Capítulo N° 7
Con la mayor tranquilidad posible, algo extraño puesto que no es un rasgo propio de mí, me levanté de la cama para comenzar a vestirme. Nos pasamos de la hora habitual y necesitaba prepararme a tiempo. No quería despertar a Jhëren, la noche anterior le había costado mucho dormir debido a los dolores corporales. Tuve que darle dos veces en el día la infusión de flor de nü para que pudiera dormir bien.
Era increíble cómo su hermano lo había golpeado tanto para dejarlo cinco días en cama, ¡cinco días! Y todavía no estábamos seguros de cuándo podría levantarse.
Jhöne seguía en la tribu, aunque era despreciado por los demás. A su esposa le fue regalado un rebenque para utilizarlo llegado el caso de que Jhöne requiriera un castigo; a fuertes uemanes castigos más fuertes aún. Debido a que el matrimonio era un lazo para siempre, ambos seguían juntos, solo si su esposa se negara a convivir él sería exiliado, pero ella terminó por perdonarlo y aceptarlo en su casa otra vez.
No conseguía entender a esa mujer, para nada. No era cariñoso, no era obediente, no era amable, no era romántico, no era leal, no era divertido, no era nada interesante. Terminé por pensar que lo único bueno que podría tener era estar bien dotado o ser bueno en la cama, sino no conseguía encontrar otra explicación.
Rogaba que ni Jhëren ni yo tuviéramos que cruzarlo en algún momento, porque le metería las disculpas de su madre directo por el ano.
—¿Lena?
Mierda. Sin duda no servía para andar de trampa.
Giré para ver a Jhëren sentarse, se sujetaba la cabeza con dolor. De a poco los moretones en su cuerpo habían mejorado, pero seguían ahí y seguirían por un tiempo más. Me cubrí el cuerpo con el vestido que me pondría, puesto que él no me dio el tiempo necesario para vestirme. Al verme, parpadeó varias veces, tratando de ver mejor, luego hizo un gesto avergonzado y corrió la mirada. Movió entonces su mano para indicarme que siguiera vistiéndome.
No sé por qué me sentía tan avergonzada, él sería mi esposo y me vería desnuda varias veces, verme en ropa interior no sería nada en comparación.
—¿Temprano o tarde? —preguntó, refregándose los ojos.
—¡Tarde! Nos pasamos, nos pasamos de lo lindo —le respondí, colocándome ese vestido bonito, uno diferente que me había regalado Kohnn en secreto.
Los hombres de la tribu hacían toda clase de trabajos y cada clan tenía un deber en especial, más allá de sus deberes como hombre. Kohnn era del clan Uhmar, encargados de la vestimenta. Era muy bueno con el telar y me había hecho un vestido muy bonito color beige claro, con algunas partes algo más abiertas, permitiendo ciertas transparencias en la zona del muslo.
—Hoy se casan Kohnn y... su chica, no sé el nombre, debo prepararme.
—¡¿Qué?! —Jhëren me miró con sorpresa—. ¡¿Ya Kohnn?¡ ¿Ya?!
—Sí, ya. Ahora solo faltan Nundeh, Lottan, Nehué y tú —respondí con un suspiro—. Nunca hablé con la esposa de Kohnn, sé que es muy bonita y solo eso —Vi que Jhëren intentaba levantarse, así que no terminé de anudar la túnica y me acerqué a él para que se recostara—. ¡Hey! Debes seguir recostado.
—¡No! Kohnn amigo, Jhëren no fallarle, Jhëren debe estar con Kohnn... —Me corrió y se puso de pie, al menos ya no se tambaleaba como antes, pero los gestos de dolor en él se seguían viendo—. ¡Warjo! Estúpido Jhöne...
—Mira, Jhëren, sé que quieres estar porque es uno de tus mejores amigos, pero apenas si puedes mantenerte en pie...
—¿Lena faltaría unión de Gina? —me preguntó, mirándome a los ojos con el ceño fruncido—. ¿Lena faltaría?
—No...
—Jhëren irá.
—De acuerdo, pero yo te ayudaré a vestirte, ¿está bien? Y no, no hay nada que puedas a hacer para evitarlo. Seis días de convivencia y todavía no te acostumbras, qué pereza contigo...
—Lena también incómoda de que Jhëren vea, Lena cubrir cuerpo —dijo con una sonrisa de lado.
—¡Porque soy una chica!
—Jhëren chico, Jhëren también incómodo.
—¡De acuerdo! ¿Sabes qué? —Desanudé la faja tejida y me quité el vestido por sobre la cabeza, quedando en ropa interior frente a él. Jhëren me miró con sorpresa y recorrió en unos segundos todo mi cuerpo, deteniéndose en mi lencería de encaje negro—. ¡Ya no hay excusa! Tú me viste, yo te veo. Fin.
—Tramposa... —Corrió la mirada y me coloqué frente a él para que me viera, con mis manos en la cadera.
—Seré tu esposa, acostúmbrate. Además... No es como que hubiera mucho para ver en mí, creo que la mayor curva que existe en mi cuerpo es la de mi cuello.
Jhëren dirigió sus ojos a mí y me escrutó entera con cierta vergüenza, lo notaba por la forma en que me miraba, como si tuviera miedo de hacerlo pero tuviera la curiosidad latente en él. Se quedó mirando mis pequeños pechos e hice mucho esfuerzo para no cubrirme con las manos como pensaba hacer, y menos mal que solo miraba hacia allí y no mi rostro porque comencé a sentir mucho calor y apostaba mi vida a que era un tomate con brazos y piernas.
—Jhëren vio eso... —dijo mientras señalaba mi sostén.
—Sí, no quise decirte qué era por miedo a que te avergonzaras.
—Oh. —Se encogió de hombros y volvió a mirarme entera, luego guio sus ojos hacia los míos—. Lena bonita, ¿por qué Lena no abrir ojos?
—No es que piense que soy fea, pero vamos, que hasta Nundeh tiene más pecho que yo...
—Lena no niña, Lena mujer —Me sonrió y señaló mi cuerpo—. Lena bonita. Jhëren no Jhöne, Jhöne gustar montañas y curvas, cazar en montañas y herirse fácil, montaña difíciles de escalar, todo blanco y triste, montañas no gustan a Jhëren. Colina más bonita, en colina Jhëren ve estrellas, en colina crecen flores, colina habita kujús... Lena gustar a Jhëren siendo Lena.
—Estoy comenzando a creer que tu mayor pasatiempo es hacerme sonrojar —le dije mientras tomaba el vestido en mis manos para poder vestirme.
—No, no, no —Negó con la cabeza arrojando al suelo mi vestido, para luego dedicarme una sonrisa pícara poco común en él—. Si Lena vestir Jhëren, Jhëren disfrutar de ver Lena.
—¿Quién eres y qué hiciste con mi adorable Jhëren? —Dramaticé al colocarme una mano en el pecho, pero luego me reí y asentí con la cabeza. Era un trato justo.
Tenía una cubeta con agua cargada desde la noche anterior, para no tener que ir —supuestamente a la mañana— a cargar en el arroyo. Le pedí a Jhëren que se pusiera de pie en la zona de roca para no hacer barro y no mojar las pieles, luego humedecí uno de los trapos mientras él se desvestía. Necesitaba que el trapo estuviera húmedo pero que no chorreara, y cuando giré para ayudarlo a lavarse sentí demasiado calor en mi rostro, Jhëren sujetaba de espaldas a mí una gran tela que usaban los jhakae para secarse, pero mientras tanto pude ver perfectamente sus glúteos tonificados, e incluso una cicatriz blanquecina en la nalga derecha. Corrí la mirada y carraspeé para que se cubriera con rapidez.
—No era necesario que te desnudaras, Jhëren... —le susurré mientras pasaba el trapo por su espalda dura, llena de cicatrices blanquecinas en lugares aleatorios, al igual que su pecho.
—No preocupar, Lena, Jhëren lavar luego, Lena solo torso —respondió como si nada, como si no tuviera problema en estar prácticamente desnudo ante mí, cubriéndose la cintura con esa toalla.
—¿De qué son estas cicatrices? —Pasé mi dedo sobre una de las más grandes que tenía en su omóplato y él se encogió de hombros ante el toque.
—Cosas diferentes... —dijo en un susurro luego de un rato—, castigos de o'mae, entrenamiento jhakae... Batalla con dhakae mucho más...
—¿Dhakae?
—Enemigo jhakae —giró para verme y clavó sus ojos en los míos—. Dhakae comer jhakaes, dhakae hacer sacrificios con jhakae. Dhakae atacar jhakae hace tiempo, muchos hermanos morir.
Sentí mi rostro arder porque hasta ayer nomás creía que en verdad los jhakae eran caníbales, y no comí su carne si no estaba segura de que en verdad fuera un animal. Sacudí mi cabeza para tratar de borrar el calor de mi cara y carraspeé antes de agregar:
—Parece que la gente de Irinnoa confunde a los jhakae con los dhakae... —dije con una leve sonrisa—. ¿Por eso entrenan tanto?
—Nadie querer ver morir hermanos... —susurró otra vez—. Uemanes entrenan para ser atractivos a omana, uemane ser atractivo o ignorado.
—Sí, me di cuenta de eso hace tiempo. Los obligan a verse bien todo el tiempo —resoplé, porque los había visto muy preocupados en su apariencia, con maquillajes, ropas, joyería—. ¿Tú peleaste contra los dhakae?
—Sí... —Esta vez bajó aún más su voz, pero cuando pasé el trapo por su hombro él llevó su mano hacia la mía, apretándola sin mirarme—. Nundeh, Tonre, Ommu, Kohnn y Jhëren pelear juntos... Solo Nundeh, Kohnn y Jhëren regresar...
—Ellos...
—Amigos de Jhëren, Tonre y Ommu hermanos de Tonke... —Se quedó en silencio un instante y lo obligué a sentarse, ya de por sí me costaba lavarlo de pie. Me senté a su lado y sostuve su mano con suavidad mientras apoyaba mi cabeza en su hombro para oírlo mejor—. Dhakae cortar cabeza de Ommu y exhibirla en entrada. Cocinar Tonre y enviar sobras a madre... dhakae herir a Jhëren y Nundeh, Kohnn traernos de vuelta. Kohnn salvar a ambos.
Por un instante nos quedamos en silencio y yo me quedé apoyada así en su hombro, con su áspera y callosa mano entre las mías. Su respiración acelerada de a poco se iba normalizando, pero aun así nos quedamos en silencio, por lo que regresé a mi labor de limpiarlo para poder asistir a la boda de su mejor amigo.
—Lena... ¿cuántos años creer que Jhëren tener en batalla dhakae? —me preguntó en un susurro.
—No lo sé, diecisiete o dieciocho primaveras tal vez.
—Catorce... —Su respiración volvió a acelerarse y apretó con más fuerza mi mano—. Ommu trece primaveras, Tonre catorce, Nundeh catorce, Kohnn catorce...
—Solo eran niños... —susurré y busqué mirarlo a los ojos, Jhëren miraba la nada con dolor—. No volveré a preguntar sobre las cicatrices, ¿sí?
—No. Jhëren querer que Lena sepa sobre él, así Lena entender a Jhëren.
Y lo hacía, podía entenderlo. Podía entender por qué era tan unido a Nundeh y Kohnn, por qué se cuidaban el uno al otro como si se tratara de ellos mismos. Por qué entrenaban con tanta ímpetu, más allá de querer verse atractivos para las mujeres. También podía entender por qué pasaba tanto tiempo con los niños o entrenando a los más jóvenes, sentí que no quería que ellos tuvieran que vivir lo mismo que él.
Pobre Jhëren, tener que sufrir semejante horror a tan corta edad. Deposité un beso en una de esas cicatrices para reconfortarlo, y él se sobresaltó ante ese toque. Giró para verme por sobre el hombro con un gesto cargado de desesperación y, también, vergüenza.
—Lo siento, no lo haré más si esto te molesta.
—Lena no molestar —dijo y aclaró su garganta al mirar hacia otra parte—. Es incómodo...
Dejé ir un suspiro porque claramente me había pasado. Solo estábamos obligados a casarnos, yo ni siquiera quería casarme y él no estaba acostumbrado a ser tocado. No quería hacerlo sentir incómodo así que trataría de evitar cualquier tacto indebido.
Luego de lavarlo lo dejé solo para que él pudiera finalizar con el resto del trabajo, mientras iba a buscar otra cubeta de agua para mí. No miré mucho a mi alrededor, me manejaba de forma casi robótica, preocupada en conseguir agua y regresar. Tan así que no vi a Nundeh a mi lado tarareando una canción jhakae. Tenía una bonita voz, más grave y rasposa al cantar que cuando hablaba, y parecía ignorar que yo estaba a su lado, al menos eso creí hasta que me arrebató la cubeta y se adelantó tarareando esa canción. Corrí para alcanzarlo y giré para asegurarme de que no me miraba nadie. Todos parecían más preocupados en preparar lo necesario para la boda, no les importaba un pequeño kujú corriendo por el bosque.
—¡Nundeh! —dije con fuerza pero sin gritar, para llamar su atención, pero él no giró hasta que llegué a su lado y se puso a cargar la cubeta—. ¿Qué haces?
—Es tarde, omana Lena no está preparada todavía, Jhëren sigue herido, Nundeh ayudar a omana Lena —Me guiñó un ojo con una sonrisa pícara y luego se sentó junto al arroyo, palmeando el costado para que le haga compañía. Giré de nuevo para asegurarme de que nadie nos estaba viendo—. Nadie ve a Nundeh y omana Lena, todos ocupados.
—¿Pasa algo? —le pregunté al verlo de soslayo.
—Nundeh y omana Lena ser amigos, aunque eso ser ilegal, ¿Nundeh no puede hablar con omana Lena? —Me miró como si esperara alguna queja, luego suspiró y lanzó una pequeña piedrita al agua que enseguida se hundió, uniéndose a las demás—. Omana Lena... ¿alguna vez estuvo enamorada? —Parpadeé un par de veces y él repitió—. ¿Amó a alguien?
—Sí, he tenido novios y eso, pero no sé si sea lo mismo... Al menos nunca sentí que podría morir si no estaba con alguien. ¿Por qué la pregunta?
—Porque Nundeh siente que podría morir en cualquier momento —susurró—. ¿Cómo es el hogar de omana Lena?
—Muy diferente a este lugar, pero a la vez muy parecido... —respondí, encogida de hombros.
—¿Hay leyes crueles?
—Para algunas personas, pero mayormente hay bastante libertad.
—A Nundeh le gustaría conocerlo algún día...
—Y a mí me gustaría llevarte algún día, también a Kohnn y Jhëren.
Nundeh sonrió y se puso de pie con cubeta en mano para acompañarme a la cabaña. En el camino siguió tarareando esa canción pero cuando llegamos a la aldea se calló. No dijo nada, ni tarareó ni me habló, incluso su ceño se frunció al caminar un paso por detrás de mí. Al igual que Tonke, dejó la cubeta junto a la puerta y asintió con la cabeza como señal de respeto, para luego girar.
—¿Qué era eso que tarareabas?
—Una leyenda prohibida, omana Lena —susurró, luego giró apenas la cabeza para verme—. La leyenda de Khumé. Omana Lena no ha oído nada y Nundeh jamás cantó nada.
¿Una leyenda prohibida? ¿Por qué sería prohibida? Tenía mucha curiosidad pero el lindo pelirrojo prácticamente me estaba rogando olvidar que lo oí.
Asentí lentamente y él inclinó su cabeza como señal de respeto, para luego alejarse e ir junto a su prometida. Suspiré porque necesitaba respuestas, quería saber por qué estaba prohibida esa leyenda y, de estar prohibida, ¿por qué la cantaba Nundeh pese a las consecuencias que eso podría traer?
Qué misterio tan misterioso y tentador...
Ingresé en la choza, pero casi se me cae el agua al suelo cuando pude ver a Jhëren secarse el cabello con la toalla, por lo que no se estaba cubriendo y pude ver a la perfección el tatuaje tribal que tenía en la pelvis. Tragué saliva y busqué mirarlo a los ojos, carraspeando para llamar su atención y obligarlo a cubrirse, cosa que él hizo al instante.
—Lena tardar demasiado —dijo, encogido de hombros—. Jhëren prepararse solo...
—Estaba... No importa, necesito prepararme.
Le di la espalda mientras que él terminaba de vestirse, traté de no pensar en que había visto su pubis perfectamente depilado y con su marca de seducción. De acuerdo, era imposible no pensar en eso, ¡le vi su... coso! No estaba nada mal, ¿eh?
Sacudí la cabeza. Llevaba demasiado tiempo en la aldea, no podía alterarme tanto por ver a un chico desnudo. ¡Necesitaba controlarme! Ese hombre te secuestró, Lena. Y te obliga a casarte con él, ¡no podía caer en un síndrome de Estocolmo! Aunque es tan adorable, él no intentó hacer nada raro...
Maldita sea, ya cagué. Estoy perdida. Me voy a pudrir en el puto infierno por pensar que mi captor está bueno.
Para no pensar en eso bajé mi túnica beige hasta la cintura y comencé a refregar el trapo húmedo en mi piel para poder limpiarme. No necesitaba lavarme el cabello como Jhëren así que no tardé tanto como él, y enseguida me coloqué ese bonito vestido que me había hecho Kohnn. Me sorprendí cuando sentí las manos de Jhëren en mi cintura, desde atrás, tomando la faja para ajustarla en mi espalda y eso me produjo un erizar.
Carajo, ¿estaré ovulando? ¡Tenía que ser eso!
No dije nada respecto a su marca de seducción, aunque la imagen no salía de mi cabeza y mi rostro me delataba demasiado por la vergüenza que sentía.
Trencé su cabello a un costado como solían utilizarlo y él volvió a cortar la mitad del mío, como si estuviera rapando esa mitad, lo que hacía que el resto pudiera resaltar aún más con su volumen.
Las palabras de Nundeh sobre Khumé llegaban a mi mente todo el tiempo, casi hacía que olvidara a Jhëren desnudo. Casi. Me pregunté por qué sería una leyenda prohibida y por qué Nundeh la tarareaba con tanta emoción.
La esposa de Kohnn, Sara, era una mujer realmente hermosa. Al igual que todas las esposas jhakae estaba pintada de gris y rojo, y yo había ayudado en gran parte a que quedara así. Era amable, mucho más que Marla, incluso infundía cierta ternura de solo oírla hablar con esa sonrisa perfecta. Su cabello era negro y lleno de ondas, sus ojos eran azules y su rostro parecía de modelo, me pregunté cómo una mujer tan hermosa podía haber vivido en Irinnoa, sin buscar irse a otras ciudades como hicieron las otras mujeres hermosas del pueblo.
La ceremonia fue bastante rápida, ambos dijeron sus votos y luego de que un grupo de pájaros volando se mostrara en el pecho de ambos, Kohnn la tomó entre sus brazos y la llevó a su choza. La verdad era que ya sabiendo lo que harían no tenía deseos de oír a Kohnn teniendo sexo, una cosa era un jhakae desconocido, pero Kohnn ya era un amigo y... nadie quiere oír a un amigo teniendo sexo. Bueno, por lo menos yo no quería oírlo.
Me acerqué a la kumena, que se mantenía sentada esperando, al igual que los demás, oír a Kohnn satisfacer a Sara. No tardó mucho la verdad, quizás unos quince o veinte minutos y enseguida se la pudo oír, por lo que la música y los bailes comenzaron. Aproveché ese bullicio para poder hablar con Yamila, quien me dedicó una tierna sonrisa mientras palmeaba el sitio frente a ella en el suelo.
—¿Qué sucede, niña? —dijo con una sonrisa, pero enseguida se acercó Jhëron y se colocó de pie a su lado, hablándole en jhakae—. Hombre, que estoy hablando con la niña, no interrumpas.
—Pero es importante —dijo él con el ceño fruncido.
Le indiqué a Yamila que podía esperar un poco más y él se mantuvo mirando a la gente danzar mientras hablaba en jhakae con ella. En un determinado momento vi el gesto de Jhëron algo avergonzado y carraspeó, para luego hablar en español.
—Kumena, no quiero ser irrespetuoso pero...
—No digas nada, Jhëron —dijo ella, fruncí el ceño sin entender de qué hablaban y pude ver de nuevo el gesto de él, carraspeó de nuevo y me miró.
—No me parece correcto que toque a otro uemane delante de una pequeña omana, kumena —dijo él con un extraño tono de voz.
—Ah, niño, el paisaje está para admirarlo.
—El paisaje se admira, no se toca.
Moví mi cabeza para ver qué estaba haciendo Yamila y comencé a reír al ver que le palmeaba una nalga con la mano.
—¿Tú miras una flor o también la arrancas y la hueles? —inquirió ella con una sonrisa ladina.
—¿Quiere oler mi trasero, kumena?
—Debe oler a rosas —se rio ella y él se puso rojo por completo, me dio gracia verlo así, siendo menos intimidante que siempre—. Y a Caty no le molestará, tiene otros uemanes que la satisfacen. Ahora... ¿quién te satisface a ti, Jhëron?
—Kumena, agradecería que no hablara sobre mi sexualidad delante de una pequeña omana que será mi hija próximamente —gruñó y yo volví a reír, cubriendo mi boca para no incomodarlo—. Ahora soy un sabio de la guerra, eso implica que...
—Bla, bla, bla, puras patrañas. Ser viejo no quiere decir perder el deseo, ¿o acaso ya no funcionas como antes?
—Todo en mí funciona perfectamente, gracias.
—¿Tú entiendes a Caty? —me preguntó—. Tenía tremendo macho y no, va y se elige a un par de niños vírgenes. ¿Quién entiende a esa mujer? —Palmeó el trasero de Jhëron y me sonrió—. Mira bien a este hombre, Lena, pues así será Jhëren al crecer, se pondrá bien buenote ese muchacho.
—¡Kumena! —gruñó Jhëron y luego se alejó de ella para zafarse de su agarre, giró hacia mí y me señaló—. Y cuando tú seas mi hija, espero que olvides todo esto, ¿de acuerdo? Ahora, kumena, espero piense lo que le dije, regresaré con los sabios, allí estoy más seguro.
Jhëron se alejó tan rápido como se había acercado, entre enfadado y avergonzado, creo que más de lo segundo por haber sido una testigo de la situación. Ahora ya no podría verlo de la misma forma, no gracias a Yamila.
—Es tan aburrido —bufó ella.
—Tal vez, solo quizá, no debería tocarlo sin su consentimiento —dije al torcer mis labios.
—Ay, pero si hasta tú te reíste.
—Y estuvo mal, lo admito —suspiré.
Me había dado gracia ver tan avergonzado a alguien que siempre estaba serio, no quería decir que me divirtiera su acoso.
Hubo un incómodo silencio entre nosotras, pero Yamila miraba con tristeza hacia donde Jhëron se había acomodado, junto a los sabios de la guerra. Un grupo de fuertes guerreros maduros.
—Es un hombre demasiado serio gracias a Caty, me gusta verlo sonreír. Debiste haberlo conocido en su juventud, era la alegría hecha persona. Era un chico tan dulce y adorable. Tuvo la mala suerte de ser muy joven en la alineación de su tiempo, solo era un muchachito y cometió el error de escoger a Caty. No tardaron mucho en tener a Jhïle tampoco, y al año siguiente tuvieron a Jhöne. Recién cuando Jhëron podría haber sido considerado un hombre nació Jhëren. —Giró para verme y suspiró—. Un muchacho atractivo y romántico perdido por una mala elección, ¿quién podría haber sospechado que su adorada esposa sería la más cruel omana, nombrada la líder blanca y la más libertina de ellas? Tiene cuatro uemanes que son prácticamente unos niños, y aun así no está satisfecha.
No le respondí, solo me dediqué a oírla. Pese a molestarlo sentí que le tenía un profundo cariño a Jhëron, y ahora que podía conocer un poco más sobre él me daba mucha pena. Él me había dicho que tenía cuarenta años, si Jhëren tenía veinte, y Jhïle le llevaba seis años entonces...
Abrí los ojos con consternación al darme cuenta la edad que tenía cuando nacieron todos sus hijos.
—El lazo es para toda la vida, así que Jhëron no puede estar con otra mujer que no sea ella... Qué triste, ¿no? Por eso me gusta divertirme con él, hacerlo sentir que es deseado, que no es un viejo inútil como su esposa le hace creer. ¡Por la luna, tiene solo cuarenta años! Podría seguir teniendo hijos y disfrutar del amor, y está condenado a vivir con esos viejos amargados en la cabaña de los sabios...
—Aún así tal vez no debería tocarlo si él no quiere, con decirle que es sexy bastará —suspiré.
Yamila me miró con una sonrisa pícara.
—¿Piensas que tu suegro es sexy?
Maldita viejita de mierda.
—No me va a hacer pisar el palito, vieja pecadora —me reí y dejé ir un suspiro.
Jhëron había sido descartado por su esposa y Drach temía llevar el mismo destino, según lo que me había dicho.
—¿Jhïle hará lo mismo con Drach? —le pregunté con un suspiro.
—Toda líder joven lo hace cuando se cansa de un mismo hombre en la cama y los uemane kauei ya no llenan el vacío —Yamila bebió un poco de una infusión que tenía frente a ella y luego suspiró—. ¿Qué querías consultarme, pequeña?
—Jhëren me llamó de una forma extraña los días anteriores y no sé qué significa, pensé que quizás usted podría traducirlo. —Ella bebió un poco de su infusión y asintió con la cabeza—. Me llamó «Khuri», ¿qué es?
—¿Khuri? —Abrió los ojos con sorpresa y tosió un poco, como si se hubiera ahogado con la infusión—. Khuri es el nombre de la luna, nuestra diosa, como sabrás. Diosa de la fuerza, la belleza y la sabiduría, aquella que porta todo lo perfecto y que ilumina nuestras noches con su existencia.
—Oh... —Sentí mis mejillas encenderse y aclaré mi garganta—. ¿Por qué cree que me haya llamado así?
—Bueno, eso deberías saberlo tú, él te hizo un muy bello halago y te dio un apodo cariñoso, lo correcto sería devolver el favor. La tradición indica que al ser llamado por un apodo este se debe devolver con uno de igual valor, eso significaría que aceptas ese nombre y el afecto que te brinda.
—Oh... —Miré mis manos que por alguna razón comenzaron a temblar, así que las refregué la una contra la otra—. ¿Tienen un dios masculino?
—El único es el más odiado y es la muerte. Llamarlo con su nombre es un insulto —Asentí con la cabeza y suspiré, responderle sería un reto, ni siquiera tenían dioses masculinos de gran valor, pero entonces Yamila suspiró y volvió a hablar—. Pero hay un héroe...
—¿Un héroe?
—Es una leyenda que se le cuenta a los niños jhakae para que puedan dormir, pero se les obliga a olvidarlo al crecer... —Bajó el tono de voz y aclaró su garganta al continuar—. La leyenda dice que hubo un fuerte guerrero en el pasado, antes de que las estrellas habitaran el cielo y los mares dividieran la tierra, que siempre buscaba superarse a sí mismo y volverse cada día más fuerte para impresionar a su omana. Al volverse más fuerte los castigos de ella aumentaban también, pero él seguía fortaleciéndose, mejorando con cada luna sobre él. Se convirtió en el guerrero más admirado por todos los hombres y más codiciado por las mujeres, respetado por los animales y adorado entre los niños, pero se volvió tan fuerte que ninguna mujer, ni su omana, fueron consideradas dignas de él. Era superior a todas y cada una de las mujeres existentes, por lo que se quedó solo junto a un lago, ansiando tener una esposa digna de él, y fue así como la luna bajó ante él y lo tomó como esposo. Khumé fue el único hombre en superar a la mujer, Khumé fue el único hombre que pudo tocar a la luna, acariciarla y amarla, y Khuri lo amó de igual manera, bendiciéndolo al considerarlo el mayor héroe en la historia jhakae. Se dice que del amor que ambos se tuvieron nacieron las estrellas.
—La leyenda de Khumé... —susurré, recordando la canción que Nundeh había tarareado en la tarde—. Es una bonita historia, ¿por qué está prohibida?
—Porque le enseña al hombre que puede ser igual o superior a la mujer, y eso está prohibido. Khumé es una bonita historia que se les cuenta a los niños para que busquen superarse cada día, pero una historia que produce terror entre las mujeres, quienes temen perder su poder si los hombres se consideran igual a Khumé. —Me miró con el ceño fruncido, clavando sus ojos en mí—. Llamarle «Khumé» a tu uemane le dará una felicidad inmensa, responderás a su halago y creará un lazo más fuerte entre ustedes, pero cuídate de decirlo solo en la intimidad. Jamás nombres a Khumé frente a nadie, jamás pronuncies su nombre cerca de las mujeres. Si das a entender que tratas a tu uemane como si tuviera el poder de superarte, te matarán. Lo entiendes, ¿cierto?
Asentí levemente y ella cerró los ojos al desearme suerte. Comprendí que debía retirarme porque la había puesto nerviosa al hablarle sobre algo prohibido, así que solo me fui de ahí enseguida. Ya podía entender por qué Nundeh dejó de tararear la canción al llegar al pueblo, por qué me dijo que ninguno la había cantado u oído. Si alguien hubiera escuchado la tonada, probablemente él estaría siendo azotado en el centro.
Me acerqué a Jhëren, que se mantenía sentado contra un árbol donde bebía vino junto a Nundeh. Me detuve frente a ellos y le hice una seña a Jhëren para que me siguiera, él suspiró poniéndose de pie, como si estuviera cansado, pero se tamabeló de forma torpe. De una forma tan torpe y poco común en él que parpadeé con rapidez, mirando a Nundeh.
—¿Lo alcoholizaste?
—Se alcoholizó solo, omana Lena. Nundeh solo trae el vino, Nundeh no obliga a nadie a beber.
—Eres un buen amigo, Nundeh, pero eres una mala influencia —bromeé y le pedí que me ayudara a llevarlo a la choza—. ¿Siempre es tan débil con la bebida?
—Siempre.
—Jhëren puede caminar —dijo él con un extraño acento producto del alcohol.
—No, no puedes, entre la paliza de Jhöne y el alcohol te darás la nariz contra el suelo.
Nundeh se rió y le palmeó la espalda a su amigo mientras me ayudaba a llevarlo a la choza. Nadie nos miró, todos estaban ocupados bebiendo y bailando como para ver a otro borracho más en el lugar. Era algo que sucedía en todas las bodas, un momento de felicidad en donde nadie se controlaba con nada que los hiciera felices, y los hombres en verdad necesitaban alcohol y drogas para ser felices...
Estúpido Jhëren, no necesitaba todo eso para ser feliz. Estúpido Nundeh también. Les demostraría a ambos que no necesitaban perder la consciencia para tener felicidad o libertad.
—Nundeh... —le dije antes de que se fuera, él giró hacia mí—. Algún día serás como Khumé.
—Ese nombre no existe, omana Lena...
—Algún día te ayudaré a ser libre.
Él sonrió como respuesta y me hizo esa señal de respeto que hacían los jhakae, golpeó su pecho dos veces con el puño, sobre el corazón, para luego separar un poco su puño del pecho estirando el dedo índice y el del medio. Me dedicó una sonrisa y regresó a la fiesta.
Me acerqué a Jhëren, quien estaba recostado en las pieles y se cubría el rostro con el brazo. Me reí al verlo y me senté a su lado, moviéndolo un poco para que no se durmiera tan pronto, pero él me giró y se colocó sobre mí tan rápido que me tomó por sorpresa. Tragué saliva y lo miré a los ojos, algo perdidos pero que me observaban fijamente.
—¿Jhëren...? —le susurré.
Él no respondió pero llevó su mano hacia mi rostro y me acarició una mejilla.
—Mei Khuri...
—Mei Khumé...
Él se apartó de mí y parpadeó rápidamente al sentarse, como si quisiera asegurarse de haber oído bien, así que me senté de igual forma y le dediqué una sonrisa. Apoyé luego mi mano en su rostro, acunándolo con cariño sin correr la mirada.
—¿Qué? —susurró.
—Mei Khumé —repetí y pude ver cómo de a poco sus ojos se llenaban de lágrimas. Quise agregar algo más pero él me abrazó con fuerza, besándome una mejilla con cariño.
—Mei Khuri, mei kujú, mei omana, mei Lena... —dijo al abrazarme, sentí la humedad de sus lágrimas en mi cuello—. Mei Lena...
—Ya, Jhëren —Le acaricié la espalda con una leve risita, y él se apartó un poco para sujetarme del rostro con suavidad—. Ya te respondí, ¿no?
—Lena acepta a Jhëren —dijo con una sonrisa, acariciando mi pómulo con su pulgar. Su mano era áspera pero aun así me gustaba esa sensación—. Sé que Lena no ama a Jhëren hoy. Cuando Lena amarlo formaremos lazo, ¿sí?
—Me parece bien —asentí con la cabeza y le sonreí, me encantaba verlo tan feliz, ver sus ojos iluminados, su sonrisa llena de alegría—. Tú me gustas, Jhëren, eso ya es un gran paso entre nosotros.
—Lena... —susurró, bajó la mirada y luego volvió a hablar—. ¿Lena castigará a Jhëren?
—¿Por qué te castigaría?
Él no respondió, acarició mi rostro y me dedicó esa hermosa sonrisa, esa que conseguía encender mi corazón, para luego besarme. Me tomó por sorpresa y por un instante sentí mis manos temblar, mi cuerpo paralizarse y mi mente distenderse. No supe qué hacer, no pude pensar en alguna forma de reaccionar, y todo sucedió tan rápido que en solo un instante él separó sus labios de los míos, mirándome a los ojos con intensidad, para luego abrazarme.
—Khuri y Khumé... —susurró en mi oído y habló en un mejor español de lo normal—, un día Lena amará a Jhëren, un día Jhëren amará a Lena más que esta noche, un día nuestro amor creará las estrellas.
Se separó de mí y me miró con esos ojos verdes de mirada tan transparente. Esos que podía entender sin necesidad de palabras, donde la barrera del idioma no existía, porque antes de las palabras tuvimos la luna y las estrellas. Sonreí y asentí como respuesta, porque estaba segura de que no tardaría mucho en enamorarme por completo de él.
—Te quiero, Jhëren —le dije en un susurro.
—También te quiero.
Ambos comprendíamos que lo mejor era esperar mucho más para nuestro lazo, para que esa conexión fuera verdadera, para que la marca que nuestro lazo formara en el pecho no fuera un simple símbolo aleatorio,que tuviera un significado real. Si el lazo sería algo para toda la vida, quería que mi amor por Jhëren y su amor por mí también lo fuera. No quería que él acabara como Jhëron, libre de esperanzas y alegrías. Quería conocer a Jhëren en su totalidad y conseguir enamorarme de cada parte de él. Era lo que merecía, ser amado y valorado.
Ahora éramos Khuri y Khumé, la luna y el guerrero que traerían con su amor a millares de estrellas.
Khumé: Nombre del héroe guerrero que tocó la luna.
Khuri: Luna, diosa de la sabiduría, la belleza y la fuerza.
Kujú: Veloz, pero se le llama así a los conejos.
Kumena: Sabia.
O'mae: Mamá.
Omana: Mujer, pero como rol social, equivalente a una Ama.
Uemane: Hombre, pero como rol social, equivalente a esclavo.
Warjo: Es una maldición, como decir "mierda" o "carajo".
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