Capítulo 15. Akaza
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
El siguiente hombre que te tocaba era Akaza. No tuviste la oportunidad de quedar con él por segunda vez en la empresa debido a la decisión que tomaste en irte y quedarte con Kyojuro. Akaza aparenta ser un chico que respeta a las mujeres por igual, es decir, tiene un código de honor. Él te anunció que te estará esperando afuera de la academia para llevarte a su casa. Esperabas no toparte con Gyutaro.
Aunque en la academia estaba siendo difícil por las persuasiones de Sanemi y Tengen. Kyojuro era el único que te respetaba y no quería causarte ningún tipo de molestia porque sabe que estabas indecisa y necesitas tiempo para conocer al resto. Kyojuro es una buena persona. Cuando tenías las oportunidad, encarabas sin miedo hacia los otros dos para que comprendieran que están con un trato y deben de reconocerlo.
Ese comentario les hizo reaccionar.
Al acabar las clases, no te dio tiempo de despedirte de Ume porque ella tenía un poco de prisa, ya que Gyutaro la estaba esperando abajo. Mientras más rápido se marchaba, mejor para ti porque así no se crearía tensión en Akaza y en él.
Todo listo. Ahora solo faltaba bajar por las escaleras sintiendo los nervios florecer por tu cuerpo. ¿Cómo será su casa? ¿Pasará algo? Oh, vamos. Esto ya lo conoces de sobra. Es como aquella historia. Acabarás teniendo sexo con él. Una forma de persuardir tu mente y te prometerá cosas que otros no cumplirían. Eso está por ver.
Al salir de las puertas del edificio, tus ojos (c/o) se fijaron en un chico de cabellera rosa apoyado en el muro de las puertas principales. Es Akaza con la mirada perdida. Tal vez se estaba aburriendo un poco. Tú seguiste caminando hasta él para ver si percibía tu presencia. Y así fue. Akaza te dedicó una sonrisa dulce.
—Buenas tardes, ___.
—Buenas tardes, Akaza.
—Supongo que ya las clases terminaron, ¿no? —preguntó. Tú asientes—. Tengo mi vehículo aparcado ahí. ¿Quieres dar una vuelta?
Vaya. Y tú pensabas que ya te iba a llevar a su casa. No te parece mala idea lo que asientes de nuevo. Akaza amplía un poco más la sonrisa y agarró tu bolsa, dónde guardas tus cosas, como, por ejemplo, ropa. Esta vez estuviste preparada para cualquier cosa. No perdiste de vista al muchacho que caminaba con cierta tranquilidad hacia el coche. Un vehículo de lo más normal.
—¿Qué te apetece hacer? ¿Ir a un restaurante? ¿Ir a la playa? ¿Ir al cine?
—... La idea del cine no tiene mala pinta. Lo único que no he visto son las películas que están en taquilla.
—Eso no te preocupes. Cuando lleguemos allá, miraremos con calma —contestó.
Akaza no tenía ningún tipo de prisa. Se lo tomaba todo con calma. Esta forma de ser de él te empezaba a gustar y no evitas sonrojarte un poco. El motor del coche arrancó e ibais en dirección hacia el lugar nombrado. En el camino te dispones a mirar a tu alrededor intentando comprender si lo que estabas haciendo era correcto. No querías meter la pata.
Por el rabillo del ojo mirabas a Akaza que aún seguía tranquilo. Él estaba centrado en la carretera. Deseas echar alguna conversación, pero tú no querías interrumpir su concentración.
—Tendrás que estar agotada —murmuró, aprovechando que estaba el semáforo rojo.
—Las clases no han sido duras hoy —te sinceras.
—Eso es bueno. Yo tuve una época en que los profesores se pasaban un poco mandando las tareas. Fue un momento difícil para mí porque estaba en un momento malo de mi vida.
—¿De verdad? —cuestionas—. ¿Puedo saber el qué?
—Yo tengo un hermano gemelo y a ambos nos gustaba la misma chica, pero ella solamente tenía ojos para mi hermano —iba contando su historia—. Yo hacía todo lo posible para llamar su atención, sin embargo, perdí un poco la batalla.
—Lo siento mucho…
—Eso es cosa del pasado —aclaró—. Ahora solo quiero centrarme en el presente. Contigo.
Si ya estabas roja desde antes, imagínate ahora que eres un farolillo andante. Akaza rio con suavidad viendo tu expresión dulce y linda. Luego prosiguió el camino. El cine no estaba lejos en coche. El único inconveniente que puede haber es que no haya zona para aparcar el vehículo, sin embargo, eso no pasó porque tuvieron mucha suerte.
La ventaja de ir a un cine un día entre semana era que no iba mucha gente. Tus ojos estaban puestos en las imágenes de taquilla. No hay una película que te llamase tanto la atención. Esto era una pérdida de tiempo.
—Siento decirte que no me llama ninguna —dices.
—Uhm, no pasa nada. En esta zona conozco un sitio de helados y son muy buenos porque son caseros —recomendó.
—¡Vamos!
No dudas en tomar la mano de Akaza para tirar con fuerza. Esa acción enterneció un poco a Akaza. A veces tenías un comportamiento de niña pequeña y eso le encantaba demasiado. Bueno, dejaste que Akaza te guiara porque no estabas segura donde estaba el sitio. Fueron tus impulsos de querer comer helado lo que te traicionó un poco.
También te diste cuenta que aún seguías agarrando la mano del chico por lo que reaccionaste, apartándola de golpe. Tu cara estaba roja cual tomate. En realidad, no eráis pareja definitivamente porque era ese trato que hiciste con el resto de Daddies. No negabas que la mano de Akaza era un poco áspera y caliente. Un sentimiento reconfortante que se llenaba en tu interior. Y no querías repetir porque seguramente Akaza estará incómodo, no obstante, sus dedos rozaban con sutileza con tu dorso y volvió a tomar tu mano.
Un vuelco en el corazón sentiste. Las mejillas de él también estaban un poco coloradas. Sí, a eso se le llama dar el paso.
El puesto de heladería era bastante grande y ofrecía un montón de variedades. Estabas un poco indecisa, pero elegiste el helado de yogur y fresa. Una pinta exquisita para tu vista y tu paladar te lo agradecerá bastante. Akaza pidió uno de frutos del bosque. Es una buena opción.
Ya con los dos helados listos empezasteis a caminar saboreando el gran momento. Tus mejillas se sonrojaron un poco al pensar mal. Solo esperabas que Akaza no se imaginara igual, aunque parece ser que él estaba centrado en su helado. Solo suspiras de alivio.
—¿Cómo se portó contigo Rengoku? —preguntó, ya irrumpiendo la paz.
—Bien. Es una buena persona —confiesas—. Además, es detallista.
—Yo también lo soy. —Por muy extraño que sea, notaste un poco de celos en su voz—. Por las mujeres hago lo que sea.
—¿Y si te escojo?
—Entonces sólo tendré ojos para ti y para nadie más —dijo. Él volvió a tomar tu mano para sonreírle luego—. Eres perfecta. Sin ninguna duda no te cambiaría por otra más. No sería capaz de jugar con tus sentimientos.
—¿Cómo sé que dices la verdad? —preguntas, asegurándote de sus palabras.
Akaza se acercó lentamente a tu rostro para susurrar cerca de tu oído.
—Lo puedo demostrar de muchas maneras.
Si ya estabas roja, ahora estás a punto de explotar. Tu mente empezó a volar imaginando todas las posibilidades con este chico. Akaza solo rio mostrando sus colmillos cual demonio.
—Termina el helado y ya jugaremos después, baby.
Saliva tragaste porque sentiste tu garganta secarse en un preciso instante. Pues sí, Akaza estaba deseoso de poder jugar contigo antes de que se acabe el día. Así que empezaste a comer con mucho cuidado el helado porque tus intenciones no era mancharte. Akaza se estaba divirtiendo ante tu comportamiento porque sabe bien que sus palabras son efectivas porque él es un Daddy hambriento.
Luego de la pequeña caminata junto con el helado, Akaza te llevó nuevamente hacia el coche. Ya estabas preparada para cualquier cosa. Seguramente te llevará a su casa para que pueda jugar contigo sin ningún tipo de problema. Sudor frío sientes por todo tu cuerpo. Ya empezabas a imaginar cualquier cosa. Entonces recuerdas el collar que te puso la primera vez. ¿Hará lo mismo?
Akaza no tardó mucho en mover el vehículo. Tú estabas un poco nerviosa porque necesitabas saber que iba a ser contigo. Todo estaba siendo un misterio. Tus manos empiezan a sudar y aprietas los nudillos con mucha fuerza. La incertidumbre te estaba matando demasiado.
Estabas tan centrada en tus pensamientos que no te percataste que Akaza tomó la carretera para ir hacia las afueras de la ciudad. ¿Su casa no estaba en el centro? La verdad es que empezabas a dudar, sin embargo, vas a confiar en él. Solo se tomó unos diez minutos llegar a un campo. No había nadie.
Akaza salió del vehículo y tú hiciste lo mismo. Pero cuando lo hiciste, no te imaginaste que tuvieras una vista espectacular de la ciudad. Todo se veía tan pequeño desde esa distancia. Con un soplido es capaz de derrumbar los edificios y los parques. Akaza pasó a tu lado dándote cuenta que portaba en sus manos una especie de mantel y lo colocó en el vasto prado.
—¿Quieres hacerme compañía?
No se lo ibas a rechazar, ¿verdad? Tus pies se movieron por sí solo y te acomodaste. Las vistas eran impresionantes y a lo lejos divisas al sol a punto de esconderse detrás de los edificios.
—No pensaba que existiera algo así —confiesas.
—Es mi rincón favorito. Voy aquí en los momentos difíciles.
—Pues es super bonito. Te agradezco que lo compartas conmigo. —Una sonrisa bonita surcó tus labios.
El siguiente movimiento te dejó estática porque Akaza te dio un beso. Tú solamente te dejabas llevar por ese sentimiento, así que tomas la decisión de cerrar los ojos lentamente. Los dedos del chico empezaron a acariciar con sutileza tu mejilla derecha hasta que la notas en tu cuello para hacer más presión en el beso a lo que jadeas y él aprovechó el momento para invadir tu boca con la lengua.
Su cuerpo empujó el tuyo suavemente para acostarte completamente en el mantel. Akaza se iba colocando poco a poco encima de ti teniendo el control completo sobre tu cuerpo. Te sonrojas aún más al notar cierto bulto rozar tu intimidad. Tus manos descansan en los hombros de este agarrando con firmeza sus ropas.
Akaza se separó de ti para que pudieras recobrar el aliento. Él estaba con una sonrisa pícara, satisfecho de tu reacción. Sus manos estaban recorriendo tu cuerpo sin ningún tipo de pudor. Realmente le gustaba demasiado. Y esa falda que llevas lo tentaba a explorar tus muslos.
—Eres muy peligrosa, baby —susurró el chico—. Lamer sensualmente el helado no es nada justo.
—L-Lo siento, Daddy.
—¿Serás una buena chica y vas a lamer mi polla como hiciste con ese manjar de dioses?
La sumisión se apoderó de ti. Akaza se separó de ti para quitarse desabrocharse el cinturón y bajarse los pantalones para mostrar su miembro viril semi erecto. Casi listo para penetrar tu sexo húmedo. Tu cuerpo se incorpora ante la petición de Akaza que ya estaba cómodo en su sitio y tú gateas cual felino para tener justo enfrente su miembro.
No titubeas en ningún momento. Tus manos lo tomaron para sentir la dureza de su envergadura e iniciar una pequeña masturbación. Diez segundos para tomar la decisión de meterlo en tu boca. La esencia de ese líquido pre seminal embriaga tus sentidos. Akaza agarraba tus cabellos para que te centraras en la felación. De verdad, le gustaba demasiado cómo lo haces.
—Lo estás haciendo muy bien, baby —te alagó—. Veo que has tenido mucha práctica —rio con suavidad.
—Daddy… estoy excitada —confiesas.
—Tendrás que aguantar esta vez, baby. Tendrás que ponerme duro la polla para que te pueda follar en buenas condiciones.
Esa idea te gustó demasiado y haces todo lo posible para satisfacerlo en todos los sentidos del mundo. Poco a poco tú notabas como su envergadura se endurecía por cada succión o lamida en su glande. En cualquier momento, él iba a explotar. Akaza te separó bruscamente para besarte con fiereza, mientras te volvía a acostar. La excitación estaba presente. Esa sensación es única y exquisita.
Akaza no tardó demasiado en quitarte las bragas dejándote con aquellas ropas de la academia. Por alguna razón, te excitabas más con la idea de tener relaciones sexuales con la ropa puesta. Él también iba a estar así. Él se colocó entre tus piernas para ya meter su miembro en tu interior. La desesperación de sentir las carnes aprisionar el suyo es mucho más grande de lo que esperaba.
Tú no evitas abrazar con fuerza a Akaza. El aroma que desprende su cuerpo es exquisito, tanto que tú no deseabas separarte de él. Las estocadas son profundas. Akaza llevaba mucho tiempo aguantando este momento. Él dejaba marcas de mordidas por todo tu cuello demostrando que serás suya hasta el final. Un muchacho que dejaste cautivado desde el primer momento en que se conocieron.
Las posiciones cambiaban cada diez minutos. Ya estabas un poco mareada, pero no querías que se detuviera. En estas dos últimas, Akaza se movía con lentitud no deseando que este momento acabara pronto. Escuchar tus gemidos son música para sus oídos. Te estaba haciendo el amor como Dios manda.
Akaza estaba suplicando en sus adentros que te quedaras con él.
Akaza, el Daddy protector.
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