Capítulo 21 🚬
—¿Armas? —solté de golpe, poniéndome de pie—. ¿Cómo que armas en el garaje?
Gen ya había dejado de llorar y Franchesco seguía en silencio.
—¿De qué muchacho hablan? —cuestioné, aunque sabía perfectamente que ninguno de nosotros tenía la respuesta.
Bufé de mala gana y me senté en la orilla de la cama, tratando de pensar con claridad.
—Iré a hacer la cena —comentó Gen, con un tono de voz apagado—. Necesito despejarme.
—Está bien, si necesitas algo, avísame —le hice saber y ella salió de mi dormitorio a paso lento y desganado.
No me gustaba verla así, pero tampoco sabía cómo ayudarla para que se sintiera mejor.
—¿En qué piensas? —me preguntó Franchesco desde el suelo.
—En lo extraño que se está poniendo todo —murmuré, bajando de mi cama y sentándome en el suelo frente a él—. Primero mi padre y tío apuntándose. Segundo, las cosas de Caleb. Mi abuela aquí y ahora... Le apuntaron a Gen para conseguir información que ella claramente no tiene. Porque de hecho, no tenemos ni puta idea de lo que está pasando. ¡Ninguno de nosotros sabe una mierda!
Franchesco soltó un suspiro.
—Aún no he abierto...
—Ya. No hace falta que me expliques nada —lo interrumpí—. Tú lo dijiste, solo te traigo mierdas y pretendo que tengas las respuestas.
Sí... nuestra antigua discusión aún me atormentaba un poco. Iba a ponerme de pie, pero la mano de Franchesco jalando mi pierna me hizo quedarme quieta. Me terminó jalando y quedamos demasiado cerca para mi gusto.
Su rostro estaba a escasos centímetros del mío.
—Sabes perfectamente que me da miedo lo que me vaya a encontrar, de nada sirve negarlo o fingir que estoy bien respecto a mi pasado —murmuró serio—. Pero ya te he dicho que lamentaba haberte hablado así. Fui un idiota. Lo sé muy bien.
Ladeé la cabeza.
—No, tenías razón. Creía que lo de Caleb estaba enlazado con mi padre y... no lo sé, yo... Mi cabeza es un lío —admití de mala gana.
Franchesco me tomó del rostro con una de sus manos y me sonrió triste.
—Tengo ganas de folla...
—¡Oh, vamos! —exclamé alejándome de él—. ¿Tienes que volver todo así? ¿Es que solo piensas con la entrepierna?
Él soltó una risita.
—No veo lo divertido —me quejé.
—Sei sexy quando arrossisci —dijo, poniéndose de pie.
—Si vas a proponerme un revolcón, será mejor que no lo hagas en Italiano porque no entiendo una mierda —aseguré de mala gana. Volviendo a tomar el papel arrugado que me había tendido Franchesco. Arqueé una ceja al volverlo a leer.
—No te estaba...
—¿Y si buscamos las armas? —propuse eufórica—. ¿Y si mi padre realmente está lleno armas?
Franchesco me observó con el ceño fruncido, hasta que terminó aceptando.
Al salir de mi dormitorio, pasé por la cocina y le hice saber a Gen que estaríamos en el garaje. Aparentemente se había puesto a hacer lasaña y varias tartas.
Abrí la puerta del garaje con desesperación y miré mi alrededor.
—¿Dónde esconderías las armas? —cuestioné, tratando de pensar como mi padre.
Rebusqué entre los estantes y las cajas que había allí, también sobre alguna de las bolsas. Pero no encontraba nada.
Franchesco rebuscaba por el suelo y por debajo de los estantes, pero tampoco hallaba nada.
—Nada, no encontramos una mierda —mascullé, sentándome en uno de los sillones viejos de papá.
Era de terciopelo gris y entraban dos personas allí. Así que Franchesco se sentó a mi lado.
—La nota dice, robar las armas de Lucio —dijo pensativo—. Se supone que están aquí. Pero... ¿en qué lugar en especifico?
Solté un bufido cansada, mientras reposaba mi cabeza en el respaldo.
—¿No te parecen jodidamente familiares los sillones? —pregunté de la nada.
—He estado pensando en eso, pero no quería quedar como un loco.
Arqueé una ceja.
—Son de terciopelo, lo único que cambia es el color o el tamaño —comenté, poniéndome de pie y viéndolo con detenimiento—. Este es de mi padre. El violeta es mío desde que tengo memoria.
—El azul siempre ha estado en mi casa...
Lo miré seria.
—¿Y el verde...?
—El verde siempre fue de Caleb...
Tragué grueso y volví mi mirada al sillón gris.
Me agaché y arrimé a este y, sin pensarlo dos veces, quité los almohadones. Iba a romperlos si hacia falta.
Porque cuando una idea loca pasaba por mi mente, esta se quedaba hasta tocar fondo y averiguar lo que necesitaba saber.
Volví a ponerme de pie y comencé a buscar cualquier cosa puntiaguda que pudiese servirme. Franchesco estaba tan exaltado que también empezó a buscar sin que yo le dijera nada y gracias a él, dimos con unas tijeras.
Ladeé la cabeza, tratando de evitar los pensamientos razonables y clavé la tijera con fuerza sobre el asiento. Este se rajó, así que comencé a cortarlo todo.
Al alejarme, no podía creer lo que estaba viendo.
—Armas —soltó Franchesco—. Las jodidas armas están en los sillones.
—No sabemos si en todos —aseguré—. Pero es muy probable que sí.
—¿Qué haremos cuando tu padre vea todo el sillón roto?
—¡Mierda! —exclamé—. ¡¿Por qué demonios no pensaste en eso antes de dejarme apuñalar el sillón?!
—¡Todo pasó muy rápido! —se quejó él—. ¡No me dejaste ni reaccionar!
Me di unos golpecitos en la frente, tratando de calmarme y pensar.
Todo el sillón tenía armas, de distintos tipos, cargadores, balas. Y algún que otro explosivo.
—Hay que esconder las armas —dije, tratando de crear un buen plan—. Tiraremos el sillón al callejón y le diré a mi padre que lo tiré para hacer más espacio. Si no sabe que sé sobre las armas, estaremos bien.
—Esto ya se está poniendo feo —masculló, inclinándose sobre las armas y tomando una, para luego colocársela por detrás dentro del pantalón—. Si mi vida corre peligro estando contigo, más me vale estar armado.
—Más te vale no matar a nadie. ¿Oíste?
—¿Matar? Jamás. ¿Asustar a alguien? Discutible.
Tomé un bolso de lona que estaba cerca y comencé a guardar todas las armas, por suerte, no eran tan grandes. Franchesco tomó otro bolso y también comenzó a guardar todo.
—Esto parece tan irreal... —solté en un suspiro mientras cerraba la cremallera del bolso.
—Ni que lo digas, antes de ti solo salía de mi dormitorio para ir al baño. Y antes, estando con Caleb, solo me metía en líos. Aparentemente, no puedo tener amigos normales.
—Y no sabes estar solo.
—Eso dolió —hizo una mueca de burla, pero terminó poniéndose de pie y ayudándome a mi para levantarme.
—Hay que llevarlo al callejón, está al final de la calle —dije casi en tono de orden. Arrojé los bolsos por debajo de uno de los estantes y con Franchesco comenzamos a levantar el sillón.
—Esta mierda es muy pesada —masculló haciendo fuerza.
—Con las quejas no llegamos a nada —dije de mala gana, caminando y sosteniendo el sillón.
Fue una cuadra lenta, llena de insultos y haciendo fuerza que ni siquiera sabía que tenía.
Cuando llegamos al contenedor, fue caótico tener que levantar el sillón y subirlo allí, pero gracias a la fuerza de Franchesco, pudimos lograrlo. Y he de admitir que las venas sobresalientes de su cuello se veían...
Tragué saliva, no era momento de pensamientos extraños.
—Joder, creo que este fue el ejercicio más desgastante que he hecho —farfullé, tratando de no pensar en Franchesco y de regular mi respiración. Los dos estábamos sumamente agitados.
—Debemos volver, dejamos el garaje abierto —dijo él y rodeé los ojos en respuesta.
Por alguna razón, volvimos corriendo. Así que llegamos bastante rápido.
—¡Tontos! —chilló Gen parada en el medio de garaje—. ¿Dónde estaban? ¡Me asustaron!
Joder, entre tanto lío olvidé avisarle lo sucedido.
Terminamos de adentrarnos al garaje y cerramos las puertas.
—Lo siento, fuimos a tirar algo. No pasa nada —dije, tratando de calmarla.
Ella soltó un suspiro y se tranquilizó.
—Bien, ya está la cena... Y el postre. Espero que tengan hambre porque horneé un montón.
Miré rápidamente a Franchesco, sin saber qué hacer o qué decir.
¿Debía contarle a Gen sobre las armas? ¿Y si eso la alteraba más?
No quería que se sintiera mal.
Pero... ¿y si se enteraba por las malas y se enojaba?
Tragué grueso cuando vi a ambos adentrarse a la casa. Le eché una última mirada a los bolsos y los seguí intranquila.
¿Cuál era la probabilidad de que haya armas en cada uno de nuestros sillones?
O peor aún, ¿por qué habría armas en ellos?
H o l i s 💜
¿Cómo están? (Espero que bien).
Este capítulo está fuerte jejeje Pero me gustó. ¿Y a ustedes?
En fin, espero que les vaya gustando la novela... No se olviden que el apoyo de ustedes significa mucho para mí y que las adoro.
Besitos problemáticos 🚬
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