Capitulo 38
Algunos de los espectadores hacen el intento de apartarlos. Jessie recibe un golpe por parte de su esposo al sujetarlo del brazo con la intención de que parara de golpear a Grimes. Eso parece enfurecer a Rick, que con toda la fuerza que tiene, logra poner a Pete contra el pavimento y comienza asfixiarlo.
Carl le pide que pare pero Rick estar sordo, no escucha nada. Aparta a su hijo para seguir ahorcando a su rival.
—Va a matarlo —susurra Isaac preocupado.
—Claro que no. Rick tiene sus límites —digo. Aunque viéndolo así con el rostro todo ensangrentado y con esa mirada perdida, no estoy tan segura de mis palabras.
Isaac toma mi brazo para detenerme cuando camino apresurada hacia ellos, logro zafarme.
—Rick, detente de una maldita vez —le digo. Lo agarro de donde puedo, forcejeo pero esta como poseído porque no suelta a Pete, es como si fuera parte de él—. Basta.
Deanna llega al rescate.
—¡Diablos, Rick, basta! —ordena firme— ¡dije que basta!
Por fin deja en libertad al malherido y medio muerto de Pete, no sin antes murmurarle una amenaza. Creyendo que todo termino suelto a Grimes, lo que da oportunidad para que saque un arme de detrás de su pantalón y apunte a los Alexandrianos que se acercan a Pete.
Mierda. Esta más loco de que creí. Gira, esta vez apuntando a los que están a su espalda, incluida yo. Alzó las manos por instinto. Lo último que necesito es una bala en la cabeza.
Pensándolo bien me haría un favor.
—¿O qué? ¿Me van a echar? —ironiza, agitado por el esfuerzo que la pelea.
—Baja esa arma, Rick —pide la líder de la comunidad, cambiando su tono autoritario por uno más relajado.
Todos cambiamos cuando nos apuntan con un arma.
—No lo entienden. —habla el alguacil. Sacando de sus adentro lo que en realidad piensa sobre estas personas. Sobre su forma de sobrellevar el Apocalipsis. Sobre esta versión de lugar feliz— ¡Ninguno! Sabemos lo qué hay que hacer y lo hacemos. Somos los que sobrevivimos. Ustedes se quedan sentados, planean y vacilan. ¡Y fingen que lo saben! Pero no.
A no muchos metros de nosotros se escucha como Sasha acaba con los caminantes. Las palabras que Rick dijo hace unas horas cuando me separo de Nicholas vienen a mi mente, me dan ganas de usarlas en su contra. Si quería decirles estas cosas a todos debió de hacer una reunión en casa de Deanna, decirles todo y no agarrarse a palos con el cirujano de dos metros.
Isaac posa una mano sobre mi hombro, tira de la manga de mi chaqueta para hacerme retroceder, me dejo llevar por su gesto.
—Quisiera que las cosas no fueran como son. —prosigue— ¿Quieren vivir...? ¿Quieren que éste lugar siga en pie? No podrán hacerlo a su modo —estas palabras van dirigidas a Deanna—. Las cosas no se rigen porque ustedes lo desean... desde este momento tenemos que vivir en el mundo real. Tenemos que controlar quién vive aquí.
—Eso jamás había sido tan evidente como ahora —resalta Deanna.
Observo los rostros de los presente, todo aquel que no es de nuestro grupo mira a Rick como si hubiera perdido la cabeza, y en cierto, también creo que lo hizo. Su cara toda llena de sangre, su comportamiento, esos ojos que reflejan cierta locura demuestran lo que es la dura vida fuera de estos muros; sólo quiere una vida buena para sus hijos a cualquier precio. Incluso después de haber pasado por el mismo infierno allá afuera, él parece ser el que quedó más afectado.
—¿Por mí? ¿lo dices por mi? —mira indignado y sarcástico a Deanna, esperando que serio semblante cambie y diga que es broma. Pero no pasará—. Ustedes destruirán este lugar para que mueran personas. Ya hicieron que mueran personas y no voy a quedarme parado a ver cómo pasa. El que no pelea morirá —señala, afirmando un hecho que cualquiera fuera de estos muros sabe muy bien.
—Esto se pondrá feo —digo, susurrando lo que pienso al ver como Michonne se aproxima y noquea a Rick de un golpe en la nuca.
Deanna ordena llevar a Pete a la enfermería y a Rick a otro lado hasta que las cosas se calmen. Le pido a Gleen e Isaac que lo lleven a mi casa en lo que voy por lagunas cosas a la enfermería para curarlo. Rosita se encarga de curar a Anderson cuando llego a la enfermería.
Hablamos en lo que reúno lo necesario para atender al otro herido.
Al volver a casa dejo mis cosas en la entrada, liberándome de cualquier cosa que impida hacer bien mi trabajo. Al poner un pie en la sala me encuentro a medio grupo ahí, Ruby entre ellos. Las grandes ojeras delatan que no ha dormido bien, le regalo una leve sonrisa al momento de que sus ojos se posan en mi, devuelve el gesto pero le sale más parecida una mueca.
Empiezo por limpiar su cara teñida en escarlata. Le curo los pequeños cortes y cubro cada uno de ellos.
—¿Alguien sabe por qué comenzó todo? —pregunto a nadie en específico.
—Pete golpea a Jessie —confiesa Carol.
Todas las miradas caen sobre ella exigiendo una explicación. Hasta dejo de curar a Rick para escuchar con atención.
—Sam, su hijo más pequeño, pregunto si podría tener un arma —continúa—. Le pregunté para que la necesitaba y salió corriendo. Fui a su casa a buscarlo y Pete se comportó extraño, ahí me di cuenta de lo que pasaba y le conté a Rick. Presiento que lo que ocurrió tiene que ver con que Rick haya confrontado a Pete.
—Tiene mucho sentido —farbulla Ruby.
Prosigo con las curaciones.
—¿Vieron la cara de Deanna? Parecía convencida en expulsar a Rick. Hay que decirle el por qué lo hizo así puede replantearse el echarlo —argumento.
—Ella ya lo sabe. —habla Isaac con un tono incómodo y apenado—. Escucho sin querer la conversación que Rick y Deanna tuvieron en el cementerio; ella le confesó ya saber lo que el cobarde de Pete hace.
—¿Y no lo han echado? —interroga Maggie, sorprendida.
—Es el único en toda la comunidad que sabe sobre medicina. Dice que es valioso y no pueden darse el lujo de perderlo —responde.
—De verdad que todos acá están locos —meneo la cabeza.
El pendejimos de estas personas en verdad que te deja con el ojo cuadrado. No echar a Pete por el simple hecho de que es cirujano, pero el que golpee a su esposa si está bien, ¿Tienen mierda en el cerebro? Por supuesto que si.
Maggie anuncia que regresará con Deanna para ver lo hará. Carol se va para estar con Jessie y los chicos.
—Lo más sensato que los Monroe pueden hacer es cambiar a Pete a otra casa. —opina Ruby.
—Iré a ver como va Pete —Isaac desaparece en un parpadeo.
Al final quedamos sólo Ruby, Michonne y yo, junto con el inconsciente Sheriff Grimes. Su mano derecha está igual de lastimada que su cara. Curó sus nudillos y vendo su muñeca. Olvide los desinflamatorios; seguro le dolerá horrores la cabeza cuando despierte mañana.
—Debi volver a la enfermería, olvide algo. No tardo —tomo las cosas de la enfermería para devolverlas. Ruby se encarga de levantar los algodones con sangre y la demás basura.
En la enfermería ya no hay rastro alguno de Pete. Completamente todo en silencio. Pongo todo en su lugar, en la libreta busco el medicamento más efectivo para Rick, debato entre la aspirina, ibuprofeno, o naproxeno; opto por el último. El susto de mi vida me lo llevo al ver a un mocoso de ocho años parado a la mitad de la enfermería, está ahí observándome con sus ojos saltones y curiosos.
Marcus (uno de los pocos niños en la comunidad) está de pie mirándome sin proferir palabra alguna. Es algo peculiar en algunos sentidos; como por ejemplo: que es escurridizo y tiene una mirada que lo hace ver como un acosador o como el próximo Jack el destripador.
—Marcus, para la próxima que te aparezcas así juro que te voy a lanzar lo que sea que tenga a la mano —me sostengo de la camilla.
—Lo siento. Te he estado buscando toda la tarde —dice. Camina hasta estar a mi lado, bajo la vista a causa de su estatura de pitufo—. Dijiste que viniera por mi medicamento.
—¿Medicamento? —frunzo el ceño. Examino la cuartilla donde escribí los datos del niño. Recuerdo que llego con un malestar, mas no recuerdo cuál. Aunque tenga mirada aterradora y unos ojos saltones, es buen chico, muy curioso; demasiado para desesperar a una persona con poca paciencia como yo—. Ya lo recuerdo, tengo que darte el antibió... —ya no está a mi lado sino allá mirando a Tara— Mocoso, eres escurridizo y das miedo, ¿lo sabias?
Lo sé: hablo con una sutileza mejor que la reina Isabel.
—Mi nombre es Marcus —me mira por sobre su hombro.
—Como sea —bufo.
Pobre de Tara si despierta, sé en carne propia lo que es ver esos ojos así como de repente. Le traigo un vaso de agua para que pueda tomar el medicamento; ha estado viniendo con frecuencia, cada día tenía una enfermedad diferente o una herida. Al regresar lo encuentro ya arriba de la camilla.
—¿Sabes qué? Te pondré una campanilla. —le entrego el agua y la pastilla.
—Si los muros se desploman, y los monstruos entran, ¿irias por mi? —dice de repente.
Su pregunta me toma desprevenida. Si los muros llegarán a colapsar iría por la gente de mi grupo, luego vería a quien de aquí puedo ayudar. Su rostro está más serio que de costumbre, no es ninguna de sus cuestiones irritantes, es una pregunta de verdad. Ya que no sé de qué forma responder sin que suene mal, porque si le digo que sí, estaría firmando una promesa que en realidad quien sabe si pueda cumplir.
—Los muros resistirán. Reg los hizo —le recuerdo.
Mi respuesta no lo tranquiliza.
—Pero si, hipotéticamente, llega un huracán y lo único que se lleva son los muros. ¿Lo harías? —repite l pregunta. Sus grandes ojos que derrochan curiosidad son opacados por la tristeza más grande, como ver los ojos de un cachorro literalmente—. Mi mamá murió. Vi como los monstruos le comían la cara... a veces tengo pesadillas a causa de ello. Papá ya no es el mismo desde ahí; se volvió loco, y apenas recuerda que existo. De no ser por Aarón y Eric estaríamos muertos.
Aparto la mirada. Las lágrimas pican mis ojos.
<ni se te ocurra llorar, maldita> pienso. Paso varias veces saliva hasta tragarme el nudo en mi garganta.
—Voy a contarte algo, pero será nuestro secreto, ¿ok? Todo paso hace mucho, meses después de que todo empezará. Íbamos Mi papá y yo de camino a Atlanta junto con mi amiga Ruby y su hermana. Yo era una cobarde, temblaba y me echaba a llorar cada vez que uno de los monstruos aparecía; aun después de que mi hermano me enseñó a disparar armas. Papá cuidaba de mi como si de una bebe se tratase, tengo dieciocho —sus ojos se abren en sorpresa al escuchar mi edad. A excepción de Ruby, Marcus sabrá la historia de lo qué pasó aquel día—. Decidimos dormir en el bosque por esa noche, en mitad de la madrugada un grupo de monstruos apareció; papá y Patty y Ruby pelearon para sobrevivir, mientras yo estaba en shock y gritaba cada que una de esas cosas se me acercaba.
—Eso suena a lo que yo hago —dice en voz baja, apenas alcanzo a oírlo.
—Mi papá murió, Marcus. Bajo la cuardia un segundo. Fue a tranquilizar a la llorona de su hija, estaba tan enfocado en ello que soltó su espada, olvido todo. Dos monstruos salieron de la nada, mordieron su cara y su costado izquierdo; Patty y Ruby se encargaban de otros caminantes que aparecieron con el mega grito que di al ver mi papá ser devorado... —limpio algunas lágrimas que bajan por mis mejillas—. Acortare la historia: Patty también murió. Estuve con mi papá hasta que murió y se convirtió en uno de ellos, su última voluntad era que lo matara para impedir que pasara eso; me quede con sus armas y algunas de sus cosas. Lloré por muchos días hasta que pensé que a él no le gustaría verme así sino luchando al igual que él. Me volví alguien valiente. Ya no temblaba al matar monstruos, si se trata de defender a la poca familia que tenía me volvía fría y no me importaba mancharme las manos de sangre con tal de que ellos vivieran.
—Haces lo que tienes que hacer —juega con sus dedos, ansioso y a la vez pensativo—. ¿Crees que también me volveré alguien valiente?
—No tengo la menor duda, Marcus.
—¿Puedes enseñarme?
Inclino afirmativamente. Nos quedamos en silencio unos minutos. ¿Qué cosas pasarán por su cabeza? Sin decir palabra alguna comienza a irse.
—¡Hey! —lo llamo. Gira—. Si hipotéticamente los muros llegan a caer, quiero que vayas a tu cuarto, cierres bien la puerta, no hagas ni un ruido y esperes a que yo vaya por ti. Prometo que llegaré.
—Hecho.
Hasta que veo su pequeña silueta ser tragada por la oscuridad de la noche vuelvo a poner manos a la obra. Doy el medicamento a Rick. Ceno algo antes de irme a cubrir mi turno en la torre; cuatro horas súper divertidas solamente yo y mi triste soledad.
Pareceré una mala amiga al no estar con Ruby ahora o preguntarle cómo está, pero es que así son las cosas entre nosotras. Desde Atlanta decretamos que jamás volveríamos a llorar una frente a la otra porqué sólo empeora todo. Tobin junto con dos hombres más me siguen al ir por el rifle que necesito para hacer la guardia, Olivia lo pone en sus notas y permiten que me siga mi camino (seguida de nuevo por los tres hombres). Deanna no pierde tiempo; vigilancia en la armería las veinticuatro horas, es excesivo pero necesario.
Relevo a Abraham en la torre. Intercambiamos unos halagos disfrazados de insultos para aligerar la tensión. ¿Quien iba a pensar que un tipo de metro ochenta de altura y doscientos kilos de puro músculo, sería tan divertido? Su saludo de amor y paz es único.
Tanto las mañanas, como las tardes y noches, se vuelven heladas anunciando la llegada del invierno. Dejo de peinarme para que mi cabello me proporcione algo más de calor, uso diario mi chaqueta junto con un suéter que Enid me presta. Comienza a preocuparme el que Daryl y Aarón no hayan vuelto, pasaron tres días; ya deberían estar aquí.
El miedo de haberme quedado viuda y sin marido al mismo tiempo embarga todo mi cuerpo poniéndome los nervios a flor de piel.
—¿Te enteraste de la asamblea en casa de los Monroe?
Ruby está apoyada en el marco de la entrada a la cocina. Luce un poco mejor que ayer.
—Si. Es de lo que todos hablan. Aún creo que es una estupidez echar a Rick —la miro rebuscar en la alacena algo que comer.
—Las personas son estupidas —corrobora—. Ahora si entiendo esa frase que rezaba: hice mil cosas bien y nadie dijo nada, hice una cosa mal y ya soy de lo peor.
—El defender a una mujer no es una cosa mala —replicó.
—Obvio no; sin embargo ella no es cualquier mujer. ¿Sabias que Rick gusta de Jessie?
—¡No me jodas! ¿hablas en serio? —grito en un susurro como si alguien fuera a escucharnos, siendo que estamos nosotras solas en la casa.
—Muy en serio, —afirma— los vi en la fiesta y Rick no dejo pasar la oportunidad. Creo que a Jessie también le gusta Rick.
—¡Vaya! Jamás pensé llegar a escuchar algo así. Lo bueno que Carl y Ron son amigos, aunque si entre sus padres llega haber algo, ve tú a saber cómo lo tomen los Anderson.
—Mi cerebro explotó luego de unir cabos. Olvide decirte que hablé con Eric para preguntar cuándo volverían Aarón y Daryl; dice que llevaban comida para un o dos días más, posible vuelvan mañana —informa, dando un giro inesperado a la plática.
Una parte de mí se relaja al escucharla. Otra se alegra de volver a ver a mi amiga sonriendo por lo menos unos segundos.
—Y hablando de Daryl... dime por favor que no seré tía tan pronto, porque si están teniendo sus precauciones en sus encuentros cercanos de todo tipo, ¿verdad? —enarca inquisidoramente las cejas.
—¿A caso nos crees unos insensatos? —preguntó ofendida.
—Hablamos de ti y Daryl; tengo mis razones para dudar —argumenta.
—Hablemos de otra cosa que no sea mi vida sexual; tu nuevo corte para variar, te queda lindo. En la prepa siempre dijiste que querías tener el cabello corto —sonrío ante el recuerdo.
—Gracias. Maggie ayudó a cortarlo —sonríe, tocando su cabello—. Un niño raro de ojos saltones con boca como del gato rison vino esta mañana a preguntar por ti.
—Su nombre es Marcus —aclaro. Checo la hora en el reloj de pared, casi es hora de ir a ver a Tara—. Le prometí enseñarle a defenderse.
—¿Creí que odiabas a los niños? —sonríe burlona.
—A los que colman la poca paciencia que tengo, sí —corrijo.
Puedo imaginarme como maestra de primaria o preescolar: lloraría junto con los niños. Me encamino a la entrada dispuesta a caminar por los alrededores para no asistir a la asamblea en casa de Deanna.
—¿No vendrás? —cuestiona al verme ir en dirección contraria a ella.
—En un momento. Tengo que hacer algo antes —señalo con el pulgar sobre mi hombro.
—Está bien —acepta no ya convencida.
"La cosa" importante es ir a ver donde es la dichosa casa de Marcus; le prometí ir a ella cuando algo saliera mal pero ni siquiera sé cuál de todas es. Pregunto a Holly el paradero de la residencia Taylor, señala el lugar a toda prisa porqué se le hacía tarde para la asamblea.
Dicha casa se encuentra en penumbras, excepto por la cocina; ahí distinto una pequeña figura sobre una silla intentando tomar un objeto de la alacena. Estoy tanto tiempo mirando su casa que hasta me quedo sentada sobre la acera, pensando en muchas cosas que apenas soy capaz de notar que la noche ya reina y el frío cala hasta la médula. Mi nariz está helada al igual que la punta de mis dedos.
Sacudo mi pantalón. Me abotono la chaqueta lentamente por el frío que entumece mis dedos, meto las manos en los bolsillos. Aprecio las estrellas e intento encontrar alguna constelación, la que sea; aunque pensándolo mejor, debo saber primero la figura de cada constelación para poder encontrarla.
Mentalmente golpeo mi frente.
Apestoso está recostado sobre un peldaño, al verme se incorpora y comienza a mover su cola.
—Hola, Apestoso —planto un beso sobre su peluda cabeza—. ¿Me extráñate?
Llevo más horas de las planeadas; sin embargo, pude quitarle el mal olor a Apestoso, también las garrapatas. Fue un cambio de imagen completo. Tanto que es absurdo que tenga ése nombre.
—¿Que te parece si te cambio el nombre a... Anubis? ¿Te gusta? —acaricio su cabeza hasta su lomo—. O ¿prefieres llamarte Cerbero? Cuidarías de la entrada al inframundo. Un temible perro de tres cabezas.
Lame mi antebrazo.
—Bien, Cerbero, es hora de que vayamos a dormir —palmeo su pecho antes de ir abrir la puerta.
En lugar de entrar se vuelve a echar en el escalón. Ruby lo meterá después.
Un sentimiento culpuoso invade mi pecho por no haber asistido a la asamblea para defender a Rick. Pero de qué sirve si jamás podré decir lo que pienso sin que las palabras se queden atoradas en mi garganta, odio ser así; tragarme las palabras, llorar si estoy enojada.
Odio ser débil.
También odio mi locura. Y no, no hablo de esa locura que me hace decir estupideces o reírme por cualquier cosa... hablo de la locura dentro de mi cerebro, la que me hace una persona fría y sin sentimientos; la que hizo de mí un monstruo aquella vez, que disfrutara el ver retorcerse áquel hombre... que sintiera satisfacción al verlo ahogarse en su propia sangre. Después de todo cada persona carga con sus demonios; lo que daría porque no tener tantos.
—¿Qué carajos haces? —demandó parada en el umbral de la puerta.
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Creo que olvide mencionar antes que ya tenemos Booktrailer
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
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