Capítulo N° 11

El invierno estaba cada vez más cerca, se notaba por el frío del viento y algunos árboles pelándose. Durante estos meses otoñales había visto las hojas de los árboles caer, pero ahora eran demasiados, por suerte los árboles que rodeaban la aldea no eran de la clase que termina por desaparecer, de lo contrario la imagen a nuestro alrededor sería tétrica.

Me mantenía apoyada en la entrada de la choza, viendo a Jhëren jugar en el suelo con Jhün y Jhënna. Su sonrisa al divertirse con sus sobrinos era hermosa, sus ojos se rasgaban y se iluminaban al reír. Me hubiera gustado saber jhakae en ese momento para poder entender su conversación con los niños. Estaba segura de que Jhëren sería un gran padre, y al menos para mí no había cosa más hermosa que ver a un hombre ser tan adorable con los niños.

Vi a Nundeh caminar tras Dorotea a lo lejos, había intentado alejarme de él, apenas cruzar palabras o sonrisas, pues no deseaba que por nuestra amistad Dorotea siguiera lastimándolo. De vez en cuando se lo podía ver herido por sus castigos. Nundeh siempre se veía triste, oscuro, como si le faltara algo, y yo podía entenderlo, porque me sentía igual que él.

Llegaba a ver la forma en que se detenía cuando pasaba junto a Kalea, eran solo segundos antes de que reanudara el paso, pero estaba segura de que en esos dos segundos donde se quedaban uno al lado del otro el corazón de ambos se detenía. Ellos no necesitaban palabras para entenderse, lo notaba solo con verlos, ellos se miraban y ya sabían perfectamente lo que el otro pensaba, y Kalea lo amaba siendo Nundeh, Kalea adoraba verlo reír. No sabía qué amaba Nundeh de ella, pero sí sabía lo que Kalea amaba de él, y ella lo amaba a todo él, con sus locuras y rebeldías.

Me alejé de la entrada de mi hogar para poder caminar un poco. Últimamente me sentía extraña, demasiado sola y vacía, sentía que me faltaba algo y nada conseguía hacerme sentir bien. Me sentía demasiado sola y el recuerdo de mis seres queridos últimamente me atormentaba por las noches. Habían pasado cuatro meses y no sabía nada de ellos, si me estarían buscando, si pensarían en mí. Los extrañaba demasiado, tanto que a veces Jhëren debía abrazarme para que pudiera dormir sin llorar.

No tenía amigas aquí. Marla me odiaba y por supuesto ya no éramos amigas. Sara era muy amable, pero aún no sentía que hubiéramos formado una amistad. Por ella me enteré más cosas sobre la tribu dhakae, como que era un pueblo mixto, de jhakaes, uobes y yaddak que mucho tiempo atrás renunciaron a sus aldeas para formar la propia. Tal vez debido a eso era que nosotros los irinnitas los confundimos con los jhakae. Y pese a que con ella hablábamos bastante de la aldea y juntábamos nuestros conocimientos, no estaba segura de poder contarle mis miedos e incertidumbres.

A veces Jhëren se daba cuenta de que no me encontraba bien, y otras tantas veces parecía ignorar mis temores y tristezas. Para él yo me estaba adaptando a la perfección a esta nueva vida, ignorando que me sentía atrapada, prisionera. Que me sentía sola y llena de tristeza.

Últimamente me sentía tan sola como un pequeño bote a la deriva, rodeado de mar y nubes tormentosas. Tal vez, como ese bote, una tormenta termine por ahogarme. Tal vez alguien logre sacarme de allí. Tal vez me quede sola y a la deriva por siempre, flotando en las inquietas aguas de esta vida que yo no escogí.

Y mientras pensaba en mis sentimientos, buscando alguna clase de solución, sentí, de repente, que alguien me rozaba la mano, por lo que me sobresalté corriéndome hacia atrás. Drach pasó a mi lado y no giró para verme, pero en mi mano había quedado una nota. Me alejé de todos para ver qué había escrito allí, que nadie me viera leer.

«Arroyo. Atardecer. Importante. De vida o muerte. VEN»

Drach era bromista, pero nunca hizo ese tipo de bromas, jamás bromeaba con algo así. No giró hacia mí y se agachó en el suelo viendo a sus hijos jugar con Jhëren. No faltaba mucho para el atardecer.

La verdad era que no deseaba verlo, Drach me ponía nerviosa y temía que Jhëren se enfadase si me veía con él. Le pedí ayuda por pedido de Jhëron, y aunque a veces extrañaba su amistad... Él había intentado abusar de mí. ¿Acaso exageré? ¿Tal vez en verdad exageré y no fue así? Drach era la única persona aquí que en verdad me conocía. Era el único amigo que tenía. Era la única persona que podía llegar a entenderme. ¿Qué diablos me pasa? Una parte de mí gritaba que era una locura ir a verlo, luego de todo lo que hizo. La otra parte me rogaba ir, la otra parte, tal vez la incoherente, me decía que era de vida o muerte. Me gritaba que estaba sola y que solo Drach podía entenderme.

Guardé la nota y miré hacia Jhëren, seguía jugando en el suelo con sus sobrinos. Maldije por lo bajo y comencé a caminar por el bosque hacia el arroyo, por si las dudas tomé una roca en mi mano, por si llegaba el caso de que tuviera que defenderme de algún tipo de engaño.

Estúpida, estúpida, estúpida.

Me repetí entre pensamientos. Pero... Él había ido a Irinnoa, quizá traía noticias de mi familia.

Me quedé sentada junto al arroyo unos minutos, arrojando piedritas al agua, hasta que oí pasos tras de mí y enseguida me puse de pie. Drach no se detuvo junto a mí, cruzó el arroyo hacia el otro lado del bosque y me llamó con la mano, por lo que suspiré y lo seguí con cierta desconfianza, bien aferrada a esa roca en la mano. Me hizo avanzar un poco más y giró para asegurarse de que nadie nos había seguido.

—¿Qué quieres? —le dije, alejándome un poco.

—Qué gracioso, mayormente esa pregunta la hago yo —dijo con una sonrisa pícara—. Dos cosas muy importantes, así que siéntate.

Él se sentó apoyando su espalda en el tronco de un árbol y colocó un cigarrillo en su boca para luego encenderlo. Sopló el humo con un gesto relajado y me observó, quizá a la espera de que me sentara frente a él.

—Dime qué quieres de una vez, ¿para qué me hiciste venir para este lado del bosque? Nadie viene para acá.

—Exacto, nadie viene. Escucha, Jhïle me tiene demasiado vigilado, ¿por qué crees que no me he acercado a ti? —Frunció el ceño—. Siempre hay guardianas mirando cada uno de mis movimientos, necesitaba hablar a solas contigo sin que me vigilaran. Escucha, Lena, debes casarte rápido, lo más rápido que puedas.

—¿A qué viene eso tan repentino?

—Las líderes sospechan de tu relación con Jhëren, te ven tratarlo de forma diferente, dicen que lo tratas como a un igual, que no le permites caminar un paso tras de ti y que se sienta a tu lado en el suelo al cenar. Dicen que tú no lo castigas y que permites que él te contradiga o te grite...

—¿Y cómo rayos saben lo que hago o no hago con Jhëren? —Me quejé con un chasquido de lengua.

—Porque Rhona les da aviso de todo lo que hacen o dejan de hacer, Kalea los protege lo más que puede pero Rhona cumple las leyes. Si ella ve actitudes raras las denuncia, y Rhona le dijo a Jhïle que ha oído varias veces a Jhëren gritarte y que tú se lo permites.

—¡Son discusiones de pareja, sucede en todas las jodidas parejas! Y obviamente le devuelvo los gritos —chillé.

—¡Una omana no se puede permitir discusiones de pareja, entiéndelo, por amor a Dios! —Drach frunció el ceño otra vez y chasqueó la lengua—. ¿Es que no entiendes dónde estás? ¡Es la tribu jhakae, donde las mujeres mandan! Lena, tú no castigas a Jhëren y me parece perfecto, pero al menos intenta disimular, ¡cásate de una vez!

—¡¿Por qué todos insisten en que me case ya?!

—¡Porque te quieren matar, Lena, abre los malditos ojos! —Me tomó de los hombros, sacudiéndome—. ¡Te quieren matar! ¡Llevas tres meses y medio, casi cuatro, sin casarte! Pediste que les permitieran vivir juntos para conocerlo, ¡tuviste tiempo suficiente! Lena, cásate de una vez, esto no es un juego, ¡las líderes hablan muy mal de ti y quieren deshacerse de la omana que es una molestia! Piensan que no te adaptarás jamás a nosotros y una omana como tú solo causaría problemas, te ven como una infección que deben eliminar. Y tus peleas con Marla y Dorotea no ayudan mucho, Marla es la preferida de la líder blanca, está pensando elegirla como sucesora si sigue portándose así en unos años, y el que lleves viviendo con Jhëren sin casarte no ayuda tampoco a que tu imagen sea bien vista...

—¿Y cómo sabes todo esto?

—¡¿Algo de que soy el esposo de Jhïle no entendiste?! —gruñó—. ¡Oigo todas sus conversaciones! —Suspiró y me miró a los ojos con tristeza—. Eres mi amiga, estúpida, sé que no fui el mejor amigo del mundo contigo, sé que puedo ser la mayor mierda cuando quiero, pero te quiero y eso es cierto, quiero que estés bien. Te veo bien con Jhëren y me hace feliz, pero por favor, no solo te harán daño a ti, le harán daño a él y tú lo quieres, ¿cierto? Si no quieres pensar en tu bienestar, al menos piensa en el de él...

Lo miré con el ceño fruncido y comencé a sentir un mal sabor en la boca del estómago. Mi mano aprisionó más esa roca hasta sentir el escozor en mis dedos.

—¿Y pensaste en tu amiga, yo, cuando intentaste abusar de mí?

Él comenzó a reírse.

—No intenté abusar de ti, estúpida. ¿Crees que soy un puto violador?

—¡Me forzaste!

—Intenté convencerte.

—¡A la fuerza!

Él revoleó los ojos hasta ponerlos en blanco. Nos quedamos en silencio un buen rato, solo oyendo los pájaros en los árboles y nuestras respiraciones. Se oía el canto de las aves y el viento que acariciaba las hojas que aún no habían caído. El crujido de las hojas secas en el suelo ante cada uno de nuestros movimientos, y también el correr del agua en el arroyo tan cercano.

—En una semana será la gran cacería, convence a Jhëren de que sea el ganador. Si él gana y demuestra ser el mejor cazador, entonces se ganará el respeto de los demás, aunque sea por un tiempo. Busca una forma de que Jhëren gane, no sé cómo, incentívalo con algo, porque si él gana el premio mayor entonces ya no será la burla de los jhakae.

—Supongo que se me puede ocurrir algo... —suspiré, refregándome las sienes.

—Esto no es todo... —Drach suspiró y arrojó su cigarrillo a la tierra—. Fui a Irinnoa hace dos semanas, por eso no me viste por la aldea, si es que te diste cuenta, claro, andas taaan concentrada en Jhëren y Nundeh que seguro ni te percataste.

—¿Esos son celos, Drach?

—Pues... se suponía que yo era tu amigo y que te gustaba, y de repente ya ni existo para ti —gruñó con el ceño fruncido.

—¿Quizás por el hecho de que me usaste, me arrojaste a la basura e intentaste abusar de mí? —siseé.

—Quitando el supuesto intento de abuso, que sabes que es falso, el resto es un buen punto. —suspiró al mirar el cielo que poco a poco comenzaba a oscurecer en tonos rosados y púrpura—. Hablé con tus padres, estaban muy preocupados por ti. Les dije que andas de aventuras conmigo y que por el momento estabas esperándome en nuestro hogar.

—¿Nuestro hogar? —repetí, levantando las cejas.

—Sí, Lena, les dije que tú y yo estábamos saliendo y que recorríamos el mundo juntos. ¿Qué querías que dijera?

—Pudiste decir cualquier cosa, ¿por qué justo que salgo contigo?

—¡Ah, claro! Antes te encantaba la idea de salir conmigo y ahora que te cubro con tus padres te parece una idea horrible —se quejó, frunciendo el ceño—. Claro, porque mi cabello no es blanco, quizás me lo decolore un poco...

—Eres un estúpido —gruñí—. ¿Qué dijeron?

—Se alegraron de saber que estás bien, les dije que eras muy feliz y que te divertías mucho en tus aventuras. Ante las desapariciones en Shume temieron que algo malo te hubiera pasado, pero les dije que por miedo tú y yo huimos y ya el resto de la historia lo sabes: aventuras, pareja, bla, bla. —Movió su mano con desinterés—. Te extrañan mucho, te traje un par de cosas de Irinnoa pero no las tengo aquí, te las haré llegar después.

—Ellos... ¿están bien? —Sentí un nudo en mi garganta que me hacía arder.

—Sí, están muy felices. Tu hermano va a ser padre, tendrá una niña a la que llamarán Joanna.

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Yo debería estar allí, en Irinnoa, abrazar a mi hermano y felicitarlo por su futuro bebé. Yo debería haber estado allí cuando dio el aviso, aunque su esposa siempre me pareció una estúpida incluso llegué a extrañarla en esos momentos. Debía estar con mi familia y apoyar a mi hermano. ¿Jamás podría volver? ¿No conocería a mi sobrina? ¿Jamás volvería a oír la risa de Lucio?

Carajo. Maldita sea. Necesitaba a mi hermano, necesitaba tanto a Lucio. ¿Ya no lo oiría jamás hablar de historia con tanta pasión, y aburrirme en el proceso? ¿Jamás volvería a sentir sus cosquillas?

Mi sobrina... ¿Sabría que existo? ¿Le hablarían de mí, o sería solo un recuerdo olvidado en el tiempo?

Maldita sea. Me sentía tan sola, tan desamparada, y saber esto me hacía sentir peor.

Me refregué los ojos, no quería llorar pero me sentía demasiado destrozada, extrañaba a mis padres, a mi hermano. Odiaba no poder estar allí para cuando naciera mi sobrina, no poder verla, no poder tenerla en mis brazos. Extrañaba mi antigua vida y eso hacía aumentar el vacío en mi pecho, un dolor que no llegaba a comprender. Tenía miedo de perderlo todo, de perderme a mí misma además de mi familia. De olvidar quién soy.

—Yo debería estar con él... —gimoteé.

—Tranquila, ellos están felices, ¿quién sabe? Quizás en un futuro puedas verlo, si te ganas el cariño de la líder blanca podría dejarte volver a Irinnoa como hace conmigo.

—Lo dudo mucho...

Drach me abrazó y yo seguí llorando en su pecho, extrañaba a mi familia, a Gina, incluso a la insoportable esposa de mi hermano. Extrañaba mi habitación, mi música, los bares y mi cerveza negra. Extrañaba ver a hombres caminar junto a sus esposas y sonreírles sin miedo a castigos. Extrañaba Irinnoa, y me sentía demasiado, demasiado sola. Tan sola. Y sentí que el estúpido bote que era mi vida sería tapado por una enorme ola hasta hundirme.

Drach buscaba tranquilizarme, me decía cosas bonitas al oído. Me recordaba la paz que había en el bosque, lo bello que era despertar con los pájaros cantando. Comencé a tranquilizarme de a poco, pensando en mi vida, en cómo todo había cambiado. En cómo había sido que pasé de ser una simple chica de Irinnoa a una omana detestada por todos en la tribu jhakae. Me había ganado su odio solo por ser pequeña, por no ser el ejemplo de fortaleza jhakae, por haber estado con el esposo de la líder. Me odiaban porque no era como ellos.

Quería mi antigua vida, quería volver hacia allí y ser otra vez Lena «la niña» en vez de Lena «la danka».

Y quizá era un maldito, pero me sentí menos sola en los brazos de Drach. Había alguien que me entendía, había alguien que me escuchaba y comprendía mis miedos y todo lo que estaba dejando atrás. Era mi amigo, tal vez el único.

Pero lo que hizo...

¿Qué carajo importaba ya? ¿Qué carajo podía importar? Si no tenía a nadie. Si fui traída aquí a la fuerza. Si estaba sola.

Jhëren es bueno...

¿Lo es, o intento convencerme de que lo es? Después de todo me trajo contra mi voluntad.

Mi mente era un caos. Quería huir, pero también quedarme. Quería llorar hasta deshidratarme pero también correr hacia Jhëren. Quería escapar de Jhëren y de la aldea, pero...

¿De verdad quiero escapar de Jhëren?

Drach me alejó un poco y me miró a los ojos com una sonrisa. Me acarició ambas mejillas, secando mis lágrimas mientras me pedía que dejara de llorar. Me susurró que no estaba sola, que él estaba allí conmigo. Luego se acercó y me tomó del rostro para besarme.

—¡¿Qué haces?! —me quejé al empujarlo—. ¡Tú estás casado con Jhïle y yo me casaré con Jhëren!

—Tengo veintiséis años, la líder blanca echó a Jhëron a los veinticinco. No sé por cuánto tiempo Jhïle me querrá —chasqueó la lengua—, y tú sigues soltera, no veo cuál es el problema en que te bese.

—¡¿Es broma?! ¡Claro que hay un problema! ¡Tú estás casado, yo estoy comprometida!

—Ni siquiera lo amas —Levantó sus cejas—, llevas cuatro meses con él y aún no te casas, ¿cuánto necesitas para enamorarte de alguien? Lo siento, Lena, pero si en tanto tiempo no conseguiste sentir algo por él dudo que aparezca el amor o el deseo por arte de magia. Ni siquiera tuvieron relaciones sexuales, Rhona no dio aviso de nada, si ni siquiera sientes atracción sexual por tu prometido, dime ¿cuál es el problema en que te bese? Yo siempre te gusté, tú me gustas y lo sabes. —Quise acotar algo pero él siguió hablando, con el ceño fruncido—. Tú y yo tuvimos algo, ¿hace cuánto no sientes algo de placer? ¿Hace cuánto no eres besada, cuatro meses?

—Cállate, imbécil —Me puse de pie enseguida y él me imitó—. No te importa mi vida sexual.

—Mira, ciérrame la boca. Si te beso y no lo devuelves, me iré por allí y nunca más te volveré a molestar, pero si te beso y me lo devuelves, entonces sabré que tengo razón.

Sin decir más Drach volvió a besarme, sujetándome de la cintura. Lo golpeé para alejarlo de mí, y mi roca estaba en el suelo por lo que no podía tomarla. No me soltó aunque lo golpeé y recordé que él era un maldito. El maldito que me había entregado a los jhakae, el maldito que siguió besándome. Sin embargo no tenía nada, no tenía a nadie más que a él.

Sabía qué hacer, debía golpearlo, debía ir a la aldea, denunciarlo por tocar a una omana ajena y regresar con Jhëren, sin embargo no pude. No pude soltarlo, no pude correr, no pude pensar en otra cosa que no fuera volver a sentirme esa chica estúpida de Irinnoa, volver a sentirme normal...

Necesitaba ser normal un solo instante. No ser la omana de nadie. Ser solo Lena la niña. Ser yo. Necesitaba que alguien me abrazara y me dijera que todo estaría bien, y el único al que le importó, el único que lo hizo, fue Drach.

Y me odié por eso.


Cuando regresé a la aldea, sintiéndome igual de vacía que cuando entré en el bosque, vi a Jhëren reír junto a Nundeh y Kohnn. Lo vi ahí, tan tranquilo en el suelo mientras esperaban la cena, tan alegre, tan sonriente, tan hermoso, y el vacío en mí aumentó con más fuerza, el vacío se convirtió en un agujero negro en mi interior, uno que me estaba tragando por completo. Mi respiración comenzó a acelerarse y mis ojos se llenaron de lágrimas, traté de acercarme a él pero no pude, no podía, no podía acercarme y verlo a los ojos, no luego de lo que había hecho. Y me sentí peor, sentí el deseo de que la líder blanca me matara en ese mismo instante.

Oí a Kalea a mi lado, parecía preocupada por algo pero no presté atención, no la oía, solo la ignoré. La ignoré y corrí a mi hogar, «mi hogar», ¿por qué le llamaba «mi hogar»? ¿No era mi hogar Irinnoa? ¿No era mi hogar junto a mis padres? ¿No era mi hogar junto a Gina?

Entré y comencé a caminar de un lado a otro refregándome los brazos, el rostro, el cabello, con las lágrimas resbalando por mis mejillas. No podía parar de llorar, no podía, y no sabía por qué, no sabía por qué me dolía tanto el pecho. Por qué casi no podía respirar, por qué sentía ese huracán en mi interior, ese agujero negro comiéndome de a poco, por qué me sentía tan sola, incluso peor que antes. Mil veces peor. Y seguí llorando, me dejé caer frente a nuestra cama... «nuestra», la que compartía con Jhëren, ese mismo Jhëren del que me había olvidado en el bosque, del que pensé en huir.

No lo conocía. No conocía a Jhëren, era un jhakae que me había raptado en Shume y me había obligado a vivir en la aldea. Me había manejado psicológicamente para que me acostumbrara a él y lo quisiera, para que sintiera eso que sentía en mi pecho. Me había manipulado hasta olvidar quién soy... ¿Verdad? Tenía que ser eso.

Él entró y su sonrisa se borró al instante cuando me vio en el suelo sujetándome de la cabeza mientras lloraba, y comencé a llorar con más fuerza solo de verlo. Se acercó a mí preguntándome qué me sucedía. Me tomó del rostro con suavidad para verme, con tanta suavidad que hasta sentí más asco de mí misma. Lo esquivé, y seguí llorando, seguí sintiendo ese inmenso dolor en mi pecho. ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué verlo ahí, tan preocupado por mí, dolía tanto?

—Lena, ¿qué pasa? —me preguntó, buscando que lo mirase a los ojos, pero no podía hacerlo—. Mei Khuri...

Y eso, solo eso bastó para que me deshiciera por completo, para que ese dolor en mi pecho aumentara mucho más, para que me sintiera morir con cada fuerte palpitar. Comencé a chillar y lanzar fuertes alaridos por un dolor que no era físico y que no conseguía entender.

—Lo siento tanto... —susurré de forma inentendible por el llanto ahogado.

Siguió preguntándome qué sucedía, incluso me aferró a su pecho buscando consolarme, y yo me sentí peor. Él era bueno, él era inteligente, era astuto, fuerte, romántico, era dulce y cariñoso, era comprensivo y divertido, era pasional y compañero... Él era perfecto, era perfecto y no merecía esta cosa que era yo, esta cosa pequeña e insulsa que solo daba problemas. Él merecía mucho más, muchísimo más.

Le dije lo que había sucedido, la nota de Drach, la conversación sobre mis padres, lo mucho que extrañaba mi hogar, lo sola que me sentía. Le dije, especialmente, lo que sucedió en el bosque, y sus gestos fueron cambiando. Su mirada preocupada se volvió ira, su sonrisa se volvió un fuerte apretar de dientes. Se alejó de mí y comenzó a caminar de un lado a otro refregándose el rostro, mientras que yo le rogaba que me perdonara, porque verlo así me destrozaba aún más, hacía aumentar ese agujero en mi pecho.

—¡Dijiste «no Drach»! —gritó, caminando de un lado a otro—. ¡No Drach! ¡¿Y ahora Drach?!

—¡Lo siento tanto!

Siguió caminando de un lado a otro mientras mascullaba insultos en jhakae.

—Lo voy a matar, ¡lo voy a matar! —gruñó con odio y yo lo tomé de la mano cuando pasó junto a mí.

—¡No! ¡No, por favor, Jhëren!

Se zafó de mi agarre y me dirigió una mirada tan furiosa que mi llanto aumentó, se alejó de mí para acercarse a la puerta e irse en busca de Drach, mientras que yo le rogaba que me perdonara. Sabía que no tenía perdón, que no merecía nada, nunca merecí nada, mucho menos a él.

Y seguí llorando, me tomé de la cabeza deseando morir en ese instante para que todo ese dolor que estaba sintiendo desapareciera. Abracé mis piernas y escondí mi rostro entre las rodillas, sintiéndome mucho más pequeña, una completa basura. Ojalá le diga a su madre. Ojalá me maten. Me maten y deje al fin se sentirme así.

No supe cuánto tiempo estuve en esa posición, pero las lágrimas no se agotaban. Mi garganta comenzó a doler por los alaridos que lanzaba. Ardía de sobremanera y mis ojos me ardían igual. Me costaba demasiado respirar y expresar alguna palabra o solo pensar. No quería pensar. Odiaba mi mente, quería estar fuera de mis pensamientos solo unos minutos. Cualquier lugar sería mejor que mi mente, tal vez el infierno, tal vez la muerte.

Comencé a rascarme los brazos con nerviosismo, a arañarme mientras me refregaba el cuello y el rostro. Me sentía enloquecer por todo lo que estaba sintiendo.

¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué? No debería doler así, ¿por qué solo era yo quien lloraba, por qué no lloraba Jhëren?

Lo oí hablar con Kalea, al parecer habíamos llamado demasiado la atención con nuestros gritos. No supe qué dijo Jhëren, no supe si me había acusado con Kalea por lo de Drach para que ambos fuéramos castigados. No lo sabía, y si lo hizo estaba bien. Estaba bien porque lo merecía, merecía cualquier castigo, merecía su odio. Merecía que me tuviera asco.

No conseguía recordar cuándo fue la última vez que lloré tanto. ¿Fue cuando murió mi abuelo? ¿O cuando Francis me golpeó? ¿Fue cuando le rogué que me dejara? No conseguía recordarlo.

Hice muchas cosas malas en mi vida y jamás había sentido tanta culpa, tanto dolor. Sentía que era un veneno que de a poco me quitaba la conciencia. Luego de un rato oí a Jhëren susurrarme, esta vez con suavidad.

—Lena.

No busqué verlo a los ojos, continué abrazando mis piernas y escondiéndome de él, de él y su mirada, esa mirada que podía derretirme y que ahora tanto me dolía ver.

—Lena, ya está... —Sentí su mano en mi espalda, acariciándome.

—Lo siento tanto, en serio lo siento, lo siento mucho, Jhëren, lo siento en verdad —balbuceé sin mirarlo, me costaba hablar porque esos gemidos del llanto se escapaban entre cada palabra.

—Está bien, Lena, no llores así.

—Debes odiarme mucho, mucho...

—Jhëren no lo hace, tranquila.

—¿Por qué? —Levanté la mirada para verlo a los ojos, ya no me miraba con la misma furia de antes. Sus ojos, tan hermosos, me miraban con una paz que no podía comprender—. ¿Por qué? Deberías odiarme, deberías odiarme mucho. Deberías castigarme, denunciarme con tu madre por esto. Deberías odiarme, gritarme, insultarme, escupirme...

—¿Por qué lloras tanto? —Llevó su mano hacia mi rostro y comenzó a secar mis lágrimas que no tenían fin—. Ya no llores, está bien...

—¡No está bien! ¡No lo está! No lo está... No me siento bien, no está todo bien, Jhëren...

—¿Por qué no?

—¡Porque te fallé! Te fallé y... y tú no mereces eso, tú no lo mereces —gimoteé—, ¡por Dios! Tú eres tan perfecto y yo... yo soy yo, soy Lena la niña, Lena la danka, Lena la problemática y... y no tengo nada bueno, y tú eres perfecto, tú eres tan perfecto que me duele, me duele tanto, Jhëren, y no sé por qué —Me refregué los ojos que ya comenzaban a arder, podía sentirlos inflamarse.

—¿Por qué lloras?

—¡Porque me duele! Me duele mucho, lo siento tanto, en verdad, yo no quería, yo no... no sé qué me pasó, estaba tan triste, extrañaba tanto a mi familia, quería... No sé qué quería, lo siento, perdóname por favor, Jhëren, porque siento que muero.

—¿Por qué lloras tanto? —insistió al acariciarme el rostro y mientras me miraba de esa forma compasiva.

—No quiero que me odies, no quiero, aunque deberías odiarme pero no quiero que me odies. Te necesito tanto, tanto, tanto, que siento que muero, ¡carajo! Siento que muero... —Me apreté el pecho con la mano y esquivé su mirada—. ¿Por qué me elegiste a mí? Yo no sirvo para nada, yo solo doy problemas, no tengo un bonito cuerpo, tengo rostro de niña, hablo demasiado cuando debo callarme, y tú... tú eres Jhëren del clan Jhümi. Eres perfecto en todo lo que haces, ¡en todo! Eres perfecto cuando ríes, eres perfecto cuando duermes, cuando lloras, cuando cazas, cuando hablas...

—¿Por qué lloras, Lena? —Volvió a preguntar.

—¿Por qué no estás enojado? ¿Por qué? ¿Por qué no me odias?

—Porque Jhëren se dio cuenta de algo —respondió, mirándome de esa forma que me hacía sentir peor—. ¿Por qué lloras?

—¡Porque no quiero perderte! —chillé, mirándolo a los ojos, mientras que él me acariciaba el rostro con sus manos ásperas, esas manos que tanto adoraba—. ¡No quiero!

—¿Por qué, Lena? Abre los ojos, ¿por qué lloras tanto?

—No lo sé...

—Lo sabes, ¿por qué te duele? Abre los ojos... —Apoyó su frente en la mía y cerró los ojos—. No te odio, nunca odiaría a Lena, ya no estoy enojado, ya está, ya pasó. Quedó en el pasado, ¿sí? Lena es mei kujú, mei omana, mei Khuri, mei Lena...

—¿Por qué no estás enojado?

—Dime por qué lloras.

Me quedé en silencio, mirándolo, él continuaba con los ojos cerrados, con sus manos en mi rostro. Llevé mis manos hacia las suyas y las coloqué encima para sentir su calidez. Comencé a tranquilizarme al verlo tan tranquilo. Su paz me hacía sentirme a salvo y segura, aunque seguía sintiendo ese vacío en mí, pues no quería perderlo. Lo necesitaba demasiado. Sabía que eso no estaba bien, una persona no puede depender de otra para vivir, pero incluso sabiendo eso sentí que si llegaba a perderlo podría morir de tanto dolor.

—Eres tan perfecto... —le susurré, acariciándole las manos.

—No lo soy, Jhëren no es perfecto, Jhëren solo es Jhëren. Jhëren es el jhakae más pequeño, el krasto, el débil, Jhëren no es perfecto, Lena...

—¡Lo eres, lo eres para mí! —Llevé mis manos hacia su rostro e hice que me mirara—. Para mí tú eres perfecto, no importa lo que piensen los demás, tú eres perfecto, eres mei Khumé.

—Y tú eres perfecta para Jhëren —respondió, mirándome de una forma preciosa, luego sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—. Lena es mei Khuri, pero Jhëren no es Drach, y Lena quiere Drach...

—¡No! ¡Drach puede morirse si quiere! —chillé—. Drach puede irse al fin del mundo y tirarse, no es a Drach a quien quiero, es a ti, Jhëren. Lo siento en verdad, soy una estúpida, lo siento mucho, nunca quise hacerte daño, ¡nunca! No llores porque me matas y... ¡te amo tanto! Nunca quise lastimarte...

Jhëren me miró fijo a los ojos, esperaba algo de mí, sentí mis ojos llenarse de lágrimas otra vez y lo sujeté del rostro, impregnando mis labios en los suyos. Solo necesitaba mirarlo a esos ojos tan transparentes para poder entenderme a mí misma.

—Te amo, te amo tanto —le dije—. ¡Lo siento mucho!

—También te amo, Lena, mei Lena, mei estúpida Lena —Jhëren apoyó su frente en la mía, acariciando mi rostro, mi cuello, mis brazos, y yo volví a besarlo.

—Te amo —repetí.

Me abracé a su cuello y lo besé como tanto deseaba hacer, sintiendo la calidez de sus labios, su lengua y sus caricias en mi cintura. Me aferró más hacia él y sentí que el vacío en mí de a poco desaparecía. Se desvanecía por completo, y aunque seguía sintiéndome culpable, seguía extrañando a mi familia y mis amigos, solo quería seguir besándolo y seguir pegada a él. Lo solté solo para poder abrazarlo con fuerza mientras lloraba en su hombro, y él me aferró contra sí.

—No llores, Lena, ya está... —susurró en mi oído y me besó el cuello con cariño—. Ya está, sin Drach Lena nunca hubiera abierto los ojos, así que ya está, ya está todo bien.

Me quedé apoyada en su pecho, sintiéndome pequeñita con él, con él que siempre me hacía sentir inmensa. Con él, que me hacía sentir que valía la pena. Me aferré a su pecho, deseando nunca soltarlo.

—Una semana —dijo con esa sonrisa que lograba todo en mí—. Luego de la gran cacería formaremos lazo, ¿sí? Ahora que Jhëren sabe que Lena lo ama, Jhëren puede esperar tranquilo.

No respondí nada, solo me pegué más a él, me sentía sucia, me sentía inmunda. Jhëren no habló más por un buen rato, me aferraba  contra sí, acariciando mis brazos con cariño, luego besó mi cabeza y suspiró.

—Lo siento... —susurró—. Jhëren debió darse cuenta que Lena no estaba bien... —Me aferró más contra él—. Jhëren debió darse cuenta que Lena extraña demasiado a su oddapae y su oddamae.

—Y mi hermano... —susurré—, que va a tener un bebé.

Undele —dijo—. Hermano en jhakae es undele.

—¿Y hermana?

Unale.

—Los extraño demasiado... —Me acomodé mejor en su pecho. Su calidez me daba mucha paz—. Sé que no es excusa pero... Me sentía tan sola, me siento... No lo sé.

—En una semana Jhëren y Lena formar lazo, luego de gran cacería —Me tomó del mentón para verme a los ojos, dándome un tierno beso en los labios—. Luego Jhëren llevará a Lena con su oddapae, su oddamae y su undele, y también con Gina. Si Lena decide quedarse con ellos... Si Lena prefiere ellos y no Jhëren, lo entenderé.

—¿Por qué eres tan perfecto? —dije, mirándolo fijo a los ojos, pero él comenzó a reírse.

—No lo soy, pero... es bonito que Lena vea así a Jhëren, porque Jhëren ama a Lena tanto como Khumé a Khuri, Lena es la luz de Jhëren.

Nos quedamos en silencio de nuevo, un buen rato. Sabía que en realidad a Jhëren le costaría más de un «te amo» perdonar lo que hice, pero me conformaba saber que él me seguía eligiendo a pesar de no ser perfecta, de causarle tantos problemas.

Nos quedamos abrazados hasta que mi estómago comenzó a quejarse de hambre y él decidió ir a buscar comida para los dos. No quería separarme de él, aunque era algo estúpido temía demasiado que no volviera, pero lo hizo. Luego de quizás una media hora volvió con dos pocillos con comida y su labio partido, por lo que enseguida acudí a él para ver su labio.

—¿Qué pasó? —pregunté con desesperación.

—Bueno... —Sonrió hacia un lado con cierta dificultad—. Jhëren no matar Drach, pero Jhëren romperle la nariz hasta hacerle sangrar. O'pae golpeó Jhëren para que deje a Drach —se rio y me acarició el rostro—. Drach estúpido, no es malo, pero Drach estúpido. Sé que ama a mei unale, pero Jhëren no puede permitir que Drach desee a mei Khuri.

—Pero... te van a castigar, ¿y si hacen un juicio y...?

—No. Nosotros arreglar asuntos, quedamos bien. Jhëren y Drach chocaron puño, así que no juicio. Ambos arreglar cosas entre nosotros sin omanas.

—¿Le rompiste la nariz? —pregunté con curiosidad, por alguna razón sentí mucha alegría en mi interior.

—Sangró mucho. —Tomó mis manos entre las suyas y me las besó, con una sonrisa—. Drach aprovechó de mi Lena, aprovechó de la tristeza de mi Lena, Jhëren no iba a dejar pasar eso, pero ya arreglamos problemas y quedamos bien. Ahora come, mei Khuri, ya está todo bien.

Sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro cuando se sentó a mi lado. Tenía la increíble necesidad de estar pegada a él, como si todo solo fuera un sueño, como si Jhëren pudiera desaparecer en cualquier momento y alejarse de mí. Quería a Jhëren, amaba a Jhëren, y ansiaba demasiado que llegara la gran cacería para poder casarnos después. Quería conocerlo más, enamorarme más de él, y si se nos permitía, quizás vivir por siempre con él.

¿Pero... y mi familia, y todo lo que soy?

Miré a Jhëren y supe que no había nada que temer. Que él no permitiría que olvidara todo lo que soy, ni a mi familia. Ya no estaba sola porque lo tenía a él.

Khumé: Nombre del héroe guerrero que tocó la luna.

Khuri: Luna, diosa de la sabiduría, la belleza y la fuerza.

Kujú: Veloz, pero se le llama así a los conejos.

O'pae: Papá.

Omana: Mujer, pero como rol social, equivalente a una Ama.

Unale: Hermana.

Undele: Hermano.

Uemane: Hombre, pero como rol social, equivalente a esclavo.

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