Hoy no se sentía que fuera a ser una noche tan helada a diferencia de las anteriores. Luego de volver de mi búsqueda con Isaac regreso a casa para comer y con un poco de suerte podre hacer que Daryl salga de la cochera y coma conmigo.
Me despojo de mi chaqueta para sentir el aire fresco de la tarde, desde que Daryl me regalo la chaqueta parece que la tengo pegada al cuerpo; incluso cuando tengo calor la traigo puesta. Máximo quedan dos horas de luz, los atardeceres se ven increíbles desde las plataformas de vigilancia, y los amaneceres son aún mejor. Le pediré a Rosita cubrirla en su turno con tal de ver el atardecer hoy.
Por las ventanas no veo actividad en la casa, señal de que Daryl debe estar inventando desperfectos a su amada moto. Decido ir sólo para verlo, su cara de concentrado es la octava maravilla del mundo; su perfil, su cabello cubriéndole el perfil, la forma en la que limpia sus manos con el trapo rojo que siempre tiene en su bolsillo trasero lo hacen ver tan masculino y varonil que me dan ganas de comérmelo a besos. Ése hombre sin esforzarse en lo absoluto se ve tan sexy, me encanta, él simplemente respira y yo me enamoro más.
Primero entro a la casa por una cerveza bien fría para Daryl, sé cuánto le gustan las cervezas heladas. Arrojo la chaqueta al sofá, tomo la cerveza y voy la cochera.
—Gracias por todo. Si necesitas ayuda con algo...
—Te lo haré saber. Ya me has dejado bien claro que te me debes un favor, Daryl —dice una voz femenina. Mi mano queda a centímetros de tocar la perilla de la puerta, pego la oreja a la puerta para oír mejor—. Tal vez te pida la moto.
—Lo que sea menos la moto —pide.
De forma ruidosa abro la puerta anunciándoles mi llegada.
—¡Su Reina volvió! —exclamo. Levanto los brazos al cielo, haciendo mi gran entrada. Ambos se sobresaltan al escuchar el sonido de la puerta, obvio se calman al ver que sólo se trata de mí; voy hacía Daryl quien está recargado en su moto—. Pensé que tendrías sed y te traje esto.
La comisura de su labio se eleva es una sonrisa demostrando lo mucho que le alegra verme. La sonrisa le llega hasta los ojos porque veo como le cambia la mirada, me mira de la misma forma que yo lo veo a él y eso me hace sentir especial.
—Gracias, iba a ir por una en un rato —planta un beso en mi cien al tiempo que toma la cerveza de mi mano. Pasa su brazo por mis hombros y yo lo abrazo por la cintura—. ¿Cómo les fue?
—Creo que mejor de lo esperado, tengo que contarte algo, pero será ya que estemos solos —susurro lo último para no hacer sentir mal a Francine. Recuerdo que ella también está aquí y me giro para saludarla, ella sacude su mano y yo inclino la cabeza en señal de saludo—. No sabia que ibas a estar aquí sino te habría traído una cerveza también, ¿quieres una? ¿O prefieres un vaso de agua?
—Estoy bien así, Betty, gracias.
Asiento. Veo a Daryl darle un trago a su cerveza, insisto en que éste hombre se ve tan jodidamente guapo con cualquier acción que realice. Siento curiosidad por saber qué hace Francine aquí, no es muy común verla por este lado de la casa; ni siquiera es común verla pasar por la casa.
—¿Qué te trae a nuestro humilde hogar, Francine? —inquiero curiosa, no dejo de lado mi sonrisa para no parecer celosa o enojada, es simple curiosidad.
—Yo vine por...
—Pasaba saludar, ¿no es así? —Daryl la interrumpe de forma abrupta. Mira al frente evitando mis ojos, Francine luce nerviosa ahora, mas no contradice a Daryl.
Algo se trae los dos. Me alejo de Daryl para verle bien la cara a él y Francine.
—Si, claro, y yo nací ayer —me cruzo de brazos.
—¿Saben? Será mejor que me vaya. Los veré luego —ella se despide. La veo alejarse y dar vuelta a la calle, el que se vaya es lo mejor.
Bajo el portón de la cochera para darnos un poco más de privacidad, presionó el interruptor de la luz para iluminar mejor la habitación. Él sigue ahí encargado en su moto bebiendo su cerveza, ignorándome; finge no verme parada al otro lado de la habitación con los brazos cruzados sobre el pecho y mi semblante serio, mi gesto de disgusto y molestia es ligeramente diferente a la cara que pongo usualmente cuando estoy serena. Ya parece oler el interrogatorio que se le viene encima; no es hasta que le da el ultimo sorbo a su cerveza que me voltea a ver, mete sus manos en sus bolsillos y suspira con resignación.
—¿Y bien? —pregunto expectante—. Explícame qué fue que acabo de ver.
Mis dedos golpetean mi brazo izquierdo.
—No sé a qué te refieres —se defiende, hacerse el tonto no le servirá conmigo.
—Me refiero al momento en el qué Francine iba a decirme algo y tú la interrumpiste de forma abrupta y le lanzaste una mirada de advertencia.
Sus ojos viajan por toda la habitación buscando alguna salida; lo he visto mentir antes y esta vez no puede hacerlo porque de forma involuntaria ya empezó a morderse el pulgar. Lo he atrapado y lo sabe.
—No hagas una tormenta en un vaso de agua, ¿quieres?
—Yo armo tormentas en vasos de aguas cuando se me pegue la gana y justo ahora se me antoja hacer una porque acabo de escuchar como mi novio me oculta algo e involucra a la vieja pelona aquella de nombre Francine —pronuncio su nombre de con desprecio.
Abre y cierra la boca pero no dice nada.
—¡Ves! no puedes ni excusarte. Por qué mejor no me dices en mi cara que te gusta ella y se acabo el asunto. —mis palabras lo sorprenden, me mira fijamente esperando algún indicio de broma; es él quien cruza los brazos en este momento—. ¡AJA! no lo niegas, quiere decir que es cierto. Bien dice el refrán: el que calla otorga. Una única cosa te he pedido, Dixon, solamente una; sabes como me surra que me mientan y me quieran ver la cara de pende...
Su carcajada me desconcierta, está ahí parado enfrente mío riéndose en mi cara; me desconcierta y enfurece más el que se ría, ¿qué fue lo gracioso? no lo entiendo. Se acerca a paso lento meneando la cabeza.
—Me encantan las locas historias que inventas ahí —señala mi cabeza. Esta más cerca, hago la acción de alejarme; es más rápido, me sujeta de la cintura acercándome a su cuerpo y refuerza su agarre cuando me retuerzo para alejarlo.
—Es la puritita verdad. ¡Y ya suéltame! —ordeno empujándolo, logro moverlo unos centímetros pero él se amachina a tenerme bien cerca.
Sus ojos se pierden en mis labios, los ve con ansias y deseo. Atrapa mi labio inferior entre los suyos, pasan unos segundos antes de que empiece un beso lento; intento resistirme, no ceder ante tan dulce beso. Su boca sabe a cerveza y por primera vez me gusta la cerveza. Sus labios son cálidos y suaves, su cabello me hace cosquillas en la cara, sus manos se mueven por mi espalda manteniendo pegado mi cuerpo al suyo. Me sorprende la facilidad en la que me tiene comienzo de su mano; subo mis manos hasta acariciar su rostro, el corazón me salta en el pecho, siento como si fuera nuestro primer beso. La primera vez que nos besamos fue algo arrebatado, lleno de pasión y ahora nos vemos con lentitud disfrutando de la cercanía del otro.
Me pongo de puntillas para estar un poco más a su estatura, es unos centímetros más altos mas todavía debe inclinar la cabeza para besarme.
—Te tengo una sorpresa —anuncia al separarnos para tomar aire. Inclinó la cabeza curiosa—. Hoy en la mañana sonreías de una manera especial, te brillaban los ojos con anhelo mientras hablabas... Me gusta verte sonreír, mi cielo.
Sonrío al escucharlo llamarme así otra vez. Beso de forma fugaz sus labios, la sonrisa ya no desaparece de mi rostro, continúa ahí todo el camino que él me guía adentro de la casa, al subir las escaleras y bueno sigue aún después de detenernos a mitad del pasillo.
—Hay que esperar la señal —dice, toma mi mano y besa mis nudillos. Mi impaciencia le divierte, soy parecida a un niño en dulcería, quiero correr de la emoción—. Dale un segundo.
Llama mi atención un cable que viene de la puerta del ático y desciende hasta acabar enchufado en el conector del pasillo; sea cual sea su sorpresa involucra llevar electricidad al ático. Nuestra conversación de esta mañana viene a mi mente, ¿se abra sentido comprometido a darme algo cuando le dije que a todas nos gustan los detalles que involucran cenas, música y velas? Mordía su pulgar del mismo modo que lo hizo en la cochera, del mismo modo que lo hace ahora. Aunque también dijo algo de la forma en la que sonreí. No quiero hacerlo sentir obligado a nada, tampoco presionarlo.
—La sorpresa se debe a... —dejó la frase incompleta para escucharlo darme la razón.
—Porqué si. ¿Necesito una razón para darte un detalle? —suena ofendido. Le muestro las manos en son de paz, no deseo pelear y ser yo la responsable de que su esfuerzo se joda. Entiendo lo difícil que es para él mostrarse con las personas de otra forma que no sea un hombre duro y ermitaño, su vida ya era difícil antes del caos en el mundo, su infancia fue el doble de difícil—. Lo siento. No era mi intención...
Unos golpes provenientes del techo (suelo del ático) interrumpen sus palabras, la tomo como la señal y se confirma cuando Daryl estira la mano y desplega la escalera del techo; en vez de dar entrada a un lugar oscuro y tenebroso —como en las películas de terror—, veo unas luces tenues que por su debilidad adivino son velas. No espero a que Daryl me indique que suba, lo hago apenas la escalera queda del todo desplegada, las ansias corren por mi cuerpo, deseo ver lo que preparo.
Lo primero que mis ojos observan al llegar son un montón de sábanas y almohadas en el suelo acomodadas meticulosamente; justo a los pies de la "cama" hay un televisor con un DVD, la gran extensión está conectada a ambos aparatos; todo el lugar está lleno de velas, sin duda resolvió el inconveniente de que acá arriba no hay ni una bombilla. Todo tiene un ambiente romántico, hasta parece que eligió aproposito las sábanas color crema, sonrío incrédula ante tal cosa.
Daryl Dixon puede ser un romántico si se lo propone.
—¡Listo! Ya di los últimos detalles al televisor —Eugene sale detrás del televisor con su ayudante Marcus—. No presentarán ningún problema al poner película y si queman un fusible no duden en pedir mis servicios. Es todo de mi parte. Vámonos, Marcus.
Sigo admirando la escena frente a mí, es algo de no creerse todo se ve tan lindo y sacado de una película que me toca darme un leve pellizco para creerlo. Escucho a Daryl darle las gracias a Eugene y Marcus, a este último lo oigo murmura «Suerte, señor Dixon» cuando va bajando las escaleras. Hay unas películas al lado del reproductor de dvd, los títulos más destacados son: Orgullo y Prejuicio, El Grinch, toda la saga de Rocky Balboa, Diario de una pasión, entre otras más.
—¿Te gusta? —alarga la "e" más de la cuenta, es insegura su pregunta. Al escuchar los pasos de Daryl acercarse me giro encarándolo, tengo una gran sonrisa que no me van a quitar en días. Él de nuevo tiene las manos en los bolsillos, una sonrisa avergonzada que lo hace ver inocente.
—¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! —me descuelgo de su cuello entrelazando los brazos detrás de éste; él baja sus manos hasta mis glúteos haciéndome dar un brinco de sorpresa, entiendo su indicación y salto para enroscar mis piernas alrededor de su cadera—. Entiendo porqué pusiste cobijas acá arriba, mañoso. —su corta risa resuena en el lugar al descubrir sus verdaderas intenciones—. Aunque me inquieta saber para qué trajiste el sillón.
Veo sobre su hombro el sillón mediano acomodado de forma meticulosa hacia una de las tantas ventanas qué hay aquí.
—Pronto lo sabrás, muñeca —esconde la cara en mi cuello, su barba me hace cosquillas al hacer fricción con mi piel. Sus besos son cortos y se abren un camino hasta la comisura de mi boca—. Francine me ayudó a decorar, era la única disponible para ayudar con esto; Eugene arreglo el televisor y Marcus puso las velas.
Una gran O se forma en mi boca al comprender el motivo de la visita de Francine, lo veo asentir y su mirada me «no debes ponerte celosa». Sinceramente así cómo está ambientado todo no me apetece ver una película.
—¿Qué le prometiste a Marcus por el ático? —mis dedos juegan con su cabello, amo tocar su cabello. Aquí es donde el niño sube a veces a leer cómics o hacer la tarea de español que Ruby le deja.
—Le enseñaré a rastrear.
Meneo la cabeza en señal de incredulidad por lo fácil de Marcus para los tratos, debe ser más ambicioso, pensar a la larga; en su lugar habría pedido a Daryl enseñarme a fabricar flechas, a armar una mini casa en el bosque. Antes de empezar con las películas quiero ponerme cómoda; mi pijama es simple, Daryl entiende mi mirada cuando quedo en ropa interior, se saca la camisa y me la arroja a la cara de modo juguetón.
No deseo torturarlo mirando Orgullo y Prejuicio, su estilo de películas son más de acción; opto por ver Rocky. Nos acurrucamos bajo las sábanas, subo una de mis piernas sobre las suyas; masajea mi cabeza apoyada en su hombro, el lento mover de sus dedos me pone la piel de gallina.
—Oye no te detengas —protesto al sentir que quita su mano. Agarro su mano y la pongo de nuevo eni cabeza. Ríe por la nariz.
—Déjame rascarme la nariz.
Con Drew nos gustaba ver el mismo tipo de película; una cosa destacable en la que no peleábamos era al escoger una película. Los fines de semana pasaban buenas películas en la televisión, Drew llegaba y me arrebata el control remoto para buscar una y yo no decía ni pío porque sabía de ante mano que me terminaría gustando lo que él pusiera. Recuerdo el día cuando papá regreso del Blockbuster, traía con él las tres primeras películas de Rocky; las vimos juntos y para la noche Andrew y yo ya estábamos practicando nuestros golpes de boxeo. Drew Williams siempre era el ganador.
Sin saber cómo, Daryl y yo vemos la película sin verla, no prestamos atención a la panatalla sino que nos miramos entre nosotros; primero fue el lento masaje en la cabeza; segundo una sesión de besos que se hacen cada vez más acalorados y apasionados; ya para el último ambos corremos de una forma diferente a la de Rocky con Eye of the tiger de fondo.
La mayoría de las velas han sido apagadas dejando el lugar en penumbras. El televisor fue apagado hace mucho, si no prestábamos atención a la película no le encuentro sentido a tenerla encendida.
Subo las sábanas cubriendo mi cuerpo, comienza a refrescar un poco. Hoy sin duda ha sido la mejor noche de mi corta vida y todo gracias al hombre dormido a mi lado. Una voz interna, lejana, no muy audible pero constante en mi cabeza logra intranquilidad en el único lugar donde se supone que yo mando: mi mente. «Atesora el momento» repite la vocecita abriendo paso a un mal augurio; regreso la voz y el sentimiento a su lugar de origen, estoy siendo paranoica.
Su pecho sube y baja al compás de sus lentas respiraciones, su ronquido me deja adivinar lo cansado que está por tanto esfuerzo; ronca como un oso. Doy vuelta apoyándome sobre mis brazos; sus facciones están relajadas, su boca levemente abierta; tiene ambas manos sobre su pecho desnudo. Hago su cabello hacia atrás dejando al descubierto su rostro. Me sorprendi trazando el borde de su mandíbula con mi dedo, parezco uno de esos niños que jamás duermen y hacen de todo para impedir que su madre duerma.
Dormir dos minutos proporciono la energía suficiente a mi cuerpo para ya no hacerlo el resto de la madrugada; por otro lado, Daryl parece haber mordido una manzana envenenada. No me importaria en lo absoluto darle el beso de amor verdadero para despertarlo. Recuerdo el primer día que nos vimos en aquella carretera, quién pensaría que tiempo después nos volveríamos a ver y al final llegaríamos a éste momento; cuando lo vi en la prision quise morirme porqué pensé que jamás volvería a verlo, luego él vino a buscarnos y junto a Carl nos ofrecieron unirnos a su grupo.
Por naturaleza me fijo en hombres inalcanzables para mí, por lo tanto es normal el que haya andado detrás de los huesitos de Daryl "bombón sabroso" Dixon, quizá algunos lo vieron mal por el hecho de que me dobla la edad, pero no me importa, a la que le gusta es a mí, me iba a mandar a la mierda a mí.
Ha salvado mi vida demasiadas veces: me salvo al caer la prision; lo volvió hacer de los Caminantes en la funeraria; se aseguró de que ningún hombre del grupo de Joe se sobrepasará conmigo; me cuido luego del disparo que recibí en Terminus...
Si lo pienso detenidamente adónde sea que me dirija o en el aprieto que me meta, siempre voy a tener a mi hombre de la ballesta cuidándome.
—Te quiero, Bombón —susurro sobre sus labios.
Aún en penumbras puedo ver su amplia sonrisa; la cual me contagia enseguida. Lo he atrapado, se hacia el dormido.
—¿Qué dijiste? No te escuché bien.
Si que me escucho. Sus brazos me rodean, tiran de mi cuerpo hasta hacer que quede acostada encima suyo.
—Viejo mañoso, sabia que estabas despierto.
—No es cierto —replica.
—Dejaste de roncar —destaco con obviedad—. Además te vi abrir un ojo.
—Mi chica es lista.
—TU chica se fija en los pequeños detalles —froto su nariz con la mía. Las manos de Daryl acarician mi espalda desnuda, traza líneas de extremo a extremo con la punta de sus dedos.
Hay una calma, una paz en el aire la cual desea preservar para siempre; sus ojos se funden con los míos, el azul se mezcla con el negro. No decimos una sola palabra más, no hace falta hacerlo, ambos nos decimos de todo un poco solamente mirándonos a los ojos. Veo que desea decir algo, traga duro, su boca se abre pero no emite sonido; mi corazón late, ¿será que piensa decir lo que creo?
«No es necesario que lo digas» intento comunicarle. Si no está listo para decir esas dos simples palabras que significan mucho y expresan aún más, puedo entenderlo de verdad.
—Pensaba que si es cierto eso de "las almas de los difuntos caminan entre los vivos" y mi papá tuvo la idea de venir a visitar a su corazón justo hoy... debe estar furioso si nos vio demostrarnos cuánto nos queremos —sonrío traviesa.
—Seguro se dio cuenta que su corazón no es tan ingenua como creía. —dice menos tenso. La inocente sonrisa regresa a su rostro.
—¡Soy una santa!
—Por supuesto que si.
Daryl se incorpora obligándome hacerlo igual, estar encima suyo es placentero. Ambos quedamos arrodillados uno frente al otro, me cuesta mantener mis manos lejos de su cuerpo.
—¿Qué me hiciste? —el tono de su voz tierno, dulce pero sin perder lo varonil hacen que me derrita en conjunto con las caricias en conjunto.
—Un amarre.
Rueda los ojos ante mi broma. Ya me desconozco al decir tanta cosa linda, volvamos a las bromas y así no me voy a sonrojar al escucharlo decir algo bonito que seguro me va hacer llorar porque lo quiero muchísimo.
—Mejor bésame y demuéstrame cuánto me quieres —recobro la actitud coqueta.
—He creado un monstruo —reparte besos desde mi cuello por mi hombro, se detiene a mirar la cicatriz del disparo; deposita un pequeño beso en ella con la intención de sanarla, lo conozco y sé de antemano lo que dirá—. Perdón por... hubiera preferido que te quedaras en la comunidad.
—No es culpa tuya. Ya deja de echarte la culpa por todo... sólo fue un rozón, estoy viva; estoy aquí contigo, es lo que importa, ¿ok?
Su mirada no se aparta de mi cicatriz, imagino la historia que debe hacerse; no hemos tocado el tema sobre lo que paso aquel día, lo hemos pospuesto y lo volveré a posponer, no desea hablar de ello. Tengo que sacar provecho de mi habilidad para joder momentos.
—¿Te vas a quedar ahí mirando? o ¿me harás un par de bebes?
¡Hola preciosas criaturas del bosque!
Les hago entrega del meme de hoy:
Lo hice basándome en uno que vi en Facebook; representa la situación de nuestra Betty a la perfección. La canción de Ariana me dio la idea para el capitulo, pero les confesaré algo: siento que a este capítulo le hizo falta algo, no lo sé, no termina por convencer. Quizá más delante le haga algunas modificaciones, por ahora lo dejaremos como un borrador (al igual que la historia completa)
¡¡GRACIAS POR TOD0 EL APOYO!!
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