Capitulo 43

Tres cosas vienen a mi mente en este preciso momento: La armería, buscar a Ruby, y los niños Grimes.

Desenfundo mi arma, remuevo el seguro.

—Isacc, ve a ala armería y asegúrate que ninguno de ellos entre —ordeno, disparando a uno de los bandidos.

—Tengo que buscar a Ruby —dice.

—¡Escúchame! Ruby esta bien, ella sabe cuidarse sola, ¿ok? Esta con Maggie y Deanna fuera de la comunidad. Ahora has lo que te digo y ve a la armería.

—¿Tú que harás?

—Cazar mariposas. ¿Pues que crees que voy hacer? —uno de ellos viene detrás de Isacc, lo apartó y derribo al tipo de dos disparos—. Saca tu arma, por Dios santo, Beeckman. Mata a todo aquel se te ponga enfrente de estos bastardos... y asegúrate de perforarle la cabeza.

Clavo la hoja del cuchillo en el cadaver, asegurando así que no se convertirá en caminante. Corro por la comunidad hacia la casa de Grimes, él sabe defenderse, pero no quita el hecho de que uno de ellos pueda entrar y hacerle daño. Asaltan las casas y matan a todos los que se les ponen enfrente.

Los llamados de auxilio de una señora a unos pocos metros de distancia llaman mi atención. Veo en primera fila como le parte el cráneo de un solo golpe, su cuerpo desplazarme y morir sobre su misma sangre. El tipo me ve, debo de haber echo algun ruido o haber jadeado demasiado fuerte, corre hacia mi alzando su machete.

—Por favor no —suplico lloriqueando. Me hecho a correr hasta esconderme entre dos cosas, el hombre ríe y viene por mi. Guardo mi arma y tomo mi espada, piensan que podrán vernos aquí y masacrarnos, están equivocados.

Cuando el hombre aparece en mi campo visual alzo mi espada y le corto la cabeza, el incervible cuerpo sin cabeza cae a mis pies, salpicándome de sangre en el trayecto y su cabeza ruedo unos centímetros. Su expresión de sorpresa queda grabada en mi cabeza, agregando un muerto más con el que debo cargar. Perforo su cráneo antes de retomar mi camino. Varios residentes tienen armas y salen a defender su hogar. El arma me serve mejor en estos momentos, es lo más rápido que tengo para acabar con ellos sin necesidad de terminar bañada en sangre.

Una bocina retumba en los alrededores. ¿Que mierda ocurre? Primero bandidos y ahora una bocina ruidosa. Estoy comenzando a pensar que los de la horda están mejor que nosotros. El ruido se escucha por unos minutos hasta que es silenciado, al menos alguien más se encargo de esa cosa.

Llego por detrás de una mujer que está cortando en pedazos lo que antes era conocida como la señora Miller. La ira corre por mi sistema, no pienso, sólo actúo; quiero hacerle pagar por haber matado a una mujer tan dulce como la señora Miller. Saco la espada otra vez, le separo el brazo con el que está sosteniendo el machete del hombro.

Sus gritos de agonia no logran causar ni un efecto en mi.

—Maldita perra —espeta.

Le corto el otro brazo por la mitad.

—Pagarás por todo el daño que has hecho. Ella era la señora Miller —apunto al cuerpo a su lado—. La quería como si fuera mi abuela y tú la mataste.

Clavo la hoja en su estómago. A estas alturas ya se ahoga con su sangre, está agilizado de dolor. Con todas mis fuerzas voy moviendo la espada dentro de ella hasta que la hoja llega a su pecho, la veo desangrarse. Termino el trabajo. Es enfermizo, lo sé, pero jamás supe como controlar esto que se apodera de mi; les hice lo mismo a los dos hombres que intentaron robarnos a Ruby y a mi en ese segundo grupo que estuvimos.

Es como si una versión oscura y perversa de mi saliera a la luz para hacer pagar a todos.

Un hombre y una mujer se paran a cada lado. Debí estar banstante tiempo mirando el destrozado cuerpo de su amiga, tanto que tuvieron tiempo de venir.

—Pagarás por eso —brama la mujer, refiriéndose a su amiga.

—Y ustedes perderán la cabeza —hablo monótona.

Afirmo bien mi espada. Los dos se abalanzan sobre mi, al hombre le clavo la espada bajo el mentón, atravesándole la cabeza; el tiempo viene sobre mi, no alcanzo a sacar la espada, así que no tengo de otra más que meterle una bala entre los ojos a la mujer.

Recuerdo la promesa de Marcus. Sólo es una calle hasta la casa de Carl; Carl sabe cuidarse solo y Marcus no, él suele hacerse daño con una hoja de papel... él me necesita y yo prometí protegerlo. Debo ir a buscarlo, llevarlo a un lugar más seguro.

—¡Betty!

—¿Carol? —pregunto asombrada al verla vestida como uno de ellos, hasta trae la W en la frente. Trae con ella una bolsa de la cual extrae otra arma, me la ofrece.

—Tómala. Ruby está en la armería con Olivia —informa rápido.

—¿Viste a Marcus?

—No.

—Bien —murmuro, yéndome.

De la misma forma que una rata, me escabullo entre las casas, los arbustos y todo aquello que me sirva como escondite. Al llegar a la casa la puerta principal está abierta, las ventanas hechas pedazos, mi corazón late con fuerza. Entro sigilosamente por si todavía hay alguien aquí dentro, la cocina está vacía para suerte mía la casa es de un solo piso. La sala esta hecha un desastre, cosas tiradas por todos lados, llama mi atención algo que sobre sale del sofá que está espaldas a mi.

Con temor de descubrirlo me acerco lento. Siento cierto alivio al descubrir que no es Marcus, pero también tristeza al ver a su padre muerto; le apuñalaron en pecho repetidas veces. Dejo la espada y el arma para agarrar mi cuchillo y perforarle el cráneo.

—Le juro que cuidare bien de su hijo —paso la mano por su rostro para que cierre los ojos.

Abro puertas tras puerta, pongo la casa patas arriba. No está aquí.

Desesperada comienzo a buscarlo por toda la comunidad. En cada calle hay cadaveres tirados, a donde sea que mires encuentras sangre. Más bandidos ya no hay, se han ido o hemos matado a todos. La comunidad es un basurero. El pánico sube por mis venas al no hallar a Marcus. Miro en todas dirección, esperando verlo, escuchar que volvió a cortarse con papel o tiene un nuevo raspón, ver esos ojitos saltones que dan miedo. Nada de eso pasa. Halo mi cabello, no pude haberle fallado, se lo prometí.

—¿Estas bien? —Ruby escanea todo mi cuerpo.

—Le falle —mi voz se quiebra, estoy al borde del llanto—. Ruby, le prometí que si algo ocurría iría por él y le falle.

—Tranquila. ¿De quien hablas? ¿A quien le fallaste? —sujeta mis manos, evitando que me siga haciendo daño.

—A... a-a Mar-Mar... —las palabras se atoran en mi garganta— Marcus —logro decir al fin.

—Él esta bien, Betty —frota mis brazos, sonríe para tranquilizarme—. Está en la casa, lo deje ahí antes de irme a la armería.

—¿De verdad?

—¡Si! Él estaba corriendo con el tonto de Cerbero, el estupido perro seguía ladrándole a todos, nada más era cuestión de que un bandido lo viera. Por suerte los encontré. Anda ve a verlo.

Salgo como tren bala. Voy a golpearlo por a él y al estupido perro, casi hacen que me dé un maldito infarto, pero aún, una depresión aguda. Claramente le especifiqué que se fuera a su casa al armario y yo lo buscaría, ¿que tenía que andar corriendo con el perro por la caminuidad?

El alma vuelve a mi cuerpo al verlo sentado en la sala con Isaac.

—¡Betty! —salta del sillón al verme.

Voy a su encuentro. Le doy un manotazo al tenerlo cerca.

—Infeliz niño del demonio, te dije que te fueras a tu casa, TU CASA. Yo iba a buscarte —soba su mallugado brazo. Lo estrecho fuerte entre mis brazos—. Haz lo que te digo la próxima.

—Mejor que no haya una próxima.

Estoy comenzando a parecerme a mi madre.

—Estaba preocupado por ti —confiesa, separándose de mi—. ¿A quien iba a darle esto?

La mitad de un corazón, sobre este está escrita la palabra amigos, sólo le falta un pedacito de cordón o una cadena para que pueda ser un collar.

—Eres mi única amiga —revela.

Tomo el pequeño dije, es un lindo detalle de su parte. Me saco el collar de Ruby, quito el pequeño nudo, ahora tengo dos dijes de diferentes amigos. Hay mucho que limpiar y estando aquí no vamos a terminar más rápido.

—Marcus, quiero que te quedes aquí, ¿ok? Debo ayudar a limpiar.

—Quiero ayudar también —habla enérgico.

—No. Te vas a quedar aquí en la casa hasta que vuelva. Si quieres ayudar ve al patio y arranca toda la hierba muerta, mañana haremos un jardín —alboroto su cabello.

—Paso —se lanza al sofá cruzando los brazos—. Me quedaré aquí sentado, enojado contigo por no permitir que les tide a limpiar la comunidad. Ya no soy un niño.

Técnicamente lo sigue siendo; pero ¿quien soy yo para tumbarlo de su nube de testosterona?

—Como sea. Cuídalo —le digo a Beeckman.

—Si.

Salgo de la casa. Por lo visto todos mis conocidos se enojan conmigo hoy. Consigo una carreta en la cual poder transportar los cuerpos; leí por ahí que las personas pesan más muertas que vivas. Bien tendré que vivir con un dolor de columna de aquí en adelante. Empiezo por los cuerpos en la acera de mi casa, dos hombres y una mujer, ninguno sin la cabeza perforada, gracias al cielo no se han convertido o sino sería peor.

Subir el primero fue toda una odisea, el segundo ni se diga y ya para el tercero quedó agotada. Llevo los cuerpos a donde están amontonando los demás; los bandidos agrupados en un lado y los de la comunidad envueltos en sabanas blancas para ser enterrados más tarde. Típico en el fin del mundo. Continuó transportando cuerpos, hasta que recuerdo al padre de Marcus; si a él se le ocurre ir y ve a su papá en ese estado ahora si quedará devastado.

Dejo mi transporta cadaveres pegado a las escaleras, será más fácil así bajar el cuerpo. Tendré también que venir a limpiar todo. Busco algunas sábanas con las cuales envolver el cuerpo. A un completo desconocido si fui capaz de atravesarle el cráneo, en volverlo en sábanas y darle un entierro digno, cuando a mi propio padre ni siquiera pude hacer lo primero que a éste hombre. Eso quedó en el pasado, pienso, déjalo ir ya. Lo más rápido que mi mala condición me lo permite, llevo el cuerpo hasta el cementerio para enterrarlo más tarde y poder volver a limpiar la casa.

Detengo la marcha al ver las puertas ser abiertas, la esperanza de que sean ellos crece en mi pecho, pero así como lleva se esfuma al ver a Michonne y Heath cargar a Scott. Mi intuición grita alerta por todos lados, algo salió mal, debió hacerlo porqué nada más son ellos tres, faltan todavía Glenn, Nicholas, Annie, David, Sturgess y los demás.

—¿Qué le ocurrió? —pregunto, corriendo hacia ellos para tomar el lugar de Michonne.

—Una bala le dio en la pantorrilla. —responde Heath.

—Michonne, Denise está en la enfermería, avísale que prepare, por favor.

Corre a la enfermería. Otro habitante viene a ocupar el lugar de Heath, literalmente tengo que correr para seguirle el paso a este hombre. Denise tiene la cama despejada cuando hemos llegado.

Otro cuerpo reposa sobre la camilla, Holly, una gran herida atraviesa su torso de lado a lado, Denise está cubierta de sangre y por su estado deduzco que hizo lo que estuvo en sus manos por salvarla.

—Denise, necesito que me ayudes —remuevo el torniquete de la pierna de Scott, revelando la gran herida y prologando la pérdida de sangre—. Denise...

—Yo... no puedo, perdón.

—¡Denise! —la llamo al verla irse.

Genial, esto es increíble. En mi vida he sacado una bala y ahora tengo que hacerlo si o si. Conectó la máquina ECG, para ganar tiempo para pensar qué hacer mientras.

—Trae a Rosita —digo a nadie en especial.

—Betty, puedes hacerlo. —alienta  Michonne—. Dime cómo te ayudo.

Su ritmo cardiaco es muy alto. Lo principal es calmar el dolor; le inyecto 2 mg de morfina por el momento, su ritmo cardiaco baja considerablemente.

—Ayúdame a desvestirlo.

El hombre sale de la enfermería dejándonos trabajar. Sujeto mi cabello en una coleta y voy a lavar mis manos, tomo unos guantes y la pinza (que a mi pensar) es la necesaria para extraer la bala. Mire muchas veces la mini serie de doctores, sacarle la bala es pan comido ¿no? desinfectar la herida también lo es, espero.

—¿Qué fue lo qué pasó? ¿Donde están los demás? —pregunto para no pensar en el hecho de que algo puede salir mal.

—Todo iba bien hasta que la bocina comenzó a sonar. La mitad de la horda se desvió. Annie se fracturó el pie, a Scott lo hirieron y los demás murieron, Glenn y Nicholas harían algo para distraer a los caminantes para que nosotros pudiéramos cruzar el pequeño pueblo y traer a Scott; dijo que si no podía hallaría la forma de indicarnos que estaba bien —dice.

—¿Daryl, Sasha y Abraham?

—Ellos aún siguen guiando a la parte de la horda que sobra.

Funciono, dejo la bala sobre la superficie de la mesa y procedo a desinfectar la herida.

—Debo decirle a Maggie lo de Glenn.

—Ve, ya tengo todo controlado —cubro la herida con un vendaje.

Un trabajo extra de las enfermeras son los baños de esponja, Scott necesita uno pronto. Monitoreo su ritmo cardiaco y su temperatura. Mi vista recae en el cuerpo de Holly, lo primero que viene a mi mente es Denise, debe estar devastada. Mentalmente me recuerdo ir a verla en cuanto termine de limpiar aquí.

Busco una golosina o algo para comer. Es tarde y no tengo nada en el estómago más que el café de Dixon en la mañana. Una barra de granola sin abrir, claramente Rosita la escondió, está en la cocina en uno de los cajones.

—Eres horrible escondiendo cosas Espinoza —rompo la envoltura.

Aplico otros dos miligramos de morfina a Scott. Es horrible que te disparen, duele infiernos.

Bien dicen que después de la tormenta viene la calma, pero lo que olvidaron agregar es que ésa maldita tormenta venía con secuela, y esta vez gruñe y quiere derribar los muros. La comunidad se llena de gruñidos, por un segundo pienso imaginarlo pero eso queda descartado al ver a todos correr a la entrada. Cierro la puerta de la enfermería asegurando la vida de Scott en caso de que pase el derrumbamiento de los muros.

Al igual que una oveja sigo a los demás, Rick esta aquí, bañado en sudor, ensangretado y herido. Si él está aquí trayendo una horda media horda de caminantes, ¿debo pensar que los demás están bien? ¿Tengo que guardar la compostura?

No explica más que lo mismo que minutos antes Michonne me dijo. Dando por entendido que estamos jodidos ahora, rodeados y jodidos.

¿Necesitamos eso? Ustedes digan.

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