Capítulo 4. Mr. Ice

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.

Tu cabeza daba vueltas pensando en lo ocurrido. Ayer no fue algo normal con Mr. Sound. Parecía desesperado en llegar más allá contigo, pero respetó tu decisión. Esto te aliviaba un poco al menos. Intentabas todo lo posible en estar atenta a las clases de Kochō-sensei, sin embargo, era inevitable recordar ese miembro moverse entre tus nalgas implorando entrar. Qué vergüenza.

Tu amiga Ume no paraba de picarte, queriendo saber más de lo sucedido, pero no querías hablar del tema. Ahora tu mayor preocupación era centrarte en las clases y luego ir a la empresa a conocer aquel hombre que portaba una máscara de copos de nieve.

Mr. Ice.

Espero que su forma de ser no sea torturar con cubos de hielo. Un escalofrío recorrió por todo tu cuerpo imaginándote capaz de hacerlo. Kochō-sensei terminó las clases informándoles que la próxima semana deben traer unas fotos de un ejemplar de Lepidoptera, es decir, una mariposa o una polilla. Luego buscar la información que es y luego explicarlo en clase. Una tarea sencilla.

La próxima clase sería con Rengoku Kyojuro. Ostras, ya te olvidaste completamente que te escogió como ayudante. Al menos hiciste la tarea que te pidió para ayudarlo con el próximo examen escogiendo los temas que más te interesaban. Ya en la clase y con una silla en la mesa del profesor, Kyojuro hizo acto de aparición con una sonrisa de oreja a oreja emanando una energía increíble. ¿Fueron cosas tuyas o esa energía aflora más al verte?

Kyojuro comenzó la clase dando unas leves explicaciones del siguiente ejercicio que deben realizar. Se basaba simplemente en hacer un breve resumen del siguiente tema que dará mañana. Dicho eso, se sentó en la gran silla y te miró con su sonrisa radiante. Dios, este hombre era completamente el Dios del sol. Que alguien le ponga una corona de laureles como en la época de los romanos.

—Rengoku-sensei hice la tarea que me pidió —susurraste bajito entregando las hojas.

—Estupendo. ¿Te importa si echas un vistazo a la clase, mientras yo lo reviso?

—Por supuesto.

Te levantaste de tu sitio para hacer una ronda por la clase como suelen hacer los profesores para poner nervioso a los alumnos, pero tú estabas calmada. Echabas una ojeada viendo algunos subrayar el libro y otros comenzar a escribir o a copiar. Deberían esforzarse un poco más, pero era comprensible porque era una manera de esforzar al cerebro a que memorice perfectamente.

Cada vez que caminabas, notabas a alguien mirarte por detrás. Ignoraste esa sensación, pero te estaba incomodando un poco. Tus talones se giraron para ver quien era el causante. Nadie tenía la cabeza alzada, salvo Kyojuro; este estaba más centrado en la tarea que entregaste. Se veía adorable con esas gafas. Le hacía ver más atractivo e inteligente. Seguiste con tu ronda volviendo a notar esa mirada. Era una mirada depredadora casi idéntica a los Daddies.

«Te estás volviendo una paranoia», se dijo así misma negando con la cabeza para ignorar de nuevo esa sensación. Cuando terminaste tu ronda de siete minutos, te sentaste en la silla y Kyojuro quitó la mirada en las hojas para sonreírte.

—Elegí algunos temas —dijo, enseñándote la hoja marcada con bolígrafo rojo. No te dio tiempo de memorizar—. Me lo llevaré a casa para echar un nuevo vistazo.

—Eso es genial, Rengoku-sensei.

—¿La ronda como ha ido?

—Todos están centrados, aunque hay más de alguno que está copiando tal cual la lectura —informaste con cierta sinceridad.

—Mientras comprendan, no importa si están copiando. —Su dedo índice derecho estaba alzado y no dejó de sonreír—. Hay que mantener el espíritu estudiantil. Esa llama debe seguir viva para conseguir el objetivo final: ¡acabar el curso!

—Ahí le doy la razón.

—¿Tienes planes cuando acabes?

—Aparte de seguir trabajando para mantenerme, aún no tengo claro qué hacer.

Tu futuro era incierto. Lo más lógico era seguir trabajando, pero durante toda la semana. Ya más adelante decidirás si seguir estudiando para tener un buen trabajo. Kyojuro se dio cuenta de tu mirada. Los profesores estaban informados de tu situación. Fue muy triste tu historia. Unas cuantas palmadas sentiste en tu cabeza y lo miraste.

—Aún queda tiempo, así que piénsalo bien.

A veces pensabas que Kyojuro tenía ciertos comportamientos que te llamaban mucho la atención. Él era muy cercano a sus alumnos. Eso era algo que te gustaba muchísimo de él. Guapo y soltero. ¿No había una chica que llamara su atención? Una incógnita sin resolver. Los minutos pasaron y la campana sonó. Kyojuro se despidió de todos sus alumnos, incluyéndote. No te moviste de tu sitio porque la siguiente clase con Shinazugawa Sanemi.

Este entró como siempre con una mala hostia de por medio. Eso significaba que los alumnos del otro curso hicieron alguna estupidez para cabrearlo. Sanemi dio un golpe tremendo en la mesa y cogió una tiza para lanzarla a un alumno que seguía hablando ante su presencia. Joder, y eso que hoy era miércoles.

—¡Si tenéis ganas de hablar, salid fuera y no molestéis más la clase! —gritó. Todos se encogieron del sitio, incluyéndote. Ni quieres imaginarte como será en la cama—. Escuchadme, dentro de poco será el examen. No diré cuando porque será sorpresa, así que más os vale poner los codos y estudiar.

—¡Sí, Shinazugawa-sensei!

—¡Repasad el contenido que hemos dado la semana pasada! ¡Ya! ¡Y no levanteis la cabeza porque sabéis lo que sucederá después!

Todos hicieron caso, menos contigo porque ayer te dijo que haría una excepción por ser su ayudante. Estabas revisando la agenda para la siguiente clase. Hoy era miércoles y no tocaba clase con Uzui Tengen. Suspiraste aliviada porque desde ayer notaste una mirada extraña en él, como si te estuviera devorando. Tu cabeza se movió por sí sola cuando notaste la presencia de Sanemi sentada a tu lado. Él se relajó un poco.

Entonces, cerraste tu agenda para hacer los ejercicios que él marcó hace un buen rato. De vez en cuando mirabas su antebrazo izquierdo lleno de cicatrices. No, en serio. Este hombre era demasiado atractivo, aunque de cara daba mucho miedo. Sin embargo, recordaste la sonrisa que te dedicó ayer. Sin darte cuenta, tu corazón estaba palpitando con un poco más de fuerza y volviste a centrarte en los ejercicios.

¿Por qué todos los profesores de esta academia tenían que ser guapos? Intentabas comprender de alguna manera. En uno de los ejercicios te estancaste. Mierda, no recordabas la fórmula que tenías que aplicar. Sanemi te dijo que si necesitas cualquier ayuda, él te lo ayudaría. Pero no querías molestarlo porque parece estar centrado en una cosa del libro.

Ten valor.

—Disculpe por la interrupción, Shinazugawa-sensei —susurraste. El profesor quitó la mirada del libro y la posó en ti—. Hay un problema que me está costando y no recuerdo la fórmula de la función para aplicarlo.

Pensaste que te diría que fueras a la página, sin embargo, te sorprendiste cuando el hombre se acercó más a ti. Oh, Dios. Su cabello olía tan bien que pensaste que te ibas a desplomar en cualquier momento.

—¿Qué ejercicio?

—E-Este —tartamudeaste sin querer. ¡Mierda!

Sanemi leyó bastante rápido el ejercicio y te dio una respuesta inmediata.

—Fíjate que te está dando coordenadas. Cuando te da esta información significa que tienes que aplicar la función lineal. Entonces debes buscar la constante m y multiplicarla por x —te explicaba, mientras escribía con un lápiz.

Te sentiste idiota porque era lo más obvio del mundo.

—L-Lo siento. Debí darme cuenta antes —te disculpaste. Este hombre cerca de ti te ponía muy nerviosa.

—Las cosas fáciles son las más difíciles de ver —te dijo—. No te preocupes por eso. —Esa voz grave y ruda que siempre solías escuchar, era un poco más suave—. ¿Necesitas saber otra cosa?

No debería abusar de su confianza, pero tiene que aprovechar esta gran oportunidad.

—Humm… ¿Pudiera echar un vistazo si los ejercicios anteriores están bien?

Sanemi no se negó. Sus ojos púrpuras pálidos miraban con rapidez los ejercicios que hiciste con anterioridad. No parecía que veía algún error, sin embargo, viste como él escribió en la hoja.

—Cuidado con este cálculo porque está mal. El resultado debe darte 4,45, y no 7,99.

No hace falta decir que el propio Sanemi era una calculadora humana. Volviste a repetir el mismo proceso teniendo mucho cuidado. ¡Ah! Ya viste el fallo.

—¡Lo vi!

—Buen trabajo.

Te llenaste de orgullo. Esperabas que el examen no fuese tan complicado porque Sanemi le gustaba poner a prueba a sus alumnos con ejercicios difíciles. Y la clase terminó, donde pudiste volver a tu mesa, no sin antes despedirte del profesor quien hizo lo mismo.

Las horas pasaron y era hora de marcharse a la empresa para tener una cita con el siguiente Daddy. Te apresuraste antes de que Ume te entretenga para hacerte un trillón de preguntas. Realmente no tenías ganas de hablar con ella. Tenías un montón de prisa y no querías perder el tiempo. Además, se te iba a escapar el tren si tú no aumentabas el ritmo de tus pasos. Finalmente, llegaste a lo que liberaste un suspiro de alivio. Tu cuerpo estaba cerca de las puertas para asegurarte que estabas en una zona segura. Tus ojos miraban a cada pasajero del tren. Desconocía cuál era su destino. Y no te importaba mucho porque tú querías centrarte en el tuyo.

Al cabo de un buen rato llegaste al edificio. Hiciste el mismo procedimiento de ayer: ir a la recepción, actualizar la tarjeta, ir al ascensor, ir a la quinta y entrar en la puerta. Todo estaba como ayer. No hubo ningún cambio. ¿Cada cuánto tiempo limpiaban el lugar? No estabas muy seguro de ello, pero decidiste sentarte en la cama y esperar. Ya la chica de la recepción aviso a Mr. Ice para hacerte una visita. Tus pies se balanceaban por encima de la cama. Te estabas aburriendo un poco. No sé cuánto tiempo tendrás que esperar. Pero eso acabó cuando la puerta se abrió, dejando paso a ese hombre de la máscara de copos de nieve.

—Oh, perdona mi retraso, tenía unos asuntos que atender —se disculpó el hombre. A causa del aparato, su voz era más fina y aguda.

—No se preocupe.

—___. Un nombre muy bonito —dijo, revisando consigo el expediente. Una pequeña risa hizo, llamando tu atención—. Veo que ya Mr. Sound jugó un poco contigo. Entonces tendré que comenzar también en el juego.

—¿Qué hará, Daddy?

—¿Sabes? Me excita que las chicas me llamen de esa manera, pero tú tienes un tono que me gusta muchísimo —añadió, acercándose lentamente a la joven para tomar su barbilla—. Te confieso que soy un poco sádico, es decir, me gusta que mis pequeñas sientan un placer diferente.

Vale. Esto te estaba asustando demasiado. Miraste con los ojos como platos. Mr. Ice rio nuevamente ante tu reacción.

—Oh, pequeña, no te asustes. Contigo seré suave para que te acostumbres.

—E-Eso me alivia un poco.

—¡Muy bien! Voy a mirar en mi armario favorito a ver qué juguete puedo usar contigo.

Mr. Ice dejó el expediente en una mesa que estaba justo al lado del armario. Abrió las puertas y tú rezaba una y otra vez que no cogiera algo indebido. Observaste como ese hombre canturreaba con mucha felicidad, como si hubiera encontrado un gran tesoro. Sus manos se movían por el aire y luego su dedo índice formaba círculos a punto de escoger el juguete adecuado. Pero no uno, sino varios para probar contigo. Todo tu cuerpo tembló cuando Mr. Ice se aproximó con los brazos llenos.

—Soy un poco indeciso; por ello, cogí todo esto.

«Este tipo me quiere matar».

—Veamos, pequeña. ¿Podrías levantarte y darme la espalda?

Obedeciste la orden de ese hombre sádico. Una mano notaste en tu espalda y te empujó suavemente a lo que apoyaste las tuyas en las sábanas. Mr. Ice alzó tu falda quedando expuesto tu trasero cubierto por las bragas. Querías averiguar cuál sería el siguiente movimiento, pero un grito de sorpresa salió de tus labios porque te dio una nalgada. Esto pasó lo mismo que ayer.

—Oh, pero que tierno. ¿Sabes? Te queda bien esa marca, sin embargo, me gustan otro tipo de marchas.

Tus ojos visualizaron que cogió una especie de fusta con pequeñas tiras que pudieran ser látigos. Soltaste un chillido cuando sentiste ese golpe en tu glúteo. No era fuerte, pero dolía un poco porque era una sensación distinta. Mr. Ice hizo lo mismo con la otra nalga. Tus mejillas estaban ardiendo por la vergüenza que estabas sintiendo. Ni siquiera se paró un segundo para estar contigo durante treinta minutos. Este iba directo. Pero ese quemazón que sentía, se calmaba ante las caricias de Mr. Ice. Tal vez su nombre se debía a eso. Un hombre capaz de provocar dolor y calmar esa zona con sus propias manos. Te mordiste el labio cuando él tiró con fuerza tus bragas haciendo mucha presión en tu zona baja. Escuchaste como reía por lo bajo.

—Oh, mi niña, veo que ya empiezas a estar mojada. Esto me demuestra que tú disfrutas esto —comunicó, volviendo a golpear tus dos nalgas. Esta vez gemiste y cerraste los ojos queriendo sentir más—. Qué maravilla ese gemido, pequeña. Dame más, ¿si?

D-Daddy, yo quisiera estar con usted durante treinta minutos. —Una manera de huir de esa pequeña tortura.

—Pequeña, pequeña —te llamó una y otra vez—. Me encantaría, pero me gusta calentar el ambiente con estas torturas. ¿No te gusta?

—S-Si me gusta, Daddy.

—Date la vuelta y ve quitando tu camisa.

Otra orden. Tus manos temblaban cada vez que quitaba un botón. Mr. Ice tenía toda la paciencia del mundo con ella. Las manos de ese hombre acariciaban con cierta ternura sus brazos para que se relajara. Susurrante bajito dándole las gracias. Empezabas a sentir ardor en tu trasero, pero lo ignoraste y te contraste en tu labor. Ya con la camisa abierta él coló su dorso acariciando tu vientre, eso provocó que tú encogieras un poco esa zona por las cosquillas que estabas teniendo. Eso le hizo gracia a Mr. Ice. Descansó su mano en la copa de tu sujetador donde una de sus yemas rozaba con erotismo tu pezón. Notabas tus mejillas arder demasiado. Suspiros salían de tu boca. Él hizo el mismo procedimiento con el otro hasta que decidió quitarte por completo la camisa y tu sostén.

Mr. Ice agarró con firmeza tus pechos sin ningún tipo de pudor. Los amasaba con total libertad y tú no podrías hacer nada. Simplemente te dejas tocar por ese hombre. Escuchabas como una especie de ronroneo, como si le estuviera gustando lo que veía. Entonces él paró con sus movimientos para coger unas pinzas extrañas. Te quejaste un poco porque Mr. Ice colocó uno en tu pezón e hizo lo mismo con el otro. De repente, en las puntas de las pinzas activó un mecanismo donde estos objetos empezaron a vibrar. Inconscientemente te llevaste la mano a la boca para evitar un gemido.

—No calles tus gemidos, mi pequeña. Los gemidos de las mujeres provocan en mí cierta excitación —dijo. Tú notas como la vibración iba en aumento porque él subió el nivel—. Además, si sigues así, me vas a obligar a aumentar la vibración.

—¡D-Daddy!

—¿Te han dicho que tus gemidos son especiales, pequeña?

Te dabas cuenta que a él le gustaba llamarte de esa manera, como si fueras una niña de verdad. Bueno, eres adulta, pero todavía con cara de una cría de quince años. Esto era una verdadera tortura para ti porque no parabas de realizar esos sonidos que despertaban en Mr. Ice cierto deseo. El maldito dio un manotazo a uno de tus pechos. Ya estabas demasiado sensible y no podías controlar tus gemidos.

—Qué chica tan interesante tenemos aquí —comentó. Las manos de Mr. Ice estaban puestas en tu falda desabotonando el botón y bajando la cremallera dejando que esa prenda se deslizó entre tus piernas—. Humm, ¿sabes? Hubiera preferido que tus bragas tuvieran puesta un logo, como «Soy tuya, Daddy».

Te das cuenta que a este hombre le gustaba parlotear demasiado. Mr. Ice no tardó mucho en arrebatarte las bragas dejándote completamente desnuda. Eres vulnerable en ese instante. Te querías morir. Y más aún cuando él se atrevió a acercar su rostro intentando aspirar el aroma de tus flujos vaginales. No sentía ninguna vergüenza.

—Oh, pequeña. Veo que has roto aguas —bromeó un poco, mientras cogía un poco de tu esencia—. Sí, definitivamente eres especial.

No entendías el motivo de esa palabra. ¿Especial? Supuestamente todos ellos tratan igual a sus clientas o eso querías pensar. Entonces, Mr. Ice te obligó a abrir tus piernas para mostrar más tu flor aún sin ser explorada. Mira que ayer te dio mucha vergüenza que Mr. Sound te haya realizado sexo oral, pero esto era peor porque Mr. Ice no paraba de mirarlo. Decidiste desviar la mirada.

—Mírame, pequeña —te ordenó y tú obedeciste—. Mirar lo que hace un hombre a una mujer no es malo. Es excitante —iba hablando. De su bolsillo sacó otra pinza que no pudiste ver antes y la colocó en tu clítoris haciendo presión. No evitaste morder el labio—. ¿Sabes? Mis pequeñas clientas no suelen tener este botón hinchado, pero veo que tú sí. Oh, pequeña, estás despertando en mí una sensación increíble.

Cuando pronunció esas palabras apretó el botón y ahí sí que no pudiste controlar todos tus gemidos. Tu cuerpo temblaba a cada momento porque pensaste que ibas a caer. Mr. Ice se puso detrás de ti tomando tus muñecas para juntarlas y esposarlas, una manera de que estuvieras quieta. Y fue bueno contigo y te dejó sentarte en la orilla de la cama, pero aún manteniendo las piernas abiertas. Mr. Ice tomó una especie de cadenas con grilletes, pero estas eran capaces de alargarse y mantenerse fijas con un simple botón. Las colocó en tus tobillos..

Tus ojos se fijaron en él que se alejó de ti para tomar la silla que siempre estaba al lado de la puerta. La posicionó enfrente de ti y se sentó. Su espectáculo estaba a punto de empezar.

—Veamos si mi pequeña es capaz de llegar a un orgasmo tan grande a base de dolor y placer.

Esto era una locura. Realmente lo era. Era sentir como mil manos tocar tu cuerpo para dejarte extasiada. Mr. Ice canturreaba con mucha felicidad con una pierna cruzada aún lado, como si quisiera esconder su erección inminente. Era un hombre sádico que le gustaba ver a sus pequeñas estar completamente sumisas y obedecer en todo momento sin rechistar.

Tu vientre se contrae por cada espasmo que recibes. Tus pezones y tu clítoris estaban ardiendo por la vibración, pero se sentía bien. Era una sensación exquisita difícil de explicar. Tu cabeza se echó para atrás porque una corriente que tanto conocías estaba descendiendo cada vez más y más. La saliva salía por la comisura de tus labios y todo tu cuerpo explotó, llegando al esperado orgasmo.

Ni siquiera pudiste cerrar las piernas. Solo dejaste que tu figura se acostara completamente en la cama buscando el aire pasar por tus pulmones. Pero no todo acaba ahí porque las vibraciones continúan y tú ya estabas demasiado sensible. La risa de Mr. Ice resonó por todo el lugar.

—Dulce y delicioso —añadió.

El hombre se levantó de la silla para acercarse a ti y tomó tus cabellos para hacerte levantar. La fuerza que empleaba no era bruta, al contrario. No te quería lastimar. Te obligó a arrodillarte. Tu mente estaba procesando la información porque el clímax fue fuerte. Mr. Ice, antes de coger tus cabellos, cogió un objeto. Era un bozal, pero no uno cualquiera. En su centro había una especie de anillo bastante grande. Tus mejillas se tornaron rojas porque sabías para qué servía.

—Abre la boca, pequeña. Di: ¡ah!

Tus labios temblaban, pero decidiste obedecer para no recibir ningún castigo. Ese anillo se coloca en tu boca obligándote a no cerrarla. Ya amarrado el bozal, Mr. Ice se bajó la cremallera de su pantalón dejando expuesto su hombría. Joder. Mira que te imaginaste muchas veces uno, pero nunca pensaste ver uno delante de tus narices.

—Como principiante que eres, te enseñaré cómo chupar una polla. Solo estate quieta y déjame el resto a mí.

Pensaste en lo peor porque no sería nada suave contigo. Mr. Ice no tardó mucho en meter su pene en tu boca. Esa cosa no cabía del todo. Un olor bastante fuerte inunda tus sentidos. Entonces sientes como se iba moviendo en tu boca, donde tu lengua un poco entumecida tocaba todo de él. En las lecturas de Wattpad siempre decían que hacer una felación te calentaba de una manera espectacular. Da igual si eres hetero u homosexual.

Tenían razón.

Toda tu figura empezaba a acalorarse porque te imaginabas que te follaba sin control ahí abajo. Aunque se movía lento en tu boca para no hacerte ningún daño porque no estabas acostumbrada aún, en el fondo quisieras que demostrara su lado un poco más salvaje.

—Juega con tu lengua en mi glande —te mandó y tú te comportas como una verdadera sumisa, acatando todas las órdenes de ese hombre considerado Daddy—. Muy bien. Lo estás haciendo muy bien —te elogió—. Continúa tú.

«¿De verdad?», pensaste. Sí, Mr. Ice detuvo sus movimientos para que continuases con la labor de seguir con la felación. Y lo hiciste con mucho gusto. Estabas embaucada por esa sensación. Su sabor era embriagador que neutralizaba todos tus sentidos. Movías la cabeza hacia dentro y hacia fuera jugando con su punta con la lengua o pasar alrededor de esas venas marcadas de su hombría.

Tus fluidos vaginales salían sin control alguno por la excitación que estabas sintiendo. Los vibradores y tener el pene de Mr.Ice en tu boca era una maravilla que nunca olvidarás y deseas repetir. Él agarró tus cabellos para que no sean una molestia. Tus oídos se agudizaron porque escuchas la respiración un poco agitada de ese hombre desconocido. Solamente significaba una cosa: él también estaba en su límite.

—Vamos. Sigue follándome con esa boca sucia que tienes, pequeña —dijo, levantando más tu ego. ¿Por qué los comentarios cochinos provocan más excitación? Ni tú lo sabes—. Un poco más. Sí. —Cada comentario que hacía sujetaba más tu cabeza haciendo más presión provocando que su pene tocara tu garganta—. Demuéstrame que eres una baby buena. Dale la mejor mamada a Daddy. Oh, pequeña. Estoy en mi límite. Sigue. Sigue. Así, joder.

Como no podías hablar, solo emitías sonidos para que Mr. Ice lo tuviera en cuenta. Tú también estabas a punto de venirte.

—Vamos, pequeña. Córrete para mí. Yo soy el único presente que verá esta maravilla. —Pues si que le gustaba hablar a este tipo—. Voy a correrme. Voy a correrme en tu linda y sucia boca. ¡Joder!

No te dio tiempo de reaccionar porque un segundo orgasmo llegó y cierta esencia recibiste en tu cavidad bucal. El sabor era amargo y estaba caliente. Qué impresión. Estabas con los ojos abiertos no creyéndolo. Mr. Ice se apartó de ti y con un pañuelo en la mano te lo colocó en la boca, mientras sujetaba tu cabeza e inclinases un poco hacia abajo.

—Escúpelo todo, ¿sí? Con la boca así no podrás tragártelo todo —te dijo—. Lo siento. Creo que me pasé un poco.

Ya el semen retirado, prosiguió en quitarte el bozal. Un suspiro salió de tus labios con total alivio y empezaste a mover la boca porque estaba un poco entumecida. Mr. Ice retiró las pinzas porque ya no era necesario seguir con el juego. ¿Cuánto tiempo pasó? No lo sabes. Poco a poco él iba deshaciendo de los grilletes dejándote libre al fin. Entonces te cogió en brazos para que él se sentara en la orilla de la cama y tú encima de tus piernas. Estaba en una posición de bebé.

Sus manos cubiertos por esos guantes negros tocaban con sutileza tus muñecas haciendo leves masajes. Dolía un poco, pero no suficiente para quejarte por lo bajo. Ahora estabas en los treinta minutos con Daddy. Él lo prometió. Eso te relajó bastante ya que apoyaste la cabeza en su pecho. Notaste que más allá de esas prendas él estaba frío. Que raro, ¿no? Decidiste ignorar ese hecho.

—¿Cómo está mi pequeña?

—Un poco adolorida.

—Me alegra que me dijeras eso, así sé que la próxima vez tendré que seguir a este ritmo contigo.

—¿Por qué dice eso?

—Digamos que las otras no me dicen la verdad —habló, prosiguiendo con tus tobillos entumecidos—. Solo quieren seguir con la sesión no dándose cuenta de sus límites. Como te dije, soy sádico, pero no quisiera hacer daño a mis pequeñas.

Te diste cuenta de ello porque empezó suave contigo por ser la primera vez que vienes a la compañía. Sin embargo, temías conocer su lado más salvaje.

—Pensaba que me daría con un látigo —confesaste, recordando las nalgadas en tu trasero.

—Oh, no. Tampoco quisiera asustarte. Yo busco a mi pequeña perfecta. Aquella que me diga la verdad en todo momento. Que me confiese sus límites. Si no lo soporta, entonces cambiamos de juego. Así de simple.

—Yo seré sincera en todo momento, si es lo que desea. ¡Auch!

—Perdona, no era mi intención apretar esa zona. Tus tobillos son delicados.

—N-No se preocupe.

—¿Qué te está pareciendo la experiencia? Genial, ¿verdad?

—No me acostumbro a estas cosas —confesaste—, pero no niego que es… gratificante.

—Me alegra oír eso —rio un poco—. Yo te aconsejo que sigas en esta compañía. De verdad. Me agrada tu compañía y, en todos los aspectos, eres la chica idónea que estaba buscando.

—Mr. Demon y Mr. Sound dijeron lo mismo.

—Oh, entonces opinamos igual —siguió riendo. Esa risa daba cierto escalofrío en tu cuerpo, pero no dijiste nada para molestarlo—. ¡Bueno! Los treinta minutos han pasado —dijo, dejándote en la cama—. Me gustaría continuar con la sesión, pero tendrás que recuperarte para la cita de mañana.

—¿Puedo saber con quien la tendré, Daddy? —preguntaste con educación.

—Con Mr. Venom.

Hiciste memoria. Quien menciona Mr. Ice porta una máscara con dibujos extraños, como si fueran marcas de nacimiento o nubes de veneno. Era el tercer miembro más alto. ¿Iban por orden de altura? No, porque Mr. Demon no era alto. Ya él te dijo que era el cabecilla del grupo.

—Espero volver a verte la próxima semana, si al final aceptas seguir con nosotros.

Los tres Daddies sienten esperanzas de que vuelvas. ¿Y tú? ¿Querrás?

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