Etapa 1
Esta casa solía estar siempre iluminada y llena de un olor exquisito a flores frescas. Sus pisos siempre sintieron las pisadas descalzas de dos niños juguetones y sus paredes fueron el tapiz de esos grandes artistas. Los cuartos mostraban un desorden típico de una familia en armonía y del ritmo de la vida cotidiana. Ahora todo eso no existe, además no podía conservar la casa con todos esos recuerdos.
La culpa es mía yo planifique ese viaje a las montañas, quería que los niños descubrieran la naturaleza a través del senderismo y la disfrutaran. Pero el viaje no ocurrió como esperaba, la lluvia y ese fatídico accidente, no solo se llevó lo que más amo en la vida, también a los pasajeros del otro vehículo. Solo yo sobreviví para cargar con este sentimiento de culpa por el resto de mi vida.
Desde este punto mi vida cambió drásticamente, después de mi recuperación pase de psicólogos en psicólogos, naturalistas y hasta espiritistas que decían poder ayudarme, pero el resultado era el mismo, estaba tan lastimada que tenía pocas posibilidades de tener una vida normal.
Luego de tres duros años logré mantener un empleo decente en un centro de recuperación de pacientes con Alzheimer y algo insegura comencé a socializar con el resto del personal e incluso comencé a usar el carro para ir al mercado por comida.
Hacia las compras de la semana para luego encerrarme hasta el momento de ir al trabajo. Ya no lloraba tanto con al principio, pero a veces no puedo aguantarlo y me dejo llevar, pero debo seguir andando aun cuando ya no tenía fuerzas para continuar.
Una tarde cuando regresaba de las compras, en espera del cambio de luces del semáforo la vi en el asiento detrás del coche. Su melena blanca y rizada cubría parte de su rostro aniñado y un vestido sencillo de color marfil llegaba a cubrir sus pies descalzos.
– Te necesito. – Fue lo que alcance a escuchar, pues en ese momento era víctima de otro accidente de carro, pero esta vez las cosas fueron diferentes.
– Accidente de coches cerca de aquí, solo ella resulto herida. Es una mujer femenina de aproximadamente 35 años, signos vitales estables con lesión superficial en el lado derecho del cráneo. – Escuché con bastante claridad del hombre que empujaba la camilla donde estaba acostada y pude reconocer uno de los hospitales de la zona. – Está despertando.
– Señora, puede escucharme. – Respondí con un movimiento positivo, todo estaba comenzando a dar vueltas. – Pasémosla para observaciones para examinarla mejor.
– Señora López, ¿tiene algún dolor?
– La niña, ¿está bien? – intente levantarme, pero el mareo se intensificó.
– Cual niña, solo estaba usted en su vehículo. – Dijo una doctora joven que examinaba un monitor con mis signos vitales que en algún momento lo conectaron a mi brazo mediante una banda.
– Una niña pálida con cabello blanco y esponjoso y ojos azules.
– Un momento, de donde conoce a Kiara, no puede ser. – Su rostro cambio y salió de la sala de observaciones apresuradamente.
No la volví a ver más, en su lugar otra doctora me atendió hasta que me dieron el alta. Cuando estaba lista para marcharme del hospital, volví a escuchar la voz de la niña repitiéndome las mismas palabras, te necesito. Todo esto comenzaba a asustarme, me marche lo más rápido que pude del hospital y llegue a la casa con una sensación de angustia que apretaba mi pecho.
En las noches comencé a soñar con la niña y siempre decía la misma frase para luego desaparecer.
Una noche recibí una visita inesperada, era la misma doctora que al parecer conocía a la niña. Podía notar su nerviosismo y susurraba frases como si temiera que alguien pudiera escucharla, en poco tiempo me contó la historia de Kiara.
Su madre se encontraba en el bosque cuando fue traída al hospital porque estaba a punto de dar a luz y después de nacer la niña, la mujer falleció, pero antes menciono algo sobre su tribu y unas montañas al norte. La niña creció rápidamente y en 2 años tenía la apariencia de una niña de 6 años, con su característico color de piel, de pelo y de sus ojos. Su lenguaje era escaso, pero tenía una peculiar forma de comunicarse con los demás, siempre y cuando pudiera tocarlos.
– Yo nunca la había visto en mi vida, como pudo aparecer antes del accidente.
– Aun no lo sabemos, pero creo que ella tiene alguna conexión con usted.
– No puedo, aun no me recupero de perder a mi familia, no sé si podré cuidar de una niña que al parecer necesita atención especial.
– Estoy aquí porque Kiara me lo pidió, pero si usted decide verla y escucharla, estará en el hospital hasta el lunes. – hizo una pausa y miro a la puerta. – Si ella la escogió fue por alguna razón, quizás esta tan sola como usted.
No fue hasta el lunes que me arme de valor para visitar el hospital y a Kiara. Busqué a la doctora hasta que di con ella en el ala de pediatría, donde también estaba con Kiara y otro doctor.
– Ya está aquí, no se vayan. – Escuche de una voz que me resultaba familiar.
La doctora se levantó justo cuando pasaba y me invito a entrar para conocer a Kiara. Es más hermosa de que podía ver en mis sueños. No parecía un caso clásico de albinismo, más bien parecía que desbordaba un aura mágica emitiendo un reflejo plateado en su piel y su pelo. También irradiaba un calor suave y agradable, que invitaba a quedarte cerca de ella y olvidarte del resto del mundo. Ya no sentía dolor alguno.
No sé si yo tome la decisión o ella lo hizo por mí, pero desde ese momento inicie todo el papeleo para el proceso de adopción. Aunque sabía que tendría pocas posibilidades y que invertiría mucho tiempo y dinero, me presente como candidata para cuidar a esa niña y ayudarla en lo que ella necesitara, pero sería un paso a la vez.
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