Capítulo 11. Un día tranquilo
Mr. Sound es Uzui Tengen.
Mr. Venom es Shabana Gyutaro.
Mr. Wind es Shinazugawa Sanemi.
¿Siguiente objetivo? Tal vez Rengoku Kyojuro. No lo tenías bien claro porque tenías ciertas sospechas sobre su comportamiento extraño hacia ti. O tal vez porque era demasiado inocente. Todo eso te estaba comiendo un poco el coco. Bueno, será mejor que te centres en el trabajo antes de que recibas un grito por parte de tu jefe.
Tú eras rápida atendiendo a los clientes tomando las comandas y entregando sus pedidos. No recibiste ninguna queja por parte de los clientes. Eso es un buen punto a favor. Pero eso terminó, cuando una de las chicas te pidió cambio para que te quedaras en la barra. Eso ya era costumbre.
Cuando giraste tu cuerpo, te llevaste la mano al pecho porque te asustaste al ver a una persona ahí. Era uno de los amigos de Gyutaro. El chico peli-rosado y de ojos amarillos llamado Akaza. Él te estaba dedicando una sonrisa juguetona.
—Perdona, no era mi intención asustarte —dijo.
—Tranquilo, estoy acostumbrada a recibir este trato.
—Ah, ¿sí? Entonces tendré que venir más veces —rio por lo bajo—. Si no nos hemos presentado adecuadamente, soy Somaya Akaza.
—___ ___ —devolviste el saludo—. ¿Necesitas algo o has venido a conversar?
—Ambas cosas —confesó—. Un té verde estaría bien para empezar antes de ir a entrenar.
—¿Vas al gimnasio? —preguntaste, mientras preparabas el pedido.
—Más bien al dojo. Soy practicante de artes marciales, especialista en Soryu.
Esa palabra te alertó demasiado. Soryu. Mr. Soryu. No puede ser coincidencia. Mejor hazte la loca para no crear sospecha alguna.
—¿Todavía existe ese arte marcial?
—Muy pocos lo practican. El cuñado de mi hermano es el jefe de ese dojo —iba hablando sin dejar de mirarte.
—¿Tienes un hermano?
—Gemelo. Su novia es muy bonita. Tiene unas pupilas muy llamativas. Flor de hibisco —susurró. Le entregaste la taza y él empezó a jugar con la cuchara.
—¿Y tú no tienes?
—Ojalá, pero estoy casi siempre con mi pandilla y no tengo tiempo de ligar con una —se sinceró—. Y más aún si está presente el asqueroso de Douma. Cada vez que intento con una, ven a ese malnacido y van a por él.
—¿Por sus ojos? —Los ojos de Douma son curiosos.
—Aparte de eso, por venir de una familia muy, pero muy adinerada.
Oh, eso era lógico. Muchas mujeres se aprovechan de eso para salir de la miseria. Luego Akaza te pidió un donut azucarado porque se le antojó uno. Aún no parabas de dar vueltas sobre qué este chico pudiera ser Mr. Soyru.
—Sin embargo, pensé en intentarlo contigo.
Te quedaste quieta en su sitio y le miraste fijamente. Akaza te estaba dedicando una sonrisa tranquila, como si no hubiera dicho nada malo.
—¿Perdón?
—Oh, creo que tus neuronas hicieron ¡puf! —rio por lo bajo—. ¿Te puedo preguntar algo? El día en que fuimos a la casa de Gyutaro, ¿tú y él mantuvieron relaciones sexuales?
—¿Y si fuera así? —atacaste.
—No me molestaría porque no sois pareja oficialmente, así que tendré más oportunidades contigo —aclaró—. ¿O acaso no prefieres quedar con un chico que tiene tatuajes de un criminal? —preguntó, mostrando los tatuajes de sus antebrazos—. ¿O por mis colmillos cual demonio? —Luego mostró esos dientes.
—... ¡¿Son de verdad?! —exclamaste con ilusión—. ¡Yo de niña quería tener unos colmillos de vampiro!
Ese comentario causó que Akaza se riera escandalosamente porque le estaba divirtiendo esta situación.
—Te puedo dejar que los toques.
—¿No sería precipitado?
—Ah, eres de esas chicas que van despacio. Bueno, tendré paciencia, entonces. Soy un chico considerado con las mujeres. Son reinas ante mis ojos. —Dio un sorbo al té y luego una mordida al donut.
—¿No le harías daño a ninguna mujer?
—A ninguna.
Interesante. Es un chico bastante particular. No evitaste esbozar una pequeña sonrisa imaginándote ser tratada como una princesa por Akaza. O por Mr. Soryu. ¡Todo esto te estaba confundiendo!
—Oye, en serio, me gustaría quedar contigo. De hecho, si quieres cuando termines de trabajar, podemos dar una vuelta —te sugirió.
—Estás bien —respondiste.
—¡Genial! Entonces, daré una vuelta por aquí hasta que salgas.
Sí, y será una oportunidad para conocer a fondo al chico. ¡Corre! ¡Tienes que apuntar en tu agenda la información! La mañana había sido productiva. No hubo ningún problema con los clientes, algo que agradeciste en el alma. Tu jefe te dijo que mañana no faltases porque su intuición le dicta que será un día bastante largo y duro; así que asentiste, pero sabiendo que a las tres de la tarde tiene que irte porque quedaste con Mr. Fire.
Ya fuera, buscabas con la mirada a Akaza. El chico estaba al otro lado de la acera apoyado en un coche deportivo color negro. ¡Ala! ¿Cuánto dinero se habrá gastado? A saber, pero tendría que ganar mucho dinero si estuviera viviendo en la competición de las artes marciales. Akaza te dedicó una sonrisa, cuando te aproximas a él. Él se separó del vehículo para ir al copiloto y abrir la puerta para que accedas. Que caballeroso.
—Bueno, ¿qué te apetece hacer? —preguntó Akaza ya dentro del vehículo.
—No lo sé, ¿tienes alguna idea?
—¿Te parece si vamos a comer y a dar un paseo por la playa? El día está estupendo.
—No tengo bañador.
—Caminar, no bañarnos —rio—. Aunque sería una buena idea darnos un chapuzón con ropa interior.
—Pervertido. —Tus mejillas se sonrojaron.
Él seguía riendo por lo bajo y decidió arrancar el motor para ir directamente a la playa. Ahora pensando, será complicado buscar aparcamiento siendo un sábado. Todo el mundo estará en la playa tomando el sol o nadando en el vasto océano. De vez en cuando, miras de reojo a Akaza que estaba concentrado en la carretera aún manteniendo esa sonrisa cínica.
El chico era apuesto en todos los sentidos del mundo. Llamaba mucho la atención sus ojos amarillos. Seguramente estará usando lentillas, pero decidiste no preguntar porque todavía era un desconocido para ti. El trayecto fue relativamente tranquilo. Admiras con devoción los edificios altos que rodeaban toda la costa. No tardaron en llegar al destino y Akaza encontró con mucha facilidad un aparcamiento. Casualidades de la vida.
Los dos decidieron salir del vehículo. El sol abrasaba un poco, así que tendrán que estar en la sombra en todo momento. Akaza se puso a tu lado para ir directamente hacia las escaleras que daban acceso a la playa. Él tomó tu mano para que tuvieras cuidado. Te sonrojaste porque notaste la calidez en su palma. Ambos se dirigieron a un restaurante con vistas del océano.
Observaste que era un sitio bastante caro y estabas dudando si podías pagar. A Akaza no le importaba mucho porque ya pidió mesa al mesero y el chico los guio hacia la zona de los balcones. Las vistas eran espectaculares. Akaza pidió un mojito y tú pediste uno igual, pero con sabor a fresa. Ya eres mayor para pedir esas cosas.
—¿Puedes pagar? —preguntaste, queriéndote asegurar de preparar la cartera.
—Desde luego que sí. Soy una persona que ha estado en muchas competiciones y he ganado muchos premios junto con mi hermano.
—Debes de ser muy bueno.
—Lo soy. Yo practico este deporte porque me permite ser como soy —iba explicando. El camarero no tardó en llegar con el pedido—. Te aconsejo que vayas despacio, si es la primera vez que tomas uno.
—Gracias por el consejo.
—¿Tienes un futuro en mente?
—No lo sé —confesaste—. Mi futuro es incierto. Tal vez ser administrativa o lectora profesional.
—¿Te gusta leer? —Eso fue interesante para Akaza.
—Sí, pero no libros de ahora, sino más bien por aplicaciones, como Wattpad.
—Ah, eres de ese tipo de chicas que le gusta fantasear con un hombre o dibujo animado —rio por lo bajo.
—¿Lo ves raro? —cuestionaste con los hombros encogidos.
—Es algo normal. Es como si yo te dijese que tuve sueños eróticos de la chica pelirrubia de Sailor Moon.
Casi te atragantaste con el mojito. El camarero llegó con la comanda con diferentes platos. Crees que será demasiado para ti.
—Eres… raro —soltaste, no evitando reír.
—¿No crees que es excitante? Dejar que tu mente florezca, imaginándote de tener todo tipo de posiciones sexuales con ese ser imaginario.
Esto se estaba volviendo un poco caliente. Sí, tus mejillas te estaban indicando eso y decidiste agachar la mirada y empezar a comer en silencio. Ese gesto le enterneció demasiado a Akaza. Una chica habladora, pero tímida al mismo tiempo. Una combinación extraña y agradable al mismo tiempo.
El peli-rosado tenía ganas de tomar una de tus manos y no lo hizo por respeto. Te está analizando de pies a cabeza. Él era realmente esa persona que tú pensabas. Akaza, o también conocido Mr. Soryu, estaba disfrutando de esta bonita velada contigo. Eres bonita ante sus ojos.
—¿De verdad eres un criminal? —preguntó, haciendo referencia a sus tatuajes.
—Era —corrigió—. El cuñado de mi hermano nos sacó de la miseria —dijo—. Mi padre estaba enfermo y yo me atrevía a robar dinero o comida a la gente. Hakuji quería ayudarme, pero él es demasiado bueno. Se merece algo mejor.
—¿Sobrevivió tu padre? —Él negó—. Lo siento mucho.
—No falleció por la enfermedad, más bien se ahorcó.
Esa noticia fue impactante para ti.
—Por eso odio a los débiles porque piensas que todo esfuerzo no merece la pena. Los débiles no deben existir.
—... Las mujeres somos débiles por naturaleza —recalcaste.
—Oh, ___, no es así. —Akaza aprovechó para tomar tu mano—. ¿Quién cuida y cría a sus hijos cuando el marido está fuera? ¿Quién soporta las gilipolleces de un marido borracho? ¿Quién trabaja las veinticuatro horas siendo ama de casa? ¿Quién lucha por la igualdad de género? Todas y cada una de vosotras sois unas guerreras y mereceis respeto.
—Así que apoyas al feminismo.
—A la igualdad —corrigió de nuevo—. El feminismo extremo es muy alocado.
Definitivamente, Akaza era una persona bastante curiosa e intrigante. De hecho, te daban ganas de descubrir más de él. Ibas a decir algo, pero él te lo impidió porque colocó el tenedor con un trozo de comida para meterlo en tu boca. Hiciste el gesto. Verte comer era una maravilla para sus ojos de macarra con toques de caballerosidad.
—¿Alguna vez te han dicho lo hermosa que eres?
—¿Lo dices por decir? Soy demasiada rara —concretaste.
—Lo digo porque mis ojos ven eso —se sinceró. En ningún momento te soltó la mano.
—... Gracias —respondiste con timidez volviendo a agachar la mirada.
Sí, definitivamente eres tierna en todos los sentidos del mundo y deseaba continuar hablando contigo. Sin embargo, una llamada fastidió el momento y tuvo que disculparse para atender, levantándose de su asiento. Tú, mientras, estabas disfrutando de la comida. Era sumamente deliciosa. Estarías toda la vida comiendo de esta manera.
—Lo siento, me acaba de llamar mi entrenador para estar lo antes posible en el dojo —explicó Akaza.
—Oh, entonces debemos irnos para que no llegues tarde.
Los dos terminasteis de almorzar y Akaza pagó la cuenta con la tarjeta de crédito. Pues sí que tendré mucho dinero el chico. No quisiste preguntar para no incomodar.
—¿Quieres que te alcance a casa? —preguntó.
—No, me gustaría quedarme un ratito más. Yo cogeré el autobús. No tengo problema.
—Espero volver a quedar contigo —dijo—. Me agrada conversar contigo.
—Lo mismo digo —dijiste con una sonrisa tierna capaz de derretir a cualquier hombre, incluyendo a Akaza.
El chico se sonrojó un poco para luego reír por lo bajo. Él hizo una pequeña reverencia a modo de respeto y luego te dejó para que te quedaras un rato. Tomaste la decisión de sentarte en uno de los bancos dejando que la brisa acaricie con suavidad tus cabellos. Una sensación agradable.
En tu mochila sacaste el diario para ir a la sección de Mr. Soryu. El nombre de Akaza lo formaste con dos interrogantes y luego te fijaste en los tatuajes de sus antebrazos. No tenía nada que ver, pero la máscara portaba líneas negras asimilando a una pelota de baloncesto. Un suspiro salió de tus labios porque no habías sacado tanta información como esperabas. Ese chico iba a ser difícil.
Tus ojos (c/o) se posaron en el cielo azul. Te daban ganas de tocar con los dedos. Algunas veces soñabas en que eres un ángel caído en el cielo buscando la felicidad eterna. Eso no existía realmente. La felicidad la encuentra uno. Cierras los ojos para activar todos los sentidos menos la vista. El sonido del mar es música para tus oídos. Ojalá tener una casa e ir a la playa todos los días a remojar tus pies.
Entonces sus párpados se abrieron al escuchar a unas cuantas chicas gritar como unas verdaderas locas. Tu curiosidad estaba en aumento y decidiste ver que pasaba. Había un montón. Hiciste todo lo posible para colarte entre ellas y ver lo que estaba sucediendo. Todo esto lo provocó una persona.
Kibutsuji Muzan.
El hombre estaba paseando tranquilamente siendo custodiado por su guardaespaldas que sostenía un parasol protegiéndolo de los rayos del sol. Escuchaste rumores de que Muzan tenía una extraña enfermedad hacia el sol. Esto podría ser posible.
Aún te daba escalofríos mirar los ojos de ese hombre. Rojos como la sangre y rasgados cual gato. No quitaba el hecho de que era sumamente atractivo. El moreno no miraba a ninguna mujer. Deseaba largarse de ahí cuanto antes. No obstante, detuvo sus pasos porque te vio de reojo. Vuestras miradas se cruzaron. El hombre no evitó esbozar una sonrisa.
El guardaespaldas lo guio hasta la limusina, sin embargo, Muzan le dio una orden. El hombre de la marca extraña en su frente se aproximó a ti y te comentó que ese hombre quiere verte. Esto te sorprende y decidiste seguirlo. Las otras mujeres estaban aclamando ser atendidas por Muzan, pero el guardaespaldas solo acataba órdenes. Él te abrió la puerta para que accedieras.
—Buenas tardes, ___ —te saludó cordialmente.
—Buenas tardes, Kibutsuji-san.
—Me alegra encontrarla. No pensaba que estuviera dando un paseo por la playa.
—Necesitaba estirar los pies —dijiste, buscando alguna excusa y él rio por lo bajo.
—Entonces permítame ser su acompañante —propuso, tomando su mano—. Me siento un poco solo.
No te negaste. Muzan dio la orden de arrancar el vehículo para alejarse de aquellas mujeres alocadas que solo le interesan el dinero. Tú te pusiste un poco nerviosa porque la mirada de Muzan era intensa, como si quisiera desnudarte. Tú solamente tragaste saliva y te mueves un poco incómoda.
—¿La incomodo, señorita? —La voz de Muzan era varonil.
—No quiero que piense eso de mí —respondiste con un leve sonrojo en sus mejillas.
—Oh, solamente quiero que respondas. Puedo entender que intimido bastante. Mis ojos representan la misma muerte.
—... Más bien, las de un felino grande. —Muzan no evitó reír ante tu respuesta.
—Ah, eso es un halago —respondió.
—He oído que tiene una enfermedad.
—Alergia al sol —añadió—. No puedo estar expuesto mucho al sol porque me salen un montón de erupciones. Es doloroso. Lo odio porque no puedo tener una vida normal.
—Es una pena porque usted es atractivo —dijiste sin darte cuenta—. ¡Perdón! ¡Lo dije en voz alta!
Muzan esbozó una pequeña sonrisa. El coche se detuvo y él aprovechó para sentarse a tu lado, ya que tú estabas enfrente. Te sonrojaste más de lo que podías. Muzan tomó un mechón de tu cabello para acariciarlo lentamente. Esta sensación te resultaba familiar, pero no estabas segura. Giraste un poco la cabeza para verlo directamente a los ojos.
—Muchas mujeres me dicen lo mismo, pero no me importa que seas tú quien me lo diga —comentó—. Eres tan bonita.
—G-Gracias, Kibutsuji-san.
—Muzan. Puedes llamarme sin ningún problema por mi nombre. —Él se atrevió a seguir acariciando tu rostro. Estaba embelesado por tu belleza—. Si tuviera la ocasión, te llevaría a mi casa para que tomarámos algo. Sin embargo, tendrás otros planes en mente.
¿Tener una cita con Kibutsuji Muzan? No sería una mala idea, pero tiene que ser un hombre muy peligroso. Tendrás que tener los ojos abiertos. Tus ojos se fijaron en el reloj caro de aquel hombre para mirar la hora. Deberás descansar para ir a trabajar mañana y para la sesión con Mr. Fire.
—Siento anunciarle que sí, Muzan-san.
—Bueno, tenemos más ocasiones para quedar. —Él volvió a tomar tu mano para besar el dorso—. Si deseas, podemos intercambiar los números.
—¿No tiene ningún inconveniente? —preguntaste.
—Cuando se trata de algo que me interesa, no hay ningún tipo de inconveniente.
Era demasiado atractivo como para uno negarse realmente, así que asentiste a lo que él te devolvió la sonrisa. Ambos se intercambiaron los teléfonos y pidió al conductor que te dejase cerca de tu casa para que no camines mucho. Luego se despidieron y Muzan tenía la esperanza de volver a encontrarse contigo.
Qué día más raro, ¿verdad?
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