Capítulo 33
-¿Soy al único que no le dan buena espina estas personas? -inquirer Daryl.
Como cada noche, volví a despertar a causa de las pesadillas. Son como las cuatro de la madrugada o al menos eso es lo que indica el reloj en la pared. Es el turno de la guardia de Dixon, y bueno, estoy acompañandolo.
-Esta bien ponerse un poco paranoico a veces -respondo, quitando la mirada de la puerta; llevo más de veinte minutos mirándola como si alguien fuese a entrar por ahí-. Ellos no te dan buena espina; y tú no se las das a ellos. Así pasó con nosotros, ¿va lo olvidaste?
-Fue diferente -susurra.
-Claro que no -contradigo-, todo era exactamente igual. Fuimos unas completas desconocidas, que tuvieron algunos encuentros casuales con un grupo; luego ese grupo nos invitó a unirnos a ellos, ahora estamos aquí teniendo está conversación. Pasamos de ser unos completos extraños a una extraña familia.
Permanece callado por un instante. Sólo puedo distinguir su silueta, vigilados desde la cocina para no despertar a alguien con nuestra charla. Bebemos unos vasos de agua y sé que Daryl muere por que sea aguardiente como la que bebimos aquél día. Meneo mis pies en el aire ya que estoy sentada sobre la isla de la cocina, él está apoyado en la encimera mirando por la ventana detrás de mi. Deanna nos dijo anoche que podíamos ir a explorar en la mañana, nos tomaremos el día y después podremos ir a empezar con los trabajos.
Tengo todo este día para ir a catalogar a las personas de aquí. Quiero ver si de verdad son lo que aparentan o son un fracaso absoluto. Me percató de que Daryl me mira fijamente, ¿cuánto tiempo lleva mirándome? Le sonrío poco, para evitar el nerviosismo que esto me causa bebo un poco de agua.
-Supongo que Carl y Judith merecen un lugar así -habla después de un largo rato.
-Por supuesto. Glenn y Maggie igual, ¿que tal que se les ocurra escribirle a la cigüeña? Tiene que criarlo en un lugar como éste, enseñarle a defenderse de lo que está allá afuera -digo.
Bebo lo que resta de agua, bajo de la isla y me encaminó por mi vieja chaqueta para ir un rato a caminar.
-¿A dónde vas? -sujeta mi brazo impidiendo que crucé la puerta. No lo dice con brusquedad, demandante o enojado; simplemente lo pregunta y distingo una pizca de preocupación.
-Iré a caminar un rato -le informo-, volveré antes de que te des cuenta de que me fui.
-¿Llevas algún arma?
Extraigo el cuchillo de la parte trasera de mi pantalón. Asiente satisfecho. Retrocede unos centímetros para darme espacio. Luego de mucho tiempo podré ir a practicar mi parkour; correré y saltare como una cabra loca, o así es como papá solía referirse al único ejercicio que he hecho en mi vida.
Al menos hasta que el sol salga un poco para que me ilumine las calles y no me rompa la boca, me dedicaré a caminar. Volteo hacia la que se tiene que convertir mi nuevo hogar desde hoy, ahí esta él parado en el umbral mirando en mi dirección.
-Pervertido, deja de verme el trasero -digo.
No hace falta luz para saber que puso los ojos en blanco, bufo y al final sonrió un poco. Paso por enfrente de la casa donde vi a los dos hombres, espero que el espectro de Isaac Beeckman se aparezca. Una parte de mi quiere que este vivo para preguntarle algunas cosas; mientras que la otra esta feliz de que él y su padre estén muertos... o eso pienso que están, muertos.
Hasta que mis pies duelen me detengo a descansar un poco. El sol comenzaba a iluminar las limpias calles de la comunidad de Alexandría, el sonido de los animales fuera de los muros se escuchaba a la perfección por el gran silencio que reinaba. Ocupo uno de los tantos bancos que hay cerca de la laguna, observo la quietud del agua, aspiro el aire fresco y disfruto el momento de tranquilidad que tengo ahora; ha pasado muchísimo tiempo desde que pude sentarme en paz un momento. Algunas luces de las casas de los alrededores se encienden, les gusta levantarse temprano aquí.
Para eso de las 7:00 a.m ya me encuentro brincando por el lugar. Salto sobre los cubos de basura, las barandas de las casas aun más lujosa donde viven los Monroe. Intercambio palabras con algunos de los habitantes, son personas agradables; y tan pero tan inocentes. Más de uno me ofrece ir a su casa a cenar, en especial los Miller, Bob y Natalie, quienes afirman que me parezco a la señora Miller en sus tiempos de juventud. Es admirable ver una pareja como ellos hoy en día, ambos tienen como setenta años y siguen juntos, más ahora en el apocalipsis; me hubiese encantado que mis padres hubieran vivo tanto como ellos.
De regreso a mi casa (es extraño decir eso, mi casa) paro un momento fuera de la casa de Deanna. Ayer mire que entre el apiladero de libros había una enciclopedia, podría serme útil el volumen que habla sobre psicología, el cuerpo humano y un montón de cosas más. La duda es ¿si esta despierta?
-Buenos días -saluda la mujer que se llevo nuestras armas ayer por la tarde.
-Buen día... -hago un gesto para que me diga su nombre.
-Olivia -dice.
-Olivia, claro -sonrío.
-¿Buscas a Deanna?
-Si, pero creo que sigue dormida. Tal vez vuelva más tarde -tomo la iniciativa de irme.
-Ok.
Esta mujer puede sacarme de dudas.
-Olivia, Deanna dijo que podíamos tener nuestras armas cuando quisiéramos salir. En caso de que al rato quiera dar una vuelta, ¿a donde voy por mi arma?
-Aquí mismo -señala en dirección de unas de las casas vecinas. Perfecto; ya se donde tienen las armas.
-Bien, muchas gracias -sacudo la mano en señal de despedida.
-Adiós -sonríe extrañada.
Me siento como Carmen Cortes de mini espias. Información nueva para Ricardo y el grupo.
La puerta de los Monroe se abre, un hombre alto de cabello blanco me da los buenos días. Trae en sus manos una taza de café recién hecho, lo sé por le humo que emana de la taza. No hay que ser un genio para darse cuenta que el es el esposo de Deanna. ¿Cuál era su nombre? ¿Rene?
-Buen día, señor Monroe -devuelvo el saludo.
-Llámame Reg -dice, sonriendo. Al parecer aquí a nadie le gusta que le digan señor o señora-. Tú debes ser Betty, ¿cierto?
-Esa misma.
-Veo que te gusta levantarte temprano -observa.
-Antes de que todo empezara solía salir a caminar en las mañanas, solamente retomo viejos hábitos -suspiro. Meto las manos en mis bolsillos.
-¿Has desayunado ya? Deanna preparo café.
Mi adicción al café es más fuerte que la de un drogadicto.
-Bueno ahora que lo menciona, no he desayunado nada -una inocente sonrisa aparece en mi rostro.
-Pasa -extiende el brazo hacia dentro de su casa, invitándome a pasar-Deanna estará feliz de verte, le caíste bien.
Con toda la pena del mundo acepto su invitación. Entro por segunda vez a su casa, limpiando mis zapatos en el tapete de la entrada. El aroma el café recién hecho invade mis fosas nasales al cruzar el umbral. Todo eso es tan normal, ordinario y hogareño, añoro un lugar así.
-¡Betty! Buen día -saluda Deanna, asomándose desde la cocina.
-Hola, Deanna -dejo de observar su casa-. Antes de que comencemos a platicar, quería pedirte prestado uno de los tomos de tu enciclopedia.
-Si, toma los que necesites -sonríe.
-Gracias.
-¿Quieres un cafe? -ofrece.
-Si. Gracias.
Voy a la sala. Aprecio cada libro que tiene; van desde clásicos hasta novelas románticas. Agarro uno de los volúmenes, abro la página principal, busco cual de todos los volúmenes habla de lo que busco. Volumen 8. Lo devuelvo a su lugar y busco dicho volumen. Me siento como niño en dulceria, estoy en una casa repleta de libros mal apilados, y a lo que Deanna me dio a entender, están a mi disposición para cuando quiera leerlos. Soy un maldito ratón de biblioteca.
-¿Quién eres y qué haces en mi casa?
Pego un brinco en mi lugar. Pensé que estaba sola, Reg se fue a la cocina con su esposa. Un hombre cerca de los 30 años, me observa entre confundido y desafiante; tiene cabello castaño y tez blanca, sin duda es hijo de Reg, tiene sus ojos.
-Te hice una pregunta. Responde -demanda.
Lo repaso de pies a cabeza con una ceja alzada. ¿De verdad piensa que va a intimidarme? Cosita.
-¿Qué haces con el libro de mi madre? -se acerca para arrebatarme el libro. En cuanto estira su mano alejo el libro.
-Ni se te ocurra, niño bonito -amenazo.
-Si hablas después de todo -cruza los brazos-. ¿Qué haces en mi casa?
-No tengo porque darte explicaciones -contesto malhumorada. Juntarme con Dixon me está afectando más de lo normal, por poco y hago esos gestos con las manos que él suele hacer-. Vine a ver a Deanna, necesito este libro; y ella, a diferencia de ti, si me cae bien.
-¿Crees que me importa éso? -replica, refiriéndose a como me cae.
-Aiden... -advierte su madre. Deanna aparece, interrumpiendo el comentario sarcástico y grosero que pienso hacerle a su hijo; pero ya no lo haré por respeto a ella.
-¿Sabes? Olvidé que Carol está esperándome para desayunar -informo a Deanna. Ignoro por completo al baboso de su hijo-. Cuando termine te lo traeré devuelta sano y salvo. -digo refiriéndome al libro. Camino a la salida con los ojos de Aiden Monroe pegados a mi espalda; Reg menea la cabeza mientras mira a su hijo-. Nos vemos luego, señor Reg.
-No me dijiste tú nombre -farbulla Aiden.
-Que tengan un lindo día -sonrío sin separar los dientes.
Cierro la puerta tras de mi, automáticamente la sonrisa desaparece. Aiden es el primer idiota que veo en un lugar civilizado, espero la lista se mantenga así: nada más uno.
Bajo lo escalones despacio mientras pasó las páginas del volumen, la edición es de hace siete años o quizá ocho, depende en que año nos encontremos ya... tal vez en el 2011; tomando en cuenta que está mierda comenzó en el 2010.
Cuantos datos hay aquí sobre el comportamiento humano, ahora aprenderé a catalogar a las persona, sin duda Daryl será mi primer paciente. Cierro el libro y apresuro mi caminar, giro en una esquiva. Camino un par de metros más, me escondo entre dos casas, abrazo el libro contra mi pecho.
-¿Ahora vas a seguirme? -pregunto.
Aiden voltea en mi dirección, sonríe apenado. Suspiro, salgo de mi no tan secreto escondite, llego a la acera y me detengo a una distancia razonable de él.
-Perdona mi comportamiento -habla. Pongo todo mi peso sobre una pierna, claramente Reg y Deanna lo obligaron a venir-. Para que veas que mis disculpas son sinceras, quisiera que aceptarse venir a cenar con nosotros.
-Habla con la verdad, tu madre te obligó, ¿cierto? -levanto las cejas.
-Si -responde luego de un largo suspiro-. Dice que me porte como un tonto.
-Yo diría que fuiste un idiota, pero jamás esperes que tu madre te llame así.
-¿Aceptas venir a cenar? Di que sí, por favor.
¿Está suplicando?
-¿Por qué quieres que vaya? Y no me salgas con que para aceptar tus disculpas -aclaro.
-Si no aceptas, mamá hará que insista hasta que digas un sí. Ninguno de los dos quiere éso.
-Tú no sabes lo que quiero.
-Solo acepta, ¿quieres?
-No. -respondo al instante.
Retomo mi camino. Escucho que viene atrás de mi otra vez.
-Deja de seguirme. Ve y dile a Deanna que quede de cenar con los Miller, así dejará el tema por la paz -digo.
-Esta bien. Si me ves de nuevo te diré que te lo dije.
Ruedo los ojos. Que exasperante es, nunca creí llegar a comprender a mi maestro se tercer grado cuando le puso cinta canela al parlanchin de la clase; eso quiero hacer con Aiden, ponerle cinta canela en la boca.
Más alexandrianos recorren las calles. Las bienvenidas y invitaciones a cenar regresan como una mala secuela del exorcista. Veo a Carl y Judith con los Miller, el Comisario me sonríe. Los demás van por ahí recorriendo las calles, explorando el lugar. Distingo a un sujeto en las escaleras del porche de mi casa, alguien que bien podría ser un vagabundo por lo sucio que está y ese largo cabello renegado igual que el mismo.
En tanto todos recorremos el lugar, Daryl se queda en casa destripando una zariguella. Es tan raro.
-¿No irás a explorar? -retiro unos cabellos de mi rostro.
-No -levanta la vista del ya muerto animal.
Teniendo un refrigerador con comida a tan sólo unos metros, prefiere comer carne de zariguella cruda; sin contar que está manchando las escaleras de sangre.
-¿Piensas ducharte en algún momento, Tarzan? -paso por encima de la matanza.
-¿Tarzan? -replica.
-Sí, ya sabes, el hombre que vivió toda su vida en la selva, hablaba con los animales. Tú eres como su versión apocalíptica, a diferencia de que te pasaste mucho tiempo en el bosque y no en una selva -argumento.
-¿Alguna vez te han dicho que dices muchas estupideces? -cuestiona fastidiado.
-Todo el tiempo -grito desde la cocina.
Dejo el libro en la encimera y sirvo dos vasos con agua. Abro los gabinetes en busca de algo para comer, hasta un paquete de galletas saladas son bienvenidas. Un paquete de galletas sabor limón, expiradas por cierto, es lo único que encuentro que sea de mi agrado. Le llevo a Daryl uno de los vasos.
-Dejando de bromas, ¿en verdad no piensas tomar una ducha? -pregunto de lo más sería-. Verás que te va a gustar.
-Luego -se limita a decir.
-No digas que no intente convencerte.
Vuelvo adentro de la casa. Tomo el libro, subo a unos de los cuartos, dejó las cosas sobre la mesita noche, me recuerdo y comienzo adquirir conocimientos sobre el cuerpo humano.
Leo cada capítulo atentamente intentando retener toda la información que puedo. Para cuando terminó con el volumen que tiene los temas que me importan, la cabeza me duele y el estómago igual. Restriego mis ojos un momento. Ya pasa de las Siete, increíble que estuve todo el día sentada leyendo; más increíble aún que nadie haya venido a ver si de menos respiro o si comí algo.
Bajo para ver si lo grupo sigue con vida porqué yo SI me preocupo por saber si respiran. Estan ahí sentados despreocupados, veo hacia la cocina y el fregador está a reventar de trastes sucios, ¿cenaron sin mi?
-Pensé que dormías -argumenta Ruby. Que es la primera en notar mi presencia.
-Estaba leyendo.
-Un atractivo hombre vino a invitarte a cenar. Le dije que estabas durmiendo -menciona.
-¿Quién? -hago una mueca de confusión.
-Dijo que se llamaba Aiden -agrega Rosita.
Deanna lo mando otra vez. ¿Y por qué Ruby piensa que es atractivo? Tiene cara de simio.
-Llegando y sacando chispa mi amiga -dice con orgullo Ruby.
-No sabes lo que dices.
Tengo que ir a su casa, decirle que otro día con gusto voy a cenar, dejarle su libro y me irme para no verle la jeta al imbécil de su hijo. Para que molestarme en decirles a donde voy, ya deben deducirlo.
Luego de mi análisis a cada uno de las personas que viven dentro de estos muros, doy por sentado que son débiles y ninguno de ellos es capaz de matar a una mosca sin vomitar, menos podrán matar un caminante sin dejar las tripas ahí; estoy más que segura que se necesitan seis de ellos para acabar con uno de los zombis.
De alguna manera me recuerdan a mi cuando todo empezó, y un mes después... y unas semanas luego. Ocurrió conmigo lo mismo que con el ave fénix: renací de las cenizas. Toque fondo y el resultado fue esta Betty apocalíptica 2.0.
Si retrocedo el tiempo diría que no me reconocería.
-¿Betty...? ¿Betty Williams?
Una silueta se cruza en mi camino. Una que me saca una cabeza de altura. Una que desee darla por muerta. Dios de verdad quería que estuviera muerto.
-Hijo de perra, aún sigues con vida -susurro atónita. Mi timbre de voz delata lo angustiada que estoy. Sueno más angustiada que enojada.
Tiene el descaro de acercarse a abrazarme. Estruja con fuerza mi tembloroso cuerpo, los nervios me traicionan y tengo unas repentinas ganas de ir al baño. Siento como las galletas que comí hace horas suben por mi esófago.
-¡No sabes lo feliz que estoy de que sigas viva! -chilla alegremente.
¡¡AHG!! Quiero darle un golpe en las bolas.
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