Capítulo N° 15


Jhëren dejó escapar de sus labios un gemido al embestirme por última vez, con fuerza, para enseguida recostarse en mi pecho por unos instantes. Siempre utilizaba sus brazos para no aplastarme, sostenía su peso en estos para de esa forma recostarse sobre mí unos segundos. Con cariño me besó en los labios y luego se hizo a un lado, no tardé mucho en ubicarme en su pecho yo esta vez, aunque pronto debíamos levantarnos de la cama para cumplir con nuestros trabajos.

Nundeh no le había errado ese día que lo conocí, Jhëren era todo un semental.

Habían pasado unos cinco días desde que nos casamos. Hacíamos el amor bastante seguido, un par de veces al día. Por suerte ya había empezado a beber la infusión que Clara me dio para evitar un embarazo no deseado, aunque no tenía forma de asegurar que en verdad funcionara o de que las veces anteriores donde no lo bebí no podrían haber ya engendrado un bebé.

No quería un bebé, no aún, era demasiado pronto. Apenas llevábamos cuatro meses de relación, cinco días como pareja casada. Un bebé sería demasiado pronto y podría poner en la cuerda floja nuestra relación.

Mi cuerpo siempre estaba agotado gracias al incansable de Jhëren, imposible de llenar, puesto que siempre quería más y parecía tener siempre las energías necesarias para hacerlo. No sabía si solo él era así o si los otros jhakae también lo eran debido a tantos años de abstinencia sexual.

Nos levantamos y Jhëren me ayudó a vestirme, aunque aprovechaba de vez en cuando para besar mi cuello y acariciar mi cintura. En verdad, era imparable.

Puesto que aún no sabía del todo cómo actuar en mi nuevo trabajo, y no estaba segura de las órdenes que debía darle a Jhëren, lo arreglamos de una forma simple: él haría lo que sabía hacer y como siempre lo había hecho, sin esperar órdenes mías pero siempre dándome aviso para evitar problemas. Yo, mientras tanto, debía ir a hablar con la kumena. Luego de mucho pensar decidimos que aceptaría la propuesta de ser aprendiz.

Las miradas que antes pudieron lanzarme llenas de odio por ser la omana rebelde ahora simplemente no se dirigían hacia mí, sino a la última pareja soltera de la tribu, la de Nehué y su prometida Verónica. No había conexión alguna entre ambos, creo que solo la amistad los unía y el deber de él de proteger a su omana, por el resto nada. Siempre los veía cada uno por su lado, ella no se adaptaba a la tribu al igual que yo y él, simplemente, apreciaba demasiado su soledad.

A veces veía a Nehué reír junto a Nundeh, pasaban mucho tiempo juntos. Jhëren me dijo que, aunque él apenas tenía trato con Nehué, Nundeh siempre había sido muy unido a él.

Era un hombre muy atractivo, de verdad. De piel morena, cabello castaño claro y ojos celestes, algo grisáceos. Su esposa, que solía alejarse de la vista pública y pocas veces salía de su cabaña, era de piel café oscuro y cabello rizado. Intenté varias veces hablar con ella porque supuse que nos llevaríamos bien, después de todo tampoco se adaptaba, sin embargo me esquivó todas esas veces.

Me dirigí hacia la cabaña de Yamila, donde las guardianas que estaban en la entrada me permitieron ingresar. Una de ellas era Rhona, esa espía de Jhïle que tenía una belleza sobrehumana y un físico espectacular, pero con sus cejas siempre fruncidas y una mirada hostil que incomodaba bastante.

Cuando entré lo primero que vi fue a la kumena sentada en su típico lugar bebiendo una infusión, mientras conversaba con un hombre sentado frente a ella al que podía reconocer muy bien. Era Nihuo, su antiguo uemane y actual sabio de los sabios. Me pregunté si acaso interrumpía algo y quise salir, pero enseguida Yamila levantó la mirada y me dirigió una sonrisa. No dudó en llamarme con su mano para que me acercara, así que con cierta timidez me acerqué a ambos y los saludé con un movimiento de cabeza respetuoso. Sabía que a Nihuo le divertía que lo saludara de esa forma, con tanto respeto, puesto que las omanas no debían inclinar la cabeza ante un hombre, pero yo no veía en él a un uemane o a un sabio de la guerra, veía a una persona mayor que merecía respeto.

—Lamento interrumpirlos, kumena, sabio de los sabios —dije al asentir y él se rio otra vez—. Solo venía a decir que aceptaba ser su aprendiz.

—Tranquila, pequeña, no interrumpes nada —se rio Yamila y bebió un poco más de té—. Solo hablábamos del futuro de nuestro nieto.

—Pequeña omana, usted no conoce a Nehué, ¿cierto? —preguntó Nihuo.

—Lo conozco solo de vista pero jamás he hablado con él, aunque intenté hablar con su prometida, Verónica. Creo que no le caigo bien.

—Por lo que veo nadie le cae bien, ni siquiera mi nieto, el más hermoso de todos los jhakae —suspiró Yamila.

Bueno, sí era muy bello y muy sexy, más que otros, pero el más hermoso y sexy de todos por supuesto que es Jhëren.

—Me temo que llegue al tiempo límite para establecer un lazo… —suspiró Nihuo al refregarse la sien con dolor.

—¿Hay un límite? —Esa información en verdad me dejaba anonadada, al menos Jhëren y yo nos habíamos casado antes de llegar a ese límite.

—Por supuesto. Si una pareja no se casa en seis meses son considerados por la tribu como unos inútiles, el uemane sería castigado y se analizaría las capacidades de la omana para ver si es útil para la tribu o si debería ser eliminada —aclaró Yamila.

—¡Santa mierda! —chillé y me cubrí la boca enseguida—. ¿No hay excepciones?

—Las únicas excepciones que hubieron fue la nuestra, solo porque yo era una niña que aún no había tenido su primer sangrado. Nuestra boda se pospuso durante tres años —dijo Yamila con una sonrisa de lado—. La otra excepción fue Clara, su uemane murió demasiado pronto y antes de su lazo, con ella no se analizaron sus habilidades, la anterior líder simplemente decidió nombrarla jefa de clan.

—Lamentablemente solo podemos incentivarlo a tomar las mejores decisiones, pero no somos sus padres así que hacemos lo que está a nuestro alcance —dijo Nihuo, poniéndose de pie al apoyarse sobre su lanza—. Luego hablaré con él, por ahora las dejo solas, queridas omanas, para que platiquen lo que deseen. Este viejo se irá a observar el entrenamiento de los jóvenes.

Yamila dirigió su mirada hacia él con el ceño fruncido y enseguida lo regañó.

—¡Deja de hacer eso!

—¿Hacer qué, mei omana? —Apenas giró para verla, apoyándose en su lanza.

—¡Deja de fingir ser un viejo decrépito! Terminarás lastimando tu espalda de esa forma, idiota.

—Ah, pero de esa forma el enemigo solo pensará que soy un viejo y no que puedo destrozarlos en segundos —se rio Nihuo y respiró hondo al enderezarse. Tenía un físico espectacular para su gran edad, quizás no tenía la misma musculatura de Jhëron u otros sabios de la guerra, pero los músculos se seguían notando en él, quien parecía negarse a dejar de entrenar—. Es algo estratégico, Yami, algo estratégico.

—Estratégico nada, te lastimarás la espalda. Ya no eres tan joven y no puedes seguir jugando de esa forma con tu cuerpo.

—No soy joven, pero hay muchas cosas que aún puedo seguir haciendo, mei omana.

Nihuo asintió con respeto al verme y volvió a encorvar su espalda, para luego dar un par de pasos y alejarse de nosotras. Yamila enseguida sonrió hacia un costado y le dijo algo en jhakae, clavando su mirada en él, pero Nihuo apenas si giró su cabeza y con una sonrisa le respondió también en jhakae.

En verdad necesitaba aprender el idioma, sabía lo básico y solo lo básico de lo básico, deseaba poder entender una conversación de ese tipo.

Ella comenzó a abanicarse el rostro con las manos y su rostro se volvió rojo, sentí que se desmayaría por la forma en que se iba hacia un costado, así que la tomé de un brazo para que se mantuviera firme. Dirigí mi mirada hacia Nihuo que salía de la cabaña para cumplir con sus deberes, así que nos quedamos solas, sin guardianas ni nadie a nuestro alrededor.

—¡Yamila! ¡¿Se encuentra bien?!

Ella seguía abanicándose el rostro y luego comenzó a reírse.

—Ay, por la Luna, este hombre me quiere matar… —susurró al abanicarse, con una risa.

—¿Qué sucedió? ¿Qué le dijo?

—Oh, pequeña, eso no es apto para menores…

—Yo no soy menor y no se haga, viejita, bien que amasó el trasero de Jhëron frente a mí sin vergüenza alguna.

—Jhëron tiene unos glúteos para alimentar dos naciones, ah, qué belleza —Sorbió aire y me hizo reír de esa forma, luego continuó—. De acuerdo… Se podría decir que le hice una propuesta indecente y él… oh, me quiere matar este hombre —Se rio y bebió un poco de agua—. Solo respondió «hay partes de mí que siguen funcionando, y si hubiera partes de mí que no funcionaran seguiría teniendo otras partes que sí funcionan». Uff… ¿hace calor o solo soy yo?

Me reí a carcajadas y me mantuve en silencio hasta que Yamila se tranquilizó. Tardó unos minutos en recuperarse del todo, seguía riéndose, probablemente recordaba cosas del pasado, porque a veces sus mejillas se encendían y otras veces sonreía con picardía.

Luego de un rato preparó otra infusión que me extendió para que bebiera, mientras ella bebía otro poco.

—¿Puedo hacerle una pregunta…?

—¿Es sobre Nihuo? —Levantó una ceja al verme y yo me encogí de hombros—. ¿Qué deseas saber?

—¿Qué clase de uemane era?

—La clase de uemane que lo hace todo por su omana, pero no porque ella se lo ordene sino porque él desea hacerlo. La clase de uemane que protege a su omana de todo y de todos, y la clase de uemane que era capaz de aprender cosas nuevas solo para poder complacer mejor… —Yamila sonrió y tomó en sus manos una tela que tenía cerca de ella—. Nihuo era quien me hacía la ropa porque no quería que usara la de los Uhmar, ya que nunca daban con mi talle porque… ya sabes, tengo senos grandes —se rio al decir eso—. Y aunque te sorprenda, a mí también me molestaban las otras omanas como lo hacen contigo. En tu caso es porque no tienes senos, en el mío era porque tenía demasiado. Se reían de mí al decir que «terminaría caminando con ellas». Nihuo era la clase de uemane que hablaba con esas omanas para llegar a un acuerdo aunque eso significara ser golpeado. Era del tipo que se dedicaba días a coser, tejer y bordar cosas hermosas solo para que yo pudiera lucirme ante el resto. Era, también, la clase de uemane que te despertaba con un desayuno y una flor y la clase de uemane que antes que comer en el centro prefería preparar una cena especial. Esa era la clase de uemane que Nihuo era y sigue siendo.

—¿A qué clan pertenece? —pregunté con dudas, no recordaba a qué se dedicaba el clan de Nehué.

—Clan Nahou, son guerreros. Ese es su trabajo, servir y proteger a la tribu. —Sonrió y apretó en sus manos esa tela, la cual levantó ante mí para enseñarme un hermoso vestido rojo sangre, con bordados en cuadrados espirales que parecían dorados en la parte inferior. Era más largo de lo normal y tenía incrustaciones de piedras en la zona del escote—. ¿Puedes creerlo? Es un sabio de la guerra desde hace treinta y dos años, y aún sigue haciéndome ropa.

Sonreí, enternecida por esa información.

—¿Tuviste que golpear a una «danka» por eso? —dije, pues recordaba sus palabras en mi boda.

—Esa maldita asquerosa, menos mal que ya murió —chasqueó la lengua—. Imagínate que una envidiosa vea que Jhëren es el uemane perfecto, sexy, atento, cariñoso y un guerrero espectacular, y le entregue una prenda para volverlo su amante.

—Ya me pasó —escupí.

—Oh, bueno —se rió—. Ahora imagina que ante el rechazo lo amenace e intente aprovecharse de él. ¿No le romperías todos los huesos contra el suelo?

Abrí los ojos con consternación. ¿Una omana había intentado abusar de Nihuo ante el rechazo?

—La mataría sin dudar —gruñí, imaginando a Jhëren en esa situación.

—En esa época ella era la favorita de la líder, y yo la más odiada. La que sufrió un castigo fui yo —siseó—. Pero quién me quita lo bailado, le destrocé el rostro. Ah, qué buenos tiempos.

Rápidamente Yamila cambió de tema, comenzó a explicarme sobre el ser kumena y lo que esto implicaba para la tribu. Ser aprendiz, al igual que estar casada, daba un buen estatus en esa sociedad. Me explicó, también, que la mejor opción para las omanas discriminadas por ser diferentes era tener un hijo. Así como estar casada te daba un nivel más alto en esa sociedad, tener hijos hacía que el respeto aumentara y esas mujeres con hijos eran protegidas por toda la tribu, ya que eran quienes tenían el futuro de la tribu en sus manos.

Las kumenas, debido a su sabiduría adquirida por enseñanzas, años y experiencia, eran sumamente respetadas y tenían incluso más voz que las líderes. Una kumena incluso podía regañar y abofetear a una líder sin que esta pudiera quejarse.

Aunque las aprendices de kumena no llegaban a tener el mismo respeto que una oficial, el solo ir por la tribu vestida con los típicos colores de aprendiz, blanco y rojo, hacía que las miradas cambiaran. Probablemente a mí seguirían despreciándome, tardarían en adaptarse a la idea de que yo sea una futura kumena, pero al menos de esa forma me quitaba el peso de ser juzgada todo el tiempo. Pero, a pesar de todo, Yamila me había advertido que en el caso de romper reglas o cometer errores, al no ser una kumena, podría también ser castigada como una omana corriente. Debía tener mucho cuidado con mi actuar.

Todos los días durante dos horas debería aprender a ser kumena, debido a sus responsabilidades mi enseñanza se repartiría entre Yamila y Clara, para que ambas pudieran ocuparse de sus propias responsabilidades cuando la otra me enseñaba.

Luego de pasar dos horas aprendiendo las tradiciones que me faltaba conocer, solo quedaba que siguiera con mi camino a cumplir mis deberes como miembro del clan Jhümi. Como no tenía ni idea de dónde empezar, Yamila me recomendó ir a buscar a Nuria, así ambas podríamos trabajar juntas. Fue así como al salir de la cabaña de la kumena me dirigí a la choza de Jhöne y Nuria. La verdad era que no tenía deseos de juntarme con ella y mucho menos tener trato con él, pero era la única forma en que podría cumplir con mis responsabilidades como omana y librarme de castigos.

Golpeé la puerta de madera tras la cortina de piedritas y esperé a que Nuria me atendiera, pero aunque oí sonido en el interior nadie salió a abrirme.

—¡Nuria! ¡Soy Lena, vine para que me ayudes con el trabajo! —grité al golpear otra vez la puerta.

Oí entonces el grito de Jhöne y seguido el de Nuria, junto al sonido de algo romperse. Sabiendo que Jhöne ya la había golpeado dos veces en el pasado no dudé en abrir la puerta. No pensaba permitir que la golpeara otra vez, por más que Nuria fuera tan idiota como para perdonarlo.

Lo que encontré al entrar me sorprendió demasiado, una vasija de barro se encontraba rota contra una pared y Jhöne se aferraba la cabeza en el suelo, junto a la cama de pieles algo más elevada como la nuestra. Se apretaba el cabello corto entre sus dedos, en un nudo de piernas que lo cubría por completo. Chillaba pero parecía que era de dolor, con su rostro rojo y las venas marcándose en sus músculos. A su lado Nuria, con un temblar de manos, le extendía una pipa.

—¡Nuria! —dije para llamar su atención y ella enseguida giró la cabeza para verme.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Vete!

Acto seguido colocó la pipa en los labios de Jhöne, lo obligaba a fumar y él lo hizo, para luego soplar el humo por su nariz y dejar de sujetar su cabello. Se acomodó de tal forma en el suelo que su rostro reposara en el pecho de Nuria, entre sus enormes senos –de verdad enormes–, y allí se quedó por un buen rato hasta que decidí acercarme.

—¿Qué sucede? —le pregunté a Nuria al pararme frente a ellos, y me dirigió una mirada furiosa.

—¿No te enseñaron modales? No se entra en una casa ajena sin permiso.

—Pues pensé…

—¡¿Pensaste qué?! Ahora vete —chilló y luego aferró a Jhöne a su pecho.

Se veía diferente. Cuando entré, Jhöne estaba lleno de ira, rojo de esta, pero en ese momento, en el pecho de Nuria, se veía tranquilo, incluso dócil. Su respiración era bastante acelerada pero de a poco se iba normalizando. Me dirigí de nuevo a Nuria y fruncí el ceño.

—¿Qué le sucede?

—¿Qué te importa? Tú lo odias —gruñó y aferró más a Jhöne.

—Claro que lo odio, casi asesinó a mi esposo y me partió el labio de un puñetazo —me quejé—. Ahora dime, ¿qué le sucede?

—Jhöne… ¿me oyes? —susurró ella al acariciarle la espalda musculosa y él asintió con los ojos cerrados—. Debo ir a trabajar con Lena… —Jhöne se removió en su lugar y sus músculos se tensaron al oír mi nombre—. Tranquilo, solo iré a trabajar. ¿Puedes quedarte solo?

—Esa danka… —gruñó al alejarse de Nuria, dirigió su mirada hacia mí, llena de odio, con sus dientes rechinando—. ¡No te quiero cerca de Nuria!

—No me jodas, grandulón patético, tú eres el único que debería estar lejos de ella —respondí con asco y Nuria me dirigió una mirada furiosa.

—¡Tú cállate! ¡Solo lo empeoras! —Giró la cabeza hacia Jhöne y lo tomó de las mejillas, para luego darle un beso en los labios y buscar ponerse de pie, solo que antes de que pudiera hacerlo él se aferró de nuevo a su pecho, apoyando su oído entre los senos de ella—: Volveré pronto, mi amor, intenta descansar, ¿sí? Déjame ir, tengo trabajo.

—¿Pronto? —susurró él aferrándola con fuerza.

—Pronto, lo prometo.

Jhöne entonces la soltó y se puso de pie de forma débil, supuse que por haber fumado la pipa de nü. Su altura era formidable y su musculatura igual. Me dirigió una mirada llena de odio para luego sentarse en la cama y dejarse caer entre las pieles.

—Prepara otra pipa si lo necesitas, te he preparado una infusión de manzanilla con tilo y cedrón, no es lo más delicioso del mundo pero te servirá.

Nuria entonces envolvió sus dedos en mi brazo, con fuerza, para luego obligarme a salir de su casa y así dirigirnos a nuestros deberes. Era consciente de que Nuria era una mujer sumisa, sin embargo conmigo se comportaba todo lo contrario, se la veía dominante y fuerte y para nada débil como todos decían de ella.

No hablamos durante el camino aunque intenté hacerlo, pero ella solo se dedicó a ignorar cualquier pregunta que no tuviera que ver con nuestro trabajo. Pude ver a Jhëren enseñándole arquería a los más pequeños, su rostro era serio pero cuando los niños acertaban él les dirigía una sonrisa agradable y una caricia en el cabello. Era un buen maestro, había conseguido que yo, pésima en todo lo que implicara movimiento, pudiera ser al menos algo decente con el arco.

—No entiendo qué le ves… —susurró Nuria cuando pasamos cerca de él.

—¿A qué te refieres?

—Es delgado, es más bajo que el resto, es débil, no es bueno con las armas elementales ni tampoco un buen luchador. No entiendo qué le ves.

—Es curioso, porque la misma pregunta me hago sobre tú con Jhöne —sonreí con falsedad—. No es agradable, no es romántico, no es ágil y rápido, no es compañero ni obediente. Solo es fuerte y musculoso y de nada le sirvieron esos músculos para darte hijos…

Nuria de repente se detuvo y me lanzó una fuerte bofetada al rostro que casi me hizo trastabillar. Su mirada era una mezcla de odio y tristeza. La primera se notaba por su ceño fruncido y la segunda por sus ojos empañados de lágrimas.

—¡¿Tú qué sabes de él?! ¡Tú no lo conoces! —chilló—. Es el más fuerte de todos los jhakae, es agradable y romántico. Es amable y protector, pero tú nunca lo entenderías. ¡Y no me importa si es o no capaz de darme hijos! Pero a él sí le importa y no pienso permitir que tus palabras lo hieran.

—¿Bromeas, cierto? ¡Te destrozó el rostro dos veces!

—¡No me destrozó el rostro! —volvió a chillar—. Él está enfermo…

—Sí, ya sé que está enfermo.

—¡Hablo en serio!

Nuria no habló más, solo caminó frente a mí todo el trayecto.

Era una mujer preciosa, probablemente ella y Sara sean las mujeres más bellas de la tribu, sin contar a Clara que lleva mucho más tiempo en el lugar. Su cabello era rubio ceniza, opaco y lacio aunque con las puntas en ondas. Sus ojos eran grandes y cafés que se lucían muy bien en ese rostro de muñeca. Era alta, mucho más que yo. De cuerpo grande y robusto, y me gustaba que a pesar de tener inmensos senos y trasero, al igual con sus caderas, no tenía una cinturita de avispa y un vientre completamente plano.

Era una mujerona con todas las letras, aunque oí a varias omanas llamarla «gorda» estoy cien por ciento segura de que era envidia. Hasta yo quisiera meter el rostro en esas tetas, envidiosas.

Caminamos hasta llegar a una choza donde Nuria golpeó la puerta y enseguida un niño nos abrió. Él asintió con respeto para permitirnos pasar. Ya desde niños se veían afectados por el ser inferiores a las mujeres, según sus tradiciones. Sentí un mal sabor en el rostro estómago al notar que no se irguió, y se mantuvo en esa posición sumisa, hasta que su madre lo llamó.

¿Cómo podían estas mujeres aceptar que sus hijos vivieran así? Podía entenderlo de los nativos de aquí, pero... ¿las mujeres de Irinnoa?

Nos acercamos hasta una omana de la generación anterior, compañera de Nuria, que estaba recostada porque tendría otro bebé pronto. Su gran vientre se notaba en ella, una mujer morena que se mantenía recostada en las pieles con su hijo mayor sirviendo como ayudante.

—No quiero molestar —dijo Nuria con una sonrisa cariñosa—. ¿Cómo se encuentra el bebé?

—Espero que bien —suspiró la mujer al acariciar su abultada panza—. Ya no doy más, creo que pronto nacerá, quizás en unos días.

—¿Qué dijo la kumena? —preguntó Nuria al ubicarse a su lado y acariciar su panza.

—Dijo que es probable que nazca en la siguiente luna y que seguramente será una niña.

—¡Oh! Eso sería hermoso, una jefa de clan.

Observé a Nuria hablar con esa vieja amiga, parecían cercanas pero, a la vez, se las veía distantes. Era algo extraño, no sabía a qué se debía esa amistad en la cuerda floja.

—Disculpa… —dije para llamar la atención de la mujer—. Quizá no sea obstetra, pero soy enfermera y he ayudado en algunos partos en mi pueblo, ¿te importaría si te reviso?

—Oh, no, claro que no, hazlo con confianza.

Me ubiqué junto a Nuria y le tomé la presión según su pulso, estaba algo baja y eso se notaba en su rostro algo pálido. Le pedí a Nuria que le diera algo dulce para un pequeño subidón, algo salado podría hacerle mal si es que tenía problemas de presión. Acaricié su vientre y el bebé me dio una pequeña patadita que me hizo sonreír, así que me entretuve revisando que todo se encontrara bien.

—Necesito ver si estás dilatando, ¿puedo hacerlo? —pregunté mientras le indicaba al niño con señas que necesitaba lavarme las manos.

—Oh... Eso será raro, pero está bien.

Sí, bueno. No es que me fascinara la idea de meter mi mano sin guante en la vagina de una desconocida, pero parecía estar pronta a parir.

Me lavé muy bien las manos para esterilizarlas, y entonces introduje con cuidado mis dedos. Oh. El cuello estaba borrado y cabían dos dedos. Retiré mi mano y volví a lavarme.

—Tu cuello uterino está borrado y ya comenzaste a dilatar. Considerando que es tu segundo parto, con suerte entre hoy y mañana podría nacer el bebé —dije con una sonrisa mientras me secaba las manos con una toalla que me extendió el pequeño—. Trata de que tu esposo se quede contigo, en caso de que comiencen las contracciones más fuertes. ¿De acuerdo? Y mantengan bien limpio todo, para que el bebé nazca en un lugar mínimamente esterilizado.

—Oh, mierda. Más pronto de lo que creía —dijo con los ojos abiertos de par en par—. ¿Estás segura?

—Puede tardar, dependerá de tu cuerpo. Yo calculo que será entre hoy y dos días más, como mucho.

Nuria me observaba con sorpresa, supuse que había pensado que solo era una inútil como todos en la tribu pensaban. Solo mi círculo sabía que era enfermera, para el resto yo solo era la omana pequeña e inútil del uemane pequeño e inútil. 

Así recorrimos varias chozas, y como solo esa mujer estaba embarazada no tuve que meter mi mano en ninguna vagina más, gracias a Dios. El resto del trabajo era revisar que los bebés y los niños se encontraran bien, ver si sus padres les habían explicado a los que ya estaban próximos a la edad de ser mujeres u hombres lo que implicaba serlo. También nos dedicábamos a ver que las parejas fueran estables, que no hubiera problemas y que los hombres fueran obedientes y sumisos como debían ser. En cortas palabras, pasé de no tener trabajo a ser asistente social.

No tuvimos problemas, así que más rápido de lo que había pensado ya estábamos regresando.

—¿En verdad eres enfermera? —preguntó Nuria cuando nos sentamos en un tronco cerca del bosque, para a descansar antes de visitar a los sabios de la guerra.

—Lo soy, supongo que es una tradición familiar. Mi madre, mi abuela, mi bisabuela y supongo que más aún, son o eran enfermeras —dije en un susurro al apretar mi ropa. Me gustaría poder abrazar a mi madre y mi abuela una vez más—. Pero mi padre es comerciante y mi hermano es profesor de historia.

—Bueno, supongo que entonces podrás manejarte bien al ayudar a los otros como miembro del clan Jhümi.

—¿Quieres deshacerte de mí? —bromeé y ella se rió.

—Admito que al principio no me agradaba la idea de tener que trabajar a tu lado —dijo con su dulce voz—, pero sinceramente… Eres bastante agradable, y muy útil.

—¿Tienes amigas? —me animé a preguntar.

—No muchas. La mayoría no me ve de la misma forma por no tener hijos, así que nuestros lazos se rompieron o están por romperse —susurró al encogerse de hombros—. Y las que no les importa eso detestan a Jhöne y… Bueno, mayormente estoy con él así que no estoy muy acompañada por amigas que digamos.

—¿Puedo preguntarte algo? No es por ofender, en serio, es que quiero entenderte.

—¿Por qué sigo con Jhöne? —se rió y suspiró—. Eso es lo que todos se preguntan. Jhöne no es malo aunque todos piensen que sí, es cierto que a veces puede ponerse violento, y también es cierto que me golpeó dos veces pero… a nadie le importan los motivos.

—No hay motivo suficiente para golpear a una esposa —acoté con asco.

—Sí lo hay si lo que impulsa a eso es una enfermedad —gruñó ella—. Jhöne está enfermo. Es incapaz de controlar su ira, realmente incapaz. Sufre mucho por las frustraciones y eso le afecta al cuerpo. Lena, vive sufriendo de jaquecas, sus dientes se rompen con facilidad por cómo los aprieta y rechina con fuerza y… —Se mordió el labio y se encogió de hombros con los ojos empañados en lágrimas—, y su corazón siempre late tan rápido que me da miedo. Tengo miedo de que sufra del corazón o algo. Se le cae el cabello y le duele seguido el pecho.

—Eso… no suena bien…

—Es que él no está bien. No es malo. Tú no lo conociste antes, era tan paciente. Él empezó a empeorar con los años, con la frustración de no poder tener hijos y… —Las lágrimas que estaba reteniendo comenzaron a caer por su rostro—, él en realidad es muy amable y protector, suele ser frío y desinteresado con los demás, jamás conmigo. Él no me golpeó porque quisiera hacerlo, él lo hizo porque estaba sufriendo uno de sus ataques de ira y se cegó. Yo no pude tranquilizarlo como otras veces y él solo se cegó y se dejó consumir por esta ira y… entonces me lastimó, pero cuando se tranquilizó y se dio cuenta de lo que había hecho ¿tú crees que él estaba feliz? Claro que no, lloró como cinco días y… la segunda vez le cortaron el cabello por eso. Él no se merecía eso, él merecía comprensión.

—Mira, no quiero sonar ofensiva, pero me parecen excusas. Por más enfermo que esté no debería hacerte daño. Excusar a un golpeador no es correcto, estás en una relación súper tóxica.

—¡No son excusas! —chilló—. La kumena y Clara lo saben, por eso estábamos hablando con Jhëron y con la kumena el día en que todo pasó, porque ellos saben el estado de Jhöne y lo difícil que le es controlarse en sus ataques de ira. La líder blanca es la única que no lo entendió y ordenó que cortaran su cabello. Jhëron y la kumena pensaban enviarlo a Irinnoa conmigo para tratarse con un especialista en Dannoa, para que tome medicamentos y que regresara cuando estuviera listo, pero la líder blanca no lo aceptó. ¡A ella no le importa Jhöne! ¡No le importa que su hijo esté sufriendo!

—Eso sí te lo creo —chasqueé la lengua con odio, era sencillo de creer que a esa mujer poco le importara el estado de sus hijos—. No le importa Jhëren tampoco, no me extraña que no le importe Jhöne.

—Jhöne golpeó a Jhëren como un castigo de hermano mayor, aunque al final se dejó llevar por la ira al hacerlo. Me había dicho que lo regañaría y… y entonces se descontroló y también te atacó a ti —sollozó y me miró fijo a los ojos con los suyos avellana—. Lo siento mucho por eso, en serio, es que… Es que con Jhöne todo es complicado…

—En serio, Nuria, deberías alejarte de él. Si tiene problemas para manejar la ira, si tiene algún síndrome o problema mental, o qué se yo, deberías alejarte de él. No estamos en Irinnoa, acá no hay pastillitas mágicas o tratamientos psicológicos para resolver ese tipo de cosas y que lleve una vida normal. Acá nadie en la tribu creerá que él está enfermo, ¿entiendes? Deberías alejarte de él por tu bien.

—¡No lo haré! —chilló con lágrimas en su rostro—. ¡No me importa si piensas que somos tóxicos! ¡No me importa! Yo lo amo y él me ama, y no lo dejaré en sus momentos difíciles. Yo soy la única que consigue tranquilizarlo, si yo lo dejara ¿quién lo tranquilizaría? Jhïle solo puede controlarlo y darle órdenes, pero no consigue tranquilizarlo. Si yo lo dejo… Si yo dejo a Jhöne él podría incluso morir.

—Nuria…

—Yo sé… —Apretó sus manos en la ropa mientras seguía llorando—. Yo sé que él no es perfecto, pero en la peor situación nos enamoramos, ¿crees que lo dejaría en otra peor situación cuando en una de esas fue que lo amé? —Levantó su mirada para verme—. Fui la única a la que le importó Jhöne, a nadie le importó. Cuando luchó con los dhakae y estuvo agonizando en mi cama fui la única que lo cuidó. Jhïle estaba pendiente de Jhëren, Jhëron tenía sus propias heridas que tratar, la líder blanca estaba preocupada por lo suyo. ¿Su perra amante Lerona? Para ella Jhöne solo era un consolador, y cuando Jhöne cayó herido a nadie le importó, ni a ella. Solo a mí me importó, solo yo lo cuidé.

—¿Lerona? —Parpadeé con rapidez, estaba casi segura de que Lerona era una de las cinco líderes, ¿o me había confundido? ¿Jhöne fue amante de Lerona?—. ¿Él, para colmo, te fue infiel?

—Técnicamente hablando le fue infiel a ella conmigo —siseó—. Él fue su amante desde antes de conocerme, hasta unos cuantos años después de casados.

—¿Y no te molesta?

—En esa época no lo amaba ni él a mí, solo cumplimos con nuestra parte al casarnos y ya —siseó otra vez—. Pero a la primera que se le acerque hoy en día le arrancaré el alma.

Dejé ir un largo suspiro.

—Mira, Nuria, en serio que estás en una relación súper tóxica, las personas no pueden depender de otra. No es normal que Jhöne te tenga atada de esa forma o que solo tú puedas tranquilizarlo. Tampoco es normal que tenga ataques de ira y por cegarse te hiera, ¿entiendes?

—¿Lo dices porque él te cae mal o porque en verdad piensas eso?

—Jhöne me cae mal y jamás me caerá bien, nunca le tendré cariño alguno y para mí es una caca con patas, pero lo digo en serio. No creo que su relación sea sana.

—Bueno, el resto de la tribu piensa eso de Jhëren y tú —sonrió—. Pero dudo que te importe.

—No es lo mismo, Jhëren no me ha golpeado.

—Porque Jhëren no está enfermo. A Jhöne solo lo tranquiliza la pipa de nü, las infusiones de la kumena y oír mi corazón. Eso lo relaja, así que yo seguiré preparando su pipa, sus infusiones y ofreciendo mi corazón. Que el resto se preocupe en sus relaciones insanas, que yo estoy muy ocupada en mantener viva la mía.

Chasqueé la lengua con odio. Hacerle entender que debía salir de ahí sería difícil, porque yo misma estuve en esa situación. A mí también me costó salir. Decidí no ser su enemiga, así que suspiré y decidí tocar otro tema.

—¿Qué es lo que tanto lo frustra que le da ataques de ira?

—Muchas cosas… Todo lo que podría frustrar a cualquier persona a él le produce mucho más daño, pero en especial en verdad le afecta no poder tener hijos. Él desea ser padre y no podemos, lo hemos intentado tantas veces pero es imposible tenerlos —Se mordió los labios y me miró con tristeza—. Él es estéril, no yo. Lo sabemos bien, sabemos cómo y por qué. Y las burlas de los demás solo empeoran su estado, solo lo hacen frustrarse más… —Se encogió de hombros—. Incluso hace unos años pensé en pedirle ayuda a Jhëren, son muy parecidos así que no se notaría la diferencia. Luego me di cuenta de lo cruel que sería engañar a Jhöne con su hermano, en el daño que en verdad le haría al engañarlo de esa forma y… entonces renuncié a la idea de tener hijos.

—¿Querías acostarte con mi esposo? —Levanté una ceja y apreté la mandíbula, pero ella se rió.

—Fue hace dos o tres años, él ni siquiera te conocía. Tampoco era como si lo deseara o algo, no me llama para nada la atención siendo tan delgadito y pequeño. Qué aburrido, no tendría de dónde agarrarme.

—Hay mucho de dónde agarrarse, Jhëren tiene un trasero que es una delicia —sonreí de lado—. Pero es una delicia que solo yo saborearé.

—Qué bien que te guste. Yo prefiero a Jhöne, ahí sí que tengo mucho de dónde agarrar con todos esos músculos, Dios mío, tan fuerte y con sus glúteos de hierro —se mordió los labios y comenzó a reírse cuando me dió un escalofrío, entonces se puso de pie—. Bueno, a pesar de que no pensamos igual, Lena, debo admitir que fue agradable hablar con alguien. Lamento haber llorado, hablé de más.

Sí, habló bastante. Y por lo que dijo no tenía con quién hacerlo, pobrecita.

—Si quieres podemos repetirlo, tampoco tengo muchas amigas.

—Me parece bien, ahora regresaré a ver si Jhöne está bien —Caminó unos pasos y luego giró para dedicarme una sonrisa—. No te preocupes tanto, él no me volverá a hacer daño, y no lo digo por estar ciega o algo, lo digo en serio. Él le pidió a Jhëron que si volvía a hacerme daño le hiciera el favor de matarlo para no volver a herirme. Quédate tranquila.

Eso no deja tranquilo a nadie.

Nuria se alejó hacia su choza y yo me quedé ahí en mi lugar. Se suponía que debíamos visitar a los sabios de la guerra, pero supuse que habíamos perdido demasiado tiempo conversando como para eso. La verdad era que no me dejaba tranquila eso que dijo, solo me ponía más nerviosa, porque Jhöne había admitido que podría hacerle daño otra vez. Nuria era demasiado adorable, era como una Sara multiplicada por dos, y merecía más que a Jhöne. Ella merecía su propio Jhëren, no un Jhöne. Nadie merece un Jhöne.

Me dirigí hacia la cabaña de los sabios para terminar el trabajo, pero cuando me acerqué vi a Jhëron hablar con Jhëren y Jhïle. Era extraño verlos tan cerca, Jhïle mayormente se mantenía distante de todos por ser una guardiana y una líder. Seguía manteniéndose alejada pero estaba algo más cerca de lo normal.

Me acerqué a ellos e hice un sonido para que supieran que me estaba acercando. Jhëren y su padre me dirigieron una sonrisa, pero Jhïle solo asintió con el mismo gesto que ya tenía antes, desinteresado.

—Bueno, creo que la pequeña kujú puede unirse a la conversación —dijo Jhëron con una sonrisa.

—¿Qué sucede? —pregunté al verlos a los tres.

—¿Te parece bien partir mañana? —me preguntó Jhïle con seriedad.

—¿Partir a dónde?

—Juramento, Lena —dijo Jhëren con una sonrisa, luego tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos—. Está todo arreglado, veremos familia de Lena.

—Oh… Esto es sorpresivo, ¡claro que sí! —dije con entusiasmo, aunque un gran nudo se había comenzado a formar en la boca de mi estómago, producto de los nervios.

—Yo me encargaré del resto, le diré a oddamae que ustedes se irán a un viaje por su boda, para fortalecer su lazo —dijo Jhïle—. Solo nosotros sabremos la verdad, ¿de acuerdo?

—¿Solo ustedes tres? —pregunté al verlos.

—¡Cuatro!

Giré al oír la voz de Drach, estaba cruzado de brazos contra un árbol con un cigarrillo en su  boca. Sopló el humo y me dirigió una sonrisa.

—¿Drach?

—¿Quién mejor que él para decirnos si es seguro o no ir en este momento? —dijo Jhëron con una sonrisa de lado—. Puede ser bastante idiota la mayor parte del tiempo, pero Drach sabe reconocer los mejores momentos para viajar. Conoce muy bien Irinnoa y las cercanías.

—Eso dolió, suegro, dolió mucho —dramatizó Drach con un gesto ofendido.

—Eres un idiota pedante, egocéntrico, falso y traidor, pero tienes tus momentos de lucidez —dijo Jhëron con una risa.

—Se ha olvidado hablar de mi increíble belleza y fortaleza —Drach guiñó un ojo haciendo reír a Jhïle, por lo que Jhëron giró hacia ella levantando una ceja.

—En serio, Jhïle, ¿qué le ves?

—Más de lo que tú veías en mi madre.

Esa puñalada me dolió hasta mí.

Me acerqué a Jhëren y lo abracé con cariño. En verdad se había encargado de todo, incluso se animó a hablar con Jhïle para conseguir un favor. Con la ayuda de un sabio de la guerra y una líder estaríamos bien, incluso con los datos de Drach sobre los mejores caminos a tomar. Me aferré más a su pecho oyendo la forma en que Jhëron decía lo adorable que éramos.

—Mañana verás a oddamae, oddapae, undele y a Gina —dijo Jhëren en un susurro—. Si quieres quedarte con ellos estará bien. Jhëren acepta toda responsabilidad.

Me sentía nerviosa y feliz a la vez. Por fin podría ver a mi familia…

Dejo acá un dibujo de Nihuo y Yamila de jóvenes que hice hace tiempo, aprovechando que en este capítulo la kumena habló de su relación <3


Nota: el peinado de Nihuo (de unos 17/18 años en ese momento) era la moda de la época. Ese estilo no lo usa Jhëren porque en la actualidad de Khumé hay una moda distinta entre los hombres.

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