⸻Capítulo catorce - Muerte.

En la zona oeste de Tokyo, a las 11:20 p. m se reportó la muerte de un adolescente por sobredosis en una fiesta que se realizó para celebrar el cumpleaños de una estudiante popular de la preparatoria Shinzen. El comunicado le llegó de inmediato al departamento y el único en la oficina era Blackat; cuando los policías de turno le hicieron el comentario de que tenían sospechas de que la droga era blue discordia y algo no cuadraba en la escena, tomó su chaqueta y abandonó el recinto a toda velocidad, deseando unas extensas vacaciones.

La llamada al capitán le entró 10 minutos después, se encontraba en la morada de su ex-jefe, teniendo una conversación no muy amigable por ciertas confesiones.

—Me tengo que ir —le avisó al alto teñido, que aún con los años no dejaba de usar su cabello medianamente largo sostenido por una cinta elástica.

—He pagado mis pecados por aquellas acciones, y ayudaré todo lo posible con el caso —musitó ignorando lo dicho por su antiguo subordinado, para luego apagar la colilla del cigarrillo que era su víctima esa noche—, pero no me pidas interceder por ti con ellos, no sé qué tan oscuras están esas aguas y ya yo estoy retirado.

El capitán suspiró y tomó su casco del pequeño mesón central.

—Esto es una mierda —sentenció con ganas de golpear a su antiguo capitán—, le llamaré, así que espero mantenga su teléfono en el bolsillo.

Salió a pasos pesados y bajó el pórtico con rapidez, estaba furioso, pero tenía un caso que resolver y una víctima muy joven, eso sería un escándalo para los noticieros y extenso papeleo para la unidad. Pero nada importaba tanto como los padres de la víctima, que de seguro aún no sabían nada.

Aceleró por las iluminadas calles con un fuerte palpitar que lo inquietaba, tenía un hermano muy joven, tendría que ir a visitar a su familia pronto para hablar con él, esas fiestas de ahora no eran seguras bajo ningún término.

Blackat se acercó con curiosidad a la zona acordonada dónde se encontraba el cadáver, no sabía cuántos chiquillos se habían escaqueado de la escena, pero algunos estaban siendo arremetidos por la policía fuera de casa.

El reporte inicial decía que ninguno sabía que había sucedido, el chico se desplomó en medio de la sala y comenzó a vomitar, en un estado de shock que no le permitió respirar hasta ahogarse con sus propios fluidos; cuando alguien decidió acercarse para tomar su pulso, y quizás ayudar, ya era tarde.

Se colocó los guantes y se agachó cerca de la víctima, tenía mal olor, lo cual le intrigó. Desprendía esa fetidez de orine, y quizás heces, a su alrededor. Detalló su ropa, la mancha de humedad se encontraba bastante expuesta en su pantalón, sus ojos dieron con unas cintas pegadas a su brazo, y eso incrementó su pulso.

Tomó la mano del chico y la elevó no queriendo ver lo que ya sabía, en su brazo izquierdo se encontraban unas seis cintas azules fosforescentes. La última actualización informativa de blue discordia indicaba que esa era la nueva dosis mínima que estaba siendo distribuida en las calles, pero tantas de ellas en tu cuerpo —sin importar el intervalo de cuándo fueron administradas— significaba un porcentaje demasiado alto en el sistema, era una muerte sin regreso, un boleto al paraíso.

El detective resopló frustrado.

Mierda, mierda, mierda, mierda, solo esa palabra se encontraba su mente.

Pero algo peor llamó su atención, unos arañazos en los brazos y una marca violácea que comenzaba a aparecer en el rostro, justo en la quijada ¿un puñetazo tal vez? Se levantó airado, ¡ese chico fue asesinado! Lo sabía, fue obligado y le pegaron las pegatinas por diversión, morbo, lo que sea, pero ahora tendría que ir tras unos asesinos, tuvieran la edad que tuvieran, los atraparía y se encargaría de procesarlos.

Era un asco las humanidad ¿por qué hacer eso? No tenía ningún sentido, solo crueldad pura. Ese pequeño ya no regresará a casa, y ahora seguro está alguien esperándolo, pensando en él. Los atraparía y los mat...

Sus manos no se quedaban en un solo sitio, sentía una creciente necesidad de explotar, golpear algo, y cuando se giró para salir a interrogar a todo el que se le atravesara, el primero que inundó su campo de visión fue su compañero, su amigo; el Capitán estaba colocándose lo guantes en silencio, tan callado que Blackat no se había percatado de su presencia. Pero al instante que sus ojos conectaron, le analizó de pies a cabeza, el pelinegro sintió escalofríos.

—Kuroo —musitó muy bajo el Capitán, tratando de transmitir calma y llamar su atención.

El aludido suspiró entrecortado, su compañero estaba preocupado por él —tanto como para romper su regla mortal de no utilizar nombres—, algo muy impropio del inspector. Su expresión en ese momento debía ser frenética para provocar eso.

Apretó los ojos antes de volver a mirarlo.

—Capitán —respondió Blackat.

—¿Nada está bien, cierto? —preguntó Daichi sin esperar respuesta, por alguna razón parecía que Kuroo necesitaba un abrazo—. Nadie se puede retirar, todos irán a la comisaria, me encargaré de identificarlo e informarle a los padres —añadió tomándolo del brazo, podía ver en los ojos de Blackat lo que él mismo sentía: odio—, somos una unidad, nos apoyamos.

Blackat solo asintió y dejó al capitán observar la escena con nuevos ojos, mientras le indicaba a los policías que custodiaban la zona las nuevas órdenes.

Daichi observó a su alrededor de forma minuciosa, la casa era amplia, quizás unos tres pisos; la sala fue dónde se presentó el furor más grande de la fiesta, estaba repleta de vasos y colillas. El olor a sudor, alcohol y otras sustancias aún adornaba el aire. Se agachó hacia la víctima y detalló de cerca la herida de su rostro, evidencia suficiente de que se había intentado defender.

¿Dos, tres o cuatro personas? Quizás dos para sostenerlo, y el líder del grupo, el gracioso, el de la idea, ese se encargó de las pegatinas ¿Cuántos viendo? No más de tres, no podían arriesgarse a que alguien que no estuviera de acuerdo con la acción los viera y detuviera su jueguito.

El inspector principal detalló el alrededor y vio el rastro de un líquido transparente que se secaba en manchas circulares, ¿lo arrastraron? No. Se movió para ver mejor, eran la parte trasera de unos zapatos, ¿las huellas de la víctima? Estas salían de una habitación a su espalda ¿el lugar de inicio? Seguramente. El capitán avanzó hasta la puerta mientras algunos peritos esperaban órdenes a su espalda.

—Acordonen esta habitación, busquen huellas dactilares, fluidos, cabello, lo que sea para identificar a las personas que entraron acá esta noche —módulo con un tono de voz lejano, inmerso en sus pensamientos.

Se acercó de nuevo al cadáver y le fue entregada la cartera de la víctima con sus documentos, más un celular.

Chiriku Oda, cerca de cumplir 17 años, estudiante de Fukurodani.

¿Qué hacía un estudiante de otra preparatoria en una fiesta de Shinzen? Podría ni siquiera ser importante, si era un fiestero, se terminaría enterando por algún rumor, ¿o acaso conocía a la dueña de la fiesta? Eso tachaba al primer sospechoso en la lista.

El capitán se movilizaba a la puerta de salida cuando el celular de la víctima comenzó a sonar por una llamada entrante, "padre" citaba la pantalla. El capitán suspiró, y se detuvo en el porche antes de contestar.

Las luces de coche de policía chocaban en su rostro dejando ver en tono rojo la ira, y en tono azul la tristeza.

—Hijo ¿regresarás muy tarde de dónde Akira-kun? —preguntó el padre antes de que el inspector pudiera pronunciar palabra—. Oda, recuerda que mamá se está quedando en Akibahara y no regresará hasta mañana, así que debes hacerte el bento para el club, además, dejaste tu raqueta en el pasillo, te he dicho que...

—Soy el inspector principal de la unidad 12 en Kasumigaseki...

El silencio fue abrupto en la llamada.

—¿Qué? ¿Dónde está Oda? ¿Qué pasó con mi hijo?

Daichi se tocó la frente buscando la mejor forma de dar la noticia.

—¿Sabía usted que su hijo asistiría a una fiesta hoy?

El ruido de algo cayéndose se escuchó a través del audífono.

—¿Fiesta? Mi hijo nunca ha ido a una fiesta, esta noche estaría donde Akira-kun dándole clases para los exámenes finales, es su única clienta, trabaja dando asesorías.

—¿Dónde se encuentra usted?

El capitán nunca se acostumbraría a esta parte de ser oficial.

—Déjese de estupideces, dígame qué ocurre con mi hijo ¡¿dónde está Oda?!

—Necesito que se aproxime a la comisaria de Kasumigaseki, su hijo, fue encontrado muerto...

El silencio fue atroz, pero lo peor fue escuchar como aquel grito desgarrador crecía desde lo profundo del pecho paterno y hacía retumbar sus propias entrañas.

—¡Mi hijo!

Y el llanto, el llanto siempre tenía el poder de romperte el alma.

Para un padre, el dolor de perder un hijo no se compara con nada.

Una hora y media más tarde las puertas del departamento fueron abiertas con fuerza, ya tenían un caos hecho por los representantes que llegaron antes a defender a sus respectivos hijos, más de 15 jóvenes eran detenidos por sospecha. Toda la unidad ya estaba presente y al tanto de lo ocurrido, sin embargo, ver al padre entrar con cara de desesperación los tomó con la guardia baja.

Agarró al primer oficial que vio, siendo este Bo —quién no tarda nada en crear vínculos emocionales con las víctimas— y le gritó en la cara.

—¿Dónde está Oda? ¿Dónde está mi hijo?

Bo buscó ayuda en el Capitán con la mirada, el bullicio se había convertido en un silencio desgarrador al ver el desastre que era el padre de la víctima. Blackat se acercó y ayudó a Bo a dirigirle hasta la planta de la morgue donde estaba siendo examinado su hijo, para que fuera identificado.

En eso regresaba As con los resultados de algunos ADN encontrados en la habitación, Japón en menos de una hora había hecho que todos los sospechosos le dieran una muestra de su ADN, al fin y al cabo eran críos que no sabían nada. La envoltura de una galleta, la lata de un refresco, el lapicero para escribir su nombre, una servilleta para limpiarse la boca, un trapo para limpiar las lágrimas, los trucos más simple e infalibles para recolectar el ADN de todos los presentes.

Tenían sus cinco sospechosos en una carpeta lila; As y Novato se encerraron con el Capitán en la oficina mientras Japón imponía el orden afuera.

—¿Qué tenemos?

—Akira Nori, dueña de la casa, Ichui Sato, novio de Akira, Geto Lin y Yami Misami mejores amigos de Ichui, más Nara Mai mejor amiga de Akira, todos sus ADN fueron encontrados en la habitación donde se cree ocurrió el suceso, y coinciden con las identificadas en las prendas de la víctima —informó As de los resultados.

—Los cinco negaron haber tenido contacto con Oda durante la fiesta, estuve detrás de la pantalla en todas las interrogaciones —añadió el Novato.

—Entonces ya sabemos quiénes son los culpables de todo, As, informa a Japón de que deje ir a los demás y mande a los sospechosos de nuevo a la sala de interrogación. Novato dile a Blackat que suba, nos toca a nosotros ahora.

El capitán y Blackat tenían una buena química para interrogar, cualquiera que los viera diría que les gusta jugar al policía bueno, en este caso el capitán, y el policía malo, en este caso Blackat, pero la realidad era otra, ambos jugaban a quién era el más malo. El jefe constantemente aparentaba perder los estribos y golpeaba la mesa o la pared para parecer un policía con problemas de ira, y Blakcat solía importunar al sospechoso con sus palabrerías mientras se burlaba del capitán haciendo creer que lo hacía enojar a propósito para que este lo pagara con el sospechoso. Y el actual caso no sería una excepción.

El truco fue juntarlos a todos en la sala, Daichi estaba seguro que se matarían entre ellos antes de que se esforzaran por hacerlos hablar.

—Ya estoy aquí cariño —entró Blackat sonriente— ¿estos son los graciosillos?

—No me digas cariño frente a ellos, Blackat —le amenazó el capitán.

—No llevas ni un minuto acá y ya estás gruñón, ¿quién te cae mal que te hace ser así, ca-ri-ño?

El capitán golpeo la mesa tan fuerte que los cinco estudiantes se levantaron asustados. Blackat comenzó a reír.

—Discúlpenlo, es que ha tenido un mal día, aunque no tanto como Oda ¿no? —comenzó a reír, pero con un deje de ira.

—No sea imbécil, teniente —el capitán suspiró viendo directo a los ojos de Ichui Sato—, creo que fue él, ¿eres el líder, cierto? ¿Creías que sería divertido? ¿Por qué? ¿Tenías miedo de que Oda te quitara a tu novia? Porque ahora que lo pienso, y te veo, él era más guapo.

Blackat soltó una carcajada.

—Es cierto, aún acostado en esa mesa, pálido, y siendo abierto por los forenses —dijo viendo a los chicos con maldad—, es mucho más guapo que ustedes, ¿y saben que otra cosa también tiene a favor? Que no irá a la cárcel.

Unos pequeños ruidos de desagrado eran generados por las chicas.

—¿Quieren saber lo que les pasará en la cárcel? —preguntó el capitán en general.

—No les digas sobre como abusarán de ellos, capi —añadió Blackat juguetón recostándose en la pared—, tampoco quiero que tengan miedo de que se volverán el saco de boxeo de algún matón de verdad, o que serán las perras de alguien.

El calor era casi insoportable en la sala. Solían apagar el aire acondicionado cuando quería llevar a algún sospechoso hasta lo último. El calor altera a la gente, les hace mostrar sus verdaderas pieles.

—Solo les iba a decir que seguro no podrán comer del asco, y que pasarán toda su mejor etapa de vida encerrados en cuatro paredes y compartiendo el baño con gente que nunca dejará de verlos.

—¡Fue él! —gritó Nara al instante señalando al novio de su mejor amiga—. Les dije que lo dejaran en paz, pero siguieron insistiéndole a Oda para que se pegara otra pegatina.

Blackat y el capitán se vieron a los ojos victoriosos.

—¡Cállate maldita perra! —gritó Ichui.

Casi se les escapa una risa a los detectives.

—Lin y Misami lo sostuvieron mientras Ichui le pegaba una pegatina tras otra —confesaba llorando histérica, mandando todo a la mierda—. ¡Y TÚ AKIRA TE REÍAS DE ÉL!

—¡Cállate! —gritó la acusada tapándose los oídos.

—Nosotros no sabíamos que eso lo mataría —comentó Misami sin saber que con esa declaración estaba aceptando la culpa.

—Es culpa de ustedes dos —dijo Ichui lleno de ira señalando a Nara y Akira—, les dije que no lo invitaran, ni siquiera es de nuestra preparatoria, y ustedes perras estúpidas quisieron aparentar ser buenas, sabían que le harían bullying toda la noche y aun así le dijeron que viniera.

—¡No, tú fuiste quién lo mató! —comenzaron a acusarse entre todos.

Los gritos, el llanto y la desesperación se convirtieron en los protagonistas.

Fuera, sin parar de llorar, el padre de Oda se encontraba entre el fiscal recién llegado a la comisaría y un Bo que se esforzaba por no romperse, habían escuchado todo el interrogatorio. El capitán y Blackat salieron cabizbajos, no se sentían orgullosos de su forma de actuar, pero se lo merecían. Además, no esperaban que el padre de Oda estuviera afuera de la cabina.

—Me disculpo por mis palabras—pronunció Blackat apenas se acercó al padre de la víctima.

—Quiero que paguen —declaró el señor. Las arrugas le surcaban el rostro por la irá, y sus manos temblaban, una de ella apretaba un teléfono con la pantalla astillada.

El pasillo estaba en silencio, las paredes color marfil solo producían la necesidad de escapar de allí y el amortiguado murmullo de la cabina por el llanto de los críos alteraba el pulso.

Sugawara tocó el vidrio por unos segundos.

—La fiscalía irá contra los 5, asesinato en segundo grado, sin tratos, y en primer grado para Ichui Sato, estoy seguro que su intención era matarlo. Pediré el máximo de años, me aseguraré de que todos vayan a la cárcel —confesó asqueado de lo que había presenciado.

El capitán se apoyó de la pared, era un puto asco ese día, pero nada más nefasto que Blue Discordia, estaba decido a atraparlos, no quería enfrentar más casos de muertes por la desgraciada droga.





Noche de actividades ilegales. Acá un capítulo grotesco.


Senpai

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