⸻Capítulo diez - Enfrentamientos.
El capitán era un hombre intimidante, serio, responsable. Nadie en la sede central de Kasumigaseki negaba lo atractivo que era aquel ser, pero pocos sabían quién era. Parecía que su hobbie favorito era pasar desapercibido, y su entrega total a su profesión no lo dejaba ver la cantidad de mujeres que hacía suspirar en Keisatsu-chô. Los amoríos no eran su mayor premisa, y no sabía lo que era una relación estable desde el último año de academia.
Pero ver a Rose en medio de aquella tarima, vestida con poca ropa y haciendo gestos sugerentes hizo que deseara salir corriendo, alejarse de allí hacia alguna costa y vivir de la pesca, pero con ella de la mano. Ese pensamiento lo asustó, la sensación se asentó cuando abrió la puerta sin esperar el permiso, y vio a Rose cerca de aquel hombre tan intimidante y atractivo como él.
Los dos hombres se vieron a los ojos por varios segundos, examinándose el uno al otro. Haciendo cálculos y aceptándose como enemigos de inmediato.
El capitán se había quitado la gorra antes de entrar, la tenía sujeta a la espalda. Su cabello, que había dejado crecer estos últimos meses, caía por su frente un poco desordenado, pero dándole más aire de peligro, un peligro adictivo, pensaba Rose. Su vestimenta de esa noche, lejos de la elegancia habitual con la que trabajaba, no dejaba de hacerlo ver como el hombre que toda mujer en el bar desearía llevar a su cama.
King llevaba un traje cernido al cuerpo, bastante atlético por su segunda profesión. Su brilloso y largo cabello estaba peinado con distinción, los zapatos deportivos desentonaban un poco en su outfit, pero le daban un toque casual a tanta presencia. Tenía toda la pinta de inalcanzable, y seguro que haría sentir a una mujer la necesidad de echar un polvo en donde sea que estuvieran.
Como si hubieran practicado, ambos se sonrieron con arrogancia al mismo tiempo.
Rose, que se había convertido en solo una espectadora, sin saber muy bien que aquel duelo había comenzado a causa de ella —pero que se avivaba cada segundo por sus egos— los veía extasiada. Desde ojos ajenos parecía la fémina más suertuda del mundo, pero desde su propia perspectiva sentía que sus días estaban contados.
Los había detallado a ambos por tanto tiempo que se había grabado sus mañas, sus gestos, sus diferentes risas; sentía que conocía más a aquellos dos hombres que a sí misma. Y más aún, lo posesivos que eran con aquello que pensaban les pertenecía. Rose no era un objeto, estaba consciente de eso. Sin embargo, hacer parecer que podían hacer con ella lo que quisieran era su propia forma de hacerlos comer de su mano. Aún necesitaba de King, y aún quería disfrutar más del capitán, así que no hizo nada para detener aquel duelo.
King supo que el capitán sabía bastante, pero que a fin de cuentas no sabía nada. Era seguro que se había alimentado de sus cebos, o sino ese momento que tenían estuviera siendo distinto. Así que cortó la guerra visual con desinterés y se giró hacia Rose, que parecía disfrutar el momento, y por un instante él pensó que había creado un monstruo.
—Umi, gracias por el autógrafo —elevó el papel para que el invitado también lo viera—, nos veremos otro día —añadió en tono juguetón, tensando los hombros del capitán.
Rose asintió con una sonrisa condescendiente y lo acompañó a la puerta.
—Hasta pronto —dijo King más para el jefe que para Rose.
La última mirada de King hacia ella la hizo temblar, tenían una conversación pendiente, pero no podía ser esa noche.
La puerta se cerró.
As y Japón estaban en el cuarto de operaciones con ganas de entrar y desmantelar todo el bar, apresar a todo el mundo y darle privacidad a su capitán. Mientras tanto, Blackat estaba en la pista de baile con una mujer que de seguro había consumido blue discordia, pero deseando estar frente a las cámaras para enterarse de qué estaba sucediendo. Bo caminaba entre los vestidores, indeciso y pensativo, T.J lo había dejado libre, pero no sabía si debía irse sin la cantante o dejarla a su suerte.
Por su parte, Monster se encontraba en un pequeño galpón a tres cuadras del lugar, golpeando con un bat de béisbol un trozo de latón; su jefe lo había mandado allí con toda la mercancía restante, dándole la directriz de que lo esperara antes de irse.
El novato, el único con verdadero interés en todas las cámaras, vio salir a King como si él fuera la estrella, despidiéndose hasta de los vigilantes y caminando con paso agraciado hacia su destino. Antes de perderle el rastro, este se encontró con un pelinegro con tapabocas del cual no pudo conseguir una buena captura, pero de quién obviamente desconfió. Los vio intercambiar unas palabras en la esquina y siguieron rumbo a quién sabe dónde; no tenía órdenes de abandonar la sala de operaciones, así que dejó ir la oportunidad.
Si la unidad 12 no hubiera estado tan a ciegas, esa misma noche estarían apresando a cinco de los integrantes más importantes de blue discordia.
El capitán veía esos almibares con deseo y rencor. Solo estaban allí, uno frente al otro, viéndose y comiéndose en sus mentes. Ninguno de los dos estaba identificando aquel sentimiento que crecía en sus interiores, no estaban acostumbrados a esa irritante sensación de preocuparse tanto por otro de forma afectuosa y tampoco de sentir la terrible necesidad de dar explicaciones.
El capitán tomó el saco del perchero y envolvió a Rose de forma un poco tosca, era inevitable controlar su enojo. Tomó la cartera de ella y la instó a salir del camerino, Rose se sintió de repente como una niña pequeña y caminó obediente hacia la salida trasera. El capitán antes de salir tras ella, se giró y vio directo a la cámara, aquello heló los corazones de sus subordinados, haciéndolos entender que estaba realmente furioso y que habría problemas. Hizo una seña con su dedos, parecida a una tijera cortando y cerró la puerta.
Al instante As se levantó de su asiento y se acercó al intercomunicador.
—Es todo por esta noche —declaró a través del transmisor—, el jefe dio la señal.
Bo y Blackat en sus respectivos sitios escucharon la orden como un canto de ángeles. El sargento regresó con rapidez al camerino, aún sin saber todo lo ocurrido —pues se había quitado el transmisor con anterioridad para cambiarse— y sintiéndose mal por haber abandonado a la estrella, pero lo encontró vacío. Cabizbajo y repentinamente muy triste, cerró la puerta. El novato, que lo había observado, se comunicó con él a distancia.
—Ella está bien, está con el capitán.
Y cortó la transmisión. Entonces un búho confuso comenzó a caminar a la salida, su día de trabajo había terminado.
Blackat por su parte, utilizó sus dotes de conquista y sin mucho esfuerzo convenció a la mujer que bailaba con él, para que se fueran juntos. Ambos salieron del local, ella pensando que había ganado la lotería y él también, a su manera. Se montaron en el coche del inspector rumbo a la estación.
As y Japón ayudaron al Novato a dejar todo arreglado y media hora más tarde siguieron el destino de Blackat, tenían cosas que dialogar.
El bar siguió en su apogeo máximo, todos en un mundo distinto sin saber lo que se cocinaba en las calles. Tokyo era un lugar misterioso, atrayente, muy hermoso de día y el perfecto hueco de turbación en las noches. Todos los habitantes amaban su estancia a su manera, disfrutaban de las ventajas que podía otorgarle, y bastantes que eran.
El capitán manejaba a una velocidad bastante agitada, haciéndose cientos de preguntas de las que no tenía respuesta. Rose, se sujetaba fuerte de aquella espalda que la noche anterior había anhelado tocar. Ambos inmersos en sus propios pensamientos, indecisos del porvenir.
Cuando llegaron al edificio, se bajaron de la moto, y él camino dejándola atrás, pero seguro de que ella lo seguía. La caballerosidad había dejado paso a la indiferencia del primer día, el estrés se había convertido en la bebida de esa noche y el cigarro que él encendió al estar dentro del apartamento, en su único alimento.
El capitán se quitó la chaqueta y escondió el transmisor dentro de su camisa. Sacó su arma y la vació. Rose se mantenía de pie en la sala, observándolo en silencio. Él se sentó sintiendo el peso tanto del cansancio mental como del chaleco antibalas. Inhalaba con lentitud del Marlboro, no le había dedicado ni una sola mirada, dejando en más evidencia su gran molestia. Rose comenzó a morderse el labio dejándose dominar por los nervios de la anticipación, estaba acostumbrada a que la acorralaran, a que la enfrentaran cuando importunaba a alguien.
Ese silencio atípico la enfermaba.
La contienda era algo normal desde que habían creado blue discordia, sus socios discutían y se enfrentaban entre sí con bastante constancia, aprendieron juntos a pelear, a contender, a intimidarse; King le había enseñado a ejercer su autoridad y gozaba del respeto de la mayoría, todo se resolvía entre gritos y patadas, pero se resolvía. Porque ese grupo, a pesar de estar compuesto por personas indiferentes e impasibles, gruñían como perros y gatos cuando se les tocaba demasiado las narices. Ella ya se había convertido en una blue, ¿acaso podría dar marcha atrás? No.
Ella también era la manzana de la discordia, y el capitán ya la había mordido.
La última colilla cayó cuando ella avanzaba a pasos pesados hacia su habitación, Rose ya podía ver la puerta de su cuarto cuando él habló.
—¿Te di permiso de que te retiraras?
Esa profunda voz la detuvo.
—¿Desde cuándo debo pedirte permiso? —le preguntó ella de forma arisca al girarse, quería batalla, quería guerra.
—Esa boca —advirtió él levantándose y caminando con las manos en los bolsillos—, dime algo Rose ¿desde cuándo trabajas en "tentation"?
—No tengo porque darte explicaciones —declaró con el corazón acelerado, lo tenía justo frente a ella y la hacía sentir pequeña al tener que mirar hacia arriba.
Él acarició su cabello y sonrió, pero lejos de ser cordial, parecía una amenaza.
—¿Desde cuándo?
—¿Para qué quieres saber?
Tragó saliva, sus piernas temblaban, pero no podía asegurar si era por miedo, o por otra cosa.
Él acercó sus labios a los de ella, pero sin tocarlos por completo y musitó un leve—: Rose...
—Tengo algunos meses allí, capitán —confesó.
Gruñó, más pensativo que excitado. Rose pensó que no era conveniente que él pudiera controlarse tan bien. Ella levantó su mano para apoyarse en su pecho, pero de inmediato el capitán se alejó, no quería que ella se diera cuenta del chaleco. Rose elevó una ceja y lo vio apoyarse en la pared.
—¿Por qué te vestiste así?
Le miró las piernas por varios segundos.
—Puedo vestirme como quiera, pero dime ¿qué hacías tú allí? —Rose por fin, había caído en la cuenta de que él no era el único con incógnitas.
—Quise beber un poco, me recomendaron el bar —musitó con indiferencia.
—¿Y el arma para qué?
—Soy el inspector principal del departamento ¿por qué voy a salir sin mi arma?
Ambos se vieron con el ceño fruncido y un sinfín de desconfianza.
—Y dime ¿por qué Umi? —preguntó el capitán luego de un prolongado silencio.
—Umi es mi segundo nombre, tengo algunas razones personales para escogerlo.
Ella comenzó a retroceder hacia su habitación y él la observó sin detenerla. Al final ella se apoyó del marco de la puerta.
—¿Quieres terminar de hablar en el cuarto? —se atrevió a preguntar Rose.
El capitán deseó estamparla contra la pared y cogerla tan fuerte hasta que olvidara su nombre, y le dijera todos los secretos que guardaba. Pero no podía, debía controlar sus impulsos, regresar a la estación y aclarar ciertas cosas con su unidad.
—Hablaremos luego, descansa —murmuró regresando a la sala.
—Oye...
Él la ignoró, tomó su arma, su chaqueta y caminó hacia la salida.
—¡Oye!
Pero él no contestó y el último sonido fue el de la puerta principal cerrándose.
Las noches de actividades ilegales se han alargado, espero estén bien resguardados maleantes del bajo mundo.
Senpai
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