| Tomioka Giyuu |




♡  Te protege hasta del aire.



Tomioka había sido cuidadoso al elegir ese lugar, una acogedora y pequeña casa entre las montañas, tardó casi dos años en llenar el perímetro de wisteria china.

Fue un último intento por proteger lo que amaba.

Debía ir a pie durante horas para llegar hasta ahí, quizá siendo él la única persona en conocer el camino y ubicación exacta.

Estaba cansado, había culminado su estancia en la sede el día anterior luego de su última misión, Tomioka podía sufrir un ataque de nervios si estaba alejado de la casa más de dos semanas.

_____________ era su pequeña luz de esperanza.

Seguía vivo por ella.

No podía llevarla a la sede, por más que añorara mantenerla en su finca, cerca a él.

Eso aliviaría mucho su trabajo.

Se había negado a que su luz siguiera el camino del cazador, si ella pareciera en alguna misión, no podría soportar el castigo de la vida.

Sus pulmones empezaron a doler, había perdido la concentración al pensar en ella y ahora empezaba a enfriarse.

Quizá para su suerte, empezó a ver su hogar a lo lejos, como la punta de un iceberg, la imagen se hacía más grande frente a él con cada paso que daba.

Ella estaba ahí.

Sentada en el altillo de madera, sus pequeñas piernas no lograban tocar el suelo.

Vestía un kimono rosa y el invierno había curtido su piel, estaba pálida, pero sus mejillas estaban rebosando de un adorable tono carmesí.

—Giyuu.

Fue un susurro, una palabra suave que no tardó en perderse bajo la helada ventisca de la cima de aquella montaña.

Pero él pudo oírla, su voz lo hacía sonreír, el alma le regresaba al cuerpo al verla ahí, a salvo.

Tomioka se detuvo a cierta distancia, solo parado ahí, admirando a su mujer, se regocijó al sentir el peso de sus hombros ser removido al ver a _____________ con vida.

Ella no tardó ni un minuto en reaccionar, desesperada, abandonó el altillo de un salto y empezó a correr hacia el hombre—. ¡Giyuu!.

El cazador abrió los brazos para recibirla, _____________ había saltado hacia él, aferrándose a su cuerpo y sollozando.

Era el miedo de ambos.

Giyuu temía regresar y no encontrarla.

_____________ temía que él no regresara.

—Te extrañé, Giyuu, tardaste mucho —sollozó en su cuello.

Tomioka aún desprendía aquel suave aroma amaderado—. Ya estoy en casa.

Él era firme, su cuerpo duro bajo su tacto y sus brazos fuertes sosteniéndola a su altura.

Se encargó de sentarse junto a ella frente a la chimenea, dejando besos sobre sus manos, sus mejillas, su cuello, intentando que sus muestras de afecto terminaran con el llanto de su pareja.

Giyuu era silencioso, estrechando el menudo cuerpo de la mujer contra el suyo, aliviando sus penas y sintiéndose reconfortado al saber que al fin estaban juntos.

Lo único que se oía era el chispeo de la leña, ambos recostados sobre el sofá.

Ella sintió el delicado tacto del cazador en su mejilla, y su cuerpo debajo del suyo—. Pensé que, tú... no —era imposible continuar, dolía, su garganta ardía—. Tardaste más de lo normal, Yuu.

Tomioka secó cada una de esas lágrimas.

Su máxima ausencia había durado veinte días.

Esta vez, había sido casi imposible, con las cosas que pasaron últimamente.

Giyuu había demorado seis meses.

Escuchar los gritos del lastimado corazón de su mujer lo habían hecho entristecer también.

Él había estrechado aún más la distancia entre ambos, dejando que su novia se apoyara sobre su pecho y oyera los latidos de su corazón regularizándose poco a poco, Giyuu descansó su barbilla sobre la cabeza de su compañera.

Su único motivo, era que ella no lo viera llorar.

—Viaja conmigo.

Dos quebradas palabras lograron romper un infinito silencio.

Si Kamado podía luchar junto a su hermana demonio, no veía por qué él no pudiera hacer lo mismo junto a su novia.

Al oír aquello, no pudo creerlo, _____________ tuvo que ver directamente aquellos ojos tormentosos para creer lo que sus labios pronunciaban.

—Repítelo.

Giyuu sonriendo, eran de las imágenes que más atesoraba en su mente.

—Caza demonios junto a mi.

Las mentes de ambos se conectaron con esas palabras, giraron lentamente en sincronía, vieron con nostalgia aquella espada colgada sobre la chimenea.

Kamado había cambiado su perspectiva desde que volvió a verlo.

Ella era fuerte.

Si Tomioka pensaba arriesgar su vida, lo haría junto a su novia.

Si debía morir, lo haría junto a ella.

No soportaría hacerlo solo, y condenarla a esperarlo toda la vida.

—Al fin podré estar junto a ti —murmuró, había rezado todas las noches por ello.

—Te protegeré.

—Y yo te protegeré a ti.

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