CAPITULO 8
Taehyung y Seokjin caminan hacia el distrito de Goyang, por senderos rocosos, un lugar tan alejado de las residencias que incluso el aire parece más denso, impregnado con el olor del río mezclado con el de los barriles de vino que descansaban en la ribera. El distrito está lleno de almacenes y muelles, donde los trabajadores descargan cajas y se oyen las voces de los comerciantes, que se mezclan con el griterío de las aves.
Las únicas personas que pueden estar al aire libre luego de las campanadas, bajo la vista de los guardias.
Seokjin lo conduce por un callejón estrecho, donde el río queda apenas visible a la distancia, una corriente oscura que fluye silenciosa y pesada en medio de la penumbra. La zona no es solo de comercio; aquí hay más que transacciones. También es el lugar donde se mueven rumores y se cierran tratos en la sombra, lejos de las miradas de la nobleza y los guardias reales.
Finalmente, llegan a una vieja construcción de madera ennegrecida por el tiempo, con un letrero que apenas se sostenía: "La Boca del Lobo".
—Es aquí —dijo Seokjin, abriendo la puerta sin ninguna ceremonia.
Al cruzar el umbral, Taehyung se encuentra en un ambiente completamente distinto de lo que ha conocido hasta ahora. La taberna está sumida en una penumbra opresiva, con la luz de las velas parpadeando débilmente entre las sombras, iluminando rostros endurecidos y marcados por el tiempo. La mayoría de los presentes parecen trabajadores del puerto, sus ropas llenas de polvo y tierra.
Las conversaciones se apagan poco a poco cuando los ven entrar. Aunque no lo reconocieran, su postura, su ropa y la manera en que evita las miradas revelaban su origen privilegiado. Es un extraño en la taberna y lo saben.
Un hombre de aspecto corpulento, con barba desgreñada y un ojo cubierto por un parche, se acerca a ellos. Su mirada se posa en Taehyung, evaluándolo de arriba abajo.
—No traigas problemas, Seokjin —gruñe, sin apartar los ojos del príncipe.
—No estamos aquí para eso, Dongha —responde Seokjin con un tono seco, apartando al hombre con un simple gesto.
Dongha los mira una vez más, pero vuelve a su lugar al ver la frialdad en los ojos azules de Seokjin. La taberna es conocida entre los pueblerinos como un lugar donde la ley real no alcanza; los tratos y las disputas se resuelven a la manera del puerto, donde la palabra de un alfa u omega vale tanto como su fuerza. La nobleza rara vez se aventura aquí y el mismo nombre del lugar es una advertencia.
Taehyung mira a su alrededor, observando cómo un grupo de hombres juega a las cartas en una esquina, intercambiando miradas calculadoras mientras lanzan monedas gastadas sobre la mesa. En otra mesa, un anciano cuenta historias a un par de jóvenes omegas, hablando en susurros de tiempos oscuros.
Seokjin se inclina hacia él, con una sonrisa irónica en el rostro.
—Bienvenido al distrito más amargo de todos, príncipe. Aquí nadie espera nada de ti.
Taehyung siente un escalofrío al escuchar esas palabras. Mira por la ventana sucia de la taberna y ve a lo lejos el río fluir oscuro, llevándose consigo quién sabe qué secretos. La gente aquí vive siempre al filo de la muerte y no hay un final brillante esperándolos al otro lado.
En ese momento, la puerta trasera de la taberna se abre y un par de hombres entran; sus ropas estaban empapadas y llevaban consigo nieve en las botas. Uno de ellos se gira hacia Seokjin y gruñe entes de hablar.
—¿Qué haces aquí? —al alfa le dice y Seokjin no parece afectado por el tono de voz pero Taehyung presta atención a lo que hablan—. Le dije a esa beta que no eres bienvenido aquí.
—No es tu taberna Dowon, es de Dongha-
—Él es mi hermano y puedo decidir si también entras o no, y qué, ¿trajiste a ese omega? —la mención de ese omega hace que Taehyung los mire.
—Ese omega tiene nombre y no. No vino esta noche.
—¿Qué ha pasado con ustedes, uh? —se deja caer en el taburete frente al alfa y Taehyung se encoge un poco, no queriendo que nadie lo vea—. Desde hace semanas no vienen. A Miyeon la vi hace unos días, en el pozo de Jeju y le di mi recado, ¿te lo pasó?
—Lo hizo, pero no me interesa realmente —Dowon bufa una risa.
—Ese omega y tú son iguales, me sorprende que no sean hermanos de sangre. ¿Qué te trae por aquí sin Yoongi? Creí que ya habían aceptado su destino —enciende un cigarrillo con una de las velas que hay cerca y Seokjin se pone frente a Taehyung, para que Dowon no pueda ver su rostro. A ninguno de los alfas pasa desapercibido.
—Tú métete en tus asuntos, Dowon.
—Mh, sigues siendo ese omega imprudente. Sabes, oí un rumor en Dongjak-gu —Seokjin se tensa, nada de lo que ese que este alfa con cabellos rubios y cebosos supiera era bueno—, que hubo una fiesta en el palacio de Junseo antes de la fiesta de invierno, ¿sabes algo de eso?
—Eres definitivamente un alfa idiota, ¿cómo sabría algo yo de eso? —el azul en sus ojos brilla un poco más y Dowon sonríe un poco.
—¿Seguro? La otra noche vi a Jungkook, ese omega —repite con el mismo tono de voz que antes, soñador y burlesco. A Taehyung le desagrada y el olor a cigarro y menta combinados le perturban los sentidos—. Lo vi por Daegu, poco antes del toque de queda ¿y sabes qué es más extraño? Llevaba una ropa con el estandarte real, ¿no es raro? Es un omega y no creo que deba usar esa ropa. Si alguien se entera —silba y toma de un vaso que está encima de la mesilla un trago del vino amargo—, van a matarlos si Junseo o la decrepita de su mujer se enteran que están metiéndose en ese lugar.
Taehyung aprieta las manos. Apenas va enterándose de lo que esta pasando por el lugar y no justifica lo que sea que sus tíos hayan hecho con Kim Kingdom, pero no quita el hecho de que ellos lo cuidaron cuando él quedó huérfano. No puede simplemente odiarles si siempre ha estado agradecido con ellos.
Seokjin mira a Taehyung de reojo y luego se girahacia el hombre.
—Mentiras, hombre. Jungkook es inteligente no haría esas estupideces que dices.
—¿Seguro? —presiona de nuevo y Seokjin quiere sacar su espada y clavarla en medio de su pecho para hacerlo callar—. Esos reyes mataron a sus padres y a su hermano, no me imagino si me matan a Dongha, haría todo por hacerlos pagar.
—No es tu asunto, Dowon.
—Mi asunto —el alfa ríe—. Hablas como ellos. Nada es asunto nuestro, nada nos afecta, nada nos hace daño- ¿y sabes qué mas dicen? —el omega se queda callado—. Uno de los alfas que trabaja conmigo en el puerto del mar abierto vive cerca de la residencia de los duques de Daegu. Él escuchó cuando uno de los guardias reales les decía al cabecilla que el príncipe estaba desaparecido, ¿lo imaginas? Ese maldito-
—Escucha —el omega le corta y se encorva sobre la mesa y sus ojos azules queman un poco, reprime a su lobo y no permite que el característico color dorado se haga presente. Hay más de uno viéndolos y no tienen intenciones de meterse en la discusión, los dos tienen historia y deben resolver sus problemas a la par, como los empezaron—. Sea lo que sea que escuchas o lo que crees que ves, nada es cierto. Igual que yo, no sabemos nada de la familia real, es mejor que lo dejemos así. Y Jungkook te lanzará al Río Cristal si se entera que hablaste de su familia, si fuera tú, me quedaría callado, Dowon.
El alfa se tensa y se pone de pie, tira la colilla de su cigarrillo y la aplasta con sus botas húmedas. No dice nada más a Seokjin, pero su mirada café es suficiente para que el omega se de cuenta que no va a responder de nuevo y no lo hace. Camina sin decir nada tras una puertecita que da al primer piso del lugar, a unas habitaciones donde los alfas disfrutan de las omegas que llegan al lugar en busca de monedas.
Seokjin mira a Taehyung y lo único que impide que el alfa hable es el collar de acero en su cuello, porque comparten miradas que van más allá de lo que sus labios pueden pronunciar. Un escalofrío recorre al menor al ver un destello amarillento cruzar los ojos azules de Seokjin.
—Tendremos un despliegue de guardias en las áreas clave, pero no queremos que esto se convierta en una cacería abierta —dice el rey. Están en medio del salón principal. Seungchan asiente y está a cargo de toda la seguridad en el palacio, de los despliegues y de por supuesto, desviar la atención de todos —Mantente atento a los rumores, pero asegúrate de que todo parezca parte de un esfuerzo por mantener el orden.
El capitán asiente, entendiendo que la discreción es esencial. Sabe que cualquier rastro de Taehyung puede desatar una tormenta en el reino.
Sale de la sala y Haeun se pone de pie, sus zapatos hacen eco en el piso y se acerca a su alfa con una mirada amarga.
—Comencemos a preparar la corte para un nuevo heredero. Una celebración, algo que muestre al reino que la corona está más viva que nunca. Que se olviden del príncipe perdido, que lo vean como un pasado que no les pertenece.
Junseo sonríe, convencido de que su plan funcionaría. La historia de Kim Kingdom debe continuar y el futuro debe estar asegurado en sus manos. Mientras el río siga fluyendo silenciosamente afuera, sus oscuros secretos quedan enterrados en las profundidades de la noche.
Mientras tanto, en la taberna "La Boca del Lobo", Seokjin sabía que los guardias de la corona estaban ahora en el distrito. Conocía las reacciones de todos cuando había guardias cerca, se quedaban en silencio si es que podían oír de las conversaciones entre ellos y saber que tanto estaba sucediendo, más cuando los rumores empezaban a expandirse por las calles.
La taberna "La Boca del Lobo" pulsa con el murmullo de conversaciones entre aventureros y mercaderes, pero afuera, el aire es denso con la tensión de un inminente conflicto. Los guardias de la corona del rey se alinean, observando el lugar con desconfianza.
Un grupo de ellos, liderados por Seungchan, está junto a la puerta de la taberna. A su alrededor, los rumores flotan en el aire como humo de tabaco. Saben que el príncipe Taehyung ha sido "enviado a Japón" como una medida de seguridad tras el intento de ataque, según la versión oficial del rey. Sin embargo, el murmullo de desconfianza entre los duques y sus guardias indica que pocos creían esa historia.
La luna apenas asoma entre las nubes, proyectando sombras largas y tenebrosas sobre el empedrado de la calle. Los guardias ducales también han salido a patrullar las cercanías de la taberna. Al fina de todo, ese es el lugar donde todos los trabajadores del puerto caen, quién más sabría sobre algo si no eran los que recorrían el reino y los mares.
Minho es el líder de la guardia de los duques de Daegu, un viejo alfa con la barba corta y el cabello canoso, está montado en su caballo al frente de su grupo, anda con una alerta cautelosa, sus ojos escaneando cada rincón de las callejuelas.
De repente, al dar vuelta en una esquina, se encuentra frente a frente con Seungchan y su grupo de guardias de la corona. Ambos grupos se detienen en seco, las manos cerca de las empuñaduras de sus espadas.
Minho entrecierra los ojos, una mezcla de sorpresa e incredulidad cruzando su rostro.
—¿Qué hace la guardia de la corona en este lugar? —pregunta Minho con un tono de suspicacia—. No sabía que la taberna era zona de interés para la corona.
Seungchan esboza una sonrisa tensa, manteniendo su postura firme.
—Patrullamos donde sea necesario. La seguridad del reino no se limita a los lujos del palacio, Minho.
Minho suelta una risa sarcástica, cruzándose de brazos.
—¿Seguridad? Lo dices como si les importara realmente. Curioso que nunca se hayan acercado a esta zona, y ahora, tras el ataque, aparecen como si todo fuera parte de su jurisdicción.
Uno de los hombres de Minho, un joven llamado Yoonsu, observa la situación con el ceño fruncido. Sus ojos pasan de Seungchan a sus hombres y después a Minho sobre su caballo. Se inclina discretamente hacia su líder y murmura.
—No es usual ver a los de la corona patrullando por aquí. ¿No crees que están buscando algo más?
Minho asiente levemente, sin apartar la mirada de Seungchan.
—Eso pensaba, Yoonsu. Algo no cuadra.
Seungchan, al ver los susurros, frunce el ceño y da un paso adelante sobre su propio caballo, levantando la voz.
—¿Algún problema, Minho? —dice en tono desafiante—. Quizá estén olvidando que las órdenes de la corona están por encima de las de cualquier otra familia en el reino.
Minho da un paso adelante, acercándose más a Seungchan. La desconfianza se reflejaba en su mirada.
—¿Por qué tanto interés en esta zona, Seungchan? No me vengas con que están aquí por simple patrullaje. Desde el ataque al palacio, han actuado de manera... peculiar. Primero era un secuestro, luego sólo un intento de ataque, después, el heredero convenientemente desaparece y está seguro en Japón y no volverá hasta quien sabe cuándo ¿Qué están buscando en realidad?
Minho mantiene la calma, pero hay algo en su mirada que traiciona una sombra de incomodidad.
—Como dije, estamos aquí por la seguridad del reino. Tal vez si los guardias de los duques no estuvieran tan ocupados en cada rincón de sus distritos, esto sería menos complicado para todos. Recuérdale a tu duque que muy pronto debe entregar su puesto a los padres de lady de Anyang-si. Para cuando ella se case con el heredero, no quedará nada de la familia a la que sirves y no serás mas que uno mas del motón que vivirá en la miseria.
—¿En serio? —Minho se atreve a retarlo y es el primero en bajar de su caballo, un par de sus hombres lo hacen también y están listos para desenfundar las espadas si es que la situación lo amerita.
Seungchan lo imita y baja de su caballo se acercan los pasos que los separa y se miran de frente. Ambos tienen las ropas de los guardias, sólo cambiando los estandartes dependiendo en la familia a la que están perteneciendo y ninguno se sorprende porque el otro lleve el anillo que da fe de que han hecho el juramento. Seungchan bufa una risotada.
—No me hagas hacer esto, Minho. No quiero matar a nadie hoy.
—¿Alguien dijo algo de matar? —uno de los hombres a la par de Minho desenfunda su espada hasta la mitad y el raspón del metal chilla un poco en el silencio de las calles.
—Diles a tus hombres que bajen sus espadas, Minho. Los acabaremos si se atreven a hacer algo.
—No puedes culpar a este alfa. Acaba de unirse a la guardia ducal, sólo está emocionado.
—Le quitaré la emoción de un corte en la mandíbula si no guarda su espada —Minho se gira y mira a su lado, el joven guardia asiente en su dirección y guarda su espada, enfundada de nuevo pero alerta para cualquier cosa.
—Todavía no nos dices, ¿Qué es lo que esta pasando realmente? Mi duque sólo quiere respuestas. El heredero está a salvo en Japón, lo sabemos, pero, ¿Por qué no hay rastros de quienes entraron esa noche al palacio?
—Ya dije lo que tenía que decir, Minho. Dejen de meterse en los asuntos de la corona-
Byungho, uno de los guardias ducales, interviene con una sonrisa burlona.
—¿O quizás están cubriendo algo? —dice, su voz cargada de sospecha—. He oído rumores, Seungchan. Rumores de que el ataque vino de dentro. Tal vez por eso la corona no quiere ayuda. Para que nadie más sepa la verdad.
Seungchan aprieta la mandíbula, manteniendo una calma que parecía forzada.
—Ten cuidado con tus palabras, Byungho. Los reyes no tienen nada que ocultar. Nosotros hacemos lo necesario para proteger a todos, incluso a los que parecen dispuestos a traicionar al reino con sus propias teorías.
Minho avanza un paso más, su tono ya no contiene el sarcasmo habitual, sino una seriedad amenazante.
—Entonces, ¿por qué tanta hostilidad hacia nosotros, Seungchan? No hemos hecho nada excepto tratar de proteger el reino, lo mismo que ustedes dicen hacer. Pero cada vez que nos acercamos, parece que ustedes intentan alejarnos. Si realmente no hay nada que ocultar, ¿qué les importa si patrullamos la misma zona?
Seungchan vacila un instante, lo suficiente para que Minho y sus hombres noten su tensión.
—Escuchen bien —dice Seungchan, tratando de retomar el control de la situación—, no tengo que darles explicaciones. Ustedes responden a sus duques, y nosotros, a los reyes. Quizá deban recordar eso antes de entrometerse en asuntos que no les conciernen.
Yoonsu se acerca, alzando la voz con una mezcla de osadía y desafío.
—Pero este ataque afecta a todo el reino. No sólo al palacio, ni a los reyes o al heredero, especialmente. No pueden esperar que los demás simplemente sigamos órdenes sin cuestionarlas, especialmente cuando hay vidas en juego.
La incomodidad de Seungchan era cada vez más evidente. Minho observaba cada reacción, notando que había algo en el comportamiento de los guardias de la corona que no encajaba con su habitual arrogancia.
Minho, con tono firme y decidido, concluyó.
—No somos estúpidos, Seungchan. Sabemos que hay más en esto de lo que nos dicen. Y no descansaremos hasta encontrar a los culpables, con o sin su "autorización". El reino merece la verdad, no importa a quién le incomode. Tienes razón, mi duque estará abandonando el puesto pronto, pero ni el ni su omega van a descansar mientras el poder les corresponda —se giró y subió en su caballo de vuelta.
Con una última mirada desafiante, los guardias ducales se giraron y comenzaron a alejarse, dejando a Seungchan y sus hombres de la corona en una incertidumbre palpable, en la que se percibía el temor de haber sido descubiertos.
Seokjin mira al alfa. Sus ojos están abiertos de par en par y lo único que le impide que corra a la puerta es la sorpresa de lo que acaba de ocurrir. Dentro de la taberna los sonidos son nulos, nadie habla y los olores se vuelven más densos en el aire, combinados con el nerviosismo de todos ahí y el aroma a vino servido.
Todos han oído la conversación, no por nada las paredes de la taberna son más delgadas, con la puerta de madera corroída con el mismo objetivo de ser fácil oír.
—Vámonos —dice el omega y toma a Taehyung del hombro, levantándolo de un tirón.
—Eh, ¿te vas tan rápido, Seokjin? —antes de que puedan salir Dongha se atraviesa en su camino. Taehyung se queda de piedra, con las manos hechas un puño.
—Quítate de mi camino, Dongha —gruñe y no es necesario que gire su vista para saber que están más de uno a su alrededor. El chirrido de las sillas moviéndose contra el piso se lo hace saber y se tensa notablemente.
Sus ojos azules brillan de una forma extraña para todos, no es difícil entender que ese alfa nuevo con el que ha llegado tiene algo que ver con la conversación que los guardias han tenido fuera. Su forma de caminar, de vestir e incluso el porte y el aroma que desprende a resina de pino no es usual entre los alfas de clase baja donde los olores a menta abundan y es difícil destacar de ellos.
Seokjin toquetea el pomo de su espada, tantea el metal y ve al alfa frente a él tensarse y con el único ojo que le queda lo observa atentamente.
—Te dije que no trajeras problemas, ¿quién es este?
—No te metas en cosas que no te incumben. Se lo dije al idiota de u hermano y te lo digo a ti, quédate callado.
—No —el alfa reta y a su lado el anciano que estaba contando historias a los omegas lo respalda—. Si este es el-
—Él no es nadie —Seokjin se pone delante de él e intenta protegerlo. No importa que sea un omega, que no tenga la misma fuerza que uno, pero es un omega puro. Por sólo su lobo es superior, derramar su sangre sería imperdonable para la memoria de sus padres. Y Taehyung, sin importar nada, él es su hermano.
—Si no es nadie, ¿por qué no nos dejas hablar con él? —intenta ir tras el omega y quitar la capa del rostro de Taehyung, pero el mayor es más rápido y lo empuja. Hace a Dongha trastabillar y su espalda choca contra la pared del lugar.
Se quedan en silencio y Taehyung teme que la poca fuerza que le quede desaparezca de un momento a otro. Quiere defenderse, pero no tiene ni las fuerzas ni las armas necesarias para eso. Hay un omega tras él, lo huele en el aire. Se tensa y se gira rápido, sus ojos se cruzan con un omega bajito y delgaducho, con la piel pálida y los labios resecos, el cabello negro es largo y sucio, húmedo y sus ojos están hundidos con ojeras alrededor de ellos.
Lo ve sacar una daga de hierro oxidado y la alza directamente para clavara en su pecho. Su espalda choca contra el suelo cuando Seokjin lo empuja y sus ojos ven al omega alzar su espada contra el pecho del otro y no duda en enterrarla en medio del mismo, dejando que un chorro de sangre manche sus ropas mugrientas y rotas.
A Taehyung le perturba la escena.
Jamás en su vida ha visto algo así, no suele estar expuesto a situaciones de extremo peligro y nunca ha visto una batalla real. Los enfrentamientos entre los guardias para su entrenamiento no se consideran algo igual, porque no suelen matarse sino sólo, herirse se gravedad.
El omega ca de rodillas frente a él y termina contra el piso manchando todo de sangre.
—Hijo de perra —el anciano es el que habla y sus dientes amarillentos salen a relucir. Sus colmillos no son tan grandes ni filosos como los de Taehyung, pero el alfa genuinamente se preocupa por Seokjin.
Quiere levantarse, pero el peso del collar sobre su piel se lo impide, jadea en busca de aire y sus manos empiezan a temblar, las piernas son débiles y no soportan su peso, no puede ponerse de pie y forceja contra el par de manos que lo toman de los brazos y lo levantan, apenas un poco.
La vista se le oculta por la capucha de la capa, pero escucha la conversación.
—Les advertí que no se metieran en nada —dice Seokjin unos pasos a lo lejos—. Quítense de nuestro camino y nadie va a salir herido —habla con voz firme. Lucha porque sus ojos no muestren el dorado de sus ojos y se queden en el azul usual que a nadie le sorprendería tener.
—Te dije que no trajeras problemas —recalca Dongha y se remueve el parche en el ojo. Hace un movimiento de cabeza y uno de los alfas le pasa un hacha que tenían debajo de las mesilla. Seokjin traga duro—. Te he dicho que odio que traigan problemas a mi taberna.
—No intentes nada, Dongha, tienes las de perder entre los dos —el alfa ríe.
—¿Perder? Te das mucho mérito para ser un omega. Les dimos un poco de libertad y ahora se creen que pueden contra un alfa.
—Más te vale que te detengas ahí —advierte al verlo caminar a él.
—¿En serio? —rezonga con burla—, ¿y si camino para acá? —sus pasos son largos y decididos cuando va con Taehyung, no se detiene a pensarlo y descubre su rostro de la capucha.
Los que están viendo la escena jadean al verlo.
Nadie conoce el rostro de Taehyung, nadie sabe cómo luce, pero esos ojos dorados no mienten. El color de su vista deja a todos perplejos, brilla en medio del lugar y llama la atención. Es él.}
La sorpresa hace que los alfas que lo sostienen lo suelten de una y cae al piso de nevo, cada vez más débil. Seokjin se acerca rápido y se interpone entre los dos.
—No sabes lo qué has hecho —gruñe y sus dientes salen a la vista, su aroma a lirio se vuelve amargo y pica la nariz de los presentes. Lo sabe por sus expresiones y narices fruncidas.
—Voy a matarte —advierte Dongha—, y luego iré tras este hijo de perra. Enviaré su cabeza al palacio y luego iré por ese maldito de Junseo.
Alza su hacha y antes de que pueda bajarla, pasos rápidos se escuchan al fondo y el alfa cae al piso tras ser tirado por alguien. Taehyung apenas puede verlos, reconoce ese cabello negro y las manos blancas. Esa capa negra que usa es difícil de obtener y está cosida a mano, con piedras incrustadas en la misma. Lo reconoce y esboza una sonrisa.
Jungkook está ahí. No van a matarlo.
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