╺IX. EPÍLOGO (I)

  ⌜CHAPTER NINE⌟  

  ❝EPILOGUE (I)❞  

Walter E. Washington Convention Center

Harper Holt P.O.V

Regresar a mi país me resultó difícil, aunque no podría comparar su nivel de dificultad con la que me marché hace poco más de un año. Era increíble la velocidad con la que avanza un año. Claro, cuando estás en el proceso, todo es lento y doloroso, sin embargo, cuando logras avanzar y miras hacia atrás, te das cuenta del gran tiempo que ha pasado.

Uniendo mis manos bajo el pequeño chorrito que salía del lavamanos, logré tomar un poco de agua entre ellas y con rapidez las dirigí hacia mi rostro. Estaba tan cansada que sentía que podía quedarme dormida en cualquier momento, a pesar de que ese era mi primer día desde que regresamos hacía ya dos semanas, fuera de casa.

Mirando mi reflejo en el espejo, acomodé mi cabello, ahora más largo, en una coleta alta para que ningún mechón rebelde estorbara e incomodara, y suspiré pesadamente. Había algo (o alguien), que me mantenía desconectada desde que había pisado el aeropuerto. Era como si devolviera el tiempo y regresara a aquellos días donde sólo tenía una preocupación: cierto chico con tan particular traje.

Sacudiendo mi cabeza, mientras mis ojos se cerraban, lancé mis memorias de él hasta lo más profundo de mi cerebro, para poder concentrarme en el empleo que me había conseguido Bob, mi nuevo padrastro, por unos días. "Guardia" de seguridad de la entrada principal del centro de convenciones en Washington.

Y decía guardia entre comillas porque lo único que debía hacer era vigilar que no hubiera nada o nadie sospechoso, y revisar las entradas para los eventos, pero si algo sucedía, debía "correr por mi vida y ocultarme, sin importar ningún condenado turista", como me había dicho Bob.

Así era, mi madre no se había casado con el inútil de Chris, pero de todos modos decidió quedarse en Alemania por el enamoramiento que tenía por el lugar. Por lo que buscamos un buen complejo de departamentos y ella buscó un trabajo mientras yo intentaba de terminar mis estudios en un país donde no entendía ni una palabra.

Y en aquél trabajo conoció a Bob, un hombre de buenos valores que no tenía vicios y que su único sueño no era tener un bar, sino su propia empresa de seguridad en Estados Unidos, para poder cuidar a los ciudadanos de su país. Así que, con sólo dos meses de conocerlo, mi madre me inscribió en la escuela donde el hombre enseñaba combate cuerpo a cuerpo y también me inscribió en un curso de artes marciales.

Mi madre se volvió loca al respecto, queriendo utilizarme para llamar la atención de Bob, haciendo que él se interesara en ella al notar que tenía "una hija habilidosa", a lo que ella le decía "lo sacó de su madre", y así comenzaron su relación amorosa hacía ya más de cinco meses. Por lo que, gracias a él, y a que el centro de convenciones lo contrató junto a sus trabajadores de la pequeña empresa que tenía, me encontraba de nuevo en aquél país.

Intentando con todas mis fuerzas de continuar mi vida, como lo había hecho por un largo tiempo. Y no salir del centro corriendo para buscar un taxi y viajar hasta Queens, que me tomaría poco más de tres horas, pero que no me importaría. Necesitaba autocontrol, pues había trabajado mucho en conseguirlo. No podía regresar y volverme demente otra vez.

—Harper, ¿todo bien?—cuestionó una de mis compañeras de trabajo, mirándome a través del espejo—Llevas como cinco minutos con los ojos cerrados.

—Es el cansancio—respondí con una pequeña sonrisa—. Anoche terminé hasta tarde con la última caja que llegó a salvo a casa, pero el camión de la mudanza perdió algunas de nuestras pertenencias, y aún intentamos resolver el problema.

—Sé lo frustrante que es...

Y me perdí.

Justo como lo hacía con Sharon, aquella chica con la me costaba mantener la atención en ella. No había sucedido desde que me había marchado, pues intentaba no pensar en él y en Queens, sin embargo, estando a unos trescientos kilómetros de distancia, que para mí era demasiado cerca comparado con Alemania, mis pensamientos estaban en otros asuntos que me parecían de más importancia.

—Debo regresar al trabajo—comenté cuando me percaté de que sus labios dejaron de moverse.

Sin esperar respuesta, caminé por un largo pasillo y evité a algunos visitantes que se acercaban a mí con la típica pregunta de "¿dónde se encuentra el baño?", y llegué hasta las puertas dobles de vidrio, donde se encontraba mi compañero, Frank.

—Al fin—murmuró cuando me vio, rodando los ojos—¡Dos hileras, por favor!—exclamó juntando sus dos manos hacia la gran agrupación de personas, simulando un megáfono, para luego sacudir sus manos en el aire, señalando el lado derecho de la puerta donde me tocaba a mí.

—Sonríe, Frank—dije en son de broma—, que cuando te hagas viejo, te vas a arrugar mucho.

Como respuesta, él solo bufó negando con la cabeza.

Para mi desgracia, un grupo bastante grande, fanáticos de los Vengadores, lograron hacer una actividad para todos los seguidores de tales superhéroes, llamada "La Convención Vengadora", donde todos podían asistir vestidos como su favorito. No me agradaba la idea porque, a pesar de tener mis preferidos, no me sentía preparada para ver tantos disfraces de Spider-Man, lo que me ponía ansiosa a cada dos minutos.

—Haz bien tu trabajo, Holt—pidió cuando vio al hombre que seguía en mi hilera, con un niño tomado de la mano disfrazado de Iron-Man y con su máscara puesta.

—Y tú concéntrate en el tuyo—respondí sin voltear hacia él.

Frank, estando molesto y sin prestar mucha atención a su trabajo, estiró su mano en dirección al jóven que seguía en su fila.

—Entrada—exigió con los ojos puestos en mí. Puso el pequeño papel frente a aquél aparato que tanto me costó aprender a utilizar, verificando si la entrada era verdadera. Cuando un "pip" sonó y la luz en la pantalla se puso verde, dijo: —Adelante. La convención de tecnología es en la segunda planta a la derecha.

Hice el mismo procedimiento con el hombre y su hijo, y al comprobar que todo andaba bien, les hice una seña para que entraran.

—No puede entrar con el rostro oculto—gruñó Frank, viendo que yo no se los había prohibido.

—¡Vamos, Frank! —exclamé con una expresión divertida—¡Es Iron-Man!—dije señalando al niño.

Poniéndome de cuclillas, logré alcanzar la altura del pequeño que sostenía la mano de su padre con fuerza.

—¿Eres el verdadero Iron-Man?—pregunté en voz baja, a lo que el niño sólo asintió. Sin embargo, el jadeo que solté de sorpresa, le hizo reír levemente—¡No puede ser! ¿Lo ves, Frank? No le puedes negar entrar con la armadura completa, o sino todos sabrían que es el real. —Me levanté, no sin antes guiñarle un ojo al pequeño—. Adelante, pasen.

Ambos entraron después del agradecimiento del hombre, mientras el niño pegaba pequeños saltos de felicidad.

—Adiós máscara—comentó Frank a la chica que estaba por entrar de su lado.

—Pero el niño sí pudo...

—Y créame—interrumpió el reclamo de la chica—, lo reportaré a mi jefe, porque en las reglas dicen claramente "sin máscaras, cascos o lentes oscuros".

La chica rodó los ojos y luego de que Frank revisara su entrada, entró maldiciendo por lo bajo.

—¿Ves lo que provocas?—cuestionó mi compañero, con tal molestia que me daban ganas de echarme a reír.

—Por favor, Frank—respondí continuando con mi trabajo. Las personas no dejaban de aparecer y la fila era gigantesca—. Si el mismísimo Iron-Man decidiera venir en persona, o bueno armadura, ¿tú le pedirías que mostrara tu rostro, en media batalla?

—¡Eso es patético, Holt!—exclamó, al mismo tiempo que ambos seguíamos con el trabajo.

Tras sus palabras, yo simplemente reí para molestarle. Aquél chico de verdad necesitaba felicidad en su vida. Desde que lo conocí, una semana después de conocer a Bob, demostró que la alegría era escasa en su actitud.

Pasaron los minutos y las horas, comenzaba a obscurecer, pero eso no implicaba que la cantidad de visitantes disminuyera. Es más, parecía que se multiplicaban como cucarachas, sorprendiéndome por el tamaño de ese edificio. Niños disfrazados de Spider-Man y niñas vestidas como la Bruja Escarlata, entraban con entusiasmo acompañados de familiares y amigos que se unían a ellos, con disfraces parecidos al vestuario de Thor y de Hawkeye.

Mi atención estaba puesta en el chico que no dejaba de parlotear sobre lo costoso que le había salido su disfraz de Ant-man, hasta que una voz me congeló desde la cabeza hasta la punta de mis pies. Hasta podía jurar que mi corazón se había detenido después de sentir una extraña punzada, y que mi estómago dio un vuelco.

—No, —Allí estaba de nuevo, esa voz—, no me sentiría para nada cómodo estando en medio de tantas personas vestidas como...

—¿Pasa algo con mi entrada?—El chico, que anteriormente no dejaba de hablar, amortiguó la voz de aquella persona que yo aún no lograba identificar—Quiero entrar ya.

—Oh, claro, lo siento—murmuré sacudiendo con mi cabeza—. Todo está bien, adelante.

En cuanto él desapareció, me aseguré de hacer bien mi trabajo y con suficiente rapidez, con el fin de que, si el chico no identificado volvía a hablar, yo pudiese escucharle y buscarle. La curiosidad me picaba como una abeja con ganas de joder la vida.

—¿Y si tú entras a la feria científica y yo a la Convención Vengadora?—Escuché a un chico, quizá de mi edad, preguntar con impaciencia.

—Ya tenemos las entradas de...

Literalmente quedé petrificada. Conocía esa voz, pero no sabía de dónde, y cada vez que ese chico hablaba, sentía como si estuviese en un sueño hipnotizante del que no quería salir.

—Oye, ¿qué te pasa?—cuestionó el otro chico—¿Necesitas una distracción?

Mi ceño se frunció de inmediato, a lo que no pude evitar levantar mi vista. No obstante, me arrepentí en cuanto una mirada marrón me recibió con sorpresa. Aunque no me podía arrepentir del todo, ese chico sí que era apuesto. No era de esos con los que piensas "demasiado perfecto" y continúas con tu vida, sino que tenía ese no sé qué, haciéndome sentir más que mariposas en el estómago.

Realmente podría pasar horas observándolo, buscando detalles que me hicieran retractar ante la creencia de que nunca había encontrado a un chico que luciera tan adorable a simple vista, con una camisa que citara "If you believe in telekinesis, please, raise my hand", bajo una camisa de cuadros.

Quería retirar mi vista, pero algo, en aquellos ojos desconocidos, me lo impedían en gran manera. La sorpresa persistía en él, haciéndole ladear la cabeza con confusión. El chico rascó su cabeza, despeinando su cabello castaño, lo que le hizo ver mucho más dulce. Sin embargo, me obligué a mirar en otra dirección cuando él ladeó la comisura de sus labios, creando una impresionante sonrisa.

Casi en estado de shock, ante su repentino cambio, regresé a mis deberes, poniéndome más nerviosa cuando vi que la fila en la que permanecía (que para mi suerte era del lado de Frank), avanzó acercándose a mí. De reojo, percibí cómo el chico se salió de la hilera y con paso firme, llegó hasta mí abriendo sus labios dispuesto a hablar.

—¡Harper!—Bob me hizo sobresaltar—Ven un momento, niña. —El hombre tomó de mi brazo con suavidad, pero yo pegué mis pies al suelo y me resistí, volteando mi cabeza para mirar al chico.

—¿Necesitas algo?—Logré que la pregunta saliese bien formulada y no me dejase como una estúpida.

La confianza que tenía hacía unos cinco segundos, se esfumó de golpe y su sonrisa se apagó. Las manos del chico se juntaron, moviéndose vacilante.

—N-no, no—tartamudeó, dando unos pasos hacia atrás, para luego girar con torpeza y regresar con su amigo.

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I'm back!

Tengo la esperanza de publicar la segunda parte del epílogo mañana, espero que ésta les haya gustado.

Love u all!

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