Capitulo 53
Camino por una ciudad en llamas, los edificios arden y hace un calor del infierno. No me asusta, ando como si fuera un día normal y ver el mundo arder fuese mi día a día. El aire se llena de gritos desgarradores, la piel se me pone de gallina al escuchar a una mujer gritar en agonía; sus gritos provienen de algún edificio, pero los oigo como si la tuviese a mi lado.
Cuerpos en llamas salen de entre los escombros, piden ayuda o solamente gritan en agonía.
—¡Betty!
Intento adivinar de donde provino el llamado. Lo escucho de nuevo, más cerca esta vez, tanto que sé de donde viene. Cinco calles adelante lo encuentro, parado a mitad de la calle, con sus mano acuna su boca para que suene más fuerte su voz.
—¡Betty! —grita. Me da la espalda.
Corro hacia él. El fuego se intensifica conforme avanzo, las ventanas explotan lanzando vidrios y proyectando lenguas de fuego hacia fuera.
—¡Aquí! —grito—. ¡Daryl, estoy aquí!
No parece escucharme, pues continúa llamándome. Un fuerte crujido retumba por encima del sonido de las llamas ardientes, algo acaba de romperse; un edificio de diez pisos se precipita al suelo.
—¡Daryl sal de ahí! —corro lo más rápido que mis piernas me lo permiten. Un poste de luz cae frente a mí frenándome unos segundos, salto por encima de éste—. ¡Daryl!
Me percato de una cosa, entre más corro hacia él más se aleja. El edificio cae encima suyo. En el último segundo levanto la cabeza pero era tarde.
Abro de golpe los ojos. Lo peor de las pesadillas es lo que viene después, la corta parálisis que sufro luego de una pesadilla es más espantosa que la misma pesadilla. Mi cuerpo permanece rígido por un minuto, es parecido a cuando se te sube un muerto en la noche y no puedes moverte, pero en mi caso, es mi mismo cerebro el que da la orden de no moverme y quedarme quieta como estatua. La cabeza me duele, los párpados me pesan y mi rígido cuerpo comienza a doler.
—¿Estás bien? —pregunta Daryl, su aliento choca contra mí frente. Mueve su mano de forma distraída hasta colocarla sobre la mía, dando un ligero apretón. Analizo la habitación en la que estamos, seguimos arriba de la caravana, tengo la cabeza apoyada sobre su hombro—. Hey... no fue real.
—El que un edificio en llamas te haya caído encima se sintió muy real —objeto. La fatiga me puede, deseo levantarme de una vez pero estoy cansada, llevo casi dos días sin dormir bien. Ni siquiera cambio mi posición, vuelvo a cerrar los ojos con la intención de dormir lo que resta de camino.
Su mano no suelta la mía; por el contrarío, se aferra más, su pulgar acaricia de extremo a extremo mi piel. Estoy aquí, dice con su gesto. Debo dejar de tener nocturnos y no dormir durante el día, si continúo así terminaré muriendo en menos de dos meses. Deje de soñar con mi familia desde hace un par de noches; mis pesadillas actuales tratan sobre las mil y un formas en las que puedo perder a mi nueva familia, va desde un edificio en llamas hasta un gorila gigante que nos aplasta con sus grandes manos.
Mi cerebro sigue atento a todo lo que ocurre alrededor, escucho algunos murmullos entre Glenn y Abraham, se secretean del mismo modo que solía hacerlo en yo en mis exámenes. Extraño mis momentos de suspenso cuando anunciaban las calificaciones y la mía apenas lograba llegar a la mínima para exsentar la materia, Ruby siempre iba una décima por debajo o una por encima de la mía. ¿Habrán logrado sobrevivir los maestros? El profesor de literatura corría todas las tardes, bien pudo salvarse. Mi maestra de español era muy bajita, no había hueco en el que no cupiera; bien podría estar ahorita escondida en el maletero de un auto o una caja de zapatos.
—¿Le pasa seguido? —escucho a Jesús hablarle a Daryl. No hay otro acá atrás con nosotros, sólo somos los tres—. Me refiero a que se congele de ése modo, ¿le pasa seguido?
Genial, hablan de mí mientras finjo dormir. Dixon se toma unos segundos para responder.
—A veces. Se paraliza, pero en unos segundos se le pasa.
—Ya veo. ¿Son familiares o algo así?
—Estamos casados, aunque Daryl no lo acepte —me adelanto a responder—. Por más que trates de evitarlo, Cielo, serás mío hasta la muerte.
Levanto un poco la cabeza para ver a Dixon mirándome, su mirada tiene una chispa diminuta de diversión. Le sonrío y arrojo un beso junto con un guiño.
—Ya te darás una idea de quién manda en la relación —le digo a Jesús. Estiro mi cuerpo, haciendo crujir mi espalda, muy lindo y todo dormir apoyada en el hombro de Daryl, pero es algo incómodo para el cuello—. Se me torció el cuello.
La caravana empieza a perder velocidad al girar. Por el parabrisas veo como un auto volcado.
—Hey, Rick, ¿qué pasa?
—Un accidente. Parece reciente.
El auto tiene debajo a unos caminantes.
—Es de los nuestros —anuncia Jesús, bajando rápido de la caravana.
Daryl tiene la misma mirada que yo. Esto del accidente huele mal, literal y metafóricamente, uno jamás se acostumbra al olor a muerte, el hedor provoca unas arcadas tremendas.
Bajamos después de Jesús. El derrape en la calle nos deja una idea de como fue que el auto llego a estar sobre un costado con un par de caminantes debajo, hay sangre por todas partes y algunas extremidades putrefactas por el asfalto; remuevo el seguro de mi pistola, mantengo el dedo cerca del gatillo. Jesús ve la escena, se asoma a la cabina, para cuando se voltea ya tiene el revolver de Rick apuntándole entre las cejas.
—Más te vale que no sea una trampa... o no terminaras bien. —advierte Grimes.
—Mi gente esta en problemas —dice, mirando a su alrededor—. No tienen... no tenemos muchos peleadores. Sé lo que parece, pero no tenemos muchas opciones; ¿me prestan un arma?
—No. —contesta al instante Daryl. Su modo de superviviente se activa de nuevo, ve el suelo buscando un rastro—. Acá tenemos un rastro.
Es igual a un sabueso. Rastrea como ni siquiera Cerbero lo haría; mientras estuvimos en el bosque los dos aprendí más o menos algo, me gusta observarlo y al hacerlo aprendo algo, ¡dos cosas en uno! miro a Daryl y aprendo, ni en la escuela me enseñaban tan rápido algo.
El rastro nos lleva hasta un local.
—Tienen que estar ahí —dice casi seguro Jesús.
Habla muy seguro de si. Eso provoca más desconfianza en él, ¿cómo diablos sabe eso? bien pudieron entrar a otro lugar y nosotros aquí perdiendo tiempo.
—Vamos a entrar ¿o qué? —inquiere Abraham, irritado.
—¿Cómo saber si no son petardos otra vez? —Daryl camina a la puerta.
—No lo saben —estira los brazos.
—Iremos por tu gente, tú te quedaras aquí con uno de los nuestros.
—Yo me quedo —levanto la mano voluntariosa.
—Yo igual —anuncia Maggie—. Ustedes vayan.
Rick, Daryl, Michonne, Glenn y Abraham se acercan a la puertas con respectivas armas listas para defenderse.
—Si me oyen silbar disparen —Rick nos ve por encima del hombro.
Asentimos. Ellos entran, Maggie levanta su arma apuntando al pecho de Jesús, se ceño se frunce en clara señal de seriedad. Apunto igual, pero a un diferente punto, él lo nota y le da cierta gracia.
—¿De verdad tienes que apuntar allí? —replica.
—Matare dos pájaros de un tiro... quizá hasta me lleve dos esferas de por medio —me encojo de hombros con una sonrisa burlesca.
Maggie reprime una sonrisa. No pierdo la esperanza de dispararle a alguien y dejarlo sin bolas, tengo el apodo perfecto para mi victima: "Barbie" así le diré si es que sobrevive al poder de la Reina Roja. Nos abstenemos de conversar, la charla queda para después. Les lleva unos dos minutos volver con los amigos de Paul, uno de ellos tiene una herida en la pierna.
—Diablos, tu pierna —observo la herida del hombre.
—En cuanto lleguemos a Hilltop te curare —menciona otro hombre, tiene aspecto amigable, como el de un cartero.
Regresamos a la caravana. Sin perder un segundo extraigo de mi mochila el botiquín que traigo conmigo, el hombre de cabello se acerca para inspeccionarle la pierna.
—Necesito... —empieza el hombre.
—Yo me encargo —decreto, sacando lo necesario para curarle la herida.
Me esfuerzo por hacer un excelente trabajo digno de diez estrellas, quiero lucirme frente a este hombre rubio que no deja de mirar como auxilio a su compañero, abre la boca para decir algo pero termina cerrándola de nuevo.
—Betty, él es el doctor Carson —Jesús se acerca a presentarnos. Interrumpiendo nuestro grato silencio.
—Un gusto —levanto la vista un segundo para dedicarle una sonrisa amistosa.
—¿Estudiaste medicina? —inquiere Carson, admirando mi trabajo.
—Estaba por entrar a la facultad de enfermería cuando todo se desplomo. Una tragedia absoluta... —murmuro distraída. Cubro la herida con un vendaje—. Estás listo. El doctor te dará medicamentos para el dolor y la secretaría una paletita al salir del consultorio.
—Gracias —su sonrisa asimila una mueca.
—Que mejores pronto —palmeó su hombro.
Un lugar disponible al lado de Abraham espera mi llegada; le sonrío y él está tan sumido en sus pensamientos que apenas nota que estoy a su lado. Desde en la noche lo he notado algo extraño, anda distraído y su rara comparación de como se hace un bebé con preparar panqueques me perturba. Dos cosas pueden significar:
1) Rosita está embarazada
2) Abraham quiere hacer panqueques.
Aunque no tiene sentido, ¿por qué comparar el sexo con panqueques? ¡PAN-QUEQUES!
Creo que al final de todo los pelirrojos sí somos raros. Nos falta aire en la azotea, estamos mal. Soy consciente de que me quede también sumida en mis pensamientos cuando Jesús sacude la mano frente a mi cara.
—Disculpa, ¿qué decías?
—Ya llegamos —repite con una sonrisa.
Los otros empiezan a bajar en lo que voy por mi mochila. Extraigo una barrita de cereal para tener algo en el estómago de mientras los nuevos anfitriones nos ofrecen algo de comer; si saco cuentas tengo sin comer desde anoche y ya es casi medio día. Una barrita no será suficiente para saciar mi hambre feroz.
Retiró la envoltura pacientemente al tiempo que bajó de la caravana, parece que llovió, hay charcos por todas partes y nuestro transporte se atasco en el lodo; ya veo el por qué caminamos. Frente a mí se alza un imponente muro de madera mucho más alto que el de Alexandria, espero no esté tan enlodado como acá.
Echo andar por el camino lodoso, estamos como a trecientes metros de la gran puerta. Maggie mira sobre su hombro un segundo, vuelve a mirar buscando alguien, supongo que se trata de mí; al ver por encima de los otros mi figura, se detiene esperándome.
—¿Quieres? —ofrezco de mi alimento.
—Trata de no separarte tanto, no conocemos a estas personas. Gracias.
—Si tampoco es como que vaya a dejarlos solos, Maggie, alguien debe cuidarles la espalda —señalo su barriga con el menton.
—¿Y quién cuida la tuya?
—Quiero pensar que Daryl —frunzo los labios.
—Es increíble lo que ha cambiado Daryl desde que están saliendo —comenta. Levanto la vista del suelo mirándola ceñuda, mis ojos buscan a Daryl esperando ver alguna diferencia en él; camina con zancadas largas mirando a su alrededor cada cinco minutos, tiene ese porte de "no te metas conmigo".
Maggie debe estar mal de la vista. Veo al mismos hombres uraño que conocí en la prison, agregando que acabo de desbloquear un nuevo nivel con él y al menos tengo el privilegio de conocerlo de un modo más íntimo que cualquiera del grupo.
—Es el mismo, Maggie. El mismo hombre ermitaño de siempre.
—Lo conozco por más tiempo que tú, Betty, créeme cuando te digo que Daryl ha cambiado —sonríe de lado. El sol da directo en su cara, entrecierra los ojos cubriéndose con su mano para poder verme mejor.
En mi cabeza me hago una película sobre la vida de Dixon dando un giro de 360 grados sólo por mí mera presencia. Esto no es los estudios universal y jamás pasará; Daryl es el mismo gruñón renegado que está peleado a muerte con la persona que se atreva a si quiera interrumpirlo al caminar... también está peleado con el agua y el jabón, pero no viene al caso eso ahorita.
—¡Bajen las armas!
Por inercia levanto mi arma apuntando al hombre que dijo que la bajara. A ambos lados de la enorme puerta de madera hay dos hombres apuntándonos con lanzas. Todo el grupo tiene sus armas puestos en ellos, si atacan primero estamos listos para presionar los gatillos.
—¿Quieres obligarnos? —replica Daryl.
—Abre las puertas cal, Fredy está herido. —le habla a uno de los hombres a un lado del muro—. Perdón se ponen impacientes por estar parados sin hacer nada
—Si bajan las Armas, entonces abriremos —dice el chico de la izquierda.
—¿Por qué no bajas y las buscas? —vuelve a replicar Daryl con su tono molesto.
Volteo a ver a Maggie, ella voltea al sentir que la miro. Hago un gesto como diciéndole «lo ves» dejando en claro el que él no cambiará por una mujer ni por nada. Su sonrisa de autosuficiencia me desosconcierta, y para colmos me guiña; ¿que rayos significa eso?
Jesús hace sus milagros. Las puertas se abren dejandolos ver las maravillas que esconde. Hay una enorme mansión que destaca con lo pionero del lugar, tienen animales, cultivos y hay un señor forjando algo de hierro, cerca de la mansión tienen remolques. Son granjeros, esta es una comunidad de granjeros.
Jesús empieza a explicar la historia del lugar como un guía de turistas. Son pocas las cosas que entiendo, casa Barrington blah blah blah... Los niños la visitaban blah blah blah... Gregory es nuestro líder blah blah blah.
Lo importante aquí es encontrar posibles salidas en caso de que algo ande mal, algún punto débil que a la larga lo haga ceder ante una gran horda de caminantes, pero no hay nada, sus inminentes muros de más madera se ven resistentes, toda esta gente morira primero antes de ver caer esos muros. Como las ovejas, sólo sigo a las demás mientras inspecciono todo, y cuando digo todo me refiero a todo; ya sé en qué remolque están sus medicinas.
Admiro metro por metro de la comunidad de Jesús. Dijo que una vez confiaron y les quitaron todo, por eso deben tener esas lanzas en lugar de buenas armas.
Algo tira de mi mano; para en seco, observo la mano que sujeta la mía, subo la mirada por su brazo hasta darle rostro al que impide mi exploración. Por venir inmersa en mis pensamientos, apenas noto que mis pasos aumentaron su ritmo a tal grado que estoy con los cabecillas del grupo, deje a Maggie atrás y por poco sobrepaso a Jesús que viene adelante de todos. Daryl tira de mi mano llevando a su lado, el simple hecho de que tome mi mano frente a tantas personas me desconcierta y emociona a la vez; me dejo llevar, caminando a su ritmo.
Mi mano libre permanece apoyada en mi pierna sobre el arma, con la otra no sé qué hacer, ¿devuelvo el apretón que me da? ¿sólo entrelazo mis dedos con los suyos? No lo sé, ni tiempo tengo de pensarlo, suelta mi mano. Fueron unos efímeros nada más, pero los suficientes para desestabilizarme mentalmente. Él no hace cosas como estás cuando estamos en publico, jamás toma mi mano o me dice algún apodo estupido o me abraza por los hombros, sería una bendición que de menos besara mi frente o mi mejilla, pero no hace nada de eso.
Tampoco es que se lo exija, las relaciones serias no son lo suyo, jugar a los adolescentes enamorados tampoco, puedo entenderlo hasta cierto punto el por qué es así de reservado cuando estamos frente a más personas; sin embargo, sería lindo que tuviera detalles como esos de vez en cuando.
Nos acercamos a la gran mansión, es tan linda por dentro así como por fuera. Sus rústicos muebles y todo esta conservado, al igual la limpieza.
—Linda casa —murmuro.
—Bueno, buscaré a Gregory para que hable con ustedes —anuncia Jesús—. Esperen aquí.
La escalera en círculo me llama, demanda que me deslice por su barandilla. Aprendí por las malas que eso no hay que hacerlo, me deslice por una escalera abrazándome a la baranda y la entrepierna me ardió como si hubiera tenido un fósforo pegado; Ruby cuenta que pudo sentir un olor a pescado frito. La golpeé luego por decir eso.
Un hombre avanzado en edad vestido en un traje con saco y resortes aparece por una puerta a la izquierda.
—Veo que trajiste invitados —nos analiza.
—Amigos, él es Gregory. Hace que todo funcione acá.
—Yo soy el jefe —anuncia con una sonrisa forzada.
Tiene aires de ser el gran duelo y señor de todo.
—Yo soy Rick. Tenemos...
—Oigan porque no va asearse, luego me buscan para hablar. Cuesta mantener el lugar limpio —interrumpe de una manera grosera a Rick antes de poder decir nada. Ya ni siquiera nos ve.
Ahora sé lo que Daryl siente cuando lo mando a bañar. Gregory forma parte del club de personas que odio en tiempos apocalípticos; los de mi lista pre-apocalíptica ya están muertos.
—Estamos bien —objeta Rick.
Gregory sigue actuando como si no escuchara a Grimes. Agrega al instante: —Jesús les montará donde pueden ducharse.
Paul, apenado, nos lleva hasta los baños. Espero pacientemente mi turno. Dentro de la mochila tengo ropa limpia, pero uso la misma, ningún anciano raro mañoso va a decirme que hacer. Las habitaciones son igual de rústicas que la casa, en esta nueva realidad lo rústico parece moderno. Nos dividimos en tres habitaciones, Michonne es la primera en ducharse, con Rick esperamos en el pasillo para darle más privacidad. El líder de mi comunidad y yo mantenemos un silencioso ambiente que empieza a tornarse incómodo, casi estoy por sugerirle meterse con Michonne a la ducha mientras yo disfruto de mi soledad en el pasillo, pero sería algo inapropiado de mi parte hacer esa sugerencia.
Juego con el cierre de mi chaqueta.
—¿Viste las vacas? Son gigantes.
Mentalmente me golpeo por el tema tan estupido de conversación que acabo de sacar, razones como estás son el motivo de por qué simplemente tenia una amiga en la preparatoria. La risa de Rick al escuchar mi pregunta me hace sentir tonta. Trágame tierra.
—Son grandes, sí —responde divertido. Muevo la cabeza de manera afirmativa, no abriré la boca nunca más, ni para pedirle la hora—. ¿Cómo van las cosas con Daryl?
Al diablo con lo de no volver hablar.
—Bien, supongo —sigo jugando con la cremallera aún. Concentro los ojos en una extraña mancha en mi blusa. Hablar con Rick sobre Daryl es como hablar con mi papá sobre mi novio; sin contar el hecho de que estos dos son mejores amigos. El desconcierto en su cara me inclinan a fundamentar más mi respuesta—. Digo, van bien las cosas. No es que vayan mal o me queje, simplemente es que van bien... a mi parecer van súper, es decir, no me habla en ese tono molesto con el que le habla a todo el mundo ni hace esos extraños sonidos que parecen gruñidos, ¡Y ya vez que vivimos en la misma casa!
La rapidez y torpeza con la que hablo le causan más gracia todavía.
—Me alegro por los dos —dice, apretando levemente mi hombro. Su sonrisa se me contagia. Poso mi mano sobre la suya agradecida.
Mi papá reaccionaría diferente si supiera que estoy saliendo con un hombre que me duplica la edad, peor aún si se enterara que dormimos juntos. De él seguir vivo habría terminado con alguien como Spencer o soltera toda la vida.
—Conozco a Daryl desde que empezó todo casi —agrega, mirando hagia la puerta de la habitación donde está Dixon—. Jamás lo vi relacionarse con alguien sentimentalmente. Si tan sólo hubieras escuchado la forma en la que hablaba de ti allá afuera.
—Presiento que eran más quejas que cosas buenas. Cada cinco minutos me perdía que cerrara la boca.
—Pero le agradabas —resalta. Reímos recordando algún momento específico de Daryl diciendo lo odiosa que soy—. A lo que quiero llegar es... le importas demasiado. Sé lo inexpresivo que es en ocasiones, y sólo quería decirte que le tuvieras paciencia.
—Hablas como una señora que está dando en adopción un cachorro. Tenle paciencia, es un poco bruto —imito la voz de una señora—. Gracias por el consejo.
Michonne asoma su cabeza, haciendo una seña para que entre el siguiente. Hago un gesto con la barbilla indicándole a Rick que vaya él.
—Ve tú —replica.
—Pff, ningún anciano me dirá cuando bañarme, y menos uno que use traje con resortes —objeto, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Acabas de notar que gruño igual que Daryl? —habla Michonne incrédula, señalándome con su dedo acusador y una sonrisa burlona.
—Si, lo oí —corrobora Grimes, con una sonrisa igual a la de ella.
—No le gusta bañarse y además gruñe, se le están pegando las mañas de Daryl —sigue Michonne.
—Nada más falta verla cargando con un montón de ardillas —Rick sigue alimentando la broma de Michonne.
—Oye, Daryl, ¿a que no sabes lo que acaba de pasar? —Michonne se gira al escuchar una puerta abrirse.
—¡Basta! —espeto.
Las mejillas me arden, no necesito un espejo para confirmar que mi cara debe estar del tono de mi cabello y chaqueta; las risas burlonas de la nueva pareja no ayudan, tomo mi mochila encontrando como una salida el entrar a la habitación a encerrarme al baño. Las burlas las tolero, pero su mirada no; los ojos de Daryl pueden hacerme sonrojar con tan solo verlo más de cinco segundos. Simplemente me ve y yo ya soy un sol al rojo vivo.
No voy a exponer mi debilidad, me niego. Michonne se aparta antes de casi machucarle la mano con la puerta.
Apoyo la frente en la puerta. Debo aprender a controlar mis nervios.
Marcus. Betty. Gil Drew. Nahia
Ruby. Isaac
Aquí les dejo unas ilustraciones de como imagine los personajes y quienes terminaron siéndolo.
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