CAPITLO 4

–Majestad –el guardia traga duro cuando los dos pares de ojos de los reyes lo miran y se adentra en el salón del consejo real, donde han sido resguardados.

–¿Encontraron al príncipe? –Junseo pregunta y le da cierto placer ver al alfa frente a él con miedo en los ojos.

–No, mi señor –la sonrisa se borra de su rostro y ve que el alfa deja sobre la mesa un chaleco de cuero y una espada, con el símbolo del reino bordada–. Hallamos esto, es el uniforme de Sir Jeon. Estaba en un cuerpo, calcinado, no quedó carne viva y sólo pudimos recuperar la ropa.

Han podido controlar el fuego apenas una hora atrás y con ello, la ausencia del príncipe resalta. Hay un par de heridos con quemaduras leves y la cifra de muertes no pasa de nueve, diez, con el guardia de Taehyung. Junseo gruñe y se pone de pie, caminando directamente al alfa y nadie se interpone cuando una bofetada resuena en el lugar.

El guardia retrocede un par de pasos y mantiene la mirada baja, sintiendo la sangre caer en un hilo de su labio.

–Una cosa tenían que hacer ustedes, y no han hecho nada bien –los dientes le castañean de furia y la omega herida tras él, llama su atención.

–Junseo –se gira y el lazo que los une le hace sentir el dolor de unas quemaduras en el brazo derecho–. Déjalo.

–¿Qué-?

–Salgan de aquí, todos –ella ordena y cuando los guardias y la sirvienta que cura su brazo ven que Junseo no se interpone a la orden, abandonan la sala de a uno.

–¿Por qué los sacaste?

–¿No te das cuenta? –ella se pone de pie y camina hasta su alfa, lo ve tensarse y se apura a llevar una mano a su mejilla y acariciar sobre el pómulo rasguñado que la ajetreada noche les ha regalado–. Podemos seguir los dos, juntos. Como debe ser.

Los ojos del rey se iluminan en amarillo y admite que ver la maldad en el rostro de su omega le parece encantador.

–¿Qué diremos? –pregunta con la punta de su lengua acariciando los dedos de su omega y ella le sonríe.

–Ya lo pensaremos.

–El tema no morirá pronto –le recuerda–. Taehyung se acaba de comprometer con la hija de Minjae, ellos insistirán en una búsqueda.

–Y se las daremos, pero no dará frutos y lo sabes –ella recuerda–. Se lo llevaron, mi alfa –el tono con el que le habla hace que su piel se erice y tiene que apretar los dientes porque el aroma a melocotón que la reina desborda es adictivo para él.

Junseo sonríe.

–¿Qué piensas que pasará? ¿lo mataremos como a sus padres? –hace a la omega sonreír.

–Cuando sea el momento, lo mataremos. Y te daré un hijo –sus manos viajan rápidamente al pantalón del rey y se apura a bajarlo y dejar a la vista su miembro, acariciando la piel húmeda y disfrutando de los suspiros del alfa.

–Me darás un alfa –gruñe y la omega asiente, suelta una risa que se oye por todo el lugar y hace eco en el salón cuando el alfa la toma de los muslos y la deja sobre la mesa donde incontables veces se han sentado a discutir con los duques, donde se supone que debe regirse el reino.

–Alfa –le llama y Junseo gruñe al momento que le quita el vestido que lleva puesto, ella chilla al sentir el tirón sobre su brazo herido y la sangre comienza a fluir de nuevo, haciéndola lloriquear del dolor.

Pero el alfa no se inmuta, no cuando la tiene desnuda sobre la caoba, con la sangre alrededor de su fino cuerpo y aunque tiene un poco de ceniza en el rostro, al alfa no le impide pasar su lengua por sus mejillas, marcándola con el aroma, la saliva, con las manos y con todo lo que puede. La omega gime ronco cuando la penetra, de un solo golpe y tiene que admitir que le gusta, porque hace tanto que su alfa no la toca y apenas la mira, sabiendo de sobra que va a esas tabernas por la noche a acostarse con omegas desconocidas, por eso se deja hacer, porque no quiere perderlo y quiere a su alfa de nuevo, amándola.

Parpadea cuando él se separa, todavía sin darle el nudo y jadea al ver a su alfa desnudo caminar hasta la chimenea encendida y toma uno de los palos de metal que hay ahí, con el símbolo del reino y lo pone sobre las llamas.

Cuando está lo suficientemente caliente, casi rojo, el alfa camina de vuelta a su omega sobre la mesa, la ve temblar y saliva al verla de esa forma, tan frágil y tan a sus pies, rogando por él.

La penetra nuevamente y sin gentileza, la omega jadea y siente al alfa tocar cada parte de su interior con cada embestida, gimiendo cuando él acaricia sus pezones.

–Me vas a dar un heredero –gruñe sobre su cuello, en la marca de unión que los ha traído hasta donde están–. Tú me darás un heredero alfa, porque eres mía ¿oíste? –toma su brazo y aprieta, viendo fascinado la sangre del miso escurrir y se inclina sobre su glándula de olor.

Abre la boca, aspirando profundo el aroma de la reina bajo él y se mantiene un segundo así, la omega misma cree que va a reabrir la marca, en cambio, un grito de dolor sale de sus labios cuando siente el metal caliente sobre sus costillas.

Quiere apartarse, pero el alfa se lo impide y clava más aún el símbolo en su piel. El metal al rojo vivo se siente en sus entrañas y le hace llorar, la piel le arde y no sabe qué hacer más que llorar cuando el alfa sí le muerde fuerte, reabriendo la marca y lamiendo cuando la sangre brota de su cuello. Se siente ahogar al sentir los dientes del alfa en el músculo, desgarrando su piel.

Junseo gruñe en su oído cuando siente venirse y el nudo crece dentro de la omega.

–Mía –le repite y toca la marca de fuego que ha hecho sobre sus costillas, hace a la omega lloriquear–, tú y este reino son míos, me pertenecen.

–Sí, alfa –asiente porque el omega en ella es demasiado débil para negarlo.

Le pertenece, porque la marcó, le está dando a sus cachorros y la hizo su reina, lo menos que puede hacer ella es obedecerle.

No sabe cuánto tiempo ha pasado, qué tan lejos están del palacio, qué tan adentrados están el bosque, pero siente sus piernas flaquear y tropieza cuando se cansa, el metal sobre su cuerpo haciendo el efecto para domarlo. El frío le hace temblar y ninguno de sus raptores se inmuta por ello. Pero no pasa mucho tiempo cuando oye pasos apurados a ellos.

Se sorprende al oír una voz femenina.

–Alteza –y todos creen que el llamado es para el alfa sobre la nieve. En cambio, los ojos de Miyeon miran a Seokjin.

–Llévalo a la celdilla –dice Seokjin y Taehyung jadea cuando lo levantan de golpe. Se guía de sus instintos y escucha cómo hojas y ramas se mueven, seguido de una tablilla de madera y troncos que se oyen rodar.

Es lanzado hacia abajo y su cuerpo cae en seco cuando toca el piso, lleno de nieve, no hay luz que se distinga a través de la tela sobre el rostro y escucha un par de pasos dentro de la misma celdilla. Sabe que es el alfa quien está con él, lo huele y puede sentir sus presencia. Las manos frías de Yoongi lo toman por las muñecas y lo arrastra hasta la pared, deja sus manos sobre su cabeza, sosteniéndose con las esposas y de un clavo que sobresale de la pared.

Taehyung sacude la cabeza y la tela sobre su rostro sale volando a los pies del alfa, se miran frente a frente y Taehyung gruñe desde lo más hondo de su garganta, mirándolo con ojos dorados. El contrario no se inmuta y hace a Taehyung enfurecer más. Yoongi se encarga de asegurar sus manos con un candado más, y le da una última mirada sin sentimientos que hacen al alfa sacudir el cuerpo para intentar liberarse, fracasando en el intento.

La poca luz que venía de fuera es opacada cuando Yoongi sale de la celdilla, y cubre la entrada tanto como lo estaba, y oh, Taehyung no pierde el tiempo en soltar lágrimas.

–Se quedó ahí, mañana podremos ver qué sigue –anuncia el alfa cuando entra a la cabaña y las miradas de los dos omegas se posan en él. Miyeon suspira, con la tetera en las manos y con una taza de metal sobre la mesa.

–Más vale que sea lo que hagan, rinda frutos porque esto me sigue pareciendo una estupidez –suelta de tajo y Jungkook suspira.

–¿Una estupidez? –el omega se pone de pie y hace que Miyeon lo mire con los ojos abiertos–. Esto no es una estupidez. Tú misma lo has visto, la gente muere en los distritos, no hay comida y lo poco se tiene, los reyes lo roban. Los mismos reyes mataron a tu hermano y sigues empeñada en que esto que hacemos no es necesario.

Miyeon se tensa.

–Mi hermano –habla bajito,pero jamás dejando de mirar al omega–, murió por sus reyes, por Taejoon y su omega. Para él y para mí, ellos eran los reyes, y no habrá nadie más que se merezca el título, más que su sangre real.

Deja al omega en silencio y Jungkook se siente tensar cuando la beta avanza el paso que los separa ye toca la mejilla, acunándola con su mano. No puede estar enojado con ella, mucho menos odiarla, porque la beta lo ha cuidado desde que tiene quince años, en cambio, suspira y cierra los ojos, a fija vista de Seokjin y Yoongi.

–No pedimos que nos apoyes –susurra y sostiene la mano de Miyeon entre las suyas–, pero sí que entiendas que todo esto, es para un bien mayor. Cuando todo termine, vamos a irnos, probablemente no tengas que trabajar más y Seokjin ni nosotros vuelva a robar algo.

Miyeon suspira y se aleja, mira a Seokjin a los ojos y el omega tiene que girar la vista para no enfrentarse a su mirada fría.

–Iré a dormir –anuncia y es demasiado tarde, no tarda en amanecer y el cielo comienza a despejarse, pero la inquietud ha mantenido a la beta despierta y tiene que recuperarse de eso, pensar también en lo que va a pasar una vez que el primogénito hable con el alfa que se esconde en la celdilla tras la cabaña.

En el otro extremo de la cabaña, tras la delgada pared de madera, Jungkook se deja caer en la silla que estaba y Seokjin suspira.

–No vuelvas a hablarle de esa forma –le reta y el omega asiente, con la vista en sus dedos.

–Me salí de mis casillas –acepta–. Lo siento, me disculparé con ella cuando haya descansado.

–Entiéndela –Yoongi dice y se sienta en el otro extremo de la mesa, junto a Seokjin y el omega le pasa la taza de té que Miyeon le preparó–. Tiene miedo de que a Seokjin le pase algo. Es su hijo –y mira interesado cómo Seokjin se rasca la nuca y no dice algo.

–Lo sé, lo siento –y el aroma que se instala en la habitación es demasiado agrio que respalda su disculpa.

Seokjin se pone de pie, y mira por la ventana, el cielo mostrándose claro y con pocas nubes, ni siquiera un poco de neblina le cubre la vista del palacio y no hay rastros de ningún fuego que haya ocurrido en el lugar.

–¿Crees que nos estén buscando? –susurra y Jungkook se encoge en su lugar.

–Lo más probable, tienen una vida planeada para el príncipe, lo buscarán hasta debajo de las piedras para que todo ocurra.

–¿Qué haremos si lo encuentran? –Seokjin se gira a verlos, en especial a Yoongi que ha preguntado aquello.

–Si eso pasa, mátenme –y los dos lo miran con ojos abiertos y de pie.

Yoongi se apura a él y la capa que no se ha quitado se alza cuando se acerca al omega de ojos azules.

–¿Estás demente? –le recrimina y Seokjin no lo muestra, pero le da placer ver al alfa preocupado por él.

–No –reafirma y toma un par de minutos antes de continuar–. Si me matan, digan que fue culpa mía, que yo lo hice y con suerte, el príncipe tendrá piedad-

–Ese alfa es un hijo de puta –Jungkook gruñe–. No nos perdonará. Cuando hallamos terminado, será mejor que lo matemos.

–No –Seokjin le interrumpe–. Si eso pasa- si no los perdona, huyan y asegúrense que Miyeon esté a salvo, pero mátenme.

Y Seokjin no puede decir que lo pide porque no soportaría ver que su hermano sea igual a sus tíos, peor aún, que lo niegue frente a todos.

Dohyun ha estado en su despacho todo el día. Jiwoo no lo ha molestado y ha restringido que al menos alguien se acerque a la habitación, su alfa merece la concentración que necesita. Aquella mañana del baile de compromiso del heredero y lady de Anyang-si ha llegado una carta firmada por Lim Seonam. Ni siquiera ella sabe el contenido de la carta y Dohyun ha estado distraído en eso todo el tiempo. A Jiwoo le termina favoreciendo de cierta forma, porque ha hecho lo que no ha podido en el último año y sube las escaleras empedradas de su residencia y siente el frío del invierno nocturno colarse en su vestido de seda cuando está arriba.

Se planta frente a la puerta de madera, con un cerrojo de hierro que la separa del otro lado y toma respiro antes de empujar la puerta y entrar.

La habitación la recibe y está igual que la última vez, aunque carece de olores dentro de ella. Cierra la puerta tras sí, y se encarga de trabarla antes de dar un paso más. La lámpara de aceite que ha llevado apenas ilumina el cuarto y con una varita de árbol que sostiene entre los dedos, la enciende y puede dar más luz cuando se apoya de ésta para encender unas velas.

La habitación es hecha de piedra, tiene un enorme balcón que da al mar abierto y el horizonte, cortinas de seda blancas caen por las ventanas y dejan el aire puro entrar, hay telarañas, porque ella misma prohibió que cualquiera entrara en el lugar y se mantendrá así hasta que ella lo decida. Dos muebles de madera descansan a los lados de las ventanas, y toma la lámpara de aceite en las manos para iluminar el interior de las viejas cajoneras.

Unas ropitas casi deshechas y amarillentas es lo que la recibe.

Toma la camisa entre sus dedos y el corazón le duele. La omega en ella flaqueando al reconocer el lugar de pronto, lo que hacen ahí y lo que tiene entre los dedos. Es una camisa blanca, hecha de seda y con el estandarte del reino cosido a mano, por la misma Eunha, quien fue la que se lo regaló a días de haber dado a luz a su cachorro.

Había sido un alfa, y uno muy apuesto según a lo que recuerda, porque jamás volvió a verlo luego de que Junseo ordenó desalojar los cuartos donde ella y Dohyun se hospedaban en el palacio. El cachorro apenas tenía dos años y no sabía nada del mundo, aquella noche fue un caos porque cuando fue en busca de él, lo único que encontró en la habitación fue a Haeun. Con la vista fija en un par de zapatitos, los mismos que esa mañana Jiwoo le había puesto

–Una lástima –dice la omega–. Era un cachorro que no daba problemas.

Y el no sentirlo cerca, ni rastro de su olor a sándalo la hace alterarse.

–¿Qué hiciste, Haeun?

–Mhp –la omega se encoge de hombros, sin importancia–. ¿Así le hablas a tu reina?

–No eres mi reina –recuerda y ve a la mirada de la omega frente a ella oscurecer–. Cuando Eunha sepa lo que tú y Junseo están haciendo, van a mandarlos al calabozo, me aseguraré de eso.

Haeun se acerca demasiado rápido, esparciendo su aroma a melocotón agrio en una ráfaga de aire que le hace querer vomitar.

–Ni Eunha ni Taejoon están ya, lo que intentaron fracasó. Ríndete.

–Si algo les pasa a los reyes –la omega responde, con los dientes castañeando de furia–, sabrán que fuiste tú y Junseo, si algo les pasa a los príncipes, al primogénito, todos sabrán quiénes son culpables. Y si algo le sucede a mi cachorro, al menos un rasguño superficial, voy a matarte con mis propias manos, a ti y a ese alfa que te marcó.

Haeun la mira y ambas están de pie en medio de la habitación donde el cachorro de los duques de Daegu se supone debe estar, pero no es así, porque desde esa ventana se puede apreciar el mar abierto, los barcos yendo sobre el agua y a Jiwoo se le escapa un jadeo cuando desde la ventana, puede ver uno de los barcos zarpar.

Quiere ir ahí, correr hasta el muelle e impedir que el barco se largue, porque el lazo con su cachorro le indica que debe hacerlo, que debe ir por él. Pero Haeun se interpone en su camino y la toma del brazo, enterrando sus largas uñas en el y cortando con ellas, sacando unas ligeras líneas de sangre que la hacen doblarse de dolor.

Cae al piso cuando el dolor es insoportable y la sangre cae con pena sobre el brazo, manchando el piso y sus ropas. Mira a Haeun y ella tiene los ojos amarillos lo que haca e Jiwoo sonreír desde su posición.

–No irás a ningún lado –le advierte–. ¿Ves ese barco, lo reconoces? –y jadea cuando la omega la toma del cabello y la hace levantarse del piso, mirando en dirección a la embarcación. Lo conoce.

Es el barco que se usó un mes antes para un viaje a Japón, y mismo barco se había casi hundido por la madera podrida.

–Eres una hija de puta –el agarre se intensifica cuando susurra aquello.

–Sólo mira –Haeun la toma de las mejillas y hace que mire directo al barco por dos largos minutos. Y oh, Jiwoo siente cómo todo su mundo se derrumba bajo sus pies cuando el barco comienza a hundirse.

Se inclina a un lado y el pecho le arde en dolor porque siente la angustia ajena en el cuerpo, de su cachorro que seguramente se encuentra llorando, con miedo y a punto de-

El barco termina de hundirse, no queda más de aquél que Jiwoo misma mandó a que se dejase se usar y ahora- no siente nada en el pecho, no hay dolor ni angustia, mucho menos miedo y saber que no lo siente, que el lazo con su cachorro ha desaparecido le duele más que cualquier otra herida sobre el cuerpo.

Haeun suelta su cabello y Jiwoo se permite derrumbarse frente a ella. Cae de rodillas sostenido su pecho y las lágrimas caen por sus mejillas con facilidad, sin reparo en que su aroma a pera se sienta amargo y triste. Jadea en medio del llanto, sollozando por su cachorro y la voz de Haeun le retumba en los oídos cada vez que  la escucha hablar.

–A partir de hoy, yo soy tu reina, ¿oíste? No puedo quitarte a ti y tu alfa del consejo, pero no durarán suficiente para mantener su cargo, no sin un heredero alfa que se los otorgue. Si amas a tu alfa lo suficiente, vas a obedecer y no dirás nada de esto jamás, o me encargaré de que Dohyun tenga un final igual al de tu cachorro, pero no seré gentil, me aseguraré de que él ruegue por su muerte –ve el par de zapatitos caer frente a sus ojos y sus llantos se incrementan, cayendo en cuenta de la muerte de su cachorro, un golpe de realidad que la marea y la hace querer vomitar de los sentimientos mezclados.

Haeun la mira una última vez, hecha trizas tanto como Eunha, y le satisface aquello. Sonríe, sabiendo que nunca más será la sombra de esas dos omegas, no volverá a ser opacada por la belleza de la reina y su mano derecha, ya no más y verlas destrozadas era lo que más anhelaba desde que las conoció.

Se da cuenta dónde está, sentada sobre el viejo y empolvado colchón en el catre de la habitación, las lágrimas han empezado a rodar por sus mejillas sin permiso y sostiene la ropita entre los dedos con fuerza.

No sabe cuánto tiempo ha pasado en la habitación de su cachorro, pero un par de velas se han terminado y se oscurece la habitación, ahora sólo con la lámpara de aceite dando un poquito de calor. Limpia sus mejillas y se pone de pie, con la camisa entre los dedos. La guarda en el cajón y se toma unos minutos para recomponerse, porque lo extraña.

A su cachorro, porque nunca le dio un nombre, con la idea de que Dohyun y ella se lo darían una vez que todo el caos terminara, jamás fue llamado de una manera diferente que no fuera el cachorro de Daegu o el sobrino de los reyes, el título no fue usado por más de un par de años.

–Donde estés –susurra mirando por la ventana, con el aire frío pegando en su vestido–, perdóname por no haberte cuidado, mi amor. Daría mi vida por la tuya.

Su omega se pone alerta cuando siente una presencia al otro lado de la puerta. Se acerca a ella y sale rápidamente, trabando la puerta por fuera para que nadie pueda entrar e invadir el lugar.

Ve a uno de sus guardias de pie. Tiene os ojos abiertos y se mira nervioso.

–Mi lady –se inclina a ella y Jiwoo espera que el alfa siga hablando, con un mal presentimiento.

–¿Qué sucede? –insiste al ver que el alfa no tiene intención de hablar o no sabe cómo hacerlo.

–El palacio –susurra–. Esta noche han atacado el palacio y se llevaron al príncipe Kim.

Jiwoo siete como si le echaran un balde de agua helada. Camina a otras escaleras, que la conducen al piso donde Dohyun tiene su estudio y no se espera en tocar y pedir permiso.

–¿Qué pasa? –Dohyun se pone de pie, con la incertidumbre en el pecho por ver a su omega tan alterada.

–Atacaron el palacio, y se llevaron a Taehyung –va al grano, sabiendo que su alfa no va a inmutarse por su falta de tacto en decir las cosas.

–¿Quién? –pregunta al guardia que ha seguido a la duquesa y él se encoge.

–No se sabe. Los guardias reales vinieron a dar la noticia hace menos de un cuarto de hora. Dijeron que hubo un incendio y no saben dónde está el heredero.

–¿Qué hay de su guardia?

–Lo encontraron muerto. Por eso se asume que fue un secuestro, usaron el baile como una trampa –susurra y Dohyun se tensa.

–Debió haber alguien dentro, no se sabía de ese bale, sólo los invitados.

–¿Qué hay de los reyes? –pregunta la omega y ve al alfa dudar antes de hablar.

–Su majestad, Junseo, ordenó una búsqueda del heredero por todo el reino. Fuera y dentro de cualquier casa. Los guardias reales dijeron que se ofrecerá una recompensa por algo que los lleve a paradero el príncipe.

–¿Qué mas dijeron?

–Trajeron esto –le entregó a la omega un papiro enrollado, sellado y ella leyó en voz alta.

Se espera al consejo real en dos días, a medio día en el palacio.

–Lo firma Haeun –susurra ella y Dohyun se acerca, mirando el papel.

–Será un día largo, ve a descansar.

–El segundo hijo de Eunha desapareció, no podré descansar.

–No podemos hacer algo ahora, no así –le recuerda– ¿Qué estabas haciendo? Tus ojos están hinchados, y te sentí triste.

La omega se gira, dándole la espalda y se abraza a sí misma cuando el aire por la venta le da en el pecho. Dohyun suspira, sabiendo la respuesta y mira al alfa frente a ellos.

–Prepara los caballos. Y junta a diez guardias, que lleven todo lo necesario, iremos a buscarlo nosotros mismos también.

–Sí, señor –asiente, antes de salir del estudio y a lo lejos, pueden oír al alfa llamar a los guardias y dar la orden de conseguir los caballos.

–¿Qué decía la carta del lord de Goyang? –Dohyun la toma por los hombros y la hace mirarlo.

–Nada importante –la omega lo mira fijamente y suspira, llenándose del olor de su alfa, el olor a roble que la rodea y la hace sentir menos angustiada–. ¿Por qué fuiste ahí? –le pregunta y a la omega no se le complica saber de lo que habla.

La habitación de su cachorro.

–Lo extrañaba. Tendría veintisiete años ahora. Ya sería el duque Daegu si no hubiera desaparecido.

El alfa se tensa, la omega lo siente a través del lazo y siente la culpa invadirle el cuerpo por haber mencionado al bebé. Porque el alfa siempre ha estado tras ella calmando su dolor, y sabe que él mismo ocultar el propio, entreteniéndose en otra cosa para no pensar en el cachorro.

–Han pasado veinticinco años –él susurra y la omega se tensa–, y sigues sin decirme quién fue el alfa que te atacó esa noche para llevárselo.

–Te lo he dicho –le susurra y los labios le tiemblan–. No le vi el rostro, pasó muy rápido todo.

–¿Segura? Si me dijeras-

–No hay nada qué decir.

El alfa se resigna y suspira antes de darle un beso en la frente que la hace estremecer. Ve a Dohyun caminar fuera de la habitación y pasan unos cinco minutos antes de verlos partir. Por la ventana puede observar a su alfa y los guardias salir de la residencia, yendo por el camino empedrado que los conduce al resto del distrito y se permite soltar un par de lágrimas cuando lo siente lo suficientemente lejos.

Mira por encima de su hombro. Miyeon está tras él y aunque finge que no, Seokjin sabe que esa comida que calienta fuera es para Taehyung. Hay un poco de pollo que sobró de días antes, un deleite para su paladar que pocas veces disfrutan, acostumbrados al huevo y a veces, sólo cuando el oro no escasea, pueden disfrutar de bisteces que la beta se encarga de tostar en una plancha a las afueras de la cabaña.

Suspira y el aire frío le congela la nariz. Se siente sólo y quizá más preocupado de lo que debería, porque ha pasado sólo un par de días desde que secuestraron al heredero y no han recibido noticia alguna del palacio. Jungkook y Yoongi han bajado la montaña y cruzado el río, con la esperanza de saber qué ha ocurrido desde el ataque, pero nada se ha dado. Y el hecho de que tarden tanto en volver hace al omega tensarse.

Miyeon ha estado tan callada como las últimas semanas. No hace mucho por entablar una conversación y sólo se limita a responder lo que sea que Seokjin le pregunte.

–¿Le darás eso? –pregunta cuando ve a la beta apagar el fogón con un poco de nieve que hay alrededor.

Pone la vieja olla sobre la mesa que han construido de tablones usados y la ve quitarse mugre de las manos, restregando las mismas en su vestido. La ve temblar de frío y la culpa lo carcome.

–A menos que quiera que muera de hambre, alteza –susurra.

–¿No es demasiado?

–Él es su hermano. Ante los ojos de todos, dentro y fuera de ese reino, es el heredero y el próximo rey de este lugar. Luego de lo que le hicieron pasar, lo menos que puedo hacer es alimentarlo. No ha comido nada desde que llegó.

–Él-

–Con o sin su permiso, alteza –ella interrumpe y Seokjin se obliga a tragarse sus palabras–. Voy a darle de comer a ese alfa que está encerrado. No sé cuántas veces habrá que repetir que él no tiene culpa de esto. Es una víctima más de sus tíos.

–¿Una víctima? –da dos pasos y quizá es porque es demasiado alto y sus piernas son largas, o porque la beta no está lo suficientemente lejos de él, pero llega a ella con ese par de zancadas y la mira hacia abajo, porque es más bajita que él–. Lo ví hace dos noches –él dice y su voz cambia, no es la misma voz sensible que lo caracteriza, es más grave, con el tono perfecto para hacer a la beta apretar los puños.

–¿Qué cosa, mi señor? ¿Qué es lo que vió para que no tenga un poco de compasión por su propia sangre? Por el hijo que su madre parió y que usted siempre dijo que iba a buscar para vengar a sus padres, ¿Qué vio?

Y la pregunta lo hace tensar la mandíbula. No es consiente de sus ojos, que ya no son azules sino de un perfecto color dorado.

–Se pavoneava en el palacio. Con esos aires de grandeza. Jungkook no tuvo el coraje, pero yo sí –toma un suspiro–. Pero sólo lo diré una vez. Si la muerte de mi sangre me garantiza que este lugar sea lo que mis padres siempre soñaron, no dudaré en derramarla.

Y Miyeon quiere creer que no es verdad lo que dice. Pero sus ojos dorados, brillantes y el aroma agrio que lo rodea la hacen entender que en efecto, tiene razón.

Baja la cabeza, asintiendo y aún así, toma la olla de la mesilla entre las manos y le da una última mirada al omega antes de caminar, respirando por lo que le cruza la mente y escapa de sus labios.

–Espero que todo esto valga la pena. O será muy tarde cuando intente remediarlo, alteza –Seokjin la mira una última vez hasta que la ve ir más atrás de la cabaña, a donde la celdilla se encuentra.

Suspira, calmandose antes de que Jungkook y Yoongi vuelvan. El sol está por ocultarse y la neblina comienza a descender de a poco, sería una osadía que su par de amigos atravesaran el bosque de esa forma.

En donde está, de pie al filo de la montaña, sobre unas rocas enormes, bañadas de nieve, puede ver el horizonte. Piensa en todo los que ha pasado en su vida. En el arrebato de su familia y una punzada en el pecho le hace querer ir a donde está Taehyung. Porque de verlo, de saber cómo luce le hace recordar tanto a su madre. Y quiere creer, realmente y con la mano en el corazón, que su hermano no es como el resto. Que de verdad ayudará cuando sea hora de hacerlo.

El crujido de unas ramas lo hacen girarse rápidamente, con las botas de caza chillando contra las rocas y desenfunda la espada que se gudara en su cinto de cuero.

–Hombre, guarda eso o vas a lastimar a alguien –el alfa le gruñe y toma la plata entre los dedos que lo hacen gruñir.

Han dejado las dagas y todo el acero dentro de la cabaña, escondido en donde nadie puede hallarlo y hacerse daño con él, y ahora sólo cargan las espadas y dagas de plata, finas y perfeccionadas por cada uno.

–La próxima vez avisa que vienes. Me asustaste.

–¿En serio? –Yoongi pregunta y se quita los guantes de cuero de las manos, sus pálidos dedos truenan al hacer el ademán–. Creí que me sentirás venir.

Seokjin se encoge un poco.

–Por supuesto que no, ¿dónde está Jungkook?

–Viene un poco atrás. Estuvo por empezar una guerra allá abajo, los vizcondes de Jeju han hecho un escándalo enorme hoy.

–¿Qué cosa?

–Para empezar –Yoongi se sienta en la banca de madera y casi lloriquea porque la nieve le moja el trasero y tiene frío, hambre y siente las piernas doler de la caminata. Seokjin se sienta frente a él y el alfa se toma su tiempo para hablar–. No hay nada sobre el príncipe. Ni un cartel de búsqueda, los guardias al menos, no resguardan la calle como si fuese lo más preciado del mundo.

–¿En serio? –pregunta y la duda se ve en sus ojos, el alfa no tarda en asentir y le explica lo que él y Jungkook han descubierto el par de horas que estuvieron en los distritos.

–Los guardias no dicen nada, estuvimos bien ocultos, en serio. Tardamos porque queríamos ver qué hacían al anochecer, pero nada cambió en su rutina. Uno creería que con la desaparición del príncipe estarían buscándolo en cada casa del reino, pero ni siquiera se ven afectados por ello. Hasta en Daegu, los barcos siguen zarpando a los reinos vecinos como si nada hubiera pasado.

Seokjin lo mira incrédulo, duda incluso de lo que alfa le dice, pero el que no se ría o haga muecas le hace saber que es real y está jodido si es que los reyes no buscan al príncipe. No dice nada y el silencio se interrumpe sólo cuando Jungkook llega con ellos, con una cesta de mimbre entre las manos y el omega los mira con una sonrisa cansada, más al alfa que está en la banca de madera.

–Eres un maldito, Yoongi –lo reprende cuando deja la cesta sobre la mesa y el mayor de los tres les alza una ceja.

–Jungkook perdió en unas carreritas, le tocaba traer la carne –se explica.

Seokjin abre los ojos en grande y mira dentro de la cesta, unos paños de lino. Carne de cerdo.

–Debió costar un ojo de la cara –el menor se encoge.

–Te dije que había ahorrado, la paga era buena siendo guardia real de ese alfa. Será lo único que voy a extrañar, me temo ¿ya te dijo Yoongi? No lo han buscado.

–¿Ni un poco?

–Nadita. Mira, no tuve mucho contacto con los reyes realmente, pero sí con sus guardias. Todos ellos decían que siempre tomaban decisiones que nadie se espera. Lo que sea que ese par esté planeando, no creo que estemos preparados.

–Pues debemos estarlo –Yoongi le dice y se frota las manos entre sí, intentando mermar con el frío, que cala mucho más al filo de la montaña–. Para lo que sea, tenemos que prepararnos, si a los reyes se les ocurre buscarlo cuando bajemos la guardia, o cuando hayamos creído que todo está bien, me temo que nos pueden encontrar, y como dice Miyeon, cortarán nuestras cabezas.

Seokjin gruñe.

–No sé cuántas veces tenga que repetirlo, pero nadie va a perder la cabeza, ¿qué les ocurre?

–A mí nada –se sincera Jungkook y es cierto, no le pasa nada y tampoco está lo suficientemente afectado con la situación para que mencione que le van a cortar una extremidad del cuerpo, realmente no le preocupa demasiado.

–Siendo sincero –el alfa suspira y mira a Seokjin a los ojos, ese mar azul que tanto le calma el alma y el omega ni siquiera parece tener consciencia de eso y del poder que tiene sobre el rubio–, sólo quiero que sepan, que, si algo malo llegase a pasar, no dudaré en defenderlos, a los tres –habla e incluye a Miyeon en la ecuación–, no importa si eso me lleva la muerte o a una tortura, pero no piensen en mí a la hora de huir, siempre voy a defenderlos.

–Esa mierda es algo del ego de un alfa –susurra Jungkook y apenas ahí, cuando alza la vista a sus dos amigos, es consciente de sus miradas, como si a través de ellas intentaran decir más de lo que sus labios le permiten y se siente incómodo.

Suspira llamando la atención del par y se siente peor por ello, como si estuviese realmente interrumpiendo algo.

–No es sobre mi ego de alfa –se defiende Yoongi y se pone de pie, aspira profundo y los mira una ultima vez antes de hablar–, es sobre mi familia.

Y con eso, los omegas lo ven caminar a la cabaña y entrar en ella, no tiene prisa por ir con él y se quedan solos, con la nieve empezando a caer en ligeros copos, la neblina ocultando el palacio más allá de sus ojos y la oscuridad los abraza, ni siquiera se toman el tiempo de encender una lámpara de aceite y alumbrarse, se conforman con la luz de la brillante luna que se alza en el cielo.

El dolor de cabeza lo hace apretar los ojos, se siente mareado y la oscuridad que lo rodea parece infinita. Escucha pasos acercarse y el sonido de las hojas moviéndose. No sabe cuánto tiempo pasó, pero ha dormido tanto que los ojos le arden cuando intenta volverlos a cerrar, porque ya no puede concentrarse en dormir un poco al menos.

La luz de la tarde se abre paso en la celdilla y le pega directo en el rostro. Arruga el mismo porque apenas y puede acostumbrarse al brillo pocos segundos después. Muestra los dientes en defensa cuando ve a una mujer frente suyo, con una olla humeante entre las manos y se tensa, con el acero calando cada vez más profundo. Lo debilita tanto que se siente casi morir y si no fuese un maldito alfa orgullosos como lo es, ya estaría llorando a grito abierto de las magulladuras que tiene en las muñecas.

–Alteza –se inclina y la sola acción le confunde, creyendo, tontamente que ella puede ayudarlo–. Le traje comida, espero esté hambriento.

Se acerca a él, sólo un par de pasos dentro de la celdilla y deja que el alfa frente a ella aspire el aire, intentando buscar un aroma, fallando en el intento. Una beta, él concluye.

Gruñe cuando ella avanza otro paso y Miyeon se detiene, mirándolo con ojos llenos de lástima.

–No he venido con mala fe –se sincera y deja la olla sobre la poca nieve que hay en piso. Taehyung mira dentro del recipiente y no duda que el aroma es exquisito, o quizá es su falta de comida por no sabe cuanto tiempo, pero la boca se le hace agua al ver trozos de pollo.

–¿Tiene veneno? –su voz sale rasposa y a la beta le sorprende siquiera que emita un sonido, quizá más calmado porque sea ella quien está ahí, con él.

Ella niega.

–No, mi señor. Lo juro por la luna –sus palabras parecen sinceras y Taehyung confía, ya demasiado débil para oponerse.

Ve a la beta dudar si acercarse o no, pero lo hace luego de medio minuto debatiéndose. Se hinca a su lado y acerca la olla a ellos, toma un cucharon que ha traído y comienza a darle cucharadas de caldo al príncipe. A Taehyung le sorprende, en serio, que sabe bien.

Come un poco más y la beta incluso sostiene el pollo entre los dedos para que él pueda morderlo y mastica tan rápido que ella cree que va a ahogarse y cae en cuenta que no ha llevado agua, limpia incluso las mejillas machadas del alfa y sus labios incluso que se han llenado de un poco de grasa.

Se pasa el último bocado y Taehyung suspira, satisfecho, con la energía casi renovada y mira a la beta, con ojos grandes y esperanzados.

–Ayúdame a salir –él pide y la beta se queda rígida a su lado.

Lo piensa, en serio lo hace y casi corre dentro de la cabaña por las llaves cuando el alfa le propone guardar silencio sobre lo ocurrido, casi dejándolo pasar y que nadie saldrá herido, casi lo hace, si no es porque Jungkook se asoma dentro de la celdilla a los segundos.

–Seokjin dice que vayas dentro, para que descanses –él casi ordena y Miyeon lo mira con ojos cansados y llenos de angustia.

Se pone de pie sin decir nada y recoge todo lo que ha llevado, los huesos del pollo incluidos. Sale de la celdilla y ve a Jungkook entrar en ella, no espiando lo que sea que el omega tenga que hablar con el heredero.

–Déjame ir –la voz grave le raspa en la garganta y Jungkook se sienta frente a él, a una distancia prudente. El alfa se jala de las manos, raspando sus muñecas con el acero y su accionar hace que el omega le tenga un poco, sólo un poco de lástima–. Se lo dije a esa beta, te lo repito a ti y es la última vez que lo digo. Si me sueltan me aseguraré de darles lo que piden, ¿qué es? ¿oro? Tengo de sobra y lo sabes, pero si no me sueltan, mis tíos-

–Sus tíos ni siquiera han enviado al resto de los escuderos en su búsqueda –sus palabras hacen que el alfa lo mire incrédulo. El omega se encoge de hombros y cuando Taehyung vuelve a aspirar, el aroma a fresas se cuela en su nariz y claro, ahí Jungkook ya no tiene que fingir que es un alfa, puede ser tan omega como le plazca.

–Mientes –dice en cambio y no la duda en los ojos grandes del omega.

–No. Pero si creer que ellos lo buscan le da tranquilidad, no puedo quitársela.

–Alguien debe estar buscándome.

–Es eso le doy la razón, pero sea quien sea, no parece ser alguien con suficiente poder para desplazar a su gente –Taehyung siente sus ojos arder, el omega frente a él no le muestra qué tan sumiso se puede ser ante los ojos dorados de un alfa puro como el heredero y eso quizá es una de las cosas que le molestan más al príncipe.

Jungkook alza una botella en la mano, con un poco de agua y bebe un trago de la misma bajo los ojos de Taehyung. El alfa se lame los labios, sintiéndolos secos.

–Necesito agua –su voz suena grave y Jungkook frente a él no parece importarle menos–. Dame agua.

–Una de las razones por las que no lo soporto, es por esa actitud suya, ¿qué le hace creer que puede quitarme lo que es mío sólo porque usted lo quiere? –su pregunta va más allá del agua.

Se construye de todo lo que ha conocido desde que es un cachorro y espera que el alfa entienda que habla de otra cosa. Y lo hace.

El rostro de Taehyung se contorsiona en una mueca de confusión. Mira al omega a la cara e intenta tomar una mejor posición sobre la nieve antes de hablar.

–¿Qué significa eso? –le susurra y Jungkook se toma unos segundos para meditar su respuesta.

Decirle o no. Esa es una encrucijada en la que no sabía que se iba a encontrar tan pronto. No habló con Seokjin o Yoongi sobre quién iba a decirle al heredero lo que sucedía y lo que querían, no era un tema que hubieran puesto sobre la mesa y darse cuenta de ello le hace ver que en efecto, dejaron muchos cabos sueltos. Más de los que le hubiera gustado darse cuenta.

Toma una bocanada de aire y el aroma del alfa se cuela en su sistema. Lo siente agrio, puede oler la angustia y una pizca de miedo en el mismo pero ante todo, lo siente puro. Imponente como se supone que es un alfa de su clase, tan puro que ni siquiera el leve aroma a mirra del rey, que pocas veces lo llegó a oler se siente tan impregnado como el del alfa frente suyo.

–¿De verdad no sabe? –su voz suena chiquita. Se abraza a sí mismo por sobre la ropa y se regaña mentalmente por no haber llevado consigo la capa negra que tejió Miyeon para él.

–¿Saber qué?

–El reino está en la ruina –lo suelta de golpe. No quiere darle más vueltas al asunto y terminar arrepentido por no haber dicho las cosas como son.

No escucha algo más del heredero, ni siquiera un jadeo de sorpresa o un cambio en su respiración. Tampoco forcejea intentando quitarse las esposas de acero de las muñecas y cuando tampoco detecta un cambio en su aroma, sus ojos vuelven a ese par de iris dorados. Un escalofrío lo recorre cuando se topa con ellos.

Brillantes. Como lanzas encendidas en fuego que perforan cada parte de sí, con la mandíbula tensa y el ceño levemente fruncido. Sus ojos que normalmente son redondos, parecen filosos, como armas letales y que podrían cortarlo más que su eapada de plata. El cabello café y despeinado que cae sobre su frente le da un aura mucho más imponente, aún estando en su estado más dócil como alfa.

–Eso no es cierto –concluye y Jungkook se toma unos segundos para saber si lo que ha oído es cierto o lo alucinó.

–¿Qué?

–Que estás mintiendo. Mi reino- no está en ruina. Si eso fuera el consejo real-

–El consejo real ni siquiera lo cita para sus reuniones. Sus primos han empezado a ir hace un año y usted sigue tan ajeno a todo que no sabe nada –se pone de pie y mira abajo, al alfa y este se niega a alzar la vista, no será él quien se incline a un omega–. No sabe nada sobre lo que pasa en su reino, en lo que sea que va a gobernar. Alfas como tú –la demanda le sabe amarga en la lengua–, mataron a cientos de personas. Destruyeron familias, la mía incluida –decir aquello no estaba en sus planes pero la verdad ha salido por sí sola y no hay marcha atrás para contradecirse, por eso sigue–. Lo único que queremos es que dimitas de tu cargo.

El alfa se sorprende.

Contra sus propias reglas y orgullo alza la vista al omega. Lo ve con ojos grandes y la sorpresa plasmada en su rostro.

Si lo que quieren es su corona no lo van a conseguir. Su padre la dejó para él, no permitiría que alguien más la tomase.

Ve al omega recoger la botella de agua de la nieve y ni siquiera lo mira antes de salir y sellar la celdilla de nuevo. Taehyung se queda solo con sus pensamientos y es demasiado para él, para él que no sabe cómo se supone que debe reaccionar a la situación, que no sabe qué decir o hacer.

Y cae en cuenta de una cosa. Es un alfa puro, pero la pureza no le garantiza que es un buen alfa.

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