Capítulo 18 🚬
Al final, no sirvió de mucho haber ido a su casa, porque siendo honesta, no conseguí ni una respuesta.
Dejé que se tomara su tiempo en mentalizarse para cuando esté listo abrir aquella caja y cartas. Pero el hecho de yo no saber qué escondía Caleb, me atormentaba.
Porque... ¿y sí tenía algo que ver con mi padre?
¿Y si no?
No tenía idea de nada y aquello me ponía de malas. Así que al llegar a mi casa, me recosté junto a Gen y me quedé observando el techo.
—¿Está todo bien? —preguntó Gen, mientras se volteaba hacia mi.
—¿Por qué no lo estaría?
—No estabas, por un momento me asusté —susurró—. Con todo lo de tu padre...
—Entiendo, solo fui a... —por un momento iba a mentirle, pero recordé sus palabras cuando probé el taco—. Fui a hablar con Franchesco, necesitaba preguntarle algo.
—Oh, en ese caso... ¿Qué tan bien besa? —preguntó entre risitas.
—¡Gen! —me quejé—. Hablo en serio, no fui para hacer lo que tu mente cochina piensa.
—Te creo —aseguró—. Pero también creo en mis instintos...
—Ya duérmete —le ordené con una sonrisa en el rostro.
El hecho de haber discutido con él no me agradaba, pero no me sentía mal, de hecho, fue liberador llamarlo imbécil cuando sí lo estaba siendo.
Pero también recordar que se había disculpado...
Joder, Franchesco.
Ni siquiera podía enojarme con él, no sabiendo que yo solía ser peor cuando me ponía a la defensiva.
Sería hipócrita de mi parte juzgarlo por comportarse como idiota cuando no sabe qué hacer.
Solté un suspiro y me obligué a dormir. Lo necesitaba.
—¡Levántense, holgazanas! ¡Qué sea sábado no significa que deban dormir como morsas todo el día! —gritó una voz masculina.
Me tomó tiempo reconocer quién era y cuando lo hice...
—Me cago en tu puta madre —solté.
—Qué boca, veremos qué dice tu padre de tu vocabulario ordinario —masculló Manuel, mientras se retiraba de mi habitación.
¿Por qué mi tío debía quedarse?
¡Solo pasó un día y ya no lo aguanto!
—¿Por qué tanto griterío? —masculló Gen, mientras se sentaba en la cama.
No pude evitar reír ante ver todo su cabello despeinado y un poco de baba por debajo de su labio.
—Solo es mi tío, se cree con poder de decirnos qué hacer.
—Oh, bueno. Podrás con ello... Y yo creo que ya debería irme.
—¿Qué? ¡No! ¡No puedes dejarme aquí sola con él!
—Es que tampoco quiero hacer parecer que vivo aquí... —murmuró nerviosa.
Fruncí el ceño.
Era cierto que estaba pasando mucho tiempo en mi casa, pero sinceramente, me agradaba. Me hacía sentir menos sola y cocinaba rico.
No había nada que me molestara.
—Gen, ¿cuál es el verdadero problema? —cuestioné.
Le había dado en el clavo, ella suspiró y se levantó de la cama.
—No quiero que los vecinos crean que vivo aquí... Bueno, que Ludovica lo crea y esparza más rumores falsos.
Rodé los ojos, molesta.
—Que crea que vives aquí da igual, lo importante es que tú estés bien dónde sea que estés. ¿Vale? Si quieres irte está bien, pero mi casa... Mi casa es tuya también. Ven cuando lo necesites, no importa la hora.
No podía creer lo que estaba diciendo, pero sentía que debía decírselo. Sí ella lo necesitaba, mi casa era la suya también. Al igual que la cama, la comida, la ropa.
—Gracias, Keira. Pero debo volver, aunque sea para limpiar. Si no, es probable que mamá se enoje, ya que trabaja mucho y me pide que ordene antes de que ella llegue.
Asentí.
—¿Solo debes ir a limpiar?
Esta vez, ella asintió.
—Sí fuera por mí estaría siempre contigo, me siento bien cuando estamos juntas. Pero mi madre sigue siendo mi madre...
—Iré contigo —inquirí, poniéndome de pie—. Te ayudaré a limpiar, haré lo que sea. Pero no me dejes sola mientras está él —pedí.
—No creo que sea bueno que vayas, vivo en un barrio... No vivo en una casa bonita o una vecindad segura. ¿Sí? —notaba un poco de lamento en su rostro.
Así que me quedaba dejarle en claro que a mi no me importaba en donde viviese.
—Me da igual dónde vivas, no te juzgaré. Jamás lo haré —aseguré.
Gen sonrió triste y asintió.
—Eres demasiado persuasiva cuando quieres —masculló—. Vamos, ponte ropa cómoda porque queda lejos.
Inmediatamente busqué entre mi armario la ropa más cómoda y holgada posible, para luego dirigirme al baño y cambiarme rápidamente. Mientras dejaba que Gen se cambiase en mi cuarto.
Al volver, ella ya estaba vestida y para colmo, había tendido la cama y juntado algunas cosas del suelo.
—No es necesario que ordenes o limpies aquí, Gen.
—Lo sé, pero es mi manera de... agradecer.
—Bien, pero me baste con los brownies —aseguré, mientras la incentivaba a abandonar mi dormitorio.
Ambas cargábamos nuestras mochilas, aunque la mía estaba vacía porque quería llevar comida y refrescos. Así que, al llegar a la cocina prácticamente vacié mi refrigerador.
—¿Quieres un café o algo? —le ofrecí a Gen, pero esta se negó—. Bueno, igual llevo jugo y comida. Si ya estás lista, podemos irnos.
—¿Irse? ¿A dónde? —cuestionó mi tío.
Joder, qué pesado.
—Al parque, tendremos un día de picnic —mentí.
—¿Tienes tu rastreador? —inquirió—. ¿Dónde diablos está tu brazalete? ¿Te lo quitaste? Tú padre no estará feliz...
—Papá me lo quitó, me lo cambió por el rastreador en el móvil. ¿Ya? ¿Puedes dejarnos en paz? No te queda bien el lugar de mami.
¿Estaba siendo descortés apropósito? Sí, porque a lo mejor se cansaría de mi imprudencia y se iría más rápido.
Pero en cambio, me ignoró por completo y se marchó por el pasillo.
—Bueno, al menos se fue —murmuré, mientras guiaba a Gen para que saliéramos de la casa. Una vez que lo hicimos, ella habló.
—¿No te da miedo que cargue un arma? Es decir, tú le respondes mal... ¿Y si se enoja y quiere hacerte daño?
—Pues espero que ni siquiera me toque, porque si no deberá arreglárselas con papá. él podrá ser un patán, pero quiero creer que me defendería de cualquiera.
—Bien, pues espero que así sea —dijo Gen, nerviosa.
Dimos por concluida esa conversación y comenzamos a caminar en silencio, hasta que una voz nos hizo frenar.
—¡Chicas, yo también quiero ir donde sea que vayan! —exclamó Franchesco, mientras corría.
Gen me miró con mucho nerviosismo.
—Oh, mierda... —me paré recta esperando que Franchesco se termine de acercar a nosotras—. Si no te hemos invitado, es por algo.
—Prometo portarme bien, hasta traje galletas recién horneadas y chocolate caliente. Por favor, ya no aguanto a Ludovica.
—Fran... no es por ser malas, pero no vamos a ningún lugar bonito —comentó Gen—. En realidad iba a ir sola, pero Keira me convenció porque no quería quedarse en casa...
—Yo tampoco quiero —dijo Franchesco, mientras juntaba sus manos y nos suplicaba que lo dejemos venir—. Por favor, por favor, por favor...
—Ugh, bien. Pero entiende, iremos a mi casa. Queda lejos y no es un barrio lindo. Además de que iremos a limpiar.
—¡¿A limpiar?! —exclamó Franchesco.
Solté una risa.
—Esperemos que no le tengas miedo a la esponja —comenté, comenzando a caminar nuevamente.
—Dios, lo que hago por no estar en casa... —se quejó Franchesco.
—Lo que hacemos —le corregimos con Gen al unísono.
Cuando Gen dijo que su casa quedaba lejos... Mierda que tenía razón. Mis pies comenzaban a doler y mi estomago me pedía a gritos algo de comida. Y por lo visto, no era la única. Porque cuando Franchesco sacó de su mochila un recipiente con galletas y tres botellas térmicas con chocolate caliente, los tres comenzamos a devorar todo mientras caminábamos. No era muy cómodo, pero entre más rápido llegáramos, mejor.
—¿Yo nunca nunca? —propuso Gen, mientras bebía de su chocolate y al ver que asentimos en respuesta, prosiguió—. Yo nunca nunca... golpeé a alguien...
Bebí de mi chocolate caliente, tenía el vago recuerdo de haber golpeado a un chico de mis antiguos institutos. Pero no recordaba a quién, eso sí, lo había golpeado porque había sido muy grosero conmigo.
Arqueé una ceja al ver que Franchesco había bebido.
—En primer año estaba... mal. Junto a Caleb... nos metíamos en muchos problemas —contó.
—Pues yo nunca golpeé a nadie —comentó Gen.
—Yo... Yo me he peleado con varios chicos, pero no ha golpes literal. Puede que le haya escupido a uno... O que le haya tirado una silla a otro... Tenía compañeros muy mierda... —dije tensa.
Recordar mis viejos compañeros no era de mi agrado.
—Bueno, tomaré nota. No hagas enojar a Keira o toda su saliva chocara contra tu rostro —bromeó Franchesco.
—¿Alguna vez han querido matar a alguien? —preguntó Gen de la nada—. Es decir, no es como si lo fueran a hacer. Pero... ¿se les ha pasado el quisiera matarte?
—Sí —respondimos con Franchesco al unísono, y aquello nos dejó un poco helados.
—A mi me dieron ganas de matar a Ludovica, sin ofender Franchesco, pero tu hermana está siendo una basura —masculló Gen—. Gracias a ella no me paran de llegar mensajes desagradables y se empezó a crear más y más rumores. Ni siquiera sé cómo haré para volver al instituto y no ponerme a llorar delante de todos.
—Lamento mucho tu situación, Gen. Pero ella siempre ha sido así, si no estás de su lado, te hundirá. Le hizo lo mismo a Caleb, es por eso que no le hablo.
—¡¿Qué?! —exclamamos con Gen a la vez.
—Mierda. Hay muchas cosas que contarnos, creo. No lo sé, ¿es necesario que les cuente sobre Caleb? —inquirió Franchesco.
—Dado que hay cosas escondidas en la casa de Keira, yo creo que sí. Al menos ella merece saber dónde vive —le respondió Gen, quitándome las palabras de la boca.
Le agradecí internamente.
—Ludovica estaba enamorada de Caleb, ¿bien? Pero él... Nosotros nunca fuimos de estar con alguien en concreto. No nos interesaba, así que, cuando Caleb... —algo en Franchesco no estaba bien, lo supe porque su mandíbula estaba demasiado tensa—. Caleb se involucró con ella y... Aparentemente no le dejó en claro sus intenciones, así que...
—Le rompió el corazón —asimiló Gen—. Y tras aquello, desató la crueldad de ella. Ludovica había dicho que su primera vez había sido con un chico que no quería volver a recordar jamás... Pero no sabía que era con tu amigo, Fran.
—Sí, yo tampoco me alegro por eso —masculló pero tras cuestión de segundos, se fijó en mi—. ¿En qué piensas?
Ladeé la cabeza, estaba tratando de asimilar todo.
Sí... Caleb fue la primera vez de Ludovica y así mismo le rompió el corazón...
¿Qué sería lo peor que ella podría haber dicho de él?
¿Por qué aquello desataría su crueldad?
—¿Keira? —Franchesco se paró frente a mi—. Ni una palabra de esto. ¿Vale?
—¿Qué edad tenía Ludovica cuando se acostó con él? —cuestioné sin escrúpulos.
Supe que esa pregunta no había sido de su agrado, pero necesitaba respuestas para armar una teoría.
—Quince recién cumplidos. Caleb tenía dieciséis.
—¿Qué edad tienes tú? —cuestioné confundida, los cálculos mentales sobre las edades, no encajaban.
—Dieciocho —respondió, ahora él era el confundido—. Creí que ya lo sabías.
—¡¿Cómo voy a saber algo que no dijiste?! ¡¿Por qué demonios estás en el instituto aún?!
—Desaprobé el año pasado por asistencias, así que, este es mi último año, en teoría.
Joder...
¿Por qué yo no estaba enterada de aquello?
¡¿Es que quiere provocarme un infarto o qué?!
—Keira. ¿Por qué la curiosidad sobre las edades? —me preguntó Gen.
Ah, mierda. La teoría.
—¿Ludovica tenía móvil en ese entonces? —cuestioné e inmediatamente Franchesco negó con la cabeza—. ¿Y si las cartas... no fueron escritas por Caleb?
—¿Si no por Ludovica? —noté cierto temor en el rostro y la voz de Franchesco.
Tragué grueso al recordar que los sobres y la caja no tenían la misma tipografía.
¿Y si mi teoría era cierta?
—Chicas, ¿qué cartas? —dudó Gen, mientras se ponía nerviosa porque nosotros lo estábamos.
Franchesco me observaba estático, y yo estaba igual que él.
—Me están asustando —murmuró Gen.
¿Cuánta era la posibilidad de que las cartas fueran escritas por Ludovica?
¿Qué tan loco sería aquello?
Bueno, ya me pasé de pesada en actualizar. Pero estoy tan inspirada que no quiero aflojar jjsjs Se me aguantan *a*, las tkm.
En fin, OMAIGAH con lo de Caleb y Ludovica. Apuesto a que no se la vieron venir... ¿Ustedes que creen? ¿Tienen teorías? Las leo.
Espero que les haya gustado el capítulo, nos leemos pronto.
Besitos problemáticos <3
PD: Si encuentran errores, lo siento :(
PD 2: TENEMOS NUEVA PORTADA. ¿LES GUSTA? A mi me gusta mucho, especialmente porque si prestan atención. Ella le está agarrando la carita a él, en vez de él a ella. (Como hace Franchesco con Keira).
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top