just like fire

13 de julio, 72 juegos del hambre
Selva de la Arena

Glyndon había pasado una noche terrible, entre la humedad y que no había dormido estaba más cansada que nunca. Había visto lo que había en la mochila, solo para darse cuenta de que había una manta, un alambre, cuerdas de pesca y un poco de medicina.

Y quitando el alambre, el resto de cosas poco le servían para matar a nadie, quizá que había esperando un machete, o un martillo, o un hacha de mano, lo había visto en anteriores juegos, pero en esta mochila nada de nada.

Habían muerto diez personas en el baño de sangre, y para su suerte ninguna había sido Theseus.

Reanudó la marcha siguiendo hacia el sur. Había metido el abrigo en la mochila por el calor que hacía. Todo estaba muy tranquilo, demasiado tranquilo para su gusto, pero no pasaba nada, por lo menos no estaba todo mal en su vida.

Podría aceptar una muerte pacífica. Cuanto más se movía más calor hacía, la humedad se pegaba a su piel a través de la ropa. Y en cuanto vio como un pequeño lago no tardó en sacar la red de pesca.

Llevaba sin comer desde el día anterior por la mañana, y tenía la sensación de que no habría muchas oportunidades de comer si no aprovechaba ahora. Había tardado su tiempo en poder conseguir un par de peces, y cuando lo había hecho matarlos con una piedra había sido lo más fácil.

Lo complicado iba a ser encontrar palos secos para hacer fuego. Al no encontrar ninguno en la zona siguió andando, con los peces aún en la red. Por lo menos era de día y si conseguía palos secos podría hacer una fogata sin ningún problema.

Mientras más andaba más calor hacía, pero también menos humedad, y fue ahí cuando consiguió palos secos para hacer una fogata.

Pensó en sus padres, ojalá no estuvieran viendo sus juegos, al fin y al cabo las probabilidades de sobrevivir eran bastante bajas, sobrevivir iba a ser todo un desafío, pero de esos de los que no quería formar parte pero no la queda de otra.

Había conseguido comenzar a hacer los pescados al fuego cuando escuchó algo que la inquietó.

Cogió la mochila y dejó la comida haciéndose. Había comenzado a escalar un árbol cuando escuchó pisadas, las de una sola persona.

Se escondió en la copa del árbol y sacó el alambre, si saltaba en el momento justo podría ahogar a la persona que fuera con el puñetero alambre.

No sentía culpa en esos momentos por lo que podía hacer. Era matar o morir, no iba a dejarlo correr como si nada, si podía seguir viva lo haría, aunque fuera a costa de otros. Y ese simple pensamiento la hizo sentirse menos humana.

¿Cómo podía haber dejado de pensar en no matar para pensar en que no había otra manera? Probablemente porque no la había, no había manera de salir del campo sin causar alguna muerte. Era completamente imposible. Perder su moralidad o perder su vida, esa era la cuestión, y ya habría prometido volver con vida.

La persona que apareció en su campo de visión era un hombre por su complexión, pero llevaba el abrigo puesto, por lo que no podía pensar de qué distrito era.

Con sigilo bajó poco a poco del árbol, el chico se había acercado al fuego, a la comida, si se sentaba a comer sería una presa fácil, pero no se había sentado a comer. Miraba a los lados, preocupado, buscando algo que lo mismo nunca había estado allí.

La persona en cuestión tardó unos minutos en sentarse, pero ella era paciente.

No iba a esperar que las cosas salieran bien de un momento para otro, tenía que esperar el momento justo, y cuando vio que se había puesto cómodo y estaba dispuesto a comer bajó completamente del árbol.

Caminó hacía él sin hacer el más mínimo ruido. La mochila la había dejado encima del árbol, el alambre en sus manos, esperaba y deseaba con todas sus fuerzas que fuera o suficientemente fuerte para poder conseguir matar al chico.

Quizá había sido demasiado tonta por pensar que era bueno atacar, pero si salía corriendo lo mismo la hubiera pillado, y todavía tenía ganas de comerse lo que había conseguido con su propio esfuerzo.

Estaba detrás de él en muy poco tiempo. Su respiración casi imperceptible gracias al chisporroteo de las brasas del fuego. Miró al cielo, esperando que sus padres pudieran perdonarla. Entonces volvió la mirada abajo.

Con decisión le pasó el alambre poor el cuello al chico para después apretar. Lo había tomado completamente desprevenido dado el jadeo que había soltado. Y en cuanto se pudo de pie para intentar quitársela de encima tuvo que hacer más fuerza.

Estaba medio colgando de la espalda del chico mientras este caminaba hacia atrás sin rumbo intentando quitar el alambre de su cuello con las manos.

El forcejeo la hacía removerse, y eso la complicaba poder atacar con fuerza, no hacía toda la que podía. Y cuando chocó su espalda contra un árbol sintió como su espalda sufría por el duro golpe.

Eso le dio la ventaja al chico de sacar un cuchillo que ella no había visto para clavárselo en la pierna. Soltó un alarido de dolor y él intentó aprovecharlo para quitársela de encima. Pero Glyndon se había agarrado a él como una garrapata.

Y aunque se encontraba fatal con el cuchillo de caza clavado en la pierna, entre la espalda y el árbol decidió sacarlo todo apretando con tanta fuerza el alambre en el cuello de este que creyó que iba a vencerse y romperse.

Para su suerte no fue así.

El chaval dejó de removerse a los pocos segundos, y cuando sintió que el cuerpo de él se volvía como un muñeco soltó el alambre, el cadaver cayendo al suelo mientras sonaba un cañonazo. Segundo día, primer muerto.

Se poyó en el árbol mientras miraba su pierna, de la cual no paraba de brotar sangre y gruñó.

Le dio la vuelta al cadaver para ver al chico del doce. Ni siquiera había entablado una sola conversación con él en su vida.

Supuso que eso era bueno, así no podría haberse arrepentido si era buena persona.







volví señoras y señores.

este es un capítulo bastante importante para la historia, no os olvidéis de él en un futuro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top