En un precioso día despejado, los pájaros cantaban y las hojas de los árboles se mecian al calmado son del viento.

"-¡Mamá!"

Era lo que muchos niños gritaban al tiempo que soltaban mares de lágrimas.
Siempre era así, al menos los primeros días en el Jardín de niños.

Parecía que todos los pequeños lloraban desconsoladamente al ver a sus madres marcharse del lugar, sin embargo, no era así.

Habían sólo dos pequeños entre la multitud que no lloraban.

Una tímida chica rana y un pequeño cuervo.
Ambos simplemente miraban a todos sus compañeros llorar, sin embargo, no les seguían el juego.

- Cálmense, cálmense..
Susurró un joven peliverde, mientras intentaba calmar a los pequeños. Se notaba desde lejos que carecía de experiencia al cuidar niños, sin embargo, este intentaba hacer lo posible por calmarlos.

Tsuyu comenzó a explorar el salón de clases. Habían un montón de juegos y juguetes por el suelo, así como una resbaladilla, un sube y baja y dos pequeños columpios.
Observó la resbaladilla con emoción, mientras caminaba hacia ella. Sin embargo, había alguien sobre la misma.
Miró fijamente a esa persona: era un chico con cabeza de cuervo.

Le pareció curioso e incluso lindo su aspecto, así que decidió acercarse a él.
Se posicionó frente al final de la resbaladilla, intentando llamar su atención.
Tokoyami sólo la observó. Ni una palabra.

-¿Puedo jugar contigo, Kero?
Preguntó con curiosidad y algo de pena mientras observaba al cuervo.

Se impresionó un poco, al ver que la pequeña rana le hablaba, ya que casi todos los pequeños habían formado lazos con otros compañeros menos el, que era prácticamente ignorado por los demás.

Simplemente asintió, mientras bajaba por la resbaladilla.
Tsuyu soltó una pequeña risita mientras atrapaba a Tokoyami, para después dar un paso atrás y mirarlo fijamente.

"Que lindo", pensó con un leve sonrojo para después preguntar con curiosidad:

-¿Cuál es tu nombre?

El cuervecillo se levantó y observó a la pequeña chica rana.

-Mi nombre es Tokoyami, ¿Y el tuyo?

-Mi nombre es Tsuyu, kero. Tokoyami es un lindo nombre.
Sonrió, para después tocar las plumas de su contrario. -¿Eres un pajarito?

Tokoyami se sonrojó levemente al ver a la chica acariciarlo, mientras asentía.

-Soy un cuervo.

Tsuyu siguió acariciandolo, para después mencionar:

-Tus plumas son muy suavecitas, kero.

-Mi mamá dice que me crecerán más.. Aunque creo que eso será cuando sea más grande...
Susurró tímidamente, mientras desviaba la mirada. No era algo normal para él tal trato. Se sentía muy bien.

- Eso es genial, kero. ¿Te gustan los columpios?

El cuevo asintió, e inmediatamente fue tomado de la mano por Tsuyu para ir a los columpios.
Tokoyami se sentó en uno, mientras observaba como Asui corría emocionada hacia su espalda.

-¡Yo te empujaré, sostente bien, kero!
Lo empujó, mientras Tokoyami tomaba las dos cadenas que sostenían al columpio.
Poco a poco su confianza aumentaba, sentía que Tsuyu sería una buena amiga para él.
El cuervo no pudo evitar soltar una pequeña risilla, se sentía feliz.

La peliverde se percató de esto, y no pudo evitar reír también. La felicidad de ambos era contagiosa.

-Todos, por favor, acérquense. ¡Es hora del cuento!
Anunció el joven profesor, mientras agitaba el libro con garabatos infantiles en su mano.

Todos, incluidos Tsuyu y Tokoyami, rodearon al peliverde.

-Había una vez...

Un rato después, Tsuyu se recargó en el hombro de Tokoyami, cayendo en los brazos del sueño.
El pequeño cuervo, que también estaba algo adormilado, abrazó a Tsuyu, como si de un oso de peluche se tratara.

El agradable calor que emanaban sus cuerpos fue de lo más confortable.

Izuku, al notar que ambos cayeron en el sueño, alcanzó una manta con la que tapó a los pequeños, mostrando una sonrisa al ver lo adorables que se veían juntos.

Años después.. .

Era el primer día en U.A.

Los aspirantes a héroes se encontraban caminando hacia su salón de clases; los pasillos estaban casi llenos de estudiantes que preguntaban por aulas, tan típico del primer día.

Asui recorrió la escuela hasta toparse con el salón. Estaba a punto de entrar, sin embargo, su hombro chocó con el de otro estudiante. Como reacción, volteó hacia su lado, sólo para encontrarse con aquel cuervo al que conoció en el jardín de niños.

Sus mejillas se ruborizaron levemente mientras sonreía, al mencionar:

-Buenos días, Tokoyami-chan.

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