Capítulo N° 9
Era un pésimo día, pésimo en todas las letras y todos los idiomas. El día estaba nublado, la humedad era insoportable, la líder blanca y Jhïle se comportaban más perras que nunca, Jhëren estaba de mal humor al igual que yo y llevamos todo el día sin hablarnos, sin motivo alguno, solo porque no teníamos deseos ni humor para hacerlo.
La aldea jhakae y el bosque eran en verdad muy hermosos, llenos de vida y movimiento. Sin embargo un poco de bosque estaba bien, pero día tras día se tornaba aburrido ver lo mismo y hacer lo mismo, una y otra vez. Tal vez porque me crié con tecnología, pero al menos una película, ¡un libro! No soy una gran lectora pero hasta un libro sería bienvenido, porque el aburrimiento iba a matarme.
Como aún no estaba casada y técnicamente era soltera, no tenía responsabilidades de clan. Los Jhümi se encargaban de todo lo social, se encargaban de visitar casa por casa y entrevistar a las personas para ver si todo marchaba bien. Especialmente con las nuevas parejas, o quienes ya tenían hijos. Sabía que Jhëren, además, debía ir a las cacerías para asegurarse de que todo saliera según lo planeado, y que incluso el imbécil de su hermano cumplía con sus responsabilidades al entrenar a los más jóvenes.
A veces veía a la esposa de Jhöne caminar de choza en choza para cumplir con su trabajo. Me senté en un asiento hecho con un tronco, cerca de donde las guardianas entrenaban con sus lanzas. Vi pasar a Nuria, la esposa de Jhöne. Era una mujer muy hermosa, de rostro angelical con mejillas rosadas. Su cabello era rubio muy claro y lacio, a excepción de sus puntas donde se formaban ondas. Era de cuerpo grande, con senos enormes y un culo y caderas que envidiaba. Era mucho más grande que las otras mujeres, y aunque Marla era regordeta no tenía sus curvas tan definidas como Nuria.
Estaba aburrida porque había poco para hacer en la tribu, solo me dedicaba a recorrer el bosque, a sentarme junto a Kalea a observar a los jhakae entrenar, quizás intercambiar alguna que otra mirada y sonrisa. A veces iba a ver a Yamila y me contaba de sus aventuras juveniles. Había sido una mujer preciosa de proporciones exuberantes pero muy delgada, los enormes pechos era algo que le había quedado, resaltaban en su ropa de kumena.
Más allá de hablar con Yamila, quizás con Jhëron, a veces ir a ver las plantas de Clara, no tenía más por hacer.
Había cosas que me gustaban, por supuesto. El aroma a bosque, a distintos árboles y tierra mojada. El sonido de las aves en los árboles y las risas de los niños al corretear. Me gustaba el olor de las brasas calientes y también de la carne que se cocinaban usualmente al fuego. Y, entre todos los aromas, adoraba en especial el de Jhëren. Como siempre iba al bosque regresaba con un aroma a cedro y pino que me encantaba, su piel, de delicado olor a pimienta que lo hacía atrapante, se impregnaba con los aromas exquisitos del bosque.
Los jhakae eran muy pulcros y muy coquetos, especialmente los hombres. Cuidaban su cabello por sobre todas las cosas, su apariencia también. Jhëren, aunque era muy cuidadoso con su apariencia, lo era mucho más con su cabello. Lo veía lavarlo con cuidado, desenredarlo cada noche y cada mañana. Se colocaba distintos aceites y mantecas hidratantes, y encontrarle una punta abierta era simplemente imposible. Nada que ver con mi cabello de paja.
Como estaba muy aburrida y no tenía trabajo allí, y ya había limpiado tres veces la choza, opté por pasear por la aldea. Me cansé de ver a las guardianas entrenar o a los muchachos hacer ejercicio. Dejé ir un largo suspiro porque era un día realmente de mierda. Muy mierda. El peor día, gris, aburrido, sin gracia. Qué día tan de mierda.
Recorriendo la aldea oí algo sobre Tonke y Marla, no entendía nada porque hablaban en jhakae, pero al parecer era algo bueno. Algo bueno entre las mujeres jhakae era sin duda algo malo para los uemane. Hacía mucho que no veía a Marla, había cambiado demasiado y Jhëron ya me había advertido que era muy probable que ella se convirtiera futuramente en la nueva líder principal. Las omanas más fuertes y crueles se volvían líderes en el futuro.
Pude verla, conversaba con la omana de Nundeh, quienes ya eran marido y mujer desde hacía dos días, Nundeh se había casado de mala gana, solo por el tirón de orejas que le dio Clara para que se apurara. La ceremonia había sido rápida y la fiesta muy larga, al igual que con Kohnn no quise oír a Nundeh teniendo sexo aunque era algo inevitable.
Pasé por al lado de ambas, quise saludar a Marla pero me corrió el rostro. A veces olvidaba que en la tribu jhakae una omana aún soltera como yo era una vergüenza . Lo más bajo en la sociedad porque no tenía aún poder sobre mi uemane. Era como una clase de pagana para ellas, las omanas casadas. Y al pasar junto a ellas oí perfectamente parte de su conversación:
—...se fue al bosque, más le valía al hijo de puta —había gruñido Marla con asco.
—¿Te levantó la voz? —preguntó la esposa de Nundeh.
—¡Me levantó la voz! ¿Puedes creerlo? ¿Quién se cree que es?
Me quedé gélida en mi lugar, no podía creer lo que oía, esa no era la Marla que me había caído bien en nuestro primer día, esa que bromeaba y babeaba por su hombre, y que fue mi primera y única amiga en este lugar.
—El mío es rebelde pero creí que Tonke sería más tranquilo —siseó la esposa de Nundeh, de largo y abultado cabello rizado.
—Que se alegre que solo le golpeé la espalda y las manos, porque debía haberle destrozado la cara —gruñó Marla.
—¡¿Golpeaste a Tonke?! —le pregunté en un chillido, acercándome—. ¡¿Golpeaste a Tonke porque te levantó la voz?! ¡¿Es una broma?!
—Tú no me hables, solterona —dijo con asco—. Una omana como tú que ni siquiera tiene un lazo no tiene derecho a hablarme.
—¡Éramos amigas! —chillé.
—Nunca sería amiga de una perdedora como tú.
—¿Qué le hiciste a Tonke?
Él había acudido en ayuda de Jhëren contra Jhöne, me había defendido, me había ayudado varias veces a cargar peso, y aunque era muy serio a veces me había regalado una sonrisa. No era un amigo, claro que no, pero era un hombre que merecía respeto.
—¿Te importa lo que sucede entre mi esposo y yo? —se quejó—. No es Nundeh para que le estés oliendo el culo, Lena, con mi uemane no vas a hacer lo mismo que con Nundeh y Kohnn.
—Danka —gruñó la esposa de Nundeh, escupiendo a mi lado.
—Es mi amigo —me quejé.
—¡Danka! —volvió a gritarme—. Una omana no puede ser amiga de un uemane, eres una mujer, él es un hombre. Los hombres son cosas.
—¡Los hombres no son cosas! ¡Son hombres! ¡¿Qué rayos les pasa?! ¡Vienen de Irinnoa! ¿Acaso se olvidan?
—¿Quieres saber qué le hice a Tonke? —Marla me sonrió—. Te lo diré solo porque eso es lo que la líder blanca te hará pronto a ti, Lenita. Lo golpeé en las manos por castigo de error y desobediencia, y lo golpeé en la espalda por ataques a su omana.
—¡¿Ataques?! ¡Dijiste que solo te levantó la voz!
—¡Eso es un ataque! —gritó Marla. Podía sentir como comenzaban a rodearnos algunos niños y algunas otras omanas, que claramente apoyaban a Marla—. Y no permitiré que una enana plana y fracasada como tú hable de mi matrimonio.
—¿Perdón? —Parpadeé rápidamente—. ¿Cómo me dijiste, me dijiste enana fracasada? ¡¿Enana?! —La empujé con odio—. ¡Seré enana y plana, y con orgullo, pero sin tejido adiposo sobrante!
—¿Tejido adiposo? —Marla parpadeó y miró a la esposa de Nundeh, que le aclaró lo que significaba—. ¡¿Me llamaste gorda?!
—¡Tú me llamaste enana! —le grité.
—¡Porque eres enana y plana! —Me empujó de vuelta.
—¡Y tú eres una maldita arpía envuelta en grasa! ¡No entiendo cómo hizo Tonke para siquiera excitarse al verte! —La empujé de vuelta—. ¡Siento lástima por ese hombre que tuvo que tener sexo contigo!
—Al menos mi esposo tiene sexo conmigo, vete tú con el inútil de tu uemane, la burla y la vergüenza de los jhakae.
—No llames inútil a Jhëren porque te vas a arrepentir —Comencé a hablarle entre dientes porque en serio me estaba enojando.
Me importaba poco que hubiera espectadores, la golpearía en el rostro con fuerza si volvía a hablar mal de Jhëren.
—¡I-nú-til! Ni su madre lo quiere, ni su hermana lo quiere, hasta su hermano quiso matarlo —se rió Marla al empujarme—. Y mira a quién eligió el inútil de la tribu, a la inútil de Lena. Ese llorón, pequeño, fracasado, marica, con la pequeña, insulsa y fracasada Lena...
—¡Inútil tú, serpiente obesa! —Me lancé sobre ella, golpeándola en el rostro con fuerza. La llené de arañazos, bofetadas, puñetazos e incluso le arranqué su pajoso cabello sin gracia—. ¡Ni te atrevas a hablar de mi Jhëren! ¡No tienes derecho! ¡Danka! ¡A Jhëren no lo tocas!
Sentí que me sujetaban del cabello y me alejaban de Marla. Pude reconocer el cabello rizado de la esposa de Nundeh a la que jamás podía recordar su maldito nombre, seguro era un nombre horrible. Marla se lanzó sobre mí y comenzó a golpearme. La malparida era pesada y golpeaba fuerte.
Marla siguió golpeándome al igual que la otra, hasta que Kalea se abrió paso entre la gente y las apuntó con su lanza junto a las demás guardianas. Tuvieron que soltarme, aunque sentía el sabor a hierro en mi boca y estaba segura de que mi rostro se veía horrible, pero aun así les dirigí la mejor sonrisa roja que pude hacer, escupiendo mi sangre frente a ellas como muestra de mi desprecio. No habría juicio alguno, las peleas de omanas eran normales y se arreglaban entre ellas, si dos omanas se ponían contra una ahí acudían las guardianas y ayudaban, eso era algo que me había explicado Yamila en sus tantas conversaciones.
Kalea me sujetó del brazo y me alejó del centro para guiarme dentro del bosque. Estaba con el ceño fruncido, supuse que estaría enojada porque, nuevamente, estaba metida en problemas.
—¡Lo siento, pero las odio! —le dije—. ¡No sé qué problema tiene la esposa de Nundeh conmigo! Solo porque soy su amiga... Y la estúpida de Marla hablando así de Jhëren...
—Vete —dijo Kalea en un mal español, empujándome—. No suceder nada, no problema, pero líder blanca querer a Marla y líder blanca no tardar en llegar.
—¿Aprendiste español?
—Pedí a kumena enseñe para hablar con Lena —Se encogió de hombros y yo la abracé, aunque ella no respondió el abrazo.
—También te quiero, Kalea.
—También odio a Dorotea —gruñó con odio, clavando sus ojos cafés en los míos—. Nundeh bueno, Dorotea no merece Nundeh, nadie merece Nundeh, solo Khuri merece Nundeh.
—Tú mereces a Nundeh —le dije en un susurro pero ella frunció el ceño.
—Kalea guardiana, Kalea sagrada. Nundeh uemane, Nundeh guerrero. Kalea'a Nundeh nunca nada. Nundeh solo fantasía.
—Pero Jhïle se casó con Drach, quizás...
—Drach azotado, Drach castigo por tocar guardiana, Jhïle juicio por romper reglas. Líder blanca permitir lazo por ser hija... Kalea no hija, Kalea nunca permitir. —Se quedó en silencio y con su lanza señaló hacia el arroyo—. Ahora vete, Lena, vuelve noche, mañana todo tranquilo, Kalea encargar, pero vete hasta noche. Quizás Lena encuentre Tonke y volver juntos, Tonke bosque.
Me dedicó una de esas miradas expresivas en ella, luego se alejó volviendo a la aldea para tranquilizar todo y, probablemente, salir como mi testigo ante la líder blanca. Comencé a caminar hacia el arroyo, era tarde, quizás cerca de las cuatro o cinco, con el cielo nublado era difícil de decir. Me dolía de sobremanera la boca y el rostro, un espejo me hubiera venido bien, pero probablemente al verme habría ido de vuelta a la aldea a empeorar las cosas y deformarles el rostro a las dos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas durante el camino, me dolía la cara y el cuerpo, pero las lágrimas saladas empeoraban la horrible sensación. Me sentía tan sola, tan desamparada e incomprendida. Estaba en la tribu contra mi voluntad, y aunque Jhëren me había empezado a gustar me seguía sintiendo extraña. Sin mi familia, sin un maldito amigo con el cual hablar de verdad. No tenía un hombro en el cual llorar, nadie a quien llevarle un chisme, o reír juntos.
Me sentía terrible.
Me arrodillé ante el arroyo y junté un poco de agua en mi palma para lavarme la cara, sentía la humedad de la sangre, pero de solo intentarlo sentí de deseos de llorar del dolor. La muy hija de su madre de Marla golpeaba fuerte.
Miré a los costados del arroyo, Kalea me había dicho que no regresara hasta la noche, ¿qué podía hacer ahí sola? Miré hacia mi izquierda y comencé a andar hacia allí, siguiendo el camino del arroyo. Siempre me pregunté qué había más allá, ese era el momento adecuado para averiguarlo, así podía meditar, maldecir a Marla y Dorotea —con razón no recordaba su nombre—, y quizás extrañar un poco a Jhëren. Me pregunté cómo reaccionaría él al saber sobre la pelea, seguro se enfadaría muchísimo...
Seguí caminando, me crucé con un par de conejos y hasta vi a un zorro del otro lado del arroyo, bebía agua para luego huir cuando me vio. No tenía idea de cuánto había caminado, pero ese arroyo no terminaba más y mis piernas comenzaron a doler por el cansancio. Comencé a pensar que quizás era un río y no tanto un arroyo.
Llegué cerca de lo que parecía ser un límite del bosque y comencé a oír un sonido extraño, primero me pareció que era algún animal herido, luego traté de agudizar más mi oído y caminé otros pasos, pero esta vez me parecían gemidos, no de dolor o sufrimiento, gemidos placenteros de hombre. Había alguien por ahí y sin dudas la estaba pasando bien por el sonido que hacía, quise reírme y retrocedí para regresar, pero a lo lejos, contra un árbol, vi una extraña figura, una a la que definitivamente no se podía encontrarle forma. Parpadeé y me percaté de que eran dos personas, las mismas que estaban produciendo esos sonidos placenteros. Quise alejarme lentamente para no interrumpirlos, pero entonces noté algo extraño en ellos, los músculos en sus brazos y piernas, las espaldas anchas. Eran sin dudas dos hombres, y el que estaba apoyado contra el árbol se movía de forma armoniosa y pasional, al igual que el otro.
De acuerdo, eso era demasiado, sin dudas no debería haber visto eso, me alejé enseguida pero el hombre que estaba apoyado contra el árbol con sus piernas enredadas en el otro me miró. Me miró y aunque estaba lejos, como a unos cinco o seis metros, pude reconocerlo.
—Omana Lena... —dijo Kohnn.
Santa mierda.
Enseguida el otro hombre giró la cabeza y reconocí a Tonke.
Doble mierda.
Retrocedí lentamente y comencé a correr. No debería haber visto eso, sin duda alguna. ¡Por algo estaban tan lejos de la aldea, Lena! Santa madre del señor, que yo no debería haber visto eso, ¿quién me mandaba a pelearme con Marla y tener que esconderme en el bosque?
Seguí corriendo pero oía a alguien correr tras de mí, apenas giré para ver a Tonke. Triple mierda. Yo no era muy rápida y él era el mejor cazador de la tribu, me sentía un pequeño kujú huyendo de las fieras. Logró alcanzarme y me tomó del brazo, haciéndome caer al suelo.
—¡Juro que no diré nada! ¡Lo juro, por Dios, lo juro! —chillé sin mirarlo.
—Omana Lena... —Tonke estaba jadeante, se notaba en su voz, pero también estaba triste—. Omana Lena, warjo... Omana Lena.
—Yo no debería haber visto eso, ni siquiera sé por qué vine para acá, la curiosidad mató al gato, carajo, ¡estúpida curiosidad! —volví a chillar.
—Omana Lena...
Tonke me susurró de una forma extraña, así que giré para verlo, estaba de rodillas ante mí y me extendía sus manos, temblorosas manos heridas por Marla.
—Por favor... —susurró otra vez—. Castigue a Tonke, pero no diga nada, no toque Kohnn...
Lo miré en silencio, estaba completamente desnudo, y por instinto lo miré de arriba hacia abajo y por fin pude entender qué era lo que Tonke tenía que a Marla tanto le había gustado. No era agradable ver su... cosa, así que corrí la mirada.
—Yo... yo estaré aquí, ¿sí? No me iré a ninguna parte, tampoco es como que pueda regresar a la aldea, yo... solo estaré aquí sentada mirando para allá —Señalé la otra punta del arroyo—. Y... ustedes sigan con lo suyo porque deben terminarlo, cuando terminen yo... yo estaré acá y podremos hablar, pero por lo que más quieras, Tonke, tapate con algo.
Él no respondió, se alejó cuando yo me senté en la tierra junto al arroyo, mirando hacia el punto que había señalado. Abracé mis propias piernas tratando de no llorar. No me importaba si Tonke o Kohnn eran gays, para nada, pero no era lo mismo apoyar a unos amigos que verlos teniendo sexo. Ya me costó oír a Tonke y Nundeh teniendo sexo con mujeres, ver a Kohnn con Tonke era sin dudas peor.
Ellos se habían ido tan lejos justamente para que nadie pudiera encontrarlos, pero mi curiosidad y yo no pudimos con nuestro genio y queríamos llegar al final del arroyo, ¡gran idea, Lena! ¡Denle un premio al genio del año! ¡La que acababa de arruinarle la vida, el orgasmo y la felicidad a sus amigos!
Sentí a alguien sentarse junto a mí, no sabía cuánto tiempo pasó pero sin dudas no era tanto como para que pudieran terminar de tener sexo. Había alguien allí y yo no quise mirar al costado, nos quedamos uno al lado del otro en silencio hasta que él habló.
—Omana Lena no debió ver eso... —susurró Tonke.
—Lo siento, yo solo... solo estaba siguiendo el arroyo... ¿Estás vestido?
Giré apenas la cabeza para descubrir que sí lo estaba, llevaba un pantalón y se abrazaba las piernas escondiendo su rostro entre las rodillas. Pude ver las grandes marcas rojas y moradas en su espalda, producto de los golpes y azotes de Marla.
—Tonke... —Quise tocarlo pero él se encogió de hombros.
—¿Omana Lena odia a Tonke y Kohnn?
—No, no los odio, solo... solo fue sorpresivo y... Tranquilo, Tonke, no sucede nada, no le diré a nadie —Apoyé mi mano en su hombro y él dirigió sus ojos azules hacia mí.
—Si mei omana sabe... ella matará a Tonke, matará a Kohnn y... Kohnn —Se mordió el labio y vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas—. Tonke ama a Kohnn...
—¿Dónde está él? —Moví mi cabeza para buscarlo, pude verlo en la lejanía apoyado en el árbol, se agarraba la cabeza con consternación—. ¿Está enojado conmigo?
—No enojado, Kohnn triste. Kohnn quiere a omana Lena, Kohnn piensa que omana Lena odiarlo.
Nos quedamos en silencio otra vez, era un momento incómodo para los dos, realmente incómodo. Quería demostrarle que no me importaba si eran o no gays, que tampoco los denunciaría porque estaba segura que la homosexualidad estaba más que prohibido, si dos hombres se amaran serían inútiles para las omanas.
—Matarán a Tonke y Kohnn... —dijo en un susurro, agarrándose la cabeza—. Matarán a mei Kohnn...
—Nadie matará a nadie, no le diré a nadie y esto queda entre nosotros tres. ¿Sí? Kohnn es mi amigo y nadie toca a mis amigos, y si tú eres la pareja de Kohnn entonces también eres mi amigo.
—¿Por qué omana Lena no odiar? —Tonke me miró con mucha tristeza en sus ojos—. No normal, no leyes...
—A ver... a ver cómo te explico —Quise refregarme el rostro pero la verdad era que dolía demasiado—. De donde yo vengo hay muchas parejas como ustedes, hombres con hombres, mujeres con mujeres, que se aman y son felices. Muchos pueden casarse, otros consiguen tener hijos. Y sí, hay gente que no los quiere pero yo no estoy entre ellos.
—Tonke... —Hizo una pausa, mirando la nada—. Tonke siempre fue distinto... Cuando pequeños todos imaginar omana, Tonke... Tonke solo pensar «¿por qué omana? ¿Por qué no uemane?». Tonke era pequeño, preguntó a o'mae por qué uemane debía casar con omana, por qué no omana con omana o uemane con uemane... —Se encogió de hombros y agachó la cabeza—. O'mae golpeó a Tonke y metió cabeza bajo agua, o'mae dijo que eso ser raro, anormal, normal era uemane con omana... —Volvió a hacer una pausa y abrazó sus piernas—. Tonke intentó normal, pero Tonke no pudo... Y Kohnn...
—¿Qué sucede con él?
—Kohnn más problema para Tonke, Tonke querer ser normal y Kohnn perseguirlo como cazador —Se quejó de dolor y se refregó la cabeza, viendo una piña en el suelo. Giramos los dos para ver que Kohnn se daba un golpecito en la frente y bajaba el puño, ese símbolo de odio que se hacían los jhakae cuando discutían o se ofendían. Tonke solo se rio—. Kohnn perseguir a Tonke «tú ser diferente, tú no ser como otros, Tonke es como Kohnn», y Tonke «no, Tonke normal, Tonke nada, Tonke no sabe de qué hablar». —Se rio, no podía imaginarme a un Kohnn acosador, persiguiéndolo para descubrir no ser el único diferente—. Pero Tonke sí sabía... Tonke y Kohnn dormir al lado del otro en cabaña de solteros, Tonke miraba a Kohnn... ¿por qué Tonke querría omana? Kohnn era perfecto. Ambos pensar... «si es amor, no ser malo», pero jhakae no pensar así. Nosotros esconder en bosque para no morir, si alguien sabe... Tonke ama a Kohnn, y duele, duele mucho, omana Lena, si algo sucede a Kohnn...
Sonreí como respuesta y giré para ver a Kohnn a lo lejos, se estaba cubriendo con el cabello castaño pero podía darme cuenta de que estaba llorando, sus movimientos lo delataban. Tonke giró para ver y no dudó en ponerse de pie y correr hacia allí, así que lo seguí. Al llegar a él se agachó a su lado y le acarició el rostro, pero Kohnn lo corrió, aun así Tonke lo abrazó y Kohnn lloró en su pecho, encogiéndose en él. Era extraño ver a Kohnn llorar y a Tonke abrazándolo, pero al verlos juntos, ver cómo uno consolaba al otro, cómo se abrazaban y se miraban, me percaté de que ellos debían estar juntos, eso era amor y del más hermoso.
Me detuve junto a ellos y me agaché, Tonke intentó que Kohnn me mirara pero él corría la mirada. Llevé mis manos hacia su rostro y lo obligué a verme, sus ojos cafés me corrían la mirada, cubiertos de lágrimas al igual que su rostro.
—Está bien, Kohnn, está bien, no te odio, nunca te odiaría.
—Omana Lena... —susurró al morderse el labio inferior y más lágrimas comenzaron a resbalar por su moreno rostro—. Kohnn no quería que omana Lena supiera, no omana Lena.
—Todo está bien, no te odio, ¿sí? Tampoco pienso que sea raro, solo... Solo me sorprendió, lo escondieron muy bien —le dije con una sonrisa secándole las lágrimas—. ¿No les hace sentir un poco mejor saber que alguien conoce su secreto y quiere ayudarlos? ¿No les hace sentir mejor saber que yo no los juzgaría jamás?
—¿Por qué, omana Lena? —preguntó Kohnn con tristeza.
—Porque te quiero, tontito —le piqué la nariz, con una sonrisa—. Tú y Nundeh son los mejores amigos de Jhëren y también son mis amigos.
El rostro de Kohnn pasó de tristeza a completa desesperación, me sujetó de los hombros mirándome a los ojos en un ruego.
—Por favor, omana Lena —dijo de forma desesperada—. ¡No Jhëren! Por favor, no a Jhëren...
—¿Por qué no? Jhëren es tu amigo, él lo entenderá.
—Jhëren hijo de sabio de la guerra Jhëron, hijo de líder blanca —añadió Tonke—. Jhëren debe cumplir leyes... Jhëren no entenderá.
—¿Alguien lo sabe? —Miré a ambos y me turné para ver a cada uno.
Tonke abrazó de nuevo a Kohnn y le dió un beso en la frente.
—Nundeh sospecha —dijo en un susurro—. Nundeh hace preguntas. «Kohnn siempre irse al bosque, ¿por qué Kohnn va solo? ¿Por qué Kohnn regresa con Tonke?», pero Nundeh no decir nada porque... entiende —Tonke bajó la mirada y se aferró más a Kohnn—. Nundeh entiende amor prohibido, Nundeh nunca decir nada.
—¿Hace cuánto están juntos? —les pregunté con una sonrisa, pues trataba de que el ambiente no estuviera tan tenso.
—Cinco... —susurró Kohnn.
—¿Cinco meses?
—Cinco primaveras —aclaró Tonke—. Cinco primaveras juntos, omana Lena.
—¡¿Cinco años?! ¡¿Y llevan escondiéndose cinco años?! —chillé con sorpresa—. ¡Santa madre! Y no va y yo los encuentro, eso es mala suerte...
—Sin ofender, omana Lena —se rió Tonke—. Si omana Lena encontrar, significar que Tonke y Kohnn deben cambiar de lugar. Omana Lena mala rastreadora.
—A ver si entiendo... —sonreí con picardía y les di un pequeño golpecito a los dos, con confianza, para que no estuvieran tan nerviosos—. ¿Así que mientras que todos eran virgencitos y esperaban a estar casados ustedes, picarones, ya estaban disfrutando de lo lindo?
Ambos se rieron y me alegré de que Kohnn ya no estuviera llorando, se reía y se aferraba a su amado. Era extraño de ver pero era también una bonita imagen, porque Tonke lo aferraba con seguridad, con una mirada que demostraban que estaba dispuesto a todo por él. Y Kohnn lo miraba a él como si fuera el ser más perfecto del mundo, como si en vez de un cazador fuera el mismísimo Khumé en persona.
—Esto que preguntaré es algo estúpido, pero siempre tuve curiosidad... ¿quién es el hombre y quién la mujer? —pregunté—. Bueno, vi... Bueno, omitamos lo que vi.
—Pero... Kohnn y Tonke hombres, no hay mujer —Kohnn parpadeó sin entenderme.
—Lo sé, pregunta estúpida, me refiero a quien actúa como pasivo y quién como activo... —Me miraron sin entenderme—. ¡Válgame Dios, quién da y quién recibe!
—¿Se refiere a sexo? —preguntó Tonke y se rio—. Omana Lena, no hay «quien da y quien recibe», solo disfrutar y ya, solo eso. Cuando omana Lena estar con Jhëren no hacer siempre lo mismo, ¿no?
—Bueno... Jhëren y yo aún no hicimos nada, cuando hagamos supongo que variaremos —Me encogí de hombros y ambos se rieron.
—Tonke y Kohnn sabían qué hacer por practicar —dijo Kohnn—. Pero Nundeh y Jhëren saber qué hacer por enseñanzas, no preocupe, omana Lena.
Me quedé en silencio junto a ellos, estaba comenzando a oscurecer pero estaba segura de que aún era demasiado pronto para volver a la aldea. Lo mejor que podía hacer era quedarme con ellos, si es que me lo permitían.
Kohnn me sujetó del rostro para verme, aunque me pidió disculpas de antemano. Analizó mis golpes y heridas con preocupación, e incluso humedeció una tela limpia que tomó del bello bolso que había tenido él mismo. Con esa tela me limpió las heridas mientras les contaba lo que había sucedido y el motivo por el que yo no podía regresar temprano. El rostro de Tonke se oscureció y terminó por fruncir el ceño.
—¿Marla? —gruñó con asco, acariciándome con delicadeza el rostro—. ¡¿Marla?!
—No importa, tampoco la dejé muy bonita que digamos —sonreí al recordar cómo le di de golpes—. Es muy mala contigo, Tonke.
—Tonke levantó voz —dijo con el ceño fruncido—. Porque Marla gritar a Tonke «krasto», ¡Tonke no krasto! Tonke mejor cazador, Tonke fuerte, Tonke segundo más fuerte, ¡Tonke poder con Jhöne! Tonke no krasto.
Me quedé en silencio porque aunque los toques de Kohnn eran suaves, dolía demasiado. Quería decirle cómo debía tratar mis heridas, por ser enfermera, pero me sorprendió la naturalidad e incluso la habilidad con la que ambos eran capaces de sanar a otro. Y me dolió el alma darme cuenta que, probablemente, era algo que les habían enseñado los Sabios de la Guerra para su supervivencia en el matrimonio. Después de todo un uemane castigado tiene prohibido recibir atención médica.
Sentí mucha angustia en mi garganta y mis ojos inundados de lágrimas. ¿Cuántas heridas habían sanado, cuántas veces habían sido heridos para saber tan bien qué hacer?
Alcé la mirada para ver a Tonke y respiré hondo, él aún se veía furioso por lo de Marla.
—¿Por qué la elegiste?
—No elegir, Tonke ni mirar omanas, Tonke fue y agarrar la que cruzar en camino. Mala suerte de Tonke —se rio, refregándose la nuca.
—Bueno, sonaré perra pero es que lo soy, me alegra tanto saber que eres gay, tanto que alardea ella —sonreí con malicia y Tonke se rio—. Sé que no la quieres, ¿cómo hacías para tener sexo con ella?
—Pensaba Kohnn —susurró él—. Tonke casar rápido con Marla para no sospechas sobre Kohnn.
—Fueron los primeros —admití—. ¿Cómo hiciste para convencerla en una semana?
—Marla pidió a Tonke bailar para ella —respondió con una sonrisa—. Tonke lo hizo...
—¿Solo con verte bailar? Le había gustado tu baile pero no creí que...
—Desnudo.
Me quedé helada y comencé a reírme al igual que él, luego de haber visto a Tonke desnudo ya entendía bien por qué Marla se había apurado para casarse. Él no era mi tipo de hombre, demasiado inmenso, demasiados músculos. Su rostro no era agraciado y tenía demasiadas cicatrices —aunque estas sí me gustaban—, su nariz era ancha y aguileña, más rústica que la del resto pero con una punta parada, y sus cejas gruesas y algo más caídas sobre sus ojos le daban una mirada intimidante junto con sus finos labios apretados.
Giré para ver a Kohnn, me interesaba saber cómo y por qué había elegido a Sara.
—¿Y tú, Kohnn? —Lo miré y él se encogió de hombros, pude ver a Tonke fruncir el ceño.
—Sara ojos del cielo y cabello de sombras como Tonke, por eso elegirla... —susurró—. Sara es buena, Kohnn quiere a Sara... Ella preocupa Kohnn y cuida de él... Si Sara quiere tener sexo con él, Kohnn no problema, Sara bonita, no es sacrificio hacerlo con ella...
—A Kohnn gusta Sara —gruñó Tonke con el ceño fruncido.
—Entonces... ¿no eres gay? —parpadeé y él me miró con confusión.
—¿Qué ser «gay»?
—Los que son como ustedes.
—Kohnn ama a Tonke más que a nada en mundo, Tonke es el todo de Kohnn, sin Tonke... Kohnn muere —dijo en un susurro, aferrándose a él—. Pero... Kohnn quiere a Sara, Sara buena, Sara amiga de Kohnn... Kohnn no quiere lastimar Sara.
—Probablemente seas bisexual y eso está bien, Kohnn. No tiene nada de malo. ¿Por qué no se lo dices? Dile que amas a Tonke, si es tan buena como dices ella entenderá, después de todo no es como si estemos acá por voluntad propia —dije con los labios torcidos.
—¡No! Solo omana Lena, Sara no, Sara no merece eso.
—Bueno, yo los voy a ayudar en lo que pueda, sé que más de la mitad de la tribu no me quiere y que a ustedes dos no les conviene ser mis amigos, es más, casi que se me acusa de ser la amante tuya y de Nundeh —le dije a Kohnn mirándolo con pena—. Pero yo los quiero y pienso ayudarlos en lo que pueda, si necesitan algo, si necesitan una excusa para verse, si algún día se animan a decirle a Nundeh y Jhëren, yo estaré ahí, ¿sí? No están solos.
Tonke y Kohnn se miraron por un largo rato, luego giraron hacia mí y ambos hicieron esa señal de respeto que Nundeh siempre me dedicaba. Golpearon su pecho dos veces, sobre el corazón, y separaron un poco el brazo del pecho, extendiendo el dedo índice y mayor. Sonreí y les devolví con la misma señal.
Todo comenzaba a ser oscuro a nuestro alrededor, así que Tonke se alejó un poco para hacer una fogata. Observé la forma en que lo hacía con tanta habilidad, estaba herido y muy golpeado, y aún así se mostraba tranquilo como si fuera lo habitual.
Kohnn seguía estando incómodo, pero de a poco se fue tranquilizando. Llegó a contarme cómo se había dado cuenta de que era diferente a los demás justo por ver a Tonke, que era el único que le parecía atractivo. Me contó, también, cómo se había dado cuenta de que Tonke también lo era. La forma en que ambos siempre se miraban en silencio en la cabaña de los solteros hasta dormirse, porque no podían expresarse libremente su amor.
Solo imaginar a dos muchachitos uno junto al otro en las pieles, mirándose fijo por las noches, me hizo latir más rápido el corazón. Eran adorables, merecían estar juntos por siempre.
Me dediqué a lavar las heridas de Tonke, comenzaban a inflamarse y volverse moradas, y aunque él no mostraba gestos de dolor estaba casi segura de que le dolía demasiado. Los hombres jhakae se habían acostumbrado a llevar sus manos heridas, por lo tanto siempre podían seguir trabajando aun con esos cortes. Quería hacer más para ayudarlos pero no encontraba la forma de hacerlo.
—Omana Lena... —Tonke susurró a mi lado mientras se calentaba las manos en el fuego—. Usted debe casar con Jhëren.
—Es que...
—Omana soltera está desprotegida —aclaró Kohnn—. A omana Lena no quieren jhakae, si le hacen daño como hoy, omana Lena no tener protección.
—¿Y qué puedo hacer? —Me encogí de hombros—. Con Jhëren preferimos esperar.
Ambos se miraron entre sí, dijeron algo en jhakae que no pude entender, luego me miraron y me dedicaron una sonrisa. Tonke me pidió que me levantara y nos acercamos al arroyo, la luna ya se podía ver en el cielo. Acto seguido se abrió una de las heridas de la mano y yo chillé para que no lo hiciera, pero se agachó en el suelo y apoyó su mano en mi hombro derecho, cerrando los ojos.
—Clan Tonge —dijo con rudeza.
Kohnn lo imitó y se cortó la mano para luego agacharse en el suelo y apoyar la palma de su mano en mi hombro izquierdo.
—Clan Uhmar —añadió Kohnn.
Ambos se quedaron en silencio y levantaron la mirada para verme, me dedicaron una sonrisa y alejaron sus manos de mí para luego ponerse de pie. Me habían manchado con sangre y mi piel la absorbió, comenzó a arderme de sobremanera, se sentía igual a cuando Jhëren me marcó en el trasero. Una huella de oso color sangre se veía en mi brazo derecho y un ave volando también color sangre se veía en mi brazo izquierdo.
—¿Qué hicieron?
—Omana Lena aliada y protegida del clan Tonge y clan Uhmar.
—Si algo pasar, clanes acudir a ayudar omana Lena.
Sonreí y me coloqué entre ambos. Los dos eran mucho más altos que yo, pero aun así los abracé de la cintura, tratando de no tocar de más las heridas de Tonke. Ambos me devolvieron el abrazo y ambos me dieron un beso en cada mejilla. Si alguien nos hubiera visto probablemente nos habrían castigado.
A pesar de haber sido testigo de algo que no debería haber visto, me sentía algo feliz de saber que ellos confiaban en mí. Estaba decidida a ayudarlos en lo posible, aunque sea con excusas para que pudieran verse.
Regresamos a la aldea juntos, la verdad era que nos había importado muy poco si nos veían llegar al mismo tiempo. Luego del castigo que Marla le dio a Tonke y de mi pelea con ella, vernos juntos no iba a apagar las llamas y ya de por sí mi presencia las aumentaría.
Ambos se alejaron de mí para buscar comida en la gran fogata, donde estaban haciendo un estofado, y yo me acerqué a Jhëron para hablar con él. Lo vi apoyado contra la pared de la cabaña de las líderes, hablaba con un guerrero joven. Él era un hombre muy atractivo, con ese tono de piel moreno tan bonito, su cabello castaño trenzado a un costado al estilo jhakae, sus ojos rasgados cafés y esa barba de unos días que se negaba a afeitar. Cuarenta años y tenía mejor físico que los más jóvenes, qué ganas de desperdiciar tremendo hombre que tenía la líder blanca.
De repente, antes de que pudiera hablarle o siquiera acercarme lo suficiente, sentí un fuerte jalón de cabello que me arqueó la espalda hacia atrás, el dolor me hizo chillar y llevé mis manos hacia mi cabeza, pude ver a la malparida de Marla tras de mí.
—¡¿Por qué tienes la marca de clan de mi esposo?! —chilló, sosteniéndome del cabello.
—¡Ya suéltame!
—¡¿Por qué tienes la marca de mi esposo?! —insistió, aferrándose a mi cabello con más fuerza—. ¡Y no solo la de él, la de Kohnn también! ¡¿Te gusta robar esposos ajenos?! ¡Y te encanta romper reglas! —Tironeó con más fuerza y sentí el deseo de llorar.
—Suéltala —dijo Jhëron al acercarse.
—¡Tú no me das órdenes! —escupió Marla con odio—. ¡Solo eres un uemane!
—Creo que te estás confundiendo, Marla. Soy un sabio de la guerra, soy lo más alto de los uemanes, tengo el poder de hablar con cualquier omana y ser escuchado por las líderes. No me confundas con un uemane común —respondió Jhëron con una sonrisa falsa—. Y Lena no está rompiendo ninguna regla, las marcas en sus hombros son algo permitido. Las alianzas de clanes no están prohibidas, eso mejora la relación de clanes.
—¡¿Alianza de clanes?! —chilló de nuevo la muy insoportable, sin soltarme—. ¡Yo no quiero ninguna alianza con esta danka!
—Lamentablemente tú no eres jefa de clan, ese es Tonke. Solo el nacido en el clan puede serlo, el clan Tonge no tenía herederas, por lo tanto Tonke es el único jefe de clan. Él podrá obedecer tus órdenes y manejarse ante estas, pero él es el jefe de clan hasta que tengan un heredero o hasta que él te seda su marca de nacimiento por algún extraño motivo.
—¡¿Qué hay de ti, Sara?! —gritó al soltarme. Miraba a Sara, encogida de hombros a un costado con un pocillo de estofado en su mano—. ¡¿No te molesta que tenga la marca de tu esposo?!
—No, no me molesta —respondió con una sonrisa enternecida—. Significa que ahora somos amigos.
—¡¿Amigos?! —Marla se rio y meneó su hombro con desprecio—. La danka quiere escupirte el estofado, Sara, abre los ojos.
—Pues... si la «danka» escupe mi estofado será porque lo descuidé o porque mi estofado no quería ser comido por mí...
—Eres una idiota, Sara —se quejó Marla.
—Oye, no la insultes —me quejé—. Ella no te ha hecho nada, si tienes un problema conmigo no te pongas contra ella.
—Tú vete de una vez —me dijo Jhëron—. Luego iré a verte, veo que necesitas hablar conmigo, por ahora mantente lejos de Marla, ¿está claro? —Giró hacia ella y la señaló—. Y tú compórtate, qué vergüenza que una omana se comporte de esa forma.
Asentí como niña regañada y me alejé de ahí refregándome el cuero cabelludo. Jhëron tenía ese poder en mí, el poder de hacer que obedeciera sin chistar, como si se tratara de mi padre. Quizás porque lo quería de esa forma o porque él se comportaba como uno conmigo.
Oí la voz de Sara tras de mí, apuraba el paso para alcanzarme así que me detuve. Era extraño que se acercara a mí cuando siempre me esquivaba o se encogía de hombros cada vez que intentaba sacarle conversación.
—Hola... —dijo en un susurro al mirarme—. Este... Sé que nunca hablamos, pero Kohnn los quiere a los dos y pues... ahora eres aliada de Kohnn y... Quería saber si tú y Jhëren querían venir a cenar a casa ahora, bueno, sé que comemos todos juntos en el centro pero quizás... No sé, como personas normales de Irinnoa. No creo que esté prohibido que las omanas se junten a conversar, pero hay tantas reglas que la verdad no sé... —Sara hablaba demasiado rápido y se refregaba las manos, me dio ternura verla así, a pesar de que era más alta que yo se me asemejaba a una niña.
—No creo que sea buena idea, podría traer habladurías —respondí, aun refregándome el cuero cabelludo, y más de recordar lo de Kohnn dudaba que él quisiera tenernos a Jhëren y a mí en su casa.
—¿Más de las que ya inventan? —se rio ella, luego tomó mis manos con suavidad—. ¡Por favor! Quiero conocer a los amigos de Kohnn, invité también a Nundeh y Dorotea, sé que no te llevas con ella pero... dime que vendrán.
Sara clavó sus ojos azules en los míos, podía entender por qué Kohnn la quería tanto hasta el punto de poner celoso a Tonke, Sara tenía un aura, un algo que llamaba a quererla. Podría haber sido su voz suave y delicada, quizás sus tartamudeos o nervios, su mirada tímida pero entusiasmada, no lo sabía con exactitud, pero no pude negarme. Solo esperaba que Jhëren quisiera ir y que Kohnn no me odiara por irrumpir en la tranquilidad de su hogar.
Sara sonrió ante mi respuesta y se fue enseguida a preparar todo en su choza, así que me dediqué a buscar a Jhëren, quien estaba hablando con Nundeh, ambos apoyados contra las paredes de nuestra choza.
Mientras me acercaba a ellos, Nundeh giró hacia mí y me dedicó una sonrisa, podía ver una fina línea roja y morada en su mejilla derecha, llegando casi a su sien. Un corte limpio, probablemente hecho con una de esas varas metálicas reforzadas con cuero que le daban a las omanas al casarse. Sentí un repentino malestar y me acerqué casi corriendo hacia él. Me importó una mierda que la gente me viera tocarlo o que estuviera Jhëren allí, le acaricié el rostro herido, había sido curado pero se estaba inflamando.
—¿Qué te pasó?
—No toda omana es como omana Lena —dijo con una sonrisa—. No se sorprenda, omana Lena, esto es normal en la vida del uemane, en especial en los uemanes recién casados que deben ser domados.
—¿Dorotea te golpeó? ¿Por qué? —Le acaricié el rostro con tristeza, su bonito rostro herido, no era la primera vez que lo veía así. Él levantó sus manos y me mostró los cortes en ellas.
—Es normal, omana Lena. Nundeh nunca fue obediente, Nundeh no gusta que le griten, si a Nundeh le gritan Nundeh no hace caso. Nundeh está acostumbrado a los castigos.
—Castigo mejora a uemane —añadió Jhëren con un suspiro—. Sin castigo, uemane no aprende.
—Yo no te castigo, Jhëren, si hay problemas lo resolvemos hablando —les dije con pena—. Los golpes no solucionan nada.
—Omana Lena, si usted no castiga a Jhëren usted será herida, y ni Kohnn, ni Jhëren ni yo queremos verla así —dijo Nundeh mirándome con tristeza—. Omana Lena es buena, ser una omana buena es malo. Es malo porque a las omanas buenas les pasan cosas malas, y si algo le pasa los tres moriremos. Castigo es tradición, castigo es normal. Uemane está acostumbrado al dolor. No se preocupe, omana Lena, Nundeh va a estar bien, va a estar todo bien.
Con disimulo llevó su mano hacia la mía y la apretó en ella. Sentí el deseo de llorar y abrazarlo, pero sabía que de hacerlo su omana le daría un castigo mucho más fuerte.
—No debería ser así... —susurré sintiendo un nudo en mi garganta—. ¡No deberías estar acostumbrado al dolor!
—Lena... —Jhëren llamó mi atención y suspiró—. Nundeh romper reglas, Nundeh amigo de Lena, omana Dorotea castigar a Nundeh por ser amigo de otra omana.
—¿Qué? ¿Es mi culpa?
—Nundeh se enteró de lo que mei omana y omana Marla hicieron a Lena —dijo con el ceño fruncido—. Nundeh quejarse, omana gritar y Nundeh enojarse. Omana entonces golpear Nundeh... —Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y él lo notó—. No, omana Lena, no llore, no culpa suya, esto es normal.
No respondí nada, solo me di la vuelta e ingresé a la choza corriendo. Sentía muchos deseos de llorar, era imposible ignorar todo eso, era imposible ver a mis amigos heridos y no pensar en lo mal que estaba ese mundo. Había intentado adaptarme, aceptar esa sociedad, aceptar sus leyes mientras que a mí no me obligaran a aplicarlas. Nadie sabía lo que sucedía entre Jhëren y yo, si lo castigaba o no, y no podían tocarme justo por eso. Ver a mis amigos heridos, saber lo que la líder blanca le hacía a su esposo y su hijo menor, saber que Nundeh estaba tan acostumbrado al dolor que lo veía como normal, saber que Tonke era azotado solo por opinar...
Este no era el mundo que yo quería.
Sentí a Jhëren tras de mí, apoyó su mano en mi espalda cuando me arrojé en las pieles a llorar. Se recostó a mi lado y me dio vuelta para enfrentarlo, así que me hice más pequeñita al pegarme a su pecho, encogida de hombros. Él me abrazó y me besó la frente con cariño.
—Así ser tribu jhakae desde siempre, Lena —me susurró—. Así fue siempre, no es nada. Lena debe acostumbrarse, uemane debe ser castigado por su omana. Uemane es inferior y omana es superior, uemane no es inteligente como la omana, uemane solo es fuerte, uemane no puede llorar, uemane debe caminar un paso tras la omana, uemane no puede opinar, uemane solo da hijos y uemane solo da de comer. Uemane no es nada, Lena.
—Tú si entiendes de que somos iguales, ¿cierto? —le dije entre gimoteos.
—No, Lena. Lena y Jhëren no ser iguales, Lena es omana, Jhëren uemane. Jhëren solo obedece a Lena.
—¡No es así! —Me zafé de su agarre solo para verlo a los ojos—. ¡Tú y yo somos iguales! ¡Tú no eres inferior a mí y yo no soy superior a ti! Entiéndelo, Jhëren, nadie tiene el derecho a tratarte como basura...
—Omana...
—¡No! ¡Basta de omana! ¡Basta de uemane! —Me sujeté de la cabeza con dolor, no sabía si dolía por los jalones de Marla o si era por toda la situación—. Yo nunca te golpearé, ¡nunca!
Jhëren no me respondió, volvió a abrazarme y me quedé allí, en su pecho. No quería pensar en tener que obedecer esas estúpidas reglas algún día, no quería imaginar lo que podrían llegar a obligarme a hacer, y mucho menos quería pensar en Nundeh herido, en Kohnn herido, en cualquier otro uemane herido.
—Omana no puede ni debe ser buena, omana debe ser fuerte y cruel o la omana morirá —dijo Jhëren en un susurro—. Lena debe entenderlo, Jhëren no quiere verte así otra vez, ver a Lena herida le rompe el corazón.
No respondí nada, hacerlo cambiar de opinión, quitarle esos ideales que le inculcaron desde su nacimiento sería un trabajo muy complicado, algo que no conseguiría en solo tres meses. Necesitaría más tiempo para ello, y quizás nunca podría cambiarlo.
Danka: Sucia, pero el insulto es equivalente a puta.
Krasto: Inútil, fracasado.
Kujú: Veloz, pero se le llama así a los conejos.
Kumena: Sabia.
O'mae: Mamá.
Omana: Mujer, pero como rol social, equivalente a una Ama.
Uemane: Hombre, pero como rol social, equivalente a esclavo.
Warjo: Es una maldición, como decir "mierda" o "carajo"
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