╺IV. CONCERN

  ⌜CHAPTER FOUR⌟  

❝PREOCUPACIÓN❞   

Al amanecer, la puerta se abrió con un golpe seco y, una mujer pelirroja con su hijo, atravesaron el umbral. El pequeño Steve estaba aterrado, pues pensó que su madre le había puesto una trampa para llevarle al doctor. Sin embargo, al visualizar a la chica que le había rescatado, se puso muy contento, demostrándolo al dar varios saltos y corriendo para abrazar a Harper.

—¡Steve! —exclamó la mujer al ver su expresión de dolor, en cuanto Steve le apretó con sus pequeños brazos.

—Está bien, no se preocupe. —Le calmó Harper, soltando una risilla al sentirse confundida por la visita.

—¡Eres mi heroína! —chilló Steve—Mamá me explicó anoche, cuando acabé de ver Toy Story, lo que pudo pasar si tú no me hubieses rescatado del villano.

—No era un villano, hijo—le repitió su madre por sexta vez en el día.

El niño sacudió su mano con desdén, sin siquiera voltear hacia su madre.

—Gracias—murmuró él, con sus manos puestas en la camilla.

—No tienes que agradecerme, pequeño Steve—respondió Harper, sacudiendo el cabello del niño al sentirse en confianza—. Te llamas como Steve Rogers, eh.

Él asintió eufórico al escuchar sobre su héroe favorito.

—Quiero obsequiarte algo—dijo Steve, poniendo una de sus manos al lado de su boca, como si estuviese contando un secreto.

—Oh, ¿de verdad? —cuestionó Harper sorprendida.

Steve se quitó la mochila que llevaba en la espalda y, al abrirla, sacó una pequeña figura de plástico.

—¡Es Spider-Man! —chilló él—Cuando sea mayor quiero ser como él, por eso lo pedí para navidad. Pero quiero que tú lo tengas.

—Es su manera de mostrar gratitud—explicó la mujer—. Regala sus juguetes preferidos.

—Y quiero que me recuerdes siempre.

Spider-Man observó la figura que Harper le había pasado mientras le relataba su breve encuentro con Steve. Le sorprendía enormemente cómo las personas le admiraban, hasta el punto de crear juguetes, camisas y hasta disfraces inspirados en él.

—Fue muy dulce de su parte—comentó ella, haciendo que Peter levantara la cabeza para mirarle.

Peter quería pasar tiempo con ella, y no podía esperar hasta que algún suceso le llamara la atención y él tuviese que salvarla. Por lo que esperó por tres horas fuera del hospital, a que la chica se dignara en aparecer. Cuando ella salió, Parker le pidió ir al callejón, a lo que ella no se pudo negar.

—¿No te duele nada? —le preguntó a la castaña, haciendo un ademán para levantarse, pues se había acostado en el suelo, apoyando su cabeza sobre las piernas de su amiga.

—La cabeza—admitió—, pero no te levantes.

El tono de voz que utilizó, suave y tierno, aceleró el corazón de Peter, dándole unas terribles ganas de abrazarla y nunca soltarla. Pero, a pesar de que el traje le daba mucho valor, no animaba a mostrar su cariño.

Spider-Man dejó el juguete a un lado, regresando su atención a la libreta que había dejado sobre su estómago. Los dedos de Harper se encontraban cerca de su cuello, justo en la parte donde se dividía el traje de la máscara. Los ojos de Harper se posaron en aquél relieve que sólo desde corta distancia podía notarse y, pasando sus dedos por allí, le provocó un cosquilleo a Peter.

Él no quiso sobresaltarse, sin embargo, no lo pudo evitar. Para que su leve movimiento pasara desapercibido, abrió la libreta y siguió pasando páginas.

—Tus apuntes son un asco—bromeó Peter, levantando la vista para percibir la sonrisa de su amiga.

—Son de historia, ¿qué querías? —contestó ella—Deberías felicitarme por tomar apuntes y no dormir la mayoría del tiempo.

Él negó con su cabeza, continuando con su falso análisis, cuando en realidad solo disfrutaba de la compañía que le brindaba Harper.

—¡Oh, lo recordé! —exclamó Harper—Sí hay algo de mí que no sabes. Me gusta en café con leche, pero sin azúcar.

—¿No le pones azúcar? —preguntó asqueado—A mí ni me gusta el café, no quiero imaginar lo mal que sabe sin endulzante.

—¿Cómo es posible que no te guste, Spidey? —Ella observó cómo Peter negaba, e inclusive se lo imaginó curveando las esquinas de sus labios hacia abajo—¿Lo has probado al menos?

—No, pero...

—Entonces no puedes decir que no te gusta—interrumpió la castaña, con tono victorioso—. Un día te compraré un delicioso café y cambiarás de opinión. Mejor dime algo que sí te guste.

Él puso su dedo índice sobre su mentón, fingiendo pensar. Cuando en realidad sólo se imaginaba la reacción de la chica cuando él le confesara lo que quería decirle hacía mucho.

—Me gusta tu cabello—murmuró lo suficientemente alto para que sus palabras viajaran a los oídos de Harper.

El color subió hasta las mejillas de la chica, lo mismo pasó con Peter, con la diferencia de ella no podía notarlo.

—¿De verdad le has dicho eso, mocoso?

La voz del señor Stark hizo que el chico se sobresaltara de nuevo. Ahí estaba él, con su traje elegante y costoso, mostrando una sonrisa ladeada.

—Karen—se quejó el chico entre dientes—. Te dije que no contestaras.

Harper comenzó a reír al saber lo que sucedía. Spider-Man siempre le pedía a Karen, la "señorita del traje", como él le había explicado, que no respondiera las llamadas de Tony Stark sin su consentimiento. Pero Karen nunca le hacía caso, alegando que siempre debía obedecer a su creador.

—Hay muchas maneras de ligar, niño—dijo Tony, haciendo que Peter rodara los ojos—. Puedes halagar su sonrisa, sus ojos u otros atributos que tienen las mujeres. Y no lo malpienses, que no tienes edad para eso.

—No estoy ligando. —Peter sintió la urgencia de aclararlo, sintiendo un poco de alivio al saber que Harper no podía escuchar las ocurrencias del señor Stark—. Es sólo una amiga.

Sólo una amiga, una de las frases que según Harper, eran capaces de destruir tu corazón. Así como lo hizo con el suyo. Era como mandarla directo a la friendzone, dejándola avergonzada y con ganas de salir huyendo.

—Sí, como no—le respondió él—. De todas maneras, no llamaba para eso. Estoy en medio de una fiesta y estás obligado a venir.

—Pero, señor Stark, no dejaré a Harper. —Se negaba a hacerlo, no sin antes asegurarse de que su amiga había llegado bien a casa—. Además, mañana tengo clases y en la noche debo estudiar para mi prueba de Geometría que...

—Para, para, para. —Le detuvo Stark—. Me produces dolor de cabeza. No me refería a eso, niño, pensé que ya me conocías.

En cuanto el hombre dejó de hablar, el sonido de una fuerte explosión retumbó en los oídos de Peter. Al instante comprendió, él necesitaba de su ayuda y, a eso, Peter no se podía negar ni aunque quisiera.

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Su pie derecho se movía con inquietud, de arriba hacia abajo con tal fuerza que ya sentía entumecida la pierna. Mientras mantenía los brazos cruzados sobre su pecho, para entrar en calor, miraba hacia arriba con esperanza de que su amigo apareciera con aquél estilo que le caracterizaba y no lastimado como se lo imaginaba.

Peter se había marchado, prometiendo regresar para acompañarla durante su camino a casa. Pero a Harper eso no importaba, sólo quería que él estuviese bien. Que él no desapareciera como lo había hecho su padre años atrás, que volviera era lo que anhelaba, sólo eso.

Harper se separó de la pared con un poco de desesperación y revisó una vez más la hora en su reloj. Diez minutos más y ya serían dos horas desde que Spider-Man había sido solicitado por Tony Stark. Diez minutos más y Harper entraría en pánico.

Sintió su móvil vibrar, era su madre, e ignorándolo por completo, tomó asiento en el suelo, siendo ocultada por el contenedor de basura casi por completo. Ya había oscurecido y estar sola allí no le hacía mucha gracia.

Un quejido lastimero la alertó. Prestando atención, escuchó unos pasos acercándose al mismo que varias maldiciones eran pronunciadas por una voz masculina. Y en unos segundos, su amigo estaba pasándola de lejos sin enterarse de su presencia.

—¿Dónde está mi mochila? —se preguntó Peter en medio de un gruñido, quitándose la máscara de un tirón al sentirse casi sofocado.

Harper se levantó con la velocidad de una bala, mirando la espalda del que creía ser su amigo, pues la obscuridad en el callejón no le ayudaba mucho. De hecho pensaba que, si Spider-Man se giraba, ella ni podría visualizar su rostro con claridad.

La castaña perdió el equilibrio al pisar la mochila de Peter, por lo que su cadera golpeó con fuerza el contenedor. Harper notó cómo los hombros del chico se tensaban al oír el estruendo que había provocado su torpeza.

Poniéndose la máscara de nuevo, se giró.

—Ha... Harper—musitó sorprendido—¿Qué haces aquí? No tenías que... No tenías que quedarte, Harper. —Su tono de voz cambió por uno molesto—. ¿Has visto la hora ya? Son las ocho de la noche, y sí, lo sé, no es tarde. Pero no puedes quedarte en un callejón en la noche, ¿qué te pasa? Responde, ¿qué haces aquí?

—Oh, estaba esperando a que Batman apareciera y me llevara con él—contestó con sarcasmo, mientras el enojo se podía notar en sus facciones—. ¡Estaba esperándote, idiota! ¿Qué más podría hacer? Te fuiste, dejándome preocupada. Y está bien, tienes que salvar al mundo, es tu deber. Pero no puedes tratarme así cuando me he quedado por dos horas, para asegurarme de que estás vivo.

Peter observó cómo su amiga se paseaba por el estrecho callejón. Él sabía que Harper aguantaba sus ganas de llorar y abrazarlo. La conocía, estaba muy enfadada, y lo único que creía poder hacer para que ella se calmara, sería aceptar que había hecho mal por haber levantado la voz.

—Tienes razón—dijo con sus hombros caídos, estaba exhausto—. No debí...

—¡Por supuesto que no debiste! —interrumpió ella exaltada—Soy tu mejor amiga, a mí no me debes hablar así, mucho menos cuando sólo me preocupo por tu bien. —Ahora estaba más molesta al ver que él ni se movía y sólo la observaba. Agachándose, alcanzó la mochila de Peter—. Así que, a la próxima, tienes más compasión. —Lanzó la mochila su dirección.

El objeto dio justo en su estómago, encorvándolo del dolor. Peter ya sabía que ella lo haría, sin embargo, no detuvo la mochila, pensando que sería absurdo. No obstante, la batalla le había dejado con heridas y eso Harper no lo había notado hasta ese momento.

Dándose cuenta del dolor que tenía su amigo, corrió hacia él y con cuidado lo movió hacia la luz. La sangre había manchado el traje, se podía notar la diferencia entre los colores. Y ahora los leves quejidos que soltaba Peter con su mano a un costado, le hacía querer echarse a llorar. Pero no lo haría.

—Tienes que ir a casa y revisar tus heridas—murmuró asustada, olvidando todo el enfado que le había producido la angustia—. Si quieres te puedo acompañar y...

—No, Harper—gruñó Spider-Man, dejando caer su cabeza hacia atrás—. Estoy bien, puedo solo.

Harper no quería ayudar por interés en saber algo más de él, pues ni lo había pensado cuando se ofreció.

—Necesito saber que estarás bien—explicó la castaña, concentrada en demostrar la certeza de sus palabras—. No podré dormir tranquila pensando que talvez ni pudiste llegar a casa.

Peter suspiró, apoyando levemente su frente sobre la de Harper, sorprendiendo a la chica por la repentina muestra de cariño. El chico llevó su mano libre bajó la barbilla de la chica, y acariciándola con suavidad murmuró:

—Te daré mi número, chica en apuros.

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Hello, my sweeties!

Estoy super contenta por los 100 votos. La historia sólo lleva dos semanas y ya me han demostrado su gusto por Harper y sus locuras. (Nota antigua)

¡Muchas, muchas gracias!

All the love!


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