◦•●◉✿ 𝐶𝐴𝑃𝐼́𝑇𝑈𝐿𝑂 𝐼𝑉 ✿◉●•◦

A la mañana siguiente, Julia ya estaba lista para cualquier tarea que Geta le diera.
El pelirrojo se levantó unos minutos después, miro a Julia y le dio una sonrisa adormilada.

—Buenos días, Julia— se estiró y se levantó.

—Buenos días, su Majestad ¿Nesecita algo? —

Geta nego levemente, pidió que sus sirvientes entraran para preparar un baño para él.
Julia esperaba afuera hasta que él la llamó.

—Julio, ven por favor— la voz resonó en el eco de la habitación de mármol.

—Dígame, mi señor— Julia apareció, sabía que la llamaba así por qué estaban con más personas.

Geta dio una señal para que todos salieran, cuando se quedaron solos la llamó a la orilla de la tina.
Cuando Julia estuvo cerca él la miro, un deseo sin expresar brilló en sus ojos.

—Entra conmigo— una media sonrisa apareció en su rostro.

—Majestad, yo... — Julia se quedó callada cuando Geta puso su mano sobre la de ella.

La chica tragó saliva, poco a poco se quitó su armadura, dejando su espada cerca en caso de necesitarla. Lentamente entró en la tina, el emperador la recibió sosteniendola de la cintura, con poca discreción estudió la anatomía de la chica.

—Eres hermosa — dijo mientras la colocaba en su regazo.

—Gracias... — la voz tímida de Julia lo hizo sonreír.

—Jamás habías estado con un hombre, ¿verdad?— jugaba con su cabello con una mano mientras la otra le acariciaba la cintura.

—Jamás, yo, nunca tuve la atención de un hombre— la voz de la chica se mezclaba con el vapor del agua.

—Ahora la tendras— ambas manos del emperador fueron a la cintura de ella —Y no cualquier hombre, de un emperador—

Geta no le dio tiempo de responder, la besó con tanta ansía y pasión que Julia sucumbió ante él. Las manos de la chica fueron a los hombros y cuello del pelirrojo mientras que las manos de él bajaban hasta su cadera.
Había sido cuestión de verla una sola vez para saber que la deseaba e incluso más que eso.
Lentamente Julia se fue sentando a horcajadas sobre él, quien a su vez comenzó a guiar la cadera de la chica sobre el.
El emperador rompió el beso solo para comenzar a dejar besos húmedos sobre la mandíbula y cuello de Julia. De la boca de ella salían leves suspiros mientras que sus movimientos se hicieron más insistentes.
Julia ya notaba como aquellos besos acalorados y los movimientos provocadores habían hecho reaccionar el cuerpo del emperador. Éste la miró con deseo mientras sus manos subían a masajear sus pechos.

—Dejame tomarte, dejame hacerte mía— el tacto del hombre era más y más insistente.

—Si en algún momento me niego, su Majestad, por favor máteme— suspiro antes de besarlo de nuevo, esta vez, dejando que la lengua del emperador entrara a explorar la boca de Julia.

Mientras el beso calentaba el ambiente entre ambos, Julia no podía más con el deseo de sentirlo, quería ser suya en ese mismo instante. Se levantó un poco, sin dejar los labios de él, y poco a poco fue deslizando el miembro ya erecto del pelirrojo. Como un gemido leve y placentero fue bajando poco a poco hasta que todo estuvo dentro de ella.
Él dejo escapar un leve gruñido, sus ojos llenos de lujuria encontraron los de ella.

—Eres tan perfecta— suspiro, bajando un camino de besos hasta los pechos de la chica.

—Soy perfecta para usted, Majestad— gimió levemente mientras comenzaba a moverse sobre él.

—Geta, llamame Geta— guió sus movimientos, haciéndolos lentos y profundos —Por que, no pienso dejarte ir—

El agua a su alrededor se movía con el ritmo de sus movimientos, los gemidos y suspiros hacían eco en el lugar, creando una sinfonía erótica alrededor de ellos. El pelirrojo seguía besando el pecho de la chica, llegando hasta sus pezones y dejando algunos besos y mordidas en ellos. Julia ponía los ojos en blanco levemente, él sabia perfectamente como hacerla sentir placer.
Geta intercalaba sus besos entre un pecho y otro, mientras que Julia se movía cada vez más rápido y fuerte.

—Eres una adicción, una jodida adicción— suspiró el pelirrojo.

—Los dioses me trajeron a tí, y no pienso cuestionarlos—

—No lo hagas, tu eres mía— las manos de él viajaron hasta su espalda, aferrándose a la suave piel de la fémina.

—Tuya, no quiero ser de nadie más—  su orgasmo se acercaba, haciendo que su voz saliera en ligeros quejidos.

Complacido con las reacciones de Julia, sonrió —Eso amor, muévete más para tu emperador— murmuró entre dientes.

Julia obedeció, sin poder contenerse más, llegó a su ansiado orgasmo, pero no se detuvo. No hasta que él también hubiera llegado al climax.
Ella recargó su frente contra la de él y sonrió sonrojada.

—Que linda te vez sobre mí— suspiro él.

—Que bien te sientes dentro de mí— respondió Julia con un beso.

—Cuando quieras, tienes a este hombre a tu disposición—

Ambos se sonrieron, y poco después salieron de aquella bañera, él la secó personalmente y le ayudó con la armadura. Una vez que ella estaba vestida, Geta hizo lo mismo.
Al terminar, ambos caminaron hasta la puerta y antes de salir él la miró.

—Que sexy guardia tengo— le guiñó él ojo.

—Gracias, pero soy yo quien tiene un emperador muy atractivo— sonrió.

Satisfecho con su respuesta, Geta salió al pasillo, encontrandose con su hermano para ir al Coliseo. Julia había olvidado por un momento a su hermano, quien competiría ese día en la batalla naval. Aunque ese sería el menor de sus problemas pues no sabía a quien tendría cara a cara.

Al llegar al palco real, vio llegar al general Acacio y a su esposa, la princesa Lucila. Julia tragó saliva pues no la había visto en veinte años; parecía que Lucila no la había reconocido, pero en un momento que los emperadores estaban distraídos Lucila se puso de pie. Se acercó algo temerosa a Julia y la miró. Levantó un poco la visera del casco y los ojos se le llenaron de lágrimas. Aunque Julia no supo decir si de alegría, miedo o tristeza, hasta que Lucila habló.

—Por los dioses— se cubrió la boca —Eres idéntica a tu padre—

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top