Capítulo N° 17
Descansamos un par de horas para recuperar energías. Seguía sin estar muy segura de salir con Jhëren a una disco, la verdad es que prefería ir de a poco. Sin embargo extrañé tanto a Gina, y ella solo estaba intentando animarme, que no pude decirle que no. Jhëren, para colmo, estaba muy entusiasmado con conocerlo una vez supo que allí iba la gente a bailar.
Ah, debí suponerlo. Jhëren era el mejor bailarín de los jhakae, por supuesto quería conocer nuestras danzas.
—Estoy muy, muy segura de que no te va a gustar y va a ser demasiado para ti —le dije, tomada de su mano.
Estábamos paseando por el centro de la ciudad, solo él y yo, para acostumbrarlo a los ruidos, a los colores y luces. Jhëren al principio pareció mareado, pero poco a poco empezó a acostumbrarse.
—Jhëren estuvo en guerra dhakae, nada puede ser peor —dijo y clavó su mirada en los hombres que pasaban en motocicleta.
Tenía un buen punto, ser atacados por caníbales debía ser peor que estar rodeado de luces y música, pero aún así...
—Lena se preocupa demasiado —dijo con una sonrisa y me besó la mejilla—. Estaré bien.
—Pero...
—Jhëren quiere aprender cultura de Lena. Quiero bailar contigo.
Sin importar mis intentos Jhëren no quiso cambiar de opinión, y mientras más le explicaba por qué no le gustaría, más interés tenía en ir hacia allí. Cada palabra que decía solo lo empeoraba, así que opté por callarme.
Respondí cada pregunta que me hizo sobre la ciudad, sobre las mujeres y los hombres, sobre la tecnología y los vehículos, incluso sobre los teléfonos móviles y la televisión. Sin embargo, pese a toda esa tecnología por doquier, lo que menos lograba comprender Jhëren era por qué los hombres llevan el cabello corto.
—No son dignos de tener esposa —dijo al verlos con pena.
—Para los irinnitas el cabello no significa nada, no tiene tanta importancia como para tu cultura.
—Se ve horrible.
Y sucedía lo mismo al ver a los hombres sobrepasar a las mujeres en la calle. Le parecía una falta de respeto enorme. Era un choque cultural demasiado fuerte para Jhëren, mucho más que cualquier otra cosa.
Tuve la esperanza de que se olvidara de la idea de ir a una disco, pero mis esperanzas se rompieron al instante. Jhëren no lo había olvidado y estaba incluso más entusiasmado que nunca. Supo que disco = bailar, y dijo «esto es para mí».
Así que, como no pude hacerlo cambiar de opinión, él se dio un baño mientras que Gina me mostraba ropa.
—Me agrada este muchacho, demasiado sumiso para mi gusto pero no parece mal chico —dijo Gina y comenzó a arrojar sobre mí un par de jeans y camisetas—. Me gustan sus ojos, son muy expresivos.
—¿Viste? Es lo que más me gusta de él, se le iluminan y se rasgan cuando sonríe —dije con una sonrisa y ella fingió lanzarme su supuesto spray anti-romance.
—Mirada idiota aparte, no frente a mí —se quejó y luego comenzó a reírse—. No entiendo cómo pudiste estar con Drach, en serio, es un idiota, su idiotez se siente a millas —chasqueó la lengua—. ¿Y este chico qué tal es como pareja?
—Una dulzura, discutimos como cualquier pareja pero nada grave.
—¿Ya tuvieron su noche de bodas? —Levantó una ceja y sentí cómo mis mejillas comenzaban a arder—. Por tu cara diría que sí, te suelen gustar las bestias mandonas y egocéntricas que les gusta aparearse con toda hembra que se cruzan, dime que este no es así.
—Pues no, la verdad que no. Jhëren era virgen —dije y me reí al ver su mirada llena de sorpresa—. Te lo dije, están muy oprimidos, los hombres no pueden tener relaciones íntimas antes del casamiento y solo viven para complacer a su esposa. Es más, creo que soy la única mujer que él vio desnuda alguna vez...
—Qué horror, la debes haber pasado muy mal —Sonreí con picardía y ella frunció el ceño—. No me mientas, Lena, un virgen nunca es bueno en la primera noche.
—Les enseñan todo lo que deben hacer desde los doce años. Los entrenan para saber complacer, ¿entiendes? Y con práctica se está convirtiendo en todo un semental, casi no me deja descansar y es tan bueno con...
—No quería saber tanto, mi mente es demasiado gráfica —Hizo un gesto extraño y se cubrió los oídos—. Imaginarte teniendo sexo debe ser lo más horroroso en mi mente desde imaginarme a Luchi con Cristina.
—¿Te imaginas a mi hermano con su esposa? —Abrí los ojos con sorpresa—. No te veía así de pervertida.
—Mi mente es una zona de alto riesgo para cualquiera, lo peor que podría pasarle a un telépata es cruzarse en mi camino, créeme, necesitaría demasiada terapia —se rio y suspiró con una sonrisa—. Adoro mi imaginación, Lucio se ve tan bien ahí...
—¡Sucia, es mi hermano! —Le arrojé un almohadón con el ceño fruncido y ella siguió riéndose.
—¡Culpa a tus padres por haberle puesto tanto empeño al hacerlo!
Siempre supe que le gustaba Lucio, pero hasta lo último que podía recordar, Gina estaba saliendo con alguien.
—¿Qué pasó con...? —Al ver su mirada tragué saliva en seco, pero ella solo comenzó a reírse y terminó por suspirar.
—Para poder estar en una relación seria necesitaría a mi lado a un hombre que esté dispuesto a apoyarme en mis sueños y oírme hablar, adoro hablar. Alguien al que yo le guste aunque mis rizos lo ahoguen al dormir o que deban amordazarme para colocarme tacones... —Dirigió su mirada hacia mí y me sonrió—. Mario solo fue una aventura, aún no existe el hombre que pueda atarme a una relación, tendría que ser alguien que me respete y valore mis peculiaridades, uno que me quiera al natural, porque no pienso seguir usando productos raros en mi cabello solo para gustarle a un chico.
Jhëren se acercó hacia nosotras ya vestido. Se veía espectacular con la ropa que robamos del armario de Brandon, el hermano de Gina. Y aunque se veía bellísimo con ese pantalón blanco y una camiseta negra, Jhëren parecía triste.
—¿Qué sucede? —le preguntó Gina al notar lo mismo que yo, mientras se colocaba unos zapatos de tacón bajo—. ¿No te gusta lo que elegimos? Puedes cambiarlo si lo deseas.
—No gusta estar tan cubierto... —susurró y tironeó la camiseta con una mirada triste—. Me siento muy... mimi'a trujo...
—Jhëren... —Me senté a su lado y le acaricié la espalda con una sonrisa—. Sé que ustedes miden la belleza según los músculos, pero no eres pequeño y mucho menos eres feo.
—Espera, ¿qué? —Gina abrió los ojos con sorpresa y enseguida se acercó a Jhëren. Lo miró fijo—. ¿Feo? ¿Pequeño? Le llevas como una cabeza y media a Lena, si no es que son dos, y como media cabeza a mí, ¿y dices que eres pequeño?
—Jhëren es el más pequeño de la tribu —le expliqué—. El resto son demasiado altos y musculosos, llegan a dar asquito, les falta ir engrasados y ya me harían vomitar, en serio.
—Entiendo, puede que seas el más pequeño de tu tribu pero no eres pequeño, y ¿feo? ¡Feas mis estrías en las caderas! —Le palmeó el rostro y le picó la nariz con el dedo índice—. Tú eres hermoso y eres de acá a la luna el hombre más bello en el que Lena se ha fijado alguna vez, en serio, tiene un pésimo gusto esa chica...
—Gina.
—¿Qué? Es cierto, primero te gustaba mi hermano y hay que ser muy sucia para que Brandon te atraiga —se rió.
—¡Tenía siete años! —me quejé y ella siguió riéndose.
—Segundo que te gustaba Francis y hay que ser muy sucia por dos para que te guste ese lagarto, y tercero que te gustaba Drach y vamos...
—Pero Drach no es feo —me atajé y Jhëren se rio casi a carcajadas.
—No, Drach estúpido.
—¿Ves? Él me entiende muy bien —Gina palmeó el hombro de Jhëren con confianza y volvió a reírse—. No es feo pero es estúpido, ¿de qué te vale ser bello si estás nulo de neuronas? —Miró a Jhëren y lo despeinó con la mano—. Y tú deja de lloriquear, que eres bello y tienes neuronas, ¡alardea al mundo esa belleza natural!
Jhëren se rió y terminó por asentir, mientras que nosotras nos terminábamos de arreglar. Gina se había colocado un jean de corte alto rosa pálido y un crop top a rallas horizontales negras y blancas. Llevaba en su brazo colgada una cartera con un saquito de hilo rosa. Apenas se maquilló, ella nunca necesitaba mucho maquillaje para verse bella. Se colocó máscara de pestañas y un poco de delineador para resaltar sus ojos. Yo, en cambio, me preocupé un poco más por mi apariencia. Sabía que probablemente a Jhëren no le quería verme al espejo y estar a gusto con mi reflejo.
Me miré al espejo, admirando mi maquillaje en rosado claro. Gina me dio unos zapatos míos que tenía guardados en su armario, porque siempre dejaba mis cosas aquí, y por lo mismo también me puse un viejo vestido blanco.
Jhëren me miró fijo y con las cejas levantadas, pero me sorprendió cuando me tomó de la cintura y me dio un profundo beso en los labios.
—Te ves preciosa —me dijo en un susurro—. No gusta eso en cara pero Lena se ve preciosa.
—Y... más que el resto del tiempo seguro, siempre tienes que verme a cara lavada y despeinada, qué horror —bromeé y él frunció el ceño.
—Lena siempre es preciosa, no necesita esto para serlo, Lena se ve preciosa ahora porque Lena ya lo es.
—Bueno, tortolitos, si ya están listos podemos partir —Gina meneó en el aire las llaves de su auto y nos guiñó un ojo, luego me miró fijo por unos instantes—. ¿Tienes tu identificación...? En serio, no pregunto para molestarte, pero ya sabes cómo es la gente.
—No, Gina, no tengo mi identificación, se debe haber perdido en Shume.
—Bueno, por suerte yo tengo esto —Levantó en su otra mano dos tarjetas, una era su identificación y la otra mi permiso de conducir—. Te lo olvidaste aquí hace meses pero sirve, ¿eh? Vamos, alábame, soy una genio.
Me reí y luego de que decidimos recoger el cabello de Jhëren en una coleta, para que no le molestase —y porque se rehusó a llevarlo en un rodete como Drach— subimos al auto. Debido a que Jhëren se sentía incómodo estando encerrado en el auto, abrimos las ventanas para que viera que no moriría por falta de oxígeno, Gina puso un poco de música —bastante fuerte, la verdad— para poder ir acostumbrando a Jhëren a los sonidos fuertes. Luego de un rato terminó por gustarle viajar en auto y se acercaba a nosotras, sentadas al frente, para poder hablarnos de cerca.
Al llegar no hicimos fila como los demás, Gina conocía al hombre de seguridad y nos permitió pasar. Ni siquiera me pidió la identificación. Tomé la mano de Jhëren para evitar que se asustara al ingresar, pero este chico estaba encaprichado con bailar. Dios mío.
Jhëren se cubrió los oídos con un gesto de dolor no bien entramos. La música electrónica y las luces parpadeantes fueron un gran impacto para él, por eso nos quedamos quietos por unos momentos hasta que su vista y sus oídos se acostumbraron.
—Podemos irnos. Te dije que no era buena idea —le susurré al oído, acariciándole el rostro.
Él negó con un movimiento de cabeza que sacudió su coleta alta.
—Estoy bien. Jhëren quiere ver la cultura de Lena, quiero bailar contigo. Quiero beber contigo, sin reglas.
Sonreí en respuesta para luego asentir. Los jhakae tenían muchos bailes, más allá de seducción. Les gustaban las fiestas y las danzas, pero solo podían beber en algunas ocasiones y tal vez no podían bailar siempre con sus esposas. Solo por eso entrelacé los dedos con él, decidida a bailar a su lado hasta desmayarme.
Enseguida Gina se abrió paso entre la gente para poder ubicarnos junto a la barra y pedir unos tragos.
—Visten como guardianas —dijo Jhëren en mi oído.
Dirigí mi mirada hacia un grupo de muchachas que bailaba frenéticamente, al ritmo de la música electrónica. Vestían minifaldas de cuero y tops brillantes, una de ellas incluso parecía tener un top de cadenas doradas. No era tal cual una vestimenta jhakae, pero podía ser similar a Jhïle, que siempre usaba faldas cortas y muchos collares para cubrir sus senos.
—Bueno, no es por comodidad de movimientos al luchar —expliqué—. Algunas lo usan para gustarle a los hombres, y otras solo porque les gusta verse así.
—¿Gustarle a los hombres?
—Como ustedes cuando se depilan el cuerpo, se hacen peinados y se ponen joyería.
Parecía dudoso. No estaba muy convencido, después de todo llevaba veinte años viviendo como jhakae, en una cultura completamente distinta.
Todo era nuevo para él, no quería que se sintiera incómodo pero él parecía tener mucha curiosidad. Miraba los bailes, y aunque no decía nada sé que los juzgaba en su mente. Sus gestos lo delataban.
—No gusta música —dijo con los labios torcidos—. Pero gusta esto.
Levantó el vaso con vino que le había comprado Gina. Comenzamos a bailar los tres, porque Jhëren, pese a no gustarle la música, estaba muy entusiasmado por bailar con nosotras.
Cuando el animador de la disco apareció en el escenario, el rostro de Jhëren se transformó a horror puro. Un dragqueen —muy elegante— se veía ahí ofreciendo premios a los mejores bailarines de la noche que se animaran a subir a las tarimas. Era algo común en esa disco, siempre ofrecían pases a la vip y tragos gratis, se ahorraban dinero para los shows y apenas gastaban un poco con los premios.
En un principio Jhëren se mostraba un poco frío al ver nuestro baile, pero luego nos observó hacerlo y terminó por liberarse. Acá no había pasos, zapateos o giros, acá los bailes no eran cosa de seducir a una pareja o de festejar una boda o una gran cacería. Solo era para pasarlo bien. Jhëren lo comprendió y comenzó a bailar con nosotras entre risas.
Disfruté de bailar con él, de acariciarlo y besarlo. Disfruté de poder tomarlo de la mano y saber que nadie nos castigaría por eso. Y por la mirada y la sonrisa que él me dirigió, supe que también lo estaba disfrutando.
Vimos a una chica que bailaba sola en el centro de la pista con un vaso de daiquiri en la mano. Su cabello castaño se sacudía en el aire al igual que sus caderas envueltas en un vestido negro. Pude reconocerla enseguida, era Lauren. Nos acercamos a ella no bien le expliqué a Jhëren quién era. Al verme, Lauren se colgó de mi cuello al abrazarme. Me susurró mil veces cuánto me había extrañado y luego comenzó a abanicarse el rostro para no llorar.
—El maquillaje cuesta caro —dijo al respirar hondo.
—Lauren, te presento a Jhëren —sonreí con auténtica alegría al señalarlo, quien agachó la cabeza como señal de respeto.
—Upa, lindo machote —sonrió con picardía al mirarlo de arriba hacia abajo y rechiné mis dientes por puro instinto.
—Sí, es un lindo machote y es mi esposo.
Lauren abrió la boca con sorpresa y comenzó a llenarme de preguntas, pero oía la mitad de ellas debido a la música. Solo le respondí que en mi viaje había conocido a Jhëren y que luego de amarnos por unos meses decidimos que queríamos compartir nuestra vida, no pensaba hablarle de los jhakae o de Shume. No con su boca que era un megáfono para los chismeríos.
Las luces comenzaron a apuntar las tarimas, supuse que ya era hora de los desafíos de baile, así que algunas mujeres se veían allí. Meneaban sus cuerpos de forma sensual, competían entre sí por quién lucía mejor. Muchas de esas mujeres no lo hacían por un pase vip o por tragos, sino por pura diversión. Jhëren levantó la vista para verlas y alzó sus cejas al ver los movimientos que hacían.
—¿Las mujeres acá hacen eso para los hombres? —me preguntó.
—Ah, acá lo hace cualquiera. Hay mucha libertad en ese aspecto aunque no se usa tanto para complacer a la mujer como para el hombre.
—¿Solo para hombres? —Jhëren pareció horrorizarse—. ¿Y la mujer no puede complacerse?
—Sí, pero no es como en la tribu, acá es diferente. Acá está mal visto que una mujer disfrute tanto del placer, se nos considera putas.
—¿Putas?
No podía explicarle a Jhëren qué era una puta, no iba a entenderlo y podría sentirse muy ofendido al saber. Aunque era similar a los uemane kauei, los jhakae veían el «trabajo» de esos chicos como algo honorable, porque dedicaban su vida a complacer omanas. Tampoco podía hacer una comparación con el término «danka», que significaba literalmente «sucia» y era el insulto más fuerte para una omana.
Decidí no explicar el significado de nuestros términos, y en su lugar le expliqué por qué esos hombres le estaban silbando y gritando cosas sexuales a las bailarinas. Jhëren apretaba su puño con fuerza, porque le era imposible no pensar que era una falta de respeto a una omana.
¿Música fuerte? Todo bien. ¿Autos y televisión? Luego de una explicación lo entendió, más o menos. ¿Hombres con cabello corto? Aún no lo entendía. ¿Hombres comportarse como cerdos con las mujeres? Eso era para él mil veces más incomprensible que todo lo demás, y hasta tenía deseos de golpearlos, de no ser porque lo retuve.
Luego de bailar y reír con mis amigas, junto a mi querido esposo, Jhëren me tomó de la cintura para bailar solo conmigo. Se movía de esa forma que me volvía loca. Movía sus caderas de forma sexy, pegado a mí mientras me clavaba una mirada intensa, para luego besarme.
—¡Jhëren! —Gina se rio a nuestro lado y señaló las tarimas—. ¡Ve allí! ¡Te vi bailar! Piénsalo, tragos gratis, más vino para ti.
—¿Jhëren bailar allí? —Miró las tarimas y luego me miró a mí.
—No me agrada que te miren las chicas, pero quizá sirva para que se te suba el autoestima. No sé, si quieres hazlo —le dije con una sonrisa al encogerme de hombros.
—¿Qué gano? —le preguntó a Gina.
—¡Pase a la vip! Vamos a poder sentarnos y hablar mejor, y beberemos gratis.
Jhëren hizo un extraño gesto, se encogió de hombros y asintió con cierta vergüenza, luego me besó y Gina lo acompañó a hablar con el animador para que pudiera subir a las tarimas. Habían otros hombres dispuestos a competir por esos pases, pero estaba segura de que si Jhëren subía él sería desde ya el ganador. Él sabía cómo moverse, tenía un dote especial para el baile y la seducción, además de que desde niño le enseñaron cómo moverse para gustarle a las mujeres. Y si Jhëren no ganaba rompería todo el lugar por estafadores, sin dudas.
Un rato después Gina regresó a mi lado y el de Lauren, nos dijo que Jhëren no tardaría mucho en aparecer en alguna de las tarimas, así que nos entretuvimos bebiendo nuestro alcohol mientras observábamos a los otros hombres bailar. Eran buenos, claro que sí, pero eran muy toscos, sus movimientos eran demasiado sexuales, pero no de forma erótica sino de una forma vulgar. Quizá ya no podía apreciar esos bailes que antes hubiera adorado debido a que conocía lo que eran los bailes jhakae. En otro momento habría estado como loca gritando junto a las demás chicas, desesperada y entre risas, pero ahora solo disfrutaba con mi cerveza negra.
Jhëren apareció en una de las tarimas sin su camiseta al igual que los demás hombres, se lo veía nervioso y confundido. Como se mantenía quieto, a diferencia de los otros hombres, las mujeres le gritaban que bailara y no fuera tímido. Comencé a gritar para alentarlo y él comenzó a reírse al verme, sabía que no podía oírme pero sí me podía ver saltando allí, aunque tal vez solo imaginé que me vio.
Jhëren comenzó a moverse de esa forma tan conocida para mí. La tarima le daba el espacio adecuado para moverse a su gusto, así que no dudó en usar sus pies para hacer ese típico baile jhakae. Eso sorprendió a la gente a nuestro alrededor, lo notaba por sus susurros o sus gritos, luego comenzó a menear su cadera y se puso de rodillas. Ya sabía lo que venía, esos movimientos pélvicos y delicados pero muy calientes. Incluso llevó sus manos hacia el borde del pantalón y lo tironeó un poco, lo que hacía que pudiera verse parte de su tatuaje de seducción. Los gritos de las mujeres aumentaron y llegué a oír cerca de mí un «¡quítate todo!» que me hacía confundir, no supe si reírme o si buscar a la mujer que lo dijo para marcar los límites.
—Qué suerte tienes, Lenita —oí a Gina susurrar a mi lado—. Necesito uno de esos, ¿cómo dices que se llega...?
—Ni idea —me reí—, pero me encantaría presentarte a unos cuántos.
—¡Lena! —Sentí a Lauren apoyarse en mi hombro. A veces no estaba segura de si lo hacía por torpeza o si le encantaba hacerme sentir más bajita de lo que ya me sentía—. ¿Dónde lo conociste?
—En la playa —mentí con una sonrisa falsa—. Lo vi bailar así y dije «este hombre será mío» y pues... Ahí está, es mi esposo ahora.
—¿En verdad te casaste? —preguntó en mi oído—. ¿Hace cuánto se casaron?
—Una semana... ¿por? —La miré fijo, ya me estaba poniendo de mal humor. Con Lauren nunca se sabía en verdad cómo responder a ese repentino interés.
—Ah, es reciente... ¿Cómo sabes que en verdad te ama?
Rechiné los dientes, entonces me percaté de que Jhëren ya no estaba en la tarima, al igual que los otros hombres. El animador mediría los bailes según los aplausos. Me reí al oír los apodos que le ponía a los hombres, en especial cuando llamó «gatito» a Jhëren.
Fue una obviedad el ganador.
—¡Oh! Ha ganado «gatito» —El animador se abanicó el rostro y comencé a reírme—. ¿Soltero codiciado o ya estás preso? —le preguntó al acercar el micrófono a Jhëren. Lo veía muy nervioso y confundido—. ¿Eres soltero? Porque veo a muchas interesadas en ti...
—Oh, no —Jhëren se rio y negó con la cabeza—. Casado.
Escuché un abucheo femenino, incluso algunas gritaban que lo robarían. Que lo intenten esas perras, que solo lo intenten.
—¿Casado que busca libertad o casado de fantasía? —preguntó el animador con un tono pícaro.
—Casado feliz.
Vi que Jhëren buscaba algo con la mirada, hasta dar contra mí. Me dirigió una sonrisa y apoyó su puño sobre el corazón, para luego abrir la palma como si estuviera liberando algo al cielo. La seña jhakae que simboliza el amor que se siente por una persona.
Ya en el vip nos ubicamos en unos sillones y me acerqué con Gina a la barra para pedir unos tragos. Por alguna razón Gina siempre tenía una buena conexión con los bartender, estos siempre terminaban regalándole bebidas. Podía ser por la simpatía de ella o por su belleza, pero siempre conseguía cosas solo con sonreírles. No lo hacía a propósito, solo sucedía.
Regresamos a nuestro lugar y colocamos en la mesa los tragos. Jhëren quería probarlo todo, sabía que era bastante débil con el alcohol, así que ya le había advertido a Gina que era muy probable que termináramos llevando a Jhëren a rastras por su borrachera, lo que la hizo reír.
—Mientras la pases bien, señor sumiso, puedes volver arrastrándote si quieres —le dijo con una sonrisa.
Dios, amaba los hoyuelos de Gina. Se marcaban en sus mejillas cada vez que sonreía o se reía, y los amaba. Era tan hermosa, la amaba tanto. Reposé mi cabeza en su hombro sintiendo mucha angustia. ¿Estaba borracha o solo emocionada de volver a estar a su lado?
—Te extrañé mucho, Gi —le dije.
—También te extrañé. Feliz despedida de soltera.
Sin embargo mi felicidad y mi emoción desapareció cuando vi a Lauren sentarse junto a Jhëren, en el sillón frente a nosotras. Sentí un mal sabor en la boca cuando los vi reírse, pero es que Lauren... a veces no podía evitar coquetear con todos, incluso quienes me gustaban a mí. Con Jhëren no podía permitirlo, no otra vez.
—Ay, ahora sí —suspiró Gina con alivio al apoyar sus pies sobre la mesita frente a nosotros—. ¿Quién te enseñó a bailar así, gatito?
—O'pae —dijo él con una risa, luego bebió un poco de su bebida que no estaba muy segura de lo que era—. Mi padre —aclaró.
—Vaya, qué familia tan liberal —dijo Lauren con sorpresa—. Mi madre con suerte me enseñó a cocinar, pero era tan mala maestra que jamás aprendí.
—¿Alguna vez viste a tu padre bailar? —le pregunté a Jhëren y él asintió.
—Sí, en la cabaña de los sabios —aclaró—. Así enseñó. Me falta mucho para llegar a su nivel, o'pae es un experto.
—Uy, no me quiero ni imaginar cómo ha de bailar tu padre —se rio Gina.
—Jhëren es bueno bailando, Nundeh es bueno cantando, Kohnn es bueno en otras artes... íntimas —dijo Jhëren con una sonrisa pícara.
—¿Cómo sabes en qué es bueno? —me reí con las mejillas algo encendidas.
—Se sabe, se sabe —se rio—. Omana Sara es muy ruidosa, Nundeh vive al lado ¿sabes?
—¡Oh, por Dios! —Me cubrí el rostro—. ¡Jhëren!
De solo recordar a Kohnn teniendo sexo con Tonke en el bosque, y ahora saber que hacía gozar a Sara de tal forma que hasta Nundeh en la choza de al lado podía oírla... No, sin dudas no podría volver a verlo de la misma forma.
—¿De dónde eres? —preguntó Lauren mientras miraba a Jhëren—. Hablas raro.
—Es extranjero —acotó Gina con un suspiro—. No jodas, Lau, se le entiende al hablar.
Lauren solo se rio, no acotó nada más, al menos no al respecto. Nos divertimos todos juntos conversando y bebiendo, y de vez en cuando con Gina íbamos a buscar más tragos a la barra, y en el camino siempre le hacía la misma pregunta:
—¿Qué te parece Jhëren?
—¡Ya déjame de preguntar lo mismo, nena! —se quejó Gina y me abofeteó—. Si sigues molestándome lo odiaré, y no quiero odiarlo. ¿Bien? —Sonrió y suspiró luego de beber un tequila—. Ustedes agotarán mi spray anti cursilerías. Así no se puede, Lena, así no se puede.
Bebí una medida de tequila con ella, era fuerte pero siempre nos gustaba hacer eso. De nosotras tres, Gina siempre había sido la que más soportaba el alcohol, solía beber muy fuerte con su hermano, Lauren caía bastante rápido y yo estaba en un nivel intermedio entre ambas.
Regresamos a los asientos, Jhëren se encontraba sentado de forma perezosa en el sillón blanco, con la cabeza apoyada en el respaldo al igual que sus brazos. A su lado, Lauren le hablaba con entusiasmo y él respondía entre sonrisas, no sabía bien de qué hablaban pero lo veía feliz.
Conversábamos y nos divertíamos, incluso a veces nos poníamos de pie para bailar junto a los sillones, pero Jhëren no tenía muchos deseos de moverse aunque en algunas ocasiones se ponía de pie para bailar conmigo. Y entonces lo vi. Vi a Lauren rozar el muslo de Jhëren con sus dedos. No era paranoia, no lo era. Claro que no.
—¿Qué haces? —le dije a Lauren con el ceño fruncido.
—Le sirvo vino —respondió con una risa.
—Ajá, lo veo. —La miré fijo con mis dientes rechinando—. ¿Y debes servirle vino tocando su pierna?
—¿De qué hablas? Solo le sirvo vino, él me pidió que lo ayudara —se quejó ella.
—¡Jhëren pidió, Lena! —se rio él refregándose un ojo.
Apreté mi mandíbula y sonreí. Estaba segura de haber visto que Lauren acariciaba la pierna de Jhëren, pero no de forma amistosa. No. Acariciaba su pierna en donde yo hace tiempo había sanado una herida, en el «incómodo». Ese «incómodo» que solo parecía funcionar conmigo.
Lauren era una buena chica, su único problema era ese, que no tenía respeto. Ni a mí ni a Gina nos importaba lo que hiciera con su cuerpo, ella era libre de disfrutar de su vida como quisiera, mientras no tocara a nuestros hombres. Ya lo había hecho con Gina, no tenía forma de asegurar que no lo intentara conmigo.
Gina se acercó a mí para preguntarme qué sucedía. No quise contarle porque sabía que Gina no haría preguntas, se lanzaría sobre Lauren y la golpearía fuerte y duro porque seguía resentida por ese novio que le robó, así que solo me dirigí —otra vez— hacia la barra. Le pedí que me hiciera compañía y desde ese punto los observé. Si volvía a suceder entonces no era paranoia, no estaba siendo una novia loca y en verdad mi «amiga» estaba intentando ligar con mi esposo.
—¿Qué sucede? —me preguntó Gina—. Dímelo o te lo quitaré a golpes, habla.
—Lauren —respondí con asco sin quitar mi vista de ellos.
Gina no agregó nada más, me pidió que le diéramos la espalda y nos sentamos en la barra. Pedimos otros tragos y entonces sacó de su bolso una polvera con espejo. Lo apoyó ahí en la barra apuntando hacia ellos dos. No los miraríamos de frente, si en verdad Lauren estaba intentando ligar con Jhëren no habría forma de ocultárnoslo.
Lauren le hablaba y Jhëren parecía responderle con sonrisas, aunque a veces se lo veía confundido.
—Estás siendo paranoica —me dijo Gina con una risita.
—Te juro que lo vi.
Seguimos observando y vi, de esa forma, que Lauren dirigía su mirada hacia nosotras, luego se cruzó de piernas y sacudió su cabellera. Oh, no. Claro que no. Cuando ella sacudía su cabellera de esa forma y se cruzaba de piernas así era porque estaba intentando ligar. Claro que no, no con mi hombre.
Gina me retuvo de ir hasta ella, seguro buscaba una prueba mejor que solo los típicos tics de Lauren. Bebimos nuestros tragos en silencio y solo miramos por el espejito, solo hablaban. Vi que Jhëren se levantaba la camiseta y le mostraba la marca del pecho, la cual Lauren no tuvo problema alguno en tocar. Giré y me dirigí hacia ellos con una sonrisa, llevaba en mi mano la medida de tequila y me senté frente a ellos con las piernas cruzadas. Jhëren entonces me dirigió una sonrisa alegre.
—¡Lena! —dijo con ese tono de voz que delataba que ya estaba borracho.
—¿De qué hablaban? —pregunté con una sonrisa falsa.
—De ti, Lena —dijo Lauren.
—Ajá. ¿De qué?
Gina se quedó de pie a mi lado, no se sentó. La veía tensa, quizá más que yo y eso seguramente se debía a sus recuerdos de ese exnovio que la engañó con Lauren.
—Sexo —dijo Jhëren con una risa, luego refregó su ojo—. Lauren preguntaba cosas...
—¿Qué cosas te preguntaba? —preguntó Gina con el ceño fruncido.
—¿Qué les pasa? —se quejó Lauren con un chasquido de lengua.
—Pasa que te conozco —gruñó Gina con odio—, y pasa que no tienes respeto ni por tus amigas.
Me acerqué a Jhëren y Lauren se puso de pie, alejándose de nosotras con fastidio. Me senté junto a Jhëren y él me tomó del rostro para besarme, lo dejé hacer, salvo cuando me arrojó sobre él y aumentó la pasión de ese beso, mientras acariciaba mi cuerpo sobre el vestido. No era el lugar adecuado para algo así, por más que otras parejas lo vieran como algo ideal.
—Jhëren... —le susurré al alejarme un poco—, ¿qué cosas te preguntaba?
—Cosas —repitió con una risa—, preguntó por marca de seducción pero dije que es falta de respeto mostrar a omana ajena.
—Hija de la... —Rechiné mis dientes y miré a Gina.
—¿Qué es eso de marca de seducción? —preguntó.
—Jhëren, muéstrale la parte de arriba de la marca —le pedí y él asintió, bajó apenas un poco de su pantalón y se levantó un poco la camiseta, enseñando de esa forma la parte de arriba de su marca de seducción rojo sangre. Ese tribal que ocupaba su ingle y apuntaba a una zona específica—. Esa es la marca de seducción.
—Santa cachucha —Gina abrió los ojos con sorpresa—. Ahora necesito un jhakae que no sea Jhëren y esté dispuesto a mostrarme esa marca, es por el bien de la ciencia.
—¿Qué más te dijo? —pregunté con odio y él se quedó pensativo.
—Preguntó gustos... —suspiró—, le dije que gusta Lena. Habló de curvas pero a Jhëren no importa eso, Jhëren no gusta montañas, gusta colinas como Lena. Lauren no entendía ese gusto... —Se quedó en silencio un rato—. Luego dijo de sexo, preguntó cosas raras, no entendí, pero ofreció cosas.
—¿Qué cosas ofreció? —preguntó Gina con una mirada asesina.
—Cosas... Dijo que ayudaría a Jhëren a hablar mejor y conocer el país, también dijo que podía ayudar a bailar, pero le dije que el baile es algo íntimo, es regalo para esposa. —Bebió un poco de vino y me miró con sorpresa—. ¿Qué pasa, Lena? ¿Por qué tan enojada?
—Dime qué te dijo luego y te respondo —gruñí.
—Dijo que baile no es íntimo, que puedo bailar con quien quiera y que puedo bailar con ella sin que Lena sepa, por eso Jhëren mostrar marca, marca es lazo de por vida.
Gina se alejó de nosotros enseguida lanzando un fuerte grito. Tomé a Jhëren del brazo y lo obligué a ponerse de pie. Seguí a Gina por el vip, me sentía tan furiosa que si no fuera porque Jhëren no se percató de que Lauren le estaba coqueteando, lo dejaría allí tirado. Vi a Gina tocarle un hombro a Lauren en la barra y cuando esta giró le lanzó un puñetazo al rostro que la hizo caer sobre la barra. Solté a Jhëren y me acerqué enseguida para frenar a Gina, yo también tenía deseos de destrozarle el rostro y degradarla de mil formas posibles, pero no era el lugar ni el momento.
—¡Que me sueltes! —se quejó Gina y le lanzó una patada a Lauren en la cadera—. ¡Que la reviento, Lena, la destrozo!
—¡¿Qué te pasa?! —se quejó Lauren.
—¡Descarada, eso es lo que eres, una desvergonzada, irrespetuosa! —le gritó Gina con odio.
—¡¿Cómo te atreviste a ligar con mi esposo?! —le grité con lágrimas en los ojos.
—¿Tu esposo? Apenas si lo conoces —se quejó Lauren refregando su rostro—, es demasiado hombre para ti, Lena.
—¿Dema...? Te mato.
Solté a Gina y me lancé sobre Lauren. Le di tantas bofetadas y puñetazos en el rostro mientras la insultaba que mis nudillos comenzaron a arder. Hasta que alguien me sujetó de atrás y me sacó de encima de ella, pataleando.
—¡Eres una basura! —le grité—. ¡¿Tuviste el descaro de abrazarme y decir que me extrañaste para luego lanzarte sobre mi esposo?!
—¡Tú te fuiste con Drach! —chilló—. ¡¿Crees que no te vi?! ¡No era un secreto lo mucho que estoy enamorada de él y tú te fuiste sin problemas con mi Drach!
—¡¿Tu Drach?! ¡Tu Drach tiene dueña y no soy yo, claramente! —grité con odio—. ¡Drach ni siquiera se interesaba en ti!
—Bueno, Lena, yo que tú tendría cuidado, él no puso muchas objeciones, algo estarás haciendo mal.
Los de seguridad nos sacaron de la disco a empujones, así que terminamos fuera del lugar pero al menos me quité las ganas de hacerla sangrar. Gina siguió insultando por un buen rato hasta que su garganta comenzó a doler, al menos eso fue lo que me dijo cuando se acercó y caminamos los tres hacia el auto.
—¿Qué sucedió? —preguntó Jhëren con el ceño fruncido.
—¡Sucede que esa idiota se quiso acostar contigo y tú, tan inocente que eres, no te diste cuenta! —me quejé, dándole un pequeño empujón.
—¿Cómo que...? —Abrió los ojos con sorpresa—. No es cierto...
—¡Sí lo es! Incluso te toqueteó la pierna, ¿acaso no te diste cuenta del «incómodo»? —chasqueé la lengua.
—No, Lena, no me di cuenta —se quejó—. No fue incómodo porque no era Lena, no me di cuenta.
—¿No fue incómodo? —Abrí los ojos con sorpresa y fruncí el ceño—. ¡¿Cómo es eso de que no te fue incómodo de que te manoseara?!
—Cuando Jhëren decía incómodo se refería a que Lena lo endurecía —se quejó él—, Lauren no. Lauren no incomodaba de esa forma, ni siquiera me di cuenta. Me gira todo, Lena, ¿dejas de gritarme? —Se agarró la cabeza y se apoyó contra la puerta del auto.
—Eres demasiado inocente, Jhëren —Abrí la puerta y él subió detrás, dejándose caer en el asiento, mientras que yo me sentaba delante junto a Gina.
—De acuerdo con Lena, eres demasiado inocente.
—Jhëren solo quiere a Lena, solo te quiero a ti, Lena, quiero hacértelo ahora mismo, te miro y ya estoy «incómodo», porque eres tú, Khuri, quiero hacértelo ya, ahora, ya. —No giré para verlo pero sentí mis mejillas encenderse, al mismo tiempo que oía la risa de Gina—. ¿Por qué me gritas? Si te amo tanto...
—Bueno, señor «incómodo» —se rio Gina—. Mejor párele a las hormonas que no están solos en el auto, no estoy en este momento como para disfrutar de una porno.
—Pero es que Lena es tan hermosa... —dijo él y giré para verlo, me miraba con intensidad desde su posición—, me gusta tanto hacérselo...
—Ya, Jhëren —Me encogí de hombros con las mejillas encendidas—, ya para, es muy incómodo que hables así delante de Gina...
—Incómodo me dejas tú.
—Les pagaré un hotel, en serio —se rio Gina.
El viaje de vuelta sirvió para tranquilizarnos, tanto Jhëren con sus hormonas como Gina y yo con nuestra ira. Mi ira se volvió tristeza, Lauren podía ser una amiga fatal, pero no una persona fatal, y no pensé que en verdad pudiera buscar acostarse con Jhëren, ni siquiera como venganza por lo de Drach. En verdad me decepcionó demasiado. Me sentía tan... decepcionada. No creí que me podía doler tanto.
Ayudamos a Jhëren bajar del auto, el tiempo que pasamos sentados hizo que su borrachera empeorara, lo que al pisar el exterior con el aire fresco terminó por derrotarlo y casi hacerlo caer. Juntas lo llevamos hasta la puerta y sostuve un poco el peso de Jhëren sobre mí cuando Gina colocó las llaves para abrir la entrada, y luego hicimos el recorrido hasta la habitación. Gina decidió recostarlo en su cama para que pudiera descansar bien, le ayudamos a quitarse las botas y él enseguida se quitó la camiseta arrojándola lejos.
—Descansa, ¿sí? Te hará bien —le dije al darle un beso en los labios, pero me tomó de la cintura y me arrojó sobre él en la cama, besándome con más pasión.
—Tú me harás bien...
—¡Hombre, controla tus hormonas, que hay espectadores! —se quejó Gina con una risa—. ¡Ya noto que estás cachondo pero espera a que me vaya!
Lo besé un poco más pero cuando pude encontrar una salida, me escapé. Jhëren me tomaba de la mano y entre risas me quería arrojar sobre él, pero yo forcejeaba para alejarme, también entre risas. El cuerpo de Jhëren lo delataba demasiado, ese pantalón no le ayudaba para nada, e incluso me tentaba bastante, pero terminé por tomar del brazo a Gina y alejarme de allí con ella, antes de que esa bestia sexual me capturara.
Gina puso la tetera en la cocina mientras yo extendía el sillón cama del living-comedor, para poder colocar las sábanas y mantas encima. Dormiríamos juntas, y cuando el té estuvo listo ambas nos sentamos en la cama recién armada y bebimos un poco, ya habiéndonos quitado el maquillaje.
—Noche interesante, ¿eh? —dijo Gina con una risa—. Al menos ya no habrá más Lauren, y me quité las ganas de golpearla. Por respeto a la amistad no lo hice antes, pero esta fue la gota que derramó el vaso.
—Meh, me da pena por ella, éramos las únicas que la querían, pero bueno —suspiré—. Yo me iré a la tribu en unos días...
—Cachondo ese muchacho, ¿eh? —se rio y yo seguí su risa.
Me reí, algo avergonzada.
—Está muy enamorado de ti, Lena —dijo en un susurro—. Te es increíblemente fiel, tanto que sorprende... No le hagas daño.
—También estoy enamorada de él, Gina —añadí al encogerme de hombros.
—Lo sé, lo noto —Me sonrió—, y me alegra mucho. Ahora durmamos, no estoy dispuesta a conversaciones melosas y espero no soñar con cosas «incómodas» gracias a Jhëren.
Me reí y dejé la taza en el suelo, para luego recostarme y abrazar a mi mejor amiga. Hacía mucho tiempo que no dormía así con ella, y sabía que por mucho tiempo más no podría disfrutarla. Quizás nunca podría volver a disfrutarla así...
No supe cuántas horas pasaron hasta que me desperté, pero cuando me levanté pude ver a Gina refregándose las sienes y una taza de té frente a ella. Se la veía más arreglada que en la noche anterior, algo muy extraño, pero todo cobró sentido cuando oí gritos masculinos proviniendo de la habitación de Gina:
—¿Dices que la amas? ¡¿Que la amas?! ¡¿La amas tanto que la raptaste y la obligaste a casarse contigo?! —gritó Lucio.
—¡No! ¡La amo tanto que la traje a Irinnoa sabiendo que me dejaría! ¡Así de mucho la amo!
Sentí un nudo en mi estómago y un vuelco en mi corazón. Estaba Lucio, mi hermano mayor, el amor de mi vida, mi todo, mi ejemplo. Mis piernas comenzaron a temblar mientras los oía gritar y me dirigí hasta allí en compañía de Gina, quien enseguida corrió a mi lado.
Y allí estaba él, parado frente a Jhëren.
Buenas, les confieso que ya no me gusta este capítulo (me parece incoherente, poco creíble) pero lo dejé porque sé que a ustedes les gusta la parte del incómodo. Tal vez en el futuro cambie por completo el capítulo, para que los sucesos se den de forma distinta, pero manteniendo el chiste del incómodo.
¿Cómo? No sé, será problema de la Jen del futuro xD
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