◦•●◉✿ 𝐶𝐴𝑃𝐼́𝑇𝑈𝐿𝑂 𝐼 ✿◉●•◦

Un día como cualquiera, Kaya estaba alimentando a su caballo, la noticia de que ahora Roma estaba al mando de dos emperadores no le sorprendió tanto, más bien, la decepcionó.
Ya no tendria la oportunidad de tener su venganza, pero con suerte podría buscar respuestas.
A menudo divagaba en como sería ahora la vida en su ciudad natal, como es que el Gobierno funcionaba con dos hombres en el poder.

Ese día, había llegado una carta o, más bien, una amenaza de parte de estos dos hombres: Iban a tomar la ciudad.
El general reunió a sus guerreros y mientras hablaba, Kaya y su hermano debatían en silencio.

—Este lugar va a terminar siendo un cementerio— bufó él.

—Que poca fé— una leve sonrisa apareció en el rostro de Kaya —Los haremos pedazos—

En ese momento las trompetas sonaron, había barcos romanos a la vista.
Todo el mundo tomó sus pociones rápidamente y esperaron. Al ver el estandarte, Kaya sintió nostalgia y tristeza; ya no era el de su padre obviamente, era distinto pero al mismo tiempo igual.
Tomó su espada y su casco y bajo a las puertas, esperando con paciencia hasta que por fin los barcos llegaron a la orilla. Las flechas surcaban el aire y el sonido de mis cañones ensordecía el ambiente.
Una vez los romanos estuvieron en tierra, ambos hermanos no tardaron en atacar, espalda con espalda iban masacrando soldados hasta que al girar a una de las torres lo vío.
Era el general Acacio, Kaya lo había conocido cuando era pequeña, y ahora tenía que pelear contra él. Armada de valor corrió hasta el, su casco le impedía ser reconocida, así que con una furia salvaje se enfrentó a el hasta que escucho a su hermano gritar.

Todo se volvió negro, oía a lo lejos gritos y murmullos pero aún no podía despertar. Acacio la había noqueado y estaba en el suelo, bajo muchos cadáveres; se levantó lentamente buscando a su hermano pero no estaba.

—H..Hano.. — dijo trabajosamente.

Al girar la cabeza lo vio por fin, sus oídos sangraban un poco así que no escuchaba muy claro; corrió hasta el como pudo y lo abrazo.

—Estas viva— suspiró aliviado.

—¿Dónde está Arishat?— la joven veía el rostro conflictuado de su hermano.

Hano solo negó, ella ya sabía que significaba. Los llevaron a rastras hasta el centro de la fortaleza; los obligaron a mirar como quemaban los cadáveres y como el fuego se elevaba en el aire, dejando un olor a muerte y humor que penetraba en el fondo de aquellas almas sobrevivientes.

Kaya noto como se llevaban aparte a su hermano, como ella era mujer la harían pasar peores torturas; cuando los guardias no miraban se ato su mascada en el rostro, cubriendo hasta su nariz.
Cuando el general llegó a verla, aquellos ojos severos pasaron por los de un hombre, así que la llevo hasta donde su hermano estaba.

—¿Buena con las mentiras?— bromeó Hano.

—Siempre—

Los subieron al barco, todos apretados unos contra otros, Kaya solo pensaba en como continuar con la fachada de "ser un hombre".
Su hermano estaba de duelo igual que los demás, pero ella sólo podía pensar en el dolor de su hermano y como poder sobrevivir. Sabía a donde los llevarían, los harían esclavos. Pero era mejor que ser violada por los soldados, no era un buen destino para una mujer.
Al llegar, los montaron en una jaula tirada por caballos, discretamente Hano cuidaba de su hermana, pues aunque fuera una sanguinaria guerrera aún así era su familia.

Podían ver a lo lejos una pobre réplica del Coliseo, la carreta levantaba una nube de polvo a su paso. El olor a muerte volvía a llenar las fosas nasales de Kaya y su hermano. Había una fosa común llena de cadáveres, sabían bien como terminarían si no sabían cómo enfrentar lo que viniera.
Al bajarlos de la carrera les pusieron grilletes y los llevaron entre empujones hasta el pequeño Coliseo. Al entrar, la luz del sol cegaba los ojos de la chica; cuando por fin pudo enfocar lo vió.

Aquel hombre de tez oscura, vestido con prendas de lujo; trago saliva y se preparó.
Lo conocía, había visto como peleaba en la arena, y ahora estaba vestido como un miembro del Consejo; con su mascada aún puesta escuchó como de una de las puertas salían gruñidos y gemidos de animales.

—Mandriles— dijo en voz baja.

—¿Cómo sabes? — uno de los hombres preguntó.

—Experiencia—

Liberaron a los mandriles, aquellas bestias estaban hambrientas, y ellos eran su futuro alimento.
No iba a permitir que unas bestias la asesinaran como un vil trozo de carne. Cuando uno de los mandriles corrió hacia ella, la chica hizo lo mismo, extendiendo la cadena de los grilletes en sus muñecas para atrapar el cuello del animal.
Lo estranguló tan fuerte que la cadena rompió la piel, llendo tan hondo que la sangre comenzaba a brotar, al acabar con el animal fue al siguiente, repitiendo el proceso. Ella y su hermano eran los que más se supieron defender.

Macrino los miraba fascinado, comprando claramente a los sobrevivientes incluyendo a Kaya y a Hano.
Los miro y sonrió satisfecho. Su nueva adquisición era inigualable, dos guerreros salvajes serían una inversión de mucho dinero.
Los llevaron hasta las salas de entrenamiento del Coliseo, Marcino quería saber más sobre ellos así que comenzó con Kaya.

—Tú, el enmascarado— dijo con curiosidad.

Kaya dio un paso al frente.

—¿Como te llamas?—

—Kay— dijo lo más grave que pudo.

—Quitate la máscara— ordenó.

Kaya negó y volvió a su lugar, Macrino reconocía los ojos de la chica pero pensó que sería una vil casualidad.
Continuó con Hano, él se negó a hablar, y fue cuando pidió ver una demostración de su habilidad; a Kaya no le agradaba que a su hermano lo trataran como a un acto de circo para entretener.
Macrino estaba satisfecho con su compra, pidió que los limpiaran para el siguiente paso en su nueva vida.

Una vez más decentes los llevaron a comer algo, Kaya aún no volvía, se quedó en la celda, había pedido unas vendas para poder hacerse pasar mejor por un hombre.
Se vendó el pecho y ato su cabello, colocando la máscara de nuevo; se dirigió hasta la sala común y se sentó con los demás. Estaba acostumbrada a estar rodeada de otros guerreros pero no le gustaba nada estar ahí. Hano, quien estaba junto a ella, la calmo un poco con una mirada de hermanos.
Los guardias les habían dicho que debían estar bien alimentados para el día siguiente, sería importante.. Y más para Hano y Kaya, pues estarían frente a los emperadores.

Aunque ellos no lo sabían aún.

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