Capítulo. 7: Psicología inversa
• Troy's P.O.V •
Llevamos media hora sentados en una camioneta sin gasolina ambos viendo a la nada, pero a su vez, pensando en todo; y claro, sin olvidar los grandes aullidos y rasguños de los caminantes a nuestro al rededor. ¿Por qué siempre nos suceden cosas malas estando juntos?
—¡Hace calor! —me quejé golpeando la chatarra de aire acondicionado que teníamos.
—Tal vez, solo tal vez... Sea porque tienes puesta una chamarra. No sé si lo sabes, pero estamos en California, no en la Antártida.
—No pienso quitarme la chaqueta; es como mi emblema de la milicia. —me toqué el corazón de forma exagerada.
—Sufre, entonces. —dijo y empezó a quitarse la suya.
—¡Eh! ¡No te la quites! —tomé la orilla de la chaqueta y la bajé fuertemente para volvérsela a poner. —¿Dónde está tu honor, basura? —añadí.
—¿Qué demonios crees qué haces? —me miró cabreado porque le había sacado la cabeza muy bruscamente.
—Salvo tu honor. —respondí inseguro.
—Vuelve a detenerme, anda. —me ordenó mientras se volvía a quitar la chamarra, dejando al descubierto su camisa rojo vino.
—Tú no me mandas, pequeño idiota. —me crucé de brazos.
—Psicología inversa. —carcajeó y entonces entendí lo que había hecho—. Creí que solo funcionaba con niños. Oh, espera: tú eres como uno.
—Eres una deshonra para la milicia, para tu familia, para mí; es más, si llegamos a volver-... —fui interrumpido por una chaqueta en mi rostro.
—Bla, bla, bla; suficiente. —Nick pasó la chamarra por mi frente, limpiándola suavemente.
Aquella acción me tomó desapercibido. Sentí sus manos sostener mi cabeza de forma delicada y limpiar la sangre. Inhalé el olor de su prenda; olía de una manera peculiar, olía a Nick. Entonces, pude percibir sus manos por mi cintura. ¿Pero qué-? Sentí como me quitaba mi chaqueta rápidamente.
—Agh. —me quejé al sentir un dolor en la herida de mi frente, pero a la vez un placer al sentir el aire entrar por mi camiseta blanca—. ¿Qué-é haces? —pregunté y tartamudeé atontado.
—Shhhh. —me calló y se limpió su herida del brazo ahora con mi chamarra.
Volví a la realidad y me entraron unas inmensas ganas de gritar porque ahora mi chaqueta estaba jodida. Cabe recalcar que ahora ambas prendas estaban llenas de sangre.
—Sabes que la sangre tarda mucho en quitar, ¿cierto? —guardé la calma por unos segundos, pero luego exploté—. ¡¿Si quiera te imaginas cuANTO ME VOY A TARDAR EN LIMPIAR ESO?!
—No necesitarás limpiarla. —el chico andrajoso bajó la ventana un poco y puso ambas chaquetas en la boca de dos caminantes, que al instante empezaron a masticar y se alejaron.
—¡NOOO! —grité con desesperación pura. Ahora sí que quería matarlo—. ¡¿ME QUIERES VER SUFRIR, IMBÉCIL?!
—Algo así. —el castaño rió y al ver que varios caminantes se habían distraído, abrió la puerta de una patada y salió corriendo hacia ellos dejándome dentro del coche con cara de shock.
Los fue matando uno a uno mientras se distraían con el olor de las chamarras ensangrentadas. Entonces, ahí fue cuando comprendí su inesperado plan que el muy inútil no se había tomado el tiempo de explicar. Reí por lo tonto que había sido al creer que esto había sido por nada.
Salí del vehículo y clavé mi machete en tres caminantes; luego en cuatro; después en otros dos. Perdí a Nick de mi vista, sin embargo habíamos matado a muchos, pero todavía quedaban los suficientes para rodearnos. Me fui haciendo para atrás y sentí que choqué con algo. Me volteé y era la espalda de Nick. Nos rodeaban.
—¿Listo? —me preguntó mientras se volteaba al frente, el cubriendo mi espalda y yo la suya.
—No, pero tú dale. —respondí sujetando fuertemente el machete—. Igual fue un placer luchar junto a ti, soldado.
—Cállate ya, mierda. —el andrajoso rió a lo Joker sujetando su navaja.
Y ahí fue donde empezó la masacre. Sin dudar, empezamos a matar a todos los caminantes a nuestro al rededor. Poco a poco, fueron quedando menos y menos.
Uno me agarró por la espalda y por un segundo se me fue el alma del cuerpo, pero mi acompañante le clavó el cuchillo antes de que pudiera tocarme un pelo; había sido el último. Nick y yo nos miramos con nuestras respiraciones ajetreadas.
—Ahí está mi honor. —Nick me sonrió de la lado.
—Eres un imbécil, ¿lo sabes? —no pude evitar reír.
—Me lo recuerdas siempre. —se encogió de hombros.
Estaba tan feliz de que lo habíamos logrado. Me entraron unas inmensas ganas de darle un abrazo, sin embargo me contuve porque no sabía si él me lo devolvería.
—De todas formas pudiste haber usado solamente tu chaqueta, no la mía. —recogí la prenda rota del suelo y suspiré.
Mi acompañante puso los ojos en blanco, me arrebató la chamarra y la lanzó lejos.
—Por cierto, que ni se te ocurra seguirme; cada quien por su cuenta, ¿de acuerdo? Somos mala combinación. —replicó seriamente y empezó a caminar.
Vi cómo Nick se iba en dirección al rancho a paso lento. ¿Hablaba en serio? ¿Después de todo lo que habíamos luchado simplemente se va? ¿Solo? ¿Sin mí? Solté un suspiro algo pesado y, como cachorro perdido, hice mi camino hacia la camioneta.
—¿Sabes que lo que dije también fue psicología inversa, verdad? —Nick musitó deteniéndose.
Mi corazón se aceleró y esa sonrisa boba volvió a aparecer en mi rostro. Estúpida psicología inversa.
—Lo sé, lo sé. —respondí fingiendo confianza mientras sacaba algo del auto—. Pero no me iría sin el causante de esto. —tomé mi CD para después echarme a correr alcanzando el paso de Nick.
El castaño se limitó a darse una facepalm y a dedicarme una sonrisa que yo sabía leer a la perfección: "Idiota."
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