Capítulo 10. Los celos de una oveja

Mejillas infladas, entrecejo fruncido y con ojos de asesina. Bibianne estaba teniendo unos celos increíbles porque las mujeres no paraban de acercarse a Crocodile. El hombre fue invitado por un viejo amigo suyo a una fiesta en una de las islas cercanas al Nuevo Mundo. Ella estaba siendo cuidada por Bones, mientras veía a su dueño lejos siendo coqueteado por una bella mujer. Baliteó muy molesta que le daban ganas de morder a esa chica. No era de su propiedad, era suyo. Bones podía ver perfectamente el comportamiento receloso de la Kemonomimi porque esos ojos rosas parecían que salían rayos láser de ellos.

Lo único que podía hacer era posar la mano en su cabeza para revolvérselo, una forma de decirle que estuviera tranquila que no ocurrirá nada malo. No obstante, Bibianne no estaba muy convencida si estarlo o no porque tenía sentimientos hacia Crocodile. Un hombre apuesto que la mimaba demasiado. De repente, vio que el hombre dejó a esas mujeres para caminar hacia donde estaban ellos. Ahí la ovejita cambió su rostro a una de mucha ilusión y amor hacia él que hasta movía su pequeña cola. Ya él en frente, la atrajo para así acariciando esos cabellos lisos de la muchacha e incluso sus pequeños cuernos para escuchar esos sonidos tan dulces y lindos.

Crocodile movió la cabeza a modo de orden a su guardaespaldas para marcharse del lugar porque ya se estaba llenando de marines. El hombre tomó en brazos a la Kemonomimi con facilidad y van caminando en dirección hacia la salida, sin llamar la atención. Ella aprovechó de olfatear el aroma de ese hombre que tanto le atraía. Mezcla de su propia esencia y a puros que eran de una marca muy cara. Ella era pequeña en comparación con él y eso era una ventaja porque Crocodile la podía cogerla como una niña. Lo que si notó estando en esa posición que el hombre estaba tenso ante la situación. Su hocico se movía un poco olfateando el lugar notando un gran peligro en el ambiente.

Ya fuera, pudo respirar el aire fresco de esa noche joven; sin embargo, Crocodile no la soltó en ningún momento y él y Bones se tuvieron que separar porque ya estaban viendo que habían muchos marines. Lo estaban buscando, seguramente que su viejo amigo lo había traicionado. Bibianne no se movió de su sitio porque él se lo pidió muy bajito y no hiciera ninguna escándalo. No obstante, la chica asomó un poco la cabeza a la altura de su hombro para saber que estaba pasando y vio a unos muchachos bien uniformados que los estaban persiguiendo. Bibianne, cómo acto de reflejo, se encogió de su sitio con mucho miedo porque parecían lobos que estaban a punto de cazarla.

Crocodile vio un callejón a su izquierda y se metió con intención de desaparecer, como la arena fina cuando el viento soplaba para crear una duna. Esos hombres, quienes los estaban siguiendo, también giraron y se percataron que ya no estaba él. Crocodile estaba arriba en un edificio observando el entorno. Tenían que salir de la isla cuanto antes porque si los capturan era imposible escapar y los meterán en Impel Down. Visualizó a la lejanía el océano, a su respectivo barco que se encontraba en el embarcadero. Sí se encontraban en los edificios más altos, era difícil que los capturasen; así que decidió caminar por los techos cargando a Bibianne en sus brazos.

—¿Te están buscando? —preguntó, muy preocupada.

—Sí, y es mejor irnos.

Sabía que Bones buscará un camino diferente al de ellos para llegar hasta el barco. Él no se dejará ser capturado de nuevo para conseguir su sueño: llegar a Raftel. Y tendrá a muchos enemigos que se lo impedirán. Bibianne se agarró con fuerza a las ropas del hombre porque él se movía muy rápido y en un poco desliz pudiera caerse y llamar la atención. En el último edificio, se detuvo en seco quedándose helado al ver a cierto personaje que nunca pensó verle. Era Kizaru, o también conocido como Borsalino, uno de los almirantes de la marine estaba ahí esperándolo. Se estaba complicado la situación y no tenía un plan en medio. Notó a Bibianne soltarse de su agarre para ver también el problema.

Ese hombre trajeado de amarillo tenía la mirada despreocupada y todo su cuerpo mostraba señal de calma absoluta. Su cerebro empezó a funcionar, obteniendo algún tipo de idea para salir de esa tragedia.

—Quédate aquí, Crocodile-san. Tengo una idea.

Para el hombre fue muy preocupante porque no estaba muy seguro si era buena idea, pero debía confiar en la pequeña Kemonomimi. Ella bajó lentamente, teniendo mucho cuidado y con la ayuda del hombre. Bibianne baliteó suavemente queriendo llamar la atención de los marines que se asustaron repentinamente, pensando que había un monstruo ahí. Borsalino caminó, despreocupado, hasta la pequeña híbrida que ella salió de su escondite para darle una sorpresa al marine.

—Oh, una pequeña Kemonomimi. ¿Dónde está tu dueño?

—Me he perdido, señor —respondió—. No sé si usted me puede ayudar.

—¿Qué necesitas saber? —Él se arrodilló para estar a la altura de la chica.

Crocodile aprovechó para esconderse entre las cajas sin que se diesen cuenta. A lo lejos, vio a Bones subir al barco para que avisara a la tripulación de irse del embarcadero. Pero él no podía desviar la mirada en Bibianne quien estaba hablando con el almirante. Deseaba que no le pasara nada y que ese tipo no hiciera ninguna locura. Era un monstruo a los ojos de todos los piratas. Un arma muy potente que se utilizaba su Fruta del Diablo en los androides que ha creado el Dr. Vegapunk, utilizando de modelo a Bartholomew Kuma. No se iría de ahí sin ella. Era su pequeña Kemonomimi y la ha criado durante estos últimos meses.

Le había cogido tanto cariño que no dejaría que le sucediese nada. Entonces Bibianne ya terminando de hablar con Borsalino, decidió alejarse de ahí cuanto antes para que no sospechase nada. Uno de los soldados le informó que ha visto a Crocodile por lo que decidieron ir. Bien, era una gran oportunidad para que pudieran escapar. Él y la chica corrieron hacia el barco sin llamar la atención. La tripulación levantó el ancla e izaron las velas. Debían darse prisa antes de que sea demasiado tarde. Tardaron minutos en retirarse de la isla y él suspiró más relajado. Crocodile se dirigió a su cuarto siendo perseguido por Bibianne.

Él y ella compartían habitación, pero en diferentes camas porque si ellos estuvieran en la misma litera, Crocodile tendría problemas en dormir teniéndola a su lado. No era una chiquilla, era una mujer hecha y derecha. Encima era muy tímida algo que le gustaba mucho al hombre porque la hacía ver tierna y sumisa. Y Bibianne veía a Crocodile como su macho alfa, un carnero que la protegerá de cualquier depredador. El hombre se sentó en su respectivo asiento, mientras encendía su puro para estar sumamente relajado pensando un poco lo ocurrido. La peli-turquesa se aproximó a él queriendo sentir su cariño una vez más antes de irse a dormir.

El aroma que desprendía era gratificante para su olfato. Sus manos se apoyaron en las piernas del hombre mayor, una forma de llamar su atención. Él, con su mano buena, acarició con sumo cuidado el rostro de la chica que incluso se entretuvo con sus orejas para escuchar esos sonidos dulces de oreja. Ella se subió poco a poco para sentarse en su regazo, apoyando la cabeza en su pecho para oír esos sonidos de su corazón.

—Te noté tu mirada asesina en las mujeres —dice Crocodile, percibiendo tensión en el cuerpo de Bibianne.

—No paraban de acercarte —confesó.

—Debes entender que no siento atracción con ninguna mujer.

«¿Con ninguna?», repitió en su cabeza notando un gran dolor profundo en su corazón porque creía que él nunca se fijaría en ella. ¿Qué hombre se fijaría en una Kemonomimi con gafas?

—¿Ni siquiera a mí? —preguntó muy débil. Tenía unas ganas intensas en llorar.

—Bibianne ya lo hemos discutido.

—Es que me da rabia que tú estés con otras mujeres y me digas eso luego.

—Porque ya estoy mayor como para tener relaciones —respondió tajante.

—Eso significa que no te parezco bonita —añadió. Le estaba doliendo ser rechazada.

—Al contrario, eres demasiado bonita para ser verdad. —Crocodile retiró el puro de su boca para soltar el humo dando de lleno a la cara de Bibianne, una forma de molestarla.

—¡No mientas!

—No soy un mentiroso.

—¿Qué tienen ellas que no tenga yo? Oh claro, se me olvidaba, yo soy una Kemonomimi, una Hitsujimimi para ser exactos. —Ella se levantó cabreada—. Soy diferente a esas humanas porque yo tengo cola, orejas y cuernos de oveja y ellas, en cambio, no porque son como tú. ¡Hasta odio estas gafas y mi gran intelecto porque nunca seré superior a ellas!

Ya estaba acostumbrado a los celos de Bibianne, pero nunca imaginó que estuviera a ese grado de odio hacia ella misma. Una criatura que no le gustaba verse porque era especial. Ese término lo prefería más que la palabra diferente. Lágrimas resbalaban en las mejillas de ella a lo que se giró bruscamente no queriendo que Crocodile la viese llorar. Ya era demasiada adulta como para eso. No podía evitarlo, el amor que sentía por ese ex-Shichibukai era tan grande que era difícil de ignorar. Crocodile no era idiota como para no darse cuenta de los sentimientos de la chica, pero muy joven como para querer amar a alguien mayor. Ella debería buscar a una persona de su edad.

Pero ¿a quién? Y otra cosa importante era que no quería perderla porque era su pequeña. Su inteligencia era mucho mayor que cualquier otra persona que haya conocido. Unas ideas brillantes que salvaban a más de uno. ¿Cómo hacer comprender a Bibianne? Crocodile cerró los ojos un momento ante la impotencia que estaba sintiendo. Sólo quería dormir y que esto acabase. No obstante, escuchó un pequeño ruido de ropas deshacerse, y al abrir los ojos se encontró una grata sorpresa. La joven Kemonomimi se despejó de esas ropas para quedarse completamente desnuda, manteniendo su compostura y no ocultar su cuerpo más.

—Al ser humano macho le excita ver el cuerpo desnudo de una ser humana hembra. Me he dado cuenta de ello durante nuestro viaje. Por eso estoy así para averiguar si yo realmente te excito, Crocodile-san. Sí te gusta ver el cuerpo de una Kemonomimi.

No cabía la menos duda que Bibianne estaba nerviosa y tímida porque no miraba a ese hombre que imponía demasiado. Sorprendido, pero que su rostro cambió repentinamente a uno más calmado analizando la situación. No podía creer que la peli-turquesa se hubiera atrevido a algo así y menos mal que solo estaban ellos dos solos. Ese cuerpo virgen le daban ganas de explorarlo con sus propias porque era bellísima. Esa piel blanca brillante lo incitaba a lamerlo con devoción y marcarla como un cocodrilo hambriento. Se ha atrevido a mostrar su figura sin pudor, pero sus mejillas rosadas la delataban.

Bibianne no se había movido de su sitio, esperando una respuesta de ese hombre alto y fornido. Sólo sabía que la estaba devorando con la mirada. Una espesura sintió en su piel y que la obligaba a acercarse a él. Se sobresaltó al sentir la mano de Crocodile en su pequeña cola de oveja para estimularla lentamente. Ella baliteó bajito con mucha timidez, agarrándose a la camisa elegante del hombre. La respiración de él chocaba contra su oreja, era agitada y arrítmica. Sus dedos ascendían por su columna vertebral, asombrado de esa estructura que le maravillaba. Hasta que la apartó para verla un poco más. Esos pechos le gustaría sobarlas, pero no quería ser un descarado; sin embargo, ese rostro tímido y sumisa de Bibianne lo llamaba.

Un dedo se posó en su clavícula acariciando ese hueso tan marcado para bajar despacio, disfrutando ese momento tan mágico para ambos hasta quedarse en la zona del esternón. Los botones rosados, tan diferentes a la piel blanca de la ovejita, le aclamaban para ser mordidos. Eran perfectos para su vista. Cogió uno para averiguar cuan tamaño era. Esbozó una pequeña sonrisa al oír un pequeño gemido de Bibianne. Dulce y lindo fue agradable escuchar. Era grande y cabía a la perfección en su mano buena que hasta, con intención y sin descaro, rozó la yema de su pulgar en el pezón viendo cómo se endurecía como un diamante.

La peli-turquesa simplemente llevó sus manos a las mangas de la camisa de ese hombre, no parando de gemir bajito ante esas caricias. En cualquier momento se iba a desvanecer. Y se tensó cuando Crocodile le dio un beso en su frente, una forma de que estuviera tranquila. Bibianne estaba muy anonadada hasta que notó como los dedos del hombre tocaban su feminidad. El rostro del hombre estaba oculto en el hueco de su cuello, aguantando las ganas de hacer una locura porque su sexo estaba mojado y eso que no estaba en época de celo. Un momento, ¿era posible que una Kemonomimi pudiera tener sexo sin que tuviera ese deseo carnal de aparearse con un macho?

Esa idea en mente no se le quitaba de la cabeza y, inconscientemente, dio una pequeña mordida en la yugular. Bibianne se aferró a él ante esa reacción hasta notar como uno de sus dedos resbalaba en su interior, pero sin meterlo dentro. Era un desliz, pero esa sensación de calor era agradable. No quería ni imaginarse cuando metiese su miembro.

—Mierda, Bibianne —masculló—. Estás complicando la cosa.

—Se siente bien —confesó, soltando otro gemido.

—No me digas eso, joder —gruñó. La levantó sin ninguna dificultad para acostarla en la cama y se quedó encima, acorralándola con la ayuda de sus piernas—. Con tus celos has provocado esto. —Va quitando su garfio para que no sea un incordio.

—¿Crocodile-san? —Estaba confundida porque no entendía nada.

—Ese rostro me indica que no sabes lo que estás provocando en mí. Pensaba que eras más inteligente.

—Sé cosas, pero no todo —dice y parpadeó unas cuantas veces, cuando Crocodile le quitó las gafas.

—Pues hoy vas a aprender a no desnudarte delante de mí y que provoques una sensación de calentura en mi hombría.

—¿Hombría?

—Ya conocerás a mi “amigo”.

No le dio tiempo a reaccionar porque Crocodile la besó con rudeza. ¿Cuánto tiempo ha deseado ser besada por ese hombre tan atractivo? Sujetó con suavidad la camisa de él no deseando separarse de su cuerpo porque era agradable esa sensación. Mientras seguía siendo besada, él con sus dedos rozaba esa piel exquisita quitándole cada suspiro que soltaba durante el beso. Mordió su labio para tener mayor acceso a su cavidad, acariciando con lentitud su lengua porque ella era inexperta en esto y su cuerpo estaba tenso por lo que debía relajarla. Los suaves balidos de la Kemonomimi resonaban en los aposentos del hombre. Volvió a tomar los pechos de la joven, pero para torturar ese pezón duro.

Se separaron del beso que se unía con un hilo de saliva que él mismo rompe. Va saboreando su piel con la lengua y, por cada recorrido, la marcaba con los dientes para que todos esos hombres supiesen que él era dueño de ella. De su boca soltó un soplido en el otro pezón para luego torturarlo con su músculo lleno de saliva. Bibianne estaba sintiendo cosas que nunca imaginó tener y desconocía lo que estaba pasando, pero si esto era una forma de que Crocodile mostrase cariño ante ella, entonces no se quejaría por nada. Aunque era verdad que su cuerpo se movía por sí solo, era una reacción que quería salir de esa situación cuanto antes y no morirse de la vergüenza.

Ella no se comportaba como un animal en celo, sino una persona normal que se excitaba a los toques de ese hombre. Su aroma era una mezcla de incienso y pasto que se hacía agradable a su olfato. Observaba su figura retorciéndose de placer, correspondiendo ese afecto que le daba. Y volvió a esa zona donde su dedo resbaló inconscientemente por ese movimiento atrevido que dio Bibianne. «Realmente está mojada», pensó así mismo con una sonrisa pícara en su rostro. Empezó a estimular su clítoris con el pulgar solo queriendo ver las reacciones de la joven Kemonomimi. Más balidos resonaban y estrechaba más el abrazo. Demasiada sensible y disfrutará mucho en jugar con ella.

Con lentitud va metiendo uno y Bibianne realizó una mueca de incomodidad en esa zona. Sí, lo sabía, pero con mucho mimo se calmará por lo que va besando su rostro con delicadeza, mientras va moviéndolo. Su falange resbalaba con tanta facilidad en su interior, ella lo estaba aceptando que los gemidos cada vez eran más altos. Si algún miembro de la tripulación entrase, él mismo los mataría con sus propias manos.

—Crocodile-san —gimoteó.

—Me gusta escuchar mi nombre estando tú en este estado —confesó.

—Se siente extraño. —Su cuerpo no paraba de temblar, que incluso sus piernas eran de gelatina.

—Pero te está gustado, ¿cierto? —Bibianne asintió con lagrimas resbalando en su rostro—. Pues eso es sólo una pequeña parte. Ya cuando conozcas a mi “amigo”, lo gozarás y te aseguro que te será imposible olvidar ese momento.

Más confusión creaba en la joven híbrida, pero otro suspiro llegó al sentir otra invasión y que se movía cada vez más. Ella no dejaba de agarrar las ropas del hombre, mordiéndose el labio queriendo acallar esos sonidos. Toqueteaba, buscando algún indicio de un cambio. Sus dedos rozaban los botones para quitarlos a lo que Crocodile detuvo los movimientos, viendo las intenciones de la muchacha. Al abrir esa camisa, se impresionó por ver esos abdominales y pectorales perfectos. Sus pechos no eran redondos como los suyos, sino planos. Los palpó sintiendo su gran dureza al igual que esa tableta que se formaba en su estómago. Hasta que se detuvo en el borde de ese pantalón. Sus ojos descansaban en ese bulto.

—Ahí está mi “amigo” —comentó.

Ya la curiosidad aumentó mucho en Bibianne que decidió desabrocharlo y bajarlos junto con la última prenda del hombre para encontrarse con cierta persona. No estaba muy segura que era, pero era muy grande en comparación con los dedos de Crocodile. Sí, la joven estaba creyendo que una falange más. Apoyó un dedo en la punta del glande a lo que el hombre dio un pequeño gemido grave y bajito. Ella, como reflejo, se echó para atrás porque pensó que hizo algo malo; sin embargo, él la atrae para que se acostara nuevamente y se colocara entre sus piernas.

—¿Crocodile-san?

—Ya te lo dije. Vas a disfrutar aún más con mi “amigo”, pero primero debes relajarte.

—¿Por qué? —Ya el temor la invadía.
—Porque dolerá un poco —aclaró, mientras acariciaba la mejilla de Bibianne—. Y no podríamos disfrutar este momento íntimo.

—¿Qué es esto? —preguntó—. ¿Es común en vuestra raza?

—Esto se llama tener sexo con una persona que te atrae —explicó—. Y es muy común cuando hay deseo sexual.

—¿Es como la época de celo que tenemos los Kemonomimis?

—Sí, pero en este caso no lo estás, ¿cierto? —Ella asintió—. Entonces puedes sentir esta necesidad sin requerir ese método que os ha dado la madre naturaleza.

—Yo… quiero esto —dice, desviando la mirada muy avergonzada.

No obstante, Crocodile tomó su barbilla para que lo mirase y le implantó un beso suave, mientras va metiendo su hombría en ella. Esa estrechez lo estaba matando, el himen estaba siendo duro de roer porque le era imposible avanzar. Pero no siguió porque oyó quejidos, unos balidos de la pobre híbrida porque estaba incómoda. Sin embargo, él la entretuvo con besos y caricias dulces para que se distrajera de ese dolor tan incordio. No había ningún problema sin condón porque no estaba en celo y no habría indicios de que se quedará embarazada. Pasaron minutos y, finalmente, lo metió entero recibiendo un gran gemido de satisfacción de Bibianne.

Ese rostro lívido le incitaba a moverse con violencia, pero no debía hacerlo porque la haría daño o la asustaría. Comenzó a realizar un pequeño vaivén sin desviar la mirada para ver sus reacciones. Era tan linda intentando no dar esos balidos casa vez más altos provocados por él. Crocodile, sin descaro alguno, mordió con suavidad una de sus orejas de oveja oyendo un sonido agudo de placer por parte de Bibianne. Esa fue la bomba detonante para moverse aún más rápido rodeando su cuerpo con sus brazos a modo de protección y más intimidad entre ellos. Combinaban a la perfección que no querían separar ese momento mágico para la pequeña Kemonomimi.

¿Significaba que él sentía algo por ella? Con esa idea planteada, lo atrajo para besarlo nuevamente y él correspondió sin dudarlo. Las hebras de los cabellos de Crocodile se formaban en su frente, ya no tenía su típico peinado que lo destacaba mucho. Él aproximó su rostro a la zona de la yugular de Bibianne para morderlo con fuerza, sin dejar de moverse con fuerza. Las manos de la chica descansaban y palpaban la espalda ancha de ese hombre que la estaba volviendo loca por cada embestida. Hasta que, finalmente, él eyaculó con todas sus fuerzas en su interior. La peli-turquesa notó algo caliente y espeso derramarse en su vagina. «Se siente bien», pensó ella.

Crocodile se retiró y se dio cuenta que la pequeña no llegó al orgasmo. Él no se quedaría satisfecho si una mujer no llegaba a ese estado. Sin separarse de su cuello, empezó a lamer esa zona erógena que ha descubierto en ella, mientras que sus dedos estimulaban su clítoris. Bibianne dio un pequeña chillido de sorpresa que cerró los ojos y seguía gimiendo. Ya no tenía fuerzas como para mover su cuerpo, aunque si un poco sus caderas queriendo más contacto. Él simplemente esbozó su sonrisa, la estaba convirtiendo en una pervertida sin darse cuenta. Ese botón rosado era una zona estimulante en donde la mujer llegaba al orgasmo sin dificultad alguna. Un descarga eléctrica va bajando poco a poco por la columna vertebral de Bibianne y dio un balido tan alto que curvó todo su cuerpo.

Ahí estaba. Ese gran tesoro que le gustaba ver con sus propios ojos. Bibianne no dejaba de jadear muy cansada y retiraba las lágrimas de placer que sobresalían de sus ojos. Un leve cosquilleo sintió por su vientre. Era Crocodile quién besaba esa piel exquisita para luego acostarse a su lado.

—¿Estás bien? —preguntó. Ella asintió, casi dificultándole un poco el habla—. No vuelvas hacer eso.

—¿Por qué?

—Porque llegaremos a esto de nuevo y tengo cierta debilidad en mujeres bellas.

Lo acaba de confesar delante de ella. Estaba claro que Crocodile le gustaba estar acompañada por jóvenes bonitas. Por una extraña razón, Bibianne se sintió tan molesta que le dio la espalda. Tenía ganas de llorar ahí mismo porque él nunca la amará. Entonces ¿por qué lo hicieron? Un brazo rodeó todo su cuerpo para atraerla lentamente y unas caricias comenzaron a acentuarse en sus cabellos.

—Bibianne no quiero que pienses en eso —dice—. Ya te dije que ya estoy mayor como estar con una mujer y yo te considero como mi hija; sin embargo, a veces uno cambia de parecer. Sí tengo que estar con una, prefiero estarlo contigo.

¿Sabéis esa sensación de felicidad cuando bombeaba tu corazón? Bibianne lo estaba sintiendo ahora mismo que una sonrisa pequeña se formó en sus labios. Giró poco a poco su cuerpo para esconder su rostro en el pecho de Crocodile, siendo protegida por el frío que hacía. Él se mantuvo despierto, observando como ella se quedó profundamente dormida. No quería admitirlo, esa Kemonomimi le robó el corazón por su intelecto y su inocencia al mismo tiempo. Un pirata cruel y déspota como él no debería tener sentimientos, pero a veces un hombre cambiaba por una persona. Posó los labios en su frente dándole un beso para luego apoyar la barbilla en su cabeza, abrazándola aún más.

Era posible encontrar un tesoro mayor que el One Piece.

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