⸻Capítulo cinco - Deseos.
Las habitaciones estaban una al lado de la otra, y desde la primera noche el capitán y Rose determinaron que todo sería una tortura erótica por sus descontrolados pensamientos. Los días siguieron avanzando y en dos semanas habían establecido una rutina que desde ojos ajenos era demasiado cercana. Rose se encargaba de hacer el desayuno de ambos y preparaba el almuerzo del policía en un pequeño bento, envase que ella misma le había comprado a la semana siguiente de haberse mudado; él llevaba la cena cada noche siempre tratando de sorprenderla de manera culinaria, ambos se esforzaban por satisfacer al otro, rigiéndose por la ley invisible que dictamina que barriga llena es corazón contento.
Todo avanzaba con calma, desconfianza e interés. Las tareas de la casa comenzaron a ser formas divertidas de interactuar, el capitán comenzó a llegar más temprano a su hogar y todos en la unidad vieron como su expresión diaria de apatía se convertía en una leve sonrisa de recuerdos. Blackat, que sabía sus límites de irritación se tenía que esforzar más de la cuenta para hacerlo gritar de enojo, As pudo explotar en varias ocasiones sin represalias y Bo cometió bromas estúpidas sin ser regañado. El novato y Japón eran los menos contentos con la actitud de su capitán porque debían soportar a los tres incorregibles de sus colegas, pero al mismo tiempo sentían una leve llama de alegría porque quizás, y solo quizás, su jefe estaba siendo feliz fuera de aquella ambigua estación, y nadie sabía más que la unidad 12 que bien merecido se lo tenía.
Rose comenzó a comprobar si no era vigilada dentro y fuera de casa, se aseguró de no ser seguida por ninguna sombra y buscó un tranquilo trabajo de jueves a sábado en un bar concurrido de la zona como cantante. No informó de su empleo y tampoco daba explicaciones de porque llegaba tarde durante el fin de semana, pero en casa nadie notaba la diferencia porque eran los días más fuertes para la policía en la metrópolis, y por consiguiente se trabajaba también hasta más tarde en la sede de Kasumigaseki.
Dos meses transcurrieron, y cuando las brisas del otoño dejaban el rastro de que otro año se iría pronto, Rose ya tenía algún que otro fan que hacía más concurrido el bar. Las personas comentaban sobre una excelente cantante que a veces realizaba hermosos performances, pero que mayormente enamoraba con su guitarra vocalizando distintos éxitos de la historia. La bicolor llamaba la atención con su pequeño y esbelto cuerpo, sus melosos ojos color miel y aquel adorable tono con el que cantaba.
El bar que había perdido muchos clientes durante ese año, ahora era dirigido por un nuevo gerente que Rose conocía de más, un alto teñido que adornaba su cuerpo con algunos tatuajes y varias perforaciones, haciéndose conocer solo por las siglas de su nombre: T.J. Era conocido por alterar las bragas de las colegialas que entraban con falsas identificaciones y coger con las universitarias más bonitas que todos deseaban. Su comportamiento nunca dejaba de ser sensual y llamativo, pero para sorpresa de todos los trabajadores y algunos clientes concurrentes, trataba con sumo respeto y delicadeza a la estrella en ascenso de sus fines de semanas.
Algunos creían que estaba enamorado, y se rumoreaba entre los empleados de una posible relación, pero no podían estar más equivocados, no cuando aquel gerente podía ser pisoteado por King. Los viernes, en la zona VIP del bar, se encontraba el cliente estrella y el jefe de aquella trata que los estaba jodiendo a todos.
Sin embargo, bajo su coartada de exitoso deportista, no era sospechoso para ningún tipo de delito. Solo se dejaba ver ese día, pretendiendo salir para relajarse un poco con la intención de supervisar sus planes y a sus propios subordinados, bajo el alias de King.
La relación entre Rose y el capitán cada día era más acogedora y apremiante, algunas tarde la pasaban tranquilos en el sofá degustando dulces y viendo programas televisivos que eran aburridos, pero que sin darse cuenta comenzaron a apreciar por la única razón de que estaban uno al lado del otro. Una noche el jefe decidió darle el pequeño tour que había prometido, sin saber que Rose ya estaba familiarizada con cada callejuela y tienda del área; sin embargo, no todo era color rosa, pues ambos eran vigilados por colegas de ella e informantes de Blackat, sin ser conscientes. Y quizás si lo hubieran sabido no les hubiera importado en lo más mínimo, porque en lo profundo la emoción de hacer lo incorrecto los excitaba.
Los días siguieron avanzando con su respectivo afán y los avances de la unidad 12 en el caso Blue discordia daban sus frutos, pero estaban en una nueva disyuntiva gracias a que comenzó a aparecer un nuevo modelo de la droga —menos concentrada— que no causaba una sobredosis inmediata, pero sí una necesidad de muerte por obtenerla. Venía en forma de una pequeña goma de mascar para disminuir su efecto, siendo el camuflaje perfecto para el uso en las instituciones escolares y en fiestas adolescentes.
Según informantes de Blackat, el estupefaciente se obtenía durante las noches más concurridas en el bar "tentation", lo que los llevó a la necesidad de comenzar una operación en cubierto para descubrir quién era el responsable principal que agilizaba las ventas, y arrestar por fin a toda la organización narcotraficante. Una semana y media les tomó obtener un puesto de trabajo como favor obligado que les hizo el conejillo que tenían infiltrado en el bar, cosa que supuestamente desconocían en la localidad.
Era el momento de ver a Bo en acción como un atractivo y carismático bartender y camarero, a pesar de ser tan voluble, todo el departamento confiaba en sus dotes de actuación y su sentido de justicia.
King, su enemigo invisible —nuevo dueño anónimo del lugar— advirtió la llegada del nuevo empleado, y cómo su desempeño destacaba del resto, durante su imprevista visita del martes que tomó por sorpresa hasta al gerente; una corazonada lo hizo rechazar que Bo lo atendiera, pero con gestos delicados dio la orden de mantenerlo vigilado, en ese momento el resto de su tropa supo que se acercaba la tormenta.
Los primeros cuatro días de la operación transcurrieron sin ningún imprevisto, Bo, bajo el seudónimo de Búho, estaba cumpliendo con un excelente trabajo que no tardó en felicitar el gerente para hacerlo sentir aceptado. Toda la unidad se preparó con esmero para ese primer viernes que atraía a un montón de clientes sin ellos aún saber porqué. El novato estableció su cuarto de operaciones en un pequeño local que estaba en un edificio frente al callejón del bar, la noche anterior Japón y As habían asistido al lugar como clientes y se encargaron de colocar micrófonos y algunas cámaras en lugares especiales, Bo se arriesgó a colocar una pequeña cámara en el camerino de la estrella sin saber quién era, pero de quién sospechaban gracias a su pequeña fama.
La noche del jueves, previa al climax de la misión, el capitán había dejado a los demás a cargo de los preparativos faltantes y regresó a casa en su moto personal, que usaba muy pocas veces. Rose se mantenía en el baño a la espera de que su compañero llegara, tenía un plan infalible, necesitaba alterarlo, quería un acto más cercano que el de compañeros de piso, y al estar tan lejos del hombre que ella determinaba como su juguete, necesitaba poner manos a la obra.
El capitán y la necesidad de satisfacción la estaban embriagando.
Toda la vida habían señalado a Robbins Rose como la chica buena, el ejemplo a seguir, la fémina que toda señora quería como nuera, la mujer ideal para las familias conservadoras. Fue la estudiante perfecta, la compañera perfecta, la hija perfecta, todo bajo la careta de muñeca más falsa que conocía. Nunca imaginó lo bien que se sentiría al desobedecer, al jugar con las personas, al causar caos, hasta que conoció a King, el que alimentaba sus pensamientos, el diablillo de su hombro izquierdo. En el fondo ella no quería ser así, pero lo necesitaba para sentirse viva.
Cada día que estaba alejada de King sentía que sus propios sueños eran más fuertes que sus deseos de maldad y venganza, o eso quería creer.
Cuando Rose escuchó la cerradura de la puerta principal abrirse, contó hasta 10 para cerrar la regadera, enredó una corta toalla en su cuerpo y salió con gotas sugerentes recorriendo distintas zonas de su piel que pedían a gritos ser secadas. Cinco pasos en el pasillo bastaron para encontrarse con el capitán aflojando su corbata de forma sensual, con la correa desentendida y la camisa fuera de su pantalón.
Ambos se detuvieron el uno frente al otro, detallándose lo más rápido posible y dejando que sus pensamientos dominaran la situación.
El sonrojo en ella fue inevitable, y mientras bajaba la mirada haciendo el papel de sumisa, el capitán mordía su labio inferior buscando un estúpido control que había perdido desde la primera vez que la vió. Rose tragó fuerte antes de hablar.
—Pensé que hoy llegarías tarde —susurró demasiado excitada con que su plan estaba yendo al pie de la letra.
—Yo siempre llego en el momento correcto —declaró con una voz más ronca de lo normal, lo que provocó que Rose se erizara de pies a cabeza y gimiera de forma involuntaria.
El sonido que ella profirió sin querer, calentó el ambiente lo suficiente como para que ciertas zonas del jefe se despertaran. El dio un tentativo paso hacia ella y terminó de deshacer el nudo de su corbata con lentitud.
—¿Necesitas ayuda para llegar a tu habitación?
Ella suspiró.
—Quizás.
—No me gustan las respuestas dubitativas, el quizás no existe —declaró el capitán con la punta de su corbata tocando el piso.
—Entonces sí, necesito toda la ayuda posible —dijo antes de dejar caer la toalla al piso y acercarse con expresión tímida pero con ojos refulgentes.
El pelinegro al instante sonrió con deseo, sintió su libido alterarse de manera atroz y ante la sugestiva expresión él no dudó en avanzar en ese capricho que estaba guardando desde hace tantas noches. Sus fuertes manos se afianzaron en la cadera femenina y la levantó con fuerza a lo que ella rodeo su cuerpo con sus exuberantes piernas.
El contacto final, que dificultaba la tela del pantalón, fue lo suficientemente satisfactorio para que él avanzara a su propia habitación.
Ambos se miraban con todo el deseo plasmado, cuando Rose lamió sus labios incitándolo, él gruñó afirmando que el tono más sexy de la humanidad era escucharlo deseoso. El moreno ni se preocupó en cerrar la puerta y la dejó caer con suavidad en sus acolchadas sábanas.
—No prometo ser gentil —aseveró.
—No quiero que lo seas.
Esa declaración fue suficiente para que el pelinegro decidiera tomar por completo las riendas de la situación.
Ninguno sabía con exactitud que 24 horas después ocurriría el primer contacto entre ellos durante su tiempo de trabajo, y algunas cosas se pondrían tempestuosas.
¿Qué opinan sobre el capitán?
Senpai
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