⸻Capítulo siete - Rencor
Esa noche no se volvieron a ver, sin pronunciarlo en voz alta ambos tomaron la decisión de darse espacio para pensar las cosas. Lo habían deseado, era cierto, pero no estaba correcto en varios sentidos.
La noche se convirtió en una amiga confidente para sus sentimientos, y desearon no volverse débiles a sus presencias.
Cuando el sol decidió asomarse por el horizonte los dos decidieron dormir un rato. Rose tendría una presentación especial hoy por el comienzo de la navidad, y la operación encubierto del capitán debería dar sus verdaderos frutos esa misma noche; que insidioso sería el destino para juntarlos en el mismo lugar.
Todos los males estaban por hacer presencia, y consumirían a esas dos almas que ahora descansaban.
El capitán fue el primero en salir de casa, no se cruzaron en ningún momento, pues Rose sentía el cuerpo como si hubiera hecho un triatlón. Cuando ella despertó, se encontró con la cena del día anterior dentro del microondas, y una nota lo adornaba: "come, bebe agua y ten un buen día, no sé si regresaré a buena hora, nena" había citado el capitán con cariño, y Rose releyó el "nena" tantas veces como quiso. La tarde se fue a paso lento, como si no quisiera que la noche hiciera presencia.
El capitán había llegado con un semblante distinto, todos se encontraban evaluando su comportamiento y cada quién degustaba de un café traído por su jefe. Blackat se acercó hacia el recién llegado y aspiró algo más allá de su perfume, sorprendido por el hecho de que aún no era perturbado por el toque mañanero de la nicotina. Se quedó pensativo por unos instantes hasta que sus ojos descendieron estrechándose con el As, que lo miraba con hastío. Sin decir nada, ambos salieron de la habitación a dialogar.
—¿De qué te enteraste? —cuestionó de inmediato el pelinegro más bajo.
Ambos trabajaban como parejas de vez en cuando, aunque no fueran compañeros directos. Pero habían pasado juntos el tiempo suficiente como para que el As entendiera los gestos de Blackat sin esforzarse. Por su parte, el más alto tenía demasiada paciencia para el explosivo temperamento del sargento, y sabía cómo manejar y apoyar sus acciones si era necesario; no eran el complemento perfecto, pero sabían apañárselas muy bien.
—No quiero arruinar las expectativas del capitán —confesó Blackat—, pero ese humor llamado: por fin tuve sexo y fue del bueno, podría arruinarse esta noche.
—Es muy notable ¿cierto? —se burló el As sin intentar ser irrespetuoso.
Blackat se tocaba la pierna con un tic desarrollado en sus años de novato, cuando había algo que lo hacía pensar en exceso y pasaba horas desenredando una trata o haciendo el plan para un caso, el tic siempre estaba presente.
—Para nosotros que lo conocemos en demasía, sí, pero solo bastarían unos chistecillos para que volviera a la normalidad.
—Un día te ganarás un derechazo del capitán y ya no será tan divertido importunarlo.
—Seguro se me pasará rápido —aseveró Blackat tomando un poco de su café.
Ambos rieron imaginando la situación.
—¿Qué sabes? —preguntó de forma directa el As, ya estaban grandes para irse por las ramas.
—Que la persona con la que tuvo sexo podría estar involucrada en nuestro caso, y aunque el jefe haya sido mi compañero por una década, no sé de qué es capaz por cuestiones sentimentales.
—¿Quién es?
Un portazo se escuchó detrás de ellos.
—¿Quién es quién? —preguntó con su varonil voz.
Ambos se giraron de inmediato con un malestar estomacal, a nadie le gustaba importunarlo, y no sabían si era muy bruto para decir las cosas o simplemente demasiado sincero e intransigente para preocuparse por las emociones de otros. Japón los miraba con parsimonia, esperando explicaciones.
—Nadie de quién preocuparse aún —explicó Blackat.
Japón dio un paso intimidante hacia ellos.
—Oye... —pronunció el As con advertencia.
—Si el jefe debe saber algo, dilo —sentenció con sus aceitunados ojos destellando de autoridad.
Blackat y Japón eran graduados de la misma promoción, dos años menores que el capitán, los únicos dos tenientes adicionales del departamento y sub-jefes de la unidad. Ambos fueron ascendidos en sus categorías al mismo tiempo, y tienen reconocimientos en distintas áreas de la rama policial, pero algo que no compartía el uno por el otro era: la tolerancia.
—¿Desde cuándo debo acatar órdenes tuyas? —preguntó Blackat con altanería.
—Desde el momento en que dejé de confiar en ti para cuidar del Capitán.
El As instintivamente retrocedió tres pasos en esa disputa que no parecía ir por buen camino. Conocía de primera mano los pensamientos de Japón después de ser por sexto año consecutivo su compañero. Tenía respeto por él y hasta un afecto especial, pero no tenía ningún tipo de autoridad sobre él, así que dijera lo que dijera, y por más explosivo que fuera, no podría detener lo inevitable.
—Tú no sabes nada de la vida, Japón. No giras en la misma orbita que nosotros, solo eres músculo y poca materia gris ¿por qué debo hacer caso a tus palabras? Haz tu trabajo, y yo haré el mío.
La tensión parecía sonata creciente.
—Estás lleno de ambición Blackat, quieres ascender a una cima imperfecta sin importarte a quienes destruyes en el camino, deja de fingir aprecio por alguien que de verdad te lo tiene.
Blackat arrugó el entrecejo con verdadera molestia, cada día más cansado de soportar ciertas cosas.
—Tú no sabes nada del capitán y yo, jamás entenderás lo que es ser una pareja escrupulosa y los sacrificios que haces por otros, tienes cero capacidad estratega y tengo compasión por el As que debe cargar con tus incapacidades siendo aún sargento.
El tono despectivo que utilizó caló hondo en el As, que los miraba nauseabundo. Era cierto que siempre había diferencias, y la unidad constaba de algunas muy viejas y leves contiendas, pero jamás había presenciado una discusión tan venenosa entre aquellos dos seres que tanto respetaba. Se sintió decepcionado, afanoso, perturbado, y deseó estar en casa viendo Godzilla y gozando de una cerveza bien fría.
—Cada día me decepcionas más —sentenció Japón con recelo.
—Yo en cambio, nunca he tenido expectativas sobre ti. —escupió Blackat pasando por su lado y dejando el tema para evitar una pelea física, llevaba las de perder.
Los inspectores intentaban hacerse daño verbal de vez en cuando, aunque no tan adrede como ahora; ambos habían sido compañeros en algunos casos y pasaron bastante tiempo juntos en sus tiempos de aprendizaje, pero tuvieron experiencias muy distintas. Blackat fue asignado primero al departamento, y contó con la ventaja de tener al Capitán de compañero por varios años antes de que este se convirtiera en el inspector principal a cargo. Japón fue asignado tres años después, venía con sombras de desconfianza de su anterior unidad y las nuevas actitudes de Blackat que desconocía lo pusieron en una posición confusa, no tardó en tenerle rencor sin una razón específica y no reconocía que en lo profundo su odio era alimentado por la envidia de no haber tenido un buen compañero. El rencor se fomentó por dos años, hasta que el As fue asignado como su pareja. La rivalidad se mantuvo apagada, hasta que ocurrió lo del caso blue discordia.
Aquella noche que Camie fue asesinada, Japón y Blackat fueron los últimos en salir del departamento. Japón había estado discutiendo con él para que cubriera el turno del Capitán con Camie, ya que este había subido para una reunión de alto mando. No obstante, Blackat se negó.
—Deberías apoyar un poco más al Capitán, es tu compañero —juzgó esa vez.
—No puedo hacerme cargo de sus problemas, no es mi hijo —aquella frase de Blackat encendió la espina refulgente del odio, de nuevo.
Japón tenía una reunión importante con su familia esa noche, y como había cumplido su turno el día anterior de escoltar a Camie a casa, no se imaginó lo que sucedería, por esa razón se disculpó con el Capitán luego del desastre. Él recuerda haber sido el que le informó a Akihiko que ese día nadie podría acompañarla, porque por más que buscó, ningún oficial estuvo disponible para hacer el favor. Por eso él aún vive con la culpa.
Después del incidente, Blackat nunca se disculpó con él o el jefe, lo que avivó la ira de Japón. Casi se desmantela la unidad luego de ese caso, y sin importar las distintas culpas que fueron repartidas en medio de las peleas, Japón sentenció en su corazón que el único culpable de aquel dilema era Blackat.
El tiempo pasó, pero el odio entre ambos siguió allí.
—¿Estás bien? —preguntó As un poco descolocado volviendo a traer a su compañero a la actualidad.
Japón desconfiaba de que Blackat pudiera cuidar de alguien que no fuera él mismo.
—¿Tú estás bien?
Ninguno contestó.
Un grito de Bo hizo que ambos espabilaran y regresaran a la habitación, una interesante conversación estaba siendo escuchada en unos de los micrófonos infiltrados en el bar. Cada uno cogió una silla, un cigarrillo y guardaron silencio.
Aún no era la hora de llegada, pero después de aquellas conversaciones Bo tuvo que irse a cumplir su papel protagónico, porque la noche prometía.
¡Las actividades ilegales hieden en las esquinas nocturnas de Tokyo!
Que tengan bonita noche, un guiño de Bo.
senpai
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top