stitches

20 agosto, 72 juegos del hambre
Aldea de los vencedores

Glyndon desearía haber sido la que hubiera muerto junto a Theseus. Había odiado cada parte de la entrevista que había tenido una vez recuperada. Incluso a Hawke y Lyra, por hacerla pasar por todo.

Una vez que toda la farsa había terminado había vuelto a la Aldea de los Vencedores, donde la habían asignado una nueva casa, no en la que habían vivido con su abuela y sus padres. Sus padres quedándose en la granja, dejando para el olvido la casa de su infancia. Los primeros días no habían sido agradables.

Y no porque sintiera culpa o tuviera pesadillas como le habían dicho Lyra y Hawke que era lo normal. No sentía nada, como si estuviera vacía. No había remordimiento, ni culpa, ni ganas de llorar cada vez que se miraba al espejo. Solo sentía ira, y eso era cuando sentía algo. No le habían dolido las muertes de los tributos a los que había matado.

No importaba que hubiera arrebatado vidas, ni que escuchase como en el capitolio la habían llamado la granjera que perdió la cabeza, definitivamente el mordisco que le había arrebatado la vida a Morrigan había tenido un mayor impacto del que ninguno jamás se hubiera imaginado. Finnick Odair la había felicitado por su victoria, ella lo había mandado a la mierda.

Desde que había vuelto se había dado al tabaco, era lo único que la hacía sentir algo, aunque fuera calma. Los vitores que la habían aclamado al volver eran ya lejanos, y no había una sola persona en el distrito que quisiera ir en su contra. Snow le había regalado el tridente como acto de buena fe.

Las iniciales F.O. grabadas en él. Claramente tenía que haber sido de Finnick antes que suyo. Ni eso la podían dar. Se pasaba los días en su habitación, fumando, también en el baño. Era la primera vez que tenía una bañera, una tan grande con agua caliente. La casa de su infancia, aunque de los vencedores, había sido construida hacía mucho, por lo que no tenían tantas comodidades como esta, que se había construido hacía diez años, junto con las de Hawke y Lyra.

Los días en la bañera con burbujas parecían iguales. Eran iguales. Se levantaba, desayunaba, se bañaba, fumaba, comía, volvía a fumar, dormía una siesta, volvía a fumar y cenaba. Todos los días era lo mismo. Todos los días se acostaba en la cama y se miraba al espejo desde allí, donde deseaba que fuera Theseus quien estuviera allí y no ella. Todas las noches se dormía con el mismo pensamiento, todas las mañanas se despertaba deseando volver a la arena solo para sentir algo de vida.

Así había sido durante semanas, hasta que una mañana, mientras se bañaba escuchó golpes en la puerta. Si hubieran sido sus padres hubieran abierto con al llave que tenían de repuesto, por lo que era alguien que no la importaba lo más mínimo.

Se volvieron a escuchar otra vez segundos después, más fuertes que la anterior vez.

—Moríos ya —murmuró antes de meter la cabeza bajo el agua, segundos después la sacó, el sonido seguía fuertemente —¡me estoy bañando joder! —El grito retumbó por las paredes, y esperaba que hubiera sido lo suficientemente alto como para que la escuchasen.

Los sonidos cesaron y ella siguió con su baño. La piel la olía a una mezcla de pétalos de flores que veía pocas veces, su gel de ducha siendo una de las mejores cosas que tenía. Su champú de coco, al igual que su mascarilla de pelo. Sin embargo todo el resto de productos para la piel que usaba tras el baño eran con olor a mango, por lo menos para la piel. Creando un aroma afrutado y floral, su madre le había robado un par de cremas que no había usado, y que la seguían llegando, así que no la importaba.

Acababa de terminar de echarse la crema cuando volvieron a llamar a la puerta. Se colocó la toalla alrededor del cuerpo, y caminó descalza hacia la puerta. Cuando la abrió no pudo evitar soltar un par de gruñidos.

—¿Qué coño queréis? —Finnick y Hawke se encontraban en la puerta, ambos sorprendidos de verla abriendo solo en toalla.

La mirada de ambos la recorrió de abajo arriba, sus cejas estaban fruncidas, por lo menos ese tipo de visitas la hacían reaccionar.

—Vaya, sweetheart, no esperaba encontrarte así —ella rodó los ojos.

—¿Podemos pasar?

Les abrió la puerta y ella entró al última, pasándoles por un lado para subir a su habitación. Escuchaba pasos detrás suyos por lo que se imaginó que ambos iban detrás suya, no la importaba lo más mínimo. Una vez en su habitación tiró al toalla al suelo, un carraspeo de incomodidad salió de uno de los dos, y por el rabillo del ojo pudo ver en el espejo como Hawke miraba para otro lado.

Finnick sin embargo la miraba, evaluando cada parte de su cuerpo. La desnudez nunca la había intimidado. Sacó unas bragas y una camiseta lo suficientemente larga como para cubrirla hasta el final de las bragas.

—Ya puedes mirar Hawke —se giró para mirarlos a la cara.

—Hemos pensado en lo que dijiste —ella arqueó una ceja.

No tenía ni la más remota idea de lo que había dicho.

—¿Qué dije?

—Tras los juegos, dijiste que había sido una experiencia que te hacía sentir, que desde que saliste ya no sentías nada —asintió sin más, cogiendo uno de los cigarrillos que había en su mesita, encendiéndolo, luego volvió su mirada a él —hemos pensado que si sales de aquí podemos enseñarte a volver a sentir.

Y aunque estaba molesta por ello no le veía el caso a salir de la casa para hacer cualquier cosa que pudiera aburrirla.

—Conozco el distrito, no hay un solo sitio aquí que vaya a conseguir algo de mí —ya lo había intentado, había vuelto a la granja a hacer lo que antes la llenaba.

Icarus era lo único bueno que había tenido, pero había muerto unos días atrás. Solo había sentido rabia, pero no había nada de lo que hacía antes que la llenase. Ni siquiera montar a caballo, que había sido su hobby favorito durante años.

—No queremos que te quedes aquí, sweetheart, queremos que viajes, ahora eres una vencedora, tienes más libertades que antes, puedes viajar —levantó una ceja, ¿viajar a donde? Todo lo que había conocido había sido el Distrito 10 y la Arena.

—Viajar —saboreó la palabra unos segundos —voy a pasar de esta oferta tan tentadora —dijo remarcando la a del tan, burlándose de la idea.

Hawke se desanimó entonces, Finnick por el contrario tenía una decisión tomada, iba a hacer que volviera Glyndon, o al menos que algo de ella saliera de ese caparazón en el que la habían convertido los juegos.

—Vas a venir conmigo al Distrito 4, luego volverás aquí para prepararte para el tour del vencedor —parecía muy seguro de sí mismo, y no iba a aceptar un no como respuesta.

Glyndon le dio una última calado al cigarro antes de apagarlo en el cenicero de mármol que había encima de la mesilla de noche.

—¿Porqué haría yo eso? No te ofendas, pero la costa no es mi lugar favorito —mentiras, se había dado cuenta de lo mucho que mentía a raíz de los juegos —la humedad no le hace bien a mi pelo —eso si que era verdad, pero no la importaba en absoluto, había vivido seis años a primera línea de la costa, ahora vivía a varios kilómetros de allí, el aire no tan húmedo.

—Porque no sientes nada y quieres volver a sentir —acotó.

—Son opiniones.

—Vas a venir conmigo y con Hawke, haz la mochila, nos vamos en una hora —le había tirado una mochila que había en su armario, la había visto un par de veces, pero nunca la había prestado mucha atención.

Fue entonces cuando ambos abandonaron la habitación. Debía decir que ese tono la había provocado ciertas mariposas en el estómago, lo cual la sorprendió, nunca antes una persona mandándola no la había molestado. Era como si los ojos verde mar y la sonrisa perlada con la que acompañaba la orden fueran suficientes para hacerla querer hacer lo que él la mandaba. 

Sin embargo se tiró a la cama mientras volvía a coger un cigarrillo, cinco minutos después escuchó los pasos subiendo las escaleras de mármol y supo que iban a verla. No la importó una mierda. Pero cuando abrió la puerta Finnick tuvo que suspirar, Hawke detrás de él con una sonrisa.

Le quitó el cigarrillo de la mano rápidamente, pero antes de que pudiera protestar la había levantado de la cama y tirado sobre su hombro.

—¡Qué cojones te crees que haces!

Finnick no la contestó, y si antes le caía mal el subnormal ahora le caía peor. Salió por la puerta con ella, como un saco de harina.

—¡Mete solo ropa de verano! —Parecía como si ambos lo hubieran planeado a sus espaldas, que era muy probablemente lo que había pasado, esos dos cabezas huecas habían obrado a sus espaldas.

Lyra había intentado hablar con ella los primeros días, pero estaba más que enfadada con el mundo, y luego no había sentido nada, así que lo había dejado de intentar. Pero hablaba con ella de vez en cuando, realmente solo hablaba Lyra y ella escuchaba, nunca se quedaba con nada de lo que decía, más allá de que se iba a teñir de rubia, y lo había hecho, esa era la única razón para enterarse.

Hawke había maquinado a sus espaldas, o como iba a matar al niñato este. Apenas era un año mayor que ella, Finnick por su parte era tres años mayor. Y si era honesta ambos estaban creados con muchas ganas, porque no había visto gente tan alta en su vida. Hawke debía andar por el uno ochenta y cinco, sus ojos relucientes y grandes y sus sonrisas cuando no andaba gruñéndole a todo el mundo, pero es que Finnick le sacaba por lo menos cuatro dedos de altura. Pareciendo esculpido por los dioses era normal que no se fijase nunca en nadie más.

Era como si esos dos amigos maquinasen algo para hacer saltar por los aires la tranquilidad con al que había vivido hasta ahora, la que la había mortificado, pero mantenido a raya. Snow se lo había dejado claro, tendría un perfil bajo hasta que terminase su tour de la victoria, entonces hablarían tranquilamente.

Pero si había algo que le había asegurado Grace Brewer era que no podía confiar jamás en el presidente, no es como si alguna vez lo hubiera echo. Tendía a odiar todo lo que tuviera que ver con organismos de poder.

—¿Me vas a bajar? —Era una pregunta con muchos vacíos legales, lo sabía, como sabía también que iba a ser un problema en sí mismo dialogar con una persona como él. Tan llena de sí misma.

—Sí —comentó, podía sentir que sonreía con esa respuesta. Gilipollas.

—¿Me vas a bajar ahora?

—No.

Eso solo la hizo bufar. Pero decidió admirar las cosas desde esa perspectiva. Siempre se había considerado una persona de altura media, media baja, pero es que el hombro desde donde estaba apoyada en contra de su voluntad estaba más alto de lo que su cabeza nunca llegaría. A menos que se la arrancasen del cuello, entonces las cosas cambiarían. Ni siquiera podía llegar la parte más alta de su cabeza al hombro del chico, y eso la molestaba.

—Ya sé porque eres tan subnormal, desde aquí arriba no te llega el aire para pensar —eso le sacó una risa a Finnick, no entendía la gracia, lo había dicho con toda la seguridad del mundo.

—Entonces por eso dices cosas sin sentido ahora —iba a clavarle un cuchillo en cuanto tuviera la oportunidad —me alegra tenerte de vuelta, fierecilla. Se echaba de menos tu carácter de mierda.

Glyndon negó con la cabeza justo cuando Hawke bajaba las escaleras con una mochila cargada al hombro.

—Vámonos —miró la cara roja de furia de Glyndon, luego la divertida de Finnick y suspiró —no quiero gilipolleces por vuestra parte.

—Haberlo pensado antes de juntarme con este gilipollas.

El castaño tildó la cabeza a un lado con una media sonrisa.

—Ese gilipollas está haciendo que vuelvas a ser tú.















bomba. aquí estamos de nuevo con el primer capítulo del segundo acto.

espero que os guste, os voy a dejar por aquí una tabla que he encontrado sobre la que basarme para las alturas y esas cosas. también para que podáis ver que pese a usar al finnick odair de las películas para los gráficos los describo como en los libros.

pero sois libres de imaginarlo como os dé la real gana. la altura  de glyndon es la misma que la de jenna ortega, así que según esta tabla es más bajita que katniss, espero os guste el capítulo.

os leo.

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