Epílogo 🚬
Mis ojos observaban a una Gen triste, golpeada, vistiendo una de mis camisetas holgadas y con su cabello rubio húmedo por haberse bañado. Lo había grabado la misma noche en la que todo sucedió, solo que horas antes.
"—Hmm... Hola, soy Gen y si estás viendo esto... es porque me pasó algo tan terrible que hizo que tuvieras que ver este vídeo.
»Y lamento aquello, pero no quería irme sin despedirme como corresponde —una pequeña sonrisa se formó en sus labios—. Keira, no fue tu culpa. ¿Vale? No quiero que veas esto y estés triste pensando que sí lo fue.
Claro que lo fue, Gen.
»Y lo digo en serio, nada fue tu culpa. Nada malo de lo que me pasó a mí, ha sido producido por ti. Así que no te pongas mal, porque si lo haces, yo también lo haré. Y no quiero estar en el cielo pensando en cómo Keira, la chica que odia a todo el mundo, está por ahí, sintiéndose mal por mi. No, esa no eres tú.
»Así que tomarás todas tus fuerzas y seguirás adelante. Por mi, por ti y por Fran.
Él también necesita ayuda, no lo dejes solo.
Ay Gen...
»Tú, Keira, eres de las chicas más increíbles que conocí jamás. Eres amable, a tu manera —Gen soltó una risita—. Eres inteligente y talentosa pero principalmente, una maravillosa amiga. Y es por eso que te amo mucho. Sé que soy empalagosa con decirlo, pero a veces hay que serlo un poquito, sabes. Nunca sabemos cuándo será la última vez que podamos decirlo.
Era cierto, daría lo que fuera por decírselo una última vez.
»Así que, eres jodidamente perfecta. No estás rota, solo tienes grietas que sanarás con el tiempo y solo si así lo deseas. Porque sanarás, ¿vale? No importa cuánto tardes, tarda lo necesario, pero sana.
»Vas a sanar todas esas heridas que tienes y al verlas convertirse en cicatrices podrás decir "Lo hice, Gen" y yo podré tener una vida bonita en el cielo.
»Vas a superarlo —su voz se entrecortó—. Porque tú puedes contra todo...
Tragó saliva y sonrió.
»Si esto se envía bien, estarás viendo esto el día de tu cumpleaños. Así que... Feliz cumpleaños, Kira.
Sonreí al escuchar como ella lo pronunciaba.
»Kira, debo admitir que me encanta. Es bonito y va contigo. También escuché "adicta" y debo decir que... ¡La amé! Y espero que sigas compartiendo tu música. Me tomé el atrevimiento de compartirla con mis seguidoras y les hice prometer que te ayudarían en todo. Son geniales, puedes confiar en ellas. Por favor, Keira, sigue adelante y comparte tu música con el resto.
Llegarás muy lejos.
Gen se sorbó la nariz y agachó la cabeza unos instantes.
Al levantarla, volvió a hablar. Sus ojos estaban rojo y tragaba con dificultad.
»Es una mierda que no hayamos tenido más tiempo. Pero estoy agradecida de que hayas aparecido en mi vida. Mierda, Keira. No me hubiera molestado si llegabas antes, pero está bien, eso tampoco es tu culpa. Llegaste en el momento indicado.
»Tenía un padre que me abandonó, una madre que me maltrataba, un hermano en rehabilitación y un novio que creía que yo le debía todo... ¿Puedes creerlo? Tenía una vida de mierda y fuiste lo mejor que me pasó.
»Así que... —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—. Te prohíbo creer que tú me fallaste, no lo hiciste. Porque me había rendido hace mucho, solo que hoy pude admitirlo. Solo que hoy... siento que ya no doy más y tengo la fuerza de decirlo en voz alta.
»Así que la muerte, es mi salida. Es mi llamado de paz. La muerte será mi tranquilidad, porque estando viva, jamás la conseguiré. Estar muerta no es lo peor que me puede pasar, me han ocurrido cosas peores. Lo sabes. Así que, si muero, puedes estar segura que estaré en paz conmigo misma y con el resto de las personas.
Gen comenzó a sollozar, pero se trató de incorporar.
»Sé que no debería pedirte esto, pero si puedes, dale la noticia a mi hermano. Se llama Gabriel Smith, está en uno de los centros de rehabilitación de Shack. Dejé un vídeo para él, pero quisiera que se conozcan por lo menos.
Asentí, como si ella pudiera verme.
Pero ya no, hacía tiempo no lo hacía.
»Por cierto, mi nombre es Genevieve Smith. Si hubiéramos tenido más tiempo te habría contado que así se llamaba mi abuelita y que ella era maravillosa. Pero el tiempo es cruel y a nosotras nos jugó en contra.
»También te habría contado que mi color favorito es el rosa, aunque supongo que ya lo sabes porque todo lo que has comprado a juego es violeta y rosa —soltó una risita aunque algunas lágrimas se escalaban por sus mejillas—. Y que mi álbum favorito de Taylor Swift es "Red". Así que escúchalo y disfrútalo por mí.
Ella soltó un suspiro largo.
»Feliz cumpleaños, mi Keira. Te amaré siempre. Viviría y moriría por ti, porque lo vales todo. Y recuerda, no fue tu culpa. Jamás lo será y está bien. Estoy bien y estarás bien. Estaremos bien".
Tras aquello, ella arrojó un beso a la cámara y apagó la grabación.
Algunas lágrimas rebeldes se escaparon de mis ojos y solté un fuerte sollozo. Ya era la décima vez que veía su video en el día y seguía doliendo un infierno.
Solo había pasado una semana y su ausencia se sentía enorme. Cada segundo que pasaba sin ella me dolía más y más.
Por las noches me faltaba su cuerpo junto al mío y sus ronquidos.
Y por la mañana, me faltaba su comida, su alegría, su todo.
Me faltaba Gen.
Y mis ganas de seguir con vida.
—Hija —mi padre tocó con sus nudillos la ventana del coche, él ya había bajado y yo me estaba retrasando—. Es momento de ir.
Quería retrasar lo inevitable.
No me sentía lista para afrontar aquello.
Pero le había prometido a Gen que por lo menos lo intentaría.
Así que, sequé mis lágrimas, me sorbé la nariz y abrí la puerta del coche.
Al bajar, sentí ganas de vomitar.
Me tapé la boca con una mano y obligué a mi cuerpo controlarse.
Mi padre me tendió su mano, pero no la acepté. No necesitaba su lástima.
Al alzar la vista, observé a la familia Murphy. Vestían de negro, todos vestimos de negro.
Franchesco estaba más pálido de lo normal y sus ojos estaban sumamente rojos e hinchados. Igual que los míos.
Pero Ludovica se veía como si nada malo sucediera.
Supuse que no sabía lo de Caleb, pero el hecho de que ni siquiera le afectara que Gen ya no estuviera con nosotros me enfadaba aún más.
Seguí caminando hasta terminar adentrándome. Ni bien puse un pie allí, volvieron las ganas de vomitar.
Me mareé por unos instantes y me hubiera caído si no fuera porque Franchesco me tomó de la cintura para enderezarme.
Envió a su familia sentarse al fondo y me acompañó hasta los primeros bancos.
Solo estaba su madre sentada allí, sola y en primera fila.
Se notaba que había estado llorando, pero ni siquiera me importaba cómo estaba ella.
A mí me importaba Gen.
Y ya no estaba.
Mi mandíbula se tensó cuando sentí su fría mirada.
Franchesco me obligó a tomar asiento, así que le hice caso, para luego sentirlo a mi lado.
Estábamos en la iglesia, o mejor dicho, en la misa para despedir a Gen.
Solo estaba su madre, la familia Murphy, mi padre y yo.
Me sentí peor cuando observé mi alrededor y no había venido nadie más.
Ella se merecía una despedida. Una buena.
Tomé mi móvil y empecé un envivo con su cuenta de pastelería. También había dejado un vídeo para sus seguidoras y todo internet estaba llorando su pérdida. Así que supuse que, quienes no eran de Bhack, a lo mejor les gustaría despedirla aunque sea por una pantalla.
Y así fue, porque más de seis mil personas se unieron.
Sonreí con tristeza al leer rápidamente los mensajes que le dejaban.
Dejé mi móvil sobre la banca y enfoqué aquel cajón de madera. Junto a este, había una mesita y un cuadro con una fotografía suya.
Estaba sonriendo como solía hacer.
—Gracias a todos por venir —dijo su madre, mientras se ponía de pie y se sonaba la nariz—. Honestamente no creí que presenciería el entierro de mi hija. Así que no sé qué decir. Pero gracias por venir y ya se pueden retirar, no era necesario que vengan.
—Si era —dije firme—. Que usted no amase a su hija ni notara lo maravillosa que era no significa que el resto tampoco la amase o la notara.
Me fulminó con la mirada mientras fruncía el ceño.
—¿Vas a venir a darme clases de maternidad ahora? —masculló.
La mano de Franchesco acariciando mi espalda me hizo calmarme, me estaba advirtiendo que no era el momento para armar un escándalo o enfrentarme con alguien.
Respiré hondo reiteradas veces hasta conseguir regular mi respiración.
—Quédense si quieren, pero no hay nada que hacer —dijo la madre de Gen—. Señores, por favor, ya pueden llevar el cajón al entierro. Y rápido.
Me puse de pie rápidamente y me arrojé al cajón, sosteniéndolo con fuerza. Abrazándolo como si ella fuese quien estaba sobre mis brazos.
Las lágrimas volvieron a salir como cascadas y los sollozos no me dejaban respirar.
—¡Gen! —grité—. ¡No pueden quitarmela!
Las manos de mi padre me obligaron a separarme de Gen, tironeándome con fuerza para alejarme.
—¡Suéltame! —exclamé—. ¡Ella es mi mejor amiga! ¡Ella es mi todo!
Hundí mi rostro en su pecho mientras él intentaba rodearme con sus brazos en un abrazo.
—Era —puntualizó una voz femenina detrás de mí.
Me separé de mi padre al instante.
—¿Qué mierda has dicho? —mascullé en dirección a Ludovica.
Ella sonrió cínica, mientras cruzaba de brazos.
—Era tu amiga. Era. En pasado.
Por instinto mis manos se colocaron en un puño, quería propinarle unos cuántos. Quería hacerle daño.
Quería lastimarla y provocarle el mismo dolor que yo estaba sintiendo.
Pero sabía que agrediéndola físicamente no lo iba a lograr, así que caí bajo.
Caí a lo más bajo que podría haber caído.
—Será mejor que no hables así de Caleb. Porque lo estarías dando por muerto sin estarlo —escupí con odio, mientras salía a toda prisa de aquella iglesia.
Todos se quedaron inmóviles, sorprendidos por mi respuesta. No necesité voltear para saberlo.
El hecho de que de hayan quedado en silencio me bastaba para entender que mi comentario los había tomado desprevenidos.
Caminé hasta el cementerio y me quedé a unos metros de la madre de Gen. Estaban bajando su cajón.
Iban a enterrarla.
Cuando terminaron de bajar su cajón, arrojé mi cadenita de oro. Aquella que había encontrado dentro de mi sillón violeta. Y gracias a los hombres que trabajan allí, mi collar fue tapado con tierra, al igual que Gen.
Pasé mis manos por sobre mi rostro. Las ganas de llorar no paraban.
Escuché unos pasos detrás de mí y supe al instante sobre quién se trataba.
—Eso no estuvo bien —dijo Franchesco.
—Lo sé.
—No debiste decírselo.
—También lo sé —sollocé.
Sentir la palma de su mano en mi espalda era el único toque que mi cuerpo permitía últimamente.
Era lo único que me tranquilizaba.
—Está bien, estaremos bien —dijo él con la voz entrecortada.
Ambos sabíamos que nada estaba bien y que no lo estaríamos en mucho tiempo, pero en ese momento, también sabíamos que mentirnos era la única manera de no asfixiarnos en malos pensamientos.
—Voy a extrañarte —confesó mientras seguía acariciando mi espalda.
Tragué grueso, aún no hablamos sobre eso. Aún no había tenido el valor de decirle en persona sobre mi mudanza.
Y sobre mi manera de intentar seguir adelante.
—Te mataría si no lo hicieras —dije, tratando de livianar la situación.
Pero tras decirlo, supe que no era momento para hablar sobre muertes.
—Así que... ¿Shack?
Asentí, mirándolo a sus ojos azules.
—Gracias a Gen y sus fans mi canción llegó a oídos de una productora musical. Me ofrecieron un contrato —conté con tristeza.
Franchesco sonrió triste.
—¿Cuándo te irás?
—Hoy en la noche.
—¿No pensabas despedirte?
—No —admití—. Odio las despedidas, nunca tuve una.
Franchesco me acomodó un mechón detrás de la oreja y dejó su mano sobre mi rostro.
—Lo harás bien —aseguró—. Lo harás bien, Kira.
Una lágrima se escapó por mi mejilla y él la secó con su pulgar.
—Necesito que sanes —dijo en un susurro, mientras apoyaba su frente en la mía—. Necesito que sigas adelante, necesito que estés bien, que mejores, que te quieras, te necesito. Pero más te necesitas tú.
Sollocé mientras ladeaba mi cabeza lentamente.
—Fran...
—Lo sé.
Suspiré.
—Y yo también.
Lo miré fijamente a los ojos y el mundo se me vino abajo cuando no encontré brillo en estos.
—También necesito que sanes —dije entre lágrimas—. Te necesito, Fran —lloré.
—No, yo soy el que te necesita —dijo firme—. Estaremos bien, Kira. Solo... necesitamos tiempo.
Asentí aún con las lágrimas escurriéndose por mis mejillas.
—Mentí —soltó de repente, mientras me tomaba del rostro.
No entendía qué quería decir, iba a preguntarle, pero una fuerte llovizna nos hizo quedarnos en silencio.
—Mentí cuando dije que no te esperaría para siempre —gritó para que lo escuchara por sobre la lluvia—. ¡Te esperaré el tiempo que sea necesario!
—¡No! ¡Debes seguir con tu vida!
—¡No quiero seguirla si tú no estás en ella! —volvió a gritar. Y tras aquello, juntó sus labios con los míos.
No era un beso lleno de deseo, era uno triste, era uno de despedida y ambos lo sabíamos.
Al separarnos, estábamos tan mojados por la lluvia que ya no nos importaba nada.
—Demuéstrale al mundo lo adictiva que eres.
Pasé mis manos por sobre sus mejillas, sonriéndole con tristeza.
—Tú igual —con mi pulgar lo acaricié—. Volveré.
Él asintió y solté su rostro.
Al mirar hacía Gen, ella ya se había convertido en una lápida.
Me encontraba a unos cuantos metros pero alcancé a leer lo que tenía escrito.
"Geneviene Smith.
Porque no quiero vivir si no seré feliz.
Estaré bien, estaremos bien.
11/03/2003 - 12/09/2021".
—Por ti —le dije—. Y por mí. Intentaré estar bien. Y espero que tú también lo estés, Gen.
La lluvia dejó de caer y al mirar hacía atrás, Franchesco seguía allí.
De pie.
Esperándome.
Ya nos habíamos despedido, pero ninguno quería soltar al otro. Y aún sin decirlo con palabras, sabíamos cómo seguiría todo.
—Estaremos bien.
¿Nuevo epílogo? Pues sí.
Para quienes leyeron el primero que subí, i'm sorry. Pero ya entenderán porque lo reescribí.
Aún así, espero que les haya gustado. (A pesar de todo).
Y muchísimas gracias por leer, por apoyarme, por cada voto, comentario y mensaje que me han dejado. En serio, las amito 💜🚬
Espero de todo corazón que esta historia les haya gustado y que sigan con ganas de más.
Gracias infinitas.
Besitos problemáticos 🚬
PD: Estén atentas, no quiten la novela de sus bibliotecas porque pronto traeré noticias. ¡Y no quiero que se las pierdan!
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