- Especial 500 Seguidores
Continuando leyendo me encontré donde realmente comenzaba él diario, dejando los fragmentos de pensamientos que habría tenido el viejo.
Kazuma: Creo que aquí inicia
Christina: Adelante
Dando una última mirada a la ventana ví que seguía lloviendo. Solo esperaba que está no fuera una historia de terror.
pasando a la siguiente página comenzó como un verdadero diario.
Christina: ¿Estás bien?
Yo también soy de otro mundo.. Es increíble pensar que está luna no es la misma con la que crecí
Inconscientemente extendí mi mano al cielo, como las veces que de pequeño había intento tomar la luna.
Kazuma: Si.. estoy bien.
Abriendo él libro decido ignorar por ahora mi descubierto algo nostálgico, al menos no sería emocional con cualquiera presente.
Cuando cumplí 6 años, mis padres me enviaron a la escuela primaria.
Esa fue la primera vez que tuve contacto con otros niños de mi edad.
Jamás fui a un jardín de niños, nunca pisé una guardería, y esto fue debido al miedo que mis padres tenían a que lastimara a mis compañeros, niños pequeños, sin la capacidad para defenderse de mí.
Y no, no es que allá nacido como un monstruo, aunque mi crianza lo sugiriera.
Es solo que... me era difícil sentir empatía por otros.
"Psicopatía"
No me agrada mucho el termino, pues la mayoría de las personas, influenciadas por películas y libros, piensan de inmediato que un psicópata es un cruel asesino, un temible criminal del cual es mejor alejarse.
Al principio, incluso mis padres llegaron a pensarlo, pero con el tiempo, se dieron cuenta de que, con una buena crianza, podría tener una vida normal. Feliz incluso.
Fue por eso que, una vez llegada la edad correcta, me mandaron a una escuela pública, para que pudiera convivir con niños de mi edad y me desarrollara socialmente.
Su plan, fue un éxito y un fracaso a partes iguales.
Cuando recién entre a la escuela desarrolle rápidamente mis habilidades sociales. Lamentablemente, yo solo sabia tratar con adultos, por lo que, solo llegue a ser amable y cordial con ellos.
Temerosos de que pudiera expresar conductas violentas, mis padres me enseñaron que seguir las reglas era lo mejor para mi vida. Me enseñaron, que obedecer a la autoridad, me evitaría muchos problemas, al menos en la escuela.
Sus enseñanzas me fueron útiles.
Mi salón de clases era un desastre. En casa, casi siempre estaba en calma. Mis hermanos eran mucho mayores que yo, por lo que nunca conocí el escándalo que podían generar un niño normal de mi edad. Peor aún, nunca llegue a imaginar el sonido que 39 de ellos podrían producir al estar todos en una habitación al mismo tiempo.
La profesora primeriza que atendió mi grupo, parecía tampoco poder creerlo. Y por ello mismo, me tomo mucho cariño. Yo era el único de todos sus alumnos capaz de mantener la boca cerrada por más de 10 minutos.
Mis padres me enseñaron a obedecer, y pronto descubrió los beneficios de seguir las reglas. En poco tiempo me volvió el preferido de la profesora, ella incluso me daba dulces de su bolso de vez en cuando. Era la prueba de que ella no era una mala profesora.
Las cosas fueron bien después de eso. Nunca llegue a unirme a mis compañeros, pero mis padres estaban felices de que no me metiera en problemas, y regularmente me premiaban por mis buenas calificaciones.
Sí... todo iba bien, al menos hasta que mis compañeros empezaron a darse cuenta, de que eran un montón de inútiles.
Los niños sintieron que mis calificaciones venían del trato preferencial que la profesora me daba por ser inteligente.
Y esos niños, todavía poco familiarizados con la violencia, en lugar de intentar agredirme, se desquitaron con mis cosas.
Un día mientras regresaba al salón de clases después de haber comprado mi almuerzo, ellos echaron mi mochila al basurero. Era un basurero relativamente limpio, al cual solo entraban bolsas de golosinas vacías y virutas de lápiz.
Cuando saque mi mochila, esta se encontraba bien. No tenia manchas, no había sido dañada, pero el acto me causo una terrible ira.
Mis padres fueron cuidadosos, intentaron no exponerme a ningún tipo de violencia. Pero no podían alejarme de ella, pues es parte fundamental del mundo.
Lo correcto hubiese sido, en ese momento, decirle todo a la profesora.
Pero en su lugar, tome mi mochila, cargada con libros. Recordé una película que vi con mis hermanos a escondidas, y estrellé mi mochila contra la cabeza de uno de los niños que había jugado la broma, el más gran de ellos.
Su cabeza salió volando y se estrello contra el pizarrón. Cayo al suelo llorando y muy molesto mientras se sujetaba la cabeza, pero antes de que pudiera levantarse o defenderse, comencé a patear su cara, con fuerza, con toda la fuerza que me permitía mi pequeño cuerpo.
Mis compañeros, de apenas 6 años al igual que yo, se hubieran detenido después de ver la sangre. Una persona normal no es capaz de dañar a otra de una forma tan brutal.
Pero ese día, salió a relucir aquel problema con el que había nacido. El problema que mis padres detectaron a tiempo y evitaron que se desarrollara.
Quizás mi vida hubiese sido muy diferente a lo que fue, pero para mi fortuna, al mismo tiempo que yo destrozaba la cara de ese niño, otra persona de mi edad, pero de un salón diferente, golpeaba a su compañero con una silla.
La profesora llego rápidamente a detenerme y fui enviado rápidamente a la dirección, mientras que mi víctima, fue a dar a la enfermería.
Por suerte, mi débil cuerpo no fue capaz de romperle nada. Aunque su cara no olvidaría la suela de mi zapatos durante algún tiempo.
Me quede en una silla frente a la oficina del director, mientras esperaba a que mis padres llegaran.
Por suerte, no estuve solo.
Un niño de mi edad, del salón de al lado, estaba a mi lado. Se encontraba completamente ileso, pero sus compañeros no. Por lo que escuche al llegar, había arrojado sillas a sus compañeros de clases.
Yo no tenia intensión de hablarle. No quería relacionarme con alguien problemático. Mis padres me ordenaron alejarme de cualquier persona con la que los profesores se molestaran.
Pero entonces él me hablo.
-¿Qué te hicieron?- me pregunto, ese niño, tan pequeño como yo, algo regordete, y con una gran cicatriz en su frente.
Fue algo gracioso. Quienes iban a la oficinal del director, es porque había hecho algo muy malo. Generalmente las víctimas de cualquier agresión estarían en la enfermería.
Pero este niño, quien nunca haría daño a alguien que no lo lastimara primero, pensó que estaba en su misma situación.
Pensó que yo era alguien a quien molestaron y se defendió.
Ahora que lo recuerdo, me doy cuenta de que, desde entonces, Satoru demostró una gran inteligencia.
Así es. Gracias a mi pelea de ese día conocí, al que, por el resto de mi vida, consideraría mi más grande amigo.
Ahí, enfrente de la oficina del director, hablamos.
Yo le dije que tiraron mi mochila a la basura. Él me dijo, que sus compañeros lo llamaban igual que a ese brujo de una película famosa, que también tenia una cicatriz en la frente.
Después de eso, comenzamos a hablar de las cosas que veíamos en televisión. Y como a su abuela no le gustaban los programas violentos, solo le permitía ver una caricatura sobre niñas que eran aprendices de magia, una caricatura que yo también veía, dado que mis padres tampoco querían que viera nada violento.
Encontramos un punto de interés mutuo y nos volvimos amigos ahí mismo.
Como yo era una persona normalmente obediente, y el favorito de la profesora, no me metí en problemas. En cambio, fueron los otros niños quienes resultaron castigados.
Tal como mis padres dijeron, obedecer era lo mejor.
A Satoru lo suspendieron una semana, pero después de eso regreso a la escuela, y a partir de ese día, a pesar de que éramos de salones diferentes, comíamos y jugábamos juntos en el receso.
Nadie más se nos acercaba, pero estábamos felices juntos.
Mis padres lo adoraban, les gustaba que hubiera hecho un amigo. Yo le agrade mucho a su abuela, por lo que, por su parte, tampoco hubo razón para romper nuestra amistad.
Después de eso, nos inscribieron en la misma escuela secundaria, fuimos compañeros de clase. Igualmente, fuimos a la misma preparatoria.
Durante los años que nos conocimos, Gabriel y yo nos dimos cuenta, de que éramos diferentes a otras personas.
Mis padres me confesaron mi condición cuando tenia 15 años, y me advirtieron que fuera cuidadoso, pues no sabia medirme y poco a poco me estaba haciendo mayor, por lo que una pelea podría conducir a una tragedia.
Fue entonces cuando me interese por el tema.
"Psicopatía"
Al parecer yo fui así desde el nacimiento, peor Satoru, se volvió a si después de un accidente cuando era un bebe. De ahí su cicatriz, y su total falta de empatía con la gente a la que golpeaba.
Sí... es verdad.
En secundaria y preparatoria, los profesores nos veían como un par de solitarios que no se metían en problemas. Pero es difícil que dos solitarios puedan tener una vida tranquila.
Nuestros compañeros de clase nos molestaban, pero nunca duraba demasiado.
Durante la primaria nadie nos molestó. Aun quedaban recuerdos de lo que habíamos hecho durante el primer año, y nuestros compañeros se mantuvieron al margen.
Pero durante la secundaria, fue diferente.
Para nuestra fortuna, los profesores son demasiado negligentes.
Actuarían si había una pelea dentro de la escuela, pero no fuera de ella.
Palos, piedras, nuestras llaves, cualquier cosa era valida para emboscar a alguien que nos molestaba cuando volvía a casa. Los golpeábamos, nos vengábamos, y cuando ellos intentaban hacernos daño dentro de la escuela, los profesores los reportaban, y nosotros salíamos como las inocentes víctimas.
Era divertido... para mi y para Satoru. No el agredir a otros, sino el ser agredidos, vengarnos, y ver que nada podían hacernos.
Lo mejor vino en la preparatoria. Ambos teníamos buenas calificaciones, pero nuestras familias no tenían demasiado dinero, así que terminamos en una preparatoria de tercera.
Una escuela llena de personas problemáticas, uno que otro chico estudioso sin dinero, y algunas chicas con problemas de personalidad o demasiado carentes de materia gris para ir a una buena escuela.
Sí, en un lugar tan lleno de basura nos sentimos muy bien. No destacamos, y como nadie se metía con nosotros, no nos metimos con nadie.
Era como si todo ese montón de basura pudiera ver lo que otros no, y guardaron su distancia de nosotros dos.
Todo fue muy tranquilo... hasta el segundo año.
Una chica, una muy linda, llego a pedirnos dinero. Era nuestra compañera, y siempre hacia lo mismo con todos. Nunca consiguió nada de nosotros, claro, prácticamente no nos hablaba, pero ese día debió estar desesperada.
Llego actuando muy gentil y coqueta, nos pidió dinero, y cuando nos negamos, siguió insistiendo, después, robo una de las papas de Satoru.
Él y yo, parecíamos demasiado inofensivos, y la chica se creyó lo suficientemente linda para extorsionarnos.
Pero debido, al rencor por su papa robada, Satoru le dijo en voz muy alta.
-Si tanto necesitas dinero ve y párate en una esquina, ****-
Conoció a Satoru desde hacia 10 años. Sabia que en ese momento se contuvo. Incluso nosotros sabíamos lo peligroso que seria meternos con una mujer.
Pero la chica no comprendió el peligro que era meterse con nosotros.
Evidentemente, no hicimos nada.
Golpear a alguien de ese género estaba fuera de discusión. Teníamos 16, el riesgo de prisión era real.
Pero no fue problema. Éramos más listos que eso, y fuimos muy pacientes.
Pocos meses después, al parecer la chica siguió nuestro consejo. Dejo de pedir dinero, y curiosos, un día la seguimos después de la escuela.
La razón de que ya no necesitara dinero, era su nueva pareja, un viejo 24 años mayor que ella, que la recogía unas calles cerca de la escuela, fingiendo que era su padre.
Ese momento cambio la vida de ambos...
Satoru discretamente, pusimos un teléfono dentro de la mochila de esa chica. Cuando ella fue corriendo a los brazos de su amante, lo hizo con un rastreador consigo.
Seguimos el teléfono y para nuestra suerte, el viejo no era nada tonto. Tenia un buen trabajo y una familia, por lo que no se arriesgo a ir a un hotel, en cambio, ambos fueron a un terreno baldío, lejos de todo.
Llegamos algo después que ellos, las bicicletas que usamos no eran tan rápidas, pero al menos si fueron silenciosas. Cuando llegamos aun estaban en pleno acto, y nos acercamos lo suficiente para grabar lo que pasaba dentro de esa camioneta.
-¿Qué pasa?-
-Digan "Hola"-
La cámara que tome de casa y el teléfono de Satoru, captaron perfectamente el rostro de nuestra compañera y el de aquel hombre. Pensamos entonces que habíamos realizado el movimiento perfecto para culminar nuestra venganza y sacar provecho de la situación.
Pero en ese entonces el internet de los celulares aun era costoso, y nosotros lo suficientemente pobres para no poder costearlo. El hombre que aun no se habituaba a esas tecnologías, y claro, decidido actuar con violencia.
Después de todo era un hombre rico.
-¡Hijos de...!-
En prendas menores, salió del auto muy molesto y se lanzó sobre Satoru.
Fue entonces que nos dimos cuenta, de que ninguno de los dos sabia pelear realmente.
Siempre atacamos con ventaja, siempre planeábamos bien las cosas, y en esta ocasión, ninguno pensó en que un hombre de ese nivel fuera a golpear a dos menores.
Y era cierto, no lo debió haber hecho.
El hombre se lanzo sobre Satoru, pero yo conserve la suficiente mente fría para esperar 10 segundos y grabar, antes de ayudar a mi amigo, que estaba recibiendo una paliza.
Después de eso, juntos sometimos al viejo y escapamos. No antes sin amenazar a nuestra compañera, que observo todo, impotente. Sabiendo que ni siquiera podía gritar pues si alguien venia, ella y su amante estarían en problemas.
También, tomamos la billetera del viejo, pero no por el dinero.
Pagaría por golpear a Satoru.
Al principio la venganza solo era para esa chica. Después se volvió para ambos...
Llamamos al hombre una semana después. Teníamos la dirección, no fue difícil entonces saber, que tenia una esposa e hijos, además de un buen trabajo.
No fue difícil tomar lo que quisiéramos de un hombre que tenía tanto que perder.
Le solicitamos una fuerte suma de dinero y lo citamos en el mismo terreno baldío donde golpeo a Satoru.
De no llevar lo que le pedíamos, su esposa sabría, y la policía también sabría, que él se metió con una chica de 16 años, y golpeo a otro de la misma edad.
Llego. Sin el dinero, pero si un arma de fuego.
Para su desgracia este país era muy inseguro, y el dinero de su cartera fue suficiente para conseguir dos iguales a la de él.
Al momento de apuntarnos, era claro quien bajaría el arma. no fueron los dos pequeños psicópatas, sino el hombre con una familia, una buena vida y todo que perder.
Al día siguiente repetimos el trato y esta vez obtuvimos el dinero.
10 millones.
Una cantidad inmensa, una cantidad que... nos salvó.
Gabriel y yo no éramos tontos. A pesar de todo, solo éramos vengativos, no violentos. Seguir las reglas nos había dado una vida tranquila, por lo que ese dinero, nos prometió un futuro mejor.
Cuando finalizo el semestre en la preparatoria, ambos nos inscribimos en una escuela privada. Le mentimos a nuestros padres diciéndoles que estaríamos trabajando para estar ahí.
Ninguna de nuestras familias tenia demasiado dinero. Sabíamos que, a ese paso, y con nuestra las pésimas escuelas a las que podríamos entrar, toda nuestra vida iría de mal a peor. Así que decidimos usar ese dinero para ir a una mejor escuela, una mejor universidad donde hacer contactos, y finalmente, tomar el resto para hacer algo, que nos asegurara una vida mejor a futuro.
Después de cambiar de escuela, interceptamos a nuestra compañera. Le advertimos que si decía algo ella y su familia desaparecerían del mundo.
Después, mandamos el video a los padres de nuestra compañera, a la jefe directo de aquel hombre y también a su esposa.
Eso culmino nuestra ultima venganza y después, continuamos con nuestras vidas.
Nuestra compañera fue reprendida de manera brutal por sus padres. Aquel hombre perdió todo.
Después de todo eso, Satoru y yo habíamos decidido dedicarnos a jugar en cafés internet para matar el tiempo, pero él tuvo una mejor idea.
Le había molestado que aquel viejo de 50 años nos golpeara a ambos. La impotencia calo profundamente en él.
Quiso aprender a pelear con el tiempo que teníamos libre en la tarde. Decidimos que el boxeo era lo mejor para la calle.
Pero ese lugar... a pesar de que lo ame... también termine odiándolo.
Resultaba que, yo que nací así, y Satoru que lo desarrollo por su lesión en la cabeza, no éramos los únicos psicópatas en la ciudad, y descubrimos entonces, que nosotros había fracaso al controlar nuestra condición, pero aquel hombre no.
El hombre al que dirigía el gimnasio al que entramos había sido mayor en el ejército. Y después de una vida exitosa como militar, abrió el gimnasio para compartir su pasión.
Nos entendimos muy rápido con él.
Pero Satoru, quien nunca tuvo una buena figura paterna, se encariño.
-Yo... cuando cumpla 18 me voy a unir al ejército... perdón...-
Satoru decidió seguir otro camino diferente al mío.
Aquel hombre, aquel antiguo militar, nos enseño algo más que boxeo, algo más que obediencia.
Nos enseño a socializar, a convivir con otras personas. Nos enseñó disciplina... lamentablemente, también le enseño a Satoru que el único lugar donde su condición serviría a los demás, el único lugar donde se sentiría cómodo, era el ejército.
Satoru quiso darme todo el dinero, pero seguí guardando su parte por si deseaba volver para estudiar la universidad.
No lo hizo.
Y mientras yo aprendí, a llevarme bien con todos esos niños de familias ricas en la universidad, Gabriel terminaba su entrenamiento e iniciaba su servicio activo.
Mientras yo hacia falsas amistades para conseguir un buen puesto de trabajo, Satoru recorría el país, enfrentando al crimen organizado.
Mientras yo comenzaba a experimentar la soledad... él ponía la vida en peligro, y se volvía hermano de sus compañeros de unidad.
Pero a pesar de todo ello... no dejamos de ser amigos.
Yo era la persona a quien Satoru iba a ver cuando no estaba de servicio. Íbamos a restaurantes para que me contara todo lo que hacía. Comprábamos algún juego e íbamos a su casa o mi apartamento para terminarlo hasta que salía el sol.
Nuestro tiempo juntos fue tan importante para él como en el pasado. Incluso a veces pasábamos por el gimnasio de box para practicar un poco. Aunque, dado que yo me concentre en el estudio, terminaba por no ser rival para un soldado entrenado.
Y entonces la tragedia ocurrió...
Fue pocos días después de mi graduación.
Había hecho muchas falsas amistades que me contratarían sin dudar en las empresas de sus padres. Había aprendido suficiente de muchas áreas, para comenzar un negocio con el dinero que aun guardaba. Tenia 8 millones todavía, aun después de pagar esa costosa universidad.
Satoru había ascendido a teniente de manera increíblemente rápida. Quizás gracias al mayor que lo influyo.
Pero teniente, cabo o soldado raso... cualquier posición era peligrosa cuando se estaba en combate.
Lo asesinaron en combate.
Sus compañeros dicen que fue culpa suya. Corrió para evacuar a una madre y su hija que se quedaron atrapadas en el fuego cruzado.
Ese... de alguna forma cuando me lo dijeron, sentí que ese no era el Satoru que conocí...
No lo podía entender. Él nunca haría algo así. Nunca pondría su vida en riesgo por alguien que no fuera yo o su abuela...
Me dejo solo...
Después de eso, supe lo afortunado que fui al tenerlo de amigo.
Soledad... que horrible es la soledad. Aun cuando no estaba conmigo, sabía que tenía un amigo en algún lugar.
Y de pronto, ya no tenía nadie con quien hablar. Nadie a quien pudiera decirlo lo que realmente pensaba y que me comprendiera... alguien con quien realmente pudiera pasar bien el tiempo.
Comencé a trabajar por mi cuenta. No era mucho dinero, pero comencé a prestar el que tenía.
Gane mucho a cambio. Pero cada vez que cobraba, cada vez que veía un rostro desesperado, me preguntaba si acaso Satoru no se hubiera molestado.
Una vez un madre, demasiado desesperada, vino a ofrecerme algo que no me interesaba... perdone su deuda imaginando que era la mujer que era la mujer que Satoru había salvado.
A pesar de que odiaba a esa persona que no conocía... saber que Satoru la había ayudado. Quise investigar quien era, pero nunca pude.
Finalmente, una noche, la noche en que cumplí 25 años, mientras me encontraba perdido y desesperado, comencé a caminar por un parque cerca de mi despacho.
-¡Ahora sí!
Escuche que alguien me grito, junto con el sonido de un arma cargando una bala.
Al voltear...
Era él... el hombre al que le arruinamos la vida.
Se veía sucio y avejentado...
Su esposa le quito todo. su jefe, que había experimentado un abuso cuando niño, despidió a aquel que considero un enfermo, y lo acabo.
Si no nos hubiéramos metido con este sujeto... quizás no tendría en este momento un traje a la medida. Pero puede que estuviera caminando a un restaurante barato, para festejar mi cumpleaños con mi amigo... mi único amigo...
-Dispara, viejo imbe...-
Mi vida termino esa noche... y no tuve ningún problema con ello.
Mi vida no fue virtuosa... y por lo que hizo, si había un cielo Satoru seguramente estaba en él.
Por eso suplique al dios de mis padres, que por piedad... aunque fuera desde el infierno, me permitiera ver a mi amigo, una última vez...
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Wisserus_MD: Feliz especial 500 Capibaras.
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