La Causa (Parte II)
Mi habitación eran cuadros y más cuadros secándose en las paredes.
Ya habían transcurrido 13 meses desde que conocí a Kim, 12 desde que éramos pareja y la inspiración aún seguía allí, fresca como el primer día. Cada obra de arte era llamativa, colorida, reflejaba mi amor y felicidad. Le había obsequiado varios de ellos a Kimberly, ya que ella era la causa.
Podía recordar perfectamente que luego de nuestro primer encuentro, ella caminaba bajo el edificio de la barandilla cada día, esperando un encuentro, muriendo de ganas de verme, al igual que yo a ella. Y así fue el comienzo de nuestro romance.
***
El día anterior a aquel había sido nuestro primer aniversario, muy hermoso. Desperté a su lado sobre su cama, con una sonrisa en mi rostro. Moví suavemente un mechón de su cabello con mis dedos y lo acomodé tras su oreja. Abrió sus ojos lentamente y me sonrió.
―¿Quieres vivir conmigo? ―preguntó dando un bostezo.
―¿Es en serio? ―cuestioné sorprendida.
―Claro, ¿por qué te mentiría?
―No lo sé, es sólo que... Agh ―me senté y sacudí mi cabeza.
―Diablos, no te agrada la idea ―concluyó triste.
―No, no es eso. Mis cuadros, mis pinturas, el desastre que provocan.
Rió levemente.
―No te preocupes por eso, yo acepto todo lo que venga contigo.
Sonreí y la observé.
―Igualmente ―afirmé y ella hizo una ligera mueca de duda―, acepto.
―¡Genial! ―gritó con voz infantil y se lanzó sobre mí, abrazándome.
***
Moví el pequeño sillón cerca de la ventana y me dejé caer exhausta sobre él.
―Listo ―dijo Kim―, ahora solamente falta vender tu colchón de artista en internet por un millón de dólares.
―O mejor podríamos donarlo ―comenté entre risas.
Asintió riendo.
―Muchas gracias por dejarme tener un lugar para mis pinturas.
―No te preocupes, te dije que no me servía un cuarto que solamente tuviese una tabla para planchar y una lavadora ―sonrió.
Y de un momento a otro me quedé dormida hasta varias horas después, cuando ya había anochecido. Me levanté y comencé a pintar un nuevo cuadro: aves rumbo al sol. Me detuve a la mitad para ir a beber un vaso de agua, y en el pequeño refrigerador había una nota pegada que decía:
"He salido al trabajo, vuelvo tarde, no me esperes despierta.
Besos.
-Kim"
La quité y tiré a la basura, para luego regresar con mis pinceles. Escogí una lista de reproducción en mi celular y pinté bailando hasta que sentía que también dormía. Observé el reloj, 2:00 am y ella aún no regresaba.
Extrañada, me cambié a mi pijama y me recosté sobre la cama matrimonial que compartíamos, luego tomé mi celular que vibraba y acepté la solicitud de llamada de Skype.
―Hola ―saludó Jay sacudiendo su cabellera rubia.
―Hola ―respondimos al unísono Chris y yo.
―¿Qué tal va todo con Kim? ―preguntó Chris.
―Bien, es genial vivir con ella ―dije.
―¿Está por allí para saludar? ―cuestionó Jay.
―No, está trabajando.
―¿A esta hora? ―inquirieron sorprendidos.
―Sí, no tengo idea en qué.
―No vaya a ser puta y no sabes ―bromeó Chris.
―O asesina ―agregó Jay.
Reí.
―Ya dejen de decir estupideces, me voy a dormir.
―Recuerda que viajaremos a Moscú en dos meses para tu cumpleaños ―dijo Chris haciendo un corazón con sus manos.
―Ya lo había olvidado ―sonreí―, ¿no es muy costoso el boleto desde Italia?
―Sí ―respondió Jay―, y el que debo pagar desde Inglaterra también lo es, pero hemos estado ahorrando.
―Genial, los espero con ansias. Aunque no era necesario...
―Sí era necesario ―me interrumpieron.
―Está bien ―reí―. Nos vemos, adiós.
Me desconecté y apagué la luz.
***
Había transcurrido un mes y medio desde que me mudé a casa de Kim, una noche trabajaba hasta tarde, la siguiente se quedaba conmigo. Era todo muy extraño, aunque ella me repetía todo el tiempo que el pub en el que ganaba dinero funcionaba de ese modo: contrataban chicas en el día y chicas en la noche, y las segundas recibían más dinero por el exigente horario. Ella no me dejaba acompañarla siquiera en días libres, siempre dando la excusa de que pasaba demasiado tiempo allí.
Una noche cualquiera en que estaba sola, decidí esperarla. Sabía que llegaba a eso de las seis, pero aún así quería darle la sorpresa. A las tres de la madrugada dejé todo como estaba a excepción de un bulto bajo la sábana simulando ser mi cuerpo y me escondí en el armario del corredor principal, preparándome para hacerlo de nuevo tres horas más tarde. Pero en eso, oí la puerta principal abrirse y pasos apresurados. Por la rendija que se formaba entre la madera logré divisar lo que sucedía: tan sólo era Kim llegando más temprano que de costumbre. En cuanto oí la llave de la ducha, salí de mi escondite y decidí que la ayudaría a ordenar las cosas de su motocicleta, era notorio que andaba bastante apresurada.
Jamás pensé que podría encontrar algo como lo que hallé esa noche.
Caminé hacia la moto y la introduje dentro del pequeño garaje, luego tomé el casco y lo até al manubrio. Me acerqué al pequeño bolso que colgaba del asiento de cuero negro y lo abrí. Habían varios papeles inútiles y cigarros a medio consumir que tiré a la basura, luego tomé el misterioso bulto de camiseta que escondía sin duda algo dentro.
Lo abrí y me cubrí los labios con la palma de mi mano para evitar gritar. No eran drogas o algo que demostrara alguna infidelidad, no. Era una navaja ensangrentada y la verdad no sabía si quería averiguar de dónde provenía o por qué estaba en el vehículo de mi novia.
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