¿Este es el final?

No sentía nada, absolutamente nada, de modo que caminé en silencio hasta mi habitación, cerrando la puerta con cuidado, casi sin hacer ruido.

Me permití a mí misma deslizar los dedos sobre el pasador de la puerta y cerré los ojos mientras respiraba hondo. Sentí una presencia tras de mí, silenciosa y fría, pero la reconocía con facilidad.

-Hola Hyde.-dije con una voz completamente neutra, sin mostrar sentimiento alguno.

-Sé lo que ha pasado.-su voz se escuchaba justo tras de mí, cada vez más cerca.

-¿Feliz?

-La verdad es que sí.-tomó mi cintura para después girarme mientras me miraba a los ojos- Es la realidad, nunca pensé que rechazarías al gran Nico di Angelo, rey de los fantasmas, Semidios hijo de Hades, héroe olímpico, uno de los hijos de Los Tres Grandes, el italiano por el que siempre has estado colada hasta los huesos, el amor de tu vida.-cada enumeración era peor que la anterior, más dolorosa, más afilada era la hoja que se clavaba en mi alma.

-¿Terminaste?-Le espeté.

-Sí, pequeña Evergreen, ya sabes lo que tenemos que hacer.

Me limité a asentir mientras se apartaba alejándose hacia la ventana, sentándose despreocupadamente en el marco de esta.

Me acerqué a pasos lentos, él sonreía de lado, mirándome con una suspicacia notable en sus ojos grises.

-No te preocupes, cuidaré bien de tu cuerpo.

-No lo dudo. Pero, ¿qué pasará conmigo?

-Tú serás la nueva Hyde, serás mi antítesis. Serás la parte benévola, yo no tanto, pero tampoco soy tan malvado, al fin y al cabo tú también tienes tus fallos, ¿verdad, princesa?

-Sí, Hyde, ¿por qué razón piensas que he llegado a esta situación sino por mí misma?

-Me alegra saber que al fin hayas decidido dejar que la pequeña parte de mí que conservabas en tu interior floreciera, es perfecto para que entre en acción.

-Sí, lo sé. Así que, ¿por qué no dejamos de hablar y comenzamos?

-Antes debo advertirte. Yo empiezo de cero, cuando vuelvas quizá no recuerdes todo esto, quizá debas volver a aprender a amar, todo empezará de nuevo para ti, Claire. Absolutamente todo, nada de lo que ha pasado, los amigos que has hecho, la persona de la que te has enamorado, todo lo que sabes sobre ellos, se desvanecerá como si hubiera sido un sueño.

-Prefiero que sea así...

-¿Seguro? No siempre ha sido así, Claire.-su expresión se suavizó- ¿Recuerdas en San Valentín? La forma en la que una mirada significaba todo, que una sonrisa era el mejor regalo que podrías recibir, que no necesitabas palabras para expresar lo que sentías, que allá donde mirases reconocías la felicidad. ¿Tu primer beso? La cantidad de veces que habías soñado ese momento, el segundo en el que ambos os fundíais en vuestro primer beso, sin incomodidades, en el que ni siquiera recordabas mi existencia, en el que tu sonrisa era capaz de iluminar el corazón de todo el mundo. 

-Pero no puedo seguir así, Hyde, ya no. Estoy rota, ¿no lo sientes? Es la hora de que desaparezca, de que deje mi traje a alguien que lo ha ansiado durante mucho más tiempo, quien siempre ha estado ahí. Tú puedes romper el hechizo, tienes la clave, no puedo aguantar este dolor durante mucho más tiempo. Mi alma quiere cederle el puesto a la tuya. Solo soy una niña que ha perdido el rumbo, todos creen que soy una chica feliz, esto es solo una pesadilla, así que libérame, ya sabes lo que tienes que hacer.

Bajó de la ventana y me abrazó, rodeando mi cintura con los brazos, en un abrazo casi de hermano mayor. De ninguna de las maneras esperaba algo así, mucho menos de él.

-Tu tiempo ha llegado, Daren.-susurré.

-Lo sé-susurró en mi oído- Te prometo que no seré tan cruel como parece que lo voy a ser, ¿sí, hermana?

Suspiré cerrando los ojos con cierto temor, no sabía lo que me deparaba cuando mi alma abandonara el cuerpo y la suya lo ocupara. Me aparté para mirar atentamente sus ojos grises, con los míos sin mostrar un solo sentimiento, ya fuera ternura, amor u odio. 

-¿Dolerá?-me atreví a preguntar.

-Solo un instante, después podrás irte al mundo de las ánimas hasta que sea tan buenazo como tú.- Juntó su frente con la mía, acariciando mis mejillas en un verdadero gesto de cariño.- Tranquila, estarás bien ahí arriba, sabrás cuidarte bien.

-Será como si hubiera muerto.

-Durante un tiempo sí, después despertarás y recordarás que hay otra persona ocupando tu cuerpo. En ese momento, sabrás que tienes que reclamar tu cuerpo. 

-Gracias. 

-¿Este es el final?

-Es solo el principio, Claire.

-¿De que?

-De algo nuevo, para ti, para mí, para todos. 

Nos apartamos, sentándonos en el suelo con las manos entrelazadas, uno frente al otro, con los ojos cerrados. Me aclaré la garganta, dispuesta a empezar el sortilegio.

-Yo, Claire Evergreen, portadora de un alma pura, hija de la Naturaleza,nacida del Día, ánima blanca, cedo el control de mi cuerpo terrenal a Daren Evergreen, ánima negra, hijo de la Oscuridad, nacido de la Noche, mi alma gemela, para que lo ocupe mientras me encuentre en un estado de Ánima Gris, para completar la purificación completa de mi alma celestial, de modo que mi gemelo pueda utilizar el cuerpo físico para su propio beneficio.-aún teniendo mis ojos cerrados, podía entrever como una luz me rodeaba y como las tinieblas más oscuras rodeaban a mi hermano, como nuestras esencias abandonaban la realidad, alzándose al plano sobrenatural.

-Yo, Daren Evergreen, ánima negra, hijo de la Oscuridad, nacido de la Noche, alma gemela de una nacida del Día, acepto el control sobre el cuerpo terrenal de Claire Evergreen, alma pura, hija de la Naturaleza, nacida del Día, ánima blanca, mi alma gemela, para que durante mi estancia en el mundo físico pueda acceder al mundo de las ánimas y así purificar su esencia tal y como lo hicieron nuestros antepasados y como lo harán futuras generaciones. Por ello, deseo que ella tenga la mejor estancia posible en el mundo celestial, tal como merece un alma pura. De este modo- ambo abrimos los ojos, los suyos eran ahora negros, como dos vórtices de oscuridad infinita acumulándose en sus iris, le rodeaba un torbellino de tinieblas, ambos levitábamos a varios centímetros del suelo, pero me mantuve serena- deseo que tengas un buen viaje, mi querida hermana gemela. 

-Que así sea, hermano.

Y, cuando quise darme cuenta, desaparecí. 

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