Capítulo 3. Mr. Sound
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
Anoche no has dejado de soñar cosas eróticas con Mr. Demon. Tu cabeza no paraba de dar vueltas, como si hubieras tenido una borrachera. ¿Por qué demonios aceptaste y fuiste ante esa locura? Realmente lo era. Lo peor era que tenías clases y después tenía cita con uno de ellos.
Mr. Sound. Deletrear ese nombre era como ser atraída por el sonido. ¿Cómo será su voz? Bueno, eso será difícil porque tendrá un aparato que le ayude a modificar su voz. Un suspiro salió de tus labios, mientras te lavabas la cara y los dientes. Hoy iba a ser otro día diferente.
La misma rutina de siempre. Eso no cambiará hasta que esté cerca de terminar el curso. Ya queda menos. Faltaba por saber que ibas a hacer después de terminar el curso, salvo seguir trabajando los fines de semana. Menos mal que aclaraste que trabajas en un pequeño restaurante. Eso limitaba el hecho de disfrutar en la coorporación. Pero ¿qué cosas estabas diciendo? Creo que la cita con ese Daddy te afectó demasiado.
Ya en la academia, fuiste directamente a la clase. Ni siquiera te fijaste si estaba Ume por ahí, esperándote en la puerta. Dejaste la mochila en la mesa y te sentaste para aclarar tus pensamientos. A ver, esto era la vida real. Esto no era Wattpad. Cualquier lector o lectora de esta aplicación estaría aprovechando la ocasión, si tuviese la oportunidad. Y a ti te dieron la oportunidad de experimentar esta aventura.
—¡Buenos días!
Un gran salto diste cuando Ume te gritó muy cerca de tu oído. Miraste mal a la joven que te estaba dedicando una sonrisa. ¡Algún día te dará un paro cardíaco como siga con esos saludos!
—¿Tú quieres matarme o qué, idiota?
—¡Ja! Te vi concentrada, así que no tuve más remedio que usar la técnica del susto —explicó.
—Eres la peor plaga que pudiera existir —escupiste.
Ume carcajeó un poco conociéndote en cuanto a tu comportamiento.
—A propósito —paró un segundo tomando su silla para sentarse más cerca de ti y que nadie escuchase. Luego continuó—, ¿qué tal ayer?
—Oh, pensando las formas en matarte, maldita hija de perra —la insultaste de forma cariñosa.
—Ay, como me quieres tanto —dramatizó—. No, en serio. ¿Qué tal?
—Ume, ¿tú sabes lo que es llegar ahí y te digan que, durante toda esta semana, me van a atender siete empleados de la empresa? Ayer los conocí y uno de ellos... Bueno... -te sonrojaste de golpe.
—¡¿Siete?! —exclamó con sorpresa.
—¡Ume!
—¡Perdón! Me emocioné demasiado —se disculpó—. ¿Y cómo son?
—Esa es la cosa: no lo sé —dijiste, pero Ume frunció el ceño—. Portaban máscaras de demonio. Cada una tenía un aspecto particular, una manera de demostrar la personalidad. Y también sus cuerpos están cubiertos por vestimentas. No quieren que sus clientas los reconozcan en la calle.
—Ay, qué pena. Pero, oye, eso es más interesante.
—Supongo.
—Si ocultan su rostro, me imagino que su identidad también.
—Sí, ayer me tocó uno llamado Mr. Demon.
—Uy, ya por el nombre indica que es un demonio de verdad. —Ume se sonrojó completamente—. ¿Y llegastéis a...?
—¡No! Es decir, pasó, pero no llegamos al acto sexual. Me explicó que al ser virgen iba a respetar mi decisión de hacerlo o no.
—¿Cómo sabe que...?
—En el formulario que rellené me preguntaba cosas sexuales —aclaraste—. Y una de ellas decía que si soy virgen o no.
Ume parpadeó unas cuantas veces. Estaba alucinando.
—¿Y tienes otra sesión?
—Sí, con uno que se llama Mr. Sound.
—Qué curioso el nombre.
—Y tanto, sobre todo su máscara porque tiene pintaderas, como si un artista echase un montón de pinturas —explicaste.
—Seguro que Uzui-sensei estaría orgulloso del artista.
—Eso mismo pensé.
La campana sonó, avisando de que iba a comenzar las clases. La primera materia que iban a partir era historia. Rengoku Kyojuro entró en la clase con una gran sonrisa, como solía acostumbrar. Todos los alumnos lo saludaron a modo de respeto porque era el más considerado y que nunca suspendió a ningún alumno. Todos estaban a salvo de Rengoku.
—¡Buenos días, alumnos! Espero que este martes sea un gran día —dijo alzando la voz. Este hombre era demasiado tierno como para creerlo—. No sé si os acordáis, pero hoy comenzará con la elección del ayudante del profesor.
¡Ostras! No te acordaste de ello. Todos los años, los profesores escogen a cualquier alumno de cualquier curso para que sea su ayudante en todo lo que queda de año. Es decir, si Kyojuro elige un alumno de cuarto, esa persona le ayudará en el curso de cuarto. Y así con primero, con segundo...
—Sé que muchos de vosotros está deseando ser escogidos por mí, sin embargo, solo hay una persona merecedora de ser mi ayudante —continuó hablando el profesor con una gran sonrisa de oreja a oreja—. Para el curso de cuarto escogeré a ___ ___.
Tus ojos se abrieron de par en par. Ya estabas escuchando a las féminas murmurar cosas como: «¡qué suerte!» o «¡yo quería ser escogida!». Como les gustaba competir para estar con un profesor apuesto como Kyojuro.
—Por favor, ___. Coja su silla y siéntese a mi lado.
Eso también era habitual si ibas a ser el ayudante del profesor. Tomaste sin ningún dificultad la silla, ya colgando la mochila en tu hombro porque ibas a estar una hora con él. La tarea del ayudante consistía en escribir en la pizarra, ayudarle a corregir los exámenes de los alumnos... ¡Y la ventaja era que podías preguntarle cualquier cosa! Con la silla colocada, te sentaste y sacaste las cosas de la mochila.
—¡Bien! Vamos a repasar el tema porque sé que hay un montón de fechas y cuesta un montón. ___, ¿podrías tomar la tiza y apuntar las fechas cronológicamente, por favor?
—Sí, Rengoku-sensei.
No te importaba. Ser el ayudante del profesor de historia te molaba bastante. Kyojuro te dictaba las fechas y explicaba en cada una de ellas para que los alumnos diferenciara porque hubo fechas importantes. Tú hacías como una especie de árbol genealógico para que se entendiera perfectamente. Kyojuro te felicitaba por tu manera de aclarar en la pizarra. Eso provocaba que tu ego aumentase.
Cuando finalizó con la explicación pidió a todos los alumnos que hicieran un breve resumen de las fechas y corregirán después para ver si entendieron perfectamente. Te pusiste un poco nerviosa porque Kyojuro se sentó a tu lado, sacando de su maletín el libro de historia. Sus cabellos eran impresionantes porque eran el fuego mismo. Esto le hizo recordar a uno de los Daddies con su máscara llena de dibujos en referencia a ese elemento.
—Debo informarte que dentro de poco haré el examen —te dijo con plena confianza—. Entonces, me gustaría que mirásemos juntos qué preguntas hacer. Ya luego me encargaré de escoger las que me interesen.
—Me parece bien, Rengoku-sensei.
Definitivamente, el día empezó interesante.
Al acabar la clase junto con las correcciones, todos se despidieron de Kyojuro y tú hiciste igual. En tu agenda apuntaste de hacer la tarea que te pidió el profesor de historia para entregárselo mañana sin falta. La siguiente clase era arte y todos deben trasladarse hasta otra sala.
—¡Qué suerte has tenido! —exclamó Ume acercándose hacia ti—. Todas te tienen envidia.
—No tengo culpa de ser la favorita de Rengoku-sensei —explicaste—. El año pasado también me escogió. ¿Te acuerdas?
—Sí, pero me extraña que te haya escogido de nuevo. Normalmente, los profesores suelen cambiar de alumnos.
—Bueno, esto es una excepción.
Las dos caminaban en dirección a la clase de artes que ya Tengen los estaba esperando para impartir. Ese hombre era guapísimo. Esos ojos color magenta destacan demasiado y su manera de vestirse extravagantemente. A ti te fascinaba la idea de que sea un profesor diferente y que no cumpla con los estereotipos, es decir, de vestirse con la indumentaria de un maestro.
Cada uno se sentó en su respectivo asiento y Tengen esbozó una gran sonrisa seductora que derretía a cualquier mujer. Sí, ya estabas escuchando a todas suspirar. Tú rodaste los ojos. Preferías esconder tu gusto antes de demostrarlo de cara al público.
—¡Bienvenidos a la clase más guay y divertida que van a tener hoy! —anunció con mucho entusiasmo—. Pero antes de empezar, debo escoger a mi ayudante porque empezaba hoy. Así que mi ayudante para el curso de cuarto será ___ ___.
¡¿Cómo?! Otra vez tus ojos se abrieron de par en par no creyendo lo que estabas escuchando. Ya van dos profesores que te quieren como ayudante. Otra vez escuchabas a las chicas insultarte por lo bajo. No tenías culpa alguna. Tengen te hizo señas para que te pusieras a su lado, pero como buen caballero, te ayudó a mover el soporte junto con el cuadro y tú simplemente moviste la silla.
—Dicho esto, la clase de hoy está dedicada a que pinteis un animal que os represente. Ya sea un gato, un perro... Luego preguntaré a quienes considere para que me deis una explicación.
Un animal. Esa era una pregunta complicada. A veces, piensas que eres una leona porque eres capaz de sacar las garras y pelear. También eres un cisne o un caballito de amor que crees en el amor, pero solo un poco. Pero desde ayer tus pensamientos cambiaron. Las leonas eran capaces de ser dóciles y sumisas ante el macho. Te sonrojaste demasiado ante tal pensamiento.
Con tu pincel cogiste un poco de pintura negra para empezar dar forma al animal. Toques suaves. Luego te centraste en pintarla. La mirada de Tengen estaba sobre tu hombro y te pusiste un poco nerviosa pensando que te iba a decir algo, pero estaba callado en todo momento.
—Está bien, pero a lo mejor yo añadiría un paisaje, ¿no crees? —sugirió.
—¿Cree que me dará tiempo?
-Tienes un dote culinario, ___. En diez minutos te dará tiempo -dijo, manteniendo su sonrisa coqueta.
Maldición. Ese hombre era capaz de ponerte nerviosa en cuestión de segundos. Entonces, hiciste caso a su sugerencia y le diste toques de sabana salvaje, incluso añadiste un león detrás.
—¡Se acabó el tiempo! —exclamó Tengen—. Empezaremos con ___ y su cuadro —anunció.
—Yo representaría a una leona —dijiste, enseñando su cuadro a sus compañeros—. Sabéis perfectamente que soy capaz de sacar garras y dientes para defenderme porque tengo carácter. Sin embargo, recientemente me di cuenta que también soy dócil y me vuelvo sumisa ante un hombre. Atrás dibujé a un león en representación a eso.
—¿Qué dices? —te preguntó uno, no creyendo eso.
—He dicho hombre y no un mocoso como tú —dijiste con los mofletes inflados.
—Humm, interesante.
No sabes porqué, pero ese comentario te puso los pelos de punta que miraste al hombre. Sus ojos magentas estaban fijos en ti, como queriendo leer tu pensamiento. Te sonrojaste abruptamente que miraste hacia otro lado. ¡Maldito, idiota!
—¡Bien! ¡Continuemos!
Esa clase, que se convirtió en una tortura, acabó. Te aliviaste demasiado. Las siguientes clases fueron normales y cada compañero tuyo fue escogido. Ninguno escogió a Ume. ¿Por qué será? Ella era difícil de manejar. Eso se comprendía perfectamente. De vez en cuando, mirabas el reloj dándote cuenta que ya quedaba menos para que se terminaran las clases de la academia e ir directamente a la coorporación. Menos mal que comías durante el receso.
La última clase. La peor de todas para los alumnos. Matemáticas. A ti no te importaba. Solo el hecho de ver ese hombre cicatrizado que te sacaba más de un suspiro te era suficiente. Shinazugawa Sanemi entró con su expresión típica de siempre. Todos estaban tensos porque no estaban seguros a quien iba a escoger como su ayudante. El profesor de matemáticas apoyó su cuerpo en la mesa y chasqueó la lengua con fastidio.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes, Shinazugawa-sensei.
—Escoger a mi ayudante es realmente estúpido, pero no me queda de otra para poner contento a Oyakata-sama —se sinceró. Este hombre respetaba mucho al directo de la academia—. Revisando vuestros expedientes y notas en mis clases, todos sois unos completos desastres —escupió, importándole poco—. Sin embargo, hay una excepción, así que ___ ___ serás mi ayudante durante todo el curso.
Tres. Tres profesores te han escogido para ser su ayudante. Nunca pensaste que Sanemi te eligiese. Entonces, hiciste lo mismo: trasladarte del sitio hasta la mesa del profesor. Te van a marear la perdiz.
—¡Vayan a la página ciento cincuenta y hagan los ejercicios! ¡Como vea alguno levantar la cabeza, no dudaré en lanzarle la pizarra en la cabeza!
Todos obedecieron sin rechistar. ¿Quién se atrevía a enfrentarse a este hombre? Por eso te gustaba tanto. Te mordiste el labio inconscientemente. Imaginarte haciéndolo con él eran de tus mayores fantasías, pero eso solo pasará en los sueños. Sanemi se sentó a tu lado con una expresión un poco más relajada. No alzaste la cabeza como bien dijo. De repente, notaste cierta cercanía por su parte que tu cuerpo se tensó.
—Si tienes alguna duda, no dudes en preguntarme —susurró.
—... ¿Puedo alzar la cabeza? —preguntaste con un poco de miedo. Pero tu corazón bombeó con tanta fuerza cuando ves a Sanemi esbozar un poco sus labios. ¡Su sonrisa era demasiada linda!
—Haré la excepción contigo, ya que eres mi ayudante.
Estabas teniendo muchas sospechas. Es decir, los tres profesores que te escogieron te estaban tratando de una manera distinta. ¿Se levantaron con el pie derecho? No lo sabes, pero te estaba gustando demasiado porque tendrás cerca a tres hombres que te gustaban demasiado y que fantaseabas en tener relaciones sexuales. ¿Y a quién no?
Desde esa posición te fijabas las cicatrices de sus brazos y de su pecho. Dios, como te gustaría acariciar esas zonas y ver si había más cicatrices en su cuerpo. ¿Cómo se los habrá hecho? Una gran pregunta que no podrás resolver porque no había suficiente confianza.
Ningún alumno recibió un golpe por parte del profesor de matemáticas, es decir, la clase terminó tranquila y ningún cometió fallos a la hora de los cálculos. ___ se despidió de Sanemi y este se la devolvió, ignorando al resto de alumnos. Un hombre muy extraño.
—¡¿Lista para la cita?! —exclamó Ume, ya saliendo de la academia.
—Hoy ha sido un día raro, ¿no?
—¿Por qué lo dices?
—Rengoku-sensei, Uzui-sensei y Shinazugawa-sensei estaban raros conmigo —aclaraste.
—Ah, eso. Pues yo los vi normal, como siempre —dijo—. Pero volviendo al tema de antes: ¿lista para la cita?
—Sí, pesada. —Empujaste a tu amiga riéndote un poco—. A ver que me depara con ese hombre.
—Seguro que bien. ¡Te dejo! ¡Le dije a mi hermano que iría temprano a casa! ¡Ya me cuentas por WhatsApp!
No paraste de reír. Ume era demasiado por eso la querías. Una amiga que siempre estará ahí para apoyarte en cualquier momento. Ya estabas de camino a coger el metro e ir directamente a la empresa Kimetsu's Corporation a conocer a Mr. Sound. Sacaste la cartera de tu mochila para asegurarte de que estaba la tarjeta y poder entrar perfectamente. Sí, todo estaba correcto.
De tus labios salió un gran suspiro preguntándote cómo será la sesión de hoy. ¿Será relajado o un poco más intenso como ayer? Tus mejillas se sonrojaron por completo recordando la cita con Mr. Demon. Ese hombre sí que era un verdadero demonio queriendo incitar a que peque con él.
Pasaron los minutos y ya estabas enfrente de la puerta de la empresa. No dudaste en entrar y ahí estaba Susamaru esperando a que le entregues la tarjeta. Te aproximaste y ella te esbozó una gran sonrisa. Mientras se encargaba de actualizar tu tarjeta, tecleó el teléfono para comunicar a Mr. Sound que estabas por aquí. Toda tu piel se erizó completamente. Luego te devolvió la cartulina y te dijo que fueras a la quinta planta a la misma habitación de ayer. Fácil de llegar.
Otros minutos pasaron. Ya estabas en la habitación sentada en la cama, esperando pacientemente a Mr. Sound. Empezaste a recordar como era. Un hombre alto, el más alto del grupo. Su figura era robusta porque esas ropas en cualquier momento iban a romperse. ¿Y en la cama? ¡No! ¡Mantén la compostura firme!
De pronto, la puerta corredera se abrió completamente dejando paso a ese hombre corpulento. Tus mejillas se sonrojaron porque te fijaste que en tus manos portaba documentos. Seguramente que será el reporte de Mr. Demon. Sus pasos eran capaces de no simular ningún tipo de sonido. Era increíble. Parecía un ninja. Él seguía caminando hasta ponerse enfrente de ti. Había una distancia mínima entre vosotros. Tragaste saliva con mucho nervio. Entonces, Mr Sound quitó la mirada en los informes y los tiró en la cama para centrarse en ti.
—¡Buenos días, baby! —exclamó el hombre. Cuánta energía.
—B-Buenos días, Daddy.
—¿Lista para la sesión de hoy? He leído que Mr. Demon ha hecho un gran progreso contigo —iba informando, mientras se agachaba para estar a tu altura y quitarte los zapatos.
—Todavía estoy un poco nerviosa —confesaste.
—Oh, no deberías, baby —dijo.
Un sonido salió de tus labios cuando Mr. Sound decidió realizarte un masaje en uno de tus pies. Antes de eso, te había quitado la media para que su labor sea más factible. Empezaste a aliviarte. No pensaste que este hombre fuera tan hábil e hizo el mismo procedimiento con el otro pie.
—Deberás estar adolorida. Ir todos los días a la academia con estos zapatos no es nada cómodo.
—M-Me cambio por otros.
—Eso es bueno. —Él hizo un movimiento de cabeza para mirarte—. He leído que eres receptiva y sumisa. Ayer te vi como una leona, pero parece que tienes un lado dócil cuando estás delante ante un dominante.
—N-Nunca antes me había pasado.
—¿Ni siquiera con ningún profesor? Es raro. Las jóvenes como tú babean cuando ven a un profesor guapo.
Entonces recordaste lo sucedido con esos tres hombres de la academia. Tu rostro se sonrojó aún más, cuál manzana madura.
—No lo demuestro por respeto —confesaste—. Si yo fuera maestra, no me gustaría que mis alumnos estuviesen detrás de mí para que los apruebe fácilmente.
—Me gusta esa respuesta.
Mr. Sound detuvo sus masajes para sentarse a tu lado y tomó tu cintura para que te colocaras encima de él. Tu corazón estaba latiendo con mucha fuerza ante esa cercanía íntima. Hasta que recordaste una de las normas: estar treinta minutos con Daddy. Aún tienes que acostumbrarte a las reglas.
—Pero siento curiosidad en saber qué profesor está en la mente de mi niña —susurró. Aunque su voz fuese distorsionada, era demasiado varonil para su gusto—. O cuántos están en tu mente.
«Sinceridad ante todo, ___», pensó la joven antes de responder.
—Tres.
—¿Puedes decirme sus nombres?
—No irá a hacerles algo, ¿verdad?
—No, claro que no —ríe—. Solo es curiosidad, baby. Pero puedo entender que quieras protegerlos, como nosotros de esconder nuestra identidad. Sin embargo, solo estamos tú y yo —dijo, tomando tu mentón para que lo mirases—. Debes centrarte en mí, en mi voz, en mis caricias...
—Sí, Daddy.
Mr. Sound comenzó a acariciar con dulzura tus cabellos a lo que respondiste con un leve suspiro, incluso tu cabeza quedó apoyada entre el hueco de su cuello y de su hombro. El aroma de su perfume era delicioso capaz de embaucarte completamente. No eras la única. Mr. Sound disfrutaba de este momento íntimo contigo también aspirando el dulce aroma de tu cuello. Luego su mano bajó a tu espalda tocando tu columna vertebral. No estaba desnuda, pero se lo imaginaba.
Menos mal que todavía no notaste, de momento, su hombría porque tú estabas con el uniforme de la academia. Sus caricias eran capaces de dejarte en un estado adormilado porque cerraste los ojos. De pronto, Mr. Sound se levantó contigo cargándote sin ningún problema, mientras caminaba en dirección hacia el armario. Entonces recordaste que viste de todo en ese gran mueble. Él te dejó en el suelo para tener la mayor libertad del mundo para abrir el armario.
Ya estabas lo suficiente cerca para ver perfectamente. Vibradores, fustas, geles, esposas, disfraces... Tragaste saliva preguntándote qué hará Mr. Sound. Él solamente se dedicó a buscar entre los disfraces y en los cajones. Entre sus manos tenía un vestido pardo con cola de un gato y luego unas orejas del animal también. Tus mejillas se incendiaron aún más.
—Desnúdate —te ordenó.
Si te negabas, recibirías un castigo. Con cierta timidez te ibas quitando la corbata, la camisa y la falda quedándote en ropa interior solamente. No te abrazaste para cubrir tu cuerpo por el simple hecho de que tenías delante a un depredador.
—No estás desnuda completamente, baby.
—P-Perdón, Daddy —te disculpaste, quitándote el resto de la ropa.
Mr. Sound se quedó callado, mirando completamente tu cuerpo. No, de verdad, si se quitase la máscara seguramente tendría un rostro lascivo. Tu figura estaba temblando y desviaste la mirada con cierta vergüenza, pero echaste un vistazo hacia la parte baja de sus pantalones. ¡Se estaba marcando!
—Ahora levanta los brazos.
Tú obedeciste. Él te iba vistiendo, dejando que ese vestido se deslice por tu cuerpo y luego te colocó las orejas. Realmente te veías como una gata grande. Mr. Sound tomó su mano para darte la vuelta girando tu cuerpo a 360º para admirarte de pies a cabeza, no obstante, le diste la espalda y se acercó a ti. Sus manos descansan en tus caderas para empujar un poco hacia atrás para que notaras en tu trasero aquel miembro recién despierto.
—Los animales son tremendamente curiosos —susurró, cerca de tu oído tomando un mechón de tu cabello—. La posición favorita de la gran mayoría es esta: la hembra dándole la espalda al macho. —No evitas ladear la cabeza a un lado como si quisieras que te robara un beso en tu cuello—. También es nuestra favorita, ¿sabes por qué?
—N-No, Daddy. —Era evidente que el placer estaba creciendo a cada momento.
—Porque el hombre tiene todo el control sobre la mujer —respondió, tomando tus cabellos y te empujaba hacia la cama en esa postura—. ¿Sabes lo que es ver un trasero redondo y bonito rebotar sobre tu piel? Es demasiado excitante.
Ya en la cama, solo un leve empujón hizo que cayeras hacia adelante con las manos apoyadas en la cama. Mr. Sound te abrió un poco las piernas y sus dedos se deslizaron por tus muslos para levantar tu falda, mostrando tu feminidad completamente. Giras un poco la cabeza parar mirar, pero él agarró tus cabellos obligándote a que miraras hacia adelante.
—No, baby. No podemos estropear la diversión, pero sabiendo que eres curiosa, tendré que ponerte un antifaz para cubrir tus preciosos ojos.
Su cometido se cumplió. Tus ojos fueron cubiertos por esa tela impidiéndote ver, solo te permitía escuchar cualquier sonido. Escuchaste algo metálico llamándote mucho la atención. Entonces un grito de sorpresa realizaste. Mr. Sound te dio una nalgada fuerte en tu trasero.
—Que buen pandero, baby —comentó con voz ronca—. Míralo. Se puso rojo dejando una marca de mi mano —rio por lo bajo. Hizo lo mismo con el otro—. Imagínate ser follada por mí. Dios, te aseguro que te rompería en dos.
—Daddy.
—Pero no lo hago por respeto porque todavía eres virgen, sin embargo, podemos hacer una simulación.
¿Simulación? Mr. Sound apoyó su miembro entre tus nalgas. Te sonrojaste abruptamente notando aquella virilidad. Era enorme. Él empezó a moverse, una manera provocativa de sacarte unos cuantos gemidos. Eran pequeños, pero suficiente para despertar el apetito sexual de Mr. Sound. Tus oídos se agudizaron un poco como si se estuviera quitando algo.
—Eres una linda gatita, baby —susurró cerca de tu oído hasta que notaste una mordida en tu lóbulo. Se quitó la máscara—. Tú te puedes considerar una leona, pero te transformas en una gata mansa que necesitas relajar sus hormonas con una buena follada.
Sus palabras provocaron en ti cierta excitación. Él lo notó porque desde esa posición veía como tus fluidos vaginales resbalaban por tus muslos. Como deseaba ser el primero en profanar tu intimidad, pero debe esperar ante su petición. Solo estaban incitando a que peque con uno de ellos. Agarró con firmeza esa cola falsa como si estuviera imaginando que tenía uno. La mano de Mr. Sound quedó apoyada en su espalda para que inclinara su cuerpo hacia adelante dejando que su trasero estuviera más alzada de lo normal.
—¿Ya te dije que tienes un buen trasero? —preguntó, dando una fuerte nalgada otra vez—. Oh, baby, no sabes las cosas que te pudiera hacer ahora mismo.
—D-Daddy —gimoteaste.
—¿Verdad que tú también tienes ganas? Sería extravagante.
—S-Sí, Daddy.
—¡Mierda! —El erotismo acabó con él porque se corrió, liberando toda su esperma manchando el vestido—. Lo siento, baby. Fue demasiado excitante.
—N-No pasa nada, Daddy.
—Oh, pero soy cruel dejándote en este estado —dijo, tocando tu feminidad a lo que gemiste por lo bajo—. Daddy arreglará este problema.
De repente, un gemido salió de tu garganta al sentir esa lengua explorar sin ningún tipo de pudor en tu feminidad. Dios, no te esperabas eso para nada. Miraste que leíste muchas historias de Wattpad explicando con detalle esa sensación de cunnilingus. ¡Y lo estabas presenciando en directo! La saliva de Mr. Sound combinaba a la perfección de sus fluidos y no paraba de morder, jugar y chupetear tu clítoris.
Todo tu cuerpo estaba temblando de placer. Tu respiración se volvía agitada porque notabas ciertos espasmos que llegaban a esa zona baja. Tus manos agarraban con firmeza las sábanas de la cama. Esto de tener activo todos los sentidos, menos la vista, se estaba convirtiendo en algo único y excitante. Mr. Sound apretaba con fuerza tu trasero y lo amasaba una y otra vez hasta que, dándole un toque de atrevimiento, atrapó con su boca tus labios mayores e inferiores y chupó con un poco de fuerza.
—¡Daddy!
Eso fue el detonante de tu inminente orgasmo. Mr. Sound estaba feliz de presenciar ese bonito clímax delante de sus narices. Toda tu figura se desplomó completamente, mientras tú recuperabas el aire. El antifaz desapareció a lo que empezaste a acostumbrarte a la luz del sol.
—Definitivamente, eres receptiva —comentó, ya con la máscara puesta—. ¿Qué te ha parecido la sesión de hoy?
—Intensa —confesaste.
—Eso me halaga, baby. —Sus brazos rodearon tus caderas ayudándote a incorporarte y sentarte sobre sus piernas—. Eres muy dulce, pequeña. Además, debo reconocer que lo has hecho muy bien.
—Gracias —respondiste con un leve sonrojo.
—Me gustaría continuar, pero mañana tienes clases y es tu mayor prioridad —dijo—, aunque si me dijeras que quieres quedarte un rato más...
—¡No! ¡N-No! —tartamudeaste—. E-Es decir, me gustaría seguir un rato más, pero tengo que hacer tareas para mañana.
—Está bien, lo comprendo. —En el fondo, le hubiera gustado también, pero no le quedó más opción que aceptarlo. Se levantó, ahora dejándola en la cama—. Este lugar. No. Este mundo es idóneo para ti —siguió hablando—, eres demasiado sumisa y receptiva. Me gustan las mujeres con carácter, pero cambia cuando están ante mi presencia.
—Es usted... extravagante.
—¡Así me defino! ¡Tenlo presente! —alzó la voz—. Si continúas, podré darte todo el placer disponible. Ah, y mañana te tocará con Mr. Ice. —Oh, el segundo más alto del grupo; esa persona portaba una máscara con copos de nieve en referencia a su nombre—. Espero volver a verte, ___.
Mr. Sound se retiró para dejarte a vestirte con mucha tranquilidad. El hombre alto caminó hacia el ascensor para volver a su cuarto. Su cabeza daba muchas vueltas pensando en lo que había pasado. Sexta planta. Puerta número 606. Ya dentro empezó a quitarse la máscara y el collar que le facilitaba cambiar la voz a una distorsionada. Mr. Sound se sentó en la silla para verse al espejo. Detrás de esa máscara se escondía un bello rostro capaz de derretir a cualquier mujer y era un hombre conocido por ti.
¡El profesor de arte, Uzui Tengen!
Tengen se tocaba el rostro y se echaba hacia atrás su cabellera blanca controlando sus impulsos. Él se metió en esta empresa en busca de una mujer diferente a lo que estaba habituado; una mujer completamente sumisa. Como profesor, no tenía la oportunidad de estar con sus alumnas porque la gran mayoría querían algo más con él. Además, eran menores de edad y eran sus alumnas. Sin embargo, siempre tuvo cierta fascinación en ti. Eras una chica inteligente y con un dote con el arte bastante peculiar.
Y cuando te vio ayer, su mundo se desmoronó completamente. Ese día, a la noche, tuvo sueños eróticos contigo pensando en todas las posiciones posibles para follarte. Escogerte como su ayudante era una de las mejores decisiones que tomó porque estarás más cerca de ti. Y hoy... ¡Fue extravagante!
—Espero no cometer ninguna locura, pero me será difícil —se dijo así mismo—. Joder, la suerte está conmigo y no la voy a desaprovechar, pero quiero saber si soy uno de esos profesores. Puede. Soy demasiado irresistible. Además, noté en clase su nerviosismo en mí cuando explicó su espíritu animal. Pero ¿quiénes serán los otros? ¿No me jodas que son...? Claro, idiota. Ellos dos la vieron ayer también y la escogieron como su ayudante. Tendré que espabilarme.
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