Teclas Desgastadas de un Piano Enamorado (parte II)

Parte 2: "Cuando las Partituras Caen"

Marcela casi nunca hablaba, era muy tímida, pero Arnoldo logró acercarse a tal ángel y conseguir decenas de sonrisas que para él lucían tan completas, pero en realidad estaban vacías; de amor, de alegría. Él jamás lo notaría.

El otoño aún era lejano cuando ella lo acompañó a casa. Arnoldo veía cada tema como una oportunidad para decir una tontería y así hacer sonreír a Marcela, ya que eso amaba de sus momentos juntos, su sonrisa.
Era como si ella siempre hubiese estado allí, como si la conociese desde siempre.

Marcela de pronto se acercaba y lo abrazaba, o le acariciaba el rostro con los dedos; Arnoldo se sentía en las nubes. Ella era la mujer perfecta, sin duda, y logró hacer de aquel su mejor verano en años; años de lágrimas y nostalgia.

«Me sentaré una vez más en aquel viejo banco y tocaré una melodía que ella jamás olvidará» se decía a sí mismo cuando su mirada se posaba en el instrumento.

Y así fue como una noche él le abrió la puerta de su hogar, invitándola a entrar. Marcela se acomodó en un sofá rodeado de pétalos de rosa y velas mientras reía. Arnoldo supuso que no se lo esperaba.

Se acercó entonces el hombre a su amado piano y quitó el manto que lo cubría de la realidad. Luego se sentó frente a las teclas y las acarició con una inocente sonrisa. Todo funcionaba como antes; todo excepto él. Tomaba varias viejas partituras y recordaba cómo leerlas, él recordaba cómo tocar, pero no podía hacerlo.

Y mientras la tristeza le inundaba los ojos, presionó con esfuerzo algunas notas, mas sólo se oía desastre. Arnoldo observaba sus manos y temblaban sin poder controlarlas. Era una pesadilla, una real.

Se volteó en llanto para disculparse, porque él no podía hacerlo, no podía volver a ser quien fue alguna vez.
Sin embargo ella no estaba allí.


***


Todo desapareció en algún momento.

Arnoldo se hallaba sentado sobre su silla de ruedas observando el sol caer en la lejanía, buscando algún pensamiento sin sentido que suplantase las lágrimas. Sin embargo no podía evitarlo; lo invadía el recuerdo de música extinta, y un par de ojos azules tan claros, tan brillantes, que cegaban. Quizá ese era el problema.

«¿Cuándo pasó tan rápido el tiempo?» se cuestionaba mientras la luz se escondía en el horizonte y junto a ella el cielo rojizo.

Arnoldo se levantó con mucha dificultad ayudándose con sus delgados brazos y caminó apoyado en las paredes hacia el baño.

«Veo un alma desvaneciéndose dentro de una jaula de huesos» pensó mirándose en el espejo.

Marcela estaba allí, a su lado, mirándolo a través del mismo objeto. Su rostro expresaba ternura y amor. Arnoldo sonrió mientras sus mejillas volvían a empaparse. Sin embargo él la sentía tan lejana, y al intentar alcanzarla, sus piernas no le respondieron.

Cayó, como el sol de atardecer, y se golpeó contra el lavamanos sin emitir un solo quejido, sin pedir ayuda. Marcela ya estaba lejos.

El verano aún no había acabado, pero sí para él. Nada de alegría, era únicamente una estación del año. Un período de tiempo que se desvanecía, como sus pensamientos.

Ella nunca estuvo allí.

Solamente él.

Él y el amor.

Ella, nada más que una ilusión.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top

Tags: