Capítulo N° 26

Estaba segura de que me veía como una completa lunática obsesionada, pero aun sabiendo que me vería como una acosadora sociópata me gustaba observar a Jhëren dormir. Su rostro era tan relajado, tan libre de miedos y presiones, no había problemas, responsabilidades, no había sumisión ni nada malo. Su rostro era simplemente pacífico y precioso, así que no pude evitar llevar una mano hacia él y pasar con suavidad los dedos en su mejilla. Su piel era suave y tersa, muy diferente a cómo era en sus manos.

—Te amo —le susurré.

—También te amo...

Me sobresalté cuando habló y abrió un ojo con esa sonrisa divertida en el rostro, casi me hizo caer al suelo pero enseguida me tomó de una mano y me tironeó hasta él para abrazarme.

—Lamento lejanía —susurró y me abrazó con un poco más de fuerza, aunque no mucha debido a que recién se despertaba—. Jhëren también extraña a Lena.

No supe qué decirle. Habían pasado unos días desde que Kohnn comenzó a venir a visitarme. Quizá solo eran celos de su parte, o quizá fue la presencia de su amigo lo que hizo que se diera cuenta de lo sola que me sentía.

—¿Estás mejor? —le pregunté al apoyar mi cabeza en su pecho, adoraba oír su corazón.

—¿Lena está mejor? —preguntó con un deje de preocupación en su voz, así que sonreí como respuesta y me alejé un poco solo para poder verlo a sus bonitos ojos verdecitos—. Jhëren siente mejor gracias a Nundeh...

—Estoy mejor, diría que gracias a todos pero la realidad es que la compañía de Kohnn es la que más me ha ayudado —suspiré, pensando en los días que pasé junto a ese amigo. Él secaba mis lágrimas, oía mis miedos y me aconsejaba como un erudito, y yo lo hacía con él aunque con menos sabiduría—. Me siento mejor en verdad, tienes buenos amigos.

Jhëren sonrió y volvió a recostarse pero esta vez con los brazos tras la nuca. Me miraba con una mirada cariñosa e intensa, con una bella sonrisa en su rostro que me iluminaba el corazón. Seguí con la mirada su figura bajo la manta, era delgado pero perfecto para mí, tenía lo justo y necesario y no requería de músculos enormes para ser hermoso, aunque él creyera lo contrario. Deseaba que él pudiera verse por un solo instante de la misma forma que yo lo veía.

Cuando bajé un poco más la mirada él se cubrió un poco más con las mantas, corrió la mirada y se puso de perfil para darme la espalda, por lo que me recosté a su lado y lo abracé. Me gustaba hundir el rostro en su espalda, sentir el aroma de su piel. Apoyé los labios entre sus omóplatos, en la espina dorsal, y por un instante se estremeció, supuse que le había causado un escalofrío, entonces comenzó a reírse. Hacía tanto que no lo oía reír, hacía tanto que no teníamos un momento de tranquilidad y felicidad verdadera.

—¿Por qué me das la espalda? —susurré contra su piel y eso lo hizo temblar otra vez.

—Espero.

—¿Qué cosa? —Sonreí al abrazarlo un poco más.

Jhëren no respondió, se quedó en esa posición y no me dejaba acomodarme para quedar frente a él, al menos hasta que suspiró y se recostó boca arriba. Se lo notaba incómodo y nervioso, incluso algo avergonzado. Con cuidado me ubiqué en su pecho y él rodeó mi cuerpo con un brazo, apoyó su mano en mi cabeza y me rascó un poco el cuero cabelludo como tanto me gustaba, para luego solo acariciarme.

—¿Te sucede algo? —Lo observé a los ojos y corrió la mirada, seguía nervioso y luego terminó por suspirar, para reír a continuación—. Soy tu esposa, no deberías sentir vergüenza junto a mí.

—Lena cubría cuerpo —se rió.

—Pero ya no lo hago, aunque haya cierto pervertido que quiera hacerme cochinadas en todas partes.

—A Lena gustan esas «cochinadas» —Clavó una mirada pícara en mí junto a una sonrisa ladina, pero a los pocos segundos volvió a acomodarse mejor con las pieles y corrió la mirada.

—¡Vamos! ¿Qué te sucede?

Suspiró y señaló con su mirada las pieles, así que pestañeé un poco sin comprenderle del todo. Él revoleó los ojos con fastidio y masculló algo en jhakae para luego levantar las mantas. Al ver hacia allí pude comprender su actitud, sus nervios y sus esquivos.

Solo era una erección matutina.

—Ay, Jhëren, ¿por eso tan nervioso? Pero si es lo más normal del mundo.

Se tapó de nuevo y se encogió de hombros con vergüenza.

—No quiero molestar Lena...

—No me molestas. Tú me ayudas ante mi «luna roja», cosa que casi ningún hombre hace a pesar de ser natural, mira si tendré problemas con una erección matutina —me reí y pude notar cómo sus mejillas se encendían—. Pero es extraño, de tanto tiempo juntos es la primera vez que te despiertas así...

—No es primera vez —se rió y se cubrió el rostro con el brazo—. Jhëren solo se despertaba temprano y se iba, así no molestaba Lena, y si estaba Lena entonces Jhëren fingía dormir.

—Bueno, hace un tiempo que no hacemos nada... —ronroneé intentando sonar seductora.

Comencé a acariciarle el pecho de forma insinuante, apenas rozando la punta de los dedos en su piel. Jhëren entonces se descubrió el rostro y me miró fijo a los ojos, con fuego e intensidad. Me acerqué a sus labios para impregnar los míos allí y él no puso objeción. Abrió un poco la boca para permitir que nuestras lenguas se encontraran, tan suaves y cálidas, incluso acarició mi espalda bajando suavemente hasta mi trasero, pero cuando creí que todo estaría perfecto entonces se hizo a un lado.

—Lo siento, Lena...

Dejé ir un suspiro decepcionado y me recosté boca arriba, mirando el techo de nuestro hogar.

—No es fácil —murmuró.

—¿Piensas que para mí es fácil? —susurré y él corrió la mirada—. No es fácil, Jhëren, para ninguno lo es, y durante un tiempo tampoco quería... esto, pero te amo, te amo y te deseo, no quiero tenerte lejos, no quiero que me esquives.

Se mordió los labios y me miró con tristeza, instantáneamente apoyó la palma de su mano en mi mejilla. La sensación de su pulgar en mi pómulo era deliciosa, se sentía bien y adoraba esa sensación áspera en mi piel.

—Quiero tanto hacerte el amor, Lena, pero... Jhëren no quiere herir a Lena, no puedo...

Tragué saliva y me quedé en silencio, porque no lo quería presionar y tampoco quería pelear. Ambos estábamos llevando la situación a su manera, y al menos él ahora intentaba acercarse un poco más. Aún así... el rechazo dolía. Y dolía mucho, pero necesitaba darle su espacio, que volviera a sentirse bien consigo mismo, que volviera a confiar en nosotros. Yo no sería como mi ex, no lo forzaría a nada, yo respetaría sus decisiones y su espacio. Lo respetaría, así que sonreí y le di un cálido beso en los labios para luego ponerme de pie y comenzar a abrigarme. Lavé mi cara con un poco del agua templada que teníamos para la higiene personal, y a pesar de que le di la espalda para poder asearme y salir, pude sentir su mirada posada en mí.

—Iré a caminar, me ayuda a recuperar fuerzas, ¿quieres que te traiga algo? —pregunté al colocarme las botas.

—Lena, lo siento...

—Ey, no estoy enojada o algo —Giré para verlo, me miraba con tristeza—. Me hace bien salir, sabes que caminar es uno de mis pasatiempos, además si me voy podrás ocuparte de nuestro querido amiguito sin que tengas que avergonzarte...

—¿Qué...? —Levanté una ceja para que pudiera entenderme y él enseguida abrió los ojos, carraspeó un poco y luego casi chilló—: ¡Lena!

—¿Qué? Es normal, te daré tu privacidad, ¿de acuerdo? Iré a caminar, con suerte y quizás me cruce a Sara, o a Nundeh y Kohnn, no lo sé.

Sin decir más me fui de ahí. En verdad me hacía bien caminar, ayudaba a despejar un poco mi cabeza y no pensar tanto en cosas problemáticas o tristes. Mi mente se distendía y mi pecho encontraba la paz ante cada paso que daba. El viento frío ayudaba también a despertarme, aunque a veces podía irritarme el rostro y eso me obligaba a usar ungüentos hidratantes.

Las tormentas de nieve habían cesado, a veces caía una pequeña helada en la noche, por lo que el suelo podía volverse algo resbaloso. Escondí las manos entre las acampanadas mangas de mi vestimenta y las uní frente a mi estómago, al principio me parecía una posición incómoda pero terminé por acostumbrarme. Eso mantenía calentita mis manos, y aunque no me gustaba usar pieles de lobo era lo que mejor servía para abrigarme.

Ya no veía a las guardianas entrenar en el centro, lo hacían en su cabaña o en las cabañas invernales debido al frío, lo mismo con los hombres. Era una pena porque en verdad me agradaba verlas entrenar, eran tan ágiles y asombrosas, tan perfectas en todo lo que hacían, pero por sobre todo me gustaba ver a Kalea. Era casi mágica de ver, tan delicada pero letal, una majee como diría Jhëren.

Esquivé a las personas debido a que me incomodaba que me observaran de esa forma, como si me tuvieran lástima, como si fuera alguna clase de cachorrito herido y abandonado. Elegí pasar junto a la cabaña de los sabios para poder ir al arroyo, quizá caminaría a su alrededor, hacía bastante tiempo que no iba hasta allí.

Las voces de Kalel y Jhëron no tardaron en llegar a mis oídos, hablaban en jhakae así que no podía entenderles del todo, y de forma sorprendente parecían estar hablando bien, sin gritos o insultos o golpes entre sí. Los vi frente a la entrada de la cabaña, hablaban con Drach y Jhïle, aunque estos dos estaban un poco más callados. Pensaba solo saludarlos con la mano desde lejos pero Jhëron me dedicó una sonrisa y me llamó con la mano, así que le obedecí a mi lindo suegrito y los saludé ya de cerca.

—¿Cómo te encuentras? —me preguntó al apoyar su pesada mano en mi hombro.

—Mucho mejor —le respondí al asentir con una pequeña sonrisa.

—Más te valía, luego de lo que arriesgué por ti era hora de que empezaras a vivir —dijo Drach con ese tono de voz tan característico en él, ese que nunca sabías si tomar en serio o como broma.

—Tú cállate, estúpido —gruñó Jhëron—, no la ha tenido fácil.

—Nadie la ha tenido fácil, suegro.

—No entiendo qué le viste —dijo Jhëron al ver a su hija frente a él.

—Ya te lo he dicho muchas veces —se quejó ella.

—Repítemelo, no lo entiendo.

—Más de lo que tú viste en mi madre.

La risa de Kalel llenó todo el lugar, le dedicó a Jhïle la seña de respeto jhakae, pero Jhëron no dudó en girar y lanzarle un puñetazo al rostro. Kalel no se tambaleó, tenía piernas fuertes y firmes, y no dudó en responder el golpe con la misma intensidad, pero Jhëron tampoco cayó al suelo.

—¿Sucede algo importante, por qué están reunidos aquí? —pregunté al verlos a los cuatro.

—Algo —respondió Jhïle con una extraña mueca—. Mei oddamae quiere unificar jhakae y uobe.

—¿Y cómo haría eso? Están bastante lejos, creo.

—Con un casamiento —acotó Drach—. Ya se hizo antes, pero ahora quieren que sea con personas más importantes. Kalel era de un clan más pequeño y no muy importante, sin ofender —Levantó las manos para demostrar no tener malas intenciones—, y él fue casado con la princesa uobe, eso nos unió en cierta forma pero...

—Caty quiere casar a Kalan con Clara —dijo Jhëron con el ceño fruncido.

—¿A Clara? Pero si la odia, no creo que quiera darle tanto poder —dije, muy confundida.

—Lo que quiere es mandarla lejos —escupió mi suegro.

—Pero Kalan no quiere casarse así que no hay mucho problema, aunque dijo que por Clara podría hacer una excepción —se rio Drach—. Estábamos viendo qué opina Kalel.

Giré para ver a ese bello hombre con una barba cubriendo sus mejillas que lo protegía del frío, era mucho más apuesto y se veía más joven que Jhëron, pero jamás se lo diría, sabía que aunque él fingiera era bastante sensible.

—Clara merecer felicidad —dijo Kalel en un susurro.

—Dudo que Kalan sea capaz de hacerla feliz, su gusto por las mujeres es demasiado grande como para dejarlo todo por ella —acotó Jhëron.

—Kalel lo sabe, nadie merecer Clara —sonrió al asentir con respeto.

—¿Y Clara qué opina de esto? Y peor aún, ¡Nundeh qué opina de esto! —Me imaginaba a mi pelirrojo golpeando a su amigo por intentar algo con su madre, esa imagen mental se me hizo bastante divertida.

—Clara no sabe si asesinar a Caty o solo vengarse —se rio Jhëron—. Y Nundeh aún no lo sabe, hasta que no sea algo seguro no queremos que se sepa, te lo decimos a ti porque eres de confiar.

Volvieron a debatir entre ellos, especialmente porque mi suegrito odiaba la idea de Clara casándose con un mujeriego como Kalan, y el padre de este tampoco parecía estar muy de acuerdo. Sin embargo Kalel entendía que la política era más importante.

—Lena... —Giré para ver a Drach, quien me sonreía con alegría—. Me gustaría decirte algo, si es que Jhïle me deja.

—Permitido —acotó ella.

Drach tomó la mano de su esposa y sonrió de una forma que jamás había visto. Hasta el momento nunca pensé en verdad que él pudiera amarla, por más que ella sí lo amara a él, pero ver esa mirada y esa sonrisa única en su rostro, una que jamás en los años de conocerlo había visto, me hacía creer que en verdad estaba enamorado de esa preciosa mujer.

—Voy a ser padre otra vez —dijo con una enorme sonrisa y los ojos grises llenos de emoción.

—¿En serio? —Abrí los ojos y la boca con sorpresa. Un cuarto niño en sus vidas, ¿estaban locos o qué? Pero sonreí de igual forma y abracé a Drach, aunque eso implicara que Jhïle me golpeara—. Felicidades, idiota, ojalá sea una niña.

—Gracias —sonrió y me palmeó la espalda, ya no sentía en él esa atracción que tenía hacia mí, sus caricias ya no eran sexuales, su mirada hacia mí ya no era incómoda. Drach había vuelto a ser el amigo que siempre quise—, y aunque en la tribu no se estila me gustaría que fueras la madrina... Ya sabes, no hay bautismos y eso pero sería más bien de corazón.

—Es un poco raro, considerando todo lo que pasó... —mascullé.

Él no había sido bueno conmigo, y aún así no podía odiarlo, pese a todo. Quizá solo era estúpida.

—Si no quieres no hay problema.

—¡Claro que quiero! —chillé—. Tal vez con mi sabia guía ese niño o niña no se vuelva un idiota como tú.

—Si tan solo Jhëren y Jhöne tuvieran esa capacidad reproductiva... —masculló Jhëron, así que giré para verlo, estaba con el ceño fruncido.

—¿No le alegra tener otro nieto?

—Estaba preparado para tener nietos por parte de mis hijos hombres, jamás me preparé para ver a mi hija casada con un idiota que a veces tiene sus momentos de lucidez.

—¡O'pae! —Jhïle lo golpeó en el pecho y él se quejó de dolor, pero luego solo se rió.

—Tú sabes que no me agrada del todo.

Jhïle lo amenazó con el puño otra vez pero Jhëron sonrió y estiró su mano hacia ella. Por un instante se quedó helada, pero cuando su padre depositó una mano en el rostro de ella pude ver que los ojos de Jhïle se llenaron de lágrimas, y no dudó en lanzarse en su pecho para abrazarlo. Jhëron estaba gélido en su lugar, además de que no era muy demostrativo hacía, probablemente, mucho tiempo que no tocaba a su hija. Vi cómo sus ojos se empañaron en lágrimas y sus manos temblaron, con dudas, antes de devolver el abrazo con fuerza.

Un padre perdía el derecho a abrazar a sus hijas una vez estas tenían su primer periodo. Hacía al menos entre doce y quince años que Jhëron no abrazaba a su hija.

Los dejé tranquilos para poder seguir con mi rumbo, ellos necesitaban resolver el problema que la líder blanca estaba armando solo por venganza. No comprendía muy bien su odio hacia Clara.

Me sentía feliz por Drach, era algo extraño verlo en una relación estable y teniendo hijos, siempre lo había visto como ese amigo que sería un soltero eterno y que jamás sentaría cabeza. A veces las apariencias podían engañar muy bien.

Sentí un nudo en mi estómago que me estaba molestando y la angustia atormentarme en la garganta, era una tortura pero no entendía qué me pasaba. Todo estaba mejor, ya podía caminar, mi cuerpo ya no dolía tanto y el de Jhëren tampoco. Nuestras heridas habían sanado y de a poco estábamos acercándonos al otro de nuevo. Mi relación con Kohnn era genial y con Nundeh todo había mejorado, incluso con Dorotea todo era mejor. Drach se portaba como un verdadero amigo y eso era sorprendente, si todo estaba bien, si todos eran felices, ¿por qué yo no lo era? ¿Por qué me sentía tan vacía?

¿Por qué tenían que decirme que tendrían un bebé...?

Caminaba junto al arroyo para seguir su camino hasta el final. La idea era hacerlo para no pensar, pero me era inevitable hacerlo. No podía evitar pensar en mi vida, en lo que habría pasado si me hubiera quedado en Irinnoa, si hubiera conseguido que Jhëren se quedara allí conmigo. Llegué a pensar incluso que lo mejor habría sido jamás haber conocido a Jhëren... Él estaría muy bien sin mí, estaría perfectamente y podría haber tenido una omana digna, una que cumpliera las reglas, una que no le hiciera pasar tanto dolor solo por amarlo y respetarlo.

Aceleré el paso, pateando las pequeñas rocas que me cruzaba en el camino. El clima seguía siendo frío y podía ver mi propio aliento en el aire. Tuve que cubrirme mejor el cuello para que no penetrara el helado viento y ya comenzaba a sentir mis mejillas irritarse. Algunas partes del arroyo estaban congeladas y otras fluían con normalidad. Me pregunté cuándo empezaría la primavera, no es que detestara el invierno pero este no ayudaba a que me sintiera menos sola.

Comencé a oír fuertes sonidos de golpes y algunos gritos de odio, así que miré hacia todas partes para ver si alguien necesitaba ayuda o si solo debía irme de allí. Caminé junto al arroyo prestando suma atención a todo a mi alrededor, pero todo fue mucho más obvio cuando llegué al final del arroyo. Cuando pude ver una inmensa figura con los músculos trabados que sostenía un hacha, una que no dudaba en impulsar hacia un árbol. Uno que sabía era demasiado importante para él.

—Tonke...

Traté de acercarme a él con lentitud y marcar mi presencia con la voz, pero él no giró para verme, volvió a tomar el hacha con fuerza y se impulsó contra el árbol. Tenía un gran corte en ambos lados, parecía que llevaba horas en eso, quizá días, porque con algunos hachazos más ese árbol caería al suelo.

—Tonke, ¿qué haces? —pregunté al llegar junto a él.

—Marla querer banco en hogar —dijo con un gruñido y volvió a dar el hacha contra el árbol—. Como banco de sabios.

—¿Y desde cuándo obedeces a Marla?

—Tonke siempre obedecer —gruñó de nuevo y luego de respirar hondo volvió a dar el hacha contra ese corte efectuado—. Siempre. Tonke no es mal uemane, Tonke siempre hacer lo que Marla querer.

—¿Y por qué justo este árbol?

Él me ignoró y apretó sus músculos para poder volver a lanzar su hacha contra el tronco, pero apoyé mi mano en su codo con suavidad, para poder llamar su atención.

—Tondre dijo que mejor forma de dejar dolor es destruirlo —Escupió literalmente a un costado y volvió a levantar su hacha—, volver a empezar.

—¡No lo hagas! —Traté de apretar mi mano en su brazo con algo de fuerza, sabía que eso no lo detendría—. No lo hagas, sé que este árbol lo es todo para ti y Kohnn.

Omana Lena no saber nada —gruñó y clavó en mí sus ojos azules oscuros. Sus cejas tupidas estaban fruncidas, lo que le daba una mirada tenebrosa—. Omana Lena creer que árbol solo ser cama de Tonke'a Kohnn.

—No, no es así, Kohnn me dijo que fue aquí donde ustedes empezaron. Me dijo que aquí se declararon su amor y se besaron por primera vez. No lo hagas, Tonke, tirarlo abajo no cambiará nada y no te hará sentir mejor.

—Ocúpese de sus cosas, omana Lena. Su vida ya ser miserable, no intente arreglar otras.

Lo empujé sin pensar, no podría moverlo ni un centímetro aunque quisiera, era demasiado grande, demasiado fuerte y demasiado musculoso. Sentí un gran dolor en mi pecho, ¡ya sabía que mi vida era miserable! No necesitaba que otros me lo recordaran.

—¡Eres un cobarde! —escupí con odio—. Como no puedes con el dolor prefieres eliminar todo rastro de su existencia, eso no te hace fuerte, eso te hace un cobarde, Tonke. Eso es lo que eres. Si tu vida es una mierda solo acéptalo y haz algo para cambiarla, pero lloriquear por ahí y negar la existencia de lo que te hiere no cambiará nada, no seas imbécil.

—¿Es a Tonke al que insulta o es a omana Lena? —dijo al mirarme con una mezcla de odio y pena, porque tenía razón.

—¿Crees que Kohnn no sufre acaso? —Volví a empujarlo y clavó en mi una mirada furiosa, probablemente la misma que yo estaba dedicándole—. ¡Fuiste tú quien lo dejó! ¡Fuiste tú quien se cansó de luchar! Así que no culpes a los demás, si estás sufriendo es tu propia mierda de culpa.

—¿Kohnn sufre? —Levantó sus cejas y comenzó a reírse. Arrojó su hacha al suelo y negó con la cabeza al reírse, para luego lanzar un fuerte puñetazo al tronco del árbol—. ¡¿Kohnn?! Kohnn no sabe qué es sufrir, Kohnn siempre tuvo lo que querer. Kohnn no sufrir torturas de niño por elegir hombre, Kohnn no fingir ser algo que no era para no sentir dolor, Kohnn no saber nada. ¿Kohnn sufre? —Su mirada furiosa se volvió tristeza, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y aunque hacía pausas para que su voz quebrada no se notara, la verdad era que podía notar que estaba destrozado—. Tonke lo perdió todo, omana Lena. A todos. Lo único que tenía Tonke era Kohnn. Cinco primaveras amé a Kohnn, ¿omana Lena sabe qué es ver al amado alejarse? ¿Omana Lena sabe qué siente ver al amado sonreír con otro? Omana Lena no sabe, Kohnn no sabe. Kohnn eligió Sara, Tonke no es nadie.

—Escucha... Atacándonos mutuamente no resolveremos nada, ¿está bien? —Levanté mis manos en modo de rendición—. Yo estoy mal y tú estás mal, pero tú tienes fuerza para destrozar un árbol y yo lo único que puedo hacer es solo llorar... —Lo miré con pena y suspiré al agachar la cabeza—. Kohnn no eligió a Sara, él te ama, Tonke, tú eres su vida.

—Si Tonke fuera vida elegiría a Tonke, pero Kohnn no hacerlo. Kohnn tiene Sara, tiene esposa amable, tiene esposa que cuida, tiene alguien que lo ama... Tonke tiene azotes, tiene gritos, tiene abusos, ni siquiera tiene placer. Tonke no tiene nada... y Tonke no quería perder a Kohnn, pero Tonke quiere Kohnn feliz y Tonke no puede hacer feliz a Kohnn... —Las lágrimas que retenía en sus ojos comenzaron a caer por su rostro y mordió su labio inferior—. Kohnn es feliz con Sara, Tonke solo poder alejarse...

Se dejó caer al suelo y llevó sus temblorosas manos hacia el cabello. Lo jaló de forma nerviosa. Tenía tantas cicatrices en las manos, y también en la espalda. Tenía heridas recientes y sangre en las aún más recientes. Se me detuvo el corazón al notar, al ver de verdad, lo mucho que lastimaban a Tonke en su hogar.

—Tonke... Todas esas heridas —balbuceé, porque no llevaba camiseta y podía ver su torso desnudo pese al frío—. Dime que todo eso es por cazar.

Él alzó la mirada, sus ojos azules se veían tan tristes y solitarios. Se volvieron opacos y fríos cuando dijo:

—A Tonke no gusta mentir.

Me agaché frente a él, desesperada. No podía dejar de encontrar más y más marcas a donde quiera que mirase. En todas partes. Quería regañarlo por lo de Kohnn, pero... era simplemente imposible.

—¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste para merecer esto? —balbuceé.

—Hablar. No hablar. Tardar mucho, tardar poco —siseó—. Ocupar mucho espacio en cama, salir de cama para dar espacio. Vivir, omana Lena. Tonke ya no sabe.

Sentí una bola de espinas en mi pecho que subía lentamente hasta mi garganta. Se sentía como una enredadera, pero solo era la angustia y la impotencia de no saber cómo ayudar.

Tonke era el guerrero más fuerte de esa alineación, su fuerza era equivalente a la de Jhöne. Era atento y, a su manera, muy amable. Era servicial conmigo que no era nada suyo, por lo que en su hogar seguro lo era aún más. No era rebelde como Nundeh, ni daba problemas como Drach. ¿Es que Marla se había vuelto loca por completo? ¿Acaso le divertía lastimar a ese pobre hombre?

Me quité la faja rojo sangre y me alejé enseguida hacia el arroyo para poder humedecerla en esa agua helada. La piel de mis dedos escoció cuando la sumergí, y mi piel rápidamente se volvió roja. Con cuidado exprimí un poco la tela para que no chorreara agua y regresé junto a él. También con cuidado comencé a limpiar esas heridas de a pequeños toques. El frío debería ayudar con la inflamación.

—No llore, omana Lena.

¿Estaba llorando? Llevé una de mis manos hacia mi mejilla y descubrí que tenía razón. Mis manos temblaban, al menos hasta que él posó con suavidad su áspera mano sobre la mía.

—Todo bien, omana Lena. Tonke buen uemane.

Sorbí por la nariz y continué limpiándolo. Mi mente se llenó de distintas imágenes, de Francis en mi adolescencia golpeándome por existir, solo porque estaba de mal humor. Del castigo que nos dieron a Jhëren y a mí. Y pensé, también, en una imagen que no había visto pero que era capaz de imaginar.

Me imaginé a Jhëron, mi querido suegro, sangrando sobre la espesa nieve luego de que Caty lo apuñaló y descartó. Podía verlo tan nítido, como si hubiera estado presente. Veía la sangre rodearlo, su cabello antes largo ahora corto. Lo veía sujetarse las heridas mientras sus hijos gritaban con desesperación. Él también había sido un buen uemane, al igual que Tonke. Si Marla seguía el mismo camino que la líder blanca...

Él me miró fijo, como si quisiera entender mis pensamientos. Como si a pesar de todo aún desconfiara de las buenas intenciones de los demás.

Quería hablarle de Kohnn, de lo que pasó entre ellos. Quería que confiara en mí, pero ahora había otras prioridades. Debía sanar sus heridas con lo que tenía encima, y debía tranquilizar el agitar preocupado de mi corazón.

Él me quitó la faja de la mano para poder limpiarse solo. Quizá porque no quería ayuda, o solo porque mis dedos estaban hinchados, rojos y helados por el frío. Me quedé sentada a su lado, observando su cuerpo tan grande y musculoso y todas las cicatrices que lo cubrían. Muchas eran de batallas, de su trabajo como cazador y no solo regalos de Marla.

—¿Cómo estás? —me animé a preguntar.

Él me miró de reojo con algo de cautela.

—Tonke ya no tiene alma.

Por lo general él no era muy expresivo en sus gestos, al igual que su abuelo, y a pesar de todo sus ojos eran tan transparentes. En ese azul oscuro y profundo se vislumbraba toda la tristeza y la soledad que sentía.

—Todo va a estar bien, Tonke —aseguré con voz suave y posé una mano en su brazo—. Kohnn no se va a rendir tan fácilmente.

Hizo un sonido cargado de ironía y luego sonrió, para al instante comenzar a reírse.

—Kohnn no —dijo y me miró fijo—. Pero Tonke cansado, omana Lena.

—Dijiste que lo perdiste todo y que lo único que tenías es a Kohnn, entonces no te rindas así de fácil. Si él es lo único que tienes no lo dejes ir así como así.

—Tonke intentó odiar a omana Sara —siseó al correr la mirada—, pero Tonke no pudo. Omana Sara amable. Mejor para Kohnn.

—Tú también eres amable.

Él me miró y esbozó una pequeña sonrisa. Su rostro siempre daba miedo, porque siempre parecía enojado y feroz, pero tenía la sonrisa más bella y dulce del mundo.

—No te rías, hablo en serio —chasqueé la lengua al darle un empujoncito—. No estás dejando ir a Kohnn porque estés cansado, lo estás dejando ir porque crees que estará mejor y será más feliz con Sara. Eso habla de lo amable que eres y de cuánto lo amas, tonto.

Él se quedó en silencio por largo rato. Jhëren me había dicho que Tonke no era muy conversador, que solía estar largos periodos de tiempo en silencio sin sentirse incómodo, y evitaba los grupos grandes porque prefería el silencio. Yo de silenciosa no tenía nada, así que seguramente debía verme como a la mujer más ruidosa e insoportable de todas.

—¿Omana Lena sabe de Tonke familia? —murmuró sin mirarme.

—Un poco, sí.

Dirigió su mirada hacia mí, tan cargada de tristeza.

—Dhakaes mataron o'pae, tíos, primos, y mataron mimi undele, Ommu. Cortaron cabeza. Llevaron a undele Tonre y... hicieron guisado —su voz se quebró por un momento pero carraspeó antes de continuar—, enviaron guisado a o'mae y... o'mae... no soportar dolor. Ella suicidó, dejó Tonke solo.

Lo tomé de la mano con cuidado y, aunque creí que rechazaría el tacto, la aceptó al apretarla un poco.

—Tonke costumbre estar solo. Tonke estará bien, omana Lena.

—Tonke —dije con voz suave y tragué saliva—. No estás solo, ya no.

—Kohnn no estar.

—Tienes a Jhöne, ¿no es tu mejor amigo? —dije y él suspiró—. Y ahora me tienes a mí.

Él alzó la vista hacia el cielo, parecía que una tormenta se acercaba. Con otro suspiro se puso de pie y me extendió la mano para ayudarme a levantar del suelo. Tomó su hacha en la mano y comenzó a caminar hacia el interior del bosque, así que corrí tras él para poder seguirlo.

—Tonke irá con Jhöne.

—A Kohnn no le gusta que te juntes con él —dije con una risita y él se rió fuerte.

—Y con razón —giró para verme y levantó una ceja—. Jhöne fue primer amor de Tonke.

—¡¿Qué?! —chillé y detuve mis pasos, pero él río incluso más—. ¿O sea... estuviste con Jhöne o solo te gustaba? ¡¿Él lo sabe?!

—Jhöne no sabe, pero Tonke amó a Jhöne de niños hasta que enamoró de Kohnn. Jhöne es hermoso, amigo pero amigo hermoso.

No respondí nada, el shock de saber que Tonke había sentido algo por Jhöne era demasiado grande. Caminé a su lado mientras miraba mis botas húmedas, y me cubrí mejor con las pieles para que el frío no se sintiera tanto. Tenía mucho que procesar.

Caminamos por largo rato, tan lento que era notorio que ninguno de los dos tenía verdadero deseo de regresar a casa.

—¿Y omana Lena por qué enfadada y triste? —preguntó casi en un susurro que pudo haberse llevado el viento, pero terminó por suerte en mi oído.

—¿Además de que tengo una puta marca en mi frente? Pues nada, Drach y Jhïle tendrán otro bebé...

—¿Y cuál ser problema? —Giró para verme y luego abrió los ojos—. Oh...

—Es estúpido, lo sé. Ellos no me deben nada. Nadie me debe nada, pero aún así... duele.

El silencio volvió a reinar entre nosotros. Ya no estaba segura de qué tan cierto era que Tonke odiaba hablar, pues comenzaba a creer que solo pensaba muy bien qué decir.

—¿Por qué no buscan bebé con Jhëren? Pasó tiempo.

—No sé si estoy lista, me gustaría pero no lo sé, Tonke, y Jhëren tampoco quiere tocarme así que me siento como una puta mierda bien fea...

Omana Lena no es fea.

—Eres gay, no cuenta.

—Que gusten hombres no significar que no pueda apreciar belleza. —Se rio y me extendió la mano—. Kujús parecen lindos y Tonke no quiere tener sexo con kujú.

—Y con tu tremendo coso lo matarías, pobrecito —bromeé y él se rió a carcajadas.

—¿Jhëren no hace trabajo de complacer?

—Es difícil para nosotros.

Me extendió su mano para poder sujetarme, con amabilidad, así que la acepté. Era extraño caminar tomada de la mano de otro hombre, pero sabía que nadie nos diría nada de solo vernos. Ya nadie me decía nada, porque todos aún se sentían culpables.

—Si omana Lena quiere placer puede pedir ayuda —se rio.

—Esto es incómodo, ¿lo sabes?

—Incómodo ser estar desnudos y hacerlo con Kohnn y que omana Lena llegue a interrumpir.

—Además ya te dije que Jhëren no quiere tocarme —suspiré.

—No Jhëren, omana Lena no sería primera omana en pedir favor a otro uemane. Puede dar prenda a otro y elegir amante, Tonke tiene su faja.

—Nunca engañaría a Jhëren —dije de forma decidida y luego volteé la cabeza para verlo—. Un momento, ¿estás queriendo decirme que quieres acostarte conmigo o qué?

Tonke comenzó a reírse a carcajadas y negó con la cabeza.

—No, pero Tonke complacer a Marla que odia, ayudar omana Lena no sería tan malo.

—Mírate, en un momento llorando y sufriendo al romper un árbol y al otro me haces propuestas indecorosas.

Seguimos caminando en dirección a la aldea. Hablamos bastante durante el trayecto. Bueno, «bastante» considerando que es él. A veces su mirada era muy triste y su forma de caminar demostraba que morir o vivir le daba igual. Era un hombre que lo había perdido todo y uno que ya no veía esperanza o felicidad en su vida. Me daba pena, y también miedo.

Quizá para Tonke esa relación había sido mucho más importante que para Kohnn, porque a pesar de que había visto llorar a Kohnn varias veces, notaba en Tonke, con solo dos lagrimitas, que estaba casi a punto de morir.

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