Extra: Vera Abagnali.

Importante
Los personajes de KHR no me pertenecen sino a Akira Amano.

Había una pequeña niña de cabellos hermosos color blanco como la luna y unos hermosos ojos color miel. Ella pasaba todos los días jugando en un bosque. A los cinco años, era una muchachita de carácter amable, curioso y alegre.

Su padre un Duque reconocido en Sicilia, siempre la protegía. No le permitía salir al pueblo, por eso ella se dedicaba ir al bosque. El nombre de la pequeña era Vera Abagnali, la pequeña que nació con una enfermedad que no le permitía exigirse en actividades física, la madre de la pequeña también había nacido con esa enfermedad y murió en el parto de Vera. Para el Duque Abagnali era el único recuerdo de su difunta esposa.

La pequeña en esos instantes se encontraba jugando en el bosque, llegando a un río muy peligroso, sin embargo ella no lo sabía. Entonces se tropezó con una roca que estaba cerca, provocando que Vera cayera al río.

No muy lejos de allí se encontraban dos muchachos jugando. Un chico rubio de ojos color miel, de cara amable y el otro era un pelirrosa o pelirrojo, no se sabía con exactitud, los ojos de este último eran un rojo oscuro, que le daba un aspecto de un chico malo. Ellos se encontraban tranquilamente jugando hasta que escucharon un ruido.

-Oye G, ¿escuchaste como algo se cayó al río?-

-Sí, vamos a ver-

Después de la pequeña charla de los amigos, se dirigieron al río. Donde se encontraron con la escena de una pequeña pidiendo ayuda. Sin pensarlo el rubio se tiró al río para salvarle.

-¡Giotto! ¿Pero qué rayos haces?- el pelirrojo intentó sacar a su amigo de ahí, pero no tuvo éxito. Entonces con la preocupación que tenía fue a buscar una rama de árbol, para que ambos chicos que estaban en el río lograrán salir. Cuando regresó con una rama, busco con la mirada una cabellera rubia. Lo encontró sujeto a una roca y llevaba consigo a una muchacha peliblanca.

Cuando extendió la rama a la dirección de ellos, Giotto sin pensarlo dos veces la agarró, logrando salir del río sano y salvo con la chica.

-¿Estás bien?- el primero en hablar fue el rubio.

-Si... muchísimas gracias...-

-Oh cierto me llamo Giotto y él es mi amigo G-

-Gracias por salvarme, mi nombre es Vera-

-¿Qué estabas haciendo que te caíste al río?- preguntó esta vez G

-Estaba jugando, pero no me di cuenta de que había una roca y me tropecé, jajaja que torpe de mi parte- Vera era una chica muy optimista, siempre veía lo mejor de las peores situaciones.

-Mmm... Y ¿Estás sola?- pregunto Giotto muy preocupado.

-Sí, sinceramente son con los primeros niños que hablo-

-¡¿En serio?!- preguntó un sorprendido G, se preguntaba como una niña tan tierna como ella no tenía amigos.

-Si... mi padre no me deja ir al pueblo-

- Ya veo- dijo el rubio -entonces ven a jugar con nosotros, y luego te dejamos en tu casa-

-¡Genial! Son los mejores- dijo la muchacha abalanzándose hacia los chicos, formando un hermoso abrazo aplastante. Por primera vez tenía amigos.

Tres años después

Luego de ese encuentro siguieron jugando, ahora los muchachos sabían que ella era la Duquesa Abagnali, un título superior para chicos como ellos. Sin embargo el Duque no puso obstáculos para que estos fueran amigos. La vida seguía avanzando, y la mentalidad de los jóvenes se hacía más madura. Los tres tenían un deseo de proteger a los débiles.

Ahora Vera tenía ocho años y estaba sola recorriendo la orilla del río, estaba meditando sus sentimientos hacia cierto chico de cabellera dorada, era su mejor amigo el cual nunca mostró mayor interés más allá de cuidarla como una hermana menor.

-¿qué debo hacer para gustarle?- se encontraba confusa, era una niña pero sabía lo que significaba el amor, lo había visto en los ojos de su padre al hablar y recordar a su madre. La muchacha veía el piso hasta que encontró algo curioso.

-¿Cómo llegaste hasta aquí?- tomó el objeto encontrado, era una linda conchita de mar.

-Jajaja una linda vongola, se la mostraré a Giotto y a G- con ese pensamiento salió corriendo al pueblo.

Cuando llegó a la casa del muchacho rubio, vio algo que le rompió su frágil corazón. Su amor platónico se encontraba con unas maletas, sus ojos color miel derramaban lágrimas que desaparecían en el suelo. Por otro lado G se encontraba triste pero no lloraba sólo estaba diciéndole a su amigo lo mucho que le iba a extrañar.

-¿G-Gi-Giotto a d-dónde vas?- dijo la chica llegando a la escena.

-Vera...- suspiro su nombre y derramó más lágrimas, soltó sus maletas y aprisiono a la menor entre sus brazos.

-Vera... te extrañare... nunca te olvidaré, ni a ti tampoco G-

-¿A dónde te vas?-

-Tengo que irme a Japón, pero volveré lo más pronto posible, para que estemos los tres juntos-

-Te esperaremos- dijo el otro chico.

-¡Giotto! Nos tenemos que ir cariño- el cochero tomó las maletas del chico y las subió al carruaje.

- Si mamá- el rubio ya se iba ir, pero cierta albina tomó sus manos y lo tironeo, él se dio vuelta y Vera estampó sus suaves labios en la mejilla del rubio, que ya estaba muy sonrojado.

-Toma, para que no me olvides- la muchacha le dio la conchita marina que había encontrado- es una linda vongola- después de eso la despedida se hizo más dolorosa, dejando a dos muchachos en el pueblo más que triste, uno por perder a su mejor amigo y la otra por dejar ir a su "amor".

Dos años después

Si bien Vera sólo tenía diez años, era la envidia de todas las muchachas adolescentes. Era toda una belleza para su edad, unos cabellos cortos recogidos en un bello moño, su piel nívea, sin embargo había perdido un poco esa alegría, después del que rubio se había marchado, sus vidas habían cambiado. Ahora ella estudiaba todos los días para ser una buena duquesa y una buena esposa. Si bien se veía con G, ya no era tan seguido. Ya que este último tenía un trabajo muy agotador.

-Han pasado dos años- dijo la muchacha en recuerdo de la partida de Giotto. Se encontraba tomando té en el jardín junto a su mejor amigo, que justo ese día tenía el día libre.

-Demasiado tiempo, me pregunto si se acordará de nosotros-

-Yo pienso que sí, pero la otra duda sería si volverá a Sicilia-

-Ah... no lo sé- G se removió incómodo en su asiento, algo estaba ocultando.

-¿qué te sucede? Te ves incómodo-

-Lo siento Vera...- ella no entendía lo que estaba pasando - hoy en la tarde parto a Roma, para terminar mis estudios- tanto fue la impresión de la chica que sin querer botó la taza de té.

-Tú... ¿tú también me abandonas G?- dijo Vera demasiado triste, las lágrimas amenazaban por salir de sus orbes color miel.

-No mi niña, no llores. Todo va estar bien-

-G, prométeme que nos volveremos a ver-

-Te lo prometo-

-Entonces buena suerte- la chica intentó sonreír, y abrazo a G. Después el chico se fue de la mansión, hacia la estación de trenes.

-Todos vuelan alto, menos yo- dijo la chica después de dos semanas. Ahora ya no sonreía y sólo tocaba el piano, era una hermosa melodía que sólo ella y su madre sabía. Ese día decidió ir al pueblo, para comprar semillas de flores. Quería muchas rosas blancas, cuando se bajó del carruaje chocó con alguien.

-Lo siento mucho, señorita- dijo un muchacho.

-No se preocu... pe ¿Giotto?- dijo ella sonrojada y nerviosa de equivocarse.

-¿Vera? Eres tú- el rubio la abrazo y la miro de arriba abajo- mira cuánto has crecido, además estas muy bella- después de decir esto, el chico estaba muy rojo.

-Gracias, tú también estás guapo-

-Ah... eh y ¿qué ha sido de tu vida?-

-No mucho, he sufrido mucho con tu partida y ahora con la de G-

-¿A dónde fue G?-

-Se fue a terminar sus estudios a Roma-

-Ya veo, me alegro por él-

-Yo también, y bueno ¿qué vas hacer mañana?-

-Nada-

-Te parece si nos juntamos cerca de la plaza-

-Bien...-

-Bueno nos vemos mañana Giotto- dicho esto, besó la mejilla del rubio y se retiró del lugar, dejando al chico muy sonrojado.

-Mañana, si o si te diré mis sentimientos- eso era algo que muchacho comenzó a sentir cuando ella tenía siete y él nueve. Él ya sabía que ella iba ser toda una belleza, sólo por eso rogaba a dios de que no estuviera comprometida. Ahora el chico tenía doce y ella diez. Mañana pediría su mano para ocho años más que no le importaba esperar.

Al día siguiente ellos llegaron al lugar acordado, hablaban sobre sus sueños a futuro entre otras cosas. Giotto quería crear una organización que defendiera a los débiles y a los humildes. La chica maravillada, le prometió que ayudaría en todo lo posible. Cuando llegaron a la plaza central, vieron un grupo de gente misteriosa atacando a un anciano, Vera no aguantó la situación y se interpuso. Ellos muy enojados, no se percataron que era la Duquesa.

-Mira mocosa, déjanos terminar con nuestros asuntos-

- No, no lo dejare con unos asquerosos asesinos- Giotto le iba decir que se detuviera, pero esos adultos no les importó.

-Mira que valiente, ahora veremos qué tan valiente puedes ser- acto seguido agarró su espada, y la arremetió en el estómago de la chica, atravesándola.

-¡Vera!- Giotto llegó a su lado, estaba muy enojado. La gente a su alrededor decían que habían asesinado a la Duquesa, los hombres malos vieron la situación en que se encontraba y se escaparon- ¡Un doctor por favor! Un... doctor-

-Giotto... de-déjalo así... no hay nada...que puedas hacer...- dijo lentamente Vera.

-No, no, por favor no me dejes- dijo Giotto llorando.

De la nada aparece un hombre de apariencia extraña.

-Déjame ayudarte joven- el chico lo miro y por la desesperación asintió. El hombre colocó sus manos arriba de la herida y de sus manos salieron dos llamas de color: índigo y amarillo. Dijo unas palabras raras y le dijo a Giotto.

-Lo lamento- después de eso todos se desmayaron. El hombre era el único consiente.

-Vera Abagnali, por tu determinación, tu alma revivirá, en una época que te necesite, y luego regresarás a donde perteneces- dicho esto, sello la herida de Vera y ésta falleció.

Al día siguiente todos se encontraban en el velorio, ningún alma tenía felicidad en ese instante.

-Si te hubiera defendido...- pensó un rubio muy triste.

-Chico, veo que posees una gran determinación, provocando que todos te sigan en calma, serás algún día un gran líder. Déjame entrenarte- mencionó el mismo hombre raro.

-Entrenar ¿en qué?-

-Tú posees una llama muy especial-

-¿Especial?-

-Si, como el cielo- el rubio miró el cajón fúnebre donde estaba su amor, no permitiría más muertes.

-Acepto- y con esto en mente, el destino Giotto se forjando poco a poco, para volver a encontrarse con su amada.

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