud de mierda.
Tuvo que esperar unos largos segundos antes de que la respuesta saliera de los labios de su contrario.
–No quiero herir este cuerpo –soltó desviando la mirada a la lluvia.
Parpadeó.
¿Escucho bien?
Él era quién se batía en duelo con otros guerreros
–Mis cicatrices deben ser en batalla –replicó regresando la mirada hacia Zamas, sabiendo que una respuesta tan escueta como la anterior lo dejaría con más dudas que con respuestas–. No estoy interesado en experimentar dolor si es una causa vacía como el clima.
Un sabor agrio le lleno la boca.
Lo que decía tenía sentido pero no lo convencía, era una verdad a medias, como si quisiera engañarse a sí mismo más que a nadie.
–¿Qué hacemos aquí? –volvió a preguntar, esta vez en tono afectuoso.
Zamas se acercó lentamente a su otro yo para rodear su cintura y abrazarlo, la calidez de sus cuerpos unidos le daba una sensación de tranquilidad pues no había nadie en los 12 universos que lo comprendiera mejor.
–Son Goku.
Ese nombre de nuevo.
Nunca conoció personalmente a ese mortal pero lo repudiaba, solo sabía que su apariencia era la misma que su amado poseía ahora, pero por todas esas conversaciones sabia la clase de inepto fastidioso que fue.
Lo cierto es que tenía motivos personales para odiarlo.
Más allá de ser una peste para el mundo, era quién robó en primer lugar el amor de Zamas.
–¿Qué tiene que ver en esto?
–Son Goku es el único mortal que tiene el derecho de existencia –Zamas acarició las hebras blancas, sonriendo al hablar–: solo yo puedo hacerle daño, nada detendrá mí marcha sobre los universos. Seremos los únicos dioses, no habrá nada que manche nuestro lienzo ¿puedes imaginar lo que lograremos impartiendo justicia divina? Será nuestra mano la que guíe un futuro dónde reine la naturaleza y la fauna, sin esa plaga que otras deidades cuidan con recelo, los mortales perecerán.
Sería reconfortante escuchar eso... sino fuera porque al principio solo estaba refiriéndose a él y no es que le molestara eso –no estaba tomando el crédito del plan cero mortales– la espina de la bella rosa era escuchar como Zamas tenía una preferencia por el sayayin.
No es que fuera aceptar que sentía celos por alguien muerto, ese sentimiento no era digno de una deidad como él.
A pesar de ser compatibles en todos los aspectos y ser análogos... aún no podía digerir que Son Goku ocupase aunque fuera un pequeño lugar en el corazón del falso sayayin.
No es que fuera amor en sí.
Era una ominosa manía que tenía el azabache, que ni el tiempo ni la evolución de su relación de socios a pareja habían logrado eliminar.
Tenía la sospecha que era ese cuerpo mortal era el que hacía que su par persistiera en seguir pensando en ese sayayin como algo más que un simple humano, de un cuerpo poderoso que ayudaría en todas las retorcidas maquinaciones de abundaban en la cabeza de Zamas.
En su línea temporal lo conoció a través de vídeos en KamiTube gracias a su Maestro, desde el primer segundo lo odio por completo; un mortal que pelea por mero disfrute de un Hakaishin, le pareció vulgar y sin sentido sin embargo, fue su poder y su fuerza lo que lo cautivo de inmediato.
Con muchas excusas logró pasar días –hasta semanas– viendo otros vídeos de aquel mortal, lo que en un principio se trató de estudios sobre "pros y contras" con la idea de tomar su cuerpo, se transformó en una obsesión que lentamente le llevaría a iniciar el plan cero mortales.
Incluso llego a visitar al Gran Zunoh para que este le diera respuestas sobre las Súper Esferas sin olvidar claro, las otras incógnitas que tenía acerca del terrestre.
Lo que escuchó lo lleno de amargura; era un guerrero excepcional, siendo de los más poderosos que existieron en el universo 7, su vida personal era la de un esposo y padre de dos hijos, trabajaba en el campo después de prometer a su esposa que estaría en su hogar al terminarse el torneo del destructor Champa.
También sufrió de celos pero supo controlarlos mejor que el Zamas futuro.
Por eso espero pacientemente un año.
Sabía todo sobre Son Goku y lo tendría para él solo fuera como fuera.
Le confesó eso al Kai tiempo atrás, lo comprendía en parte, también estaba dispuesto a todo por Zamas.
Con el tiempo que llevaban juntos, se dio cuenta que ambos guardaban sentimientos el uno por el otro.
Al principio un amor filiar, considerándose como únicos, un amigo con el cuál puedes contar, su par, Zamas era su igual.
Nadie podría comprender el amor hacia su análogo, era un vínculo especial que los unía de tantas maneras.
El falso sayayin era verdaderamente un dios.
Lo libero de su monótona vida con Gowas y lo invitó a formar parte de su más grande sueño.
Su deseo.
Pero siempre dejó en claro (cuándo emprendieron su viaje a través de los multiversos) que en lo más profundo de su alma se encontraba un especial cariño por el mortal.
El Kaioshin entendería.
Zamas seguiría siendo Zamas, no importaba si su cuerpo fuera de un mortal o el de un shinjin.
Aunque con los eventos recientes... las dudas sobre si seguían siendo (sintiendo) lo mismo.
Cerró los ojos, concentrándose en los latidos del corazón de Black.
Deseando tenerlo.
VIII.
Zamas lo amaba.
Era simplemente perfecto, un cuerpo divino como el del legítimo Supremo Kaioshin del Universo 10 (lo que siempre les perteneció, el título del único dios de los multiversos), tampoco estaba cansado de alabarlo y halagar cada parte de su cuerpo.
Sus dulces labios, su piel tersa, las caricias llenas de ternura –que con el paso del tiempo logró que fueran recíprocas, a pesar de la primera mala impresión que tuvo al ver que eran las manos de un mortal que lo tocaban– y la manera en la que lo llevaba al éxtasis.
Deseaba experimentar la misma sensación cuando el plan de cero mortales concluyera, estarían juntos ambos, teniéndose el uno al otro para reinar en un lugar que comparta la misma perfección que la suya.
Estarían ahí pues era su mayor anheló, su mayor deseo.
Pero mientras tanto...
Ama probar el incremento de estamina de Black con cada encuentro.
Este último lo toma de la mano con delicadeza, guiándolo hasta la cama donde se sientan en la orilla.
Mirándose.
Sus orbes plata y se encuentran con el brillo de obsidiana, se siente seguro de ver ese vacío oscuro.
Zamas –Black– le sonríe alargando una mano para acariciar su mejilla, el toque es suave con la punta de sus dedos como si fuera la primera vez que toca la piel del Kaioshin, su pulgar frota suavemente logrando que una risilla se le escape se los labios.
–Eres hermoso –murmura, nadie es digno de escuchar su voz solo él.
Se inclina hacia sus labios, besándose con ferocidad pero de cierta forma, sus labios se amoldan a los del otro –como una señal divina, su unión era algo adscrito– moviéndose en sincronía incluso en el preciso momento de abrir sus bocas para juntar sus lenguas, Black inclinó su cabeza levemente para degustar aún mas de los labios de su análogo.
Aunque es un beso desesperado al menos por parte del joven de cabellos blancos, no hay nadie quién los apresure y tienen todo el tiempo que quieran pero Zamas se notaba ansioso.
–Adorarte toma tiempo, deja que sea yo quien satisfaga todas las necesidades que tengas –habló tras romper el beso, pegando su frente a la del Kaioshin respirando pesado pues el beso le quito el aliento.
¿Pero qué necesidad tenía un Dios como él?
Ni el oro, ni la fama.
Necesitaba a Zamas.
También estaba obsesionado con el toque de ese cuerpo mortal, el shinjin solo se dejaría manosear por Black y solo por él.
Era el único mortal que tenía completo derecho sobre su persona.
Acercándose peligrosamente a los labios del falso sayayin, rozándolos superficial antes de hablar.
–Consideraré –aprendió a pecar, lamiendo los labios del moreno–: tus ofrendas pero no tus plegarias.
Black rió entre dientes, amaba la fanfarronería de su análogo pues sabía que si estuviera en su posición haría lo mismo.
Eso era lo que lo impulsaba por más.
Unió sus labios de nuevo; besar era una adicción que desarrollaron juntos. Black y Zamas descubrieron todos los secretos de sus cuerpos y exploraron con deleite todo lo que pudieron incluso si apenas estaban en la rascando con uñas y dientes la superficie del eros, el falso sayayin pudo sentir la osada lengua de Zamas en su labio inferior delineándolo, estaba siendo tan descarado con esa demanda pero siempre ha sido un dios generoso –especialmente con su par– por lo que sin dudar abrió la boca. La lengua rosada del Kaioshin se zambullía en su boca como tantas veces lo había hecho ya, rebelde y reacio reclamando como propiedad esos besos.
Black no perdía el tiempo tomándolo por las caderas para acercar sus cuerpos.
–Ngh.
Gemían entre besos, la lengua del moreno pronto estaría jugueteando también con la de Zamas entrecerrando los ojos, compartiendo saliva sin ningún tipo de pena –ya se habían olvidado de eso, nadie podría juzgarlos ahora– tan solo disfrutando de ese contacto tan íntimo.
Pero a diferencia del Kaioshin, él es mortal y sus pulmones piden aire por lo que son forzados a alejarse.
Zamas un poco más decepcionado de aquello, a veces desearía que sus besos duraran horas.
Algo imposible por desgracia.
Entre tanto el azabache respira, esos besos lo dejan sin aliento pero lo cierto es que incrementan su lívido hasta los cielos.
Con cuidado deja caer su cabeza en el hueco del cuello de Zamas, sonriendo de lado antes de hundir su nariz para embriagarse con el aroma de un dios. El perfume de flores de la piel del ex Kaio del Norte, olisqueando como si quisiera que el aroma quedara siempre grabado en sus fosas nasales; le gustaba pues le traía hermosos recuerdos, dejando escapar algunos desvergonzados gemidos que lo hacen sonreír.
Mirando el perfil del dios que también le devuelve la sonrisa.
Aunque el Kaioshin tiene una mejor idea que solo mirarse, prefiere no perder el tiempo y cuela su mano entre los ropajes de Black tomando su erección –la cuál esta empezado a despertar– para comenzar a masturbarlo.
–¡Ngh...!
Ahoga un gemido, las manos expertas vagan por su falo.
Sus miradas se encontraron nuevamente.
Obsidiana y plata.
Por Zeno-sama, asesinaría a todos y cada uno de los dioses de los multiversos si eso le aseguraba una eternidad mirando el rostro de Zamas, con su cálida sonrisa y su enaltecido.
Con los corazones sincronizados.
Eran uno solo, pensaba Zamas sin dejar de mover su mano.
Besó el cabello oscuro, su frente, los párpados... Zamas es solo suyo.
–Te amo –confiesa, es una frase que escucha todos los días sin embargo cada vez que sale de su boca es como si fuera la primera vez.
–También... Te amo... –responde en un jadeo, su erección esta dura y esas suaves caricias no bastan–. Tócame más... Hazlo...
Black ha aprendido a moderar y entrenar ese cuerpo a su antojo, no hay nada que rompa su férrea voluntad.
Excepto ese primitivo instinto de apareamiento mortal... y la forma en la que se zampaba una excesiva cantidad de alimentos, pero eso era irrelevante ahora mismo.
Le avergüenza un poco no poder controlarse adecuadamente y ordenarle algunas cosas de manera grosera, aunque el Kaioshin siempre le perdona.
Se le escapa una risa, antes acariciar los testículos de Black. Su muñeca presiona contra la erección mientras con la punta de sus dedos los delinea, encantado de ver como se retuerce entre sus brazos.
Sabiendo que solo él sería capaz de provocarle una reacción así.
Nunca Son Goku podría tocar a su amado Zamas de esa manera, jamás.
Era una satisfacción inigualable tomar todo lo que quisiera de Black –y por más que este se masturbara pidiendo por el asqueroso sayayin, la realidad era otra– porque sabía de antemano, nadie nunca haría que se sintiera así, nadie mancillaría el cuerpo del falso sayayin.
–¡Ah~!
Gime de nuevo pero esta vez cierra los ojos.
Zamas está al tanto del ligero gusto por el dolor de Black y no solamente al pelear... También en la intimidad.
Sin vergüenza palmeo con la suficiente fuerza para mandar enviar potentes oleadas a placer, erizándole todos los vellos del cuerpo.
–¡Nghh, sí!
Pronto la otra mano de Zamas se coló también para hacerse cargo de aquella dolorosa erección.
Lo primero que hizo fue apretar la cabeza del pene con dos dedos (el pulgar y el índice) haciendo que el pre semen se escurriera, no lo podía ver debido a que Black aún no se quitaba el zubon pero pudo sentir el líquido humedeciendo sus dedos.
–Eres tan hermoso –musita, besando su frente.
Aceptó la mortalidad de Black, lo que antes le incomodaba ahora se había vuelto lo único que quería procurar; eran dioses, no había ninguna diferencia portando una belleza inigualable, Zamas pensaba que el falso sayayin era aún más hermoso, no había ser vivo (al menos antes sus ojos) que tuviera ese halo de magnificencia que poseía su otro yo.
–No seas tan modesto.
Se incorpora, haciendo que Zamas se detenga obligándolo a retirar sus manos.
–Eres igual de hermoso que yo –reparte unos superficiales besos por todo el rostro del Kaioshin.
Zamas cierra los ojos, sonriendo.
Se deja hacer, gimoteaba regocijándose por cada leve contacto.
Black solo miraba en silencio las divinas expresiones de su contrario; como la sangre subía al rostro del dios, al igual que el leve rubor en sus orejas. Su mirada osada, incluso su forma de parpadear.
Sus pómulos relajados y esa sonrisa cómplice.
Amaba verlo cuando sufría de una innegable lujuria.
Se apresuró a quitarse la parte superior del traje, la faja termino en el suelo y el mismo destino tuvo el Gi. Zamas se relamió los labios viendo como Black alzaba su camisa dejando su torso descubierto.
No espero ni un segundo más para comenzar a manosear los increíbles pectorales de su par, apretando los pechos con las manos la piel se sentía increíblemente suave y cálida –justo como siempre– no estaba de más decir que a Black le gustaba ese tratamiento.
–Mmh...
Era musculoso, no en exceso claro ya que no entrenaba diario pero lo suficiente para tener un cuerpo muy bien definido que lo volvía loco por completo.
Una pedante sonrisa se dibujó en su faz dejando de acariciar, sustituyéndolo con su boca y se dispuso a besar su cuello, frotando sus labios contra la piel que tenía algunas marcas de cicatrices, alternando entre pectoral durando algunos minutos así al cansarse solo se dedicó a respirar pesado, provocativo.
Un dios no tenía por qué hacer todo eso.
Es por eso que Black recordaría hasta su muerte todas las preciosas expresiones y acciones de su análogo.
Aunque aquello era solamente un ejercicio, esperando a ver los pezones erectos del moreno los cuáles sin mucho cuidado los apretujo logrando sacarle un gutural gemido.
Black se relamió los labios, jadeando su nombre encantado por completo por como el Kaioshin lo trataban.
Especialmente cuando Zamas uso su lengua para delinear con tanto esmero las areolas, sus pensamientos estaban consagrados a satisfacer a Black.
–Ah, ahh...
Su verga se tensó por un segundo; no quería que esos míseros toques lo hicieran alcanzar el orgasmo, no es así como deben ser las cosas. Sin mucho esfuerzo empujó a Zamas sobre la cama, posicionándose entre sus piernas.
–Aun no –sentencia, quiere sumergirse en su fantasía.
Con delicadeza acomoda el cuerpo de su otro yo, desatando la tela azul primero; Zamas solo observa con curiosidad, desde hace días no ve a Black con ninguna iniciativa, no se quejaba porque le gustaba mucho abrazarlo durante horas sin embargo el contacto íntimo era algo que habia vuelto parte de su agenda.
Zamas acostumbro su cuerpo.
Y desde la última batalla que tuvo con los sayayines solo pudo tener algunas caricias, debido a que su análogo le había esquivado varios besos o acercamientos.
Incluso ahora se le hizo difícil comprender porque Zamas le arrebató su libro de la mano y lo llevo hasta el dormitorio.
Tampoco es como si fuera a quejarse.
Él había sido quien más resentido quedó al ver que el trío de sayayines escapaba.
Supuso que por fin la rabia menguó, a veces creía que el cuerpo mortal de su par podía influir en su manera de pensar y relacionarse.
A veces.
Después de quitarle las botas Black tomó los bordes del pantalón deslizándolo por las piernas del Kaioshin que sentía el corazón palpitándole con fuerza, aunque le sorprendió aún más ver como lanzaba la prenda y acomodaba sus piernas a cada lado para tener una vista perfecta del tierno pretexto que usaba.
La mirada de Black llena de lascivia que estaba fija en su ingle, sus expresiones gritaban que esto era lo únicos que necesitaba por lo que Zamas solo atinaba a morderse los labios ruborizándose.
–Un dios tan hermoso.
Su voz era como fuego abrasador, un incendio en el cual se permitía arder hasta las cenizas sin importar las consecuencias, había aceptado a Zamas con su cuerpo mortal sin embargo dentro suyo residía el alma de un dios.
La verdad y la justicia que repartía avasallaría a todos los mortales bajo el filo de sus cuchillas, todos los dioses descubrirían la animosidad y la indiferencia con la que se dedicaron a "observar mortales" sin hacer nada, solo Zamas podría purgar los universos para que todo mancha y huella mortal desapareciera por fin... la perfección sería alcanzada.
–¿Mis plegarias serían escuchadas por un dios como tú?
Su único deseo.
El deseo más poderoso.
El Kaioshin se ríe, perdido en el placer que le produce que Black le toque.
Con la yema de los dedos acaricia el interior de los muslos de Zamas, quien siente un escalofrío por toda su espalda como el filo de una espada, peligroso.
El falso sayayin conoce todo de su cuerpo, por ello extendió las manos haciendo algunos círculos, frotando con cuidado la sensible piel.
Algo que quizás nadie supo, ni siquiera el propio Gowas y no porque fuera algo irrelevante del aspecto físico sino que era porque usaba ropa que no le favorecía para nada a sus largas y hermosas piernas, no eran escuálidas –especialmente por su arduo entrenamiento en las artes marciales– pero en comparación a las de Black eran notablemente más del delgadas y menos tonificadas; muchas veces en su tiempo libre le perdía a Zamas quitarse la parte inferior del traje y se paseara caminando por la casa, en un principio la vergüenza lo abrumaba pero si a Black le hacía feliz ¿por qué le negaría ese pequeño deseo? Más temprano que tarde terminaría tomando el gusto por caminar sin pantalones por toda la cabaña así fuera subiendo y bajando las escaleras, en la cocina mientras hacía té, leyendo en el balcón o haciendo cualquier otra cosa.
Estaba agradecido al menos que la parte superior del traje de aprendiz tuviera un corte largo por la parte posterior que cubría sus glúteos sin embargo por delante la tela apenas cubría su entrepierna.
Pero lo que en verdad amaba ver Black eran sus piernas.
Sin estar envueltas en esa aburrida tela.
–Mírate.
Se inclina y Zamas puede sentir el aliento caliente del moreno contra su muslo, no se mueve tan solo se queda quieto respirando pausado para ver las reacciones del Kaioshin.
Honrado con la hermosa vista de la piel menta, largas y tonificadas pero con ese toque delicado; bien sabía que Zamas podrías romper huesos si estos se encontraban entre sus muslos.
Para Black son aún más hermosas si no hay nada cubriéndolas.
Deposita un casto beso, presionando sus labios en un toque casi etéreo.
–¡A-ah...!
Un profundo y embriagador gemido sale desde lo más profundo de su garganta, Black sonríe petulante.
–Un dios no se comporta así –reprocha, restregando su nariz con cariño.
–Ngh n-no... Así no es ¡ah! –se remueve entre las sábanas, se siente totalmente vulnerable–. ¡Yo soy un...!
Gimotea, no pudiendo formular ni siquiera una palabra.
Había tantos impulsos y necesidades de su nuevo cuerpo pero sin dudo uno de los más misteriosos eran esos sentimientos de propiedad que florecían desde lo más recóndito de su ser.
Marcar la piel de Zamas.
Siempre lo atribuía a la naturaleza primitiva y salvaje de los sayayines quienes solamente se juntaban para reproducirse sin formar un verdadero vínculo afectivo con su pareja... aunque había sus excepciones, sin embargo para Black aquello era un menester y que no podía ignorar.
Y no importaba cuantos mordiscos dejara, su piel volvía a restaurarse.
Le molestaba sin embargo aquello no era motivo por el cuál debía desistir por ello hace lo que hace, besando y lamiendo la parte interna de sus muslos, incrustando sus dientes con fuerza sobre el músculo, otra ronda de gemidos se escucha en la habitación, sus manos acarician con cuidado la pantorrilla.
–¡Za-Zamas! –suspira su nombre, temblando al sentir como sus labios se alejan.
Black no contesta, sus atenciones aun no acaban.
Le sonríe nuevamente, sin importarle lo ansioso que se vea su compañero, tomará el tiempo que quiera para ver su deseo realizado.
Adorarlo.
Los orbes plata miraban atento como el falso sayayin presionaba suaves besos en sus rodillas, una sensación de cosquilleo lo envuelve por completo.
El moreno alterna entre ambas rodillas y siente que podría pasar horas y horas haciendo eso, hasta que se detiene en la rodilla izquierda del Kaioshin.
Tiene una mejor idea.
Comienza un camino de sensuales besos que no hacen más que abrumar todos los sentidos de Zamas quien no paraba de lloriquear y gemir.
Los besos se vuelven más osados conforme se acerca a sus genitales; es cuándo abre los ojos y ahoga un largo gemido.
Sintiendo como si todo este tiempo hubiera estado cargando 40 toneladas y de repente...
–¡Aah~!
Todo su cuerpo se estremeció, estrujando las sábanas con sus manos.
La anatomía de los shinjin no era tan distinta a la que tenían los sayayines.
No es como si Black no supiese que era lo que tenía Zamas entre las piernas de todas maneras.
Aunque verlo con otros ojos sí era algo distinto.
Al nacer de frutos no tenían ombligo, carecían de vello corporal.
Un falo promedio, erecto y goteante.
–¿Quieres que lo haga, Zamas? –sisea contra la verga de su análogo, como si fuera una burla el aliento caliente que no hace más que aumentar su libido.
Asiente pues no puede hablar, si abre la boca solo sería para gimotear y pedirle que lo destroce, que no tenga piedad, que le haga sentir que no hay otro ser más perfecto que el Zamas que ostenta del seudónimo de Black.
Su mente retorcida le indica que si hay un ser perfecto ese debe ser Zamas, ser digno de su toque era la mayor obra de amor que se tenían –según el ex aprendiz– y se postraría sin dudar ante su presencia si este se lo pidiera; creía en su palabra. Ambos eran dioses, sin embargo el Kaioshin estaba tan obsesionado con su otro yo que se cegó por completo, empersinado con la idea de que juntos y solo juntos, alcanzarían la mayor perfección jamás vista.
Uniéndose por siempre.
Pero las divagaciones de un egocéntrico y retorcido dios justiciero eran lo que menos importaba ahora.
–Ah, ah...
Verlo de esa manera.
Su cuerpo, su divinidad disuelta por algo de placer carnal... Así es como Black deseaba verse.
Usó su mano libre para sostener la base de la hombría del Kaioshin y la diestra frotó con su pulgar su glande, los movimientos circulares enviaron una electrizante sensación por todo su cuerpo, moviéndose con un ritmo constante.
–¡Arghh!
Se arqueó contra la cama, curvando los dedos de los pies mientras sus ojos se aguaban.
Algunas lágrimas se juntaron en las esquinas de sus ojos, su visión se volvió borrosa por segundos pensando en lo jodidamente bien que se sentía cuando su análogo lo hacía aquello.
Experimentó la misma presión, sentía su orgasmo cerca especialmente cuando Black se lo trago por completo pero eso era solamente uno de sus muchos métodos de tortura pues con la misma rapidez que lo metió en su boca también lo sacó, con la única diferencia que le dio un suave besito al glande al sacarlo por completo.
Zamas se derritió por completo con ese gesto, haciendo contacto visual con Black.
Los ojos negros le miraban desafiantes, ardientes.
Invitándolo a pecar, justo como aquella vez en el Templo del Décimo Universo.
Dejaría que hiciera lo que quiera.
–Venera a tu Dios.
Esa era la respuesta que necesitaba; estaba consciente de lo cerca que estaba Zamas por lo optó acelerar las cosas. Tomando la verga del Kaioshin para follarse la boca –se acostumbró, termino por vencer al reflejo nauseoso– siendo prácticamente un experto en ese ámbito por lo que no pasaron ni 5 minutos antes de que Zamas eyaculara, terminando con un fuerte grito de liberación.
Por su parte Black tragó sin esfuerzo, ya no se cuestionaba por qué una raza que no se reproducía mediante relaciones sexuales liberaba fluidos sexuales, solo aceptaba las consecuencias de sus actos.
Lamió un poco los restos de semen de la longitud, dejándolo limpio.
Miró una vez más la verga de Zamas, encantado por completo, como gesto en agradecimiento frotó con cariño su mejilla contra el aún erecto falo de su otro yo.
Se levanto para atrapar los labios del Kaioshin en un cariñoso beso, lento y lleno de sentimiento.
–Nadie podría opacar tu belleza.
–Solo tú –responder en un jadeo.
–Yo soy tú –su voz es suave, esa frase lo reconforta–. Tú eres yo.
Saborea el dulce placer que le traen esas palabras pero no es momento de detenerse.
Después de ese breve intercambio de palabras puede ver como Black se apoya en sus rodillas bajando sus pantalones lo suficiente para ver su sexo.
Se asegura que Zamas lo vea.
La entrepierna peluda y gruesa, nunca ha sido un descuidado con su aspecto no obstante con los visitantes del pasado, las batallas contra los sayayines, las leves peleas que ha tenido con su análogo lo han hecho olvidar recortar el vello oscuro, toma el origen de su virilidad hasta llegar a la cabeza, exprimiendo su sexo usando el pre semen como lubricante mientras se acaricia, bombeando lento para que Zamas pueda ver su verga babeante.
Es lo que Zamas le provoca.
–Solo hay un verdadero dios –lo toma con fuerza, abriéndole las piernas de par en par.
Una leve capa de sudor cubre la piel menta del Kaioshin que tiembla ante el raudo toque de su contrario, dejando que este lo tome sin cuidado levantando sus piernas hasta los hombros de Black.
Una serie de gemidos salen de su boca incontenibles, sintiendo la verga del falso sayayin entre sus nalgas rozando a modo de burla su entrada.
Nunca lo preparaba, no porque no quisiera. Le gustaba más hacerlo a pelo ya que sabía que no podía lastimarlo de verdad.
–Nghh...
Su entrada se contrajo al primer contacto, Black solo miraba esa reacción con soberbia.
–Quiero que me digas el nombre del único dios.
Le dijo antes de penetrarlo con rudeza, no tenía por qué ser considerado tampoco tenía que ser cuidadoso, la brusquedad del vaivén de sus embestidas siempre fueron la perdición del Kaioshin.
Este último se arquea, jadeando mientras su estirado agujero devoraba la verga de Black gustosa; soportando las penetraciones incesantes –no le faltaba fuerzas por supuesto– y rápidas, como si tuvieran ma urgencia de terminar de pecar para recibir un castigo justo.
Sus caderas intentan llevar el mismo ritmo que el del moreno, simplemente no podía debido a que todo su cuerpo estaba intoxicado de placer, ahogándose en la sensualidad del momento.
–Quiero que me digas el nombre del único dios –repitió apretando los dientes, intentando no perder la concentración.
–Za... Zah ¡aaah! –balbuceaba con el placer colgándole de la boca.
–Dime su nombre –el erótico gruñido le cala hasta los huesos.
El Kaioshin grita y gime, con el rostro enrojecido, lágrimas de placer corren por sus mejillas. Apretando con fuerzas las sábanas, todo su cuerpo se sacude con violencia, el sonido de sus pieles chocando resonando por toda la habitación.
Los decibeles de sus gemidos aumentan más y más, balbuceando palabras al azar.
–¿¡Cómo se llama?! –exclama impetuoso, explota por completo en furia.
Aunque llora y grita no puede hacer nada, solo disfrutar de la sensación que le produce la verga de Black cuando entra y sale; el miembro palpitante que profana su interior sin detenerse.
–¡Zamas!
No aguanto más la presión y termino corriéndose sobre su abdomen, manchando por completo su ropa, le afecto tanto que tuvo que aferrarse al colchón pues sentía que caería, aun si no estaba de pie.
Por su parte el moreno admiraba la figura de su análogo, esto era lo que deseaba.
Sus embestidas se volvieron erráticas, gemía frenético compitiendo contra el dios de ojos claros, tenía lo que quería.
Era suyo.
–¡Zamaaaas!
El inmensurable vigor de Black lo golpeaba una y otra vez, con el interior del Kaioshin apretándolo deliciosamente cada parte de su cuerpo vibraba en deseo, golpeando su próstata sin césar.
–¡Za... Zamas!
–Zamas~
Se llaman mutuamente, se necesitan e incluso la piel les parece una cárcel de hueso y entrañas, fusionar sus espíritus es lo que los llevaría a una paz.
Le tiemblan los párpados, pidiéndole que lo haga más duro que lo necesita pero la carga caliente de Black le llena el interior, por lo que saben un sayayin adulto eyacula hasta cuatro veces más que un ser humano promedio.
Y aunque su semilla lleno a Zamas, no se detuvo.
Penetrando aún más profundo, no es como si el otro deseara que parara y es que suponía que así era el paraíso.
Con la verga de Zamas llevándolo al clímax, enterrándose es su maltratado agujero y llenándolo como si en verdad fuera a preñarlo.
Algo que no sucedería nunca.
El placer se le escapaba de los labios en forma de jadeos pero no duro mucho pues busco con desesperó la boca de Zamas, moviéndose en sincronía pero con ese aire de necesidad de parte de Black.
Ambos dioses se rieron, habían sido partícipes del pecado de la carne.
El falso sayayin salió con cuidado del interior de su compañero, haciendo que gruesas gotas de semen mancharan las sábanas.
Se acostó a su lado, mirando el techo de la cabaña en silencio.
Cerró los ojos cuando sintió como Zamas le abraza por la cintura girándose para besar su hombro.
Riéndose como si el silencio fuera lo más gracioso, aunque termino por reírse también.
Juntos eran perfectos.
Especialmente Zamas.
Por eso Black lo usaba.
Su enfermiza obsesión por Son Goku lo llevó a imaginar una relación ideal, dónde le hacía lo mismo que él le hacía a Zamas.
Quería verse dominado por el sayayin, justo como ahora.
Sentir como lo destrozaba, quería todo su poder.
Otras veces dejaba que fuera Zamas quién tomara el mando, observando atento sus expresiones.
Lo quería todo.
Por mucho tiempo creyó que su deseo jamás se cumpliría.
Al menos eso creyó hasta que se encontró frente a frente con su siempre amado Son Goku.
IX.
Después de darse un largo baño, el cual estuvo lleno de jugueteos y algunos besos, decidieron que era hora de cenar, vistiéndose y haciendo algo de té pues Black había dicho que no tenía hambre.
Salieron al balcón, notando que la noche se veía aún brillante que de costumbre o al menos así lo notaba Zamas que acariciaba la mano de Black sobre la mesa.
Mientras hablaban de algunas trivialidades que harían a la mañana siguiente, era obvio que los sayayines regresarían y debían estar preparados por ello Zamas era el más preocupado en eso, especialmente porque su par vería de nuevo a Son Goku.
–Nada es imposible para aquello que son fuerte –miraba al moreno, sus ojos le parecían el mejor espectáculo nocturno.
Apretó su mano, el halago no pasó desapercibido por parte del falso sayayin quien solo respondió con un "aham", llevándose el dorso de la mano de Zamas hacía los labios dejando un dulce beso.
Mientras ellos hablaban a un kilómetro y medio estaba situado un puñado de mortales, la resistencia había llegado para cobrárselas.
Con cuidado la chica montaba los soportes, ajustando la mira telescópica.
El arma es pesada y al principio se tambalea un poco pero, se recompone. No puede cargar todo el peso de la supervivencia humana en los hombros de Trunks.
–Profanaran el mundo creado por los dioses de nuevo –su utopía, su mundo, su deseo–. Pero es la última vez que les permito viajar a través del tiempo.
Tomando la responsabilidad, el Kaioshin nunca podría derrotar a Vegeta ni aun menos Goku.
No lo iba criticar por eso, incluso él estaba sorprendido por el alto nivel de los sayayines algo triste porque de todas maneras morirían; al menos lo harían Vegeta y su inútil hijo, tenía la idea de tomar como trofeo a Son Goku como un mero capricho, lo humillaría y lo obligaría a destruir lo que siempre protegió.
–Al fin podremos llevar el plan cero mortales –por fin un mundo donde reine la justicia y los ideales retorcidos de Zamas.
–No sabes cuánto anhelo el regreso de...
Todo pasa en como en cámara lenta.
El ruido ensordecedor lo aturde por unos segundos, un fuerte zumbido de beep se instala en su oído y una horrible sensación de vértigo le invade; viendo como el cuerpo de Black cae de la silla, por un segundo siente que son los huesos del moreno que crujen contra el suelo –aunque la verdad es la taza de porcelana que se estrelló al soltarla– y por unos segundos la silueta inmóvil del falso sayayin son como la escala mortuoria de su propia alma.
Black no podía haberse ido tan fácil, nunca considero la idea de perderlo y ahora mismo le aterraba estar solo.
Ni siquiera se dio cuenta cuando se levantó de la silla para comprobar el cuerpo de su compañero.
Aunque la verdad sintió que el alma le regresaba al cuerpo cuando vio a Black sobándose la cabeza con dolor, apenas se puede levantar con sus codos mirando un tanto desconcertado aunque en pocos segundos su rostro se transforma en una máscara de ira torciendo la boca en una mueca mientras toca su Pothala, no estaba seguro su podían destruirse con una bala pero lo mejor era no averiguarlo.
–Un francotirador.
Zamas intento ayudarlo a levantarse pero Black lo hizo sin ayuda, viendo la espesura del bosque con resentimiento.
En algún sitio estaban unos humanos, seguramente celebrando haberlo tomado con la guardia baja y haberlo derribado sin embargo su gusto duraría poco.
¡Los destruiría!
No estaba pensando con claridad, no al menos hasta que el Kaioshin lo invito a mirar hacia el borde.
Era una lastima tener que hacer un desastre en un sitio tan precioso, ambos alzaron sus manos concentrando una descomunal energía que alerto a Mai y los demás quienes corrían despavoridos al haber fallado, incluso Trunks pudo sentirlo mientras sobrevolaba para encontrar a la joven.
–De nada sirve oponerse –su deseo sería realidad, todo por lo que peleo no acabaría en manos de unos simples mortales.
–¡Este castigo será una advertencia! –grito, la sangre le hervía no sería humillado por un mortal nunca.
Dos pequeñas esferas de energía salieron disparadas, uniéndose apenas segundos después sin perder trayectoria haciéndose aún más grande mientras devastaba todo a su paso, era una molestia que no estuvieran más cerca pues así podrían escuchar sus gritos de dolor hasta de un fúnebre silencio.
Cosa que nunca sucedió al ver como la esfera se detenía y era lanzada al cielo.
No era posible...
Hasta que pudieron sentir el ki de la peste que ha estado frustrando sus planes los últimos días.
–Ese fue Trunks –estaba un poco sorprendido, las heridas que le habían causado eran para que hubiese muerto horas atrás debido a la gravedad y pérdida de sangre–; no sabía que tenía la energía para detener un ataque.
Se giro para ver a Zamas sin poder contener una risilla de burla.
–¿Crees que se haya vuelto inmortal como tú?
Una quedada risa salió de sus labios, mirando los árboles caídos.
–Tu ocurrencia fue bastante graciosa –contesto con desgano, ya no le gustaba ver a esos malditos sayayines.
De entre la espesura del bosque y la oscuridad la silueta envuelta en una brillante aura dorada hizo su aparición, Zamas deseo arrancarle los ojos para que nunca más los viera con esa mirada desafiante.
–Muy bien a pelear.
Su cabello cambio de color en un segundo, invocando su espada de Ki dispuesto a cortar la cabeza del "héroe de la humanidad" elevándose para ir a su encuentro al igual que Zamas quien iba detrás suyo.
Aunque el joven sayayin lanzo un poderoso ataque de energía que lo derribo en un instante, hubiese sido un golpe mortal si es que no contara con su inmortalidad.
Cada vez que recibo un ataque mi inmortalidad se regocija, pensaba el Kaioshin mientras su cuerpo caía, estrellándose contra arboles y ramas hasta tocar tierra.
Black ni siquiera se dio la vuelta para comprobar el estado de su compañero lo único que tenia en mente en aquel momento era destruir al rubio aunque este bloquea con facilidad sus ataques.
–¡Te voy a cortar en dos! –no permitirá que ese monstruo tocara a Mai, no permitirá que ese monstruo siguiera con su genocidio.
–Guarda silencio iluso –lo podía ver, la ira en sus ojos que divertido era jugar con el niño de Vegeta.
Le lanzo una poderosa patada en el vientre que lo llevo a estrellarse contra un peñasco y tal vez si no se hubiera recuperado pronto el falso sayayin lo hubiese apuñalado, chocaron espadas nuevamente gruñéndose al verse frente a frente. Al verse acorralado Trunks acumulo ki antes de verse rodeado por un aura celeste, liberando así una mortífera explosión que obligo a Black alejarse lo suficiente para ver como el medio sayayin se elevada un poco lanzándole su espada.
Se hizo a un lado rápidamente evitando ser atravesado por el peligroso filo.
–Esa espada de juguete –se burló, un espadachín sin una espada no era nada.
–Lo utilice como señuelo –respondió antes de lanzarse en picada.
Trunks le dio un poderoso jab al cuerpo de Black descolocándolo por completo siguiendo con una serie de golpes, ganchos directos envistiéndolo con un cross que lo arrojo lejos.
–¡Este es tu fin! –aun había tanto por proteger, no dejaría que esos dementes hicieran lo que quisieran–. ¡Galick Hō!
Junto sus manos al nivel de su pecho, su Ki potenciado por el aura celeste debía ser suficiente, tenia que ser suficiente para acabar con el desgraciado que había asesinado a su madre, impulso ambas manos seguida de una poderosa descarga de energía que dio de lleno en su objetivo, gritando mientras veía el estallido de la técnica que le habia enseñado su padre.
Hasta que al final esta se estrelló contra una montaña, creando una enorme explosión junto a un cráter que se podía ver desde la distancia que se encontraba aunque lo que no podía ver el cuerpo sangrante y lastimado de Black.
Jadeante pero no derrotado el rubio descendió con lentitud por el páramo destruido ahí habia terminado su espada, camino hasta ella pensando si en verdad había acabado con Black; se agacho tomando el mango, en la superficie de metal pulido diviso al dios que estaba de pie a un par de metros con la mirada indiferente, a pesar del poderoso ataque se veía como si nada.
–Si tan solo pudiera derrotarte –admitió desganado.
Zamas era poderoso, si algún guerrero Z –incluso si todos lo hacían– le atacaba lo más seguro que acabaría muerto tras un simple movimiento de mano, tal vez rivalizaba con el poder de la segunda forma de Cell o tal vez...
El Kaioshin se lanzo con su espada de ki la cual Trunks pudo esquivar gracias a que salta hacia un tronco impulsándose para elevarse notando como Zamas le seguía de igual forma sin esperar más intento lanzarle una bola de ki sin embargo el dios fue más rápido dándole un certero golpe en el estómago que hizo que el joven híbrido casi cayera de bruces, esquivando los tajos del Kaioshin quien le siguió cuando despego nuevamente en un intento por escapar.
Lo tomo de la muñeca cuando este se le acerco tan rápido dispuesto a desprenderle la cabeza del cuerpo.
–Argh... –sentía todo el cuerpo tensarse, haciendo un soberbio esfuerzo.
Se miraron a los ojos.
Los orbes plata inyectados en ira, Black pelearía y no se detendría por nada.
–Por más que tu raza incremente su poder solamente servirá para poner en práctica nuestras habilidades –escupió con fastidio.
–¡Trunks!
Dos fuertes impactos lo hicieron soltar al sayayin girándose para ver a los humanos sobre los vehículos, los haría pagar después de acabar con el joven de ojos azules.
Cargo de nuevo hacia el mestizo era hora de acabar con este teatro.
–Cada vez que huyes deja de ser divertido –realmente odiaba pelear contra ese sujeto, no tenia el instinto de lucha de su otro yo pero al ver como lo habia herido unas ansias de matar se apoderaron de él–. ¿Dónde quedo tu ímpetu? Todavía espero tener una pelea de verdad.
Iba a cortarlo a la mitad.
Al menos ese sería el plan hasta que ese bastardo lo sujeto por detrás en un descuido propio, elevando su Ki.
Se removió intentando quitárselo de encima, ¿estallar juntos? Ese miserable mortal debía aprender a respetar a un dios.
Al no poder hacerlo se sintió patético, Black era el poder absoluto en este plan.
Él ni siquiera hubiese cometido el error de no bajar la guardia –era inmortal, podía darse el lujo pero no quitaba el hecho que habia errado en su ataque– aunque para ser francos tampoco espero ese nivel tan alto de Ki, aumenta con cada segundo.
La noche se volvía día, el cielo se ilumino en dorado.
Que patético.
–¡Hasta nun...!
La espada de Black atravesaba a Trunks, nadie toca Zamas.
Especialmente un vulgar sayayin como él.
Le da una patada para que caiga estrepitosamente contra los restos de los edificios.
–No estuvo mal tu último ataque.
El moreno tiene sangre seca en toda la ropa y el rostro, incluso el hermoso cabello rosa tiene algunas manchas rojas, partes de su Gi faltan y otras más están desgarradas por completo. Tiene el aspecto de un muerto sin embargo, está ahí.
Desafiando nuevamente los límites.
El corazón de Zamas latía impetuoso en su pecho, buscando consuelo en el cuerpo de Black quien gustoso acepto el gesto, dándose un efímero beso.
–Tal vez me quede alguna marca –no sería la primera ni la última, después de enfrentar a cientos de luchadores ¿qué era una cicatriz más?
Zamas creyó que los problemas habían acabado, ya nadie los molestaría.
Al menos hasta que la máquina del tiempo apareció un segundo después de pensar eso.
Y por la sonrisa de su otro yo al decir el nombre del sayayin de la Tierra intuía que sería una larga pelea.
X.
Miraba sus manos.
Jadeando.
En toda su vida.
En toda su maldita vida nunca habia sentido tanto miedo.
La oscuridad.
El vacío.
El olvido.
Temió sobre el verdadero poder de los humanos.
Lo encerraron y aunque no fue realmente mucho tiempo, verse superado fue traumaste.
Todo el cuerpo le temblaba, parpadeando lentamente.
Llenaba sus pulmones con aire de nuevo.
Maldito Trunks.
Abría y cerraba los puños, sudando frío.
No pensaba en él, pensaba en su par.
¿Qué pasaría si eso hubiera funcionado? ¿Qué pasaría si su amado Zamas se quedara solo contra esos malditos sayayines?
Zamas solo pensaba en Black.
No podía dejarlo solo.
Sentía un ataque de nervios, la ansiedad le comía por completo.
Esta noche habia sufrido un altibajo de emociones ¿qué no hace una hora bebía tranquilo té, con los dulces besos de Zamas? ¿Qué no minutos después sintió pánico al ver la figura caída de su análogo? ¿Qué no experimento satisfacción hace media hora cuando Black apuñalo a Trunks salvándolo de una explosión de Ki?
Entonces... ¿por qué ahora la preocupación asediaba sus pensamientos?
Zamas nunca debería quedarse solo.
Sintió los ojos picarle, ¿iba a llorar?
No frente a los humanos.
Se sobre salto cuando una mano lo tomo por el hombro.
Los hermosos orbes magenta se encontraron con los plata, tenía la mirada perdida como si fuera un cachorro perdido y desamparado, mendingando por protección; las palabras se le atoraron en la boca el labio inferior le temblaba. Sofocado por la presión en su pecho, por la asquerosa mirada de los morales, mirándolo como si fuera la atracción principal.
–Pero mira en que estado te dejaron Zamas –sus palabras denotaban preocupación pero el tono utilizado más bien parecía una reprimienda–. ¿Qué diablos te sucedió?
Se tomó unos segundos antes de contestar, intento que su voz no flaqueara.
–Pues... todo indica que cometimos un terrible error al juzgarlos –un dios con temor a un mortal, irónico.
Desvió la mirada hacia Son Goku.
–L-los humanos no son simple escoria.
Claramente le dolía admitirlo, no sería encerrado de nuevo.
No dejaría a Zamas solo, vivirían en su utopía.
–Si no tenemos cuidado nuestros sueños podrían esfumarse como gotas de roció –no era hora de acobardarse pero
–¿Mmh? –no se veía alarmado, ni siquiera lo estaba mirando.
Black solo tenía ojos para Goku.
–No tenemos alternativa –bufó–. Ya se terminó la diversión. Ya es hora que estos mortales que siguen deshonrando a los dioses conozcan el verdadero poder de una deidad.
El odio de Son Goku le excitaba, ese rencor se volvería poder.
–¿Insinúas que es el momento perfecto? –dio un respingo.
La fusión.
Hablaron de eso hace tiempo, vincular sus almas como un solo ser.
Confiaba en Zamas, ciegamente.
Tanto que olvido su miedo y compartió esa sonrisa de autosuficiencia.
–¡Pobres criaturas infames!
–Arrodíllense ante –cambio su Pothala a la oreja derecha–: magnificencia.
Ante las miradas incrédulas sus cuerpos se llenaron de luz, girando antes que sus cuerpos por fin se juntaran. Sus conciencias se unificaron, anteriormente el Kaioshin creía que él y Black eran iguales realmente pero ahora que estaban juntos en más de un sentido, percatándose que sus esencias juntas daban un nuevo sentido de pertenencia; no sabía dónde empezaba él ni donde acababa Black, Zamas siempre habia sido Zamas sin importar la forma.
Los ideales y la fuerza siempre habían sido suyas.
Siempre fue perfecto.
Era un narcisista enfermo y tóxico, enaltecido con un ego tal alto como su propio Ki.
Era... Zamas.
–¡Esta forma es justicia! –extendió las manos, eran uno solo–. ¡Esta forma es el mundo!
El corazón de Bulma se encogió en su pecho, creyó que habia visto todo en su vida y la idea de que el futuro fuera el camposanto de su familia le estremeció de pies a cabeza.
Pensó en su pequeño hijo ¿qué pasaría si no lo vuelve a ver?
–¡Venérenlo, adórenlo! –histriónico, dramático, el telón estaba por caer–. ¡Este sublime y perfecto inmortal!
Trunks se odio a sí mismo.
Su padre y su madre volverían a morir y esta vez a manos de ese demente ¿qué acaso no se habia prometido defender a todo mortal?
–¡Se ha convertido en el dios más poderoso!
La fusión abrió los ojos con una tétrica sonrisa en su rostro.
–Yo soy Zamas.
Este era el juicio final.
XI.
Habia que ser sinceros.
En un inicio la pelea le pareció igualada, pero seguía siendo inmortal y a la larga quien resultaría vencedor sería el único y verdadero dios; él.
Odio las burlas y la fanfarronería de Vegito, el como toco la parte corrupta de su ser.
¡No, no tenía permitido tocar a una deidad como él!
Ataco con furia, la ira le nublo la cabeza por momentos.
Pero quizás lo que mas odio de esa maldita fusión fue el momento en el que cuestiono sus ideales.
–¿Y crees que puedes hacerlo?
Su cuerpo es poderoso y débil al mismo tiempo, vulnerable y fuerte.
–... él se quedara en tu cuerpo por la eternidad –su expresión seria le incomodaba, como los zafiros destilaban rabia–: hablo del mortal llamado Son Goku.
Zamas nunca fue Son Goku.
Tuvo su cuerpo, su fuerza, su habilidad.
Pero siempre fue Zamas.
Ahora mismo lo son.
Cambiar de cuerpos habia sido su decisión, habia sido su voluntad.
Amaba con locura a ese mortal y amaba a su contraparte futura, se volvieron uno solo y esta gustoso de llevar los pecados de Goku y todos los errores que cometieron los anteriores dioses.
Era su deseo. Lo hacia por su universo, por su mundo perfecto.
Su halo se habia roto.
Y el único culpable era su gran e imposible amor.
Destruiría esa fusión y cobraría el premio de un mundo sin mortales.
Su sueño no se vería frustrado.
Trunks derrumbo su castillo en el bosque.
–¡Todo se desmorona ante el Gran Zamas!
Ese habia sido su grito de guerra, con lagrimas en los ojos y su cuerpo derritiéndose.
Jugando a ser un dios.
Solo quedaba el nombre y sería el suyo.
La extinción mortal complacería por completo sus deseos.
Soporto la maldita media hora de Vegito, por fin sus deseos se cumplirían.
Superaba a Goku y a Vegeta por ello se lanzo a destruirlos, sin contar que sería Trunks quien los salvaría.
Peleaba férreo incluso hasta el último momento.
–¡... tú eres un maldito egoísta y no perderé contra ti!
Ese grito lo descoloco y con una rápida estocada el hibrdo lo apuñalo, un horrible dolor viajo por todo su cuerpo.
–¿Q-qué... qué clase de poder es este? Es una... fusión de varios Ki que atraviesan mi cuerpo.
Gimió de dolor era como si agujas hirvientes se clavaran por toda su piel.
–Ahora regodéate en tu propia justicia –enterró aun mas el filo–. ¡No dejare que pisotees nuestras esperanzas para que puedas vivir!
Zamas grito como un animal herido, queriendo lamer sus heridas y huir.
–¡Mal-Malditos morales! –ninguna lgrima salía sin embargo, el dolor era intenso–. ¿¡Contratacan a un dios y a su justicia?!
Le temblaba la mano al ver su mano sana manchada de sangre luminiscente, su herida brotaba como una fuente.
Trunks vio la oportunidad y corto desde abajo, escuchando el rugido de dolor.
–¡A nadie le importa tu miserable –con todas sus fuerzas corto de tajo el cuerpo de Zamas a la mitad–: justicia!
–N-no puede ser... ¡yo no puedo....! –el grito de dolor del dios se extendió por unos segundos más antes de que las dos partes se separaran.
La sangre baño el cuerpo del rubio, lo hizo.
Asesino a Zamas.
Las partes cayeron como si fuera un tronco recién cortado, no tenía fuerzas para levantarse.
Ojalá pudiera...
Ojalá tuviera el poder...
¡No es así como muere un dios!
Mientras veía a los "héroes del futuro" reunirse para vitorear a Trunks, él estaba reuniendo las ultimas fuerzas.
Su deseo se cumpliría esa noche y no habría estrella que brillase tanto como Zamas.
Lo quería ahora.
Lo quería todo y no le importaba cómo lo conseguiría.
Su esencia se expandió de los restos de su cuerpo, la nube negra se extendió junto a la melodiosa –alocada– risa del dios.
Aunque los sayayines lanzaron ataques, nada podría frenarlo ahora.
Se habia vuelto la justicia y el orden.
Destruyendo hasta el último mortal.
Al menos eso fue lo que pensó, pues esos malditos sayayines seguían vivos.
Pero no importaba, pronto recargaría sus fuerzas y se desharía de todos.
Es su deseo.
Lo habia conseguido, sin arrepentirse se había convertido en un dios absoluto.
Al menos ese fue su pensamiento.
Hasta que la agonía de la destrucción por la mismísima mano de Zeno-sama le alcanzo.
La aniquilación absoluta, borraría su existencia.
Grito y rugió ante su destino, era inaceptable.
La calígine y el olvido lo tomaban con los brazos abiertos.
¿Dónde estaba su halo? ¿En verdad era un dios?
El dolor consumió su esencia.
No, no era nada.
Zamas no existía más.
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