¡Juguemos a Twister!
En cuanto pedimos la pizza, obviamnente con extra de queso, corrí de un lado a otro, buscando el juego del Twister. Ya sabéis, ese de los colores y los enredos.
Cuando (al fin) lo encontré en mi habitación, tuvimos que apartar todos los muebles de la sala de estar.
Le empujé al sofá mientras colocaba el enorme tapiz de juego.
-Oye, no quiero que te sientas ofendida, pero tengo una vista perfecta de tu trasero.
-Bien, ¿no?-reí.
-Para mí sí.
-No seas pervertido.-le pegué en el brazo.
-No lo soy, solo me divierte.
-Mira que eres idiota.-rodé los ojos.
-Juguemos a Twister.-se levantó del sofá estirándose cual gato perezoso.
Él fue el primero en hacer girar la ruleta, deteniéndose en el color azul, hizo una mueca de disgusto.
-¿El azul no es tu tipo?
-El negro lo es.-dijo burlón.
-¿Y el verde no?-hice un puchero.
-El verde está en mi lista de colores que admito.
-De modo que solo me admites, ¿eh?
-A tí te admito y te hago muchas más cosas.-me guiñó un ojo.
-¿A qué viene esa actitud pervertida?-alcé una ceja.
-No soy pervertido, solo si tu piensas mal.
-Ya, como para no hacerlo.
Un rato después estábamos enredados literalmente, intentaba mantenerme mientras que él estaba sobre mí, como si fuera un abrazo.
Aprovechando la situación, al muy idiota no se le ocurrió otra cosa que intentar usarme como sofá.
Por si no lo sabiáis, el juego de Twister consiste en aguantar en una posición extraña mientras dure el juego.
Nico parecía decidido a ganar.
Era incluso más competitivo que los de Ares.
Y mira que son competitivos.
En fin, casi morí aplastada por un hijo de Hades.
Es broma, no pesaba tanto.
Pero el problema era que podía aguantar perfectamente su propio peso y aunque pudiera hacerlo, me amenazaba con tirarse sobre mí.
-Ni se te ocurra.
-Se me ha ocurrido.-sonrió juguetón
-Si lo haces te pegaré un rodillazo en la entrepierna.
-Sabes que no vas a hacerlo.-canturreó
-Está bien-admití-Pero me comeré la pizza sola.
-¡DE ESO NADA!
-Entonces no te tires sobre mí.
-¿No te comerás sola la pizza?
-No.
-¿Por la Garrita?-se apoyó en un solo brazo, tendiéndome su dedo menor (meñique).
-Por la Garrita.
Esta vez fui yo quien se apoyó en un solo brazo, solo que yo no tenía fuerza suficiente y... Me caí.
Su risa hizo que tirase de él y le tirase sobre mí. Dejé mi cara a milímetros de la suya, mirándole a los ojos, con bastantes ganas de pegarle.
-Eso ha sido trampa.-dijimos al unísono.
-Me la debes.
-¿Yo?-pregunté sintiéndome ofendida- Has sido tú quien ha hecho la promesa de la Garrita.
-No esperaba que te cayeras.-rio.
-Perdoname la vida, te he culpado por algo que no debía.-dije de forma teatral.
-Perdonada.-siguió la broma.
No pude evitarlo, me hice el major facepalm de mi historia. Él hizo una mueca al escuchar el sonido de mi mano impactando con mi cara.
-Hagamos un trato. Yo te pago primero y...
No me dejó terminar, sus labios se había unido con los míos.
Aún sorprendida, rodeé su cuello con los brazos.
Niños, a partir de aquí, las cosas se vuelven algo fuertes.
Enredé mis piernas con las suyas, mientras su boca comenzaba a explorar la mía. Sus manos sujetaban mis muñecas contra el suelo, mientras que mi cuerpo buscaba el suyo.
Instintivamente, apretaba mi cuerpo con el suyo, hasta que mi camiseta me pasó del ombligo, al igual que la suya.
¿Qué si llevaba tiempo deseando aquello?
No os hacéis una idea.
Lo peor de todo es que se sentía genial.
Sí, ¿no debería ser al contrario?
No.
¿Si se sentía bien, quién era yo para disfrutarlo?
Me aparté despacio, pidiéndole espacio. Aparté mi mirada de la suya, avergonzada.
-Está bien, Claire. Pídeme lo que quieras.
Sonreí para mí misma. Sabía muy bien que era lo que quería.
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