Capitulo 60

Procuro estar en la puerta principal antes de las 6:00 a.m. Para cumplir con la guardia de Eugene. Las próximas seis horas serán entretenidas teniendo a Ford de compañero, claro, si es que puede dejar de pensar en mi tía Sasha un segundo.

—¡Ya mejor bésense! —medio grito para ser escuchada. Sasha se apena. Ese gesto de regalarse porros, mirarse a los ojos como borregos a medio morir y sonreír como marihuanos en pleno viaje astral con Barney manejando un unicornio ya me lo sé; ambos se traen algo. Apenas logro escuchar los murmullos que intercambian antes de cada quien irse por su lado.

Mi mirada pícara/burlona sigue a Sasha hasta perderla de vista, luego veo a Abraham, el cual no deja de mirar en la dirección que se fue Sasha.

—¿Por qué me vez de esa manera? —inquiere confundido, aunque lo intente ocultar se le escapa una sonrisa ladeada.

—No te veo de una ninguna manera en particular —me encojo de hombros, divertida por la incomodidad que le causa el que lo mire. Sube a su puesto en la torre de vigilancia. Por momentos me mira de reojo, resopla resignado, no escapará tan fácilmente de mis burlas—. ¿Puedo llamarte Tía Abraham?

—Eres peor que un grano en el culo, ¿lo sabías?

—¡Ah, verdad! Se siente bonito molestar pero no que te molesten.

Esboza una sonrisa al acordarse de cómo me molesta cuando estoy con Daryl. Ojalá un día se le salga decirle un apodo cariñoso a Sasha para burlarme de él.

—Dejándonos de bromas; se ven bien juntos.

«Concéntrate en tu trabajo» se limita a responder. Una impecable sonrisa de oreja a oreja se le dibuja en la cara al encender su porro. Me pregunto cómo la estará pasando Rosita, no hace mucho terminaron y Abraham ya empieza a tener "algo" con Sasha; no es cosa que me importe, los tres son mis amigos, son muy sus vidas y yo no me pienso hacer al lado de nadie. Sasha y Ford son felices... en un futuro Rosita lo será y ya.

Sostengo mejor el rifle entre mis manos. Serán 6 horas la que estaré de pie, bajo el abrazador sol, resguardando la entrada a nuestro hogar. La situación con los Salvadores nos obliga a tomar muchas precauciones, Maggie, Michonne y Glenn se encargan de preparar las armas para repartirlas entre la gente; todos aportan su grano de arena para estar listos en caso de sufrir un ataque.

La embarazada Rhee está muy activa para mi gusto, tiene que preocuparse por su hijo. Si continúa así la mandaré a sentarse, no sé mucho sobre embarazadas; sin embargo, es claro que no debe hacer esfuerzos ni preocuparse de más, puede afectarle a un futuro al bebé. Una prima nació con reflujo por las preocupaciones y corajes que hizo mi tía durante su embarazo.

—¡Hey! ¿Cómo estas? —una cantarina voz interrumpe mis pensamientos. Al girarme encuentro a Ruby aproximándose, se detiene al llegar a mi lado; tiene un mejor aspecto que yo, sus ojos destellan de emoción, ya me imagino a lo que habrá venido. Se está esforzando por esconder su emoción.

—Cansada, casi no dormí anoche por lo ocurrido con Denisse —tuerzo el gesto disgustada por el recuerdo. Mi pena se le contagia, en segundos se le esfuma el brillo en los ojos y me siento culpable, ella viene para constarme sus chocoaventuras de anoche con Isaac y yo le mato el momento en un chasquido—. ¿Y ése anillo, Ruby? No me digas que tú y el sarnoso de Isaac ya...

—No lo llames sarnoso —advierte—. Yo nunca te digo que Daryl es un sucio inbañable.

—Es el sucio Dan. MI sucio Dan. —argumento. Su genuina carcajada me hace casi mearme de la risa, hasta Abraham se ríe inevitablemente. Ruby se golpea la frente con la palma de la mano.

—¿Quieres por favor tomar en serio esta conversación? Estoy tratando de decirte que soy la señora Beeckman. ¡Soy la mujer de Isaac!

—¡Maldita perra del mal, apenas y lo conoces desde hace unas semanas! ¿te dio agua de calzón? Parpadea dos veces si tú vida corre peligro —la tomo de los hombros sacudiéndola como maraca—. ¡YO QUIERO ORGANIZARTE UNA BODA! Obligaré a Gabriel a casarlos por la ley de Dios; lanzarás el ramo hacia mí, lo atraparé y me casare con Daryl, tendremos mucho hijos ¡y serán hermosos!

—No puede ser, Daryl sale con una loca desquiciada —menciona Abraham, mirando al cielo.

—Silencio —decimos al mismo tiempo mi amiga y yo.

La abrazo fuerte. Su felicidad es la mía, y esta muy contenta proclamándose la mujer de Isaac Beeckman. Mientras me relata toda su alocada noche (omitiendo los detalles después de la cena por la presencia de Ford) me doy cuenta que algo me falta; no es hasta percatarme de todas las flechas que Ruby tiene, que vengo a recordar mi espada.

—Deje la espada en la cocina, si seré tan pendeja.

—Noté que no la traías y hasta se me hizo raro, tú no te separas de ella. ¿Quieres que la traiga?

—Por favor —junto las manos. Ella asiente—. Tengo la cabeza en mil lados, por lo de ayer.

—Descuida. Regreso en un minuto —coloca su mano en mi brazo—. ¿En la cocina dijiste?

Asiento. En verdad no entiendo cómo pude olvidar la espada si es como una parte de mi cuarto, es fundamental para mí; además del valor sentimental que le tengo, es muy eficiente en el arte de matar. ¿Qué habría cambiado si mi papá y Patty no hubieran muerto? Seguro al ver la caída de Atlanta nos hubiéramos ido al sur, México le sonaría bien. Quedamos de vernos con Drew en la ciudad para estar todos los Williams juntos, aunque mamá ya no fuera una Williams sino una Beeckman. Supongo que el amor de papá hacía ella podía más que su resentimiento.

Escucho cada vez más cerca el sonido de la moto de Daryl, cuando lo tengo enfrente no me dirige la palabra; se baja de la moto y abre las puertas. Ignora por completo mi presencia e insistencia en saber a dónde se dirige con tanta prisa. Esta enojado, se siente culpable y si piensa hacer lo que creo, esta pendejo.

No lo voy a dejar cruzar estas puertas.

—No te voy a dejar ir —me planto frente a su moto.

—Quítate de enfrente —ordena. Anoche lo hablamos, habíamos llegado a la conclusión de que nadie era culpable, ¿qué carajos paso?—. Quítate, Betty. No lo repetiré otra vez.

—No me quito, fíjate —me planto tal cual árbol. Hace rugir el motor esperando asustarme. Con el tiempo he ido perfeccionando el sostenerle la mirada, así que levanto la cara y no aparto mis ojos de los suyos—. Por lo qué las quieras no hagas nada estúpido, Daryl.

Abraham intenta hacerlo entrar en razón; Maggie, Glenn y Michonne también se unen a la detención de Dixon.

Este hombre no entiende, es un cabezón testarudo que hace lo que se le da la gana y nadie puede decirle qué hacer. Me sorprendo al ver que acelera la moto, salgo de su camino para no ser arrollada.

—¡Hijo de...! —exclamo. Grito frustrada al verlo irse.

Corro hasta el primero de los autos, debo alcanzarlo y hacer que regrese antes de que provoque su propia muerte. Obviamente no piensa con claridad, piensa en solo matar. Se ha tomado muy en serio lo de ser duro de matar.

—¿Tú a donde vas? —Glenn sigue mis pasos.

—¿A dónde parece?

Ruby llega con mi espada, luce desconcertada por el alboroto pero al hacerle un gesto sube al auto sin pensarlo dos veces.

—Yo voy contigo.

—Glenn, tú te vas a quedar con tu esposa embarazada —decreto—. Son necesarios aquí por si los Salvadores aparecen.

Ford se sube al auto. Abro la boca para protestar pero él se adelanta e informa:

—Yo sé hacia donde se dirige.

Sin perder un segundo más pongo el auto en marcha, piso el acelerador hasta el fondo. De ser necesario tumbare a Dixon de la moto, de los puros pelos pienso regresarlo si no me deja de otra. Por gran obra del universo vine agarrar un auto estándar, de esos que apenas sé manejar, sólo sé llevarlo en primera y cuando quiero cambiar la velocidad a lo Vin Diesel, se me apaga el auto.

—¡Si no sabes conducirlo ¿para qué mierda lo agarra?! —grita Ford molesto al ver que no puedo prender el auto otra vez. Mis clases de manejo con Daryl se me han borrado de la mente justo ahora. Todo es culpa de los hombres de negro.

—¡No me grites! ¡Conduce tú haber si muy salsa, cabron! —espeto. Abraham sigue regañándome por no saber conducir todavía después de cambiar de lugar. No es mi culpa que sea tan difícil, yo tengo dos pies y esta mierda tres pedales. No deseo pelear más con él, mi hermosa voz debe conservarse para decirles algunas cosas al idiota de mi novio.

El camino está interrumpido por un árbol caído, así que seguimos a pie por las vías del tren. Las llaves del auto me las quedo yo.

—Tu espada —me extiende mi arma mortal.

—Gracias —digo apenas. Ruby me conoce, no es prudente hacerme hablar cuando estoy enojada, deja al descubierto las ganas de llorar; porqué claro, soy de las personas que cuando se enojan lloran. Con el tiempo espero aprender a contenerlas y poder discutir con alguien sin darles la pinta de que sus palabras me hieren, cuando en realidad quiero ahorcarlos y sé que no puedo—. ¿Hacia dónde?

—Sigue las vías en esa dirección. Espéranos, ¿no?

Al señalarme el sitio por donde puede encontrarse Daryl con los Salvadores no pierdo tiempo, saco ventaja de mis largas piernas para llegar rápido. Dos cosas me han caracterizado mucho desde hace tiempo: ser parlanchina y caminar a grandes zancadas. Siempre parecía que traía prisa, pero en realidad es que odio caminar despacio; estorbarle a las personas al caminar y sin duda odio que se metan en mi camino.

Le ruego a Dios no llorar de coraje frente a Dixon, aunque Por otro lado también le pido por su vida; si lo matan, aparte de terminar hasta con el último de ellos me voy a hundir en una tristeza que seguro me lleva a la muerte. El miedo por perderle es tan grande que apresuró más el paso, se puede decir que estoy corriendo.

El cielo de vuelta vuelve a teñirse de gris, puedo ver la neblina cubriendo los alrededores, parece como si el cielo pronosticara lo fea que se pondrán las cosas.

—Es aquí —anuncia Abraham, mirando un punto específico de las vías—. Aquí fue donde murió.

—Debe haber empezado aquí entonces —miro los alrededores. A un lado fuera de las vías hay un montón de ramas amontonadas, me acerco y al levarlas descubro la moto de Daryl—. Esta cerca.

—Huyeron por ése lado.

Abraham nos dirige por el bosque, andamos con cuidado por si nos encontramos con Dwight. Para hacerlos entender un como el comportamiento de mí bruto novio, les doy el contexto de la primera vez que se vieron las caras Dwight y Daryl. Por milésima vez bufo en señal de frustración, ojalá Ford caminara más rápido. Ruby toca mi hombro «ten paciencia» me dice con su gesto.

Antes de nacer Diosito repartió virtudes como: paciencia, bondad, amabilidad, tolerancia; al igual que cualidades como: bailar, cantar, pintar... y yo pendejamente no alcancé ninguna.

Veo en todas direcciones atenta a cualquier movimiento, ya sea para distinguir a Daryl o a cualquier Salvador. Mi ansiedad vuelve, me hago muchas preguntas e imagino situaciones futuras qué tal vez no sucedan; sin muy reales en mi cabeza, me siento igual a la vez que los caminantes serían alejados de Alexandria.

El impacto de una flecha cerca nuestro nos hace detenernos. Por un segundo pienso que son ellos, los Salvadores nos encontraron y va a desatarse una lluvia de balas; me tranquilizo al reconocer la flecha de las ballestas de Daryl. Él a unos metros más adelante con su ballesta en alto, al vernos decide bajarla y viene molesto hacia nosotros.

—Ten más cuidado, idiota. —dice Abraham, arrancando la flecha en el árbol a un lado suyo.

—No debieron venir. —arrebata la flecha de las manos de Abraham.

—¿Y tú sí? —paso de largo a mis dos compañeros para alcanzarlo antes de que se vaya—. ¡Casi me atropellas, animal!

—Por favor, sabes que no iba hacerlo de verdad.

—En realidad, no estoy tan segura de eso. Te vi muy decidido cuando ¡aceleraste la moto! —chillo histérica. Mi vida pasó frente a mis ojos. Se mueve de un lado a otro como animal enjaulado. Ruby y Ford no dicen nada, permanecen en segundo plano—. Será mejor que muevas tu lindo trasero en esa dirección antes de que te lleve de los pelos, Daryl Dixon.

—Tú vuelve, yo me quedo. En ningún momento te pedí que vinieras, puedo arreglármelas solo, ¡siempre lo he estado! —espeta a centímetros de mi cara.

—¿Arreglártelas tú solo? Bueno, ¡vaya! —finjo sorpresa. Increíblemente no he empezado a llorar aún, supongo que usar ironía en medio de una discusión es de mucha ayuda—. ¿Quién te has creído? ¿¡Rambo!?

—No empieces con tus estupideces, Betty.

—Mira que tengo curiosidad por saber cómo te vas a enfrentar a ellos con un cuchillo y cuatro flechas. ¿A caso planeas acecharlos, les pondrás trampas y matarás de uno en uno? ¡Ay, ya sé! ¿Cómo en el viejo oeste? ¡con una sola flecha!

Mi sarcasmo lo enfurece más.

—¡Sabes lo que ocurrió ése día, lo que hice; y también sabes que si lo hubiera matado a él y a las dos chicas nada de esto estaría pasando!

—¡Denisse habría muerto de todas formas! —elevo la voz con la intención de dejar en claro en mi punto. Terminaré jalándome el cabello sino lo hago entender de una buena vez. ¡Dios, no lo hagas tan bruto!—. Sino por manos de Dwight por las de otro completo desconocido, pero terminaría haciéndolo y conociéndote te culparías de todas formas.

—¡Porqué lo es!

—Por favor, Santo Cristo dame paciencia con este hombre —murmuro. Me cubro la cara con ambas manos en señal de frustración. Respira profundo, cuenta hasta diez e intenta no sacarle los ojos—. Escucha... no quiero sonar cruel, ni herir tus sentimientos ni nada por el estilo; por otro lado, no me estás dejando otra opción, Daryl. ¡Entiende, con un demonio! Alguien más habría muerto en su lugar, del mismo modo que nosotros cuatro vamos hacerlo si seguimos expuestos aquí afuera.

—Entiéndelo tú, no puedo volver.

—¡Ya estoy harta! —exclamo—. Eres un maldito egoísta.

—¿Yo un egoísta? —inquiere indignado.

—¡Sí un egoísta! Porque no te detienes un segundo a pensar en cómo me voy a sentir si algo llegará a pasarte —mis ojos se cristalizan. Con los gritos que hemos pegado seguro ya nos localizaron los Salvadores—. Son demasiadas las personas a las que les importas, Daryl, ¿Cómo crees que se sentirán Rick, Glenn, Maggie o Carol, eh? ¿Has pensado en Marcus? Ése niño te adora y admira muchísimo.

Su silencio deja en claro que lo está pensando. Creo haberlo hecho recapacitar, por un instante se le apacigua la expresión, sus ojos vuelan de allá para acá.

—No voy a volver. —dice siguiendo su camino y matando todas mis esperanzas. Plan B.

Dos lagrimas, es lo único que me permito derramar. Mi garganta duele por el esfuerzo de contener el llanto. Abraham y Ruby, que habían permanecido expectante a la discusión, se acercan a mí esperando escuchar nuestro siguiente movimiento. Mientras veo a Daryl adentrarse más y más en el bosque sin mirar atrás, tomo la decisión de quedarme para cuidarle la espalda. Al menos cuento con un arma que bien puede darnos algo de ventaja para escapar, él sólo trae encima su cuchillo y más cuatro flechas. Extraigo las llaves de mi bolsillo y las entrego a Ruby.

—Regresen a la comunidad, allá los necesitan. Volveremos en su moto tan pronto lo haga entrar en razón —comunico. Extraigo mi arma, compruebo tener balas suficientes y remuevo el seguro.

—Betty...

—Sin él no me voy, entiéndanme.

—Si para el medio día no han vuelto, vendré con la caballería a llevármelos de las greñas a ambos—avisa. Su caballería son Glenn y Maggie, a ése par no me les puedo negar. Quizá debí traerla, la mujer de Glenn bien podría convencer a Daryl.

—Cuídense. —Ford se para derecho, tomando su postura de sargento.

—Ustedes también —choco el puño con ambos.

Sigo el mismo camino por donde él se fue hace dos minutos. Puede que no necesite que cuiden su espalda; puede que sí, me da igual en realidad. Es una costumbre el que sea él quien me encuentra siempre, intercambiamos miradas un segundo; no piensa dar marcha atrás y esta de más decir que yo tampoco.

—Pensé que ya te habías ido —menciona, apenas mirándome por sobre su hombro.

—Curioso que ahora si pienses —mi comentario hace que me gane su atención. Si desea discutir yo tengo pila para las rondas que quiera. Caminamos a la par. Un ambiente lleno de tensión se instala entre nosotros, bien podría cortarla con mi espada.

En los siguientes minutos solamente se escucha los sonidos de los insectos del bosque, ni una palabra más sale de la boca de nadie. Con cada sonido que no sea el de un insecto me da un mini infarto esperando la lluvia de balas; estoy demasiado nerviosa. En ocasiones nos damos miradas furtivas, en ninguna coincidimos, tratamos de mirarnos mientras el otro no nos vea. Siento un remordimiento por haberle gritado hace unos momentos, por ser tan cortante; en fin, quiero disculparme. Los dos tenemos un temperamento de la fregada cuando nos enojamos.

—Escucha, el gritarnos en la cara no nos llevara a ningún lado; así que ¿por favor podemos hablar de una manera mas civilizada? —pido, más serena que la ultima vez. Yo me detengo mientras él camina unos pasos más, cuando se detiene continúa dándome la espalda—. Te prometo que los Salvadores pagarán todo por todo, en especial Dwight. Volvamos a casa, allá planearemos un mejor ataque, los tomaremos por sorpresa y hacemos que se caguen del miedo, como diría Abraham.

—No puedo. —vuelve a decir.

Quiero arreglar las cosas, hablar como persona, usar mi reserva de paciencia, pero con este hombre cerrado no se puede.

—¡Por lo que más quieras!

—¡Tú eres lo que más quiero, ¿de acuerdo?!

—Bombón... —me acerco a él.

—No digas nada, ya lo sé, lo sé. —bufa fastidiado al predecir otra sermón de mi parte. Entrelazo nuestros dedos, él baja la mirada a nuestras manos, acerca una de mis manos a su boca y besa mis nudillos—. Quiero protegerte, es por eso que hago lo que hago. Toda la noche estuve dándole vuelo a a cabeza, ¿si te hubiera perdido a ti? No quiero estar solo de nuevo.

Impregno mis labios sobre los suyos para darle un beso largo y tierno. Quiero hacerlo sentir que estoy aquí, que jamás me iré.

—Te quiero. Marcus también te quiero, Rick, Carol... hasta Judith lo hace. Nunca estarás solo otra vez, Daryl. Habemos muchas personas que te queremos, no lo olvides. —murmuro al separarnos. Apoya su frente contra la mía manteniendo los ojos cerrados. Somos sólo él y yo en este momento—. ¿Vienes conmigo?

—Mmhm —contesta apenas.

Beso su mejilla aliviada por al fin conversarlo de volver. Simplemente se limita a mirarme, me sonrojo enseguida al ver el modo en que me mira; hasta hace unas semanas no me había dado cuenta en la manera en que me miraba, como si fuera la maldita cosa más interesante del mundo, la octava maravilla del apocalipsis, pero a la vez como a una muñeca de porcelana que puede romperse.

Detrás suyo algo se mueve, por instinto llevo mi mano a mi arma, lo que pone en alerta a Daryl. Poco a poco se van manifestando los Salvadores que tanto esperaba no toparnos, al menos detrás de Daryl cuento cuatro, todos con sus armas en alto apuntándonos. Maldigo por lo bajo al vernos rodeados.

—Hola, Daryl —dice una voz a mis espaldas. En su voz distingo cinismo e ironía.

Cuando veo a Daryl bajar la ballesta despacio decido hacer lo mismo y bajo mi arma. Su mirada está puesta en la persona que acaba de saludar. Quiero verle la cara al tal Dwight, encararlo y de ser posible meterle una bala entre ceja y ceja.

Me doy vuelta parándome al lado de Daryl. En mi vida he sentido correr el tiempo tan lento; mi cuerpo no obedece a mi cerebro. Apenas le despejo cancha al bastardo rubio de cara quemada, un disparo interrumpe el silencio tenso. Mi corazón se detiene un instante, el estómago me duele, las lagrimas brotan como cataratas de mis ojos. Quiero gritar su nombre, pero he perdido la voz, solamente atino a querer detener su cuerpo antes de tocar el suelo. Parpadeo repetidas veces para ver con claridad, tengo que encontrar donde dio la bala.

—Daryl —la llamo en un murmullo, mi voz suena entrecortada. Lo escucho gruñir de dolor tocándose el hombro izquierdo y antes de poder hacer nada dos de los tipos me levantan y alejan de su lado—. ¡Quítenme las manos de encima! ¡No me toquen!

Pataleo, intento dar manotazos. Si bien no le dispararon a matarlo no quiere decir que no necesite que lo atiendan de urgencia, aunque sea un disparo en el hombro necesita ser atendido rápido o perderá sangre pronto.

—Creo que tú y yo no nos hemos presentado, muñeca. ¿Cómo te llamas? —se planta frente a mí obstruyendo mi vista. Por más que desee soltarme, golpear a Dwight, llegar hasta Daryl y por acto de magia teletransportarme mejor con él, no puedo.

Amenazar no se me da, ni dar avisos, ya me canse de eso. Aprovecho que estos dos gorilas me tienen bien sujeta de los brazos para balancear mi pierna y atestarles una buena patada en la entrepierna.

—¡Perra! —se dobla del dolor.

Aprovecho el tenerlo tan cerca para escupirle en la cara. No tendré buena la mejor puntería de salivazos, pero de que le cayó en la cara le cayó.

—¡Eres un bastardo hijo de perra! —vuelvo a forcejear. Quiero sacarle los ojos, metérselos por la nariz y luego cortarle la cabeza.

Lo próximo que sé es que la única forma en la que me calman es golpeándome con la culeta del arma, un golpe limpio en la sien y Betty se desconecta del mundo.

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