Capítulo 19
Daryl abre la puerta y la golpes fuerte, si hay un caminante, o más, vendrán enseguida.
-Necesito tomar algo para el dolor -masajeo mi cien.
-¿Tienes algo de medicamentos en tu mágica mochila? -entra cautelosamente.
-Tengo de todo en mi mochila -hago un gesto de obviedad.
La casa está extrañamente limpia. No había visto un lugar así desde hace años, te acostumbras rápido a ver muerte y suciedad a diestra y siniestra... muy rápido.
Tomo mi espada. Reviso el piso de arriba, cada cuarto, cada puerta, todo. Todo limpio acá arriba, pero ni señas de que halla un baño. Tendré que cambiarme en uno de los cuartos y después me las arreglo para limpiar la mancha en mis pantalones.
Entrecierro la puerta, busco una de las blusas que no están tan llena de sangre de caminante... y que no apeste tanto, claro. De paso tomo un conjunto de ropa interior limpia.
Me coloco de nuevo mi chaqueta, me echo la mochila a los hombros y bajo la empinada escalera. Daryl asoma la cabeza por el marco que une dos habitaciones, me hace señas de que me acerque.
Entró a la habitación, que resulta ser la cocina. La alacena esta llena de comida, comida que no ha sido abierta nunca y la cual esta desempolvada. Alguien vive aquí, el detalle es que no sabemos si son buenas o malas personas.
-yo pido la carne seca -dice Daryl. Toma un tarro de mermelada de fresa.
-para mi es el cóctel de fruta -anuncio.
Daryl come como un animal, de la misma forma por la cual mamá me reprendía. Decía ella que parecía hombre, ¡hola! y tengo un medio vato dentro de mi.
Dejo mis pertenencias a un lado de la ballesta de Daryl. Logró abrir la lata y me deleitó con el rico sabor de la fruta en almíbar. Mi pancita retumba, diría Pooh.
Luego de atiborrarme de comida, yo misma recorrí la planta baja. Quiero conocer cada rincón de éste sitio por si hay que correr cuando lleguen los dueños. Sigue sin dejar de sorprenderme lo limpio que está, no hay ni la más mínima partícula de polvo. Esto me hace recordar el mugrero que dejamos en la cocina. Mamá me mataría si lo viera.
Hay un cuarto que es donde arreglan los cuerpos para meterlos a la caja quiero pensar. Sobre una mesa de metal yace el cadáver de un hombre con esmoquin. Al menos ellos no olvidaron lo sagrado de la cristiana sepultura. Quisiera que esto se le hubiera dado a mi familia.
Daryl coloco una tipo trampa alrededor de la casa con un cordón y las latas vacías, así sabremos cuando haya un caminante afuera o lleguen los dueños.
-¿Qué hacemos ahora? -pregunto aburrida.
-¿Descansar? -responde-. No lo sé, ahora mismo no se me ocurre nada.
A mí tampoco. Estoy acostumbrada a realizar actividades todo el día; ya sea correr de caminantes, hasta revisar el inventario en mi mochila. Olvide tomar mi pastilla para el dolor de cabeza, ni siquiera recordaba que me dolía, estaba muy ocupada comiendo como cerdo.
Agito la caja llamando la atención de Dixon, hago un gesto para ver si quiere una y la acepta. Le pasó la botella de agua y guardo la caja cuando le entregó la suya.
-Sigo sin entender ¿cómo es qué puedes traer tantas cosas en ésa mochila?
-Fácil. Todo está en que seas organizado, papá fue un niño de explorador y le encantaba ver programas de supervivencia. Él fue el que me enseñó a organizar todo, caben otras dos cosas más -miro dentro de mi mochila.
Asiente. Dejo la mochila donde estaba antes. No asimilo todavía su muerte, es como si no hubiera muerto. A veces pienso que sigue conmigo y me volteó para hablarle, se imaginarán mi sorpresa cuando no lo veo y de nuevo recuerdo que lo perdí.
-¿Has disparado una ballesta? -su voz suena como un murmullo.
-Nunca en la vida -respondo, sonriendo de lado. Me duele, sí, pero no quiero vivir siempre en la depresión, tengo que ser fuerte por ellos... por él. Se lo prometí.
-¿Qué tal es tu puntería?
Pienso en las veces que dispare con el arco de Ruby. No me fue tan mal.
-Muy mala -hago una mueca.
-Bien. -se levanta y toma su ballesta-. Sígueme, tenemos que perfeccionarla.
El resto de la tarde estuvimos afuera practicando puntería. Las ballestas son más pesadas de lo que aparentan.
Mi mano no paraba de temblar a causa de la sobredosis de azúcar. Encontré un tarro de caramelos, los cuales desaparecieron en cuanto puse mis ojos sobre él.
Dos cosas buenas salieron de eso: 1) comí dulces hasa que el estómago me dolió, y 2)Daryl tuvo que sostener mis manos para poder disparar.
-Controla tus manos -sugiere.
-¿Crees que no lo intente? -ironizo-. Ahora entiendo porqué me prohibían los dulces. Maldito vicio.
Falle mi tercer tiro. Vuelvo a cargar la Ballesta con la última flecha que queda. ¡Ni mi abuelo temblaba así maldición!
Un cosquilleo recorre mi espina dorsal cuando siento la respiración de Dixon en mi oreja. Su pecho esta pegado a mi espalda, ambas manos están sobre las mías.
Se me paro el corazón al escuchar su voz susurrando en mi oído.
-Sostenla firme; de esta manera -eleva más el arma, apoyando la culeta en mi hombro y haciendo que me mueva más para atrás-. Parate derecha y observa el eje. Así. Luego sólo presiona el gatillo.
No le prestaba atención en casi nada; salvo cuando dijo presiona. La flecha se incrustó en el blanco, ¡genial!. Volteo para mirarlo y darle las gracias por sus consejos y la tutoria. Su rostro esta muy cerca del mío, sus ojos azules son de un color intenso. Bellísimos.
Aunque mis ojos negros son más sensuales.
Mi cerebro está en blanco, ¿qué puedo decir sin tartamudear y dejar en claro que me pone nerviosa? ¡Nada! Calladita me veo más bonita. Inhalo hondo, muy lentamente me apartó de él para ir por las flechas, sus ojos azules como el mar no se apartan de los míos, más negros que la noche.
-Te apuesto un poco de tu carne seca a que puedo hacerlo sin tu ayuda -sonrío, tratando de ocultar mi nerviosismo.
-Hecho -acepta.
Preparo la flecha. Levanto la pesada ballesta, sigo cada uno de los pasos que Daryl me enseñó y disparo. ¡Carajo! Estuve tan cerca. Casi le doy al centro. Esperando escuchar su risa o una burla hacia mi, giro a verlo; ni siquiera sonríe, se muerde las uñas mientras hace una señal de que vuelva a intentarlo.
Una persona normal estatua burlándose en mi cara, fanfarroneando de que es mil veces mejor que yo. ¿O sólo yo haría eso?
De nuevo lo intento, esta vez estoy un poco más cerca, tan sólo un milímetro más.
-Bien hecho -felicita. Aplaudiendo pausadamente. Puedo distinguir bajo esa barba una mueca que parece sonrisa ladeada.
Al menos se divierte. Para la noche yo ya encontré el lugar perfecto para dormir. Tal y como lo hice en la boda de un tío, acomodo muchas de las sillas haciéndolas quedar como camas. Espero no caerme a media noche.
Daryl se acomoda en una caja de muerto que no es de su tamaño. La verdad me dan miedo esas cosas, nada más de imaginar que cuando este dormida puede cerrarse... que susto. Al contrario de mi Daryl parece no temerle a cosas insignificantes como ésa, él es un "hombre rudo" que no le teme a nada; palabras de suyas, no mías.
Cada noche, antes de dormir, me gusta recordar a mi familia. Sus rostros, sus nombres, cada cosa que los hace únicos y especiales. Las carcajadas del abuela Spencer; los bordados de mi abuela Marie; las peleas con mi primo Ronnie y Miguel; las travesuras con mi hermano Drew; las locas historias de papá y las sonrisas cálidas de mi madre. Todo eso es en lo que pienso, creo que deben estar en alguna parte cuidando de mi, en especial el abuelo, era su nieta favorita. Algo muy importante que papá guardo en mi mochila como prioridad fueron las fotos familiares. Tengo de todos y cada uno de ellos.
Esto sonara mal pero, me alegra que no estén aquí para ver en lo que se convirtió el mundo. Eran demasiado buenos para este mundo.
-¿Estas bien? -en algún momento llego a mi lado. Mis ojos cristalinos me delatan.
-Sí, sí, estoy bien. Solo... recordaba a mi familia -sonrío con nostalgia-. Eran unos locos. Los extraño a todos.
No espero que Daryl me reconforte. Él no habla mucho y estas cosas se le dan mal. Voy por mi mochila, saco la bolsa plástica con las fotografías; le muestro una de mi abuelo.
-Él es mi abuelo Spencer. Fue soldado en la segunda guerra. Sus historias eran asombrosas, tanto que de pequeña me daban ganas de ir a la guerra; claro, sólo me contaba las partes buenas y no las horribles -busco una de mi papá-. Mi papá. Prácticamente te conté ya todo sobre él.
-Eres idéntica a él -comenta, analizando la imagen del hombre que dio la vida por mi-, excepto en la nariz.
-Herencia de mi madre -le paso una foto de ella.
Asiente. Analizando la foto, recordando cada cara que le muestro y recordando el pequeño relato que corresponde a cada uno. Alegre le cuento la historia de mi familia, incluyendo sucesos vergonzosos míos, sé que no dirá nada y no es como si hubiese a quién se los contara. Él me cuenta algunas cosas de cuando era niño como por ejemplo; se perdió en el bosque nueve días y nadie lo busco, al llegar a su casa se preparo un sándwich y tenia comezón en el trasero por haberse limpiado con hiedra venenosa.
Ambos tenemos anécdotas vergonzosas.
-Acabo de descubrir que detrás de esa pinta de hombre solitario hay un hombre con una pisca de buen humor. Puedes ser agradable si te lo propones -bromeo, empujándolo levemente con el brazo.
Abro los ojos de golpe al tiempo que un dolor agudo se extiende por mi cabeza y en mi hombro. Las malditas sillas se movieron más de lo necesario, caí golpeando mi cabeza en el borde de una de las sillas y mi hombro amortiguo la caída.
-Maldición... -murmuro.
Logro levantarme, masajeo mi cabeza. No recuerdo cuando fe la ultima vez que me caí al dormir.
-Buen día -habla Daryl desde su caja de muerto.
-Creí que me despertarías para hacer la segunda guardia -me siento en una silla, sobando mi hombro.
-No era necesario -levanta los hombros.
-Bueno, ya que estoy despierta y por lo visto tu no has ido a desayunar -muevo la silla a un lado, camino hasta detenerme en el marco de la puerta-. ¡Una carrera hasta la cocina! ¡el ganador se queda con la carne seca!
Corro fuera de la habitación. Las protestas de Daryl retumban por toda la planta. Sé cuanto ama esa carne y sera mía.
Antes de poner tan solo un pie en la escalera, sus manos me sujetan de la cadera alejándome de la escalera. Me retuerzo como gusano al tiempo que me echa a su hombro como costal de papás.
-¡Oye! ¿qué te crees? -protesto-. Bájame.
-La carne es mía -baja las escaleras como si no me trajera en su hombro.
Suspiro rendida.
-Lindo trasero -sonrío picara aunque el no puede verme.
-Lo mismo digo -responde.
¡Atrevido! Me esta mirando el trasero.
Idiota lo tiene a un lado de su cara, ¿cómo no verlo?
Cuando por fin me baja quedo sentada sobre la encimera. Daryl saca la carne de alacena sobre mi cabeza, toma un trozo y lo saborea frente a mi, restregándome en la cara que me gano.
-Nadie se mete con mi carne seca.
-Nidie si miti cin mi cirni sica
-Madura, ¿quieres?
Bajo de un salto, rozando su pierna en el proceso. Hoy es el tercer día, Andres debió de irse ya. Entro al baño con la esperanza de que así sea.
¡Gracias Dios! ya te lo llevaste. ¡Soy libre al fin! adiós a mis cambios de humor y a mis antojos de embarazada. Ahora que no tengo nada que hacer, tengo todo el tiempo del mundo y soy libre, no sé que hacer con lo que resta del día.
Para pasar el rato, le doy filo a la hoja de mi espada y a la de mi cuchillo. Tengo que limpiar las armas, el problema que no se cómo.
-Bombón, ¿me ayudas? -pongo sobre la mesa las tres armas-. ¿Me enseñarías a limpiarlas?
-Claro.
Lo observo e imito sus movimientos. Drew olvido enseñarme esto. A veces me excedo con eso de mirar a Daryl. Quisiera saber que es lo que pasa por esa mente, cosas sanas no creo... o al menos no por la mía. Cuando hace uno de esos gestos que lo hacen ver tan sexy, me dan ganas de comerle la cara a besos. Es tan sensual, y cuando apunta con su jodida ballesta se le marcan los bíceps ¡hombre ¿por qué eres así?!
Lo que hicimos el día entero no fue tan importante como la noche. Quizá sean falsas señales que to estoy tomando por realistas; pero, eso que me dijo me dio esperanzas de que hay una posibilidad de que yo ronde por su mente en algún momento.
-¿Sabes? me agrada la forma despreocupada en la que siempre andas -argumenta, comiendo más mermelada.
-¿Te agrado? -repito.
-Lo que digo es, no te preocupas por cosas que a los demás sí; como por ejemplo: hablar sin maldecir, quedar en ridículo con tal de pasar un buen rato. Ni siquiera te preocupas por comer como una persona normal lo haría.
-¿Lo dices por qué tengo la cara llena de comida y por qué parezco cavernicola? -pregunto divertida-. Es verdad, no me preocupan esas cosas; soy así. ¿Y te soy sincera? -subo los pies a la mesa, reclinandome en mi silla- estamos en el fin del mundo. Esas cosas dejaron de importarme hace mucho. Sobre lo de maldecir, nunca en mi vida me he comportado como una "señorita" de mi edad lo haría
Chupo mis dedos borrando la evidencia de que alguna vez comí mermelada de zarzamora, limpio el resto en mi pantalón.
-Eres un desastre.
-Soy única -corrijo-. No encontraras a dos personas iguales a mí en lo que queda del mundo y, si lo haces, no serán igual de fabulosas que yo. Nada más yo sé como sacarte tus casillas en dos segundos.
Su labio se cuerva en una sonrisa torcida. Casi han pasado dos días desde que estamos aquí y no hay rastro de los dueños. Comienzo pensar que no van a volver jamás, quizá ya estén muertos.
-En eso estoy de acuerdo contigo -me da la razón.
-Y no sé porque te enojas, si de todos modos te encanta que te moleste -me encojo de hombros-.Bombón, si no es a ti ¿a quien más le diré mis pendejadas?
Mira en otra dirección, un punto detrás de mi. Por la poca iluminación no distingo si esta sonriendo o haciendo una mueca. Juguetea con la cuchara, moviendola de un lado a otro. Nuestras miradas conectaron, era una lucha entre azul y negro, sus ojos bajaron un segundo a mis labios luego volvieron a mis ojos.
El estomago se me revuelve al verlo acercarse, las manos me sudan. Osea, ¿me va a besar? ¡esto no estaba planeado!. ¿Qué se hace en estos casos?
Me descubro acercándome igual. Su respiración se mezcla con la mía, paso mis manos por sus hombros y las junto detrás de su nuca. Al mínimo roce de nuestros labios, como si Dios no quisiera que esto pasará, un perro comienza a ladrar.
-Maldito perro -murmura.
-Es sólo un perrito -camino a la puerta-. Tiene hambre le pobre.
Abro la puerta esperando ver un pequeño e indefenso perro al que pensaba adoptar; en lugar de eso, una docena de caminantes se me echa encima. Intento cerrar de nuevo la puerta, pero son muchos y yo no soy tan fuerte.
-¡¡Daryl!! -grito aterrada.
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