Capítulo 25 🚬
—¿Lista para ir a clase? —cuestionó Gen mientras se resfregaba los ojos.
Arqueé una ceja.
—¿Cómo que a clase? —mascullé.
—Pues... hoy es lunes. ¿No? —dijo dudosa, tomando su móvil y apagando su alarma—. Definitivamente hoy es lunes.
—Joder, Gen. El fin de semana pasó demasiado rápido, no he dormido nada hoy —me quejé.
—Sí... A mi también se me pasó muy rápido y honestamente, no quiero ir —confesó, destapándose.
Fruncí el ceño tratando de averiguar por qué no quería ir, hasta que lo recordé.
Ludovica y su jodida sobre el herpes.
—¿Qué te pasó allí? —preguntó de golpe, acercándose para luego tomarme del mentón y mirar fijamente mi labio lastimado.
Joder.
—Sabía que Franchesco podía ser sexualmente activo, pero no creí que fuese tan brusco. ¿Estás de acuerdo con este labio partido? —cuestionó con mala cara.
Cerré los ojos con fuerza.
¿Cómo se supone que iba a explicarle lo sucedido?
—Gen... No fue... —balbuceé—. No fue Franchesco...
Ella soltó mi mentón con delicadeza y se sentó en el sillón verde, atenta a mis palabras.
Tragué saliva.
—Sabes que siempre soy o bueno, intento ser honesta contigo —dije y ella asintió—. Bien, anoche... anoche fui a lo de Franchesco. Me quedé allí hasta la madrugada, pero al venir, vi a mi padre subirse a una camioneta...
—No me digas que tú...
—Los seguí —solté sin anestesia alguna—. Pero no pasó nada porque los perdí de vista por lenta, el tema aquí es que, cuando me perdí, me encontré con una señora. Señora que resultó ser la abuela de Nicolás...
—Oh, no, no y no.
—No tenía móvil, ni sabía cómo volver. ¿Bien? Yo no quería... Yo no quería —por primera vez en la vida, mis ojos se humedecieron estando con alguien—. Él me ayudó a volver, pero cuando llegamos... Él... —sentí un nudo en la garganta que me hizo dejar de hablar, simplemente, no podía.
Por alguna razón me sentía muy mal.
Y no entendía por qué.
¿Solo era un beso, verdad?
Uno que no pedí.
Uno que no quise.
Uno al que no accedí.
Uno del cual salí lastimada.
¿No era un simple beso, verdad?
—Está bien, está bien —susurró Gen con dulzura mientras me abrazaba despacio—. No tienes que decírmelo.
Asentí como pude y sequé mis lágrimas con el puño de mi sudadera.
—Hoy será un día de mierda —mascullé, logrando que Gen soltara una risita.
—No cabe dudas —afirmó, alejándose de mi y yendo hacia la puerta—. Iré a hacer el desayuno, aún hay tiempo. Si me necesitas, sabes dónde estaré.
Asentí, con una sonrisa tímida.
Solté un suspiro al saber que estaba completamente sola en mi habitación y volví a apoyar mi cabeza al respaldo del sillón.
Mirando por la ventana, teniendo miedo de qué diría Franchesco o qué haría Ludovica.
Hasta que al mirar por la ventana de enfrente lo vi, usando solo unos bóxers azules y con el cabello mojado y despeinado.
Qué bien se ve.
Suspiré al analizarlo bien.
Se notaba que anteriormente había hecho bastante ejercicio, su abdomen marcado lo delataba, pero aún así, no era musculoso a exageración.
Me estaba dando la espalda, hasta que se volteó y nuestras miradas chocaron con demasiada intensidad. Me miró de mala gana y con el ceño fruncido.
No supe por qué hasta que tomó su móvil y a los segundos, me llegó una notificación. Tomé el mío, que estaba arrojado en el suelo y le di a su mensaje de voz.
"—¿Por qué te fuiste sin avisar? Me siento usado, Kavanagh. Eso no se hace".
Decía su nota de voz, me fue inevitable no sonreír tontamente.
"Lo siento, no fue mi intención". Escribí y le envié.
Aparentemente, mis disculpas no le bastaron. Porque cerró las cortinas de su ventana de golpe y no respondió mi mensaje.
Supuse que quería privacidad, así que no insistí.
—Keira, ¿vienes? —propuso Gen y asentí enseguida, aún tenía hambre.
Especialmente porque solo bebí un sorbo del chocolate caliente de la señora Nahiara.
Así que seguí a Gen hasta la cocina y le agradecí por el café y las tostadas con queso y frutas.
Me sorprendió la combinación, pero me encantó una vez que las comí.
Durante el desayuno Gen no dijo nada, lo cuál agradecí, pero a la vez me hacía sentir fatal su silencio. Ella no era alguien callada y no me gustaba que lo sea.
Una vez que terminamos de comer, nos dirigimos al dormitorio y le presté de mi ropa. El pantalón le quedaba holgado, pero lo solucionó colocándose un cinturón.
Cuando creí que ya estábamos lista, Gen me llamó desde el baño, al ver la mesada noté que había un peine, maquillaje y coletas para el cabello.
Arqueé una ceja sin entender qué necesitaba.
—Ven —pidió—. Podrán tratarnos como mierda... —masculló, tomando base de maquillaje y untando una esponja en el, para luego levantarme el mentón y mirar mi cuello con tristeza—. Podrán humillarnos, golpearnos y hacernos sentir que nos los merecemos. Pero adivina, ¿qué? —sus ojos ya estaban cristalizados—. Jamás le daremos el poder de saber cómo nos afectan.
Comenzó a pasar aquella esponja con suavidad por mi cuello y gracias al espejo que teníamos enfrente, noté las marcas de mi cuello. No eran lindas, para nada.
—Te quiero mucho —susurré con la voz entrecortada.
—Yo te quiero más —dijo suave, mientras terminaba de maquillar mi cuello—. Trataré de colocar tu cabello de manera en que tu cuello no se vea mucho y creo que con un poco de labial, no se notará tu labio lastimado.
Le sonreí, agradecida y acepté su ayuda.
No era momento de ponerme encontra de ella.
—Lamento haber estado dormida mientras tú pasabas un mal momento —murmuró con angustia.
—No es tu culpa —le aseguré, mientras veía como me colocaba labial.
—Ni tuya —dio por finalizado el maquillaje cerrando el labia y colocó mi cabello a su gusto—. Ya estás bien. Estaremos bien.
Asentí, tratando de brindarle tranquilidad también. Al salir del baño, tomamos nuestros bolsos y nos dirigimos a la salida. Allí cerré la puerta con llave y nos dispusimos a caminar hacia el instituto.
Honestamente, no tenía ganas de ir. Y Gen tampoco, pero no ir sería atrasar lo inevitable. Las miradas y los susurros mientras pasábamos, tarde o temprano sucedería.
Así que cuando nos adentramos a los pasillos, no me sorprendió aquellas miradas juzgonas y de desagrado.
Tomé a Gen de la mano y traté de reunir fuerzas por las dos, comenzando a avanzar.
—Bien, tú eres la que tiene herpes y yo soy una perra —dije nerviosa—. ¿Qué podría ser peor que eso?
—Créeme, con Ludovica una nunca sabe —en ese momento, el móvil de Gen y de varios más comenzó a sonar.
Y cuando comenzaron a ver las pantallas de sus teléfonos, supe que significaba aquello.
Oficialmente, me había convertido en la perra del instituto.
Gen guardó su móvil y me tendió una sonrisa nerviosa, aún así, se aferró a mi mano y seguimos caminando.
Lo que Ludovica diga o haga no debe afectarme. Pensé.
Ludovica solo es una estúpida con ganas de jodernos.
No debe tener efecto en nosotras.
Al llegar a mi casillero tuve que soltar la mano de Gen, lo abrí y dejé mi bolso metido allí.
—Tengo clase de debate, ¿estarás bien?
Asentí.
—¿Y tú?
—No sé —admitió—. Pero no es el fin del mundo.
Volví a asentir y ella se fue con calma, tratando de unir fuerza. Me quedé aferrada a mi casillero.
¿Y si me salteaba las clases? ¿Y si no volvía al instituto?
Mi móvil dentro de mi bolso comenzó a sonar demasiado, temerosa lo tomé, me estaban llegando demasiadas notificaciones.
"Ludovica: No terminé contigo". Leí, me lo había enviado minutos atrás junto a un enlace. Era una cuenta de Instagram y solo había un vídeo. Al reproducirlo, me asqueé al instante.
Allí estaba yo, pegada a los asquerosos labios de Nicolás.
Ni siquiera me atreví a leer los comentarios o el resto de mensajes que comenzaban a llegarme, lo único que leí fue la descripción del vídeo.
"Deslicen, Keira no solo anda con Nicolás, también se metió con el rarito de Murphy. Aparentemente las silenciosas son las más putas".
Al deslizar la imagen, sentí ganas de vomitar.
Era una fotografía mía con Franchesco en su dormitorio, yo sentada sobre él.
Arrojé el móvil al casillero y cerré de este con demasiada fuerza.
Iba a partirle la cara a Ludovica. Iba a hacerlo, en serio. Pero un pie me hizo tropezar y terminé en el suelo. Al levantar la vista, maldije por lo bajo.
Ludovica, Abby, Nicolás y Peter estaban parados enfrente de mi. Iba a ponerme de pie, pero un líquido helado hizo que agache mi cabeza.
No me había percatado que Ludovica llevaba un batido en la mano. Al levantar la cabeza, ni siquiera lo dudé, me avalancé sobre ella. Logrando que caiga al suelo de espaldas, me subí sobre ella y le di un puñetazo en el ojo derecho.
Y luego otro, y otro y otro.
Me sentía mal por cada golpe que daba, pero todo lo que estaba haciendo era imperdonable.
Me daba asco.
Y necesitaba descargarme, a pesar de saber que estaba mal lo que estaba haciendo y que las consecuencias que contraería serían graves.
Sentí arañazos, jalones de pelo, pellizcos y mordidas por su parte, pero no logró tumbarme.
Fui yo quién frenó la pelea, poniéndose de pie y dejándola con un ojo morado y una nariz sangrando.
—Si crees que es genial lo que haces, estás equivocada —escupí—, ¿ves cómo nadie te defendió? ¿ves por qué las personas que son una mierda nadie las quiere? Nadie te ayudará ni te salvará el pellejo. Solo se quedan a mirar —ojeé de mala gana a sus "amigos" quienes solo miraban todo a lo lejos—. Esparcir el rumor que Gen tiene herpes, capturar mientras intimido con tu hermano y grabar el momento en que fui acosada y usarlo a tu manera... ¿Arrojarme tu bebida? No, no te hace genial, te hace miserable.
Le dediqué una última mirada y me alejé de allí, estando a unos pocos pasos escuché como sus amigos intentaron ayudarla, pero esta los mandó a la mierda por no ayudarla antes.
Estaba caminando por el pasillo apresurada cuando una mano tomó mi muñeca y me jaló a un salón vacío.
—¿Qué demonios haces? —mascullé en dirección a Franchesco, mientras este cerraba la puerta y me apoyaba a esta con brusquedad.
—¡A ti que mierda te pasa! —me gritó—. ¡¿Te vas para irte a besar con el imbécil de Nicolás?! ¡¿Es en serio?! ¡¿Acaso no puedes controlar tus putas hormonas?!
Le propiné una bofetada.
Y él me miró extrañado, confundido y sorpresivo.
—Si no sabes el relato de ambas partes, no juzgues —ordené seria—. Creí que serías lo suficientemente listo para darte cuenta por ti solo. Pero me equivoqué, realmente me equivoqué contigo.
—Keira, yo...
—No —solté—. Y pensar que me sentía mal por besar a alguien que no eras tú. Pensar que... —ladeé la cabeza, decepcionada—. No puedo creer que hayas tenido las pelotas y la ignorancia de tragarte el cuento y venir a gritarme.
—Escucha, yo no quise...
—Vete a la mierda —mascullé dolida, mientras abría la puerta y lo dejaba solo en el salón.
Me dolía lo estaba haciendo, mucho.
Pero jamás se me habría ocurrido que él me gritaría por aquello. Había tenido miedo sobre su reacción, pero no esperaba aquella escena.
Que creería que había sido como Ludovica planteaba.
Una pequeña lágrima se escapó de mi mejilla y comencé a correr en dirección a la salida del instituto. Aún con el batido en mi cabello, con las ganas de llorar y con un enorme enojo. Solo podía pensar en Gen y en si estaría bien.
Y en Franchesco, y su manera de cagarla.
Porque realmente lo hizo.
Holaa ¿Cómo están?
Yo hoy estoy súper cansada... Pero bueno, aquí sigo...
¿Qué opinan de este capítulo? A mí me gustó mucho el momento de Gen y Keira en el baño. 💜
Besitos problemáticos 💜🚬 Las leo en comentarios.
PD: Perdonen las faltas ortográficas, pero hoy estoy cansada como para editarlo varias veces...
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